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domingo, 5 de octubre de 2025

Jake Downing: «De niño fui víctima de abusos en la familia, negué la existencia de Dios, pero un día vino a mí y me dijo: ‘renacerás gracias a la compasión y el perdón’; en ese instante, supe que era Él y le dije que sí!»


Jake Downing ha podido sanar el dolor traumático de su infancia gracias al encuentro con Dios 

* «En la Pascua de 2025, volví a decir ‘sí’, esta vez a su Iglesia, y me confirmé como católico. Convertirme al catolicismo es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Pero nunca habría llegado hasta aquí sin Jesucristo» 

Camino Católico.- “De niño, nadie me habló de Cristo. Fui a la iglesia algunas veces con mi abuela cuando tenía 4 o 5 años, pero a esa edad, el concepto de Dios es simplemente un tipo agradable en el cielo con barba", señala Jake Downing, joven norteamericano en Yes Catholic.

“Sin fundamento en el amor de Cristo, entré en una infancia traumática y desolada que me moldeó de forma dolorosa. Recuerdo haber tenido una admiración infantil por Dios. También recuerdo el momento en que lo rechacé. Mi familia tenía dificultades económicas y estaba plagada de adicciones. A los 8 años, fui víctima de abusos -emocionales, físicos y espirituales- en un hogar en el que ningún niño debería vivir jamás. Crecí rodeado de mucha maldad. Fue en esos momentos cuando llegué a odiar y negar la existencia de Dios”, asegura Jake.

Jake Downing se ha convertido al catolicismo

Pero su situación personal empeoró: “El dolor no terminó ahí. Una muerte tras otra de personas cercanas me robó toda la alegría y la esperanza que me quedaban. Durante más de una década, viví en un sufrimiento silencioso, ocultando la depresión, los ataques de ansiedad y los pensamientos suicidas con una sonrisa falsa.”

“Entre los 19 y los 23, me dediqué a la superación personal. Estudié psicología, entrené en el gimnasio y exploré varias religiones. Buscaba desesperadamente. Entonces, un día, tuve lo que solo puedo describir como una experiencia mística con Cristo. Fue el momento más real de mi vida” relata Jake quien lo detalla así:

"El mismo Dios al que había maldecido vino a mí y me dijo: ‘Renacerás gracias a la compasión y el perdón’. En ese instante, supe que era Él. Me dio a elegir. ¡Y le dije que sí!".

Jake Downing orando

Inmediatamente esta fue su reacción ante lo vivido: “Me convertí al protestantismo poco después. Durante más de un año, caminé con Cristo, pero algo dentro de mí anhelaba más. Quería profundidad, verdad. Obsesionado por el conocimiento, me sumergí en la historia de la Iglesia y la formación de las Escrituras. Luché con preguntas, conceptos erróneos y obstáculos teológicos”.

Jake, en medio de su búsqueda de la verdad dice que “en un momento dado, incluso creí que los católicos no iban al cielo. Pero cuanto más estudiaba, más me enamoraba de la Iglesia que Cristo mismo fundó. Y en la Pascua de 2025, volví a decir ‘sí’, esta vez a su Iglesia, y me confirmé como católico. Convertirme al catolicismo es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Pero nunca habría llegado hasta aquí sin Jesucristo”, concluye.

Vídeo en inglés de Jake Downing contando su testimonio (puedes activar los subtítulos en español)

Mónica Ocampo tras recibir dos anillos de compromiso de novios decidió: «Yo me veo como una mujer que quiere entregarse y ser toda de Dios, que te va llevando y dando la gracia, y soy monja»


Tras dos anillos de compromiso, la hermana Mónica Ocampo eligió el hábito religioso / Foto: Cortesía de Mónica Ocampo

* «Me dije: 'Yo quiero un matrimonio, así que mi prioridad es el novio'. Sin embargo, al compartir con él, algunas veces pensaba: ‘¿Qué estoy haciendo aquí?, si en la Iglesia necesitan tal cosa’. Aunque me propuse ser la mejor novia, algo empezó a cambiar en mi interior, y comencé a preguntarme dónde me sentía plena, y encontré que eso ocurría mientras estaba sirviendo en la Iglesia» 

Camino Católico.- La hermana Monica recibió dos anillos de compromiso antes de ser religiosa. Hoy ya ha hecho sus votos perpetuos y está convencida de que es su vocación. Mónica Ocampo García es una religiosa de las Hijas del Espíritu Santo. Originaria de Ciudad Victoria, estado de Tamaulipas (México), tiene 37 años de edad. Sin embargo, a ella nunca le había pasado por la mente convertirse en una mujer consagrada a Dios en una congregación, no le resultaba nada atractivo. Lo suyo era el matrimonio y la familia. Y vivió el dolor y las lágrimas de su novio al enterarse que ella se consagraría a la vida religiosa. Este es un fragmento de la vida de la hermana Mónica, enamorada y consagrada hoy al Espíritu Santo.

Creció en un ambiente totalmente cristiano. "Mis papás siempre fueron de la pastoral familiar; estuvieron en diferentes movimientos: en el Movimiento Familiar Cristiano, en Encuentros Matrimoniales y, actualmente, en el Apostolado de la Cruz Matrimonios", dice a Jesús V. Picón en Aleteia.

Así pues, Mónica creció "en medio de las familias", y en un cierto momento la pusieron a coordinar a los niños de aquella comunidad de familias. 

"Entonces empecé las catequesis —dice—;  había un tema para matrimonios, y mi mamá y yo en la semana lo adaptábamos para los niños. Las familias llevábamos un proceso de conversión y evangelización que era integral, y yo me iba entusiasmando porque decía: "'Esto sí funciona'". 

Niños orando por los sacerdotes

En un momento dado esa comunidad llegó a su fin, y sus padres se integraron en otra. Entonces empezó un proyecto con las Madres Adoratrices. "Les dije: '¿y si invito a niños aquí a que vengan a hacer adoración eucarística?', ellas me dijeron que fuera con el obispo a ver si me daba oportunidad'".

Efectivamente, Mónica obtuvo la autorización. "Yo me acuerdo de estar sola con 62 niños en un salón; los encerraba para que no se me salieran. Cantábamos y luego entrábamos a la capilla. Y me empezó a impactar el proceso de los niños y del silencio; llegaban a sus casas diciendo: 'Hay que hacer silencio, hay que hacer oración por los sacerdotes'".

La hermana Mónica Ocampo con el obispo que la autorizó a invitar a niños a hacer adoración / Foto: Cortesía de Mónica Ocampo

Pidió un novio

Nada de esto encaminaba a Mónica a la idea de la vida consagrada. Por el contrario, ella le pidió a Dios un novio. Y empezó a salir con un joven mayor, cercano a terminar la universidad, mientras que ella aún cursaba la preparatoria. Pero resultó que su novio no era creyente, "y yo también quería hacer pastoral con alguien que creyera y compartiera mi misma fe", dice.

Así que Mónica, por recomendación de su abuelita, decidió realizar una novena al Sagrado Corazón de Jesús, la de los primeros viernes del mes, y la ofreció por la conversión de su novio, a quien amaba mucho. Finalmente, llegó el viernes en que ella concluyó la novena, y al día siguiente la llamó por teléfono para decirle que terminaba con ella.

Mónica tuvo que reconocer que aquello era una respuesta divina, y aunque la siguiente semana el ex novio la llamó y le pidió regresar, ella pudo responder con seguridad: "No, porque he orado mucho por ti durante 9 meses. Y  le dije al Señor que yo no te terminaba porque yo no podía; entonces tú hablaste y me terminaste; para mí esto es la respuesta de Dios. Así que ahora le pido al Señor que me mande un novio que sí crea, porque tú no crees". 

Por fin, el novio ideal

Mónica salió de la preparatoria técnica —con reconocimiento de excelencia académica— e ingresó becada a la Universidad La Salle. "Ahí conocí a un joven muy bueno y creyente, y me enamoré. Fue un noviazgo muy cristiano, muy de cara a Dios. Nos acompañábamos a Misa, empezábamos a hacer ministerio juntos y me acompañaba a las adoraciones de niños".

Todo parecía ir perfecto. Terminaron la universidad y Mónica, graduada en Administración y Mercadotecnia, consiguió un trabajo excelente, "pero algo en mí me decía que me faltaba algo".

A recomendación de un amigo sacerdote, Mónica decidió asistir a un retiro de 8 días para realizar los Ejercicios Espirituales de san Ignacio, a fin de discernir. Pero ya en el retiro lo primero que le dijeron fue: "Estos ejercicios de San Ignacio no son para tomar decisiones".

Mónica Ocampo con sus estudios de Mercadotecnia colaboró  a hacer campañas por las vocaciones / Foto: Cortesía de Mónica Ocampo

Tiempo después Mónica fue a hablar con su párroco y le dijo: "Yo le quiero ayudar a promover las misiones. Estudié Mercadotecnia, y creo que la podemos aplicar a la evangelización, a las misiones  y a los jóvenes". Y el sacerdote le respondió: "Pues suena muy bien, Mónica, pero me mandan de rector al seminario; mejor ayúdame allá".

Como parte de la estrategia de comunicación "hay que saber de qué estás hablando. Entonces me metí a profundizar en el sacerdocio ministerial, y me apasioné al apreciar mejor el valor del sacerdote, y quise darlo a conocer".

Ordenando prioridades

Dedicada a la promoción vocacional sacerdotal, Mónica se apasionó tanto comenzó a dedicar más tiempo a la Iglesia que a su relación, así que llegó un momento en el que tuvo que establecer sus prioridades. "Me dije: 'Yo quiero un matrimonio, así que mi prioridad es el novio'". Sin embargo, al compartir con él, algunas veces pensaba: "¿Qué estoy haciendo aquí?, si en la Iglesia necesitan tal cosa".

"Aunque me propuse ser la mejor novia, algo empezó a cambiar en mi interior, y comencé a preguntarme dónde me sentía plena, y encontré que eso ocurría mientras estaba sirviendo en la Iglesia".

De manera secreta empezó a buscar congregaciones religiosas. "Me involucré cada vez más en la pastoral vocacional de mi diócesis, y me mandaron a un curso a Ciudad de México.

Ahí conocí a una Hija del Espíritu Santo, y me dijo palabras clave: 'Nos dedicamos a la promoción vocacional sacerdotal y a la extensión del reinado del Espíritu Santo'. Yo me dije a mí misma: 'De aquí soy'". 

Finalmente le confesó a su novio: "Yo me veo como una mujer que quiere entregarse y ser toda de Dios para el servicio de su Iglesia". Él le respondió: "Me estás diciendo que te quieres ir con Dios, que te quieres casar con Dios. ¿Cómo voy a competir?".

Dos anillos

Mónica le confió su plan a sus padres y renunció a su trabajo. Justo antes de ingresar a la congregación, llegó un amigo suyo de la infancia. «Había sido como mi pretendiente toda la vida. Me dijo: "Mira, Mónica, tú me dijiste que te quieres ir a la vida religiosa, pero quiero decirte que yo te voy a esperar. ¿Cuánto tiempo tardas en hacer tus votos perpetuos?". Le contestó que diez años y el muchacho insistió: "Yo te voy a esperar", y le dio un anillo.

Ella ingresó a la congregación un 28 de agosto, y en diciembre fue a pasar año nuevo con su familia. Durante esos días, el muchacho que había sido su novio durante la universidad llegó con un anillo y le propuso que no regresara al convento. Pero Mónica regresó a la congregación e informó a su directora espiritual sobre los dos anillos.

"Me indicó que los regresara y cuando fui a casa en vacaciones de verano les devolví los anillos a mis pretendientes. Ambos, como buenos caballeros, me dijeron que me los habían regalado, y que yo decidiera qué hacer con ellos". 

La hermana Mónica ya ha hecho sus votos perpetuos, tomando el nombre de Mónica del Corazón de Jesús, y está convencida de que, para hallar la vocación para la que uno fue creado, "Dios te va llevando y Dios te va dando la gracia".



Gabrielle Neuville, devastada por dos abortos espontáneos: «El Buen Dios se hizo presente, de forma tangible, estaba entre nosotros; ¡Un auténtico síndrome del Monte Tabor! Nuestros pequeños son una ventana al cielo»


Gabrielle Neuville tuvo que afrontar dos abortos espontáneos que le provocaron mucho sufrimiento, pero que la han acercado mucho más a Dios / Foto: Gabrielle Neuville

* «Dicen que Dios no nos permite llevar cruces más pesadas de las que podemos soportar. Esta etapa de nuestra vida también nos recuerda que no nos corresponde a nosotros decidir qué pruebas queremos experimentar. Debemos acogerlas y afrontarlas con humildad y confianza, con Jesús, pidiéndole la valentía de la fe y la fuerza del Espíritu Santo. Queremos recordar siempre que en todas las cosas, y especialmente en las pruebas, la vida es un tesoro que debemos apreciar y honrar» 

Camino Católico.- Gabrielle Neuville sufrió dos abortos espontáneos tardíos, ambos muy cercanos. Cirilo y José, sus dos hijos en el cielo, fueron queridos por Dios y deseados por sus padres; nacieron prematuros, pero no por ello son menos valiosos. Una historia luminosa de sufrimiento inconmensurable donde la belleza de la vida brilla en sus aspectos más pequeños, humildes y sagrados.

Gabrielle Neuville tiene 32 años. Casada durante ocho años, tiene tres hijos en la tierra y dos en el Cielo, que fallecieron después de padecer abortos espontáneos. Tras trabajar como maestra, Gabrielle se dedicó a la fotografía, una pasión que se convirtió en una profesión que le permite resaltar la belleza de la vida, proyectando una mirada cristiana sobre las personas que fotografía. "Me encanta mi trabajo; es una contemplación del otro. Requiere mucha energía aprender a acoger a los demás, a mirarlos con dulzura y ternura, y a buscar a Jesús en sus ojos", explica la joven a Caroline Moulinet en Aleteia.  

Gabrielle tuvo el privilegio de contemplar con esa mirada amorosa a sus dos hijos prematuros. La joven comparte con emoción: "Para mí, un aborto espontáneo fue, sobre todo, mucha sangre. No imaginé poder ver a mis hijos, tan pequeños, en mi mano. Pequeños pero maravillosos. Hermosos. Perfectamente formados, solo tenían que crecer. Ahora me doy cuenta de la suerte que tuve de verlos, de contemplar sus rostros, de contarles los dedos de los pies y de besarlos. Me permitió encarnar su existencia, convencerme de que realmente existían, de que tienen un lugar en nuestra familia y en la sociedad".

Gabrielle y su esposo experimentaron el inmenso dolor de ver nacer a sus dos últimos hijos a los 120 días de amenorrea, tres meses y medio de embarazo. Dos abortos tardíos, ocurridos al mismo tiempo, con cinco meses de diferencia. De hecho, la pareja, a pesar del dolor del primer aborto, había decidido permanecer abierta a la vida, dejando solo al Señor como dueño de su familia, de su dolor, de su camino. 

El cuerpo del bebé se perdió

En dos ocasiones, Gabrielle experimentó este terrible despertar en plena noche, con violentas contracciones, reconociendo su respiración, la de una madre preparándose para dar a luz. En dos ocasiones, Gabrielle vio a su pequeño, lo sostuvo en sus brazos y lo bañó con agua limpia para que estuviera hermoso para su entrada al Cielo. Sin embargo, cada parto es único. En el caso de Cirilo, su primer embarazo diferido, Gabrielle sufrió una grave hemorragia. Llamaron a los bomberos rápidamente y la trasladaron al hospital justo cuando la pareja acababa de colocar el cuerpo de su hijo en una pequeña caja.

Pero Gabrielle llegó en estado de shock hemorrágico, y los médicos sabían que no tenían más de tres minutos para correr al quirófano y salvarla. En medio de este tumulto, Gabrielle recordó su lucha por vivir mientras perdía el conocimiento y el cuerpo de su bebé se perdía, probablemente tirado a la basura. Un error que desgarra el corazón de la pareja al descubrir la alternativa que debería haber estado a su disposición.

Gabrielle Neuville reza el rosario diario. Ha sido fiel a esta oración que no conocía, pero que la sostuvo durante estas interrupciones del embarazo / Foto: Gabrielle Neuville

Cuando José también nació de un aborto espontáneo, los cuidadores se hicieron cargo de su cuerpo. Unos días después, el hospital contactó a Gabrielle y a su esposo, quienes les informaron que podían expresar su deseo de que su bebé fuera registrado y enterrado. "Mi esposo se quedó impactado; enseguida comprendió que Cirilo también debería habernos sido devuelto", confiesa Gabrielle.

"En cuanto a mí, estaba dividida: deseaba un entierro para nuestro hijo, pero no se ha hecho, ¡no tan joven! ¿Éramos legítimos? Aún no habíamos alcanzado el umbral de viabilidad, no era como quienes pierden un hijo a los 8 meses y medio. ¿Y a quién debíamos contactar? ¿Qué ataúd? ¿Qué parcela? Tantas preguntas prácticas que organizar para que nuestro hijo tenga una hermosa entrada al Cielo".

Un funeral con aroma a bautismo

Finalmente, Gabrielle y su esposo decidieron organizar el entierro de José en privado, gracias al inestimable apoyo del párroco de la parroquia de los padres de Gabrielle. Especialista en teología del cuerpo y exmédico, les confirmó que podían tomar esta decisión si así lo deseaban. También confirmó que el bautismo de intención tenía pleno valor.

Gabrielle explicó: "Que una persona ajena pronunciara las palabras que nos autorizaban a vivir este embarazo y este duelo hasta el final fue una gran gracia. No todas las parejas que pasan por esta prueba son tan afortunadas".

Este funeral tuvo el sabor de un bautismo; fue el reconocimiento de la entrada de su hijo al Cielo y una hermosa reparación por su hermano mayor, Cirilo. 



Funeral de un bebé / Foto: Jean Planchon

Gabrielle continúa: "Por eso también queremos dar testimonio, porque la gente no sabe, no habla de ello, no se atreve. En el funeral de José, una pareja de 70 años que vino a consolarnos se sintió liberada al poder hablar de su pequeña hija, que había nacido muerta, con seis meses de embarazo, 42 años antes, sin haber podido ser enterrada debido a la legislación vigente en aquel momento. Estos padres nunca habían podido superar su dolor. Asistir al funeral de José les ofreció un verdadero consuelo, me lo confiaron con lágrimas en los ojos".

"Vivo la comunión de los santos de manera diferente"

La joven está convencida de que los niños prematuros no son angelitos discretos cuya existencia deba mantenerse en secreto. Fueron queridos por Dios, amados por toda la eternidad, tienen su lugar en la familia, son poderosos intercesores en el Cielo, son verdaderos santos que resucitarán en el último día con sus cuerpos gloriosos. "Vivo la comunión de los santos de otra manera", confiesa Gabrielle.

"Es dulce tener a alguien tan amado, ya con Dios para recibirnos. Después de todo, no podemos saber dónde están los difuntos en nuestras familias. Pero nuestros pequeños son una ventana abierta al Cielo, son la inocencia misma, no conocen el Purgatorio".

Además, la joven madre, desde estas terribles cruces, ha sido fiel al rosario diario. Es una oración que no conocía, pero que la sostuvo durante estas interrupciones del embarazo. Contaba las Avemarías con los dedos, como un salvavidas en la prueba, y desde el nacimiento de Cirilo, sigue rezando el rosario, unida espiritualmente a sus hijos en el Cielo, invocándolos a ambos "pequeño san Cirilo, pequeño san José" al final de cada rosario.

Una prueba de pareja

La Semana Santa posterior al nacimiento de José unió más a la pareja y sanó las heridas del nacimiento de Cirilo. "Mi esposo fue muy atento e infinitamente paciente. Yo estaba muy débil, entre la abundante pérdida de sangre, las contracciones, el cansancio, la bajada hormonal, los efectos secundarios de los medicamentos que bloqueaban el flujo de leche, la incapacidad de levantarme sola sin ayuda. Me enseñó una hermosa lección de humildad. ¡No era la glamurosa mujer fatal que a veces se sueña ser para el esposo! Él era mi cuidador", continúa la joven.

"Y ahora, estoy aún más enamorada de él, y deseo, más que nunca, mantener y propagar el fuego del profundo amor que prometimos alimentar cada día".

¿Un mensaje para las parejas que atraviesan este dolor infinito? Gabrielle nos recuerda que los padres también sufren, aunque a veces se sientan menos justificados al llorar, o aunque se sientan comprometidos con la misión fundamental de no rendirse, por su esposa, por su familia.

La inocencia y la sencillez de sus hijos en la tierra fueron un bálsamo para el corazón, fuente de profundas conversaciones sobre Dios, la fe y la eternidad. En cuanto a Cirilo y José, son un regalo para la pareja. "Tras ocho años de matrimonio, estas cruces dieron un gran impulso a la monotonía cotidiana que amenazaba con instalarse. El Buen Dios se hizo presente, de forma tangible. Estaba entre nosotros. ¡Un auténtico síndrome del Monte Tabor! Claro que no hemos plantado nuestras tiendas como sugirió san Pedro; tendremos que volver a vivir nuestras vidas en la tierra, pero estos bebés han acercado el Cielo a nuestro hogar", confiesa la joven.

“Dicen que Dios no nos permite llevar cruces más pesadas de las que podemos soportar. Esta etapa de nuestra vida también nos recuerda que no nos corresponde a nosotros decidir qué pruebas queremos experimentar. Debemos acogerlas y afrontarlas con humildad y confianza, con Jesús, pidiéndole la valentía de la fe y la fuerza del Espíritu Santo. Queremos recordar siempre que en todas las cosas, y especialmente en las pruebas, la vida es un tesoro que debemos apreciar y honrar”, concluye.

Confío en Ti. Diálogo de un alma con Jesús de la Misericordia según lo que dijo el Señor a Santa Faustina Kowalska


Camino Católico.- Para grabar en nuestros corazones las palabras del Salmo 136 que nos recuerdan “que es eterna la misericordia del Señor”, la Fundación Eukmamie – HM Televisión ofrece este programa especial titulado: “Confío en Ti. Diálogo de un alma con Jesús de la Misericordia”.

Este “Diálogo” audiovisual, entre Jesús y un alma, se ha escrito tomando como base las anotaciones del Diario de la Divina Misericordia de Sta. Faustina Kowalska. Si bien algunos de los comentarios del alma han sido inventados, las palabras que pronunciará el Señor han sido fielmente respetadas de entre las que dijo el mismo Señor a la Apóstol de su Misericordia.

Veinte minutos en diálogo con la Divina Misericordia. Con imágenes y músicas cuidadas y trabajadas con el fin de introducirnos en esta “divina conversación”, que puede ser realmente transcendental en nuestra vida.


Ángelo Ragosta y Paola eran novios, tenían fecha para la boda, pero Dios los llamó y él es sacerdote y ella monja carmelita: «Llegó un sacerdote que nos dijo: ‘Preguntadle a Dios qué ha planeado para vosotros’»


Paola es hoy sor María Giuseppina del Amor Encarnado, monja de clausura en Nápoles, y él es el Padre Angelo Ragosta; ambos fueron novios durante nueve años, pero Dios los llamó para que le entregaran su vida a Él 

* «Fuimos a la conferencia sobre la Renovación en el Espíritu Santo en Rimini y Dios le hizo entender a Paola que quería que fuera suya, pero ella no pudo aceptarlo. Me dejó por primera vez en mayo. Después de un tiempo nos volvimos a juntar porque ella no podía decir su ‘sí’ al Señor. Volvimos a hacer las paces porque ella no podía decir 'sí' a Dios porque pensaba que nueve años seguían siendo nueve años. En octubre, sin embargo, Dios ganó y ella me dejó para siempre» 

Camino Católico.- Comprometidos durante nueve años, estaban a punto de casarse, pero el Señor quiso para ellos un epílogo distinto: rompieron y se hicieron sacerdote y monja. Él es ahora el Padre Angelo Ragosta, sacerdote en Mühlacker (Alemania), en una comunidad italiana. Ella es Sor María Giuseppina del Amor Encarnado, monja de clausura en Nápoles.

Los dos protagonistas de esta historia, que se ha hecho viral, se conocieron el 29 de diciembre de 1996 en una parroquia de Portici, en la provincia de Nápoles, en plena adolescencia. Angelo tiene 16 años, Paola 15.

Paola y Angelo Ragosta cuando eran novios

«Nos hicimos novios o nos juntamos como se decía en nuestra época, precisamente un 29 de diciembre allá por 1996», cuenta Angelo en un post de Facebook, «el primer año, como siempre, fue de tiras y aflojas, siempre era yo el que se dejaba, pero después del primer año fuimos viento en popa hasta octubre de 2005, casi nueve años».

La vida empezó a cambiar para ambos en 2001, cuando conocieron a un sacerdote carismático y muy conocido en Nápoles: Don Michele Madonna.

En 2001 me fui a hacer el servicio militar –continúa Angelo– y, una vez terminado, desde entonces estuve siempre fuera trabajando, en la Toscana como electricista industrial. Los años pasaron deprisa, y hacia el final llegó a la parroquia, cerca de casa de Paola, un joven coadjutor, don Michele Madonna, que nos unió a Jesús vivo. Tenía un mantra: «¡Chicos preguntadle a Dios qué ha planeado para vosotros, cuál es su sueño sobre vosotros! Arrastraba y arrastra a todos, jóvenes y mayores, al que cree de verdad, al que gasta de verdad su vida por Jesús».

Don Michele desestabiliza el equilibrio entre los dos novios. Tenían el matrimonio en su agenda, pero Dios estaba a punto de cambiar sus planes por completo. «La boda estaba planeada –continúa Angelo–, estaban buscando casa y preparando todo lo necesario con tiempo, Paola mientras tanto estudiaba economía. En cambio, justo cuando encontramos la casa, me dejaron por enésima vez». 

Paola dejó a Angelo en 2005: «Fuimos a la conferencia sobre la Renovación en el Espíritu Santo en Rimini y Dios le hizo entender a Paola que quería que fuera suya, pero ella no pudo aceptarlo. Me dejó por primera vez en mayo. Después de un tiempo nos volvimos a juntar porque ella no podía decir su ‘sí’ al Señor. Volvimos a hacer las paces porque ella no podía decir 'sí' a Dios porque pensaba que nueve años seguían siendo nueve años. En octubre, sin embargo, Dios ganó y ella me dejó para siempre», dice Angelo al periódico Avvenire.

Angelo y Paola siguieron siendo amigos y continuaron saliendo juntos. En 2006 también compartieron un sacramento, el de la confirmación, que recibieron en la misma iglesia. Pero las almas de ambos estaban cada vez más inquietas. «Todo cambió para mí. Seguí trabajando como electricista industrial, pero en mi interior me sentía cada vez más inquieto. Tenía un sueldo, salía con amigos, hombres y mujeres, pero todo era insípido y no me parecía suficiente. Lo tenía todo, pero no era feliz», asegura Angelo.

Hasta que una noche, en un acto al que asistía en la Toscana con el padre Michele Madonna, «después de rezar las vísperas, le hice a Dios la pregunta fatídica con la que el padre Michele nos había estado atosigando, en pocas palabras le pregunté: pero ¿por qué estoy sobre la faz de la tierra? ¿Qué quieres de mí? Abro la Biblia, la que recibí como regalo de mi padrino de Confirmación, que había elegido entre las personas que frecuentaban mi comunidad parroquial y que, en lugar de darme un objeto inútil, me había traído el don de la Palabra. Leí el pasaje que me salió: ‘Antes de formarte en el seno materno, yo te conocía, antes de que salieras a la luz, yo te ungí’ (libro de Jeremías 1, 4-5). Sobre este pasaje comienzo mi discernimiento. Entro en el seminario a los 26 años y fui ordenado sacerdote a los 33 ordenado sacerdote por el entonces arzobispo de Nápoles, el cardenal Crescenzio Sepe». 

Angelo Ragosta en su ordenación sacerdotal

En 2018, Angelo solicitó y recibió permiso del arzobispo para realizar una experiencia apostólica en la misión católica de Wuppertal, Alemania. Después de cinco años, aceptó la oferta de trasladarse a Mühlacker, también en Alemania, donde actualmente presta servicio pastoral a las comunidades italianas.

Mientras Angelo entraba en el seminario, Paola elegía la vida de clausura, ingresando en el monasterio carmelita de Nápoles. La vida monástica, a la que se adhirió bajo el nombre de Sor María Giuseppina del Amor Encarnado, le impuso un estilo de vida mucho más discreto y poco social. 

«Cada vez que estoy en Nápoles, paso por el monasterio para ver a la hermana María Giuseppina. Las cosas no han cambiado mucho: cuando estábamos comprometidos, me regañaba. ¡Todavía lo hace, incluso siendo sacerdote!»

Beata Anna Sperczyńska, la niñera que guio a Carlo Acutis en el camino de la fe: «Desde pequeño, le enseñé a vivir cerca de Jesús; para él, esta relación era natural, amistosa, como si se conocieran de toda la vida»


San Carlo Acutis y su niñera Beata Anna Sperczyńska, que le empezó a hablar de Dios cuando era pequeño  / Foto: Semanario Niedziela

* «La primera oración que Carlo aprendió muy rápido —y en polaco, nada menos— fue la oración «Ángel de la guarda». Memorizó las palabras, sin saber su significado en aquel momento. Sólo más tarde empezó a cuestionarlo, cuando la oración se convirtió en un ritual vespertino habitual. Incluso yo tenía una cinta de casete con la grabación de Carlo, pero, por desgracia, después de varias mudanzas, estos preciados recuerdos desaparecieron. Carlo nunca pasaba indiferente ante una iglesia. Se detenía, miraba dentro, saludaba, como si entrara en la casa de un ser querido. Aunque solo fuera por un instante. Simplemente se sentía como en casa» 

Camino Católico.- Como muchos italianos, los padres de San Carlo Acutis eran católicos de cultura, pero no muy practicantes. Su madre, Antonia Salzano, ha contado que, antes de tener a su hijo, solo había ido a la iglesia tres veces: "Mi primera Misa fue mi Primera Comunión, la segunda mi Confirmación y la tercera mi boda". En casa, nunca se hablaba de fe.

Aun así, desde pequeño, Carlo mostró un profundo interés por las cosas de Dios. Demostró una gran piedad y un amor especial por Jesús y María. Con tan solo tres años, no podía pasar por delante de una iglesia sin detenerse a saludar a Jesús presente en el sagrario. Durante sus paseos por los parques de Milán, recogía flores para colocarlas a los pies de las imágenes de la Virgen María. Aunque Carlo tenía una inclinación natural hacia lo sagrado, su madre reconoce que la influencia de su niñera fue decisiva.

Esa niñera era Beata Anna Sperczyńska, una joven polaca que trabajó como au pair en casa de los Acutis durante varios años. Antonia recuerda: "Beata fue una de las primeras personas en hablar con Carlo sobre Dios". Fue ella quien despertó en él el amor hacia Jesús presente en la Eucaristía, llevándolo regularmente a Misa. También le enseñó los fundamentos de la fe, la práctica de la misericordia hacia los pobres y sus primeras oraciones. Hoy, Beata Anna Sperczyńska es directora general de una empresa internacional dedicada a la publicidad y promoción de marcas conocidas y en una entrevista con el Semanario Niedziela de Polonia cuenta su relación con San Carlo Acutis y como empezó a compartir con él la fe. 

- ¿Cuándo conociste a San Carlo Acutis y cómo fue vuestro primer encuentro?

- Conocí a Carlo en Centoli, un pequeño pueblo del sur de Italia, cerca de Palinuro. Carlo pasaba los veranos allí con sus abuelos, Luana y Antonio (los padres de su madre). Yo estaba allí de vacaciones, buscando trabajo para ganar algo de dinero extra. Los abuelos de Carlo ya tenían dos candidatas —chicas de Polonia— y yo era la tercera. Carlo y yo fuimos amor a primera vista. Dormimos en la misma habitación, y tras nuestra primera mañana juntos, supe que conseguiría el trabajo. Nos comunicábamos sin palabras, imitando sonidos de animales, lo que nos acercó de forma natural. Esa primera mañana, llena de calidez y luz, permanecerá en mi memoria para siempre.

- La madre de Carlo Acutis suele enfatizar que Carlo debe su educación católica a la familia de su padre y a su niñera polaca, usted ¿Le enseñó a rezar? ¿Le habló de Dios?

- Es cierto. La primera oración que Carlo aprendió muy rápido —y en polaco, nada menos— fue la oración «Ángel de la guarda». Memorizó las palabras, sin saber su significado en aquel momento. Sólo más tarde empezó a cuestionarlo, cuando la oración se convirtió en un ritual vespertino habitual. Incluso yo tenía una cinta de casete con la grabación de Carlo, pero, por desgracia, después de varias mudanzas, estos preciados recuerdos desaparecieron.

Yo era la niñera de Carlo. Intenté participar activamente en su crianza, con ternura y atención. Desde pequeño, le enseñé a vivir cerca de Jesús. Para él, esta relación era completamente natural, casi amistosa, como si se conocieran de toda la vida. Para mí, también era obvio: crecí en un pueblo pequeño, en una familia católica, donde la misa dominical era el evento más importante de la semana. Durante mi infancia y juventud, la iglesia era prácticamente la única fuente de cultura del pueblo.

Carlo nunca pasaba indiferente ante una iglesia. Se detenía, miraba dentro, saludaba, como si entrara en la casa de un ser querido. Aunque solo fuera por un instante. Simplemente se sentía como en casa.

- Además de la oración del Ángel de la guarda, ¿sabía otras oraciones en polaco? ¿Hablaba nuestro idioma?

- Carlo no hablaba polaco, pero sabía algunas palabras. Cuando saludaba a mis padres por teléfono, siempre empezaba en polaco: "¡Buenos días, hola!". Y, como ya mencioné, rezaba el Ángel de la guarda en nuestro idioma por las noches.

San Carlo Acutis y su niñera Beata Anna Sperczyńska, que le regaló la primera imagen de la Virgen cuando era pequeño

- La madre de Carlo Acutis, la Sra. Antonia, recordó que durante su primer encuentro en su casa, usted tenía una bolsa llena de imágenes de Nuestra Señora de Częstochowa. ¿Fue la imagen que le dio a Carlo la primera imagen de Nuestra Señora que vio en su vida?

- Sí, es cierto. Esta fue su primera imagen que vio en su vida, la de Nuestra Señora de Częstochowa, la Virgen Negra de Jasna Góra.

Esta imagen era especialmente cercana a mí, pues me había acompañado casi a diario desde la infancia. Siempre la llevaba conmigo, guardada en el libro de oraciones "El Camino al Cielo", que recibí en mi Primera Comunión. Las peregrinaciones a Jasna Góra eran más que un simple viaje de vacaciones para mí: eran una experiencia espiritual importante. Momentos de agotamiento, pero también de alegría, de oración compartida y silencio. Era un viaje del corazón que dejó una huella imborrable. Esta imagen de Nuestra Señora era como un signo de presencia: de cuidado, esperanza y compañía constante. La llevaba conmigo no solo por cariño, sino también por la sensación de que estaba realmente cerca. Más adelante en la vida de Carlo, se hizo prensente la Virgen Negra de Pompeya (Nuestra Señora del Rosario), pero esa es otra historia .

- ¿Qué clase de niño era Carlo Acutis en la vida cotidiana? ¿Qué lo hacía destacar?

- Carlo era un niño alegre. Durante mucho tiempo, fue el único nieto, lo que significaba que estaba rodeado del amor y la atención de su familia. Su vida estaba llena de felicidad e irradiaba una energía extraordinaria. En el día a día, se distinguía por su paciencia; nunca se quejaba. Era capaz de esperar y aceptar con humildad lo que el día le deparara.

- ¿Tenía algún defecto?

- Carlo ciertamente no era perfecto, pero era excepcional. Tenía sus defectos, como cualquier niño, como cualquier ser humano, pero, sinceramente, me cuesta recordarlos ahora. Ciertamente no era engreído, codicioso ni perezoso, por ejemplo. Sí recuerdo que a veces cotilleábamos sobre sus amigos o los míos, pero esa era más mi debilidad, no la de Carlo. Sin embargo, esos momentos no disminuyeron su singularidad; al contrario, decían mucho de su naturaleza humana.

- Si tuvieras que elegir uno o dos momentos específicos de la vida de Carl que digan mucho sobre él, ¿cuáles serían?

- Era el cumpleaños de Giacomo, su amigo del jardín de infancia. Todavía lo recuerdo. Yo tenía un rosario de madera colgado al cuello, que siempre llevaba. Hoy podría parecer genial, pero en aquel entonces era bastante extraño. Alguien lo comentó y, para evitar más comentarios, lo escondí debajo de la camisa. Quería que fuera menos visible. Carlo se dio cuenta y dijo: «Bea, no lo escondas, ¡son las cuentas más bonitas del mundo!». Este acontecimiento me impresionó muchísimo porque Carlo no solo vio que el rosario era una fuente de paz para mí (en cierto modo, me defendió), sino que también comprendió su profundo valor. Lo veía como algo más que un simple objeto decorativo; conocía su significado más profundo. Sus palabras estaban llenas de calidez. Podía ver la belleza en cosas que podrían ser invisibles para otros.

- ¿Qué te sorprendió de este niño a medida que crecía? Aprendió cada vez más sobre el mundo y tuvo cada vez más experiencias...

- Fue sorprendente la rapidez con la que su perspectiva del mundo empezó a cambiar. Día a día, empezó a ver la complejidad de cosas que antes parecían simples. Aunque madurar implica descubrir que el mundo no es blanco o negro, Carlo comprendió rápidamente que conceptos como la verdad, la justicia y la amistad tenían significados más profundos y complejos. Esta comprensión no siempre le resultó fácil, pies le costó comprenderla y encontrar su lugar en este mundo complejo.

Lo que siempre me sorprendió de él fue su extraordinaria capacidad para hacer preguntas con sentido. Al formularlas, podía ver cosas que otros pasaban por alto o preferían no ver. Parecía más atento y sensible a lo que yacía bajo la superficie. Esto hacía que su percepción fuera única.

- ¿A Carlo le gustaban las historias de santos?

El primer santo que estudiamos juntos fue San Carlos. No conocía su historia, pero alguien le dio a Carlo una versión infantil de la historia del santo, y así empezó todo. Aprendí la historia del santo, y Carlo comprendió que su nombre no era casualidad: era el nombre que recibió en su bautismo, no sólo de su abuelo. Las historias de los santos son un caleidoscopio de actitudes, defectos, virtudes y obras humanas. Es una lectura excelente. Estas personas eran como nosotros: se equivocaron, pecaron, se convirtieron y oraron. Le hablé del heroísmo de Santa Juana de Arco, su valentía y fe. Con el tiempo, Carlo se interesó por San Francisco, y se convirtió en una verdadera pasión para él.

- ¿Qué ha significado para usted la canonización de Carlo Acutis?

- Para mí, su canonización ha sido un signo de que la santidad es posible aquí y ahora. No hace falta vivir siglos atrás, ni ser monje ni místico. Puedes ser un adolescente común y corriente en vaqueros que va a misa todos los días, navega por memes y programa páginas web. La canonización ha traído una inmensa esperanza para todos nosotros: que la santidad no es algo lejano, sino un camino que podemos recorrer a diario.