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martes, 30 de septiembre de 2025

Gabrielle Neuville, devastada por dos abortos espontáneos: «El Buen Dios se hizo presente, de forma tangible, estaba entre nosotros; ¡Un auténtico síndrome del Monte Tabor! Nuestros pequeños son una ventana al cielo»


Gabrielle Neuville tuvo que afrontar dos abortos espontáneos que le provocaron mucho sufrimiento, pero que la han acercado mucho más a Dios / Foto: Gabrielle Neuville

* «Dicen que Dios no nos permite llevar cruces más pesadas de las que podemos soportar. Esta etapa de nuestra vida también nos recuerda que no nos corresponde a nosotros decidir qué pruebas queremos experimentar. Debemos acogerlas y afrontarlas con humildad y confianza, con Jesús, pidiéndole la valentía de la fe y la fuerza del Espíritu Santo. Queremos recordar siempre que en todas las cosas, y especialmente en las pruebas, la vida es un tesoro que debemos apreciar y honrar» 

Camino Católico.- Gabrielle Neuville sufrió dos abortos espontáneos tardíos, ambos muy cercanos. Cirilo y José, sus dos hijos en el cielo, fueron queridos por Dios y deseados por sus padres; nacieron prematuros, pero no por ello son menos valiosos. Una historia luminosa de sufrimiento inconmensurable donde la belleza de la vida brilla en sus aspectos más pequeños, humildes y sagrados.

Gabrielle Neuville tiene 32 años. Casada durante ocho años, tiene tres hijos en la tierra y dos en el Cielo, que fallecieron después de padecer abortos espontáneos. Tras trabajar como maestra, Gabrielle se dedicó a la fotografía, una pasión que se convirtió en una profesión que le permite resaltar la belleza de la vida, proyectando una mirada cristiana sobre las personas que fotografía. "Me encanta mi trabajo; es una contemplación del otro. Requiere mucha energía aprender a acoger a los demás, a mirarlos con dulzura y ternura, y a buscar a Jesús en sus ojos", explica la joven a Caroline Moulinet en Aleteia.  

Gabrielle tuvo el privilegio de contemplar con esa mirada amorosa a sus dos hijos prematuros. La joven comparte con emoción: "Para mí, un aborto espontáneo fue, sobre todo, mucha sangre. No imaginé poder ver a mis hijos, tan pequeños, en mi mano. Pequeños pero maravillosos. Hermosos. Perfectamente formados, solo tenían que crecer. Ahora me doy cuenta de la suerte que tuve de verlos, de contemplar sus rostros, de contarles los dedos de los pies y de besarlos. Me permitió encarnar su existencia, convencerme de que realmente existían, de que tienen un lugar en nuestra familia y en la sociedad".

Gabrielle y su esposo experimentaron el inmenso dolor de ver nacer a sus dos últimos hijos a los 120 días de amenorrea, tres meses y medio de embarazo. Dos abortos tardíos, ocurridos al mismo tiempo, con cinco meses de diferencia. De hecho, la pareja, a pesar del dolor del primer aborto, había decidido permanecer abierta a la vida, dejando solo al Señor como dueño de su familia, de su dolor, de su camino. 

El cuerpo del bebé se perdió

En dos ocasiones, Gabrielle experimentó este terrible despertar en plena noche, con violentas contracciones, reconociendo su respiración, la de una madre preparándose para dar a luz. En dos ocasiones, Gabrielle vio a su pequeño, lo sostuvo en sus brazos y lo bañó con agua limpia para que estuviera hermoso para su entrada al Cielo. Sin embargo, cada parto es único. En el caso de Cirilo, su primer embarazo diferido, Gabrielle sufrió una grave hemorragia. Llamaron a los bomberos rápidamente y la trasladaron al hospital justo cuando la pareja acababa de colocar el cuerpo de su hijo en una pequeña caja.

Pero Gabrielle llegó en estado de shock hemorrágico, y los médicos sabían que no tenían más de tres minutos para correr al quirófano y salvarla. En medio de este tumulto, Gabrielle recordó su lucha por vivir mientras perdía el conocimiento y el cuerpo de su bebé se perdía, probablemente tirado a la basura. Un error que desgarra el corazón de la pareja al descubrir la alternativa que debería haber estado a su disposición.

Gabrielle Neuville reza el rosario diario. Ha sido fiel a esta oración que no conocía, pero que la sostuvo durante estas interrupciones del embarazo / Foto: Gabrielle Neuville

Cuando José también nació de un aborto espontáneo, los cuidadores se hicieron cargo de su cuerpo. Unos días después, el hospital contactó a Gabrielle y a su esposo, quienes les informaron que podían expresar su deseo de que su bebé fuera registrado y enterrado. "Mi esposo se quedó impactado; enseguida comprendió que Cirilo también debería habernos sido devuelto", confiesa Gabrielle.

"En cuanto a mí, estaba dividida: deseaba un entierro para nuestro hijo, pero no se ha hecho, ¡no tan joven! ¿Éramos legítimos? Aún no habíamos alcanzado el umbral de viabilidad, no era como quienes pierden un hijo a los 8 meses y medio. ¿Y a quién debíamos contactar? ¿Qué ataúd? ¿Qué parcela? Tantas preguntas prácticas que organizar para que nuestro hijo tenga una hermosa entrada al Cielo".

Un funeral con aroma a bautismo

Finalmente, Gabrielle y su esposo decidieron organizar el entierro de José en privado, gracias al inestimable apoyo del párroco de la parroquia de los padres de Gabrielle. Especialista en teología del cuerpo y exmédico, les confirmó que podían tomar esta decisión si así lo deseaban. También confirmó que el bautismo de intención tenía pleno valor.

Gabrielle explicó: "Que una persona ajena pronunciara las palabras que nos autorizaban a vivir este embarazo y este duelo hasta el final fue una gran gracia. No todas las parejas que pasan por esta prueba son tan afortunadas".

Este funeral tuvo el sabor de un bautismo; fue el reconocimiento de la entrada de su hijo al Cielo y una hermosa reparación por su hermano mayor, Cirilo. 



Funeral de un bebé / Foto: Jean Planchon

Gabrielle continúa: "Por eso también queremos dar testimonio, porque la gente no sabe, no habla de ello, no se atreve. En el funeral de José, una pareja de 70 años que vino a consolarnos se sintió liberada al poder hablar de su pequeña hija, que había nacido muerta, con seis meses de embarazo, 42 años antes, sin haber podido ser enterrada debido a la legislación vigente en aquel momento. Estos padres nunca habían podido superar su dolor. Asistir al funeral de José les ofreció un verdadero consuelo, me lo confiaron con lágrimas en los ojos".

"Vivo la comunión de los santos de manera diferente"

La joven está convencida de que los niños prematuros no son angelitos discretos cuya existencia deba mantenerse en secreto. Fueron queridos por Dios, amados por toda la eternidad, tienen su lugar en la familia, son poderosos intercesores en el Cielo, son verdaderos santos que resucitarán en el último día con sus cuerpos gloriosos. "Vivo la comunión de los santos de otra manera", confiesa Gabrielle.

"Es dulce tener a alguien tan amado, ya con Dios para recibirnos. Después de todo, no podemos saber dónde están los difuntos en nuestras familias. Pero nuestros pequeños son una ventana abierta al Cielo, son la inocencia misma, no conocen el Purgatorio".

Además, la joven madre, desde estas terribles cruces, ha sido fiel al rosario diario. Es una oración que no conocía, pero que la sostuvo durante estas interrupciones del embarazo. Contaba las Avemarías con los dedos, como un salvavidas en la prueba, y desde el nacimiento de Cirilo, sigue rezando el rosario, unida espiritualmente a sus hijos en el Cielo, invocándolos a ambos "pequeño san Cirilo, pequeño san José" al final de cada rosario.

Una prueba de pareja

La Semana Santa posterior al nacimiento de José unió más a la pareja y sanó las heridas del nacimiento de Cirilo. "Mi esposo fue muy atento e infinitamente paciente. Yo estaba muy débil, entre la abundante pérdida de sangre, las contracciones, el cansancio, la bajada hormonal, los efectos secundarios de los medicamentos que bloqueaban el flujo de leche, la incapacidad de levantarme sola sin ayuda. Me enseñó una hermosa lección de humildad. ¡No era la glamurosa mujer fatal que a veces se sueña ser para el esposo! Él era mi cuidador", continúa la joven.

"Y ahora, estoy aún más enamorada de él, y deseo, más que nunca, mantener y propagar el fuego del profundo amor que prometimos alimentar cada día".

¿Un mensaje para las parejas que atraviesan este dolor infinito? Gabrielle nos recuerda que los padres también sufren, aunque a veces se sientan menos justificados al llorar, o aunque se sientan comprometidos con la misión fundamental de no rendirse, por su esposa, por su familia.

La inocencia y la sencillez de sus hijos en la tierra fueron un bálsamo para el corazón, fuente de profundas conversaciones sobre Dios, la fe y la eternidad. En cuanto a Cirilo y José, son un regalo para la pareja. "Tras ocho años de matrimonio, estas cruces dieron un gran impulso a la monotonía cotidiana que amenazaba con instalarse. El Buen Dios se hizo presente, de forma tangible. Estaba entre nosotros. ¡Un auténtico síndrome del Monte Tabor! Claro que no hemos plantado nuestras tiendas como sugirió san Pedro; tendremos que volver a vivir nuestras vidas en la tierra, pero estos bebés han acercado el Cielo a nuestro hogar", confiesa la joven.

“Dicen que Dios no nos permite llevar cruces más pesadas de las que podemos soportar. Esta etapa de nuestra vida también nos recuerda que no nos corresponde a nosotros decidir qué pruebas queremos experimentar. Debemos acogerlas y afrontarlas con humildad y confianza, con Jesús, pidiéndole la valentía de la fe y la fuerza del Espíritu Santo. Queremos recordar siempre que en todas las cosas, y especialmente en las pruebas, la vida es un tesoro que debemos apreciar y honrar”, concluye.

Beata Anna Sperczyńska, la niñera que guio a Carlo Acutis en el camino de la fe: «Desde pequeño, le enseñé a vivir cerca de Jesús; para él, esta relación era natural, amistosa, como si se conocieran de toda la vida»


San Carlo Acutis y su niñera Beata Anna Sperczyńska, que le empezó a hablar de Dios cuando era pequeño  / Foto: Semanario Niedziela

* «La primera oración que Carlo aprendió muy rápido —y en polaco, nada menos— fue la oración «Ángel de la guarda». Memorizó las palabras, sin saber su significado en aquel momento. Sólo más tarde empezó a cuestionarlo, cuando la oración se convirtió en un ritual vespertino habitual. Incluso yo tenía una cinta de casete con la grabación de Carlo, pero, por desgracia, después de varias mudanzas, estos preciados recuerdos desaparecieron. Carlo nunca pasaba indiferente ante una iglesia. Se detenía, miraba dentro, saludaba, como si entrara en la casa de un ser querido. Aunque solo fuera por un instante. Simplemente se sentía como en casa» 

Camino Católico.- Como muchos italianos, los padres de San Carlo Acutis eran católicos de cultura, pero no muy practicantes. Su madre, Antonia Salzano, ha contado que, antes de tener a su hijo, solo había ido a la iglesia tres veces: "Mi primera Misa fue mi Primera Comunión, la segunda mi Confirmación y la tercera mi boda". En casa, nunca se hablaba de fe.

Aun así, desde pequeño, Carlo mostró un profundo interés por las cosas de Dios. Demostró una gran piedad y un amor especial por Jesús y María. Con tan solo tres años, no podía pasar por delante de una iglesia sin detenerse a saludar a Jesús presente en el sagrario. Durante sus paseos por los parques de Milán, recogía flores para colocarlas a los pies de las imágenes de la Virgen María. Aunque Carlo tenía una inclinación natural hacia lo sagrado, su madre reconoce que la influencia de su niñera fue decisiva.

Esa niñera era Beata Anna Sperczyńska, una joven polaca que trabajó como au pair en casa de los Acutis durante varios años. Antonia recuerda: "Beata fue una de las primeras personas en hablar con Carlo sobre Dios". Fue ella quien despertó en él el amor hacia Jesús presente en la Eucaristía, llevándolo regularmente a Misa. También le enseñó los fundamentos de la fe, la práctica de la misericordia hacia los pobres y sus primeras oraciones. Hoy, Beata Anna Sperczyńska es directora general de una empresa internacional dedicada a la publicidad y promoción de marcas conocidas y en una entrevista con el Semanario Niedziela de Polonia cuenta su relación con San Carlo Acutis y como empezó a compartir con él la fe. 

- ¿Cuándo conociste a San Carlo Acutis y cómo fue vuestro primer encuentro?

- Conocí a Carlo en Centoli, un pequeño pueblo del sur de Italia, cerca de Palinuro. Carlo pasaba los veranos allí con sus abuelos, Luana y Antonio (los padres de su madre). Yo estaba allí de vacaciones, buscando trabajo para ganar algo de dinero extra. Los abuelos de Carlo ya tenían dos candidatas —chicas de Polonia— y yo era la tercera. Carlo y yo fuimos amor a primera vista. Dormimos en la misma habitación, y tras nuestra primera mañana juntos, supe que conseguiría el trabajo. Nos comunicábamos sin palabras, imitando sonidos de animales, lo que nos acercó de forma natural. Esa primera mañana, llena de calidez y luz, permanecerá en mi memoria para siempre.

- La madre de Carlo Acutis suele enfatizar que Carlo debe su educación católica a la familia de su padre y a su niñera polaca, usted ¿Le enseñó a rezar? ¿Le habló de Dios?

- Es cierto. La primera oración que Carlo aprendió muy rápido —y en polaco, nada menos— fue la oración «Ángel de la guarda». Memorizó las palabras, sin saber su significado en aquel momento. Sólo más tarde empezó a cuestionarlo, cuando la oración se convirtió en un ritual vespertino habitual. Incluso yo tenía una cinta de casete con la grabación de Carlo, pero, por desgracia, después de varias mudanzas, estos preciados recuerdos desaparecieron.

Yo era la niñera de Carlo. Intenté participar activamente en su crianza, con ternura y atención. Desde pequeño, le enseñé a vivir cerca de Jesús. Para él, esta relación era completamente natural, casi amistosa, como si se conocieran de toda la vida. Para mí, también era obvio: crecí en un pueblo pequeño, en una familia católica, donde la misa dominical era el evento más importante de la semana. Durante mi infancia y juventud, la iglesia era prácticamente la única fuente de cultura del pueblo.

Carlo nunca pasaba indiferente ante una iglesia. Se detenía, miraba dentro, saludaba, como si entrara en la casa de un ser querido. Aunque solo fuera por un instante. Simplemente se sentía como en casa.

- Además de la oración del Ángel de la guarda, ¿sabía otras oraciones en polaco? ¿Hablaba nuestro idioma?

- Carlo no hablaba polaco, pero sabía algunas palabras. Cuando saludaba a mis padres por teléfono, siempre empezaba en polaco: "¡Buenos días, hola!". Y, como ya mencioné, rezaba el Ángel de la guarda en nuestro idioma por las noches.

San Carlo Acutis y su niñera Beata Anna Sperczyńska, que le regaló la primera imagen de la Virgen cuando era pequeño

- La madre de Carlo Acutis, la Sra. Antonia, recordó que durante su primer encuentro en su casa, usted tenía una bolsa llena de imágenes de Nuestra Señora de Częstochowa. ¿Fue la imagen que le dio a Carlo la primera imagen de Nuestra Señora que vio en su vida?

- Sí, es cierto. Esta fue su primera imagen que vio en su vida, la de Nuestra Señora de Częstochowa, la Virgen Negra de Jasna Góra.

Esta imagen era especialmente cercana a mí, pues me había acompañado casi a diario desde la infancia. Siempre la llevaba conmigo, guardada en el libro de oraciones "El Camino al Cielo", que recibí en mi Primera Comunión. Las peregrinaciones a Jasna Góra eran más que un simple viaje de vacaciones para mí: eran una experiencia espiritual importante. Momentos de agotamiento, pero también de alegría, de oración compartida y silencio. Era un viaje del corazón que dejó una huella imborrable. Esta imagen de Nuestra Señora era como un signo de presencia: de cuidado, esperanza y compañía constante. La llevaba conmigo no solo por cariño, sino también por la sensación de que estaba realmente cerca. Más adelante en la vida de Carlo, se hizo prensente la Virgen Negra de Pompeya (Nuestra Señora del Rosario), pero esa es otra historia .

- ¿Qué clase de niño era Carlo Acutis en la vida cotidiana? ¿Qué lo hacía destacar?

- Carlo era un niño alegre. Durante mucho tiempo, fue el único nieto, lo que significaba que estaba rodeado del amor y la atención de su familia. Su vida estaba llena de felicidad e irradiaba una energía extraordinaria. En el día a día, se distinguía por su paciencia; nunca se quejaba. Era capaz de esperar y aceptar con humildad lo que el día le deparara.

- ¿Tenía algún defecto?

- Carlo ciertamente no era perfecto, pero era excepcional. Tenía sus defectos, como cualquier niño, como cualquier ser humano, pero, sinceramente, me cuesta recordarlos ahora. Ciertamente no era engreído, codicioso ni perezoso, por ejemplo. Sí recuerdo que a veces cotilleábamos sobre sus amigos o los míos, pero esa era más mi debilidad, no la de Carlo. Sin embargo, esos momentos no disminuyeron su singularidad; al contrario, decían mucho de su naturaleza humana.

- Si tuvieras que elegir uno o dos momentos específicos de la vida de Carl que digan mucho sobre él, ¿cuáles serían?

- Era el cumpleaños de Giacomo, su amigo del jardín de infancia. Todavía lo recuerdo. Yo tenía un rosario de madera colgado al cuello, que siempre llevaba. Hoy podría parecer genial, pero en aquel entonces era bastante extraño. Alguien lo comentó y, para evitar más comentarios, lo escondí debajo de la camisa. Quería que fuera menos visible. Carlo se dio cuenta y dijo: «Bea, no lo escondas, ¡son las cuentas más bonitas del mundo!». Este acontecimiento me impresionó muchísimo porque Carlo no solo vio que el rosario era una fuente de paz para mí (en cierto modo, me defendió), sino que también comprendió su profundo valor. Lo veía como algo más que un simple objeto decorativo; conocía su significado más profundo. Sus palabras estaban llenas de calidez. Podía ver la belleza en cosas que podrían ser invisibles para otros.

- ¿Qué te sorprendió de este niño a medida que crecía? Aprendió cada vez más sobre el mundo y tuvo cada vez más experiencias...

- Fue sorprendente la rapidez con la que su perspectiva del mundo empezó a cambiar. Día a día, empezó a ver la complejidad de cosas que antes parecían simples. Aunque madurar implica descubrir que el mundo no es blanco o negro, Carlo comprendió rápidamente que conceptos como la verdad, la justicia y la amistad tenían significados más profundos y complejos. Esta comprensión no siempre le resultó fácil, pies le costó comprenderla y encontrar su lugar en este mundo complejo.

Lo que siempre me sorprendió de él fue su extraordinaria capacidad para hacer preguntas con sentido. Al formularlas, podía ver cosas que otros pasaban por alto o preferían no ver. Parecía más atento y sensible a lo que yacía bajo la superficie. Esto hacía que su percepción fuera única.

- ¿A Carlo le gustaban las historias de santos?

El primer santo que estudiamos juntos fue San Carlos. No conocía su historia, pero alguien le dio a Carlo una versión infantil de la historia del santo, y así empezó todo. Aprendí la historia del santo, y Carlo comprendió que su nombre no era casualidad: era el nombre que recibió en su bautismo, no sólo de su abuelo. Las historias de los santos son un caleidoscopio de actitudes, defectos, virtudes y obras humanas. Es una lectura excelente. Estas personas eran como nosotros: se equivocaron, pecaron, se convirtieron y oraron. Le hablé del heroísmo de Santa Juana de Arco, su valentía y fe. Con el tiempo, Carlo se interesó por San Francisco, y se convirtió en una verdadera pasión para él.

- ¿Qué ha significado para usted la canonización de Carlo Acutis?

- Para mí, su canonización ha sido un signo de que la santidad es posible aquí y ahora. No hace falta vivir siglos atrás, ni ser monje ni místico. Puedes ser un adolescente común y corriente en vaqueros que va a misa todos los días, navega por memes y programa páginas web. La canonización ha traído una inmensa esperanza para todos nosotros: que la santidad no es algo lejano, sino un camino que podemos recorrer a diario.

Arianna Valarezo: «Me alejé de Dios, sufría por falta de amor, abusé del alcohol, hice terapias con ayahuasca, chakras, hasta que en coma en la UCI Dios me tomó en sus manos»

 Arianna Valarezo ha tenido que realizar un camino perseverante de conversión con la oración y los sacramentos / Foto: Cortesía de Arianna Valarezo

* «Creo que no intenté suicidarme solamente por la gracia de Dios… Entregué mi corazón al Señor y finalmente le entregué mi vida para su servicio. En esta liberación el Señor cortó las cadenas con el alcohol y la falta de amor que me esclavizó durante tantos años. Todo esto no fue inmediato, duró más o menos 3 años. Al día de hoy no puedo vivir sin rezar el Rosario diario y trato de recibir los sacramentos lo más seguido posible. Diariamente me comunico con Jesús y Él guía todas mis decisiones. Es increíble cómo la vida cambia. He sufrido la persecución de ciertas personas de mi entorno, pero Dios nos ha protegido y nos ha bendecido con todo lo que necesitamos para vivir tranquilas. Ahora le consulto cada vez que tomo una decisión importante. Es un Padre exigente pero a la vez amoroso y comprensivo, y sobre todo es un Dios VIVO. No es fácil seguir a Jesús, cada día es una lucha y sigo siendo una pecadora. Caigo siempre pero tengo la confianza de que Él me levantará y de que jamás me abandonará. La Virgen María ha sido y es mi gran intercesora. Ella rezó al pie de mi cama cuando estaba en coma para que Dios me diera una segunda oportunidad y sigue intercediendo por mí» 

Vídeo del testimonio de Arianna Valarezo publicado el 27 de abril de 2022 de Mater Mundi 

Camino Católico.- Arianna Valarezo nació en una familia católica en la que se rezaba, pero en la universidad «me alejé de Dios, sufría por falta de amor, abusé del alcohol, hice terapias con ayahuasca, imanes, chakras, hasta que en coma en la UCI Dios me tomó en sus manos», explica a Aleteia en un testimonio en primera persona. Así explica su conversión:

«No sentirme querida casi acaba conmigo»

Nací y crecí en una familia católica creyente. En mi casa siempre se rezaba y se iba a misa.

Mis padres y hermana siempre fueron devotos de la Virgen María y desde pequeña me recuerdo rezando con ellos el Rosario. Me acuerdo que mi Primera Comunión fue un momento muy bonito y emocionante.

Sin embargo, a partir de la adolescencia empecé a juntarme con amigas y amigos alejados de Dios, y empecé a tener problemas en la casa por mi rebeldía.

Esto trajo un fuerte alejamiento de mis padres, por lo cual desde muy joven me sentí muy sola, incomprendida, y con una gran falta de amor.

Cuando llegué a la universidad ya estaba bastante alejada de Dios. Mi grupo de amigos era totalmente indiferente a los temas religiosos y lógicamente empecé a llevar a una vida donde cada vez tenía menos noción de la existencia de Dios.

Una extraña voz

No recuerdo en qué momento fue, pero empecé a sentir que una voz me acompañaba muchas veces durante el día.

Era como una risa en mi oído que susurraba y se reía cuando iba a pecar o estaba ante una tentación. No le di importancia hasta hace un par de años.

Mi corazón se endureció cada vez más. Era incapaz de sentir pena o dolor ante el sufrimiento ajeno.

Tratando de huir

Mi único interés era pasarlo bien, olvidar el dolor que sentía por la falta de amor en mi corazón.

Y para eso me dediqué a salir de fiesta, salir con amigas, tener pretendientes, viajar y buscar las cosas del mundo, como un buen trabajo, verme bien físicamente, hacer ejercicio, etc.

El enemigo me encadenó a través del abuso de alcohol, y muchas veces caí en pecado mortal relacionado a esto.

Puedo decirles que cada vez me sentía más vacía, y a la vez perdí la noción del pecado.

Cuando cometes pecados graves y no estás en gracia, pierdes el temor y la pena de ofender a Dios.

Arianna Valarezo durante una fiesta / Foto: Cortesía de Arianna Valarezo

¿Nadie me amaría nunca?

Y por eso apenas salí de mi casa a los 23 años, empecé a convivir con mi pareja de ese entonces, y luego con 2 parejas más.

Cada relación era más tormentosa y dañina. Llegué a creer que jamás nadie me amaría y que estaba condenada a sufrir toda mi vida con personas que me hacían daño y me maltrataban.

En varios momentos, lo único que quería era terminar con ese dolor y la verdad creo que no intenté suicidarme solamente por la gracia de Dios.

Puertas abiertas al enemigo

Busqué varias formas de acabar con mi dolor: hice terapia con ayahuasca, imanes, chakras.

Y empecé a notar que sentía miedo durante las noches, como si algo estuviera conmigo.

No tenía idea de lo dañino que es hacer estas cosas y cómo abrimos puertas al enemigo.

También leí muchos libros de autoayuda: Louise Hay, Deepak Chopra, algunos psicólogos importantes.

Pero solo tocaban temas superficiales, me decían que yo sola podía ser feliz y lograr mis metas.

Y la verdad siempre sentí que algo faltaba en ese speech, que no era cierto y no me calmaba el vacío interior.

La consagración a María, punto de inflexión

Más o menos a los 30 años, mi papá me invitó a hacer la consagración al Inmaculado Corazón de María de san Luis Grignon de Monfort, y la hice con él solo para darle gusto en realidad.

Desde ese momento y sin que me diera cuenta, la Virgen María empezó a protegerme de una forma especial.

Arianna Valarezo tomando su Rosario en la mano, compartiendo como la Virgen María la ha protegido / Foto: Cortesía de Arianna Valarezo

A los 33 años salí embarazada de la pareja con quien vivía y me preparé para el parto natural.

Sin embargo al momento de dar a luz no pude dilatar y me hicieron una cesárea de emergencia. 

Regresé a mi casa y empecé a notar que me dolía el cuerpo, estaba hinchada y tenía mucha fiebre, así que regresé a la clínica.

Mi batalla espiritual en la UCI

Y después de unos análisis me dijeron que tenía una fuerte infección por una bacteria intrahospitalaria y que tenían que operarme de emergencia.

Hasta ese momento no tenía idea de la gravedad de mi infección, pero gracias a Dios y a una buena amiga de la familia, vino un sacerdote a la clínica y después de mucho tiempo, recibí la confesión, la comunión y hasta la unción de los enfermos.

Al abrirme descubrieron que tenía una sepsis y tuvieron que ponerme en coma inducido.

Es en ese coma de 2 días, Dios Nuestro Señor me regaló una visión. Salí de mi cuerpo y fui trasladada a un lugar que llamo mi infierno personal.

Era un lugar espantoso. Es difícil describirlo con palabras pero era como una explanada interminable donde pude ver muchas escenas a la vez.

En resumen vi los mayores pecados y tormentos de la humanidad y cómo las almas son engañadas por el enemigo.

Vi cosas que durante mi vida había pensado que eran lo más importante como la belleza, la riqueza, el culto al cuerpo, el poder, la sexualidad en sus peores formas.

Y vi cómo son engaños del maligno para perder a las almas y cómo una vez que las almas aceptan el engaño, no hay vuelta atrás.

Comprendí muchas cosas y también fui tentada personalmente por el enemigo, quien me prometió darme todo lo que quisiera a cambio de adorarlo.

Esa batalla espiritual, que para mí duró siglos, solo terminó cuando imploré a Dios que me sacara de ese lugar, que yo no pertenecía allí.

Ríos de amor infinito

La misericordia infinita de Dios y seguramente la gracia de los sacramentos que había recibido me levantaron como una gran mano.

Sentí que una mano gigante me sacaba de ese lugar espantoso y empecé a elevarme.

Empecé a escuchar una música, como coros de miles de niños cantando, vi una luz celeste mucho más brillante que el sol y supe que llegaría a la presencia de Dios.

Cuando finalmente llegué a Su presencia, se me permitió solamente levantar un poquito el velo y lo que sentí fue ríos y ríos y ríos de amor infinito que me llenaron por completo.

Es una experiencia impresionante, donde el alma siente que ha llegado a su casa y quiere seguir ahí eternamente gozando de la presencia de su creador.

Además, sentí mucha vergüenza y pena por tener las manos vacías ante Dios que solo me daba amor y misericordia. Nunca me juzgó.

Segunda oportunidad

Comprendí que mi vida había sido vacía y que recibiría una segunda oportunidad. Sentí las oraciones de muchas personas como pequeñas velas encendidas, oraciones vivas por mi salud.

Regresé a mi cuerpo y me desperté en la UCI sin entender nada. Estaba enchufada a 8 máquinas, entubada, me alimentaban por sonda.

Escribí todo lo que había visto pero todavía dudaba si era un sueño.

Por medio de distintos acontecimientos y de varias señales, Dios me fue indicando que esa visión me la había dado para compartirla y para salvar almas.

Me dijo: “quiero que te proclames una mujer sana y liberada por tu Padre Dios”. Salí de la clínica 28 días después, con el corazón lleno de amor y una paz nueva para mí.

La conversión de mi vida

A partir de ahí, empezó la aventura más importante de mi vida: seguir a Dios y aceptarlo en mi corazón.

Yo vivía con un hombre que odia a Dios y a la Virgen María. Tenía que esconderme para rezar.

Entonces le rogué a Dios: "Si Tú quieres, sácame de aquí". Y al poco tiempo me regaló un trabajo y un apartamento y pude separarme finalmente de ese hombre y mudarme sola con mi hija de 1 año.

A partir de ahí, Dios me tomó en sus manos como una arcilla y empezó a moldearme: viajé a Estados Unidos y a través de un grupo de oración en Baltimore y su ayuda, entregué mi corazón al Señor y finalmente le entregué mi vida para su servicio.

En esta liberación el Señor cortó las cadenas con el alcohol y la falta de amor que me esclavizó durante tantos años. Todo esto no fue inmediato, duró más o menos 3 años.

Dios Padre está vivo

Al día de hoy no puedo vivir sin rezar el Rosario diario y trato de recibir los sacramentos lo más seguido posible.

Diariamente me comunico con Jesús y Él guía todas mis decisiones. Es increíble cómo la vida cambia.

He sufrido la persecución de ciertas personas de mi entorno, pero Dios nos ha protegido y nos ha bendecido con todo lo que necesitamos para vivir tranquilas.

Ahora le consulto cada vez que tomo una decisión importante. También me jala las orejas cuando caigo y me levanta para comenzar de nuevo.

Es un Padre exigente pero a la vez amoroso y comprensivo, y sobre todo es un Dios VIVO.

No es fácil seguir a Jesús, cada día es una lucha y sigo siendo una pecadora. Caigo siempre pero tengo la confianza de que Él me levantará y de que jamás me abandonará.

Arianna Valarezo visitando la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, en Portugal  / Foto: Cortesía de Arianna Valarezo

La ayuda de la Virgen hasta el cielo

La Virgen María ha sido y es mi gran intercesora. Ella rezó al pie de mi cama cuando estaba en coma para que Dios me diera una segunda oportunidad y sigue intercediendo por mí.

Mi hija ya tiene casi 6 años y ama a María y a Dios con todo su corazón.

Sigo escuchando esos susurros que les conté de vez en cuando en mi oído, pero sé que es el enemigo molestándome e inmediatamente pido a María o a san Miguel Arcángel que me protejan, y el susurro se va (así que no se preocupen si alguno escucha algo parecido, solo invoquen a María).

Siempre vamos a caer, a tropezar, pero sabemos que estamos del lado correcto de la batalla con el más poderoso de todos, nuestro Dios.

Sigamos trabajando para su obra que hasta el Cielo no paramos como dice el sacerdote. ¡Gloria a Dios!

Arianna Valarezo