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domingo, 30 de marzo de 2025

Walter Sánchez: «Un abuso sexual fue el disparador que me llevó al consumo de drogas, pero cuando conocí a Dios y encontré el amor en Él, la droga nunca más tuvo protagonismo en mi vida: llevo 25 años libre de drogas»


Walter Sánchez, sanado por el amor de Dios pudo dejar las drogas

* «Cerca de mi casa, a seis cuadras, había una parroquia, y decidí ir caminando hasta allí. El padre, un sacerdote diocesano agregado al Opus Dei, me dijo: “Si tú quieres que Dios te cure, ven a las seis de la mañana a rezar conmigo en el oratorio”. Comenzamos a hacer oración juntos y luego asistía a la Santa Misa. Ese silencio en el oratorio fue fundamental, pues allí encontré el espacio que necesitaba para reencontrarme conmigo mismo y con ese Dios al que anhelaba para curar mis heridas»

Vídeo del Opus Dei en el que Walter Sánchez cuenta su testimonio

* «Dios me permitió formar a una persona que hoy tiene un centro de rehabilitación con 17 años de trayectoria. San Josemaría decía: ‘Yo amo a Dios porque me da la gana’ y eso lo adopté en mi vida: ‘Yo no vuelvo a usar drogas porque no me da la gana, aunque se caiga el mundo’. Estoy agradecido del padre que me ayudó, pues llevo 25 años libre de drogas. Cuando él llegó a esta parroquia, sentí que había llegado por mí. Lo que Dios hizo en mí fue un milagro, porque ni yo ni quienes intentaban ayudarme podíamos hacer nada, pero yo me dejé amar por Dios» 

Camino Católico.- Walter Sánchez estaba sumido en el mundo de las drogas, el dinero y relaciones fallidas. Un abuso sexual en la infancia le había destrozado la vida. Todo cambió cuando conoció a un sacerdote que le animó a dejarse amar por Dios y a permitir que Él le ayudara a salir del pozo en el que se encontraba. cuenta su testimonio en un vídeo del Opus Dei. Esta es su historia contada en primera persona:

Nuestros primos cuidaban de nosotros, y fue ahí donde uno de ellos que me llevaba más o menos 10 años de edad trastocó mis emociones y mi intimidad personal. Para mí fue un abuso sexual. Desde entonces repudiaba mi cuerpo y sentía incluso ciertas confusiones. Y eso creó en mí una agresividad pasiva y una rebeldía aún mayor contra mi familia.

Me aislé de mis hermanos. Me echaran del colegio en primaria y para mí fue un golpe muy duro. A los 14 años tuve mi primera novia, y ahí conocí al tío de esta chica, que me dio por primera vez la pasta básica de cocaína. Fue el refugio perfecto para huir —para anestesiar— mis sentidos, y escapar de todo, incluso de mí...

Específicamente, la violación sexual fue el disparador que me llevó al consumo de drogas. Consumía para vivir y  no podía dormir sin pensar en cómo iba a conseguir dinero al día siguiente. Fue entonces cuando entré en la microcomercialización, creyendo que vendiendo drogas —marihuana y cocaína—, podría sostener mi adicción.

Eso me llevó a conocer mucha gente del malvivir: delincuentes de todo tipo, personas del ámbito de la prostitución… Obviamente en mi casa me dejaron de dar dinero, así que empecé a juntarme con un muchacho que ya tenía experiencia en robos menores. Fue él quien me introdujo en el arrebato de carteras, robar sin que la gente se dé cuenta, y el hurto de llantas de carros… hasta que, finalmente, terminé cinco días en la comisaría.

Lo peor lo vivió mi esposa, quien no solo tuvo que soportar a un adicto, sino también a un microcomercializador que, pese a tener dinero, no le daba lo necesario para sobrevivir. Me sumí en una locura impulsada por la droga, sin darme cuenta del daño que causaba.

Entraba y salía de los hospitales de salud mental. Mi exesposa —que en ese entonces aún era mi esposa—, trabajaba, mientras yo me encargaba de las tareas del hogar. 

Llevaba unos nueve meses sin consumir cuando hablé con ella y le dije: “Mira, yo no quiero volver a drogarme porque si no me voy a morir. Si vuelvo a consumir droga no hay quien me pare. De verdad, si Dios existe, muéstramelo, porque ya no sé qué hacer. Si Él no me saca de esto, entonces no hay nada que hacer”.

Walter Sánchez con el sacerdote que le ayudó a sanar sus heridas y a poder iniciar su centro de rehabilitación para otros

Cerca de mi casa, a seis cuadras, había una parroquia, y decidí ir caminando hasta allí. El padre, un sacerdote diocesano agregado al Opus Dei, me dijo: “Si tú quieres que Dios te cure, ven a las seis de la mañana a rezar conmigo en el oratorio”. Comenzamos a hacer oración juntos y luego asistía a la Santa Misa. 

Ese silencio en el oratorio fue fundamental, pues allí encontré el espacio que necesitaba para reencontrarme conmigo mismo y con ese Dios al que anhelaba para curar mis heridas.

Cuando conocí a Dios y encontré el amor en Él, empecé a conocer quién era yo y diagnostiqué la naturaleza exacta de mi problema. A partir de entonces, la droga nunca más tuvo protagonismo en mi vida, hasta el día de hoy.

Para poder recibir el sacramento del matrimonio, me confesé. Pude recibir el perdón de tantos pecados y sentí el alivio más grande, la descarga más importante de mi vida. Sentí que era un hombre nuevo y, al recibir el sacramento de la comunión, experimenté que pertenecía a Cristo.

Después de un tiempo de formación, el sacerdote me dijo: “Walter, ¿por qué no formas un grupo?”. Respondí que apenas podía con mi vida, y que por tanto no podía ayudar a otros. Él me respondió: “Tú tranquilo, Dios te va a decir cómo”.

Al poco tiempo, entendí el mensaje que el padre me dio y así nació el Grupo Libertad en la cochera de la casa de mis padres, donde recibí el primer paciente. Dos años y medio después, al cambiar de casa, comenzamos a trabajar con profesionales de la salud para que la atención de los pacientes, además de la ayuda espiritual, también tuviera un abordaje profesional.

Me interesé por conocer la espiritualidad del Opus Dei. San Josemaría decía que, para ser santo, el hombre no tiene que hacer grandes cosas. Entonces entendí que mi santidad estaba en el trabajo de la rehabilitación.

Walter Sánchez lleva 17 años rehabilitando personas de las adicciones

Tuve la oportunidad de capacitarme en Italia, en una fundación importante, donde aprendí cómo se manejan las estructuras de rehabilitación y traté de acondicionarla según nuestra cultura. En estos 23 años, hemos recibido unos 3.000 pacientes; y algunos de ellos llevan más de 20 años rehabilitados.

Dios me permitió formar a una persona que hoy tiene un centro de rehabilitación con 17 años de trayectoria. San Josemaría decía: “Yo amo a Dios porque me da la gana” y eso lo adopté en mi vida: “Yo no vuelvo a usar drogas porque no me da la gana, aunque se caiga el mundo”.

Estoy agradecido del padre que me ayudó, pues llevo 25 años libre de drogas. Cuando él llegó a esta parroquia, sentí que había llegado por mí. Lo que Dios hizo en mí fue un milagro, porque ni yo ni quienes intentaban ayudarme podíamos hacer nada, pero yo me dejé amar por Dios.

Walter Sánchez

viernes, 21 de febrero de 2025

Brisvani Alexis Arenas creció sin su papá, bebía y se drogaba, pero fue a un retiro esperando emborracharse al volver: «Comprendí el amor de la Virgen María, me enamoré de ella y pude perdonar a mi padre»


Brisbani Arenas con su medallita de la Virgen, él se enamoró de esa Madre buena del Cielo

* «Decían que me había vuelto loco. La gente no se lo explicaba. Dios me llamó a través de la Virgen y yo me había enamorado. Con Dios todo lo podemos. Un humano sin Dios es egoísmo y destrucción»

 Vídeo de El Rosario de las 11 PM en el que Brisvani Alexis Arenas Suaza cuenta su testimonio

Camino Católico.-  Brisvani Alexis Arenas Suaza es católico, concejal, esposo, padre de 4 hijos, orientador familiar y consejero matrimonial. Es activo en la política municipal del Concejo de Medellín, Colombia, y en el movimiento social Unión Familia.

Aunque Colombia es uno de los países del mundo con mayor porcentaje de cristianos convencidos, el país está impulsando leyes contrarias a Dios, a la vida y a la familia. El aborto está despenalizado hasta la semana 24, se ha legalizado ya el divorcio exprés y en las escuelas se imponen discursos de ideología de género.

Brisvani es hoy activo frente a estos males, pero hace unos años no tenía apenas fe ni le interesaban esos asuntos. Ha explicado qué le cambió en un vídeo de El Rosario de las 11  y Cari Filii hace una amplia síntesis del testimonio. Esta es su historia..

Infancia pobre, juventud con adicciones

Creció sin padre, en un hogar cada vez más pobre. Brisvani de niño fue monaguillo. Su madre, «mujer de fe, rosario y eucaristía» le acompañaba y expresaba su confianza siempre en Dios.

Ya adulto, con cierto dinero al mejorar su situación con un comercio, Brisvani pasó a relacionarse con personas enganchadas al alcohol y la droga, y así también él pasó a dedicar los fines de semana a la borrachera y la droga. «Caí profundamente en el consumo de sustancias, sobre todo de cocaína, y mi vida se fue degradando al punto de que aquella persona que me dio trabajo me tuvo que echar porque le robé dinero», cuenta Brisvani.

Le dieron otra oportunidad laboral. «Como nos pasa mucho a los seres humanos, en las malas nos acordamos de Dios pero en las buenas nos olvidamos de Él. Y cuando empecé a tener dinero para estar bien, me volví a alejar de Dios y de la oración, no escuchaba a mi madre y volví a las malas amistades, al alcohol, a las drogas y todo ese mundo”. Ya no bebía sólo el fin de semana, sino todos los días.

Rezando por su madre

La madre de Brisvani se enfrentó a un grave problema de salud. «Salió conectada a un respirador, como muerta, y el doctor me dijo que lo único que se podía hacer era rezar, porque médicamente no había nada que hacer», recuerda él. Rezó sinceramente por ella. «Le pedí a Dios con tanta fe que nos dio el milagro y al día siguiente, mi madre estaba milagrosamente desconectada. El doctor dijo que no sabía qué había pasado, pero que se recuperó por la noche».

Brisbani Arenas en un encuentro de oración

Como él seguía en la mala vida, su madre le dio un ultimátum: «Si quieres seguir con esa vida, olvídate de mí», le dijo ella. Él, impresionado, decidió aceptar ir a un retiro espiritual al que le invitaron en 2007. Su idea era ir y, una vez acabado, volver a la bebida. Pero la Virgen cambió sus planes.

María, una Madre en el Cielo

En aquel retiro rezó con sinceridad. En una oración de perdón, entendió que haber sido abandonado por su padre afectaba toda su vida. ¿Cómo perdonar a ese padre ausente? «Yo tenía un odio inconsciente hacia él. Por eso, cuando me decían que Dios era padre no podía comprenderlo», recuerda.

Pero con la Virgen María pasaba exactamente lo contrario. «Cuando me hablaron de María, lo entendí porque mi madre sí era una María, una mujer buena, sacrificada… Fue muy fácil comprender el amor de María y me enamoré de ella. Hasta entonces no había sido capaz de perdonar, pero cuando me dieron la bendición de la Virgen, gracias a ella se me dio la gracia de poder perdonar a mi padre».

Él cambió por completo al instante. Desde aquel día, Brisvani comenzó a rezar el rosario, a ir a misa, frecuentaba grupos de oración, los sacramentos, evangelizaba y acudía a retiros. También se consagró a la Virgen.

«Decían que me había vuelto loco. La gente no se lo explicaba», recuerda. Pero su explicación era clara: «Dios me llamó a través de la Virgen y yo me había enamorado».

Cristiano en la vida pública

Han pasado 8 años desde ese retiro. Hoy es padre de una familia que le hace muy feliz, y es un militante defensor de la vida y la familia en la política municipal y el asociacionismo, con el movimiento Unión Familia.

También su acción política la relaciona con un signo mariano. Le propusieron empezar su acción política el 26 de diciembre de 2022, día de la primera aparición de la Virgen de Chiquinquirá. Dio el paso público de aceptar ese reto junto con su esposa en el Santuario de la Virgen de Guadalupe en 2023, durante una invitación a México para participar en un retiro de matrimonios.

«Allí confirmé el apostolado, la misión de ser concejal. Ahora llevamos un año trabajando en el concejo de Medellín por la familia, por la niñez, por el trabajo y por la dignidad del ser humano con principios católicos, convencidos de que con Dios todo lo podemos». Y advierte: «un humano sin Dios es egoísmo y destrucción».

jueves, 20 de febrero de 2025

Antonio y Cristina, matrimonio, sin fe, fueron al cine a ver «Medjugorje» por un testimonio con drogas porque su hija era adicta: «Ella dejó la cocaína y el Señor nos arregló el matrimonio»


Antonio y Cristina, después de ver la película «Medjugorje», empezaron a rezar por su hija

Camino Católico.- Antonio y Cristina son un matrimonio español que llevan más de 30 años casados. Han pasado circunstancias duras en la familia por los problemas de adicción de una hija y el desamor entre los esposos. Ellos no tenían interés en temas religiosos… hasta que les sucedió algo asombroso con la película Medjugorje, estrenada en cines en 2021. Lo han contado a Borja Martínez-Echevarría, que fue uno de los directores, en un vídeo de la Asociación Lanza y Pablo J Ginés en Cari Filii hace una amplia síntesis del testimonio. Esta es su historia.

Vídeo de Asociación Lanza en el que Antonio y Cristina cuentan su testimonio

Una relación alejada de Dios

Cristina es la tercera de cinco hermanos. Iban todos a misa «obligados hasta los 14 años, edad en la que mi padre nos liberaba de ir». Y los cinco dejaron de acudir a misa así. «Cuando conocí a Antonio, con 19 años, me sorprendió mucho que él sí iba a misa. Y me gustó. Por un lado me sorprendía, me extrañaba, pero me parecía que si iba a misa tenía que ser un buen chico y mis padres también se alegraron un montón, aunque ellos ya no eran practicantes».

«Yo era un buen chico», admite Antonio. En su casa todos habían ido a misa, y cuando algunos hermanos dejaron de hacerlo, él perseveró en la práctica con sus padres. La vida de fe en la familia consistía en la misa del domingo y rezar algún padrenuestro al viajar en coche, sin más profundización, ni grupos de fe ni cercanía a sacerdotes.

Una vez casados, Cristina respetó al principio que Antonio acudiera a su misa dominical. Pero con el tiempo ella lo fue aceptando menos: en su opinión siempre había algo más importante que hacer. Así él empezó a saltarse misas.

Hijas y máscara de «familia perfecta»

Les costó tener hijos. Acudieron a varios tratamientos. «Eran de estimulación a la ovulación, había una frontera que no queríamos pasar, que era la de la fecundación in vitro». Quedó embarazada de lo que parecían sixtillizos, aunque dos resultaron óvulos huecos, otro embrión no tenía latido y otro más falleció en el tercer trimestre. Al final, nacieron dos mellizas el día que cumplían 7 años de matrimonio. Más adelante, sin tratamiento ninguno, tuvieron otra hija más.

«Nos pusimos la máscara de de familia perfecta. Tres niñas preciosas, buena casa, buen coche, buenos trabajos...» Pero él trabaja sin parar, también los sábados y las mañanas del domingo. Del poco tiempo de estar en casa, Antonio intentaba dedicar parte a su misa de domingo, algo que molestaba a Cristina. «Para mí, un objetivo de mi vida era conseguir que mi marido dejara de ir a misa«, reconoce.

A los 15 años, una de las mellizas, que siempre fue más rebelde, empezó a consumir drogas y a dormir fuera de casa. Además, el matrimonio se iba distanciando, parecía que sólo les unía ya la preocupación por su hija. Él tardó en presentar sus problemas a Dios. Pero en cierto momento llegó a pedir a la Virgen que protegiera a su familia, aunque «creo que por rutina más que por fe».

Preguntas sobre la muerte, atascada en la Nueva Era

Pasados unos años, al morir la madre de Cristina, ella empezó a hacerse preguntas por la vida después de la muerte. Leyó libros sobre experiencias cercanas a la muerte, y luego se fue interesando en el mundo de las terapias alternativas. Durante 9 años, explica, se volcó en todo lo relacionado con la Nueva Era, el reiki, las «constelaciones familiares», «o sea absolutamente todo, porque, además, cada vez que conocía alguna terapia nueva conocía a alguien que me hablaba de otra maravillosa». Pero, a la vez, cada vez estaba más centrada en sí misma y más alejada de su esposo y sus hijas.

Un día fue con su hija, «que estaba drogada en una casa de okupas», a una señora que en teoría hacía terapias sanadoras imponiendo las manos, pero sin experimentar nada. «¿Tú has sentido algo?», preguntó a la chica. «Nada», dijo su hija. Cristina se puso a llorar, hundida, y su hija, asombrada, le dijo: «Mamá, ¿quieres dejar ya de buscar fuera lo que tienes dentro?» A la madre le impresionó la firmeza con la que hablaba. Decidió dejar el mundo de la Nueva Era, pero aún no pensaba en Dios ni la Iglesia.

 Antonio y Cristina iniciaron el camino de vuelta a la fe por su hija

Al cine, a ver Medjugorje… por las drogas

Pasado un tiempo, las hermanas de Cristina le hablaron de la película Medjugorje. Lo que la convenció para ir a verla es que le dijeron que había testimonios de personas metidas en drogas. Cristina y Antonio fueron al cine a verla. Al principio, a ella no le enganchó. «Iglesia por aquí, Rosario por allá, pero ¿quién reza hoy el Rosario?» Pero veía que Antonio parecía seguir la película con interés.

Y ahí, en el cine, Cristina dice que recibió «tres mensajes muy potentes», «eran como ideas que se me plantaban en la cabeza».

El primer mensaje era: «este es el camino para mí»; «recuerdo que ahí pensé: la Iglesia es la única y verdadera».

El segundo mensaje, «muy duro, muy contundente, con una firmeza impresionante», decía: «empieza de una vez a rezar por tu hija»; efectivamente, la chica tenía 21 años y su madre nunca había rezado por ella ni por nadie.

El tercer mensaje: «dile a tu padre que rece por tu hija»… pero ¡el padre de Cristina ni rezaba ni creía ni aguantaba a la chica!

Rezar juntos el Rosario por su hija

Cristina pasó llorando el final de la película. No consiguió explicar mucho a Antonio, pero ella empezó a rezar por su hija, a escondidas, en la cama de noche. Del Rosario sabía que era un padrenuestro y 10 avemarías. Tardó tres días en superar su vergüenza y pedir a su marido que le enseñara a rezar. Fue su primer rosario juntos, y lo hicieron por su hija.

Antonio había visto a Cristina metida en muchas cosas absurdas de la New Age. Pero su apuesta sorprendente por el Rosario le gustaba mucho más. Rezando juntos recordó la fe de su infancia y juventud, cuando lo rezaba con su familia.

Antonio y Cristina fueron a un retiro y Cristo renovó su matrimonio y hoy viven una luna de miel

Cristina recuerda que durante unos diez días vivió «como en una nube» y le parecía ver señales de Dios por doquier. Empezó a buscar testimonios en YouTube de gente con una conversión fuerte. Aprendió de la posibilidad de pedir una cadena de oración por whatsapp y escribieron una petición y la enviaron a todos sus conocidos creyentes y practicantes. La cadena se extendió por toda España, grupos de oración en distintas ciudades rezaban por su hija.

Un par de días después, la chica aceptó ingresar en un centro de tratamiento (que ella siempre evitaba). Después supieron que la joven había dejado la cocaína de golpe, de forma radical y sin terapia «y lo más increíble sin síndrome de abstinencia. Ella decía: ‘mamá, yo no he dejado las drogas, ellas me han dejado a mí».

Emaús: encuentro con Jesús, sanación del matrimonio

Poco tiempo después, el matrimonio supo de los Retiros de Emaús. Cristina fue primero, y allí tuvo «un encuentro personal con Jesús, en el que Jesús me dio una colleja importante pero pero yo salí totalmente impactada». Le pidió a Antonio que fuera al retiro. Él empezaba a notar un acercamiento a su esposa, de quien llevaba tantos años distante.

Fue a su propio Emaús. Desvelado por la noche, ante un crucifijo, oró, y Dios le dijo: «Tú no has venido aquí por tu hija, tú has venido aquí por tu matrimonio». Otro asistente al retiro abrió la Biblia para él, por un pasaje revelador: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». Antonio salió de ese retiro enamorado de nuevo de su esposa. «Han pasado 3 años y no ha pasado un día en que no siga enamorándome cada vez más. El Señor nos arregló el matrimonio, vivimos una luna de miel ahora«.

En estos años su hija pequeña «tuvo una conversión muy bonita». El padre de Cristina, que rezó por su nieta, ahora reza por más peticiones. El matrimonio habla de su fe con sus parientes creyentes. Entre ellos hay una relación cordial y esperan ir a Medjugorje a dar gracias a la Virgen por el cambio en su vida.

Borja Martínez-Echevarría, su interlocutor, que fue uno de los directores e impulsores de la película Medjugorje, expresa su alegría por este fruto de la película que ha podido conocer y constatar. «Esto es para ir al cielo y vernos allí el mayor número posible», dicen.

martes, 18 de febrero de 2025

Brian Jackson: «Con 13 años probé drogas, iba de fiestas, bebía mucho, en la universidad vendía droga, pero me arrepentí de mis pecados, experimenté el amor de Dios tan grande y soy sacerdote»


El padre Brian Jackson fue transformado por el amor de Dios al arrepentirse de sus pecados / Foto: El Debate

* «En ese momento entendí, como un rayo, que si yo moría, me iba al infierno. No dije nada, absolutamente nadie. Me fui a mi casa y el día 1 de enero de 2009 cambié el fondo de la pantalla de mi ordenador por un Jesús crucificado. Cuando lo vi, caí de rodillas y empecé a llorar como un niño, pidiendo perdón a Dios por mis pecados. Repetía mucho: Jesús, perdóname, porque vi todo lo que le había hecho a Jesús. Perdóname, Jesús, perdóname. Y luego también vi lo que le había hecho a otras personas, a mis hermanos, a mis amigos, organizando fiestas, llevando gente, y empecé a decir: Jesús, perdona a las personas a las que yo he hecho daño»

Vídeo de El Debate en el que Brian Jackson cuenta su testimonio

Camino Católico.- Si uno tiene en mente que el prototipo de director de cine es alguien con el aspecto de Quentin Tarantino o de Martin Scorsese, le costará creer que este hombre alto, enjuto, grave –pero de sonrisa fácil–, con acento americano –aunque maneja la jerga juvenil de España, donde vive desde hace 15 años– y enfundado en su sotana también lo es. El padre Brian Jackson comparte con ambos al menos un par de rasgos: es estadounidense y rueda películas.

No son ciertamente superproducciones de Hollywood ni copan las carteleras de las salas de cine de todo el planeta, pero tiene su público. Y no es precisamente reducido. «Con la película Garabandal, catarata imparable, llegamos al medio millón de visualizaciones de YouTube en apenas cuatro o cinco días. Pero, de pronto, la plataforma la suprimió sin previo aviso y con la notificación de contenido inapropiado sin recurso a apelación», relata el sacerdote de la congregación española Siervos del Hogar de la Madre. «No sé, no quiero pensar mal, pero bueno, fue así», comenta resignado, encogiéndose de hombros.

Ahora, acaba de presentar un corto sobre la vida de San Edmundo Campion, un jesuita inglés martirizado por mantenerse fiel a Roma, y dirige el canal de YouTube Catholic Stuff, con casi 80.000 suscriptores. Lo entrevista Álex Navajas en El Debate.

– Pero pasaron muchas cosas antes de que usted se dedicara a grabar cine católico como sacerdote.

– Yo soy de una familia cristiana protestante. Crecí en un ambiente muy cristiano, pero no católico. Entré en la Iglesia cuando yo tenía unos 12 años porque mi madre iba, pero yo no estaba viviendo muy bien mi fe. Creía en Dios y tal, pero ya con 12 o 13 años me he metido bastante en todo lo que es el mundo, la fiesta, probar alguna droga... Con 15 años, en un campamento con el Hogar de la Madre, tuve una experiencia muy fuerte de Dios, pero duró muy poco, igual dos semanas. Pero después volví a como era antes.

– ¿Fue una experiencia concreta la que tuvo?

– Bueno, fue el impacto de hacer oración, de estar con otros jóvenes católicos y tal. Creo que me confesé por primera vez. Volví, pero conocí a una chica y empecé otra vez el plan de fiestas, de salir, de drogas, hasta que entré en la universidad con 18 años. Tenía becas, no tenía problemas con los estudios, todo lo tenía pagado, tenía dinero porque trabajaba. Tenía 18 años cuando salí de casa y entré en todo lo que es la universidad en Estados Unidos. Salía los viernes, sábados, hasta que terminé saliendo de fiesta todos los días; hay noches que no recuerdo por las borracheras; el ambiente era malísimo ahí.

No pensaba nada; no me consideraba malo, pero me dejaba llevar por las emociones y las pasiones. Incluso empecé a meterme un poco a vender droga. Yo decía: Bueno, solo estoy dando cosas a mis amigos, pero en realidad estaba metiéndome en un mundo muy, muy feo.

El padre Brian Jackson era de una familia cristiana protestante y cuando se convirtió se hizo católico / Foto: El Debate

– Trapicheaba, como lo llamamos aquí en España...

– A una escala muy pequeña, pero sí. Sin embargo, recibí una gracia muy fuerte. Yo estaba en un coche con unos amigos y no había tomado nada raro, por decirlo así. Miré a la ventana del coche y empecé a ver mi propia cara, y estaba atormentada. Había otras caras alrededor, también atormentadas. Y, en el otro lado de la ventana, había una nube, de la que salía una mano. Con mi mano intentaba tocarla, pero no lo conseguía. Entonces, escuché una voz que me decía: No estás alcanzando la gloria de Dios.

En ese momento entendí, como un rayo, que si yo moría, me iba al infierno. No dije nada, absolutamente a nadie. Me fui a mi casa y el día 1 de enero de 2009 cambié el fondo de la pantalla de mi ordenador por un Jesús crucificado. Cuando lo vi, caí de rodillas y empecé a llorar como un niño, pidiendo perdón a Dios por mis pecados. Repetía mucho: Jesús, perdóname, porque vi todo lo que le había hecho a Jesús. Perdóname, Jesús, perdóname. Y luego también vi lo que le había hecho a otras personas, a mis hermanos, a mis amigos, organizando fiestas, llevando gente, y empecé a decir: Jesús, perdona a las personas a las que yo he hecho daño.

– ¿Qué ocurrió después?

– Resumiéndolo un poco, me metí otra vez con los protestantes, pero estudiando y haciendo todo por la gracia de Dios. Después volví, me confesé bien y entré en la Iglesia católica. Dejé todo mis malos amigos, la fiesta, porque enseguida Dios me cambió muy fuertemente.

– ¿Le costó?

– ¡Nada! Cero. No sé cómo explicarlo, pero ese momento de arrepentirme de mis pecados y experimentar el amor de Dios tan grande, hizo que todo lo que yo había hecho me pareciera absurdo comparado con una sola gota de lo que recibí de Dios.

– ¿Usted era adicto a algo, o no llegaba a ese extremo?

– No, no; no había hecho cosas con drogas muy fuertes. No, no era adicto. Pero estaba bebiendo mucho, por ejemplo. Pude romper de un día para otro con el ambiente, los amigos y eso fue una gracia muy grande. Yo estaba estudiando finanzas, siempre me movía como temas como la Bolsa y tal, pero no me veía trabajando detrás de un escritorio. Solo podía hablar de Dios a mis amigos, a la gente de mi clase, a mi familia...

Padre Brian Jackson / Foto: El Debate

– Todos ellos, claro, notarían su cambio...

– Sí; mi madre, no sé si se lo creía de verdad, pero mis amigos de antes, los de la fiesta, realmente pensaban que me había vuelto loco...

– ¿Apareció entonces su vocación sacerdotal?

– Sí, poco a poco. Después de la conversión, pensé que quería casarme con una chica católica. Y tuve muy buenas vibraciones con algunas, pero no tenía paz y me sentía incómodo. A la vez, iba llevando grupos de jóvenes, organizaba campamentos, rezaba... y todo eso me atraía un montón más. No es que no me atrajesen las chicas; ¡me atraían y me atraen! Pero sentía como que Dios me llamaba a algo mucho más grande.

Muy providencialmente, los mismos sacerdotes del Hogar de la Madre que conocí en el campamento cinco años atrás vinieron a dar una charla a mi parroquia. Hice un retiro con ellos; de hecho, era un retiro para matrimonios. No sé cómo, yo acabé ahí, y sentí muy fuertemente la llamada. Sentí que no me podía negar a Dios y sentí una paz inexplicable. Vine a España en 2010 para hacer el Camino de Santiago y discernir mi vocación, y entré como postulante ese año, y hace dos años y medio fui ordenado sacerdote.

– Háblenos del Hogar de la Madre.

– Fue fundado por un sacerdote de Toledo que aún vive, Rafael Alonso Reymundo. Tenemos tres misiones en la Iglesia: la defensa de la Eucaristía, la defensa del honor de la Virgen María y la conquista de los jóvenes. Yo ahora mismo estoy más dedicado a la evangelización en los medios de comunicación: YouTube, redes sociales y muchos campamentos. También soy capellán en el Holy Mary Catholic School de Madrid. Muchos nos conocen por una hermana, la primera fallecida del Hogar de la Madre, llamada Clare Crockett.

– Sí, la recuerdo…

– Tuvo también una vida muy movida. Tenía mucho talento. Con 18 años vino a España y tuvo una conversión bestial. Quería ser famosa y quería ser monja. Su conversión se produjo en un encuentro de Semana Santa y la recuerdo ahí, delante de todo el mundo, con un cigarrillo. Nos dijo: «Quiero ser famosa, pero también quiero ser monja. Así que voy a ser una monja famosa»...

– Y lo consiguió...

– En 2016 murió en Ecuador en un terremoto, y hace unas semanas se acaba de abrir su proceso de beatificación. Yo tuve la dicha de conocerla, y era increíble.

– Oiga, ¿y usted cómo se metió a dirigir películas?

– Había hecho los típicos vídeos en el colegio, pero nada. En el noviciado hice algunas grabaciones, tomaba fotos y tal, pero nuestro fundador siempre nos lanzaba a hacer más. En torno a 2013 hice un curso de medios de comunicación para jóvenes. Allí se apuntaron dos chicos llamados Pablo Fernández y Luis Candelas, y con ellos fundé el canal Catholic Stuff. Con humor y acción intentamos llegar a los jóvenes. Son como catequesis pero con muchos chistes y buenos ejemplos.

– Su último trabajo es una cinta sobre San Edmundo Campion...

– Sí; es fruto de un campamento de líderes católicos en medios de comunicación. Llevamos unos cuatro o cinco años organizándolo, y ya hemos hecho tres cortos: uno sobre Gereon Goldmann, un seminarista que estuvo en las SS nazis; el año pasado hicimos otro sobre San Sebastián, que está teniendo mucha difusión, y este año hemos rodado el de San Edmundo Campion, un mártir jesuita de Inglaterra que salió de su país para ser formado en Roma. Luego volvió clandestinamente a su país. ¡Pero no voy a hacer spoiler!