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martes, 2 de septiembre de 2025

Krishna: «Nací en una granja Hare Krishna, probé drogas, alcohol, chicas, popularidad, estaba muy triste y pedí ayuda a Dios diciendo: ‘te necesito’; mi vida cambió y voy a Misa todos los días»

 

Krishna

* «Poco a poco empecé a ir a Misa los domingos, a leer el Evangelio mientras iba o volvía de clase, etc. Me lo ponía en la radio y escuchaba. Me llamaban mucho la atención las lecturas y me llenaban. Un día decidí confesarme y fue fenomenal. Seguí yendo a Misa los domingos y encontré un libro en la casa a la que nos habíamos mudado en Bilbao que se llamaba 'La imitación de Cristo', de Tomas Kempis, que era muy potente. Contaba cosas sobre el cristianismo que tenían mucho sentido, y por la noche fácilmente me podía pasar 2 horas de rodillas rezando. Era impresionante, me llenaba muchísimo»

Camino Católico.-  Después de haber nacido en una granja Hare Krishna y de una adolescencia marcada por los fracasos escolares, conflictos familiares y el consumo de drogas y alcohol, Krishna descubrió el amor y la presencia de Dios en su vida. Así lo ha contado en el canal de YouTube de Jóvenes Católicos. Esta es su historia contada en primera persona:

Vídeo de Jóvenes Católicos en el que explica su testimonio de conversión 

Mi nombre es Krishna, nací en una granja Hare Krishna y he pasado de fumar porros a ir a misa todos los días.

Quiero contar un poco mi testimonio. Nací en un pueblo de Guadalajara y en una comunidad hare krishna porque a mis padres les encantaba esa espiritualidad. A los 2 años me mudé a Boadilla del Monte (Madrid), ya que tuve una pulmonía y nos trasladamos allí, porque hacía mejor tiempo.

He pasado casi toda mi vida en Madrid. Mi infancia fue bonita hasta los 5 años. A mis padres les iba genial, tenían muchos negocios en la India, traían plata, piedras semipreciosas, productos, recibían encargos de toda España... Les iba bastante bien.

Cuando yo tenía 5 años mi padre falleció y dejó algunas deudas. Mi madre se vio sola con tres hijos y tuvo que sacar a la familia adelante. Mi madre ha sido una guerrera, nos ha querido siempre con locura y la verdad es que le debo todo. Ciertas cosas de tu infancia te hacen ser un poco diferente: yo siempre he tenido tendencia a liarla, a llamar la atención, a hacer lo que está prohibido, a saltarse las normas, etc. Esto me llevó a tener unas ciertas amistades que no eran lo mejor; siempre me he dejado influir mucho.

Krishna nació en una granja Hare Krishna

Porros y litros de cerveza

En 6º de primaria, con los amigos de mi urbanización probamos los porros (cigarro total o parcialmente relleno de cannabis) y el tabaco también. Mi madre me pilló con un poco de marihuana. Con 12 años ya se veía a dónde tiraba la cabra, ¿no? Mi madre lo vio venir y dijo: “a este niño hay que meterle en algún sitio” y me metió en un “colegio de curas”, como decía ella. Fui a un colegio que se llama Andel (Alcorcón), donde estudié toda la etapa secundaria.

En ese momento no me gustaba nada. Me decía: “jo estos pijos con corbata no sé qué, ¿de qué va esta gente?”; pero la verdad es que me ha ayudado mucho y ahora miro hacia atrás y ha sido una pasada: los profesores que tuve me enseñaron a trabajar, a estudiar, están muy encima de ti, estás super arropado. Tienes formación católica, puedes ir a Misa si quieres, hablar con un sacerdote… te quitan todas esas vergüenzas, que yo creo que me han salvado la vida, de acudir a un sacerdote, de no tener esa vergüenza y saber que puedes acudir a él.

En la ESO ya fumaba tabaco y porros con los amigos, me dejaba influir y la verdad es que ni me lo planteé cuando me los ofrecieron por primera vez. Me acuerdo que fue en un descampado, donde teníamos una guarida construida con muebles robados, a la que íbamos siempre.

Krishna gastaba 5 euros en cerveza todos los días y  el plan entre semana era ese y fumar porros. Los fines de semana compraba el doble de todo y bebía cubatas con los amigos de fiesta, en descampados y llegando a casa a las 12 de la noche

No me paraba a pensar si eso me gustaba o no, simplemente lo probaba, me reía con ellos pero poco a poco, con 14 años, mi plan de fin de semana empezó a consistir en beber litros de cerveza. Para cuando me di cuenta ya me estaba gastando 5 euros en cerveza todos los días y el plan entre semana era ese y fumar porros. Los fines de semana comprábamos el doble de todo y bebíamos cubatas con los amigos de fiesta, en descampados y llegando a casa a las 12 de la noche.

Cuando llegaba, tenía problemas todos los días, era una situación un poco conflictiva. Mi madre siempre ha sido antidroga, antiporros, antialcohol... Todas las semanas tenía alguna bronca con ella y la verdad que la pobre tuvo primero lo de mi padre, que es una historia que da también para una tertulia. Ella siempre ha estado al pie del cañón. Me enteré más tarde que en aquella época dejó el hare krishna y empezó a ir a Misa y a rezar el rosario con mi abuela todos los días para pedir por mí. Tenían un grupo de oración en el que pedían para que yo me alejara de todos estos temas.

En 4º de la ESO me cambiaron al colegio público, donde enganché bien con todos mis amigos. Ahí noté que era otra cosa: no estás tan cobijado por los profesores, a la gente le das más igual, los compañeros son un poco más malos. Yo entraba a clase muy fumado y se reían de mí y la verdad que creo que fue el peor año de mi vida.

Se me empezó "a ir un poco la pinza" con los porros, el alcohol y empecé a pensar que la gente se reía de mí. Dejé de fumar porque me sentaba fatal y empecé a probar otras cosas. A los 16 nos colábamos en discotecas, metíamos alcohol porque no teníamos dinero, usaba un DNI falso, etc.

Repetí un año de curso por malas notas, me cambiaron una vez más de colegio y las broncas con mi madre continuaban. Nos tuvimos que mudar de Boadilla del Monte a Valdebebas, otro barrio de Madrid.

La última bala... un Padre Nuestro

Recuerdo que antes de mudarnos, en la casa que dejábamos, hubo una noche que estuve fatal y estuve tan mal que utilicé la única, la última bala que me quedaba en la recámara, porque lo había probado todo, había probado todo lo que te propone el mundo para ser feliz: drogas, chicas, popularidad… lo que te ofrece el mundo y la verdad que no me llenaba. Estaba muy triste. Entonces esa noche me comí mi orgullo y me acuerdo que recé un Padre Nuestro diciendo: “te necesito”.

Me comí el orgullo y la soberbia de que yo podía con todo y cambié el chip para reconocer que estaba mal y que necesitaba ayuda, así que se la pedí a Dios. Al día siguiente no cambió nada pero sí que fue un punto de inflexión en el que fueron pasando cosas pequeñas o grandes y que me ayudaron a cambiar de vida.

Una videollamada desde Bilbao

Acabé el bachiller en Madrid y seguí saliendo de fiesta con los amigos. Durante el último año del bachillerato ya no consumía drogas. Me mudé a Bilbao y empecé a estudiar y a trabajar en una cocina de un restaurante. Lo bueno de la cocina es que trabajas todos los fines de semana y no puedes salir de fiesta porque trabajas hasta tarde. Poco a poco empecé a ir a Misa los domingos, a leer el Evangelio mientras iba o volvía de clase, etc. Me lo ponía en la radio y escuchaba. Me llamaban mucho la atención las lecturas y me llenaban.

Un día decidí confesarme y fue fenomenal. Seguí yendo a Misa los domingos y encontré un libro en la casa a la que nos habíamos mudado en Bilbao que se llamaba 'La imitación de Cristo', de Tomas Kempis, que era muy potente. Contaba cosas sobre el cristianismo que tenían mucho sentido, y por la noche fácilmente me podía pasar 2 horas de rodillas rezando. Era impresionante, me llenaba muchísimo, pero sí que sentía que me faltaba algo más, siempre necesitaba algo más: iba a Misa, me confesaba, hablaba con un cura, pero me faltaba algo.

Después llegó la pandemia y rezaba, pero luego me bebía unas cervezas y estaba hasta las 4 de la mañana jugando a videojuegos. Cuando terminó la pandemia un día hicimos una videollamada de antiguos socios del club del Opus Dei al que iba de pequeño, cuando estaba en quinto y sexto de primaria. Hablamos de todo y de nada.

Cuando se acabó dije: “¿no habrá algo parecido a esto en Bilbao?”. Recordé que yo me lo pasaba muy bien con esta gente… y que además rezaba. Entonces escribí a mi monitor y me puso en contacto con una persona del Opus Dei en Bilbao. Empecé a hablar con este chico y la primera vez que hablé con él me puse a llorar porque le conté mi vida: que estaba fatal aunque iba a Misa, pero que todavía tenía heridas que sanar. 

Krishna con la persona que le animó a rezar más y a ser santo

Me animó a rezar más, a rezar el Rosario, etc., pero hubo una cosa que me cambió la vida que fue por la que hoy estoy aquí. Me dijo: “Tú, Krishna, puedes ser santo”. Yo pensé: “este hombre no me conoce todavía”. Y me insistió: “no, no, es que tú puedes ser santo y estás llamado a ser santo. Todos estamos llamados a ser santos y tú no lo vas a hacer, lo hace Dios en ti”, y eso me descolocó.

Feliz con mayúsculas

A partir de ahí empezamos a hablar y yo hacía lo que me decían: empezaba la semana muy bien, luego bajaba, subidas, bajones, lo típico, pero al final conectas los puntos: caí de repente en un club del Opus Dei, me hablaron de la santidad en medio del mundo, y en un momento dado me propusieron pedir la admisión al Opus Dei y entregarme a Dios.

La verdad es que me costó un poco la idea del celibato; dices “a mí me encantan las tías, igual esto no es para mí”, pero claro a todos nos gustan, pero es que Dios necesita gente, nos llama como a los apóstoles y no te lo esperas.

Me costó un poco, varias personas rezaron varias novenas por mí y al final me lancé a la piscina y me fié. La verdad es que sigo muy contento cuatro años después. Sigo luchando no en las mismas cosas evidentemente, pero siempre tiene que haber lucha. Cuando pedí la admisión dije “ya he llegado, ya está todo hecho, qué bien”. Pero no, acababa de empezar todo y hoy sí que puedo decir que soy feliz con mayúsculas.

Krishna goza de la felicidad de saber que Dios está pendiente de él 

Darte cuenta que Dios te quiere, que está pendiente de ti, que tiene un propósito y una misión para ti concreta... es impresionante. La libertad que te deja para hacer lo que te dé la gana. Cada día no puedo hacer otra cosa que dar gracias a mi familia que ha rezado tanto por mí; mi madre, que puede ser Santa Mónica, la madre de san Agustín, fácilmente; al igual que mi abuela.

Krishna

lunes, 31 de marzo de 2025

Walter Sánchez: «Un abuso sexual fue el disparador que me llevó al consumo de drogas, pero cuando conocí a Dios y encontré el amor en Él, la droga nunca más tuvo protagonismo en mi vida: llevo 25 años libre de drogas»


Walter Sánchez, sanado por el amor de Dios pudo dejar las drogas

* «Cerca de mi casa, a seis cuadras, había una parroquia, y decidí ir caminando hasta allí. El padre, un sacerdote diocesano agregado al Opus Dei, me dijo: “Si tú quieres que Dios te cure, ven a las seis de la mañana a rezar conmigo en el oratorio”. Comenzamos a hacer oración juntos y luego asistía a la Santa Misa. Ese silencio en el oratorio fue fundamental, pues allí encontré el espacio que necesitaba para reencontrarme conmigo mismo y con ese Dios al que anhelaba para curar mis heridas»

Vídeo del Opus Dei en el que Walter Sánchez cuenta su testimonio

* «Dios me permitió formar a una persona que hoy tiene un centro de rehabilitación con 17 años de trayectoria. San Josemaría decía: ‘Yo amo a Dios porque me da la gana’ y eso lo adopté en mi vida: ‘Yo no vuelvo a usar drogas porque no me da la gana, aunque se caiga el mundo’. Estoy agradecido del padre que me ayudó, pues llevo 25 años libre de drogas. Cuando él llegó a esta parroquia, sentí que había llegado por mí. Lo que Dios hizo en mí fue un milagro, porque ni yo ni quienes intentaban ayudarme podíamos hacer nada, pero yo me dejé amar por Dios» 

Camino Católico.- Walter Sánchez estaba sumido en el mundo de las drogas, el dinero y relaciones fallidas. Un abuso sexual en la infancia le había destrozado la vida. Todo cambió cuando conoció a un sacerdote que le animó a dejarse amar por Dios y a permitir que Él le ayudara a salir del pozo en el que se encontraba. cuenta su testimonio en un vídeo del Opus Dei. Esta es su historia contada en primera persona:

Nuestros primos cuidaban de nosotros, y fue ahí donde uno de ellos que me llevaba más o menos 10 años de edad trastocó mis emociones y mi intimidad personal. Para mí fue un abuso sexual. Desde entonces repudiaba mi cuerpo y sentía incluso ciertas confusiones. Y eso creó en mí una agresividad pasiva y una rebeldía aún mayor contra mi familia.

Me aislé de mis hermanos. Me echaran del colegio en primaria y para mí fue un golpe muy duro. A los 14 años tuve mi primera novia, y ahí conocí al tío de esta chica, que me dio por primera vez la pasta básica de cocaína. Fue el refugio perfecto para huir —para anestesiar— mis sentidos, y escapar de todo, incluso de mí...

Específicamente, la violación sexual fue el disparador que me llevó al consumo de drogas. Consumía para vivir y  no podía dormir sin pensar en cómo iba a conseguir dinero al día siguiente. Fue entonces cuando entré en la microcomercialización, creyendo que vendiendo drogas —marihuana y cocaína—, podría sostener mi adicción.

Eso me llevó a conocer mucha gente del malvivir: delincuentes de todo tipo, personas del ámbito de la prostitución… Obviamente en mi casa me dejaron de dar dinero, así que empecé a juntarme con un muchacho que ya tenía experiencia en robos menores. Fue él quien me introdujo en el arrebato de carteras, robar sin que la gente se dé cuenta, y el hurto de llantas de carros… hasta que, finalmente, terminé cinco días en la comisaría.

Lo peor lo vivió mi esposa, quien no solo tuvo que soportar a un adicto, sino también a un microcomercializador que, pese a tener dinero, no le daba lo necesario para sobrevivir. Me sumí en una locura impulsada por la droga, sin darme cuenta del daño que causaba.

Entraba y salía de los hospitales de salud mental. Mi exesposa —que en ese entonces aún era mi esposa—, trabajaba, mientras yo me encargaba de las tareas del hogar. 

Llevaba unos nueve meses sin consumir cuando hablé con ella y le dije: “Mira, yo no quiero volver a drogarme porque si no me voy a morir. Si vuelvo a consumir droga no hay quien me pare. De verdad, si Dios existe, muéstramelo, porque ya no sé qué hacer. Si Él no me saca de esto, entonces no hay nada que hacer”.

Walter Sánchez con el sacerdote que le ayudó a sanar sus heridas y a poder iniciar su centro de rehabilitación para otros

Cerca de mi casa, a seis cuadras, había una parroquia, y decidí ir caminando hasta allí. El padre, un sacerdote diocesano agregado al Opus Dei, me dijo: “Si tú quieres que Dios te cure, ven a las seis de la mañana a rezar conmigo en el oratorio”. Comenzamos a hacer oración juntos y luego asistía a la Santa Misa. 

Ese silencio en el oratorio fue fundamental, pues allí encontré el espacio que necesitaba para reencontrarme conmigo mismo y con ese Dios al que anhelaba para curar mis heridas.

Cuando conocí a Dios y encontré el amor en Él, empecé a conocer quién era yo y diagnostiqué la naturaleza exacta de mi problema. A partir de entonces, la droga nunca más tuvo protagonismo en mi vida, hasta el día de hoy.

Para poder recibir el sacramento del matrimonio, me confesé. Pude recibir el perdón de tantos pecados y sentí el alivio más grande, la descarga más importante de mi vida. Sentí que era un hombre nuevo y, al recibir el sacramento de la comunión, experimenté que pertenecía a Cristo.

Después de un tiempo de formación, el sacerdote me dijo: “Walter, ¿por qué no formas un grupo?”. Respondí que apenas podía con mi vida, y que por tanto no podía ayudar a otros. Él me respondió: “Tú tranquilo, Dios te va a decir cómo”.

Al poco tiempo, entendí el mensaje que el padre me dio y así nació el Grupo Libertad en la cochera de la casa de mis padres, donde recibí el primer paciente. Dos años y medio después, al cambiar de casa, comenzamos a trabajar con profesionales de la salud para que la atención de los pacientes, además de la ayuda espiritual, también tuviera un abordaje profesional.

Me interesé por conocer la espiritualidad del Opus Dei. San Josemaría decía que, para ser santo, el hombre no tiene que hacer grandes cosas. Entonces entendí que mi santidad estaba en el trabajo de la rehabilitación.

Walter Sánchez lleva 17 años rehabilitando personas de las adicciones

Tuve la oportunidad de capacitarme en Italia, en una fundación importante, donde aprendí cómo se manejan las estructuras de rehabilitación y traté de acondicionarla según nuestra cultura. En estos 23 años, hemos recibido unos 3.000 pacientes; y algunos de ellos llevan más de 20 años rehabilitados.

Dios me permitió formar a una persona que hoy tiene un centro de rehabilitación con 17 años de trayectoria. San Josemaría decía: “Yo amo a Dios porque me da la gana” y eso lo adopté en mi vida: “Yo no vuelvo a usar drogas porque no me da la gana, aunque se caiga el mundo”.

Estoy agradecido del padre que me ayudó, pues llevo 25 años libre de drogas. Cuando él llegó a esta parroquia, sentí que había llegado por mí. Lo que Dios hizo en mí fue un milagro, porque ni yo ni quienes intentaban ayudarme podíamos hacer nada, pero yo me dejé amar por Dios.

Walter Sánchez

viernes, 21 de febrero de 2025

Brisvani Alexis Arenas creció sin su papá, bebía y se drogaba, pero fue a un retiro esperando emborracharse al volver: «Comprendí el amor de la Virgen María, me enamoré de ella y pude perdonar a mi padre»


Brisbani Arenas con su medallita de la Virgen, él se enamoró de esa Madre buena del Cielo

* «Decían que me había vuelto loco. La gente no se lo explicaba. Dios me llamó a través de la Virgen y yo me había enamorado. Con Dios todo lo podemos. Un humano sin Dios es egoísmo y destrucción»

 Vídeo de El Rosario de las 11 PM en el que Brisvani Alexis Arenas Suaza cuenta su testimonio

Camino Católico.-  Brisvani Alexis Arenas Suaza es católico, concejal, esposo, padre de 4 hijos, orientador familiar y consejero matrimonial. Es activo en la política municipal del Concejo de Medellín, Colombia, y en el movimiento social Unión Familia.

Aunque Colombia es uno de los países del mundo con mayor porcentaje de cristianos convencidos, el país está impulsando leyes contrarias a Dios, a la vida y a la familia. El aborto está despenalizado hasta la semana 24, se ha legalizado ya el divorcio exprés y en las escuelas se imponen discursos de ideología de género.

Brisvani es hoy activo frente a estos males, pero hace unos años no tenía apenas fe ni le interesaban esos asuntos. Ha explicado qué le cambió en un vídeo de El Rosario de las 11  y Cari Filii hace una amplia síntesis del testimonio. Esta es su historia..

Infancia pobre, juventud con adicciones

Creció sin padre, en un hogar cada vez más pobre. Brisvani de niño fue monaguillo. Su madre, «mujer de fe, rosario y eucaristía» le acompañaba y expresaba su confianza siempre en Dios.

Ya adulto, con cierto dinero al mejorar su situación con un comercio, Brisvani pasó a relacionarse con personas enganchadas al alcohol y la droga, y así también él pasó a dedicar los fines de semana a la borrachera y la droga. «Caí profundamente en el consumo de sustancias, sobre todo de cocaína, y mi vida se fue degradando al punto de que aquella persona que me dio trabajo me tuvo que echar porque le robé dinero», cuenta Brisvani.

Le dieron otra oportunidad laboral. «Como nos pasa mucho a los seres humanos, en las malas nos acordamos de Dios pero en las buenas nos olvidamos de Él. Y cuando empecé a tener dinero para estar bien, me volví a alejar de Dios y de la oración, no escuchaba a mi madre y volví a las malas amistades, al alcohol, a las drogas y todo ese mundo”. Ya no bebía sólo el fin de semana, sino todos los días.

Rezando por su madre

La madre de Brisvani se enfrentó a un grave problema de salud. «Salió conectada a un respirador, como muerta, y el doctor me dijo que lo único que se podía hacer era rezar, porque médicamente no había nada que hacer», recuerda él. Rezó sinceramente por ella. «Le pedí a Dios con tanta fe que nos dio el milagro y al día siguiente, mi madre estaba milagrosamente desconectada. El doctor dijo que no sabía qué había pasado, pero que se recuperó por la noche».

Brisbani Arenas en un encuentro de oración

Como él seguía en la mala vida, su madre le dio un ultimátum: «Si quieres seguir con esa vida, olvídate de mí», le dijo ella. Él, impresionado, decidió aceptar ir a un retiro espiritual al que le invitaron en 2007. Su idea era ir y, una vez acabado, volver a la bebida. Pero la Virgen cambió sus planes.

María, una Madre en el Cielo

En aquel retiro rezó con sinceridad. En una oración de perdón, entendió que haber sido abandonado por su padre afectaba toda su vida. ¿Cómo perdonar a ese padre ausente? «Yo tenía un odio inconsciente hacia él. Por eso, cuando me decían que Dios era padre no podía comprenderlo», recuerda.

Pero con la Virgen María pasaba exactamente lo contrario. «Cuando me hablaron de María, lo entendí porque mi madre sí era una María, una mujer buena, sacrificada… Fue muy fácil comprender el amor de María y me enamoré de ella. Hasta entonces no había sido capaz de perdonar, pero cuando me dieron la bendición de la Virgen, gracias a ella se me dio la gracia de poder perdonar a mi padre».

Él cambió por completo al instante. Desde aquel día, Brisvani comenzó a rezar el rosario, a ir a misa, frecuentaba grupos de oración, los sacramentos, evangelizaba y acudía a retiros. También se consagró a la Virgen.

«Decían que me había vuelto loco. La gente no se lo explicaba», recuerda. Pero su explicación era clara: «Dios me llamó a través de la Virgen y yo me había enamorado».

Cristiano en la vida pública

Han pasado 8 años desde ese retiro. Hoy es padre de una familia que le hace muy feliz, y es un militante defensor de la vida y la familia en la política municipal y el asociacionismo, con el movimiento Unión Familia.

También su acción política la relaciona con un signo mariano. Le propusieron empezar su acción política el 26 de diciembre de 2022, día de la primera aparición de la Virgen de Chiquinquirá. Dio el paso público de aceptar ese reto junto con su esposa en el Santuario de la Virgen de Guadalupe en 2023, durante una invitación a México para participar en un retiro de matrimonios.

«Allí confirmé el apostolado, la misión de ser concejal. Ahora llevamos un año trabajando en el concejo de Medellín por la familia, por la niñez, por el trabajo y por la dignidad del ser humano con principios católicos, convencidos de que con Dios todo lo podemos». Y advierte: «un humano sin Dios es egoísmo y destrucción».

jueves, 20 de febrero de 2025

Antonio y Cristina, matrimonio, sin fe, fueron al cine a ver «Medjugorje» por un testimonio con drogas porque su hija era adicta: «Ella dejó la cocaína y el Señor nos arregló el matrimonio»


Antonio y Cristina, después de ver la película «Medjugorje», empezaron a rezar por su hija

Camino Católico.- Antonio y Cristina son un matrimonio español que llevan más de 30 años casados. Han pasado circunstancias duras en la familia por los problemas de adicción de una hija y el desamor entre los esposos. Ellos no tenían interés en temas religiosos… hasta que les sucedió algo asombroso con la película Medjugorje, estrenada en cines en 2021. Lo han contado a Borja Martínez-Echevarría, que fue uno de los directores, en un vídeo de la Asociación Lanza y Pablo J Ginés en Cari Filii hace una amplia síntesis del testimonio. Esta es su historia.

Vídeo de Asociación Lanza en el que Antonio y Cristina cuentan su testimonio

Una relación alejada de Dios

Cristina es la tercera de cinco hermanos. Iban todos a misa «obligados hasta los 14 años, edad en la que mi padre nos liberaba de ir». Y los cinco dejaron de acudir a misa así. «Cuando conocí a Antonio, con 19 años, me sorprendió mucho que él sí iba a misa. Y me gustó. Por un lado me sorprendía, me extrañaba, pero me parecía que si iba a misa tenía que ser un buen chico y mis padres también se alegraron un montón, aunque ellos ya no eran practicantes».

«Yo era un buen chico», admite Antonio. En su casa todos habían ido a misa, y cuando algunos hermanos dejaron de hacerlo, él perseveró en la práctica con sus padres. La vida de fe en la familia consistía en la misa del domingo y rezar algún padrenuestro al viajar en coche, sin más profundización, ni grupos de fe ni cercanía a sacerdotes.

Una vez casados, Cristina respetó al principio que Antonio acudiera a su misa dominical. Pero con el tiempo ella lo fue aceptando menos: en su opinión siempre había algo más importante que hacer. Así él empezó a saltarse misas.

Hijas y máscara de «familia perfecta»

Les costó tener hijos. Acudieron a varios tratamientos. «Eran de estimulación a la ovulación, había una frontera que no queríamos pasar, que era la de la fecundación in vitro». Quedó embarazada de lo que parecían sixtillizos, aunque dos resultaron óvulos huecos, otro embrión no tenía latido y otro más falleció en el tercer trimestre. Al final, nacieron dos mellizas el día que cumplían 7 años de matrimonio. Más adelante, sin tratamiento ninguno, tuvieron otra hija más.

«Nos pusimos la máscara de de familia perfecta. Tres niñas preciosas, buena casa, buen coche, buenos trabajos...» Pero él trabaja sin parar, también los sábados y las mañanas del domingo. Del poco tiempo de estar en casa, Antonio intentaba dedicar parte a su misa de domingo, algo que molestaba a Cristina. «Para mí, un objetivo de mi vida era conseguir que mi marido dejara de ir a misa«, reconoce.

A los 15 años, una de las mellizas, que siempre fue más rebelde, empezó a consumir drogas y a dormir fuera de casa. Además, el matrimonio se iba distanciando, parecía que sólo les unía ya la preocupación por su hija. Él tardó en presentar sus problemas a Dios. Pero en cierto momento llegó a pedir a la Virgen que protegiera a su familia, aunque «creo que por rutina más que por fe».

Preguntas sobre la muerte, atascada en la Nueva Era

Pasados unos años, al morir la madre de Cristina, ella empezó a hacerse preguntas por la vida después de la muerte. Leyó libros sobre experiencias cercanas a la muerte, y luego se fue interesando en el mundo de las terapias alternativas. Durante 9 años, explica, se volcó en todo lo relacionado con la Nueva Era, el reiki, las «constelaciones familiares», «o sea absolutamente todo, porque, además, cada vez que conocía alguna terapia nueva conocía a alguien que me hablaba de otra maravillosa». Pero, a la vez, cada vez estaba más centrada en sí misma y más alejada de su esposo y sus hijas.

Un día fue con su hija, «que estaba drogada en una casa de okupas», a una señora que en teoría hacía terapias sanadoras imponiendo las manos, pero sin experimentar nada. «¿Tú has sentido algo?», preguntó a la chica. «Nada», dijo su hija. Cristina se puso a llorar, hundida, y su hija, asombrada, le dijo: «Mamá, ¿quieres dejar ya de buscar fuera lo que tienes dentro?» A la madre le impresionó la firmeza con la que hablaba. Decidió dejar el mundo de la Nueva Era, pero aún no pensaba en Dios ni la Iglesia.

 Antonio y Cristina iniciaron el camino de vuelta a la fe por su hija

Al cine, a ver Medjugorje… por las drogas

Pasado un tiempo, las hermanas de Cristina le hablaron de la película Medjugorje. Lo que la convenció para ir a verla es que le dijeron que había testimonios de personas metidas en drogas. Cristina y Antonio fueron al cine a verla. Al principio, a ella no le enganchó. «Iglesia por aquí, Rosario por allá, pero ¿quién reza hoy el Rosario?» Pero veía que Antonio parecía seguir la película con interés.

Y ahí, en el cine, Cristina dice que recibió «tres mensajes muy potentes», «eran como ideas que se me plantaban en la cabeza».

El primer mensaje era: «este es el camino para mí»; «recuerdo que ahí pensé: la Iglesia es la única y verdadera».

El segundo mensaje, «muy duro, muy contundente, con una firmeza impresionante», decía: «empieza de una vez a rezar por tu hija»; efectivamente, la chica tenía 21 años y su madre nunca había rezado por ella ni por nadie.

El tercer mensaje: «dile a tu padre que rece por tu hija»… pero ¡el padre de Cristina ni rezaba ni creía ni aguantaba a la chica!

Rezar juntos el Rosario por su hija

Cristina pasó llorando el final de la película. No consiguió explicar mucho a Antonio, pero ella empezó a rezar por su hija, a escondidas, en la cama de noche. Del Rosario sabía que era un padrenuestro y 10 avemarías. Tardó tres días en superar su vergüenza y pedir a su marido que le enseñara a rezar. Fue su primer rosario juntos, y lo hicieron por su hija.

Antonio había visto a Cristina metida en muchas cosas absurdas de la New Age. Pero su apuesta sorprendente por el Rosario le gustaba mucho más. Rezando juntos recordó la fe de su infancia y juventud, cuando lo rezaba con su familia.

Antonio y Cristina fueron a un retiro y Cristo renovó su matrimonio y hoy viven una luna de miel

Cristina recuerda que durante unos diez días vivió «como en una nube» y le parecía ver señales de Dios por doquier. Empezó a buscar testimonios en YouTube de gente con una conversión fuerte. Aprendió de la posibilidad de pedir una cadena de oración por whatsapp y escribieron una petición y la enviaron a todos sus conocidos creyentes y practicantes. La cadena se extendió por toda España, grupos de oración en distintas ciudades rezaban por su hija.

Un par de días después, la chica aceptó ingresar en un centro de tratamiento (que ella siempre evitaba). Después supieron que la joven había dejado la cocaína de golpe, de forma radical y sin terapia «y lo más increíble sin síndrome de abstinencia. Ella decía: ‘mamá, yo no he dejado las drogas, ellas me han dejado a mí».

Emaús: encuentro con Jesús, sanación del matrimonio

Poco tiempo después, el matrimonio supo de los Retiros de Emaús. Cristina fue primero, y allí tuvo «un encuentro personal con Jesús, en el que Jesús me dio una colleja importante pero pero yo salí totalmente impactada». Le pidió a Antonio que fuera al retiro. Él empezaba a notar un acercamiento a su esposa, de quien llevaba tantos años distante.

Fue a su propio Emaús. Desvelado por la noche, ante un crucifijo, oró, y Dios le dijo: «Tú no has venido aquí por tu hija, tú has venido aquí por tu matrimonio». Otro asistente al retiro abrió la Biblia para él, por un pasaje revelador: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». Antonio salió de ese retiro enamorado de nuevo de su esposa. «Han pasado 3 años y no ha pasado un día en que no siga enamorándome cada vez más. El Señor nos arregló el matrimonio, vivimos una luna de miel ahora«.

En estos años su hija pequeña «tuvo una conversión muy bonita». El padre de Cristina, que rezó por su nieta, ahora reza por más peticiones. El matrimonio habla de su fe con sus parientes creyentes. Entre ellos hay una relación cordial y esperan ir a Medjugorje a dar gracias a la Virgen por el cambio en su vida.

Borja Martínez-Echevarría, su interlocutor, que fue uno de los directores e impulsores de la película Medjugorje, expresa su alegría por este fruto de la película que ha podido conocer y constatar. «Esto es para ir al cielo y vernos allí el mayor número posible», dicen.