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sábado, 2 de agosto de 2025

Johnny Chávez era pandillero y traficante, ahora es padre de 8 hijos y catequista: «Jesús vino a mi vida cuando más lo necesitaba y tengo una buena vida gracias a Él»


Johnny Chávez ahora habla con numerosos jóvenes para acercarles a Dios

* «Fui detenido y el arresto me ayudó porque me asustó y fue un punto de inflexión para mí y lo tomé como una lección que Dios me estaba dando… Hay una solución para tu vida y Cristo es esa solución» 

Camino Católico.- Johnny Chávez ayuda a numerosos jóvenes de Brooklyn para que no entren en pandillas ni apuesten por la vía “sencilla” de la delincuencia. Y lo hace desde su propia experiencia, donde desde adolescente traficaba con heroína y llegó a pasar varias noches en el calabozo por robar. Ahora está felizmente casado, es padre de 8 hijos y es catequista del Camino Neocatecumenal en Nueva York.

“El arresto cambió todo para mí. Me hizo enderezarme y salir de las calles”, recuerda en una entrevista con  The Tablet. Es un criminal callejero reformado que encontró a Jesús. “Hay una solución para tu vida y Cristo es esa solución”, explica.

De este modo, a los numerosos jóvenes a los que puede dirigirse les insiste en una idea: “Lo primero que digo es que naciste para ser libre. Y cuando te unes a una pandilla, o cuando vendes drogas, te conviertes en esclavo. Si entras en una pandilla, nunca serás feliz".

Llegó a Estados Unidos proveniente de Ecuador cuando tenía tan sólo 5 años. Pero sus padres se divorciaron cuando él empezaba la adolescencia. Según relata, “fue una experiencia traumática para mí. Sentí que nadie me amaba”.

Johnny Chávez orando después de su transformación y conversión tras su encuentro con Cristo

Vagaba sin rumbo por la vida y encontró lo que él creía que era consuelo en las calles y en las pandillas que había en su barrio de Brooklyn, donde realizó numerosas actividades ilegales. Entre otras cosas, participó en robos en tiendas del barrio y a vender heroína. Pero un día cuando tenía 17 años fue arrestado en un robo y como había un arma de fuego involucrada fueron acusados de un delito grave por posesión de armas.

Recuerda perfectamente la sensación al ser fichado. “Estaba muerto de miedo”, admitió. Pasó cuatro días en la cárcel esperando su cita ante el juez. “La detención me ayudó porque me asustó” Lo que le salvó, dijo, fue el hecho de que era su primera vez. Su familia contrató a un abogado que pudo mantenerlo fuera de prisión. Un año después, cuando cumplió 18 años, su caso quedó cerrado. “Fue un punto de inflexión para mí y lo tomé como una lección que Dios me estaba dando”, recalca.

Chávez fue a la Universidad de Long Island, donde jugó al fútbol y obtuvo una licenciatura en Educación. Consiguió un trabajo enseñando en su antigua escuela secundaria. Pero Dios no había terminado de cambiar su vida. Cuando tenía poco más de 20 años, estaba saliendo con la mujer que ahora es su esposa, a la que conocía desde que eran adolescentes. “Había conocido a Keila pero yo era un desastre. Todavía tenía rencor contra mis padres por su divorcio y me sentía vacío por dentro”, dijo.

Eduardo Mendoza, un tío cercano a él, le hizo una pregunta sencilla. “Él dijo: '¿Qué quieres de esa chica?'. Y cuando él me hizo esa pregunta, yo me hice esa pregunta”, dijo Chávez. Mendoza, quien es el padrino de Chávez, le pidió que lo acompañara a una celebración del Camino Neocatecumenal en la parroquia de Pedro y Pablo-Epifanía. Fue una experiencia reveladora.

Johnny Chávez con su esposa Keila el día de su boda

“Lo que me llamó la atención fue que la gente estaba sentada en círculo, una frente a la otra. Estaba acostumbrado a sentarme en un banco mirando hacia el frente”, recuerda. Después de las lecturas, los participantes se turnaron para hablar de sus vidas. La charla fue sincera.

“La gente hablaba libremente sobre problemas reales con pura honestidad, diciendo cosas como: 'Volví a consumir drogas'. Y nadie los juzgaba. Sentí: 'Aquí es donde pertenezco'. Desde entonces soy parte del Camino Neocatecumenal”.

Con su fe renovada, Chávez invitó a su novia a unirse al Camino Neocatecumenal, invitación que ella aceptó. La pareja se casó en 2008 y son orgullosos padres de ocho hijos y ahora también catequistas de esta potente realidad eclesial, lo que le permite anunciar a Jesucristo en el barrio en el que creció y donde todavía hoy hay tantos problemas.

Al recordar su vida hasta el momento, se siente afortunado. “Jesús vino a mi vida cuando más lo necesitaba. Y ahora tengo una buena vida gracias a Él”, dice.

Los Oliva Martínez, familia misionera con 14 hijos que evangeliza en Dinamarca: «Dios había hecho tantas cosas buenas en nuestra vida que queríamos anunciar ese amor donde hiciera falta»


Daniel Oliva y Gema Martínez, con sus 14 hijos en el parque de la barriada de Huelin en Málaga / Foto: Álex Zea - La opinión de Málaga

* «Lo primero es evangelizar con nuestra vida, viviendo como una familia cristiana dentro de una sociedad secularizada donde el catolicismo es una minoría y hay muchos matrimonios destruidos. Algunos pueden no entender lo de ser misionero en Dinamarca, pero es que a Dios hay que anunciarlo también en los países a los que consideramos ricos» 

Camino Católico.- Evangelizar desde la vida cotidiana y hacer presente a Dios en medio de la sociedad actual. Ése es el propósito que llevó a Daniel Oliva y a Gema Martínez, un matrimonio del barrio de Huelin de firmes creencias católicas, a dejar en 2009 la cotidianidad de su vida en Málaga para partir a Dinamarca como familia en misión. Feligreses de la parroquia de San Patricio, esta gran familia (tienen 14 hijos) vive desde entonces en la zona de las afueras de Copenhague donde, ya sea en sus trabajos o en su quehacer diario, tratan de hacer presente el Evangelio con su simple testimonio de vida en un país donde el catolicismo es minoritario, estando además al servicio de la Iglesia como catequistas y agentes de pastoral de niños, adultos y parejas jóvenes.

Los Oliva Martínez regresan todos los veranos a Málaga para pasar unos días de vacaciones con la familia y con su comunidad parroquial en su "querido" Huelin desde donde, aprovechando además que este año celebran 25 años de matrimonio, relatan a José Vicente Rodríguez en la La Opinión de Málaga el origen y la experiencia de esa singular "vida en misión".

Daniel y Gema explican que la decisión de partir hace ahora 16 años respondió a un sentimiento de "gratitud" hacia Dios, aunque fue madurada previamente durante algún tiempo para ratificar que era el camino correcto.

"¿Por qué nos fuimos? Llevábamos unos años casados y teníamos ya varios hijos, éramos felices, con los lógicos sufrimientos y problemas, como todo el mundo. Llegó un momento donde vimos que Dios había hecho tantas cosas buenas en nuestra vida que queríamos anunciar ese amor donde hiciera falta", comentan.

Ambos han vivido su fe desde jóvenes en el Camino Neocatecumenal, una realidad de la Iglesia que, entre sus carismas, incluye a familias de todo el mundo (entre ellas, varias de Málaga) que han partido en misión a donde se les ha mandado para hacer presente a la familia cristiana. Cuando Daniel y Gema se ofrecieron a ello les tocó Dinamarca y asistieron en el Vaticano a un encuentro con el entonces papa Benedicto XVI en 2008 en el que se realizó el acto de envío de todas las familias que partieron aquel año.

El matrimonio malagueño formado por Daniel Oliva y Gema Martí­nez, con sus 14 hijos en el parque de la barriada de Huelin de Málaga / Foto: Álex Zea - La opinión de Málaga

La partida (enero de 2009) implicó, lógicamente, empezar la vida prácticamente desde cero en un país y una cultura completamente diferente a la de España y sin conocer el idioma. Daniel, de entrada, dejó en Málaga un trabajo estable y bien remunerado y le costó un tiempo encontrar su primer empleo allí. Gema, por su parte, según cuenta, lo pasó mal en su proceso de aprendizaje del danés, con lo que se sentía más aislada en el día a día. Encontrar una casa en alquiler adecuada en tamaño para una familia tan extensa y que ha ido creciendo con los años ha sido también tarea ardua. De hecho, ya han pasado por cuatro desde que están en Copenhague (viven ahora en el barrio de Skovlunde).

Sin embargo, ambos señalan que durante todos estos años la "providencia" les ha acompañado en todo momento y que Dios les ha ayudado a superar los obstáculos materiales. "Hemos pasado penurias y estrecheces económicas, sí, pero nunca nos ha faltado lo básico. Ha habido meses, por ejemplo, donde no teníamos para pagar la calefacción, y pasábamos las tardes en la cocina todos juntos con un radiador, pero la experiencia que tenemos es que Dios, de un modo u otro, aparece siempre", explican.

Una vida en misión

¿Y cómo es la vida misionera de los Oliva Martínez en Dinamarca? "Lo primero es evangelizar con nuestra vida, viviendo como una familia cristiana dentro de una sociedad secularizada donde el catolicismo es una minoría y hay muchos matrimonios destruidos. Algunos pueden no entender lo de ser misionero en Dinamarca, pero es que a Dios hay que anunciarlo también en los países a los que consideramos ricos", afirman.

En cuanto a la actividad pastoral, se desarrolla en un barrio donde no existe una parroquia católica cercana, por lo que, junto a las otras familias con las que comparten misión en la zona (las hay procedentes de varios países), disponen de un local para celebrar la misa (un sacerdote les asiste) y el resto de celebraciones litúrgicas.

Se realiza además una misión evangelizadora en la plaza del barrio durante varios domingos del año, rezando los laudes (la oración matutina de la Iglesia) y cantando salmos. A veces predican por las propias casas, llamando a la puerta de los vecinos para anunciar el Evangelio. A lo largo del año, Daniel y Gema se ocupan de dar catequesis de todo tipo (jóvenes, parejas que van a casarse, familias que se acercan por primera vez a la Iglesia después de muchos años, etc) y también ayudan en el seminario de Copenhague con lo que se les requiera. Un ejemplo: su casa siempre está abierta para acoger a los seminaristas que van los domingos a comer con esta nutrida familia malagueña.

Todas estas actividades las realizan compaginándolas con sus trabajos (Daniel es conductor de un autobús de línea urbana y Gema, que durante la mayor parte de estos años se ha centrado en las tareas de casa, trabaja además ahora en un centro de mayores cuidando a personas ancianas).

Una casa que no es un "caos"

"A la casa vienen además compañeros de colegio de nuestros hijos a comer y el simple hecho de que montemos una mesa para tantas personas es un signo para ellos. Los padres nos dicen ‘¿cómo vivís, cómo lo hacéis?’ A las familias que nos han conocido les gusta venir a la casa, ven cómo vivimos, les sorprende nuestra forma de educar a los hijos,...", relatan.

Ciertamente, el hecho de ser una familia particularmente numerosa es algo que llama hoy día sobremanera la atención, ya sea en Dinamarca, en España o en cualquier sitio. Daniel y Gema afirman que sus 14 hijos (María, David, Eva, Pedro, José, Marta, Teresa, Ana, Manuel, Carmen, Juan Pablo, Miguel, Daniel y Gabriel) son "un regalo tras otro" de Dios. Siete han nacido en España y los otros siete ya en Dinamarca. La mayor tiene 23 años; el más pequeño, tres.

Sus padres señalan que, lógicamente, organizar una casa tan grande requiere de más trabajo pero rechazan la imagen estereotipada de "caos" que algunos pueden tener cuando piensan en un hogar tan numeroso. "En nuestra casa se da siempre un orden y una obediencia, pero precisamente porque se da el amor y el cariño y porque Dios está en medio", afirma Gema.

Daniel, por su parte, tiene muchas veces que responder a los que le preguntan cómo consiguen llegar a fin de mes. "Hay un dicho que afirma ‘No es más rico quien más tiene sino el que menos necesita’, y es verdad. A veces, con más dinero, también te falta. Tenemos lo que necesitamos", asevera simplemente.

Un pequeño descanso

En unos días, la familia Oliva Martínez volverá a Dinamarca, tras unas semanas en Málaga. "Es una forma de descansar mentalmente y de poder vernos con la familia y con la gente de la parroquia. Vamos a la playa, los hijos ven a los amigos... para nosotros es muy importante todo este contacto con nuestro origen porque así tomamos más conciencia de que estamos en misión" señala Gema.

Cabe destacar que, cada verano, la familia visita un día con todos los niños al hasta ahora obispo de Málaga, Jesús Catalá, que siempre ha estado al tanto de su misión (de hecho, cuando se fueron en 2009, los inscribió en el registro de misioneros de la Diócesis) y que siempre los anima espiritualmente. "Don Jesús nos ha ayudado mucho cada vez que hemos ido, y tiene un especial cariño hacia todos nuestros hijos", comentan agradecidos.

La familia malagueña Oliva Martínez, en el parque de la barriada de Huelin de Málaga / Foto: Álex Zea - La opinión de Málaga

¿Hasta cuándo estarán en la misión de Copenhague? Ellos mismos no tienen la respuesta y dicen que dejan esa decisión en manos de Dios. "Humanamente hay días que diría: ‘Me vuelvo ya’ pero la realidad es que, mientras que no tengamos impedimentos reales (porque Dios habla también en los acontecimientos) creemos que nuestro sitio está allí. Y también vemos que nuestros hijos, aunque les encanta venir siempre a Málaga, están felices. Y eso es también lo importante para nosotros", afirma Daniel.

lunes, 28 de julio de 2025

Cecilia Ansaldi y su esposo tienen 5 hijos sacerdotes y ambos oraron sin decírselo al otro: «’Señor, si quieres todo lo que tengo, ellos son tuyos’; Dios nos los confió les enseñemos el camino al cielo»


Cecilia y Enrique Ansaldi junto a sus cinco hijos, todos ellos consagrados a Dios / Foto: Adveniat

* «Uno tiene que confiar y poner todo su corazón en Dios y en el cuidado que nos da la Virgen María, porque si no, corremos el riesgo de querer -por nuestras propias fuerzas- encontrar nosotros un camino… siendo que el camino siempre es Cristo y Él es Quien lo muestra a quien tiene un corazón sincero, y persevera en la oración y en la unión permanente con Él. Los hijos no son nuestros y son un don de Dios. Cada uno tiene que seguir la vocación que Dios le ha señalado. ¿Quiénes somos nosotros como padres para ser un obstáculo en esa vocación? Sabiendo que, a pesar de las dificultades, solamente correspondiendo al llamado que Dios nos hace, sea en el estado que sea, casados, solteros, religiosos, sacerdotes, Dios es el que da la gracia para sostener esa situación» 

Camino Católico.- Cecilia y Enrique Ansaldi cumplieron recientemente 42 años de casados y a pesar de haber tenido ocho hijos, viven sin ellos en casa, pero plenos, en San Rafael, Argentina. Tuvieron un noviazgo sostenido por la Santa Misa y Dios les regaló cuatro hijos ya sacerdotes: José, Emmanuel, Javier y Gregorio;  Joaquín, el quinto, es monje benedictino y pronto será ordenado Sacerdote en Francia. Tuvieron tres hijos más, que fallecieron durante el embarazo.

Se conocieron en el movimiento juvenil Palestra, en Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina. Asumieron el matrimonio casi seis años después, una vez que ambos terminaron los estudios universitarios. Ella, maestra, y él, médico. Hablaron de los hijos, “serían los que Dios quiera… ¡sí!”, pensaban en una familia numerosa. Los tres hijos que no nacieron -comenta Cecilia- “nos acompañan desde el Cielo.”

La impresionante respuesta a una oración sencilla

Los hijos del matrimonio Ansaldi de chicos eran muy traviesos como todos los niños, lo que no se le ocurría a uno se le ocurría a otro. En la Misa muchas veces estaban inquietos y papá o mamá debían pasar parte de la misma fuera del templo, pero cuando los chicos comenzaron a tener conciencia y realizaron respectivamente su primera Confesión y Comunión, adquirieron interés por las cosas de Dios, les gustaba ser monaguillos y participaban con responsabilidad.

La Eucaristía pasó a ser entonces lo más importante que podían vivir, y además de asistir los domingos, siempre buscaban la oportunidad de asistir entre semana apenas se presentaba la oportunidad.  “Ellos desde chicos pudieron intuir que la Misa no es algo que se puede dejar, que es parte constitutiva de la familia y así fueron asumiéndolo.”

En una ocasión, el Sacerdote, relata Cecilia, motivó en una homilía a rezar por las vocaciones porque hacían falta Sacerdotes. Ella elevó entonces una sencilla oración, teniendo entonces apenas dos hijos. “Si tú quieres todo lo que tengo, ellos son tuyos”, fue todo, asegura Cecilia a Claudia Ortiz en Adveniat. Jamás habló con sus hijos al respecto, tampoco con su esposo, pero fue una oración constante, “si Tú quieres son tuyos, Tú encontrarás la forma”. Y Dios la encontró.

Años después, charlando con su esposo, él dijo que había hecho una oración semejante. “Esto es lo que tenemos, es tuyo”. Y aunque nunca hablaron de eso con sus hijos, Enrique sí les decía a sus hijos, lo mismo que a los adolescentes a quiénes daba clases, “que antes de elegir su profesión, descubrieran a qué vocación los llamaba Dios, ya sea al matrimonio, ser célibes o a la vida religiosa”. “Pero expresamente nunca les preguntamos si querían ser Sacerdotes”, agrega Cecilia. Fue algo que nunca hablaron con ellos, solamente quisieron mostrarles el camino de manera respetuosa para que hicieran libremente sus elecciones.

Los cinco hijos de Cecilia y Enrique Ansaldi todos ellos consagrados a Dios, cuando eran pequeños / Foto: Adveniat

Dios llama a quien quiere y en cualquier circunstancia

Cecilia y Enrique trataban de darles la mejor educación a sus hijos y encontraron en San Rafael, Mendoza, una escuela muy buena que les pareció era lo mejor entonces, por lo que decidieron cambiar de residencia para alcanzar este objetivo.

Estando ya allí surgió una oportunidad para los dos hermanos mayores. Era el año 2000 y pudieron integrarse a participar en la Jornada Mundial de la Juventud en Italia. Para el hijo mayor fue una experiencia esclarecedora de su vocación. José actualmente es párroco en el sur de Francia, y miembro de la Orden San Elías.

Emmanuel entró con 14 años al seminario menor y después pasó al seminario mayor,  donde completó su formación, y recibió la ordenación sacerdotal. En la actualidad está cursando los estudios de doctorado en Arqueología cristiana en Roma.

Javier, el tercero de los hijos, cuando cumplió 16 años expresó su deseo por ir también al Seminario Menor. En la actualidad se desempeña como sacerdote en la parroquia San Lorenzo, de Ollioules, en Francia, donde desarrolla un hermoso apostolado con niños y jóvenes.

Gregorio quería inicialmente ser médico y antes de iniciar la carrera fue solicitado a integrarse a un equipo de voluntarios para prestar su ayuda a una comunidad en Egipto. El viaje era por seis o siete meses, pero a la mitad de ese viaje contactó a sus padres: “¿A ustedes les molesta que yo no siga Medicina -les preguntó- porque yo quiero ser Sacerdote y quiero estudiar acá”. 

Contó con la aprobación de sus papás, que por correo electrónico le dijeron: “Lo que Dios quiera, cuando Él quiera…” Hizo su noviciado en Egipto, para lo cual debió aprender árabe; continuó en Italia, después fue enviado a España, y finalmente concluyó los estudios y recibió el orden diaconal y sacerdotal en Argentina, en el Seminario Diocesano de San Rafael. Actualmente es misionero en dos parroquias en Ecuador, acompaña la Academia Dominicanes e integra la Orden San Elías.

Joaquín, estuvo en el hogar hasta los 16 años, y finalmente también habló con sus padres para decirles que quería entrar al Seminario menor, continuó en el Mayor unos años, y luego, de visita a sus hermanos que estaban en Francia, conoció la abadía Sainte-Madeleine du Barroux tras lo cual les comunicó que quería consagrarse como monje en dicho monasterio benedictino. Su nombre religioso es Juan Diego; y Dios mediante será ordenado Sacerdote el 28 de Octubre próximo.

De hecho, en los últimos años la familia se ha reunido varias veces en torno a Joaquín. “El próximo encuentro de la familia será, si Dios Quiere, nuevamente en Francia. Después, no lo sabemos, a cada día le basta su propio afán”, comentó Cecilia.

Dios preserva la familia en la sana doctrina

Rosario, su ciudad natal, afectada por el tercermundismo y el terrorismo, vivió esos problemas muy seriamente: “lamentablemente muchísimos Sacerdotes quedaron involucrados en eso”, contó Cecilia y agrega, “pero siempre hemos tenido la gracia de encontrar algunos buenos sacerdotes que nos ayudaron a conservar en el corazón el anhelo de buscar algo mejor dentro de lo que nosotros conocíamos”.

Factor determinante en la educación de sus hijos fue la decisión de Cecilia de dejar su profesión para cuidarlos desde el nacimiento del primero; sólo retomó el trabajo docente cuando sus hijos fueron ya grandes, respondiendo al llamado del colegio donde estaban inscritos, por lo que podía ir y volver con ellos de la escuela. Su prioridad era no delegar la educación de los hijos. Tal decisión, aseguró, lo volvería hacer siempre.

En los últimos años, a raíz del ingreso del menor de sus hijos a la Abadía Sainte Marie Madeleine en Francia, el matrimonio descubrió la Misa Tradicional: “Dios se encarga de ir cerrando o abriendo puertas, de ir guiando nuestra libertad… podemos dar testimonio a lo largo de los años; ha sostenido nuestro anhelo de servirlo, venciendo tropiezos, abriendo nuevas puertas… a veces gracias a la palabra de una persona, el consejo de otra… nos ha ido guiando por el camino para poder descubrirlo cada vez con mayor profundidad.”

Sus hijos vivieron esa misma dinámica, pasando por diversas etapas y lugares, aferrados a Dios que los preservó y les siguió mostrando el camino en medio de los estudios, el apostolado y demás tareas sacerdotales, cuidando de manera particular el servicio de la liturgia. Cecilia considera que Dios les mostró el camino porque había sinceridad en la entrega. “Uno tiene que confiar y poner todo su corazón en Dios y en el cuidado que nos da la Virgen María, porque si no, corremos el riesgo de querer -por nuestras propias fuerzas- encontrar nosotros un camino… siendo que el camino siempre es Cristo y Él es Quien lo muestra a quien tiene un corazón sincero, y persevera en la oración y en la unión permanente con Él.”

El cumplimiento de la voluntad de Dios

- ¿Cómo es tener cinco hijos consagrados a Dios?

- Yo gozo tanto cuando estamos juntos, es un gozo tan grande verlos, ver cómo a pesar de ser distintos, son muy distintos, se han peleado y pelean como buenos hermanos, cada uno tiene respeto y admiración por el otro, verlos cómo discuten, cómo se plantean las cosas, cómo se ríen; así, a lo largo de los años; para mí es un gozo. Es cierto parece algo raro tener cinco hijos consagrados a Dios, pero no lo es tanto.

- ¿No los extraña?

- Yo creo que Dios asiste con su gracia; ciertamente los quisiera tener cerca, pero por otro lado somos conscientes de que cada uno tiene que seguir la vocación a la que Dios le llamó. Nosotros seguimos nuestra vocación al matrimonio y para ello en un momento dejamos nuestros respectivos hogares de origen, y entonces seguramente nuestros padres han sentido la pérdida, pero nos dejaron ir, a su modo nos enviaron, con mucho gusto. 

Yo creo que es el mismo sentimiento. Uno siente la partida de los hijos, pero por otro lado, se establece una comunicación espiritual tan profunda, tan íntima, que es como si estuvieran todos acá; y así cada vez que nos encontramos, es como si estuviéramos siempre juntos. Sí, es difícil el momento de la partida, pero pasaría lo mismo con cada hijo que vive lejos cuando es el reencuentro y luego llega el momento de despedirse. A veces quisiéramos que estén más cerca pero el saber que en cada Santa Misa cada uno de ellos hace presente a Cristo, por la Eucaristía que compartimos, estamos unidos más a Nuestro Señor, como más íntimamente con Él, es un misterio demasiado profundo, una gracia enorme, como a cada uno de ellos por Cristo y los afectos.

- ¿Qué pasa con el tema de los nietos, cómo sobrellevar que no los tendrá?

- Los hijos no son nuestros y son un don de Dios. Asimismo, los nietos tampoco son nuestros y son también un don. Entonces, no es que tenemos derecho a tener nietos. Solamente tenemos, sí, la gracia de haber cooperado con Dios con estos hijos y ahora de compartir sus vidas en este camino al Cielo.

Y podría ser que, aún sin que nuestros hijos fueran sacerdotes, los nietos no llegaran, porque no son un derecho. En este sentido, como además Dios no se deja ganar en generosidad ante una entrega total y considerando que podría ser que en algún momento pudiera llegar la nostalgia de saber que uno no va a tener nietos, Dios es tan bueno que compensa esa falta con gracias sobreabundantes. Y aunque no hubiese una compensación, lo más importante es recordar que los hijos no son nuestros, son de Dios.

- ¿Podría compartir un mensaje para los padres de familia a los que les cuesta dejar que sus hijos respondan al llamado de Dios hacia una vocación religiosa?

- Cada uno tiene que seguir la vocación que Dios le ha señalado. ¿Quiénes somos nosotros como padres para ser un obstáculo en esa vocación? Sabiendo que, a pesar de las dificultades, solamente correspondiendo al llamado que Dios nos hace, sea en el estado que sea, casados, solteros, religiosos, sacerdotes, Dios es el que da la gracia para sostener esa situación.

Además, reitero, nuestros hijos no son nuestros, Dios nos los confió en su infinita misericordia y su infinito amor para que nosotros cooperemos en esta obra creadora y les enseñemos el camino al cielo. Y eso sólo puede ocurrir si cumplen con la voluntad de Dios, con la vocación a la que les llama, de ahí que nuestra respuesta ante cualquiera de los llamados vocacionales de nuestros hijos, vuelvo a decir, casados, solteros, religiosos, sacerdotes o monjas, tenemos que apoyarlos, ayudarlos y rezar constantemente por ellos.

- ¿Está feliz Cecilia, siente la ternura de Nuestro Señor en su vida?

- Muy feliz, a veces demasiado -respondió conmovida-, es imposible no sentir Su ternura. Más allá de que no es una vida color de rosa y Dios no nos ahorra el dolor, pero es tan grande Su Amor que es muy difícil comunicar lo que se siente: tan queridos, tan amados por Dios, aún en medio del dolor y del sufrimiento -que los tenemos todos los días- y Él no nos priva de ellos, al contrario hay veces que las cruces son grandes; pero Dios nos ama tanto… en cada Santa Misa sobremanera. Cuando uno se arrodilla y realmente piensa en la propia indignidad y el misterio del amor de Dios…, es difícil comunicar.

martes, 15 de julio de 2025

María Zhang se hace monja al enviudar y quedarse sola porque sus cuatro hijas son religiosas y su hijo sacerdote: «Le pregunté al Señor: ‘¿Y ahora yo, qué?’ Soñé con una monja y sentí que Cristo me quería así»


María Zhang pronuncia la fórmula de su profesión solemne como monja agustina recoleta

* «Ya he cumplido diez años en la comunidad y sigo con la misma felicidad desde el día en que entré. El 13 de mayo de este año 2025 hice mi profesión solemne. Y en estos días, después de diez años, viajaré por un mes a mi país, China, para visitar a mis hijos. Doy gracias a Dios por la familia religiosa agustina recoleta que me ha regalado. Esta vida de clausura me permite vivir mi vocación contemplativa cumpliendo mi misión de orante junto a mis hermanas, pidiendo por tantas necesidades de nuestro mundo, especialmente para que toque los corazones de las personas, como un día tocó el mío» 

Camino Católico.- Maria Zhang Yue Chun, madre de familia, viuda y conversa al catolicismo, nacida en China, emitió sus votos perpetuos el pasado 13 de mayo en el convento de las Agustinas Recoletas de Vitigudino, en la provincia de Salamanca. Esta madre de familia china vio cómo, tras convertirse la familia, toda su prole se consagraba a Dios en su país. Cuatro hijas son monjas y su hijo es sacerdote. Después de enviudar, ella misma se hizo agustina recoleta y acaba de hacer su profesión solemne en un monasterio de Salamanca.

María Zhang llegó a España en 2015, con 56 años y sin saber español. Se valía del traductor de un móvil para poder expresarse. Aterrizó en nuestro país para ingresar en el convento de las agustinas recoletas de Vitigudino tras recibir, en su país, acompañamiento espiritual de un sacerdote agustino recoleto chino que le abrió las puertas a esa posibilidad.

Tomó el velo blanco de novicia en 2017. Tres años más tarde hizo sus votos temporales en una celebración en la que estuvo acompañada por una de sus hijas, también agustina recoleta.

Lleva ya 10 años en el convento y para la priora del convento castellano, la hermana Berta Feijó (peruana), ella es "un ejemplo" para la comunidad. 

A la derecha, la religiosa agustina recoleta Sor María Zhang, junto a su hija Sor María Sun Shen, en 2020, cuando la madre realizó sus votos temporales / Foto: Agustinos Recoletos

Por su parte, ella ha aprendido más sobre la fe no solo de españolas, sino de las religiosas de otras nacionalidades. Hay varias africanas en el convento, que iniciaron al final de la ceremonia de votos perpetuos una danza tradicional al estilo africano al que la monja china se sumó.

La ceremonia religiosa estuvo presidida por el obispo de Salamanca, José Luis Retana, quien estuvo acompañado por varios sacerdotes agustinos recoletos, entre los que se encontraba el padre Jesús Lanao, y los dos párrocos de Vitigudino, Francisco Fraile y José Antonio. Así cuenta su proceso de conversión y el de toda su familia:

María Zhang, postrada en tierra durante el canto de las Letanías de los Santos / Foto: Salamanca al día - Miguel Corral

«Conocí a Dios por medio de mi hermana, que había ingresado en la Iglesia católica. Ella me animó a participar. Desde el primer instante me sentí muy unida a Él» 

Mi nombre es María y soy de China. Sin todavía conocer a Dios, mi marido y yo siempre vivimos como una familia muy unida, inculcando valores a nuestros hijos y respetando el don de la vida. 

Conocí a Dios por medio de mi hermana, que había ingresado en la Iglesia católica. Ella me animó a participar. Desde el primer instante me sentí muy unida a Él. En ese momento comenzó mi proceso de conversión y ese mismo año, 2007, mis cuatro hijas mujeres y yo decidimos bautizarnos. Al año siguiente lo hizo mi esposo, junto con mi hijo, el pequeño de la familia. 

Interiormente, yo sentía que el Señor me pedía que le diera a mis hijas, pero no entendía cómo. Entonces, una religiosa agustina recoleta invitó a mi hija mayor a vivir una experiencia con ellas. Le gustó y se quedó. Luego le siguió mi segunda hija y, después, las dos siguientes. Yo me sentía contenta de que fueran religiosas. 

Mi marido y yo nos mudamos cerca del convento. Pero al año siguiente falleció mi esposo y me quedé con mi hijo. Al poco tiempo, mi hijo me dijo que él quería ser sacerdote. Aunque me costaba separarme de él, me sentí feliz de que el Señor lo hubiera elegido. 

Quedando yo sola, le pregunté al Señor: «¿Y ahora yo, qué?». Un día, en sueños vi una mujer vestida de monja. Sin saber qué significaba, sentía que el Señor me decía que me quería así.

A mi hija la mayor la destinaron a España. Sabiendo mi deseo de ser monja, averiguó en distintos monasterios si me podían recibir. Era normal que algunos no quisieran recibir a una viuda con cinco hijos; pero llegué al monasterio de Santo Toribio de Liébana en Vitigudino, en Salamanca. 

Mis hijos eran los más interesados en que yo ingresara en el convento, porque comprendían esta vocación contemplativa y estaban seguros de que yo sería feliz así. 

No me fue difícil hacer los trámites para venir a España. Sentía que el Señor me facilitaba las cosas y desde mi entrada al convento me sentí acogida. A pesar de que no sabía nada del idioma, estaba feliz. 

Ya he cumplido diez años en la comunidad y sigo con la misma felicidad desde el día en que entré. El 13 de mayo de este año 2025 hice mi profesión solemne. Y en estos días, después de diez años, viajaré por un mes a mi país para visitar a mis hijos. 

Doy gracias a Dios por la familia religiosa agustina recoleta que me ha regalado. Esta vida de clausura me permite vivir mi vocación contemplativa cumpliendo mi misión de orante junto a mis hermanas, pidiendo por tantas necesidades de nuestro mundo, especialmente para que toque los corazones de las personas, como un día tocó el mío.

Sor Maria Zhang Yue Chun