Cecilia y Enrique Ansaldi junto a sus cinco hijos, todos ellos consagrados a Dios / Foto: Adveniat
* «Uno tiene que confiar y poner todo su corazón en Dios y en el cuidado que nos da la Virgen María, porque si no, corremos el riesgo de querer -por nuestras propias fuerzas- encontrar nosotros un camino… siendo que el camino siempre es Cristo y Él es Quien lo muestra a quien tiene un corazón sincero, y persevera en la oración y en la unión permanente con Él. Los hijos no son nuestros y son un don de Dios. Cada uno tiene que seguir la vocación que Dios le ha señalado. ¿Quiénes somos nosotros como padres para ser un obstáculo en esa vocación? Sabiendo que, a pesar de las dificultades, solamente correspondiendo al llamado que Dios nos hace, sea en el estado que sea, casados, solteros, religiosos, sacerdotes, Dios es el que da la gracia para sostener esa situación»
Camino Católico.- Cecilia y Enrique Ansaldi cumplieron recientemente 42 años de casados y a pesar de haber tenido ocho hijos, viven sin ellos en casa, pero plenos, en San Rafael, Argentina. Tuvieron un noviazgo sostenido por la Santa Misa y Dios les regaló cuatro hijos ya sacerdotes: José, Emmanuel, Javier y Gregorio; Joaquín, el quinto, es monje benedictino y pronto será ordenado Sacerdote en Francia. Tuvieron tres hijos más, que fallecieron durante el embarazo.
Se conocieron en el movimiento juvenil Palestra, en Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina. Asumieron el matrimonio casi seis años después, una vez que ambos terminaron los estudios universitarios. Ella, maestra, y él, médico. Hablaron de los hijos, “serían los que Dios quiera… ¡sí!”, pensaban en una familia numerosa. Los tres hijos que no nacieron -comenta Cecilia- “nos acompañan desde el Cielo.”
La impresionante respuesta a una oración sencilla
Los hijos del matrimonio Ansaldi de chicos eran muy traviesos como todos los niños, lo que no se le ocurría a uno se le ocurría a otro. En la Misa muchas veces estaban inquietos y papá o mamá debían pasar parte de la misma fuera del templo, pero cuando los chicos comenzaron a tener conciencia y realizaron respectivamente su primera Confesión y Comunión, adquirieron interés por las cosas de Dios, les gustaba ser monaguillos y participaban con responsabilidad.
La Eucaristía pasó a ser entonces lo más importante que podían vivir, y además de asistir los domingos, siempre buscaban la oportunidad de asistir entre semana apenas se presentaba la oportunidad. “Ellos desde chicos pudieron intuir que la Misa no es algo que se puede dejar, que es parte constitutiva de la familia y así fueron asumiéndolo.”
En una ocasión, el Sacerdote, relata Cecilia, motivó en una homilía a rezar por las vocaciones porque hacían falta Sacerdotes. Ella elevó entonces una sencilla oración, teniendo entonces apenas dos hijos. “Si tú quieres todo lo que tengo, ellos son tuyos”, fue todo, asegura Cecilia a Claudia Ortiz en Adveniat. Jamás habló con sus hijos al respecto, tampoco con su esposo, pero fue una oración constante, “si Tú quieres son tuyos, Tú encontrarás la forma”. Y Dios la encontró.
Años después, charlando con su esposo, él dijo que había hecho una oración semejante. “Esto es lo que tenemos, es tuyo”. Y aunque nunca hablaron de eso con sus hijos, Enrique sí les decía a sus hijos, lo mismo que a los adolescentes a quiénes daba clases, “que antes de elegir su profesión, descubrieran a qué vocación los llamaba Dios, ya sea al matrimonio, ser célibes o a la vida religiosa”. “Pero expresamente nunca les preguntamos si querían ser Sacerdotes”, agrega Cecilia. Fue algo que nunca hablaron con ellos, solamente quisieron mostrarles el camino de manera respetuosa para que hicieran libremente sus elecciones.
Los cinco hijos de Cecilia y Enrique Ansaldi todos ellos consagrados a Dios, cuando eran pequeños / Foto: Adveniat
Dios llama a quien quiere y en cualquier circunstancia
Cecilia y Enrique trataban de darles la mejor educación a sus hijos y encontraron en San Rafael, Mendoza, una escuela muy buena que les pareció era lo mejor entonces, por lo que decidieron cambiar de residencia para alcanzar este objetivo.
Estando ya allí surgió una oportunidad para los dos hermanos mayores. Era el año 2000 y pudieron integrarse a participar en la Jornada Mundial de la Juventud en Italia. Para el hijo mayor fue una experiencia esclarecedora de su vocación. José actualmente es párroco en el sur de Francia, y miembro de la Orden San Elías.
Emmanuel entró con 14 años al seminario menor y después pasó al seminario mayor, donde completó su formación, y recibió la ordenación sacerdotal. En la actualidad está cursando los estudios de doctorado en Arqueología cristiana en Roma.
Javier, el tercero de los hijos, cuando cumplió 16 años expresó su deseo por ir también al Seminario Menor. En la actualidad se desempeña como sacerdote en la parroquia San Lorenzo, de Ollioules, en Francia, donde desarrolla un hermoso apostolado con niños y jóvenes.
Gregorio quería inicialmente ser médico y antes de iniciar la carrera fue solicitado a integrarse a un equipo de voluntarios para prestar su ayuda a una comunidad en Egipto. El viaje era por seis o siete meses, pero a la mitad de ese viaje contactó a sus padres: “¿A ustedes les molesta que yo no siga Medicina -les preguntó- porque yo quiero ser Sacerdote y quiero estudiar acá”.
Contó con la aprobación de sus papás, que por correo electrónico le dijeron: “Lo que Dios quiera, cuando Él quiera…” Hizo su noviciado en Egipto, para lo cual debió aprender árabe; continuó en Italia, después fue enviado a España, y finalmente concluyó los estudios y recibió el orden diaconal y sacerdotal en Argentina, en el Seminario Diocesano de San Rafael. Actualmente es misionero en dos parroquias en Ecuador, acompaña la Academia Dominicanes e integra la Orden San Elías.
Joaquín, estuvo en el hogar hasta los 16 años, y finalmente también habló con sus padres para decirles que quería entrar al Seminario menor, continuó en el Mayor unos años, y luego, de visita a sus hermanos que estaban en Francia, conoció la abadía Sainte-Madeleine du Barroux tras lo cual les comunicó que quería consagrarse como monje en dicho monasterio benedictino. Su nombre religioso es Juan Diego; y Dios mediante será ordenado Sacerdote el 28 de Octubre próximo.
De hecho, en los últimos años la familia se ha reunido varias veces en torno a Joaquín. “El próximo encuentro de la familia será, si Dios Quiere, nuevamente en Francia. Después, no lo sabemos, a cada día le basta su propio afán”, comentó Cecilia.
Dios preserva la familia en la sana doctrina
Rosario, su ciudad natal, afectada por el tercermundismo y el terrorismo, vivió esos problemas muy seriamente: “lamentablemente muchísimos Sacerdotes quedaron involucrados en eso”, contó Cecilia y agrega, “pero siempre hemos tenido la gracia de encontrar algunos buenos sacerdotes que nos ayudaron a conservar en el corazón el anhelo de buscar algo mejor dentro de lo que nosotros conocíamos”.
Factor determinante en la educación de sus hijos fue la decisión de Cecilia de dejar su profesión para cuidarlos desde el nacimiento del primero; sólo retomó el trabajo docente cuando sus hijos fueron ya grandes, respondiendo al llamado del colegio donde estaban inscritos, por lo que podía ir y volver con ellos de la escuela. Su prioridad era no delegar la educación de los hijos. Tal decisión, aseguró, lo volvería hacer siempre.
En los últimos años, a raíz del ingreso del menor de sus hijos a la Abadía Sainte Marie Madeleine en Francia, el matrimonio descubrió la Misa Tradicional: “Dios se encarga de ir cerrando o abriendo puertas, de ir guiando nuestra libertad… podemos dar testimonio a lo largo de los años; ha sostenido nuestro anhelo de servirlo, venciendo tropiezos, abriendo nuevas puertas… a veces gracias a la palabra de una persona, el consejo de otra… nos ha ido guiando por el camino para poder descubrirlo cada vez con mayor profundidad.”
Sus hijos vivieron esa misma dinámica, pasando por diversas etapas y lugares, aferrados a Dios que los preservó y les siguió mostrando el camino en medio de los estudios, el apostolado y demás tareas sacerdotales, cuidando de manera particular el servicio de la liturgia. Cecilia considera que Dios les mostró el camino porque había sinceridad en la entrega. “Uno tiene que confiar y poner todo su corazón en Dios y en el cuidado que nos da la Virgen María, porque si no, corremos el riesgo de querer -por nuestras propias fuerzas- encontrar nosotros un camino… siendo que el camino siempre es Cristo y Él es Quien lo muestra a quien tiene un corazón sincero, y persevera en la oración y en la unión permanente con Él.”
El cumplimiento de la voluntad de Dios
- ¿Cómo es tener cinco hijos consagrados a Dios?
- Yo gozo tanto cuando estamos juntos, es un gozo tan grande verlos, ver cómo a pesar de ser distintos, son muy distintos, se han peleado y pelean como buenos hermanos, cada uno tiene respeto y admiración por el otro, verlos cómo discuten, cómo se plantean las cosas, cómo se ríen; así, a lo largo de los años; para mí es un gozo. Es cierto parece algo raro tener cinco hijos consagrados a Dios, pero no lo es tanto.
- ¿No los extraña?
- Yo creo que Dios asiste con su gracia; ciertamente los quisiera tener cerca, pero por otro lado somos conscientes de que cada uno tiene que seguir la vocación a la que Dios le llamó. Nosotros seguimos nuestra vocación al matrimonio y para ello en un momento dejamos nuestros respectivos hogares de origen, y entonces seguramente nuestros padres han sentido la pérdida, pero nos dejaron ir, a su modo nos enviaron, con mucho gusto.
Yo creo que es el mismo sentimiento. Uno siente la partida de los hijos, pero por otro lado, se establece una comunicación espiritual tan profunda, tan íntima, que es como si estuvieran todos acá; y así cada vez que nos encontramos, es como si estuviéramos siempre juntos. Sí, es difícil el momento de la partida, pero pasaría lo mismo con cada hijo que vive lejos cuando es el reencuentro y luego llega el momento de despedirse. A veces quisiéramos que estén más cerca pero el saber que en cada Santa Misa cada uno de ellos hace presente a Cristo, por la Eucaristía que compartimos, estamos unidos más a Nuestro Señor, como más íntimamente con Él, es un misterio demasiado profundo, una gracia enorme, como a cada uno de ellos por Cristo y los afectos.
- ¿Qué pasa con el tema de los nietos, cómo sobrellevar que no los tendrá?
- Los hijos no son nuestros y son un don de Dios. Asimismo, los nietos tampoco son nuestros y son también un don. Entonces, no es que tenemos derecho a tener nietos. Solamente tenemos, sí, la gracia de haber cooperado con Dios con estos hijos y ahora de compartir sus vidas en este camino al Cielo.
Y podría ser que, aún sin que nuestros hijos fueran sacerdotes, los nietos no llegaran, porque no son un derecho. En este sentido, como además Dios no se deja ganar en generosidad ante una entrega total y considerando que podría ser que en algún momento pudiera llegar la nostalgia de saber que uno no va a tener nietos, Dios es tan bueno que compensa esa falta con gracias sobreabundantes. Y aunque no hubiese una compensación, lo más importante es recordar que los hijos no son nuestros, son de Dios.
- ¿Podría compartir un mensaje para los padres de familia a los que les cuesta dejar que sus hijos respondan al llamado de Dios hacia una vocación religiosa?
- Cada uno tiene que seguir la vocación que Dios le ha señalado. ¿Quiénes somos nosotros como padres para ser un obstáculo en esa vocación? Sabiendo que, a pesar de las dificultades, solamente correspondiendo al llamado que Dios nos hace, sea en el estado que sea, casados, solteros, religiosos, sacerdotes, Dios es el que da la gracia para sostener esa situación.
Además, reitero, nuestros hijos no son nuestros, Dios nos los confió en su infinita misericordia y su infinito amor para que nosotros cooperemos en esta obra creadora y les enseñemos el camino al cielo. Y eso sólo puede ocurrir si cumplen con la voluntad de Dios, con la vocación a la que les llama, de ahí que nuestra respuesta ante cualquiera de los llamados vocacionales de nuestros hijos, vuelvo a decir, casados, solteros, religiosos, sacerdotes o monjas, tenemos que apoyarlos, ayudarlos y rezar constantemente por ellos.
- ¿Está feliz Cecilia, siente la ternura de Nuestro Señor en su vida?
- Muy feliz, a veces demasiado -respondió conmovida-, es imposible no sentir Su ternura. Más allá de que no es una vida color de rosa y Dios no nos ahorra el dolor, pero es tan grande Su Amor que es muy difícil comunicar lo que se siente: tan queridos, tan amados por Dios, aún en medio del dolor y del sufrimiento -que los tenemos todos los días- y Él no nos priva de ellos, al contrario hay veces que las cruces son grandes; pero Dios nos ama tanto… en cada Santa Misa sobremanera. Cuando uno se arrodilla y realmente piensa en la propia indignidad y el misterio del amor de Dios…, es difícil comunicar.
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