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lunes, 7 de abril de 2025

José Manuel y Mila, matrimonio con 7 hijos: «Nunca nos ha faltado nada, Dios siempre nos ha provisto, no se deja ganar en generosidad; no hemos perdido la vida por casarnos jóvenes y tener hijos, la hemos ganado»


José Manuel y Mila con sus 7 hijos / Foto: Revista Encuentros

* «No tiene sentido eso de ‘voy a probar a ver si funciona, Si realmente amas a alguien y lo tienes claro, entrégate por completo. No a medias, sin condiciones. Hoy en día todo se mide en términos de placer y comodidad. Pero la verdadera plenitud está en el sacrificio, en darse por los demás. Mira a la Madre Teresa de Calcuta, cómo estaba de desgastada y cuánto amaba. Amar es gastar la vida en algo que valga la pena. No tengas miedo a gastar tu vida en lo que realmente importa» 

Camino Católico.- En esta ocasión, traemos un bello y esperanzador testimonio de un matrimonio español, de Madrid. Ellos se llaman José Manuel y Mila y han tenido la valentía de exponer algunos aspectos de su vida, para compartir con el mundo la alegría del sacramento del matrimonio.

Cuando se casaron, tenían 20 y 19 años respectivamente. En una sociedad donde el compromiso se posterga cada vez más y la estabilidad parece una meta lejana, su decisión parecía una auténtica locura. 

Hoy, once años después, con siete hijos y una vida compartida cimentada en Jesucristo y su Iglesia, el amor y la entrega, su historia es un testimonio del que estamos seguros va a ayudar a muchas personas a confiar más en Dios .

Amor sin pruebas, entrega sin reservas 

Algo que muchos no entienden, es cómo pudieron casarse tan jóvenes, sin haber "probado" otras opciones de vida. Uno de nuestros protagonistas, José Manuel, recuerda las preguntas que le hacían en su entorno: “Pero, ¿estás seguro? ¿Cómo sabes que es la mujer de tu vida si no has estado con otras?”. 

Su respuesta fue siempre clara: “No necesito probar a todas las mujeres del mundo para saber que ella es la que Dios ha puesto en mi camino”, explica a la Revista Encuentros

Su noviazgo, que duró cuatro años, fue un tiempo de conocimiento profundo, de conversaciones interminables y, sobre todo, de construir un amor cimentado en la fe. Ambos recuerdan con cariño esa etapa en la que pronto descubrieron sus diferencias. “Pensábamos igual en muchas cosas, pero luego te das cuenta de que somos totalmente distintos”, confiesa Mila entre risas.

Sin embargo, la clave para ellos no estaba en la compatibilidad perfecta, sino en el compromiso de amarse y respetarse en sus diferencias. 

Durante el noviazgo tomaron la decisión de vivir la castidad, para poder entregarse completamente el uno al otro en el matrimonio. “No tiene sentido eso de ‘voy a probar a ver si funciona”, señala José Manuel. “Si realmente amas a alguien y lo tienes claro, entrégate por completo. No a medias, sin condiciones”.

6 de los hijos de José Manuel y Mila / Foto: Revista Encuentros

Compromiso, lo que el mundo necesita

Hoy en día, muchas parejas se asustan del compromiso, de cualquier tipo, pero especialmente el de para toda la vida, lo ven como una pérdida de libertad.

Para José y Mila, sin embargo, ha sido todo lo contrario: “Lo bonito es decidirte por alguien y entregarte sin reservas. Eso es la verdadera libertad”.

Para ellos, la clave está en entender que el amor no es solo un sentimiento pasajero, sino una decisión diaria. Y eso lo ven en su entorno. “Muchos amigos nuestros siguen con sus parejas de siempre, pero no terminan de dar el paso porque tienen miedo. Y ese miedo les impide crecer”.

La cultura del ya habrá tiempo y del no estoy preparado, los mantiene en una especie de limbo emocional. “Nadie está preparado del todo”, dice Mila con una sonrisa. “Pero la vida no se trata de esperar a estar listo, sino de lanzarse con confianza”.

¡Ya tienen 7 hijos!

Quizá lo más llamativo de su historia es su apertura a la vida. Siete hijos en once años pueden parecer un desafío inabarcable para muchos.

Pero es que, para ellos cada hijo ha sido un regalo. “Yo siempre quise tener varios, pero una cosa es la teoría y otra la práctica”, admite. Mila entre risas. “Cuando llegan, la familia entera se adapta”.

En un mundo donde tener hijos es visto como un sacrificio que impide la realización personal, este joven matrimonio defiende todo lo contrario: “Nosotros no hemos perdido la vida por casarnos jóvenes y tener hijos, la hemos ganado”, dice José. “No nos hemos quedado sin viajar ni sin vivir experiencias. Porque este es el mejor viaje que hay”. 

A lo largo de los años han recibido miradas de asombro e incluso de crítica. “Cuando teníamos cuatro hijos, alguien me dijo: “¿Pero además estás casado?” como si fuera algo aún más raro”, cuenta José Manuel.

Pero más allá de las opiniones ajenas, ellos tienen claro que lo que han construido tiene un valor incalculable.

José Manuel y Mila con 6 de sus hijos / Foto: Revista Encuentros

Pongamos toda nuestra confianza en Dios 

Uno de los grandes frenos a la familia hoy en día es el factor económico. “No voy a tener hijos hasta que tenga estabilidad, dos trabajos, una casa pagada, un coche y un iWatch”, ironiza José. Pero en su experiencia, la seguridad no llega antes de lanzarse, sino después: “Desde los 20 años hasta ahora nunca nos ha faltado nada. Dios siempre nos ha provisto”. 

Han vivido tiempos de incertidumbre, con trabajos inestables y periodos de formación, pero siempre con la certeza de que Dios les ha sostenido. “Si uno espera a tenerlo todo asegurado, nunca se lanza. Dios no se deja ganar en generosidad”, explica Mila. 

Escuela de amor y entrega diaria 

El matrimonio y la paternidad han sido para ellos una escuela de amor y sacrificio. “Yo antes era mucho más egoísta”, confiesa José Manuel. “Pero el día a día te va moldeando. Aprendes a salir de ti mismo y a amar de verdad. Y cuando tienes muchos hijos, no te queda otra que darte a tu familia”. 

Mila, que actualmente trabaja, estudia y cuida de sus hijos, ve en José Manuel un apoyo fundamental. “Si yo puedo estudiar y opositar es porque él está ahí, cuidando de los niños, animándome. El amor es pensar en el otro antes que en uno mismo”. 

Ambos coinciden en que el amor verdadero se demuestra con hechos, no con palabras. “Obras son amores y no buenas razones. No basta con decir ‘te quiero’, hay que demostrarlo con actos concretos cada día”, dice José. 

El secreto de la felicidad: vivir para darse 

Para esta familia, la clave de la felicidad no está en acumular experiencias individuales, sino en vivir para los demás. “Hoy en día todo se mide en términos de placer y comodidad. Pero la verdadera plenitud está en el sacrificio, en darse por los demás”, afirma José. “Mira a la Madre Teresa de Calcuta, cómo estaba de desgastada y cuánto amaba. Amar es gastar la vida en algo que valga la pena”. 

Ponen una imagen como ejemplo de lo que es arriesgarse a vivir en entrega. La vida es como un coche nuevo. Puedes dejarlo aparcado en el garaje para que no se raye, o sacarlo a la carretera y disfrutar el viaje. Y concluyen con una invitación clara: “No tengas miedo a gastar tu vida en lo que realmente importa”.

En un mundo que huye del compromiso y busca seguridad antes que entrega, José Manuel y Mila son un recordatorio vivo de que la verdadera felicidad no se encuentra en evitar el sacrificio, sino en abrazarlo con amor.

viernes, 21 de marzo de 2025

Tom Hickey y Maureen Kane, pareja de casi 99 años que celebra 75 años de matrimonio: «Recen siempre los unos por los otros, manténganse cerca de Dios y de su familia, sean siempre fieles, honestos, amables y cariñosos»


* «Dios me ha acompañado a lo largo de 98 años de vida y 75 años de matrimonio. No sabría a quién recurrir en los momentos difíciles de la vida si no fuera por el Todopoderoso. Él nos ha bendecido con una familia maravillosa, con buena salud y con muchos años de un matrimonio maravilloso», dice la esposa Maureen Kane

Camino Católico.-  Tom Hickey y Maureen Kane, quienes cumplirán 99 años este mismo año, crecieron a cien metros de distancia el uno del otro, en Richmond Hill, Queens, Nueva York (EE.UU), y llevan 75 años casados. National Catholic Register ha contado su larguísima historia. 

Los dos se llevaban un curso de diferencia en la escuela Holy Child Jesus, y sus familias eran feligreses de Holy Child. Cuando eran adolescentes, Tom y Maureen solían asistir a los mismos eventos y fiestas escolares.

Tom recuerda que a los ocho años pasó por la casa de Maureen, después de que le extirparan el apéndice. El pequeño le llevó un pequeño "regalo": una libreta de direcciones. Hoy todavía bromean diciendo que fue algo que se encontró en el cajón de su madre, que ya tenía direcciones escritas.

La fe, siempre fundamental

Maureen y Tom celebraron hace un mes una misa de aniversario con toda su familia en la parroquia de Santa Catalina de Siena, en Franklin Square, Nueva York (EE.UU). Para la pareja, la fe y la familia han sido siempre fundamentales. 

Tom fue uno de los nueve hijos de su familia y recuerda las tareas que hacía antes de ir a jugar con sus amigos. "Mi hermana mayor, Margaret, se hizo monja josefina en la época en que nació mi hermano Joe, en 1929", relata. Cuando se hizo mayor, Tom trabajó en una farmacia y repartía los pedidos en bicicleta.

Por su parte, Maureen, era la mayor de las tres hijas de sus padres, y recuerda cómo la longevidad y la fidelidad al matrimonio ya le viene de familia. "Mis padres formaron una gran pareja y tuvieron un matrimonio basado en el amor durante 66 años", comenta. 

La vida de Tom ha sido apasionante. En 1943, poco después de graduarse de la escuela secundaria, se unió a la Marina. Sirvió en el Pacífico a bordo del Vincennes durante tres años, atravesando el Canal de Panamá hasta Pearl Harbor, en Hawái.

"Cuando terminó el entrenamiento en Boston, se fue a casa de permiso. Salimos juntos la noche del 12 de abril de 1944 a la taberna The Boulevard, en Queens, y fue el comienzo de nuestro romance. Nos escribimos por correo postal durante toda la guerra, hasta que lo licenciaron el 10 de enero de 1946, aún no había cumplido los 21 años", recuerda su mujer.

Ese mismo otoño, Maureen ingresó a un programa de enfermería de tres años de duración. "Los planes de casarse tuvieron que posponerse porque la escuela no permitía estudiantes casados", explica. Hasta que, por fin, se casaron el 18 de febrero de 1950, en su parroquia natal de Holy Child.

"Nos escribimos por carta durante toda la guerra", recuerda Maureen Kan, que aparece en la imagen junto a su esposo  Tom Hickey el día de su boda  / Foto: National Catholic Register    

Después de su luna de miel, en la que fueron a Florida en tren, los recién casados se establecieron en Long Island. Maureen trabajaba como enfermera y Tom comenzaba una carrera de 39 años en AT&T y New York Telephone. Compraron su primera casa por 10.000 dólares, donde crecerían sus siete hijos y vivirían su fe en la parroquia de Santa Catalina. 

Maureen se mantenía ocupada organizando fiestas de cumpleaños para los niños, actividades escolares, viajes familiares y eventos de la iglesia, y le gustaba jugar a las cartas con un grupo de amigas. "Hemos sobrevivido a todos nuestros amigos", dijo la matriarca, recordando con cariño a sus amistades.

Mientras que Tom también recordó a sus amigos de la Marina y a sus compañeros de golf. "He tenido muchos amigos, pero ninguno como mi esposa, Maureen, con la que llevo casado 75 años. Ella es mi mejor amiga", confiesa.

Una vida al servicio

La pareja, como católica devota que es, recuerda sus viajes a la misa celebrada por el Papa San Pablo VI en el Yankee Stadium de Nueva York en 1964, y a la misa ofrecida por el Papa San Juan Pablo II en el Aqueduct Race Track en 1995.

Tom y Maureen han sido feligreses devotos en su parroquia durante más de 70 años. Además de asistir a misa como familia, Maureen ha participado en las Madres Cristianas durante más de 30 años, organizando su retiro anual; ha servido en el ministerio de consolación durante 10 años; y ha sido ministro extraordinaria de la Comunión en las misas.

Por su parte, Tom participó en la Sociedad del Santo Nombre, incluso como presidente; ha sido lector; comenzó la Sociedad de Adoración Nocturna de la parroquia en 1951, y también dio su tiempo como ministro extraordinario.

En la misa del 75 aniversario de matrimonio participaron la mayoría de sus 17 nietos y 14 bisnietos. Monseñor Figliozzi comenzó su homilía citando al Papa San Pablo VI: "La Iglesia enseña que el matrimonio entre el hombre y la mujer es imagen del matrimonio de Cristo con su Iglesia y también debe ser un reflejo del amor mismo de Dios, que siempre es fiel. Tom y Maureen han sido testigos y maestros de lo que Jesús y su Iglesia esperan que sea el matrimonio".

Sobre la receta para estar tantos años juntos, los Hickeys lo tienen claro. "Manténganse cerca de Dios y de su familia. Sean siempre fieles a ustedes mismos, honestos, amables y cariñosos", dijo Maureen, y agrega: "Cada día es un regalo; vívanlo al máximo".

Tom Hickey y Maureen Kan sirvieron como ministros extraordinarios en su parroquia / Foto: National Catholic Register

"Siempre estuve agradecida a que mis padres pensaran que era importante darnos una educación católica", recuerda Maureen. "Gracias a mis padres y a las monjas en la escuela, nos dimos cuenta de lo importante que es la fe. Dios me ha acompañado a lo largo de 98 años de vida y 75 años de matrimonio. No sabría a quién recurrir en los momentos difíciles de la vida si no fuera por el Todopoderoso. Él nos ha bendecido con una familia maravillosa, con buena salud y con muchos años de un matrimonio maravilloso".

Mientras que Tom, propone: "Manténganse cerca de sus padres. Recen unos por otros; ayúdense mutuamente".

viernes, 14 de marzo de 2025

Lola Sánchez, con 5 hijos, 2 adoptados con síndrome de Down: «Tengo la familia que Dios ha pensado para mí y me ha dado»


Lola Sánchez en el programa 'Ecclesia al día' de 13 TV contando su testimonio  / Foto: 13 TV

* «Nosotros el único plan desde el minuto cero que teníamos era casarnos y tener hijos. El resto lo ha ido haciendo Dios y ha sido pura misericordia de Dios» 

Vídeo de 13 TV en el que Lola Sánchez cuenta su testimonio

Camino Católico.- Lola Sánchez, una madre de familia numerosa, comparte en 'Ecclesia al día' de 13 TV su inspiradora historia de matrimonio, los desafíos de fertilidad y cómo la adopción transformó su vida, revelando cómo Dios guio su camino hacia la familia que siempre había soñado. Desde el principio de su relación, Lola y su esposo Pablo compartían una visión clara sobre su futuro juntos. "Nosotros el único plan desde el minuto cero que teníamos era casarnos y tener hijos. El resto lo ha ido haciendo Dios y ha sido pura misericordia de Dios", recuerda Lola. Este deseo mutuo fue la base sobre la cuál construyeron su vida en común.

El Deseo Profundo de Maternidad

Para Lola, la maternidad no era solo una opción, sino una vocación arraigada en lo más profundo de su ser. "Lo único que he tenido claro desde el minuto cero era que yo quería ser madre", afirma convencida. Este deseo la acompañó desde su juventud y moldeó sus aspiraciones de formar una familia numerosa.

El matrimonio de Lola y Pablo pronto se vio bendecido con la llegada de su primera hija, Teresa. Este momento de alegría y plenitud marcó el inicio de su vida como padres y fortaleció aún más su vínculo familiar. Sin embargo, tras este feliz acontecimiento, comenzaron a surgir obstáculos en su camino de ampliar la familia.

Lola Sánchez explica que orando encontró el camino, guiada por Dios,  para tener con su esposo la familia que deseaban desde el principio de casarse. En la imagen con su hija  Lola (Bubi) / Foto: 13 TV

Tras varios intentos fallidos por concebir, Lola y Pablo recibieron un diagnóstico que cambiaría sus planes de forma radical: Pablo padecía de esterilidad absoluta. "Los médicos nos decían, 'Mira, es que con esto en realidad no es posible'", recuerda Lola. Este golpe inesperado los llevó a replantearse su futuro y a explorar nuevos caminos para cumplir su deseo de tener más hijos.

La Adopción como un Llamado Divino

En medio de la incertidumbre y la búsqueda de respuestas, una catequista le propuso a Lola la idea de convertirse en "la madre de los que nadie quiere". Esta revelación la impulsó a considerar la adopción como una forma de expandir su familia y brindar amor a niños necesitados. "¿Por qué no adoptamos? A lo mejor Dios nos está dando hijos y nosotros no los estamos queriendo acoger, no los estamos viendo".

Aunque al principio Pablo se mostró reticente, Lola persistió en su búsqueda y comenzó a investigar sobre la adopción de niños con necesidades especiales. Para que su esposo aceptará adoptar, ella se dio cuenta que “debía ser el Señor quien se lo pusiera en el corazón”. Finalmente, “mi esposo un día me dijo: ‘Si tú lo ves, nos vamos a ir a rezar a un monasterio y si yo vuelvo con paz es que está es la voluntad de Dios para nosotros y que este hijo adoptado es el que Dios nos está dando’”.

Al volver del monasterio de rezar, Lola le preguntó a su esposo cómo estaba y le aseguro que “estoy muy tranquilo”. Y entonces, el 20 de julio de 2012, Lola y Pablo recibieron a Pepe, un niño con síndrome de Down, que llegó a sus vidas para llenarlas de alegría y amor incondicional. "Aquello fue un desborde de alegría", describe Lola. Pablo, quien inicialmente tenía dudas, se rindió ante el amor que emanaba de Pepe y lo aceptó como a un hijo propio.

Lola confidencia que “yo tenía claro en el corazón que eso era lo que Dios quería de mí y lo que me estaba dando era un hijo con necesidades especiales, pese a que yo no había tenido ningún contacto con nada que tuviera que ver con cualquier discapacidad”.

Lola Sánchez con su esposo Pablo y sus cinco hijos / Foto: 13 TV

La Familia se Multiplica

La historia de Lola y Pablo continuó sorprendiendo cuando, poco después de la llegada de Pepe, Lola descubrió que estaba embarazada de Juan, y luego tuvieron a Roque. Más adelante, la familia se completaría con la adopción de Lola (Bubi), también con síndrome de Down. 

A lo largo de su camino, Lola y Pablo se enfrentaron a críticas y juicios por parte de aquellos que no comprendían su elección de adoptar niños con necesidades especiales. Sin embargo, también encontraron un gran apoyo en su comunidad y en amigos que compartían su fe y sus valores. Lola ha aprendido a no tomar en cuenta las opiniones negativas y a enfocarse en el amor y la felicidad que encuentra en su familia. "Cuanto más das, más recibes".

Lola concluye que su familia, formada por su marido Pablo y sus hijos Teresa, Pepe, Juan, Roque y Lola (Bubi), es un reflejo del plan divino y una muestra de que el amor puede superar cualquier obstáculo. "Tenía la familia que Dios me había dado, y que el que la tenía pensada para mí era Dios", afirma con gratitud.

domingo, 9 de marzo de 2025

Laurine, de 30 años, se va a bautizar: «Conocí a mi novio y me dijo que era católico y un día le pedí que me acompañara a la Iglesia; mi vida cambió en aquella Misa; fue el Espíritu Santo que descendió sobre nosotros»


Laurine, de 30 años, va a recibir el bautismo la próxima Pascua / Foto: Laurine

* «Sospecho que una luz cegadora no descenderá de repente sobre mí cuando el sacerdote me eche agua en la cabeza. Pero voy a convertirme en miembro de la comunidad cristiana. Estoy deseando formar parte del equipo. Y luego está la comunión. También voy a recibir mi parte de Cristo. Después del bautismo, comienzan los preparativos para mi boda con mi novio Pierre. Estoy muy contenta de continuar mi camino de fe con un curso prematrimonial. Y luego poder transmitir esta fe a mis hijos, construir nuestra familia sobre bases sólidas, sobre esta fe que nos impulsa y nos hace vibrar. Recibir el bautismo es el regalo que elegí hacerme por mi 30 cumpleaños. ¡Y qué regalo!»

Camino Católico.- "Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Miles de catecúmenos de todo el mundo se preparan para escuchar estas palabras la noche de Pascua, cuando reciban el bautismo. Laurine, vive en Beauvoisin (Francia), confiesa que "recibir el bautismo es el regalo" que eligió para su 30 cumpleaños. Conoce a Laurine.

A los 30 años, la vida está llena de sorpresas, y Laurine lo sabe muy bien. Originaria de Beauvoisin (Francia), esta joven enérgica está a punto de vivir una experiencia que jamás habría imaginado. Como catecúmena, será bautizada la noche de Pascua. "Mis padres no son creyentes y, en general, se oponen a la religión", explica de entrada a Agnès Pinard Legry en Aleteia. "Mi abuela paterna pertenecía a una secta, y la religión se convirtió en un tema tabú, una fuente de discordia". Mientras que su hermana mayor fue bautizada para complacer a sus abuelos, Laurine no. "Mis padres se divorciaron cuando yo era pequeña, así que mi bautismo no estaba en el orden del día".

Recuerda que a los 8 años quería explorar su fe, pero pronto comprendió que no era una prioridad. A los 17 años perdió a su bisabuela materna, a la que estaba muy unida. "Ella creía en Dios y recuerdo la belleza de su funeral. Recuerdo que me sentí atrapada por algo, que sentí una conexión. Pero no profundicé más y la vida siguió". Bueno, no del todo. Siente la presencia de su bisabuela con mucha fuerza cuando tiene que enfrentarse a elecciones difíciles y tomar decisiones dolorosas. "Hoy sé que ella nunca deja de interceder por mí ante Dios", dice Laurine. "En aquel momento no tenía las palabras, pero ahora lo sé".

Y entonces llegó una reunión hace ahora tres años. La reunión, con el que está a punto de convertirse en su marido el año que viene. "Pierre fue la primera persona con la que hablé de religión. Me explicó que era católico, pero desde el principio me dijo que no le molestaba que yo no creyera en Dios".


Sin embargo, cuanto más se adentraba Laurine en la relación, más se daba cuenta de que él representaba todo lo que ella había esperado: una visión compartida del mundo, valores comunes… A Laurine le resultaba difícil expresar con palabras lo que había sucedido. "Algo sucedió. Debió de ser el Espíritu Santo que descendió sobre nosotros". Se levantó una mañana y, como nunca había ido a la iglesia, le pidió que la acompañara. No sabía muy bien cómo hacerlo, cuenta, "pero él simplemente respondió: 'Con mucho gusto'". Era una misa familiar.

"Recuerdo que lloré mucho en aquel banco. Había tanta gente acogedora, tanto amor a nuestro alrededor… Me sentía como en casa", recuerda emocionada. Aquel día de abril de 2024, sintió que pertenecía a un lugar. "Y fue entonces cuando todo encajó. Durante demasiados años había dejado que los acontecimientos me sorprendieran sin profundizar en mi fe. Decidí parar ahí. Supe que era aquí donde debía estar".

Laurine y su prometido Pierre / Foto: Laurine

Para Laurine, las cosas se precipitaron. La pusieron en contacto con el responsable del catecismo para adultos, el llamado catecumenado. "Concretamente, mi vida cambió. Hubo un punto de inflexión en aquella Misa. Siento una gran alineación en mi vida con todas estas etapas", asegura. Cuando escribió su carta al obispo, hace quince días, las palabras le fluían. "Es raro que sienta tanta fluidez. Todo fue muy natural, nada se interpuso". Y la joven continúa: "Las cosas simplemente fluyeron, sé que no es un capricho del momento. Siento que estaba profundamente arraigado en mí. Simplemente tenía que salir". ¿La sensación que tiene a medida que se acerca el gran día? "¡Es como deshacer por fin el nudo de un ovillo!"

Así que, por supuesto, aunque prevalece la serenidad, no todo fue fácil en los preparativos. "¡Había crecido y vivido sin religión durante 30 años! Cuántas veces volvía de una reunión y me preguntaba: '¿De verdad me creo todo esto? ¿No me estaré volviendo loca?'".

Los momentos de claridad, cuando sabe que está en el lugar correcto, y los momentos de duda, cuando se pregunta si está cometiendo un error, se alternan regularmente. "Cuando estás sola, tienes dudas. Me costó aceptar este cambio a los 30 años. Estar con Pierre y un equipo de catecúmenos me ayudó mucho".

Con su Pierre, las discusiones sobre la fe, la Iglesia, cuestiones sociales y la famosa brújula que es el Evangelio no cesan. Él está inmerso en la fe desde niño y ha crecido con los valores de la Iglesia; ella descubre y absorbe todo lo que puede. "Desde que empecé, me dice lo valiente que soy. Pero también creo que es muy valiente por su parte acompañarme en este viaje". Aunque Pierre tuvo una educación católica de niño y se define como creyente, la conversión de Laurine le ha estimulado y empujado a replantearse todo lo que aprendió en su juventud. "Descubrí la fe a los 30 años y mi fe era directamente la de una mujer que ya tenía 30 años de experiencia de la vida. No pasé por la etapa de 'fe de niña'".

Cuando se le pregunta qué significa para ella esta noche de Pascua, casi se puede oír la sonrisa de Laurine al otro lado del teléfono. "Sospecho que una luz cegadora no descenderá de repente sobre mí cuando el sacerdote me eche agua en la cara", dice. "Pero voy a convertirme en miembro de la comunidad cristiana. Estoy deseando formar parte del equipo. Y luego está la comunión. También voy a recibir mi parte de Cristo".

Después del bautismo, comienzan los preparativos para su boda con Pierre. "Estoy muy contenta de continuar mi camino de fe con un curso prematrimonial", prosigue la joven. "Y luego poder transmitir esta fe a mis hijos, construir nuestra familia sobre bases sólidas, sobre esta fe que nos impulsa y nos hace vibrar. Recibir el bautismo es el regalo que elegí hacerme por mi 30 cumpleaños. ¡Y qué regalo!".