* «La fiesta de hoy nos ayuda a tomar conciencia de esta realidad misteriosa: somos el templo de Dios habitado por el Espíritu Santo y estamos unidos a Cristo y entre nosotros para glorificar a Dios manifestando y promoviendo su Reino en medio del mundo. Todos hemos de esforzarnos en adornar y fortalecer este templo llevando una vida santa y haciendo visible que somos verdaderamente una gran familia unida en Cristo por una misma fe, una misma esperanza y un mismo amor»
Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán
Ezequiel 47, 1-2.8-9.12 / Salmo 45 / 1 Corintios 3, 9c-11.16-17 / San Juan 2, 13-22
P. José María Prats / Camino Católico.- La Basílica de San Juan de Letrán, el aniversario de cuya dedicación celebramos hoy, es la catedral del Papa como obispo de Roma (no San Pedro del Vaticano como muchos creen). Fue la primera basílica cristiana construida públicamente después del Edicto de Milán (313), por el que el emperador Constantino permitió la libertad de culto a los cristianos.
Por ser la sede del sucesor de San Pedro y la basílica más antigua de occidente, es considerada como la madre y la cabeza de todas las iglesias de Roma y del mundo, tal como declara una inscripción en su fachada: Omnium urbis et orbis ecclesiarum mater et caput.
Pero en esta fiesta, los católicos no celebramos solo un edificio, sino, sobre todo, el misterio de la Iglesia como templo vivo de Dios.
Las lecturas nos dejan muy claro que este Templo es, ante todo, Jesucristo. En el evangelio, cuando los judíos preguntan a Jesús qué signo les da para expulsar a los mercaderes del templo de Jerusalén, Él les contesta: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré», y el evangelista añade que «Él hablaba del templo de su cuerpo». El templo es el lugar donde Dios se hace presente entre los hombres, y ese “lugar” es, por excelencia, el cuerpo de Jesús, donde el mismo Hijo de Dios ha tomado carne.
La primera lectura es una profecía preciosa de Jesucristo como Templo. Del lado derecho del templo salía una corriente de agua que, a su paso, saneaba y daba vida a todo, y los árboles que bebían de ella daban frutos buenos y abundantísimos. Ezequiel está profetizando al Espíritu Santo que manaría del corazón traspasado de Cristo en la Cruz. Incluso acierta en el detalle del lado derecho. El corazón está en el lado izquierdo del pecho, pero los romanos tenían una técnica para llegar al corazón mediante una lanzada ascendente entrando por debajo de las costillas derechas. Así obraron con el Señor como atestigua la Sábana Santa y se refleja en la iconografía cristiana.
En la segunda lectura, San Pablo nos dice que nosotros somos el templo de Dios en la medida en que estamos unidos a Cristo, edificados sobre Él, que es el fundamento de todo. Y en una de sus cartas, San Pedro añade que somos “piedras vivas” de este templo santo.
La fiesta de hoy nos ayuda a tomar conciencia de esta realidad misteriosa: somos el templo de Dios habitado por el Espíritu Santo y estamos unidos a Cristo y entre nosotros para glorificar a Dios manifestando y promoviendo su Reino en medio del mundo. Todos hemos de esforzarnos en adornar y fortalecer este templo llevando una vida santa y haciendo visible que somos verdaderamente una gran familia unida en Cristo por una misma fe, una misma esperanza y un mismo amor.
P. José María Prats
Evangelio:
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas:
«Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado».
Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.
Los judíos entonces le replicaron diciéndole:
«Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré».
Los judíos le contestaron:
«Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».
Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.
San Juan 2, 13-22


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