Camino Católico

Mi foto
Queremos que conozcas el Amor de Dios y para ello te proponemos enseñanzas, testimonios, videos, oraciones y todo lo necesario para vivir tu vida poniendo en el centro a Jesucristo.

Elige tu idioma

Síguenos en el canal de Camino Católico en WhatsApp para no perderte nada pinchando en la imagen:

Mostrando entradas con la etiqueta historia de conversión. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta historia de conversión. Mostrar todas las entradas

miércoles, 12 de noviembre de 2025

Hermana Paulina Porczynska, OP: «Conocí a gente alocada y me convertí en punk, pese a no tener fe fuí con amigas a una peregrinación a la Virgen de Czestochowa, me confesé, volví un año después y soy monja»

La hermana Paulina Porczynska, OP, pasa tiempo con los estudiantes al aire libre./ Foto: Cortesía de la hermana Paulina Porczynska, OP

* «Después de hablar un rato con el sacerdote, me preguntó: ‘¿Quieres confesarte?’, y le dije: ‘No sé si quiero, pero sé que no puedo seguir viviendo así. Además, hace años que no me confieso’. Así que me confesé con él y fue la experiencia más hermosa que he tenido jamás. Han pasado unos veintitrés años desde entonces y todavía no sé cómo expresar con palabras lo que sentí en aquel momento. En ese momento decidí cambiar mi estilo de vida y empezar a orar. Pero al regresar a casa, me di cuenta de que intentar vivir mi antigua vida y estar con Jesús al mismo tiempo era imposible. Tenía que elegir entre Jesús y mi antigua vida, y elegí a Jesús» 

Camino Católico.- Uno o dos encuentros aparentemente fortuitos pueden marcar la diferencia en la vida de una persona. La hermana Paulina Porczynska, OP, maestra de preescolar en la escuela Gahanna St. Matthew the Apostle de Columbus, Estados Unidos, cuenta que un par de conversaciones durante peregrinaciones, hace unos 23 años, la ayudaron a dejar atrás un estilo de vida punk rock y dedicar su vida al servicio de Dios y de los niños.

La hermana Paulina creció en la ciudad polaca de Zary, cerca de la frontera con Alemania, siendo la menor de tres hermanas. Polonia es un país mayoritariamente católico, pero su familia no participaba en actividades de la iglesia.

“Mis padres y mis hermanas mayores no eran creyentes. Nadie me habló de Jesús ni de cómo rezar. Cuando mis hermanas eran adolescentes, simplemente dejaron de ir a la iglesia. Dos o tres años después, yo estaba en séptimo grado y un domingo anuncié que sería la última vez que iría a la iglesia. Nadie se opuso”, relata a Catholic Times.

“En ese momento, las cosas empezaron a ponerse muy locas para mí. Al principio de la secundaria, conocí a gente bastante alocada y me convertí en lo que se podría llamar un punk. Seguí así casi hasta el final de la secundaria.”

Miles de polacos realizan cada verano peregrinaciones a pie al santuario de la Virgen Negra, Nuestra Señora de Czestochowa, patrona de Polonia. Un verano, cuando era adolescente, la hermana Paulina y algunas amigas decidieron hacer la peregrinación a pesar de no ser católicas practicantes.

Miles de polacos en la tradicional peregrinación al santuario de Virgen Negra de Czestochowa (Polonia)

“Caminar desde mi ciudad natal hasta Czestochowa es un viaje de ida y vuelta de aproximadamente 560 Kilómetros y toma dos semanas, con gente caminando, cantando y rezando durante todo el camino”, cuenta la hermana Paulina.

“Es maravilloso verlo. Pero la peregrinación fue un poco difícil para mí porque no oré. No tenía ninguna relación con Jesús. No era feliz y sabía que buscaba algo, pero no sabía qué. Los tres primeros días de la peregrinación fueron muy duros porque no entendía por qué tanta gente sonreía. El jueves de esa semana, de camino al santuario, me enfadé tanto que decidí hablar con un sacerdote franciscano que estaba entre los peregrinos”, comparte.

“Después de hablar un rato con él, me preguntó: «¿Quieres confesarte?», y le dije: «No sé si quiero, pero sé que no puedo seguir viviendo así. Además, hace años que no me confieso». Así que me confesé con él y fue la experiencia más hermosa que he tenido jamás. Han pasado unos veintitrés años desde entonces y todavía no sé cómo expresar con palabras lo que sentí en aquel momento”, asegura.

“En ese momento decidí cambiar mi estilo de vida y empezar a orar. Pero al regresar a casa, me di cuenta de que intentar vivir mi antigua vida y estar con Jesús al mismo tiempo era imposible. Tenía que elegir entre Jesús y mi antigua vida, y elegí a Jesús”, cuenta.

Al verano siguiente, volvió a hacer la peregrinación. “El mismo día y en el mismo lugar (donde se encontró con el sacerdote el año anterior), estaba frente a la iglesia y supe que algo pasaba en mi interior. Un amigo se acercó y me preguntó: ‘¿Estás bien?’. Le dije: ‘Físicamente me siento bien, pero algo me pasa y no sé qué es’” transparenta.

Santuario de la Virgen de Czestochowa, Polonia

“Me miró fijamente un par de segundos y luego me preguntó: ‘¿Quieres ser monja?’. ‘¿Estás loco?’, le dije. Cuando me preguntó eso, me asusté, pero en el fondo sabía que tenía razón. Era la primera vez que pensaba en ser religiosa y la idea se me quedó grabada para siempre”, asegura.

“Cuando llegué a casa, encontré un director espiritual y le conté lo que había sucedido. Me dijo que mi fe aún no era lo suficientemente fuerte (para entrar en un convento) y me recomendó que obtuviera un título universitario, terminara mis estudios y luego me uniera a una congregación”, dice la hermana Paulina. 

“Empecé a estudiar una carrera en educación infantil y los dos o tres primeros meses fueron bien. Pero Dios me estaba dando muchas señales y sentí en mi interior que me estaba mostrando que este no era el camino. Recuerdo una vez que, después de una clase con él, estaba hablando con un profesor y me dijo: ‘Cuando te miro, creo que serías una gran hermana’. Apenas lo conocía, así que sentí que era una señal, y había otras señales que me decían que estaría realmente ciega si no veía lo que Dios quería de mí”, asegura.

“Cada día, en mi corazón, sentía que no estaba en el lugar correcto. Después de dos años, renuncié a mi voluntad y le dije 'Sí' a Dios”, dice.

Paulina Porczynska confirmó su llamada a ser dominica al contemplar el cuadro en que la Virgen María le hizo entrega del Rosario a Santo Domingo

Por aquel entonces, una monja dominica me invitó a un retiro. La primera noche, estaba rezando frente a un cuadro de la Virgen María entregando el Rosario a Santo Domingo. Miré mi rosario y vi que era del mismo tipo que el del cuadro. En ese momento comprendí que Dios me llamaba no solo a ser religiosa, sino a ser monja dominica”, subraya.

“Tras dos años en la universidad, me tomé un descanso y luego le conté a mi madre mi decisión. No le fue fácil aceptarla, pero lo hizo, y me fui a Cracovia para comenzar mi formación. ¡Ahora, después de 18 años como religiosa dominica, aquí estoy!” 

La hermana Paulina Porczynska, OP, disfruta enseñando a los niños de preescolar en la escuela St. Matthew the Apostle de Gahanna / Foto: Cortesía de la hermana Paulina Porczynska, OP.

La hermana Paulina es miembro de las Hermanas Dominicas, Provincia de la Inmaculada Concepción, que tienen su casa provincial en Justice, Illinois, y prestan servicio allí y en Columbus; Mountain Home, Arkansas y Calgary, Alberta, así como en localidades de Polonia, Bielorrusia, Ucrania, Rusia, Siberia, Italia y Camerún. 

Otras dos integrantes de su congregación sirven en la Diócesis de Columbus y viven en un convento ubicado en el 2575 de la Avenida Livingston Este, en la zona este de Columbus. La Hermana Andrea Andrzejewska, OP, trabaja en la Oficina Diocesana de Escuelas Católicas y la Hermana Marta Gawron, OP, es la directora de educación religiosa en la Iglesia de San Patricio de Columbus.

La hermana Paulina hizo sus primeros votos como religiosa dominica en 2007. En Polonia, fue maestra, trabajó con niños con discapacidades durante cinco años y pasó un año trabajando en una guardería.

Llegó a Estados Unidos y realizó sus votos perpetuos en 2014 y desde entonces ha estado en Columbus, donde trabajó durante dos años como asistente de maestra en la escuela St. Mary en German Village de Columbus y durante los últimos nueve años en el jardín de infancia St. Matthew.

«Me encanta todo de los niños de esa edad», dice. “Son abiertos, cariñosos y alegres. Me recuerdan la belleza y la importancia de las cosas sencillas de la vida diaria. Disfruto preparándolos para el jardín de infancia, pero sobre todo, me encanta enseñarles sobre Jesús. Rezar con ellos, asistir a misa o adorar a Jesús en la Eucaristía son momentos muy especiales para mí. En este servicio, siento que recibo más de lo que doy. Siento el amor de Dios por mí a través de ellos. Me resulta difícil imaginarme haciendo otra cosa.”

Iwona Pietrala, cantautora: «Experimenté soledad y miedo, clamé a Dios y él entró en mi vida y transformó la tristeza en alegría, me hizo sentir que Él siempre está conmigo, quiere guiarme y hablarme al corazón»

Iwona Pietrala empezó a componer música cristiana después de tener un encuentro con Jesucristo / Foto: Cortesía de Iwona Pietrala

* «Dios espera a todos porque quiere salvar a todos. Él quiere que nosotros, como hijos suyos, experimentemos que está presente en nuestras luchas y en los momentos en que nos sentimos abrumados por la vida, que no es indiferente a nuestros dolores… Creo que vale la pena alegrarnos cada día de que Dios nos ame, de que diera su vida por nosotros en la cruz y de que en las Sagradas Escrituras descubramos estas verdades. Vale la pena volver a estas palabras y experimentar que somos valiosos a los ojos de Dios. Que él mismo dio su vida por nosotros, mostrándonos así cuánto valemos. Leer la Biblia a diario me lo recuerda, especialmente en el día a día, cuando las responsabilidades, las dificultades y las enfermedades comienzan a abrumarnos. Necesitamos volver a la Palabra de Dios, porque tiene el poder de sanarnos. El Jesús real y vivo está ahí, con su promesa para cada día. Recomiendo a todo aquel que hoy esté un poco alejado de la Iglesia que comience a leer las Sagradas Escrituras y así conozca el corazón de Dios y lo que quiere decirnos» 

Camino Católico.- Iwona Pietrala es una cantautora de origen polaco, que fusiona la música pop con la cristiana compartiendo la fe y su confianza en Dios. “Mi talento para crear música surgió tras un encuentro personal con Jesús. Después de mi conversión, comencé a leer las Sagradas Escrituras cada mañana, y estas se convirtieron en parte esencial de mi vida diaria” comparte con Angelika Kawecka que la entrevista en Niedziela.

- Hoy compartes tu testimonio de fidelidad a Dios. Sin embargo, no siempre estuviste cerca de Su Corazón...

- Mi camino de plena consciencia y madurez hacia Dios comenzó en Londres, donde viví casi diez años. Allí terminé mis estudios con la esperanza de conseguir un buen trabajo y una carrera. Experimenté soledad y miedo, y en esa situación, Jesús intercedió por mí. Literalmente me encontró en un momento de dificultad. Al principio, no encontraba habitación para alquilar; me sentía desamparada porque me había mudado sola a Inglaterra, sin conocer a nadie. Buscaba mi identidad y mi valía en Londres, pero la realidad me deparó dificultades y problemas. Cuando sentí que las cosas se ponían realmente difíciles, comencé a clamar a Dios para que me ayudara a resolverlo todo. Fue una época muy difícil de mi vida; pensaba que no había salida, que la situación era irresoluble. Sin embargo, para Él, nada es imposible. Dios entró en mi vida y transformó la tristeza en alegría. Me hizo sentir que no estaba sola, porque Él siempre está conmigo, quiere guiarme y hablarme al corazón. Es más, Él espera a todos porque quiere salvar a todos. Él quiere que nosotros, como hijos suyos, experimentemos que está presente en nuestras luchas y en los momentos en que nos sentimos abrumados por la vida, que no es indiferente a nuestros dolores.

- Cantas y actúas. A través de tu música, ayudas a otros a establecer una relación con Dios.

- Comprendo que mi talento para crear música surgió tras un encuentro personal con Jesús. Después de mi conversión, comencé a leer las Sagradas Escrituras cada mañana, y estas se convirtieron en parte esencial de mi vida diaria. Me acompañaban en mis trayectos al trabajo, durante mis paseos. Y siempre que las tenía cerca, sentía como si alguien vertiera una nueva melodía en mi corazón, nuevas letras que deseaba cantar. Empecé a grabarlo todo en una grabadora y a orar para que Dios lo guiara según su voluntad. Así fue como empecé a conocer músicos y productores que querían ayudarme a realizar este proyecto musical. Así nació mi primer álbum, «I Am Close». El segundo, «You Are the King», que se publicará este año, se titulará «You Are the King». Por mi propia experiencia, puedo decir que alabar a Dios, agradecerle por todo y expresarle nuestros sentimientos a través de salmos, himnos y nuestras palabras en espíritu y en verdad, nos da una fuerza increíble cada día.

Iwona Pietrala cantando comparte su fe / Foto: Instagram Iwona Pietrala

- Vivir según la Palabra de Dios es importante para ti. ¿Hay alguna cita bíblica que sea particularmente importante para ti, que te llegue al corazón?

- Los dos pasajes que más me conmueven son: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13) y «Alégrense en el Señor, y él les concederá los deseos de su corazón» (Salmo 37:4). Creo que vale la pena alegrarnos cada día de que Dios nos ame, de que diera su vida por nosotros en la cruz y de que en las Sagradas Escrituras descubramos estas verdades. Vale la pena volver a estas palabras y experimentar que somos valiosos a los ojos de Dios. Que él mismo dio su vida por nosotros, mostrándonos así cuánto valemos. Leer la Biblia a diario me lo recuerda, especialmente en el día a día, cuando las responsabilidades, las dificultades y las enfermedades comienzan a abrumarnos. Necesitamos volver a la Palabra de Dios, porque tiene el poder de sanarnos. El Jesús real y vivo está ahí, con su promesa para cada día. Recomiendo a todo aquel que hoy esté un poco alejado de la Iglesia que comience a leer las Sagradas Escrituras y así conozca el corazón de Dios y lo que quiere decirnos.

-¿Cómo conciliar tanta actividad con el cuidado de la propia espiritualidad?

- Combinar el canto, la predicación y el compartir mi testimonio a veces puede ser difícil, pues hay mucho que hacer. También hay viajes para encuentros con otros autores. Puede que no sea fácil, pero sin duda es un camino hermoso. Dios me muestra su cuidado y presencia a lo largo del camino. Las personas maravillosas que conozco, a quienes pone en mi camino, y la forma en que me guía me demuestran que estoy en el lugar correcto. Esto me da fuerza y ​​motivación para continuar. También recibo testimonios de personas que escuchan mi música o leen mi libro. Confiesan que se han sentido animadas a orar, que han regresado a Dios. Creo que esto le da sentido a mi vida. Dios me da la gracia para sobrellevar las diversas dificultades asociadas con esto, y es reconciliable. Me alegra testificar que seguir a Jesús vale la pena, porque él satisface los deseos de nuestro corazón, de acuerdo con nuestro llamado. Veo que somos enviados a lugares específicos para brillar con su luz y atraer a otros hacia él.

- En referencia a tu libro Eres bella, lo escribiste para demostrar que la feminidad es un don de Dios, algo que toda mujer debería celebrar.

- Desde hace tiempo, Dios ha estado poniendo en mi corazón el tema de la feminidad y cómo descubrir la belleza interior. Nosotras, las mujeres en Polonia, nos esforzamos por agradecer a Dios los talentos que nos ha dado, por reconocer nuestra belleza, el valor de nuestras vidas y por apreciarlos. En este libro, quise demostrar que, como mujeres, tenemos un impacto en el mundo, en el lugar donde vivimos. Dios nos llama a ser conscientes de nuestro valor. Mi sueño es que cada mujer sepa lo hermosa e importante que es a los ojos de Dios, lo única y especial que es, creada para un papel único en este mundo. Es fundamental descubrirlo. Creo que todas las mujeres pueden beneficiarse de mi libro. Tanto las jóvenes adolescentes que están descubriendo su valor, sus talentos y su vocación como mujeres, como las mujeres maduras encontrarán gran utilidad en su contenido. Este proceso de descubrimiento de la feminidad lleva tiempo, ya que lidiamos con diversos deseos en las diferentes etapas de la vida, por lo que sé que este contenido ayudará a mujeres de todas las edades. Hay un capítulo sobre el perdón, que es importante en nuestras vidas y nos lleva a sanar el corazón. Hay un capítulo sobre cómo descubrir nuestras fortalezas y talentos, algo que todos deberíamos conocer para no centrarnos en nuestras debilidades o complejos, sino para construir nuestra vida sobre nuestras fortalezas. Cuando Dios es el pilar, con los talentos que Él deposita en nosotros, podemos hablar de una vida plena, abundante y feliz. De esto se trata la verdadera belleza, no solo la belleza exterior.

Carolina Martínez Soto: «Quería casarme, tener hijos, comencé a rezar cursando Derecho, quería que Dios fuera lo primero en mi vida y Él quería algo para mí y soy monja carmelita descalza desde 2014»

Carolina Martínez Soto en el convento de las Carmelitas Descalzas de Zarautz, el pasado 13 de octubre de 2025 / Foto: JOSE CARLOS CORDOVILLA - Diario de Navarra 

* «Siempre me ha gustado el voluntariado y un verano estuve en Kenia, estando allí hicimos una visita a las Misioneras de la Caridad, y me quedé impresionada. No me había dado cuenta hasta entonces de qué es la entrega total a los demás. Lo más conocido para mí en ese momento eran las Misioneras de la Caridad, pero no quiero estar en un sitio concreto ayudando a unas personas concretas, quiero que todo el mundo se acerque a Dios. No me sentía llamada a ayudar en una misión concreta, aunque por ejemplo me gustan mucho los niños... Quiero hacer algo para que este mundo sea mejor y creo que desde la clausura llegas a todas partes, es más expansivo, aunque toda vida entregada lo es» 

 Camino Católico.- Carolina Martínez Soto es la cuarta de cinco hermanos y entró en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Zarautz el 2 de agosto de 2014. Entonces tenía 21 años y ahora 31. Antes de entrar en el convento, lo único que Carolina conocía de Zarautz era el camping. Graduada en Derecho, en la familia y en el colegio siempre le habían educado en la fe. “Pero nunca me planteé esto, quería casarme, tener hijos... Al empezar la carrera me planteé si esa fe que había recibido formaba realmente parte de mí, ¿De verdad creo en Dios? ¿Tiene sentido que busque un sacerdote para confesar?, ¿Que busque ratos para ir a misa? Vi que sí, que quería cuidar eso, mantener ese don. Aunque en la adolescencia había estado más a mi bola, ya en la universidad empecé a buscar ratos de oración, a rezar el Rosario a diario”, condensa risueña al otro lado de la escueta ventana enrejada tras la que reciben a las visitas al Diario de Navarra .

“Ahora, entonces no, veo que en esos cuatro años yo no quería hacer mi vida pensando en lo que yo quería y a mí me salía, sino que Dios quería algo para mí y eso me llenaba de alegría. De primeras se me pasó: monja de clausura, pero no hice caso, porque no conocía monjas y era algo... raro”, sonríe.

“Sí quería que Dios fuera lo primero en mi vida. No tenía una dirección espiritual, pero se lo comenté a un sacerdote porque me parecía algo irreal y yo me planteaba ya mi planning de trabajo, hacer la tesis y demás”, explica. Al “hablarlo” con el sacerdote lo vio “cada vez más claro”.

¿Por qué de clausura? “Siempre me ha gustado el voluntariado y un verano estuve en Kenia, estando allí hicimos una visita a las Misioneras de la Caridad, y me quedé impresionada. No me había dado cuenta hasta entonces de qué es la entrega total a los demás. Lo más conocido para mí en ese momento eran las Misioneras de la Caridad, pero no quiero estar en un sitio concreto ayudando a unas personas concretas, quiero que todo el mundo se acerque a Dios. No me sentía llamada a ayudar en una misión concreta, aunque por ejemplo me gustan mucho los niños... Quiero hacer algo para que este mundo sea mejor y creo que desde la clausura llegas a todas partes, es más expansivo, aunque toda vida entregada lo es”, reflexiona.

Aún le faltaba encontrar el camino. “Y pensé, a ver cómo me entero yo de esto. A través del sacerdote fui a ver a las monjas de Iesu Communio (instituto fundado en 2010 que reúne a 200 religiosas jóvenes en dos conventos de Burgos y Valencia), pero vi claro que no era mi sitio. Eran muy majas, me acogieron súper bien, pero dije no”.

Carolina Martínez Soto, en el año 2014, antes de ingresar en el convento de las Carmelitas Descalzas de Zarautz / Foto: LUIS CARMONA - Diario de Navarra 

Luego Carolina cuenta que “lo hablé con una chica de mi clase que iba a ser carmelita. A mí eso no me sonaba nada. Varías circunstancias me llevaron a conocer mejor a Santa Teresa de Jesús, y descarte cualquier otra opción. La ubicación geográfica me daba igual. Me explicó la vida del Carmelo, ella conocía el convento de Zarautz, estábamos de exámenes, era un convento cercano, así que vine un día y en mi interior lo vi. No había visto nunca una reja. La hermana Purificación (la que atiende la portería) me dijo que avisaba a la madre y pensé: vendrá al otro lado, no aquí conmigo, me impresionó, pero lo que más me impresionó fue la naturalidad y en la comunidad lo mismo, la alegría”, describe resuelta. 

“Volví muy contenta, decidí entrar y le dije al director de tesis que no podía comprometerme cuatro años. Salí del despacho tan contenta que pensé: esto no puede ser más que de Dios. Siempre he querido hacer mi plan de vida, así que hablé con mi madre y se lo conté”, recuerda que en su casa lo aceptaron bien, tanto su madre, como su padre y sus cuatro hermanos. ¿Mis amigos? “No puedo evitar alegrarme por ti, me dicen al verme tan contenta y tan feliz, aunque les parezca muy fuerte”.

En el convento prescinden del teléfono móvil. “El primer día, por inercia, haces el gesto de sacar el teléfono y contar a tus amigas lo que has hecho durante el día y ya no lo tienes, pero es liberador desprenderse de él”. Pueden recibir visitas una vez al mes, aunque Carolina afirma que “este tiempo se alarga conforme las amigas se casan y en la familia cada uno emprende su camino”. “Es algo natural, aunque no les vea, estamos muy cerca”, afirma convencida.

Las carmelitas de Zarautz se levantan a las 6.30 horas. Rezan la liturgia de las horas, siete rezos a lo largo de la jornada y también tienen ratos de oración en silencio. El trabajo en la huerta, las plantas medicinales, el cuidado de las gallinas y los patos, la cocina o el mantenimiento de la casa les ocupa buena parte de la mañana y un rato por la tarde. Tras la comida y después de cenar es cuando comparten, conversan, hablan. “El resto del día procuramos estar en silencio”, añade Carolina Martínez. Concede ella que no sabía ni cómo era una aguja de ganchillo, ni había cogido nunca una azada. Las labores y la huerta son ahora parte de su rutina. Como lo es la albañilería, la electricidad o la fontanería. “Nos apañamos nosotras para el mantenimiento de la casa, casi para todo”, añade la madre superiora. 

Apenas salen para ir a votar o a renovar el carné de identidad. Es una ocasión para saludarlas en la calle. O para un abrazo. “Yo no lo necesito realmente. Sé que estamos unidos, y eso familia y amigos lo entienden, cuando tienen fe, si no ya es otro asunto, captan la unión que se da a través de la oración, yo no me siento lejos de mi familia y ellos me dicen lo mismo”, comparte la hermana Carolina.

Raúl Martínez: «Mi esposa y yo íbamos a divorciarnos y mi cuñado falleció de cáncer, contacté con un sacerdote, crecimos en la fe y Dios me llamó a ser diácono; al entregarnos por completo, Dios nos llena de nuevo»

A la izquierda, el diácono Raúl Martínez  y su familia / Foto: Cortesía de Raúl Martínez

* «Mi esposa y yo hemos cargado con nuestras propias cruces y a través de ellas, Dios nos ha dado corazones que comprenden el dolor de los demás. Me siento honrado de que Dios me permita servir a su pueblo y compartir su esperanza, alegrías, dolor y luchas. Y a través de todo esto, he aprendido que cuanto más me entrego, más me llena Dios de gratitud, fe y alegría… Ya sea sirviendo en el altar, acompañando a parejas que se preparan para el matrimonio, visitando a los enfermos o caminando con familias en duelo, he encontrado a Cristo en cada rostro. El diaconado me ha enseñado a ver más allá de las apariencias, a escuchar más de lo que hablo, a amar más de lo que juzgo y a estar presente donde más se necesita a Cristo» 

Camino Católico.- A veces, la llamada de Dios a servir llega como un suave susurro, y a menudo cuando menos lo esperamos. Para el diácono Raúl Martínez, ese susurro llegó durante uno de los capítulos más difíciles de su vida. Lo que comenzó con una profunda tristeza se convirtió en un camino de fe, renovación y servicio, que transformó al diácono Martínez, a su esposa, Linda Martínez, a su familia y a la comunidad parroquial de la parroquia de Santa Teresa en Frederick de la arquidiócesis de Denver, en Colorado, Estados Unidos.

“No fui mucho a la iglesia durante mi infancia. Cuando mi esposa y yo nos casamos, ella era una feligresa devota, pero después de mudarnos de nuestra ciudad natal, poco a poco dejamos que el mundo nos absorbiera. Caímos en la trampa de pensar que Dios no necesitaba estar en el centro de nuestras vidas, que simplemente podía estar al margen 'por si acaso'”, explica el diácono Martínez a Caitlin Burm en el Denver Catholic.

“Unos cinco años después, todo empezó a desmoronarse”, añade. “Mi esposa y yo estábamos al borde del divorcio, y a mi joven cuñado le diagnosticaron cáncer y falleció. Recuerdo preguntarme: ‘¿Qué está pasando? He hecho todo lo que el mundo decía que me haría feliz, ¿por qué me siento tan vacío?’”.

En ese momento de desesperación, se puso en contacto con, el padre Hernán Flórez Albarracín; una decisión que lo cambiaría todo. “Desde nuestro primer encuentro”, recuerda el diácono Martínez, “sentí algo que nunca antes había experimentado: un amor inmenso, una profunda sensación de esperanza y una paz que llenó el vacío que sentía en mi interior”.

El diácono Martínez comparte que, gracias a la guía del padre Hernán, él y su esposa, Linda, crecieron en su fe, sirviendo como catequistas, ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión y lectores. A través de ese servicio, el diácono Martínez sintió que su corazón se acercaba al Señor de una manera nueva.

“Mientras meditaba en las Escrituras”, comparte, “me encontré con la historia de Isaac diciéndole a su padre: ‘Átame, para que no me resista’. Sentí esas palabras profundamente en mi alma; Dios me llamaba a unirme a él, tal como había hecho un pacto con mi esposa. Sentí el llamado a hacer ese mismo pacto con Cristo”.

Así pues, en 2015, el diácono Martínez inició su formación diaconal. En aquel momento, su familia estaba creciendo, con tres hijos de entre 2 y 17 años, y un cuarto en camino. Conciliar su vida familiar, su formación y su trabajo resultó todo un reto.

“Tras mi primer año, el diácono St. Louis, nuestro formador, tuvo una conversación muy difícil conmigo y decidí retirarme”, recuerda. “Me sentí destrozado y como si hubiera defraudado a todos, especialmente a Dios, que había sido tan misericordioso conmigo. Sin embargo, el llamado de Dios no se desvaneció. Continuó, no con relámpagos ni truenos, sino en un suave susurro”.

“Años después, desperté con una profunda sensación de estar listo para regresar a la formación”, añade. “Ese mismo día, supe que el diácono St. Louis había fallecido. Creo firmemente que fue su último impulso desde el Cielo, instándome a responder una vez más al llamado de Dios”.

Servir con un corazón transformado

A través de cada bendición, duda y lucha, el diácono Martínez dice que ha aprendido que “el llamado de Dios es paciente, persistente y lleno de misericordia”.

“El diaconado no es algo que se hace”, reflexiona. “Es algo en lo que uno se convierte: una invitación continua a acercarse a Cristo Siervo y a dejar que su corazón transforme el nuestro”.

Su ministerio también ha influido en su familia. Su hija le dijo una vez que su formación le enseñó que la verdadera caridad debe estar arraigada en el sacrificio personal. “Ella me vio entregarme incluso cuando el tiempo y la energía eran limitados”, dice. “Pero también vio cómo esa entrega me transformó”.

El diácono Martínez dice que su esposa e hijos no solo han apoyado su vocación; sino que también han crecido en su propia fe a través de ella, viendo ese servicio como una bendición. “Al dar, recibimos, y al entregarnos por completo, Dios nos llena de nuevo”, afirma.

El diácono Raúl Martínez recibe el Libro de los Evangelios durante su ordenación diaconal /Foto: Neil McDonough - El Pueblo Católico

Dentro de su comunidad parroquial, el ministerio del diácono Martínez también ha profundizado las relaciones de maneras que nunca hubiera podido imaginar. 

“Ya sea sirviendo en el altar, acompañando a parejas que se preparan para el matrimonio, visitando a los enfermos o caminando con familias en duelo, he encontrado a Cristo en cada rostro. El diaconado me ha enseñado a ver más allá de las apariencias, a escuchar más de lo que hablo, a amar más de lo que juzgo y a estar presente donde más se necesita a Cristo.”

A través de esta vocación, su fe se ha convertido en algo más que una creencia; se ha convertido en una forma de vida. 

Un “sí” para toda la vida

Aunque no hay dos días iguales, cada uno le presenta al diácono Martínez una nueva oportunidad de encontrarse con Cristo.

“Los fines de semana participo en cada misa, asistiendo en el altar; ese es, sin duda, el corazón de mi ministerio”, dice. “Mi mayor alegría es estar en el altar durante la consagración. En ese momento, soy profundamente consciente del privilegio de servir tan cerca del misterio de nuestra salvación”.

Más allá del altar, acompaña a parejas que se preparan para el matrimonio, a padres que se preparan para los sacramentos de sus hijos y a familias que atraviesan una pérdida. 

“Mi esposa y yo hemos cargado con nuestras propias cruces”, dice, “y a través de ellas, Dios nos ha dado corazones que comprenden el dolor de los demás”.

Añadió que, en general, como diácono, “me siento honrado de que Dios me permita servir a su pueblo y compartir su esperanza, alegrías, dolor y luchas. Y a través de todo esto, he aprendido que cuanto más me entrego, más me llena Dios de gratitud, fe y alegría”.

¿Sientes el llamado a servir?

Para aquellos que disciernen su vocación, el diácono Martínez ofreció un consejo sencillo: “No tengan miedo”, dice, haciéndose eco de las palabras del Papa San Juan Pablo II. 

“Cuando Dios te llama al corazón, a menudo es un susurro, un suave tirón que no desaparece”, señala. “Dios no llama a los perfectos; llama a los dispuestos”.

Su consejo es empezar poco a poco: orar, escuchar e involucrarse. 

“Participen como lectores, catequistas o voluntarios”, dice. “Dejen que Dios hable a través de esos momentos”.

Porque, como ha aprendido el diácono Martínez, el llamado a servir rara vez llega de repente. Se va desvelando, un “sí” fiel a la vez.

Trini Cortés descubrió a Dios en un Hogar Don Orione: «Ves al Señor en cada uno de los discapacitados; con ellos, tan débiles, era con quienes más me acercaba a Cristo; peinándoles, sentía que estaba peinando a Jesús»

Trini Cortés tuvo su encuentro con Dios haciendo prácticas en un Hogar Don Orione que acoge a discapacitados / Foto: Cortesía de Trini Cortés

* «Miraba a los discapacitados y recordaba: 'todo lo que hicisteis por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicisteis'En el Hogar, se acababan mis problemas (familiares, del trabajo, angustias, miedos,…), había entrado en el cielo y muchas veces salía llorando de alegría”, destaca. Atender a estas personas no me da asco, me produce ternura.  Ellas dependen de ti, algunas no se pueden mover, otras comen por la barriguilla, gritan,… pero su existencia cambia los corazones de los que les conocen» 

Camino Católico.- Trini Cortés es Doctora en Geografía y trabaja en la Universidad Internacional de la Rioja desde hace 11 años. Pero un día se sintió llamada a formarse para cuidar a sus padres y estudió la FP de auxiliar de enfermería.

En el segundo año, tenía que trabajar en prácticas cuatro meses. Buscó un lugar que le quedara cerca de casa y encontró “un lugar lleno de alegría y amor”: el Hogar Don Orione de Pozuelo de Alarcón, en Madrid.

“Es lo más bonito que he hecho en mi vida -explica a Patricia Navas en Aleteia-. La labor de los orionistas con personas discapacitadas es impresionante”.

Respeto a todo ser humano

Trini se incorporó a una gran familia en la que se cuida a cada persona con un gran respeto a su dignidad.

“Muchos piensan que esas personas totalmente dependientes no sirven para nada, a algunas no las dejan ni nacer”, lamenta.

“Pero hay toda una congregación inspirada por san Luis Orione que se encarga de acogerlas -añade-. Y las cuidan con unos valores que transmiten a los trabajadores de sus centros”.

“Ves a Dios en cada uno de los discapacitados -asegura Trini Cortés-. Con ellos, tan débiles, era con quienes más me acercaba a Cristo”.

"Peinándoles, sentía que estaba peinando a Jesús; les miraba y recordaba: 'todo lo que hicisteis por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicisteis'", relata.

Y comparte una anécdota que le enseñó una gran lección: “Estaba cambiando el pañal a un señor en la enfermería y de repente un trabajador cerró la puerta”, recuerda. 

“Yo no había caído en que ese hombre no tenía por qué estar expuesto a que le viera cualquiera”, reconoce. 

“Ese trabajador me enseñó que toda persona tiene su dignidad, y que hay que respetar su intimidad -agradece. Y cuando está aseado, abrimos la puerta; son detalles que van calando en los hogares”. 

“En el Hogar, se acababan mis problemas (familiares, del trabajo, angustias, miedos,…), había entrado en el cielo y muchas veces salía llorando de alegría”, destaca.

“Atender a estas personas no me da asco, me produce ternura -subraya-.  Ellas dependen de ti, algunas no se pueden mover, otras comen por la barriguilla, gritan,… pero su existencia cambia los corazones de los que les conocen”. 

Una devoción “de facto”

Aunque no habla con Don Orione, Trini lo reconoce como uno de los santos que más le ha impactado. 

“Él ya se ha metido en mi corazón a través de los hechos y me ha llevado a vivir su carisma -afirma-. Y sin conocerlo en persona ni rezarle, su experiencia de vida ha calado en mi corazón”. 

“A veces descubres la maravilla de un santo a través de sus acciones -apunta-. He visto documentales y un libro sobre su vida pero lo que he vivido en el hogar con su gente es lo que me ha marcado, su legado está supervivo”.