Elena Hidalgo ha vivido con gozo y como un don de Dios su primer curso como profesora de religión / Foto: Diócesis de Córdoba
* «Detrás de mi vocación hay un nombre propio: Araceli, mi hermana mayor. Ella ha sido y sigue siendo mi gran modelo a seguir. Gracias a su entusiasmo y entrega, descubrí desde pequeña el amor por la música, por la educación y, sobre todo, por Jesús. Siempre he ido detrás de ella, ayudándola como podía en todo lo que ella iniciaba. Me animó a formar parte del coro parroquial, de la catequesis, de campamentos y de todas las iniciativas que organizaba, como el musical “La Navidad”: una obra de teatro en la que se cuenta cantando el nacimiento de Jesús y de la cual, ahora soy codirectora junto a mi hermana. Y así, siguiendo sus pasos, hoy también soy maestra de Religión como ella, y no puedo sentirme más agradecida por ello»
Camino Católico.- Elena Hidalgo es profesora de Religión en el CEIP San Sebastián de Palma del Río (CórdoBa) y ha terminado su primer curso docente y en un testimonio en primera persona en el portal de la Diócesis de Córdoba asegura que su experiencia “ha sido un regalo de Dios al ver cómo los niños se acercan poco a poco a Él y crecer yo misma en la fe; cuando uno se pone en manos del Señor, todo cobra sentido”. Así cuenta su historia:
«Dios, que nos conoce mejor que nadie, sabe darnos lo que necesitamos en cada momento, aunque nosotros mismos dudemos de ello»
Me llamo Elena Hidalgo y este año he vivido una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida: mi primer curso como maestra de Religión en un colegio de Palma del Río.
Quiero comenzar hablando de mi familia, una familia cristiana en la que Dios siempre ha estado muy presente. La fe de mis padres ha sido una constante en nuestro hogar, un pilar que nos ha guiado a mis hermanas y a mí desde pequeñas casi sin darnos cuenta. Hoy en día agradezco a mis padres habernos inculcado esta educación cristiana y haberme dado la oportunidad de estudiar la carrera universitaria que yo quería: Educación Infantil.
Detrás de mi vocación hay un nombre propio: Araceli, mi hermana mayor. Ella ha sido y sigue siendo mi gran modelo a seguir. Gracias a su entusiasmo y entrega, descubrí desde pequeña el amor por la música, por la educación y, sobre todo, por Jesús. Siempre he ido detrás de ella, ayudándola como podía en todo lo que ella iniciaba. Me animó a formar parte del coro parroquial, de la catequesis, de campamentos y de todas las iniciativas que organizaba, como el musical “La Navidad”: una obra de teatro en la que se cuenta cantando el nacimiento de Jesús y de la cual, ahora soy codirectora junto a mi hermana. Y así, siguiendo sus pasos, hoy también soy maestra de Religión como ella, y no puedo sentirme más agradecida por ello.
He de confesar que jamás me había planteado esta especialidad, ya que me gusta muchísimo trabajar en Educación Infantil. Pero el Señor, que a veces actúa de manera sorprendente, puso en mi camino una oportunidad laboral que no pude rechazar: una larga sustitución en un colegio magnífico de Palma del Río. Empecé con cierta incertidumbre y, por qué no decirlo, también algo de vértigo de estar a la altura de esta gran misión que me estaba proponiendo el Señor. Ahora puedo reconocer que no sólo era una misión, sino también un regalo de Dios, pues he de decir que estoy enamorada de mi trabajo y que esto es lo que quiero en mi vida. Para mí, es un regalo inmenso poder evangelizar desde el aula, ver cómo los niños se acercan poco a poco a Dios, e incluso crecer yo misma en la fe junto a ellos.
Además, este trabajo también ha sido un impulso en mi vida personal, ya que me ha permitido dar un gran paso con mi pareja: nos hemos prometido con el fin de formar un matrimonio cristiano. Así que, lo mire por donde lo mire, no puedo dejar de ver en todo esto una gracia inmensa de Dios.
También quiero destacar, la importancia de la asignatura de Religión en la escuela pública. En un entorno donde muchas veces se prioriza lo académico, la clase de Religión ofrece un espacio diferente: un lugar donde los niños se sienten más relajados, donde se habla de valores, de respeto, de perdón, de esperanza, de amor… En definitiva, donde se trabaja y se cultiva el corazón, algo que los acompañará durante toda la vida.
Como conclusión, me gustaría decir que este primer año como maestra me ha confirmado que cuando uno se pone en manos de Dios, todo cobra sentido. Él, que nos conoce mejor que nadie, sabe darnos lo que necesitamos en cada momento, aunque nosotros mismos dudemos de ello. Por eso, hoy más que nunca, creo firmemente en la providencia del Señor. Y doy gracias por este hermoso regalo que ha sido ser maestra de Religión.
Elena Hidalgo
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