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jueves, 16 de octubre de 2025

Gabrielle Neuville, devastada por dos abortos espontáneos: «El Buen Dios se hizo presente, de forma tangible, estaba entre nosotros; ¡Un auténtico síndrome del Monte Tabor! Nuestros pequeños son una ventana al cielo»


Gabrielle Neuville tuvo que afrontar dos abortos espontáneos que le provocaron mucho sufrimiento, pero que la han acercado mucho más a Dios / Foto: Gabrielle Neuville

* «Dicen que Dios no nos permite llevar cruces más pesadas de las que podemos soportar. Esta etapa de nuestra vida también nos recuerda que no nos corresponde a nosotros decidir qué pruebas queremos experimentar. Debemos acogerlas y afrontarlas con humildad y confianza, con Jesús, pidiéndole la valentía de la fe y la fuerza del Espíritu Santo. Queremos recordar siempre que en todas las cosas, y especialmente en las pruebas, la vida es un tesoro que debemos apreciar y honrar» 

Camino Católico.- Gabrielle Neuville sufrió dos abortos espontáneos tardíos, ambos muy cercanos. Cirilo y José, sus dos hijos en el cielo, fueron queridos por Dios y deseados por sus padres; nacieron prematuros, pero no por ello son menos valiosos. Una historia luminosa de sufrimiento inconmensurable donde la belleza de la vida brilla en sus aspectos más pequeños, humildes y sagrados.

Gabrielle Neuville tiene 32 años. Casada durante ocho años, tiene tres hijos en la tierra y dos en el Cielo, que fallecieron después de padecer abortos espontáneos. Tras trabajar como maestra, Gabrielle se dedicó a la fotografía, una pasión que se convirtió en una profesión que le permite resaltar la belleza de la vida, proyectando una mirada cristiana sobre las personas que fotografía. "Me encanta mi trabajo; es una contemplación del otro. Requiere mucha energía aprender a acoger a los demás, a mirarlos con dulzura y ternura, y a buscar a Jesús en sus ojos", explica la joven a Caroline Moulinet en Aleteia.  

Gabrielle tuvo el privilegio de contemplar con esa mirada amorosa a sus dos hijos prematuros. La joven comparte con emoción: "Para mí, un aborto espontáneo fue, sobre todo, mucha sangre. No imaginé poder ver a mis hijos, tan pequeños, en mi mano. Pequeños pero maravillosos. Hermosos. Perfectamente formados, solo tenían que crecer. Ahora me doy cuenta de la suerte que tuve de verlos, de contemplar sus rostros, de contarles los dedos de los pies y de besarlos. Me permitió encarnar su existencia, convencerme de que realmente existían, de que tienen un lugar en nuestra familia y en la sociedad".

Gabrielle y su esposo experimentaron el inmenso dolor de ver nacer a sus dos últimos hijos a los 120 días de amenorrea, tres meses y medio de embarazo. Dos abortos tardíos, ocurridos al mismo tiempo, con cinco meses de diferencia. De hecho, la pareja, a pesar del dolor del primer aborto, había decidido permanecer abierta a la vida, dejando solo al Señor como dueño de su familia, de su dolor, de su camino. 

El cuerpo del bebé se perdió

En dos ocasiones, Gabrielle experimentó este terrible despertar en plena noche, con violentas contracciones, reconociendo su respiración, la de una madre preparándose para dar a luz. En dos ocasiones, Gabrielle vio a su pequeño, lo sostuvo en sus brazos y lo bañó con agua limpia para que estuviera hermoso para su entrada al Cielo. Sin embargo, cada parto es único. En el caso de Cirilo, su primer embarazo diferido, Gabrielle sufrió una grave hemorragia. Llamaron a los bomberos rápidamente y la trasladaron al hospital justo cuando la pareja acababa de colocar el cuerpo de su hijo en una pequeña caja.

Pero Gabrielle llegó en estado de shock hemorrágico, y los médicos sabían que no tenían más de tres minutos para correr al quirófano y salvarla. En medio de este tumulto, Gabrielle recordó su lucha por vivir mientras perdía el conocimiento y el cuerpo de su bebé se perdía, probablemente tirado a la basura. Un error que desgarra el corazón de la pareja al descubrir la alternativa que debería haber estado a su disposición.

Gabrielle Neuville reza el rosario diario. Ha sido fiel a esta oración que no conocía, pero que la sostuvo durante estas interrupciones del embarazo / Foto: Gabrielle Neuville

Cuando José también nació de un aborto espontáneo, los cuidadores se hicieron cargo de su cuerpo. Unos días después, el hospital contactó a Gabrielle y a su esposo, quienes les informaron que podían expresar su deseo de que su bebé fuera registrado y enterrado. "Mi esposo se quedó impactado; enseguida comprendió que Cirilo también debería habernos sido devuelto", confiesa Gabrielle.

"En cuanto a mí, estaba dividida: deseaba un entierro para nuestro hijo, pero no se ha hecho, ¡no tan joven! ¿Éramos legítimos? Aún no habíamos alcanzado el umbral de viabilidad, no era como quienes pierden un hijo a los 8 meses y medio. ¿Y a quién debíamos contactar? ¿Qué ataúd? ¿Qué parcela? Tantas preguntas prácticas que organizar para que nuestro hijo tenga una hermosa entrada al Cielo".

Un funeral con aroma a bautismo

Finalmente, Gabrielle y su esposo decidieron organizar el entierro de José en privado, gracias al inestimable apoyo del párroco de la parroquia de los padres de Gabrielle. Especialista en teología del cuerpo y exmédico, les confirmó que podían tomar esta decisión si así lo deseaban. También confirmó que el bautismo de intención tenía pleno valor.

Gabrielle explicó: "Que una persona ajena pronunciara las palabras que nos autorizaban a vivir este embarazo y este duelo hasta el final fue una gran gracia. No todas las parejas que pasan por esta prueba son tan afortunadas".

Este funeral tuvo el sabor de un bautismo; fue el reconocimiento de la entrada de su hijo al Cielo y una hermosa reparación por su hermano mayor, Cirilo. 



Funeral de un bebé / Foto: Jean Planchon

Gabrielle continúa: "Por eso también queremos dar testimonio, porque la gente no sabe, no habla de ello, no se atreve. En el funeral de José, una pareja de 70 años que vino a consolarnos se sintió liberada al poder hablar de su pequeña hija, que había nacido muerta, con seis meses de embarazo, 42 años antes, sin haber podido ser enterrada debido a la legislación vigente en aquel momento. Estos padres nunca habían podido superar su dolor. Asistir al funeral de José les ofreció un verdadero consuelo, me lo confiaron con lágrimas en los ojos".

"Vivo la comunión de los santos de manera diferente"

La joven está convencida de que los niños prematuros no son angelitos discretos cuya existencia deba mantenerse en secreto. Fueron queridos por Dios, amados por toda la eternidad, tienen su lugar en la familia, son poderosos intercesores en el Cielo, son verdaderos santos que resucitarán en el último día con sus cuerpos gloriosos. "Vivo la comunión de los santos de otra manera", confiesa Gabrielle.

"Es dulce tener a alguien tan amado, ya con Dios para recibirnos. Después de todo, no podemos saber dónde están los difuntos en nuestras familias. Pero nuestros pequeños son una ventana abierta al Cielo, son la inocencia misma, no conocen el Purgatorio".

Además, la joven madre, desde estas terribles cruces, ha sido fiel al rosario diario. Es una oración que no conocía, pero que la sostuvo durante estas interrupciones del embarazo. Contaba las Avemarías con los dedos, como un salvavidas en la prueba, y desde el nacimiento de Cirilo, sigue rezando el rosario, unida espiritualmente a sus hijos en el Cielo, invocándolos a ambos "pequeño san Cirilo, pequeño san José" al final de cada rosario.

Una prueba de pareja

La Semana Santa posterior al nacimiento de José unió más a la pareja y sanó las heridas del nacimiento de Cirilo. "Mi esposo fue muy atento e infinitamente paciente. Yo estaba muy débil, entre la abundante pérdida de sangre, las contracciones, el cansancio, la bajada hormonal, los efectos secundarios de los medicamentos que bloqueaban el flujo de leche, la incapacidad de levantarme sola sin ayuda. Me enseñó una hermosa lección de humildad. ¡No era la glamurosa mujer fatal que a veces se sueña ser para el esposo! Él era mi cuidador", continúa la joven.

"Y ahora, estoy aún más enamorada de él, y deseo, más que nunca, mantener y propagar el fuego del profundo amor que prometimos alimentar cada día".

¿Un mensaje para las parejas que atraviesan este dolor infinito? Gabrielle nos recuerda que los padres también sufren, aunque a veces se sientan menos justificados al llorar, o aunque se sientan comprometidos con la misión fundamental de no rendirse, por su esposa, por su familia.

La inocencia y la sencillez de sus hijos en la tierra fueron un bálsamo para el corazón, fuente de profundas conversaciones sobre Dios, la fe y la eternidad. En cuanto a Cirilo y José, son un regalo para la pareja. "Tras ocho años de matrimonio, estas cruces dieron un gran impulso a la monotonía cotidiana que amenazaba con instalarse. El Buen Dios se hizo presente, de forma tangible. Estaba entre nosotros. ¡Un auténtico síndrome del Monte Tabor! Claro que no hemos plantado nuestras tiendas como sugirió san Pedro; tendremos que volver a vivir nuestras vidas en la tierra, pero estos bebés han acercado el Cielo a nuestro hogar", confiesa la joven.

“Dicen que Dios no nos permite llevar cruces más pesadas de las que podemos soportar. Esta etapa de nuestra vida también nos recuerda que no nos corresponde a nosotros decidir qué pruebas queremos experimentar. Debemos acogerlas y afrontarlas con humildad y confianza, con Jesús, pidiéndole la valentía de la fe y la fuerza del Espíritu Santo. Queremos recordar siempre que en todas las cosas, y especialmente en las pruebas, la vida es un tesoro que debemos apreciar y honrar”, concluye.

martes, 23 de septiembre de 2025

Matrimonio esperaba un hijo en la India: «La ecografía no detectó los latidos del corazón, rezamos al venerable Isidoro Zorzano y en otra prueba ya había los latidos normales; fue un milagro y la doctora dijo: ‘Dios es bueno?»

El matrimonio, familiares y amigos rezaron una novena al venerable Isidoro Zorzano, en la imagen, después que la primera ecografía no mostrará el latido del bebé  

* «La doctora, con más de 25 años de experiencia, nos explicó que cuando no había latido, normalmente nunca volvía a presentarse. Insistí en preguntar si existía alguna probabilidad, aunque fuera mínima, pues me aferraba a la esperanza. La respuesta fue clara: no había ninguna posibilidad, salvo un milagro… Dios ha sido inmensamente bueno con nosotros en este episodio. Aunque sabemos que aún nos esperan siete meses de embarazo, nadie podrá quitarnos este momento en el que escuchamos fuerte y claro el corazón de nuestro bebé» 

Camino Católico.-  Un matrimonio en Bangalore (India) recibió una noticia desoladora: en la ecografía de su segundo embarazo no se detectaban los latidos del corazón. Gracias a la intercesión del venerable Isidoro Zorzano, todo cambió. Lo cuenta uno de los esposos, que dirma con las iniciales N.N. en el portal del Opus Dei en donde relata todo el proceso que vivieron:

«Para nosotros, fue realmente un milagro concedido por la intercesión de Isidoro»

El 27 de junio de 2023, mi esposa y yo acudimos al médico tras dar positivo en la prueba de embarazo. Después de una breve consulta, el doctor de un prestigioso hospital de Bangalore (India) nos felicitó: estábamos esperando a nuestro segundo hijo. El siguiente paso sería realizar una ecografía para comprobar que todo marchaba bien con el bebé.

Tres días después hicimos la ecografía, y el médico nos informó de inmediato que debíamos ver a nuestro ginecólogo lo antes posible, pues no se detectaban los latidos del corazón. A la mañana siguiente acudimos a la consulta y nos confirmaron que no había ninguna posibilidad de que el latido apareciera. La doctora, con más de 25 años de experiencia, nos explicó que cuando no había latido, normalmente nunca volvía a presentarse. Insistí en preguntar si existía alguna probabilidad, aunque fuera mínima, pues me aferraba a la esperanza. La respuesta fue clara: no había ninguna posibilidad, salvo un milagro.

Mi esposa, mi suegra y yo salimos de la consulta incrédulos. Lo que siguió fueron incontables lecturas en Internet, consultas con varios médicos y, sobre todo, pedir a nuestros seres queridos que rezaran a Dios por un milagro. Mientras pensaba en todo lo que podía haber fallado —quizá el escáner no se había hecho bien, tal vez la doctora no interpretó correctamente el informe, o la máquina utilizada no funcionaba adecuadamente— cada pequeña esperanza se desvanecía frente a la seguridad con la que la especialista había afirmado que el latido no reaparecería.

El 10 de julio nos programaron otra ecografía, más como confirmación del diagnóstico anterior que como una verdadera esperanza. Fue entonces cuando un querido amigo me habló de la novena al venerable Isidoro Zorzano. Decidimos rezarla juntos hasta el día 9, víspera de la exploración decisiva.

Ese día acudimos a otro hospital, con otro radiólogo y otro ginecólogo. Llegó nuestro turno para el escáner y, tras quince angustiosos minutos con mi esposa dentro de la consulta, la doctora finalmente me llamó: con enorme sorpresa, se veía claramente el latido del corazón de nuestro bebé (170 latidos por minuto, perfecto para su edad). Para nosotros, fue realmente un milagro concedido por la intercesión de Isidoro.

Llevamos ambos informes a nuestra nueva ginecóloga, que tampoco podía creer los resultados contradictorios y quiso confirmar personalmente lo que tenía en sus manos. Lo único que dijo fue: «Dios es bueno». Y así es: Dios ha sido inmensamente bueno con nosotros en este episodio. Aunque sabemos que aún nos esperan siete meses de embarazo, nadie podrá quitarnos este momento en el que escuchamos fuerte y claro el corazón de nuestro bebé.

Espero que este testimonio sea de ayuda para muchos otros que rezan a nuestro Dios amoroso, especialmente a través de nuestros amigos en el Cielo, como Isidoro Zorzano.

N.N. – India

domingo, 21 de septiembre de 2025

Regina Selvam y Richard Michael, matrimonio católico indio afincado en España con 6 hijos: «Para el crecimiento de los hijos en la fe, lo más importante es que el matrimonio esté enamorado de Dios»


Regina Selvam y Richard Michael durante las vacaciones de veranos con sus seis hijos / Foto: Cedida por la familia Michael-Selvam

* «El Espíritu Santo me decía que tenía que rezar, y empecé a hacer novenas por mi futuro marido. Hasta que llegó el momento de ingresar en la universidad y sólo en mi promoción éramos 4.800 personas; en mi clase, 120 chicos y 9 chicas. Y católicos, sólo dos en todo el campus. Una compañera me dijo: ‘Hay un chico con nombre de católico, y es guapo’. Y resulta que igual que yo, Richard también rezaba novenas a san Antonio de Padua por su futura mujer. Así estuvimos dos años… Me impactó mucho ver por primera vez un Sagrario. Fue brutal poder hablar con el Señor. Mi madre nos decía que el mismo Dios que hablaba con Abraham era el del Sagrario, y ahora ¡podía hablar con Él directamente!» 

Camino Católico.-  En la India, un país donde el porcentaje de católicos es del 1,6 %, parecía imposible que Regina Selvam y Richard Michael se conocieran. Afincados hoy en España y tras casi 20 años de matrimonio y seis hijos, cuentan a Margarita García en Misión su historia y cómo la Providencia ha guiado todos sus pasos.

- ¿Cómo se vive la fe en minoría en un país como el suyo?

Regina: Mi madre era católica y mi padre se convirtió al casarse. Según la costumbre, se fueron a vivir con la familia paterna, todos hindúes. En una casa hindú no puede entrar un dios extranjero. Por eso, vivíamos la fe a escondidas, no conocíamos casi a los santos, ni teníamos una Biblia. Los domingos íbamos a misa y el sacerdote hablaba de cosas sencillas, por ejemplo: “Esta semana no habléis mal de otra persona”. Y cuando estábamos en familia, nuestra madre nos lo recordaba haciéndonos gestos con los ojos. Mi hermana y yo escribíamos para rezar el Rosario porque no podíamos hacerlo en voz alta. Mis padres consiguieron una imagen del Sagrado Corazón al que rezábamos por las noches. Para mí Él era el catolicismo. Yo le hablaba en silencio. Un día mis abuelos descubrieron la imagen y nos obligaron a elegir: o Dios o la familia. Mis padres eligieron a Dios y tuvimos que marcharnos.

- ¿Sufristeis algún episodio más de persecución religiosa?

Regina: Llegamos a vivir a un barrio de primera casta, los brahmanes. Ahí nos mandaban cartas de amenazas, nos insultaban y escupían… A los católicos nos odian porque “hemos renegado de las costumbres indias”. Yo no tuve amigos hasta el bachillerato.

- A pesar de la dificultad, ¿experimentabais la presencia de Dios?

Regina: Totalmente. Tienes una vida interior que te llena, no te hace falta nada. Fue una gracia total de Dios aceptar lo que me quería dar. De dónde venimos no está en nuestras manos.

- El matrimonio concertado es costumbre en la India, pero os casasteis por amor. ¿Cómo os conocisteis?

Regina: Para mi hermana y para mí el matrimonio concertado no suponía un problema, al contrario, si nuestros padres nos daban todo lo que creían bueno para nosotras, ¿por qué no iban a encontrarnos el mejor marido? Pero el Espíritu Santo me decía que tenía que rezar, y empecé a hacer novenas por mi futuro marido. Hasta que llegó el momento de ingresar en la universidad y sólo en mi promoción éramos 4.800 personas; en mi clase, 120 chicos y 9 chicas. Y católicos, sólo dos en todo el campus. Una compañera me dijo: “Hay un chico con nombre de católico, y es guapo”. Y resulta que igual que yo, Richard también rezaba novenas a san Antonio de Padua por su futura mujer. Así estuvimos dos años.

Richard: En toda la carrera nos habíamos cruzado dos veces. Regina no tenía pendientes, que los católicos sí llevan, y por eso pensé que era protestante. Casi a punto de terminar la carrera, le ofrecí una estampa de un santo. Ella la cogió y pensé: “Es católica”. Le pedí al Señor que si tenía que ser para mí, nos cruzáramos por la calle, y así ocurrió.

Richard Michael y Regina Selvam, matrimonio católico indio afincado en España / Foto: Cedida por la familia Michael-Selvam

- Ya tenía la señal, sólo faltaba dar con su teléfono…

Richard: No había móviles, y Regina no tenía teléfono ni en casa. En una tienda del pueblo había un fijo que me costó seis meses conseguir. Finalmente hablamos antes de la Pascua.

Regina: Me dijo: “Soy Richard, ¿te acuerdas de mí? Te quiero mucho. Quiero casarme contigo” . Y colgó. Unos días después fue la pedida de mano. El padre de Richard, para saber si era “buena católica” me preguntó por el capítulo 11 del Eclesiástico y mira cómo es la Providencia: ¡esa mañana lo había leído! Mi suegro se puso contentísimo. Dios estaba de nuestra parte. Pero aún tardamos un tiempo en casarnos porque no podía casarme antes que mi hermana, que es la mayor.

- ¿Entonces vinisteis a España?

Regina: Mi hermana y yo anhelábamos tener una comunidad, así que para continuar con nuestros estudios pensamos en emigrar a un país católico. Teníamos unos folletos de vidas de santos que no conocíamos y entre ellos estaba santa Teresa de Ávila. Pensé: “España tiene que ser muy santa”. Y animadas por nuestros padres fuimos a un coffee center, buscamos en Google un máster en matemáticas y otro en informática, y nos matriculamos en la primera universidad que nos salió. Mis padres vendieron todo y nos compraron el billete. Sólo quedaba el visado. Cuando llegamos a la embajada había una cola de gente que llevaba seis meses durmiendo allí. Empezamos a rezar a san Judas Tadeo y al llegar el momento de cerrar, salió un señor de la embajada y dijo: “¡Esas chicas, las últimas de hoy!”. ¡Otro milagro! Con dos maletas llenas de arroz y 500 euros cogimos el avión a Barcelona. Nuestros padres, antes de entrar en el aeropuerto, nos dijeron: “Un cristiano nunca se olvida de la obediencia, la alegría y la dignidad”.

- Y por fin llegáis a España.

Regina: Nos dimos cuenta de que para todo necesitábamos dinero. No podíamos pagar la residencia, teníamos que buscar piso, así que rezamos un rosario a san José pidiéndole una casa antes de que saliera el sol. Por la tarde teníamos un piso para compartir. Nos quedamos con 40 euros que nos duraron 2 años. Estábamos emocionadísimas, ¡el piso tenía agua limpia y un baño! Para nosotras era algo increíble. Había días que pasábamos hambre, pero se lo ofrecíamos a Dios. Y siempre llegaba comida.

- Y tú, Richard. ¿Dónde estabas?

Richard: En la India no era fácil encontrar trabajo, entonces me marché a Londres. Y Cuando se casó la hermana mayor de Regina nos pudimos casar.

- ¿Qué os impactó de España?

Richard: Que los colegios, las calles, los hospitales… tuvieran nombres cristianos. En España puedes ver a Dios en lo cotidiano. El cristianismo ha penetrado en todo, y aunque la gente diga que no practica, vive la fe aun sin quererlo. Hemos conocido gente atea que hace el bien…

Regina: Me impactó mucho ver por primera vez un Sagrario. Fue brutal poder hablar con el Señor. Mi madre nos decía que el mismo Dios que hablaba con Abraham era el del Sagrario, y ahora ¡podía hablar con Él directamente!

- Anhelabais una comunidad para vivir la fe, ¿la habéis encontrado?

Richard: Al buscar colegio para nuestros hijos conocimos un entorno católico de mucha fe. Para el crecimiento de los hijos en la fe, lo más importante es que el matrimonio esté enamorado de Dios. Nosotros lo tenemos presente de forma muy natural: al jugar al fútbol, al cocinar… Con la alegría de saber que cada acto está conectado con la eternidad. Así es más fácil transmitir la fe.

Regina: Intento sufrir un poco por el Señor. Así lo hacía mi madre. Ella a veces nos ponía el rosario como “almuerzo” para el colegio y asumíamos con naturalidad que ese día no comíamos, sino que rezábamos. Así también lo hacemos con nuestros seis hijos: si tienen hambre, a veces les dejamos pasar un poco de hambre. Tienen que saber que todo viene del Señor. Nuestros hijos tienen que ver que no tenemos una vida y luego está la fe.

domingo, 10 de agosto de 2025

Johnny Chávez era pandillero y traficante, ahora es padre de 8 hijos y catequista: «Jesús vino a mi vida cuando más lo necesitaba y tengo una buena vida gracias a Él»


Johnny Chávez ahora habla con numerosos jóvenes para acercarles a Dios

* «Fui detenido y el arresto me ayudó porque me asustó y fue un punto de inflexión para mí y lo tomé como una lección que Dios me estaba dando… Hay una solución para tu vida y Cristo es esa solución» 

Camino Católico.- Johnny Chávez ayuda a numerosos jóvenes de Brooklyn para que no entren en pandillas ni apuesten por la vía “sencilla” de la delincuencia. Y lo hace desde su propia experiencia, donde desde adolescente traficaba con heroína y llegó a pasar varias noches en el calabozo por robar. Ahora está felizmente casado, es padre de 8 hijos y es catequista del Camino Neocatecumenal en Nueva York.

“El arresto cambió todo para mí. Me hizo enderezarme y salir de las calles”, recuerda en una entrevista con  The Tablet. Es un criminal callejero reformado que encontró a Jesús. “Hay una solución para tu vida y Cristo es esa solución”, explica.

De este modo, a los numerosos jóvenes a los que puede dirigirse les insiste en una idea: “Lo primero que digo es que naciste para ser libre. Y cuando te unes a una pandilla, o cuando vendes drogas, te conviertes en esclavo. Si entras en una pandilla, nunca serás feliz".

Llegó a Estados Unidos proveniente de Ecuador cuando tenía tan sólo 5 años. Pero sus padres se divorciaron cuando él empezaba la adolescencia. Según relata, “fue una experiencia traumática para mí. Sentí que nadie me amaba”.

Johnny Chávez orando después de su transformación y conversión tras su encuentro con Cristo

Vagaba sin rumbo por la vida y encontró lo que él creía que era consuelo en las calles y en las pandillas que había en su barrio de Brooklyn, donde realizó numerosas actividades ilegales. Entre otras cosas, participó en robos en tiendas del barrio y a vender heroína. Pero un día cuando tenía 17 años fue arrestado en un robo y como había un arma de fuego involucrada fueron acusados de un delito grave por posesión de armas.

Recuerda perfectamente la sensación al ser fichado. “Estaba muerto de miedo”, admitió. Pasó cuatro días en la cárcel esperando su cita ante el juez. “La detención me ayudó porque me asustó” Lo que le salvó, dijo, fue el hecho de que era su primera vez. Su familia contrató a un abogado que pudo mantenerlo fuera de prisión. Un año después, cuando cumplió 18 años, su caso quedó cerrado. “Fue un punto de inflexión para mí y lo tomé como una lección que Dios me estaba dando”, recalca.

Chávez fue a la Universidad de Long Island, donde jugó al fútbol y obtuvo una licenciatura en Educación. Consiguió un trabajo enseñando en su antigua escuela secundaria. Pero Dios no había terminado de cambiar su vida. Cuando tenía poco más de 20 años, estaba saliendo con la mujer que ahora es su esposa, a la que conocía desde que eran adolescentes. “Había conocido a Keila pero yo era un desastre. Todavía tenía rencor contra mis padres por su divorcio y me sentía vacío por dentro”, dijo.

Eduardo Mendoza, un tío cercano a él, le hizo una pregunta sencilla. “Él dijo: '¿Qué quieres de esa chica?'. Y cuando él me hizo esa pregunta, yo me hice esa pregunta”, dijo Chávez. Mendoza, quien es el padrino de Chávez, le pidió que lo acompañara a una celebración del Camino Neocatecumenal en la parroquia de Pedro y Pablo-Epifanía. Fue una experiencia reveladora.

Johnny Chávez con su esposa Keila el día de su boda

“Lo que me llamó la atención fue que la gente estaba sentada en círculo, una frente a la otra. Estaba acostumbrado a sentarme en un banco mirando hacia el frente”, recuerda. Después de las lecturas, los participantes se turnaron para hablar de sus vidas. La charla fue sincera.

“La gente hablaba libremente sobre problemas reales con pura honestidad, diciendo cosas como: 'Volví a consumir drogas'. Y nadie los juzgaba. Sentí: 'Aquí es donde pertenezco'. Desde entonces soy parte del Camino Neocatecumenal”.

Con su fe renovada, Chávez invitó a su novia a unirse al Camino Neocatecumenal, invitación que ella aceptó. La pareja se casó en 2008 y son orgullosos padres de ocho hijos y ahora también catequistas de esta potente realidad eclesial, lo que le permite anunciar a Jesucristo en el barrio en el que creció y donde todavía hoy hay tantos problemas.

Al recordar su vida hasta el momento, se siente afortunado. “Jesús vino a mi vida cuando más lo necesitaba. Y ahora tengo una buena vida gracias a Él”, dice.

domingo, 3 de agosto de 2025

Los Oliva Martínez, familia misionera con 14 hijos que evangeliza en Dinamarca: «Dios había hecho tantas cosas buenas en nuestra vida que queríamos anunciar ese amor donde hiciera falta»


Daniel Oliva y Gema Martínez, con sus 14 hijos en el parque de la barriada de Huelin en Málaga / Foto: Álex Zea - La opinión de Málaga

* «Lo primero es evangelizar con nuestra vida, viviendo como una familia cristiana dentro de una sociedad secularizada donde el catolicismo es una minoría y hay muchos matrimonios destruidos. Algunos pueden no entender lo de ser misionero en Dinamarca, pero es que a Dios hay que anunciarlo también en los países a los que consideramos ricos» 

Camino Católico.- Evangelizar desde la vida cotidiana y hacer presente a Dios en medio de la sociedad actual. Ése es el propósito que llevó a Daniel Oliva y a Gema Martínez, un matrimonio del barrio de Huelin de firmes creencias católicas, a dejar en 2009 la cotidianidad de su vida en Málaga para partir a Dinamarca como familia en misión. Feligreses de la parroquia de San Patricio, esta gran familia (tienen 14 hijos) vive desde entonces en la zona de las afueras de Copenhague donde, ya sea en sus trabajos o en su quehacer diario, tratan de hacer presente el Evangelio con su simple testimonio de vida en un país donde el catolicismo es minoritario, estando además al servicio de la Iglesia como catequistas y agentes de pastoral de niños, adultos y parejas jóvenes.

Los Oliva Martínez regresan todos los veranos a Málaga para pasar unos días de vacaciones con la familia y con su comunidad parroquial en su "querido" Huelin desde donde, aprovechando además que este año celebran 25 años de matrimonio, relatan a José Vicente Rodríguez en la La Opinión de Málaga el origen y la experiencia de esa singular "vida en misión".

Daniel y Gema explican que la decisión de partir hace ahora 16 años respondió a un sentimiento de "gratitud" hacia Dios, aunque fue madurada previamente durante algún tiempo para ratificar que era el camino correcto.

"¿Por qué nos fuimos? Llevábamos unos años casados y teníamos ya varios hijos, éramos felices, con los lógicos sufrimientos y problemas, como todo el mundo. Llegó un momento donde vimos que Dios había hecho tantas cosas buenas en nuestra vida que queríamos anunciar ese amor donde hiciera falta", comentan.

Ambos han vivido su fe desde jóvenes en el Camino Neocatecumenal, una realidad de la Iglesia que, entre sus carismas, incluye a familias de todo el mundo (entre ellas, varias de Málaga) que han partido en misión a donde se les ha mandado para hacer presente a la familia cristiana. Cuando Daniel y Gema se ofrecieron a ello les tocó Dinamarca y asistieron en el Vaticano a un encuentro con el entonces papa Benedicto XVI en 2008 en el que se realizó el acto de envío de todas las familias que partieron aquel año.

El matrimonio malagueño formado por Daniel Oliva y Gema Martí­nez, con sus 14 hijos en el parque de la barriada de Huelin de Málaga / Foto: Álex Zea - La opinión de Málaga

La partida (enero de 2009) implicó, lógicamente, empezar la vida prácticamente desde cero en un país y una cultura completamente diferente a la de España y sin conocer el idioma. Daniel, de entrada, dejó en Málaga un trabajo estable y bien remunerado y le costó un tiempo encontrar su primer empleo allí. Gema, por su parte, según cuenta, lo pasó mal en su proceso de aprendizaje del danés, con lo que se sentía más aislada en el día a día. Encontrar una casa en alquiler adecuada en tamaño para una familia tan extensa y que ha ido creciendo con los años ha sido también tarea ardua. De hecho, ya han pasado por cuatro desde que están en Copenhague (viven ahora en el barrio de Skovlunde).

Sin embargo, ambos señalan que durante todos estos años la "providencia" les ha acompañado en todo momento y que Dios les ha ayudado a superar los obstáculos materiales. "Hemos pasado penurias y estrecheces económicas, sí, pero nunca nos ha faltado lo básico. Ha habido meses, por ejemplo, donde no teníamos para pagar la calefacción, y pasábamos las tardes en la cocina todos juntos con un radiador, pero la experiencia que tenemos es que Dios, de un modo u otro, aparece siempre", explican.

Una vida en misión

¿Y cómo es la vida misionera de los Oliva Martínez en Dinamarca? "Lo primero es evangelizar con nuestra vida, viviendo como una familia cristiana dentro de una sociedad secularizada donde el catolicismo es una minoría y hay muchos matrimonios destruidos. Algunos pueden no entender lo de ser misionero en Dinamarca, pero es que a Dios hay que anunciarlo también en los países a los que consideramos ricos", afirman.

En cuanto a la actividad pastoral, se desarrolla en un barrio donde no existe una parroquia católica cercana, por lo que, junto a las otras familias con las que comparten misión en la zona (las hay procedentes de varios países), disponen de un local para celebrar la misa (un sacerdote les asiste) y el resto de celebraciones litúrgicas.

Se realiza además una misión evangelizadora en la plaza del barrio durante varios domingos del año, rezando los laudes (la oración matutina de la Iglesia) y cantando salmos. A veces predican por las propias casas, llamando a la puerta de los vecinos para anunciar el Evangelio. A lo largo del año, Daniel y Gema se ocupan de dar catequesis de todo tipo (jóvenes, parejas que van a casarse, familias que se acercan por primera vez a la Iglesia después de muchos años, etc) y también ayudan en el seminario de Copenhague con lo que se les requiera. Un ejemplo: su casa siempre está abierta para acoger a los seminaristas que van los domingos a comer con esta nutrida familia malagueña.

Todas estas actividades las realizan compaginándolas con sus trabajos (Daniel es conductor de un autobús de línea urbana y Gema, que durante la mayor parte de estos años se ha centrado en las tareas de casa, trabaja además ahora en un centro de mayores cuidando a personas ancianas).

Una casa que no es un "caos"

"A la casa vienen además compañeros de colegio de nuestros hijos a comer y el simple hecho de que montemos una mesa para tantas personas es un signo para ellos. Los padres nos dicen ‘¿cómo vivís, cómo lo hacéis?’ A las familias que nos han conocido les gusta venir a la casa, ven cómo vivimos, les sorprende nuestra forma de educar a los hijos,...", relatan.

Ciertamente, el hecho de ser una familia particularmente numerosa es algo que llama hoy día sobremanera la atención, ya sea en Dinamarca, en España o en cualquier sitio. Daniel y Gema afirman que sus 14 hijos (María, David, Eva, Pedro, José, Marta, Teresa, Ana, Manuel, Carmen, Juan Pablo, Miguel, Daniel y Gabriel) son "un regalo tras otro" de Dios. Siete han nacido en España y los otros siete ya en Dinamarca. La mayor tiene 23 años; el más pequeño, tres.

Sus padres señalan que, lógicamente, organizar una casa tan grande requiere de más trabajo pero rechazan la imagen estereotipada de "caos" que algunos pueden tener cuando piensan en un hogar tan numeroso. "En nuestra casa se da siempre un orden y una obediencia, pero precisamente porque se da el amor y el cariño y porque Dios está en medio", afirma Gema.

Daniel, por su parte, tiene muchas veces que responder a los que le preguntan cómo consiguen llegar a fin de mes. "Hay un dicho que afirma ‘No es más rico quien más tiene sino el que menos necesita’, y es verdad. A veces, con más dinero, también te falta. Tenemos lo que necesitamos", asevera simplemente.

Un pequeño descanso

En unos días, la familia Oliva Martínez volverá a Dinamarca, tras unas semanas en Málaga. "Es una forma de descansar mentalmente y de poder vernos con la familia y con la gente de la parroquia. Vamos a la playa, los hijos ven a los amigos... para nosotros es muy importante todo este contacto con nuestro origen porque así tomamos más conciencia de que estamos en misión" señala Gema.

Cabe destacar que, cada verano, la familia visita un día con todos los niños al hasta ahora obispo de Málaga, Jesús Catalá, que siempre ha estado al tanto de su misión (de hecho, cuando se fueron en 2009, los inscribió en el registro de misioneros de la Diócesis) y que siempre los anima espiritualmente. "Don Jesús nos ha ayudado mucho cada vez que hemos ido, y tiene un especial cariño hacia todos nuestros hijos", comentan agradecidos.

La familia malagueña Oliva Martínez, en el parque de la barriada de Huelin de Málaga / Foto: Álex Zea - La opinión de Málaga

¿Hasta cuándo estarán en la misión de Copenhague? Ellos mismos no tienen la respuesta y dicen que dejan esa decisión en manos de Dios. "Humanamente hay días que diría: ‘Me vuelvo ya’ pero la realidad es que, mientras que no tengamos impedimentos reales (porque Dios habla también en los acontecimientos) creemos que nuestro sitio está allí. Y también vemos que nuestros hijos, aunque les encanta venir siempre a Málaga, están felices. Y eso es también lo importante para nosotros", afirma Daniel.