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miércoles, 23 de julio de 2025

Elena Hidalgo: «Ser profesora de religión ha sido un regalo de Dios al ver cómo los niños se acercan poco a poco a Él y crecer yo misma en la fe; cuando uno se pone en manos del Señor, todo cobra sentido»


Elena Hidalgo ha vivido con gozo y como un don de Dios su primer curso como profesora de religión / Foto: Diócesis de Córdoba

* «Detrás de mi vocación hay un nombre propio: Araceli, mi hermana mayor. Ella ha sido y sigue siendo mi gran modelo a seguir. Gracias a su entusiasmo y entrega, descubrí desde pequeña el amor por la música, por la educación y, sobre todo, por Jesús. Siempre he ido detrás de ella, ayudándola como podía en todo lo que ella iniciaba. Me animó a formar parte del coro parroquial, de la catequesis, de campamentos y de todas las iniciativas que organizaba, como el musical “La Navidad”: una obra de teatro en la que se cuenta cantando el nacimiento de Jesús y de la cual, ahora soy codirectora junto a mi hermana. Y así, siguiendo sus pasos, hoy también soy maestra de Religión como ella, y no puedo sentirme más agradecida por ello» 

Camino Católico.- Elena Hidalgo es profesora de Religión en el CEIP San Sebastián de Palma del Río (CórdoBa) y ha terminado su primer curso docente y en un testimonio en primera persona en el portal de la  Diócesis de Córdoba asegura que su experiencia “ha sido un regalo de Dios al ver cómo los niños se acercan poco a poco a Él y crecer yo misma en la fe; cuando uno se pone en manos del Señor, todo cobra sentido”. Así cuenta su historia:

«Dios, que nos conoce mejor que nadie, sabe darnos lo que necesitamos en cada momento, aunque nosotros mismos dudemos de ello»

Me llamo Elena Hidalgo y este año he vivido una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida: mi primer curso como maestra de Religión en un colegio de Palma del Río.

Quiero comenzar hablando de mi familia, una familia cristiana en la que Dios siempre ha estado muy presente. La fe de mis padres ha sido una constante en nuestro hogar, un pilar que nos ha guiado a mis hermanas y a mí desde pequeñas casi sin darnos cuenta. Hoy en día agradezco a mis padres habernos inculcado esta educación cristiana y haberme dado la oportunidad de estudiar la carrera universitaria que yo quería: Educación Infantil.

Detrás de mi vocación hay un nombre propio: Araceli, mi hermana mayor. Ella ha sido y sigue siendo mi gran modelo a seguir. Gracias a su entusiasmo y entrega, descubrí desde pequeña el amor por la música, por la educación y, sobre todo, por Jesús. Siempre he ido detrás de ella, ayudándola como podía en todo lo que ella iniciaba. Me animó a formar parte del coro parroquial, de la catequesis, de campamentos y de todas las iniciativas que organizaba, como el musical “La Navidad”: una obra de teatro en la que se cuenta cantando el nacimiento de Jesús y de la cual, ahora soy codirectora junto a mi hermana. Y así, siguiendo sus pasos, hoy también soy maestra de Religión como ella, y no puedo sentirme más agradecida por ello.

He de confesar que jamás me había planteado esta especialidad, ya que me gusta muchísimo trabajar en Educación Infantil. Pero el Señor, que a veces actúa de manera sorprendente, puso en mi camino una oportunidad laboral que no pude rechazar: una larga sustitución en un colegio magnífico de Palma del Río. Empecé con cierta incertidumbre y, por qué no decirlo, también algo de vértigo de estar a la altura de esta gran misión que me estaba proponiendo el Señor. Ahora puedo reconocer que no sólo era una misión, sino también un regalo de Dios, pues he de decir que estoy enamorada de mi trabajo y que esto es lo que quiero en mi vida. Para mí, es un regalo inmenso poder evangelizar desde el aula, ver cómo los niños se acercan poco a poco a Dios, e incluso crecer yo misma en la fe junto a ellos.

Además, este trabajo también ha sido un impulso en mi vida personal, ya que me ha permitido dar un gran paso con mi pareja: nos hemos prometido con el fin de formar un matrimonio cristiano. Así que, lo mire por donde lo mire, no puedo dejar de ver en todo esto una gracia inmensa de Dios.

También quiero destacar, la importancia de la asignatura de Religión en la escuela pública. En un entorno donde muchas veces se prioriza lo académico, la clase de Religión ofrece un espacio diferente: un lugar donde los niños se sienten más relajados, donde se habla de valores, de respeto, de perdón, de esperanza, de amor… En definitiva, donde se trabaja y se cultiva el corazón, algo que los acompañará durante toda la vida.

Como conclusión, me gustaría decir que este primer año como maestra me ha confirmado que cuando uno se pone en manos de Dios, todo cobra sentido. Él, que nos conoce mejor que nadie, sabe darnos lo que necesitamos en cada momento, aunque nosotros mismos dudemos de ello. Por eso, hoy más que nunca, creo firmemente en la providencia del Señor. Y doy gracias por este hermoso regalo que ha sido ser maestra de Religión.

Elena Hidalgo

jueves, 26 de septiembre de 2024

Angelina Gómez Casana, profesora de Religión: «En las prácticas de la carrera confirmé que el Señor me hacía un instrumento para acercar a los niños a Él, y los niños reflejaban la voluntad de Dios en mí»


* «Con el tiempo mi fe, al igual que mi vocación, creció y se hizo más fuerte. Dios pasó a ser mi razón de ser y mi inspiración. Los tiempos de Dios son perfectos. Uno de mis momentos preferidos del día es cuando entro al colegio antes de la hora y me siento sola en la capilla. Es mi lugar de paz»

Camino Católico.-  Angelina Gómez Casana es profesora de Religión en el colegio La Salle de Córdoba y asegura que “los tiempos de Dios son perfectos. En el período de prácticas de la carrera, pude confirmar que mi vocación era real y se intensificaba con el tiempo. El Señor me hacía un instrumento para acercar a los niños a Él, y los niños reflejaban la voluntad de Dios en mí.” Lo cuenta en primera persona en su testimonio  de fe y vocación que ha escrito en el portal de Diócesis de Córdoba. Esta es su historia:

«Soy feliz con mi vocación. Orgullosa de vivir unida a la oración y poder mantenerla cada día. ¡Hay que vivir agradeciendo!»

Desde mi niñez, he sentido una profunda vocación que surgió a través de mi contacto con los más pequeños, una vocación que se ha fortalecido con el tiempo.

Siempre he disfrutado sumando experiencias mediante el trato con niños, organizando animaciones, siendo monitora de campamentos o realizando voluntariados. Nunca olvidaré una frase que me dijo el sacerdote que organizaba estos campamentos y voluntariados: "El que te elige es el de arriba".

Gracias a la dedicación y pasión por los más pequeños, y al período de prácticas de la carrera, pude confirmar que mi vocación era real y se intensificaba con el tiempo. El Señor me hacía un instrumento para acercar a los niños a Él, y los niños reflejaban la voluntad de Dios en mí.

Recuerdo que, en mi primera entrevista de trabajo, la penúltima pregunta fue: ¿quién es Dios para ti? No me la esperaba y no la llevaba preparada, pero rápidamente respondí: Dios, para mí, es el camino del bien. En aquel momento, mi fe era una fe corriente, mundana; pero con el tiempo, al igual que mi vocación, creció y se hizo más fuerte. Dios pasó a ser mi razón de ser y mi inspiración. Los tiempos de Dios son perfectos”.

Desde mi punto de vista, la fe es algo que se trabaja, y evangelizar es el punto más fuerte de un maestro. No considero que sea necesario hacer grandes esfuerzos para evangelizar, sino hacerlo desde el amor.

Me gustaría destacar que uno de mis momentos preferidos del día es cuando entro al colegio antes de la hora y me siento sola en la capilla. Es mi lugar de paz. Otra de las cosas que más me gusta es la reflexión de la mañana con los alumnos, donde todos orientamos nuestro día.

No podría decidir cuál es mi mejor recuerdo en el colegio, ya que son muchos. Sin embargo, nada es comparable a la alegría de que antiguos alumnos vengan a saludarte y a contarte anécdotas de clases en las que tú eras la profesora, a pedirte consejo, a decirte que quieren que seas su madrina de confirmación o cuentan contigo para formar parte del equipo pastoral. No sabría describir con palabras las situaciones que el Señor me ha regalado.

Sin embargo, no todo es color de rosa, y existen muchos momentos en los que no se ve la luz y surge la incertidumbre debido a las adversidades de la vida. He aprendido que en esos momentos es cuando más debes aferrarte al Señor; el sufrimiento es para un bien mayor y nos hace más humanos.

La fe nos enseña a ver la vida como un regalo, a apreciar cada pequeño gesto, sonrisa o achuchón. A diferenciar lo urgente de lo importante. Me siento muy afortunada de poder decir que soy feliz con mi vocación. Agradecida de ir cada día con una sonrisa al lugar donde paso más horas. Orgullosa de vivir unida a la oración y poder mantenerla cada día. ¡Hay que vivir agradeciendo!

"Tanto usaré de las cosas cuanto me ayuden para ir a mi fin”.

Angelina Gómez Casana