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lunes, 6 de octubre de 2025

Liza: «Profundamente sola y vacía, desde adolescente me drogué, sentía asco por el pecado, empecé a rezar el rosario y me invadió el amor más perfecto y la Virgen me llevó a la adoración, donde Cristo me recató»


Liza se encontraba buscando sentido a su vida en los lugares equivocados, hasta que conoció a Jesús / Foto: André Escaleira, Jr. - El Pueblo Católico

* «’¿Por qué ponen esto, que a mí me parece una tontería, en este círculo dorado?’, pensé confundida, cuando comenzó la adoración y todos se arrodillaron. Tuve un momento inexplicable en el que sentí que el Señor me hablaba profundamente al corazón… No tenía ni idea de lo que significaba la palabra ‘adoración’. Pero me di cuenta de que estaba hecha para esto. Esto es para lo que fui creada… Creo que es una gran gracia del Señor, porque Él sabe que no había otra forma de llegar a mí excepto de esta manera tan profunda» 

 Camino Católico.- Desde pequeña, Liza experimentó lo que ella describe como una profunda sensación de vacío. Aunque desde fuera su infancia pareciera buena, recuerda sentir una soledad constante. «Siempre me sentí profundamente sola y vacía», comparte a Clare Kneusel-Nowak en El Pueblo Católico.

Sus padres se divorciaron cuando ella era niña, y su padre se mudó a otro estado. Aunque su mamá era cariñosa y protectora, Liza sufría mucho. En sexto grado recurrió a las drogas y al alcohol para llenar ese vacío. Fumar y beber era la única forma en que podía sentir algo. «Me hacía sentir bien», dice. 

Sus compañeros de secundaria les parecía cool porque sabía fumar, pero esa atención no podía sustituir el amor que anhelaba. Estaba intentando llenar un «vacío del tamaño de Dios» con sustancias y popularidad. Y en preparatoria empeoraron las cosas. 

«Persiguiendo al dragón» 

«Llegue a un punto en que probablemente bebía y fumaba marihuana cuatro veces por semana», cuenta. Liza se decía a sí misma que lo estaba manejando bien porque nadie sabía lo que hacía.

En primer año de preparatoria, se encontró con un grupo de jóvenes que fumaban, se saltaban clases y compartían sus gustos musicales. Rodeada de consumidores, los experimentos peligrosos de Liza se intensificaron rápidamente. «Me había consumido por completo el deseo de ‘perseguir al dragón’ —así le llaman cuando intentas revivir la primera experiencia de estar drogado», explica. 

Ese año, la marihuana y el alcohol ya no eran suficientes para Liza. «Nunca tuve miedo a nada, excepto a morir, pero eso se me quitó muy rápido. Estaba dispuesta a tomar la droga más fuerte que cualquiera pudiera darme. Me daba igual morir. Tomaba lo que fuera que me hiciera sentir bien». 

Probó psicodélicos, analgésicos y cualquier otra sustancia que pudiera conseguir. Su mamá eventualmente la forzó a entrar a un programa ambulatorio, pero Liza encontró formas de evadir las sesiones. Luego llegó la pandemia. 

Durante ese tiempo, Liza comenzó a vender contenido en línea a cambio de drogas y alcohol, y mantenía relaciones con hombres mucho mayores a través de internet. Su mamá la envió a otro centro de rehabilitación, pero Liza, que no tenía intención de cambiar, nunca permaneció sobria más de tres días fuera de ese entorno.

«No tenía ningún deseo de mejorar ni de dejar las drogas, ni de enmendar mi vida… No tenía una brújula moral», confiesa. «No sentía culpa ni remordimiento por lo que le estaba haciendo a mi mamá, a mi familia, ni siquiera por mí misma. No tenía ningún estándar moral… Me sentía completamente indiferente». 

Desesperada, su mamá la envió a vivir con su papá en Texas. Él la inscribió en una escuela en línea, pero ella no terminó. A pesar de no conocer a nadie, encontró la forma de seguir consumiendo drogas. «Un adicto siempre encuentra el modo», dice. 

El periodo más oscuro 

Ese mismo año regresó a Colorado, donde la esperaban viejos amigos y drogas más fuertes. En el penúltimo año de preparatoria ya consumía cocaína y metanfetaminas, y robaba para mantener sus hábitos. «Ese fue el peor periodo de mi vida», recuerda. 

Se sumergió en la subcultura de las drogas, rodeándose de personas que creía que podían darle lo que quería: atención, drogas y una sensación efímera de amor. «Quería atención y deseaba con desesperación ser amada. Le gritaba a cualquiera que me amara, que me prestara atención», asegura. 

A los 18 años, después de más intentos fallidos de rehabilitación, vivía con su tía. Incluso sus amigos que consumían drogas estaban preocupados. El comportamiento de Liza se volvía cada vez más peligroso. A veces impedía que sus amigos llamaran a una ambulancia, incluso cuando sabía que podía morir. Su tía le contó a su mamá, quien le dio un último ultimátum: rehabilitación o el albergue para personas sin hogar. «Acepté ir a rehabilitación de nuevo porque no quería estar en la calle. Planeaba fingir hasta que terminara el periodo de incomunicación», confiesa Liza.

El cristiano en abstinencia 

En ese centro, Liza conoció a un paciente que no soportaba: un cristiano lleno de una alegría inquebrantable. «Estaba completamente encendido por el amor de Cristo», dice sobre aquel hombre que, aunque había sido golpeado por la vida, siempre sonreía y se mostraba feliz de conversar con cualquiera o hablar de Jesús. «Recuerdo pensar: ‘Esto es tan molesto’. No soportaba estar cerca de ese tipo».

Durante la abstinencia, la mayoría de los adictos fingen estar bien hasta lograr estabilidad. Pero él no. A pesar de su sufrimiento, irradiaba una alegría sincera. «Pensaba: ‘Está bien, lo de Jesús está muy raro, pero si pudiera descubrir qué te hace tan feliz… Sé que no es realmente Jesús’”, decía. “Entonces, ¿qué es?». 

La alegría de él y de otros pacientes terminó convenciendo a Liza de quedarse. Por primera vez, se preguntó si realmente quería la sobriedad. Si él podía ser feliz en la sobriedad, quizá ella también. 

Cuando salió, siguió los 12 pasos. Nombró a Jesús como su “poder superior”, en gran parte para agradar a su madrina. «Estaba sobria físicamente, pero fumaba dos cajetillas de cigarros al día, me desvelaba y seguía siendo sexualmente activa», cuenta. «Incluso desde un punto de vista secular, no era una buena vida». 

Entonces una amiga la invitó a Arizona para comenzar de nuevo. En apariencia, su vida mejoró. Consiguió un auto, hizo nuevas amistades y se mantuvo sobria. Pero el vacío no desaparecía.  «Por las noches, cuando estaba sola, sentía el mismo vacío profundo que sentía de niña», dice. 

Tras un encuentro con la Santísima Virgen, Liza encontró el camino de vuelta a la Iglesia católica / Foto: André Escaleira, Jr. - El Pueblo Católico

Un último recurso

Llevaba dos meses viviendo en Arizona. Un día, recuerda, fue simplemente perfecto. «Todo lo que hubiera querido tener en un solo día», dice. «Le dije buenas noches a mi compañero, entré a mi cuarto… y sentí un vacío aplastante como nunca en mi vida. Fue peor que cualquier cosa que haya sentido bajo el efecto de las drogas, en cuanto a desesperación —peor que mis momentos más bajos, como cuando dormía en un coche a -15 grados. Jamás había sentido algo así». 

Sentada en su cama, Liza fue invadida por una tristeza insoportable y un dolor desgarrador. Comenzó a temblar, incapaz siquiera de llorar. Era como si todo el dolor acumulado durante años por fin saliera a la superficie. 

«Pensaba: ‘He hecho todo lo que se supone que debía hacer para ser feliz, pero no siento propósito, ni logros, ni felicidad, nada'», recuerda. 

Sintiendo un «asco por el pecado», miró a su mesita de noche y vio un rosario que le había regalado su mamá, que había pertenecido a sus abuelos —«la pareja italiana católica más perfecta», según las historias de su madre. 

Como último recurso, Liza tomó el rosario.  «Pensé: ‘Me voy a sentir tan tonta'», recuerda. «Nunca había rezado, pero sabía más o menos cómo se rezaba el rosario… Esto era literalmente una avemaría. No sabía qué más hacer, así que recé quizá medio misterio… Estaba totalmente consumida por la desesperación».

Liza rezó, y de pronto, totalmente por sorpresa, se envolvió en «la sensación más perfecta de amor que había sentido en mi vida… Era como si nunca antes hubiera conocido el amor, como si no supiera siquiera lo que significaba la palabra ‘amor’ hasta esa noche». 

Sintió, de forma real y concreta, «a la Virgen empujándome al Sagrado Corazón de Jesús». 

«Fue una intensidad de emoción que jamás había vivido», dice. «Lloraba a mares. No sé cuánto tiempo duró en realidad. Sentí como mucho tiempo, como si muchas cosas se purgaran dentro de mí de forma dolorosa, pero con el dolor más hermoso que se puede imaginar. Como lo que describe Teresa de Ávila —no en el mismo grado que ella, pero un dolor que no quieres que se detenga». 

Liza se arrodilló y rezó en voz alta: «No tengo idea de qué fue eso, pero te doy toda mi vida. Desde ahora, haré todo lo que me pidas. Incluso si estoy condenada al infierno por todo lo que he hecho, pasaré el resto de mi vida sirviéndote, y haré lo que tú quieras».

No recuerda haberse quedado dormida, pero a la mañana siguiente no dudó: tenía que encontrar una iglesia católica e ir a Misa, ya que había sentido profundamente el amor de la Santísima Madre.

No entendía lo que sucedía durante la Misa, pero sabía lo suficiente como para no recibir la Eucaristía. «Creo que me habría derretido o algo así», bromea.

Después de la Misa, la parroquia tenía adoración eucarística y, por impulso, Liza se quedó, aunque no sabía qué era la Eucaristía, ni mucho menos el cristianismo. «¿Por qué ponen esto, que a mí me parece una tontería, en este círculo dorado?, pensé confundida, cuando comenzó la adoración y todos se arrodillaron. Tuve un momento inexplicable en el que sentí que el Señor me hablaba profundamente al corazón… No tenía ni idea de lo que significaba la palabra ‘adoración’. Pero me di cuenta de que estaba hecha para esto. Esto es para lo que fui creada… Creo que es una gran gracia del Señor, porque Él sabe que no había otra forma de llegar a mí excepto de esta manera tan profunda».

Al día siguiente, Liza llamó a su madre y le dijo que había decidido convertirse al catolicismo y volver a casa.

«Creo… que estoy viviendo, en un sentido muy real, la historia de amor más grande jamás contada», dice Liza / Foto: André Escaleira, Jr. - El Pueblo Católico

Lo único que satisface

Por supuesto, había detalles que debían resolverse primero, como conseguir un trabajo. «No quería trabajar —solo quería estar en adoración eucarística por el resto de mi vida», comparte Liza. «Pero mi mamá me dijo: ‘Tienes que conseguir un trabajo'». 

Al principio, su familia no creía que su conversión fuera sincera o que duraría. «Fue un gran ejercicio de humildad para mí», dice. «Había decepcionado a mi familia muchas veces y les había dado falsas esperanzas de que estaba mejor… Creo que fue un verdadero impacto para ellos. Mi hermana dijo que ni siquiera me reconocía cuando me mudé de regreso —en el buen sentido». 

Liza comenzó a asistir a Misa diaria, aunque aún no podía recibir a Jesús en la Eucaristía. Dice que lo hacía especialmente por el momento de la consagración, cuando el sacerdote eleva la hostia —ese momento le llegaba profundamente al corazón. «Hubiera esperado mil años solo para cruzar la mirada con Jesús», asegura. 

Pasó dos años en el proceso de OICA (Orden de Iniciación Cristiana de Adultos, por sus siglas en inglés) y finalmente fue recibida en la Iglesia la pasada Vigilia Pascual. Aunque ninguno de ellos es católico, toda su familia asistió a su confirmación. 

Ya como católica, Liza comenzó a estudiar la vida de los santos —en especial a santa Teresa de Ávila, quien, según cuenta, le enseñó a orar y a través de quien Dios la llamó «a un amor más profundo por él». 

Desde aquel encuentro de conversión, el amor de Jesús en la Eucaristía la ha consumido. Confiesa tener “una fijación absoluta por el catolicismo” y quiere absorber “todos los podcasts de apologética, cada artículo católico, todas las lecturas espirituales” que pueda encontrar.  

“Paso al menos una hora diaria en adoración. Ahora yo soy esa persona que tanto detestaba en rehabilitación —la que mete a Jesús en literalmente cada conversación. Creo… que estoy viviendo, en un sentido muy real, la historia de amor más grande jamás contada. Me siento tan enamorada de una forma que nunca creí posible”.

jueves, 20 de febrero de 2025

Antonio y Cristina, matrimonio, sin fe, fueron al cine a ver «Medjugorje» por un testimonio con drogas porque su hija era adicta: «Ella dejó la cocaína y el Señor nos arregló el matrimonio»


Antonio y Cristina, después de ver la película «Medjugorje», empezaron a rezar por su hija

Camino Católico.- Antonio y Cristina son un matrimonio español que llevan más de 30 años casados. Han pasado circunstancias duras en la familia por los problemas de adicción de una hija y el desamor entre los esposos. Ellos no tenían interés en temas religiosos… hasta que les sucedió algo asombroso con la película Medjugorje, estrenada en cines en 2021. Lo han contado a Borja Martínez-Echevarría, que fue uno de los directores, en un vídeo de la Asociación Lanza y Pablo J Ginés en Cari Filii hace una amplia síntesis del testimonio. Esta es su historia.

Vídeo de Asociación Lanza en el que Antonio y Cristina cuentan su testimonio

Una relación alejada de Dios

Cristina es la tercera de cinco hermanos. Iban todos a misa «obligados hasta los 14 años, edad en la que mi padre nos liberaba de ir». Y los cinco dejaron de acudir a misa así. «Cuando conocí a Antonio, con 19 años, me sorprendió mucho que él sí iba a misa. Y me gustó. Por un lado me sorprendía, me extrañaba, pero me parecía que si iba a misa tenía que ser un buen chico y mis padres también se alegraron un montón, aunque ellos ya no eran practicantes».

«Yo era un buen chico», admite Antonio. En su casa todos habían ido a misa, y cuando algunos hermanos dejaron de hacerlo, él perseveró en la práctica con sus padres. La vida de fe en la familia consistía en la misa del domingo y rezar algún padrenuestro al viajar en coche, sin más profundización, ni grupos de fe ni cercanía a sacerdotes.

Una vez casados, Cristina respetó al principio que Antonio acudiera a su misa dominical. Pero con el tiempo ella lo fue aceptando menos: en su opinión siempre había algo más importante que hacer. Así él empezó a saltarse misas.

Hijas y máscara de «familia perfecta»

Les costó tener hijos. Acudieron a varios tratamientos. «Eran de estimulación a la ovulación, había una frontera que no queríamos pasar, que era la de la fecundación in vitro». Quedó embarazada de lo que parecían sixtillizos, aunque dos resultaron óvulos huecos, otro embrión no tenía latido y otro más falleció en el tercer trimestre. Al final, nacieron dos mellizas el día que cumplían 7 años de matrimonio. Más adelante, sin tratamiento ninguno, tuvieron otra hija más.

«Nos pusimos la máscara de de familia perfecta. Tres niñas preciosas, buena casa, buen coche, buenos trabajos...» Pero él trabaja sin parar, también los sábados y las mañanas del domingo. Del poco tiempo de estar en casa, Antonio intentaba dedicar parte a su misa de domingo, algo que molestaba a Cristina. «Para mí, un objetivo de mi vida era conseguir que mi marido dejara de ir a misa«, reconoce.

A los 15 años, una de las mellizas, que siempre fue más rebelde, empezó a consumir drogas y a dormir fuera de casa. Además, el matrimonio se iba distanciando, parecía que sólo les unía ya la preocupación por su hija. Él tardó en presentar sus problemas a Dios. Pero en cierto momento llegó a pedir a la Virgen que protegiera a su familia, aunque «creo que por rutina más que por fe».

Preguntas sobre la muerte, atascada en la Nueva Era

Pasados unos años, al morir la madre de Cristina, ella empezó a hacerse preguntas por la vida después de la muerte. Leyó libros sobre experiencias cercanas a la muerte, y luego se fue interesando en el mundo de las terapias alternativas. Durante 9 años, explica, se volcó en todo lo relacionado con la Nueva Era, el reiki, las «constelaciones familiares», «o sea absolutamente todo, porque, además, cada vez que conocía alguna terapia nueva conocía a alguien que me hablaba de otra maravillosa». Pero, a la vez, cada vez estaba más centrada en sí misma y más alejada de su esposo y sus hijas.

Un día fue con su hija, «que estaba drogada en una casa de okupas», a una señora que en teoría hacía terapias sanadoras imponiendo las manos, pero sin experimentar nada. «¿Tú has sentido algo?», preguntó a la chica. «Nada», dijo su hija. Cristina se puso a llorar, hundida, y su hija, asombrada, le dijo: «Mamá, ¿quieres dejar ya de buscar fuera lo que tienes dentro?» A la madre le impresionó la firmeza con la que hablaba. Decidió dejar el mundo de la Nueva Era, pero aún no pensaba en Dios ni la Iglesia.

 Antonio y Cristina iniciaron el camino de vuelta a la fe por su hija

Al cine, a ver Medjugorje… por las drogas

Pasado un tiempo, las hermanas de Cristina le hablaron de la película Medjugorje. Lo que la convenció para ir a verla es que le dijeron que había testimonios de personas metidas en drogas. Cristina y Antonio fueron al cine a verla. Al principio, a ella no le enganchó. «Iglesia por aquí, Rosario por allá, pero ¿quién reza hoy el Rosario?» Pero veía que Antonio parecía seguir la película con interés.

Y ahí, en el cine, Cristina dice que recibió «tres mensajes muy potentes», «eran como ideas que se me plantaban en la cabeza».

El primer mensaje era: «este es el camino para mí»; «recuerdo que ahí pensé: la Iglesia es la única y verdadera».

El segundo mensaje, «muy duro, muy contundente, con una firmeza impresionante», decía: «empieza de una vez a rezar por tu hija»; efectivamente, la chica tenía 21 años y su madre nunca había rezado por ella ni por nadie.

El tercer mensaje: «dile a tu padre que rece por tu hija»… pero ¡el padre de Cristina ni rezaba ni creía ni aguantaba a la chica!

Rezar juntos el Rosario por su hija

Cristina pasó llorando el final de la película. No consiguió explicar mucho a Antonio, pero ella empezó a rezar por su hija, a escondidas, en la cama de noche. Del Rosario sabía que era un padrenuestro y 10 avemarías. Tardó tres días en superar su vergüenza y pedir a su marido que le enseñara a rezar. Fue su primer rosario juntos, y lo hicieron por su hija.

Antonio había visto a Cristina metida en muchas cosas absurdas de la New Age. Pero su apuesta sorprendente por el Rosario le gustaba mucho más. Rezando juntos recordó la fe de su infancia y juventud, cuando lo rezaba con su familia.

Antonio y Cristina fueron a un retiro y Cristo renovó su matrimonio y hoy viven una luna de miel

Cristina recuerda que durante unos diez días vivió «como en una nube» y le parecía ver señales de Dios por doquier. Empezó a buscar testimonios en YouTube de gente con una conversión fuerte. Aprendió de la posibilidad de pedir una cadena de oración por whatsapp y escribieron una petición y la enviaron a todos sus conocidos creyentes y practicantes. La cadena se extendió por toda España, grupos de oración en distintas ciudades rezaban por su hija.

Un par de días después, la chica aceptó ingresar en un centro de tratamiento (que ella siempre evitaba). Después supieron que la joven había dejado la cocaína de golpe, de forma radical y sin terapia «y lo más increíble sin síndrome de abstinencia. Ella decía: ‘mamá, yo no he dejado las drogas, ellas me han dejado a mí».

Emaús: encuentro con Jesús, sanación del matrimonio

Poco tiempo después, el matrimonio supo de los Retiros de Emaús. Cristina fue primero, y allí tuvo «un encuentro personal con Jesús, en el que Jesús me dio una colleja importante pero pero yo salí totalmente impactada». Le pidió a Antonio que fuera al retiro. Él empezaba a notar un acercamiento a su esposa, de quien llevaba tantos años distante.

Fue a su propio Emaús. Desvelado por la noche, ante un crucifijo, oró, y Dios le dijo: «Tú no has venido aquí por tu hija, tú has venido aquí por tu matrimonio». Otro asistente al retiro abrió la Biblia para él, por un pasaje revelador: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». Antonio salió de ese retiro enamorado de nuevo de su esposa. «Han pasado 3 años y no ha pasado un día en que no siga enamorándome cada vez más. El Señor nos arregló el matrimonio, vivimos una luna de miel ahora«.

En estos años su hija pequeña «tuvo una conversión muy bonita». El padre de Cristina, que rezó por su nieta, ahora reza por más peticiones. El matrimonio habla de su fe con sus parientes creyentes. Entre ellos hay una relación cordial y esperan ir a Medjugorje a dar gracias a la Virgen por el cambio en su vida.

Borja Martínez-Echevarría, su interlocutor, que fue uno de los directores e impulsores de la película Medjugorje, expresa su alegría por este fruto de la película que ha podido conocer y constatar. «Esto es para ir al cielo y vernos allí el mayor número posible», dicen.

domingo, 2 de febrero de 2025

Carlos Castañón, ‘Pinita’, se drogaba a los 11 años, se intentó suicidar 2 veces, pero Cristo lo ha llevado a atender niños con cáncer terminal: «En un retiro en la Hora Santa me enamoré perdidamente del Señor»


Carlos Castañón, ‘Pinita’, tuvo un encuentro poderoso con Cristo y desde entonces le entregó su vida

* «Le dije al Señor: 'A donde tú me mandes, a donde tú me guíes, yo voy a obedecer'. Sin ser sacerdote, yo tengo un voto de obediencia. Las misiones son algo que me llena el corazón, porque piensas que vas a dar y recibes mucho más. Yo no decidí ser enfermero de la risa, yo no decidí dar conferencias, pero creo que los tiempos de Dios son perfectos y Dios me ha puesto en el lugar y momento preciso para poder ayudar a tantos jóvenes y decirles que la droga no es el camino, la droga es un tropiezo, pero podemos salir de ahí con dedicación y amor, pero sobre todo con mucha fe. La palabra Mucha Fe es mi slogan, porque la fe mueve montañas, la fe movió mi vida cuando sentí que todo estaba perdido»

Camino Católico.-  Carlos Castañón, conocido como "Pinita", es originario de Aguascalientes, México. Actualmente se desempeña como enfermero de la risa, misionero, conferenciante y escritor. Tras una infancia marcada por la adicción a las drogas y dos intentos de suicidio, experimentó un encuentro transformador con Cristo que cambió su vida. Desde entonces, ha sido un instrumento de fe, tocando los corazones de quienes escuchan su historia y acceden a su Fundación Pinita A.C.

De pequeño se introdujo en el mundo de las drogas

A los 3 años, Carlos enfrentó la separación de sus padres, lo que llevó a su madre a emigrar a Estados Unidos en busca de trabajo, dejándolo bajo la tutela de su abuelo. A los 11 años, conoció el mundo de la violencia y comenzó a consumir drogas como marihuana, cocaína, thinner y Resistol 5000, con la finalidad de ser aceptado y pertenecer a grupos de “amigos” del barrio.

"Cuando tenía 13 años me fui un año de mi casa, donde nadie sabía nada de mí, ni mi mamá. Ella regresó de Estados Unidos y me encontró en una casa de drogadicción y decidió sacarme de allí. Cuando me sacó, yo estaba dispuesto a golpearla; la insulté y le falté al respeto. Ella me llevó a casa, me bañó, conversó conmigo y, desde entonces, inicié una lucha interna para dejar las drogas. Sin embargo, en ocasiones le robaba sus cosas para venderlas y conseguir dinero para drogarme. La vida de las adicciones es triste, porque siempre andas con depresión. Cuando te empiezas a drogar, piensas que encontraste la solución, pero lo cierto es que vuelves con la ansiedad y depresión y hay que volverse a drogar", rememora Carlos Castañón en la Revista Encuentros.


Carlos Castañón, ‘Pinita’, fue salvado de suicidarse dos veces por la providencial intervención de un misionero

Un milagro que lo salvó del suicidio

Ya estando casado, descubrió que su esposa lo engañaba con su mejor amigo. Tras ese hecho, perdió a su esposa y a sus hijos, y al mismo tiempo perdió el rumbo; la única salida que encontró para su dolor fue buscar quitarse la vida.

"En el primer intento de suicidio, cuando intenté ahorcarme, me llegó un mensaje de un hermano misionero que decía: 'Valora tu vida, ama a tus hijos, tienes una misión aquí, estás en mis oraciones'.

El segundo intento de suicidio fue exactamente al mes. En ese momento recibí una llamada del mismo hermano misionero y me dijo: '¿Qué vamos a hacer para alabar juntos al Señor? Te estoy esperando para entrar juntos a misa'. Yo lo interpreto como una "Diosidencia", como un milagro para hacer algo por las personas que están pasando por algo similar a lo que yo viví."

"Estando casado fumaba marihuana para relajarme; dejé por completo las drogas cuando mi hijo nació".

Carlos Castañón, ‘Pinita’, visita a niños con cáncer

Su encuentro con Cristo

Después de su separación familiar, un amigo lo invitó a un retiro en el que tuvo un encuentro con Cristo. Aunque su relación con Dios empezó desde muy pequeño, cuando su abuelita y tía materna rezaban a diario el rosario y él lo rezaba con ellas. Al iniciar en el mundo de las drogas se separó de su fe.

"En el retiro, escuché testimonios de vida y descubrí que mi vida tiene sentido, y al entrar a la Hora Santa me enamoré perdidamente del Señor", reconoce humildemente.

¿Cómo se hizo misionero?

Al salir del retiro, en su parroquia se formó un grupo de misiones y de ahí nació su amor por ser misionero. Al tercer año de ir a misiones, junto con dos misioneros más, le tocó ir a una comunidad muy pobre en Oaxaca llamada El Porvenir, en la que solo había una familia para evangelizar. En ese momento sintió enojo, coraje y soberbia; miró a sus compañeros misioneros y decidió irse del lugar porque pensó que allí no había nada que hacer.

"En ese momento me metí a la capilla, vi a Cristo en la cruz, miré al encargado, volví a ver el rostro de Jesús y empecé a llorar. Le dije: 'Señor, uno no elige dónde va; tú eliges a dónde nos mandas', y me quedé a trabajar con esa familia. Desde ese momento, le dije al Señor: 'A donde tú me mandes, a donde tú me guíes, yo voy a obedecer'. Sin ser sacerdote, yo tengo un voto de obediencia".

"Las misiones son algo que me llena el corazón, porque piensas que vas a dar y recibes mucho más", confidencia Carlos.


Carlos Castañón, ‘Pinita’, y los miembros de su fundación acuden a los hospitales de niños con cáncer para llevar esperanza y atender sus necesidades

¿Cómo nace Pinita?

El apodo "Pinita" se originó cuando Carlos tenía 4 años. Un vecino, Don Rubén, lo llamaba "Pinacate" debido a su piel oscura, considerándolo prieto, feo y apestoso (risas). Con el tiempo, el apodo se acortó a "Pina" y, de forma cariñosa, a "Pinita". Este sobrenombre lo ha acompañado desde entonces.

Después de sus dos intentos de suicidio, Carlos conoció a un miembro de los Caballeros de Colón, una organización laica alservicio de la Iglesia. Este grupo realizaba actividades como llevar comida a hospitales y repartir juguetes, aunque inicialmente Carlos sentía que estas acciones carecían de calidez. 

Carlos Castañón, ‘Pinita’, con sus compañeros de la fundación

Inspirado por la película "Patch Adams", decidió visitar hospitales por su cuenta, llevando juguetes y utilizando el humor para alegrar a los niños enfermos. Compartió sus experiencias en redes sociales, lo que atrajo a más personas interesadas en unirse a su causa. Así, comenzó con un grupo de ocho voluntarios que fue creciendo, dando origen a la  Fundación Pinita A.C, que se dedica a diversas actividades altruistas, entre ellas:  Visitar a niños con cáncer, escoliosis y enfermedades terminales como "enfermeros de la risa".

También tienen un comedor comunitario en Aguascalientes, brindan atención psicológica a quienes lo necesitan y organizan fiestas privadas para niños en estado terminal.

Carlos Castañón, ‘Pinita’, ha comprobado como él se sanaba ayudando a los niños enfermos

“La mejor manera de sanar es ayudando a las personas que tienen problemas. Ayudando, robando sonrisas, ayudando a los niños en etapa terminal de cáncer, a los abuelitos que están olvidados en un asilo. La primera intención fue sanarme a mí mismo, porque no puedo ofrecer algo si no estoy bien. No puedo amar ni querer si no me amo ni me respeto a mi mismo”, reflexiona Carlos.

Un milagro guadalupano

A través de su página de Facebook, "Pinita Conferencista", Carlos reza el rosario y ha recibido bendiciones derivadas de esta práctica. Durante la pandemia, al finalizar una de sus transmisiones, invitó a quienes quisieran sumarse a su causa a donar. Una persona desconocida le ofreció despensas y, al acudir al lugar acordado, encontró una habitación llena de provisiones.

Carlos Castañón, ‘Pinita’, rezando el rosario

Además, este benefactor continuó colaborando y le ayudó a conseguir las instalaciones donde actualmente opera la Fundación Pinita A.C., apoyando con el pago de la renta. En este espacio, se atiende a personas en situación de calle, se ofrece un comedor y se brinda asistencia psicológica gratuita.

Conferenciante y escritor

Carlos fue invitado a dar una plática testimonial, aunque nunca lo había hecho antes. Su primera charla fue ante un grupo de aproximadamente 15 jóvenes, y, gradualmente, recibió más invitaciones para hablar. Buscó cursos de oratoria y conoció a Iván Martz, conferenciante internacional de Guadalajara, quien le proporcionó herramientas para expresarse mejor en público. Esta relación se convirtió en una amistad, y Martz lo invitó a eventos donde tuvo la oportunidad de conocer a destacados conferenciantes como César Lozano y el Padre Ricardo López, con quienes ha compartido escenario en múltiples ocasiones.El Padre Ricardo López, además de ser un gran amigo, es un guía espiritual para Carlos.

Actualmente, Carlos utiliza el personaje de Pinita no solo como enfermero de la risa, sino también para evangelizar y dar conferencias. Ha compartido su testimonio desde Oaxaca hasta Detroit, llenando grandes escenarios. Posteriormente, surgió la idea de escribir un libro testimonial titulado "Mucha Fe", donde relata cómo la fe, la oración, el ayuno y el servicio le han ayudado a transformar vidas. El prólogo del libro está escrito por el Padre Ricardo López, Iván Martz y César Lozano, con la intención de dejar un legado.

Carlos Castañón, ‘Pinita’, impartiendo una conferencia

“Yo no decidí ser enfermero de la risa, yo no decidí dar conferencias, pero creo que los tiempos de Dios son perfectos y Dios me ha puesto en el lugar y momento preciso para poder ayudar a tantos jóvenes y decirles que la droga no es el camino, la droga es un tropiezo, pero podemos salir de ahí con dedicación y amor, pero sobre todo con mucha fe. La palabra Mucha Fe es mi slogan, porque la fe mueve montañas, la fe movió mi vida cuando sentí que todo estaba perdido”.

A través de su testimonio y acciones, Pinita ha impactado a miles de personas, no solo con sus conferencias y solidaridad, sino también mediante su ejemplo de fe, oración y servicio. Nos enseña que las adversidades se superan regalando sonrisas a los demás. Pinita es una vida que inspira.



Carlos
Castañón, ‘Pinita’, llena los auditorios y hace que los jóvenes se interesen mucho en su testimonio de vida