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martes, 16 de septiembre de 2025

Francesco Fiorio: «Me alejé de la fe, en la JMJ de Cracovia sentí la llamada al sacerdocio pero me opuse durante años; en la ordenación de 8 sacerdotes dije: ‘Señor, si es esto lo que quieres de mí, acepto’»


Francesco Fiorio contando su testimonio de vida y vocación

* «La Cuaresma de 2019 estaba guiada por las palabras de san Benito: ‘no anteponer nada al amor de Cristo’. Estas palabras me quedaron grabadas y las asocié a las de san Pablo: ‘por Él dejé perder todas estas cosas y las considero basura, para ganar a Cristo’. Así comencé de nuevo a poner en el centro la oración, la relación con el Señor, considerando superfluo todo lo que antes buscaba desesperadamente» 

Vídeo de la Fundación CARF en el que Francesco Fiorio cuenta una pequeña síntesis de su testimonio

Camino Católico.-  Ser sacerdote es la vocación de Francesco Fiorio, un joven seminarista italiano de 25 años de la Sociedad de vida apostólica de los Hijos de la Cruz, rama masculina de la comunidad Casa de María, realidad mariana nacida de la experiencia de Medjugorje. Cuenta su testimonio en el portal de la Fundación CARF, gracias a la que se han podido formar muchos de sus miembros, seminaristas, sacerdotes, religiosas y laicos, en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Ahora, empieza su segundo año de Teología.

Desde la infancia, vivió la parroquia como una segunda familia

Las raíces de su historia vocacional se remontan a su infancia. Francesco Fiorio nació y creció en Roma, en el barrio periférico del Trullo. Desde pequeño frecuentó la parroquia, que fue confiada en 2005 a los Hijos de la Cruz. Ya desde los 6-7 años iba todos los días al oratorio, que para él se había convertido en su segunda casa.

«Los sacerdotes y las religiosas Hijas de la Cruz me acompañaron a recibir todos los sacramentos: desde la primera Confesión, la primera Comunión hasta la Confirmación. Los Hijos y las Hijas de la Cruz, junto con los otros chicos de la parroquia, eran una segunda familia, y creo que todo el bien que me quisieron dejó una huella indeleble en mi corazón y en mi conciencia».

«Recuerdo que una vez, de niño, me preguntaron qué quería ser de mayor y yo respondí tranquilamente: “el sacerdote”, porque veía a los Hijos de la Cruz que cada día jugaban al fútbol y estaban simplemente contentos, y así yo quería ser como ellos». 

Otra anécdota que explica este vínculo con su infancia es que las Hijas de la Cruz que fueron sus catequistas, ahora son las mismas que en el seminario les atienden en las necesidades cotidianas. «Estas personas fueron para mí la prolongación de las manos de la Virgen que cuidó de mí desde pequeño. A través de ellas conocí y entré en contacto con la realidad de la Casa de María, nuestros superiores y los otros chicos de la comunidad».

Francesco Fiorio se ha sentido cuidado por la Virgen desde pequeño pese a su alejamiento de la fe

La adolescencia y el alejamiento de la fe

Todo iba bien hasta la adolescencia, cuando empezó a buscar otras amistades que le alejaron de los verdaderos lazos que le ofrecía la Virgen María. «Comencé a tener el pie en dos zapatos. Nunca rompí del todo con la fe: seguía yendo a Misa los domingos, a frecuentar la parroquia; pero al mismo tiempo lo único que me interesaba era construir una imagen de mí delante del mundo y conquistar a las chicas».

Siguió así por un tiempo hasta 2016 cuando, en la JMJ de Cracovia, yendo en peregrinación al santuario de la Virgen Negra de Częstochowa, sintió la llamada al sacerdocio. «Esta llamada me había dejado totalmente desconcertado, porque fue como un rayo en el cielo sereno, de hecho, puedo decir que llegó justamente en el periodo en que estaba más fuera de mí.

Al volver a casa, me cerré totalmente, porque de ninguna manera quería ser sacerdote: tenía otros proyectos y otros programas. Quería construirme una vida autogestionada. Me opuse durante varios años, hasta 2018, cuando yendo a Medjugorje para el retiro de verano, pasamos por Široki Brijeg, un pueblo centro de la catolicidad de Bosnia y Herzegovina».

El impacto de Široki Brijeg

El 7 de febrero de 1945, los partisanos comunistas yugoslavos asesinaron a 30 frailes franciscanos, quemando sus cuerpos y destruyendo el convento, la biblioteca y los archivos. Fue un intento de borrar la presencia cultural y religiosa católica en Herzegovina. En total, más de 120 franciscanos de la provincia fueron asesinados durante aquella persecución. Hoy los frailes son recordados como mártires de la fe, y cada año se conmemora su sacrificio.

«Cuando visité Široki Brijeg, supe que allí fueron martirizados decenas de frailes franciscanos en el periodo de ocupación comunista del siglo XX y muchos otros todavía en los siglos precedentes de dominación turca.

La historia de aquel sitio nos fue explicada por una señora local. Recuerdo muy bien que se conmovió y lloró contándonos la entrega de los sacerdotes hasta dar la vida por el pueblo, y también la entrega misma del pueblo por sus sacerdotes. Lloraba mientras hablaba de los sacerdotes, de la Santa Misa.

Ese testimonio suyo me tocó en lo íntimo y empezó a mover algo en mi corazón endurecido. Bajando al lugar del martirio, uno de nuestros sacerdotes que seguía a nuestro grupo de jóvenes me dijo: “¿quieres otras respuestas?”, al darse cuenta de que no había quedado indiferente a aquellas palabras».

Francesco Fiorio en Medjugore, en la segunda fila en el centro con camiseta azul claro

Cuaresma 2019, redescubriendo el amor de Cristo

En la Cuaresma de 2019 redescubrió el amor de Cristo y la centralidad de la oración. La Cuaresma de aquel año estaba guiada por las palabras de san Benito: “no anteponer nada al amor de Cristo”. «Estas palabras me quedaron grabadas y las asocié a las de san Pablo: “por Él dejé perder todas estas cosas y las considero basura, para ganar a Cristo”. Así comencé de nuevo a poner en el centro la oración, la relación con el Señor, considerando superfluo todo lo que antes buscaba desesperadamente».

La ordenación de ocho Hijos de la Cruz se convirtió en una ocasión que confirmó en Francesco la certeza de la vocación, mostrándole la alegría de una vida entregada.

«Sin embargo, fue decisiva para mí la ordenación sacerdotal de ocho Hijos de la Cruz que tuvo lugar el 12 de mayo de ese mismo año. Ver la alegría y felicidad de aquellos nuevos sacerdotes, que me habían acogido y querido como a un hermano menor, al entregarse totalmente al Señor en la virginidad, en la ofrenda de toda su vida por la Iglesia, por los hermanos y hermanas de la Casa de María y por tantas otras almas que la Virgen les haría encontrar, me hizo decir: “Señor, si es esto lo que quieres de mí, a lo que me llamas, está bien, acepto”».

Una familia espiritual

La Vocación en la Casa de María, le hizo comprender que la Virgen María ya le ofrecía en aquel lugar todo lo que deseaba: una familia espiritual y el sentido de su entrega.

«Entonces me di cuenta de que todo lo que buscaba y deseaba la Virgen me lo estaba ofreciendo desde hacía tiempo en la Casa de María, esperando solo que yo acogiera y aceptara su llamada. Ella realizó todos mis deseos más sinceros: me dio una familia espiritual, hermanos y hermanas, el amor de un padre y de una madre espiritual, la realización de mi afectividad llamándome, no a amar a una persona determinada, sino a una donación total al Señor y a los demás. Estaba claro en mí desde el principio que, si debía ser sacerdote, nunca lo habría querido ser fuera de la Casa de María, porque solo en esta familia tiene sentido mi vocación».

Francesco Fiorio, en el centro de la imagen con chaqueta gris a la izquierda del sacerdote, junto a sus hermanos espirituales

En 2021 se consagró a la Virgen y en 2022 entró en la Casa de María, donde vive hoy su vocación en comunidad.

«Así inicié un camino de acercamiento más radical a la Casa de María. El 6 de enero de 2021 me consagré a la Virgen. El 4 de diciembre de 2022 entré en la comunidad, y hasta hoy son dos años que vivo en la Casa de María».

Gracias a los benefactores

«Quiero concluir mi testimonio explicando cómo, más allá de acontecimientos particulares o experiencias que pueda relatar, mi vocación está fundada en el amor que la Virgen María ha tenido hacia mí a lo largo de toda mi vida y que me ha manifestado a través de las personas que ha puesto a mi lado acompañándome en cada momento y circunstancia».

«Por ello aprovecho la ocasión también para agradecer a los benefactores de la Fundación CARF la ayuda económica con la que están sosteniendo mis estudios y los de mis hermanos en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Espero poder recompensarles con mi oración y también con buenos resultados en el camino universitario».

Francesco Fiorio, a la derecha de la imagen

viernes, 12 de septiembre de 2025

Paloma Altonaga, 24 años, ha ingresado como monja carmelita: «Dios es mi todo: mi Padre, mi madre, mi amigo, mi esposo»


Paloma Altonaga, hoy hermana Paloma de Jesús María, el día de sus primeros votos temporales / Foto: @carmelodescalzoarg

* «Quiero decirles a los jóvenes que muchas veces escuchamos: ‘Cristo vale la pena’. No: ¡Cristo vale la vida! Cuando sientas en tu interior esa libertad, ese decir ‘sí, este es el momento, siento esto en mi corazón’, hacelo. Animate. Es cuestión de dar el paso, de buscar buenas amistades y buenas compañías que te ayuden en tu discernimiento. Todo lo que te dé paz, lo que te dé alegría, lo que te plenifique: esa es tu vocación» 

Camino Católico.- A los 24 años, Paloma Altonaga, hoy hermana Paloma de Jesús María, decidió entregar su vida entera a Cristo dentro de un monasterio de clausura. Desde el silencio y la oración diaria del carmelo, afirma haber encontrado la plenitud en un amor más grande.

Paloma nació en La Plata, Argentina, en una familia marcada por la fe. Cuando era bebé, su madre la consagró a la Virgen María en medio de un momento difícil: una enfermedad complicada y una relación familiar tensa.

“Mi mamá tuvo un problema de salud complicado y la relación con mi papá también era complicada. Así que consagró a su bebé, a mí, a la Virgen. El aura de fe siempre me siguió”, comenta a El Diario Sur.

Paloma Altonaga, hoy hermana Paloma de Jesús María, tras la reja del claustro / Foto: @carmelodescalzoarg

Paloma participó activamente en distintos apostolados, entregándose con entusiasmo a la evangelización. Sin embargo, durante la cuarentena descubrió que algo le faltaba.

“En la cuarentena, durante ese parate obligatorio, me di cuenta de que en ese apostolado activo estaba en todos lados, pero a la vez mi corazón no estaba en ninguno. Estaba feliz, pero no me sentía plena. Así decidí entrar en el Carmelo, pero no me cerraba que sea en La Plata”, explica.

Acompañada por un sacerdote, comenzó a discernir la vida religiosa mientras estudiaba filosofía y teología. Fue entonces cuando conoció a las Carmelitas Descalzas del Monasterio Nuestra Señora de la Paz, en Luis Guillón (Buenos Aires).

Paloma Altonaga, hoy hermana Paloma de Jesús María, en el centro de la imagen, con sus hermanas carmelitas de clausura Foto: @carmelodescalzoarg

“Empecé a conocerlas y más adelante empecé el aspirantado, que puede durar de uno a dos años, es una etapa donde vivís con las hermanas pero tenés la obligación de salir al menos una vez. Cuando me tocó irme unos días me puse a llorar, porque no quería salir”, relata.

Tras cuatro años de formación entre aspirantado y noviciado, el pasado 23 de julio hizo su Profesión Simple, convirtiéndose en esposa de Cristo mediante sus primeros votos temporales.

“Consisten en una alianza que una hace con el Señor, en ir caminando hacia una consagración definitiva de toda nuestra persona a su servicio, al servicio de la Iglesia y de la humanidad”, explica.

Paloma Altonaga, hoy hermana Paloma de Jesús María, con el obispo el día de sus primeros votos temporales / Foto: @carmelodescalzoarg

En el Carmelo, la hermana Paloma dedica sus días a la oración y al trabajo sencillo, convencida de que desde la clausura también se sostiene la misión de la Iglesia.

“Ingresé al Carmelo porque siento que, desde la oración y desde el apostolado escondido que tenemos, puedo estar en todos los frentes de servicio habidos y por haber para la Iglesia y para la humanidad. Como decía Santa Teresita: ‘Desde el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor’. Y es gracias a ese amor que todos los apostolados son posibles”.

Ella asegura con certeza que “ Dios es mi todo: mi Padre, mi madre, mi amigo, mi esposo”.

Lejos de considerar su elección como una renuncia, la hermana Paloma vive su vocación como un camino de plenitud.

Paloma Altonaga, hoy hermana Paloma de Jesús María, el día de sus primeros votos temporales / Foto: @carmelodescalzoarg

“Charlando con un sacerdote, me preguntó si había algún impedimento en mi vida para poder responder al llamado de Dios. Cuando me di cuenta de que no, supe que no quería esperar más”, cuenta.

Por ello, anima a los jóvenes que sienten inquietud vocacional a no tener miedo.

“Quiero decirles a los jóvenes que muchas veces escuchamos: ‘Cristo vale la pena’. No: ¡Cristo vale la vida! Cuando sientas en tu interior esa libertad, ese decir ‘sí, este es el momento, siento esto en mi corazón’, hacelo. Animate. Es cuestión de dar el paso, de buscar buenas amistades y buenas compañías que te ayuden en tu discernimiento. Todo lo que te dé paz, lo que te dé alegría, lo que te plenifique: esa es tu vocación”.




Imágenes de Paloma Altonaga, hoy hermana Paloma de Jesús María, el día de sus primeros votos temporales / Fotos: @carmelodescalzoarg

domingo, 7 de septiembre de 2025

Elisa Curti, 25 años: «Fui rebelde en la adolescencia, establecí una relación profunda con Jesús, y me dio la gracia de comprender cuánto me amaba: ¡había dado su vida por mí!; dejé a mi novio y soy monja clarisa»

Elisa Curti sintió su llamada a ser religiosa cuando empezó a profundizar r en su relación con Dios

* «Mi vida cambió significativamente cuando comprendí que el Dios del que tanto había oído hablar era una Persona viva, que quería entrar en relación conmigo y que, poco a poco, se convirtió en una Presencia indispensable en mis días… Esta experiencia me llevó a preguntarme cómo podía responder concretamente a Aquel que me había amado tanto, y en mi corazón comencé a cultivar secretamente el deseo de la vida religiosa» 

Camino Católico.-  Elisa Curti, joven italiana de 25 años, tenía una vida con todo lo que muchas mujeres de su edad, tiempo y lugar podrían desear: una familia amorosa, un título profesional obtenido con éxito, un novio que la amaba, salud, oportunidades profesionales esperando ser conquistadas y mucho más. 

"Pero mi vida cambió significativamente cuando comprendí que el Dios del que tanto había oído hablar era una Persona viva, que quería entrar en relación conmigo y que, poco a poco, se convirtió en una Presencia indispensable en mis días", dice Elisa en un testimonio en el portal de la diócesis de Perugia (Italia).

Y fue así entonces que el pasado 21 de abril, lunes de Pascua, Elisa Curti, de la parroquia San Fortunato della Collina (diócesis de Perugia), inició su camino de postulantado en el Monasterio de las Clarisas de Sant'Erminio en Monteluce. Esta es su historia vocacional:

Entre las Clarisas de Monteluce

Desde niña recibí una formación cristiana en mi familia. Participé regularmente en el catecismo en la parroquia y en la misa dominical. Pero mi vida cambió significativamente cuando comprendí que el Dios del que tanto había oído hablar era una Persona viva, que quería entrar en relación conmigo y que, poco a poco, se convirtió en una Presencia indispensable en mis días.

Comencé a establecer una relación cada vez más profunda con Jesús, y Él me dio la gracia de comprender cuánto me amaba: ¡había dado su vida, se había entregado por mí!

Esta experiencia me llevó a preguntarme cómo podía responder concretamente a Aquel que me había amado tanto, y en mi corazón comencé a cultivar secretamente el deseo de la vida religiosa.

Después de un período de rebelión adolescente, Dios, que es fiel, encontró una manera de atraerme de nuevo a Él, y desde entonces me tomé en serio mi búsqueda, iniciando un camino de discernimiento vocacional.

En mi vida he recibido todo lo que una persona aparentemente podría desear: una familia amorosa que nunca me ha hecho perder nada, una brillante carrera universitaria, coronada por una maestría en Literatura Clásica, un novio, amistades sólidas y sinceras, una vida de fe vivida intensamente en el servicio parroquial. Sin embargo, todo esto no pudo llenar completamente mi corazón y satisfacer completamente mis deseos. La llamada a responder con mayor generosidad al amor de Dios, entregándome por completo a Aquel que «me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Ga 2,20), nunca se ha extinguido. Al contrario, ha crecido cada vez más hasta el punto de volverse irresistible, hasta el punto de que, a través de muchos pequeños «síes», pedí poder entrar en el monasterio de las Clarisas de Sant'Erminio, donde fui recibida el 21 de abril para comenzar el camino del postulantado. ¡Reza por mí!

Elisa Curti

lunes, 28 de julio de 2025

Cecilia Ansaldi y su esposo tienen 5 hijos sacerdotes y ambos oraron sin decírselo al otro: «’Señor, si quieres todo lo que tengo, ellos son tuyos’; Dios nos los confió les enseñemos el camino al cielo»


Cecilia y Enrique Ansaldi junto a sus cinco hijos, todos ellos consagrados a Dios / Foto: Adveniat

* «Uno tiene que confiar y poner todo su corazón en Dios y en el cuidado que nos da la Virgen María, porque si no, corremos el riesgo de querer -por nuestras propias fuerzas- encontrar nosotros un camino… siendo que el camino siempre es Cristo y Él es Quien lo muestra a quien tiene un corazón sincero, y persevera en la oración y en la unión permanente con Él. Los hijos no son nuestros y son un don de Dios. Cada uno tiene que seguir la vocación que Dios le ha señalado. ¿Quiénes somos nosotros como padres para ser un obstáculo en esa vocación? Sabiendo que, a pesar de las dificultades, solamente correspondiendo al llamado que Dios nos hace, sea en el estado que sea, casados, solteros, religiosos, sacerdotes, Dios es el que da la gracia para sostener esa situación» 

Camino Católico.- Cecilia y Enrique Ansaldi cumplieron recientemente 42 años de casados y a pesar de haber tenido ocho hijos, viven sin ellos en casa, pero plenos, en San Rafael, Argentina. Tuvieron un noviazgo sostenido por la Santa Misa y Dios les regaló cuatro hijos ya sacerdotes: José, Emmanuel, Javier y Gregorio;  Joaquín, el quinto, es monje benedictino y pronto será ordenado Sacerdote en Francia. Tuvieron tres hijos más, que fallecieron durante el embarazo.

Se conocieron en el movimiento juvenil Palestra, en Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina. Asumieron el matrimonio casi seis años después, una vez que ambos terminaron los estudios universitarios. Ella, maestra, y él, médico. Hablaron de los hijos, “serían los que Dios quiera… ¡sí!”, pensaban en una familia numerosa. Los tres hijos que no nacieron -comenta Cecilia- “nos acompañan desde el Cielo.”

La impresionante respuesta a una oración sencilla

Los hijos del matrimonio Ansaldi de chicos eran muy traviesos como todos los niños, lo que no se le ocurría a uno se le ocurría a otro. En la Misa muchas veces estaban inquietos y papá o mamá debían pasar parte de la misma fuera del templo, pero cuando los chicos comenzaron a tener conciencia y realizaron respectivamente su primera Confesión y Comunión, adquirieron interés por las cosas de Dios, les gustaba ser monaguillos y participaban con responsabilidad.

La Eucaristía pasó a ser entonces lo más importante que podían vivir, y además de asistir los domingos, siempre buscaban la oportunidad de asistir entre semana apenas se presentaba la oportunidad.  “Ellos desde chicos pudieron intuir que la Misa no es algo que se puede dejar, que es parte constitutiva de la familia y así fueron asumiéndolo.”

En una ocasión, el Sacerdote, relata Cecilia, motivó en una homilía a rezar por las vocaciones porque hacían falta Sacerdotes. Ella elevó entonces una sencilla oración, teniendo entonces apenas dos hijos. “Si tú quieres todo lo que tengo, ellos son tuyos”, fue todo, asegura Cecilia a Claudia Ortiz en Adveniat. Jamás habló con sus hijos al respecto, tampoco con su esposo, pero fue una oración constante, “si Tú quieres son tuyos, Tú encontrarás la forma”. Y Dios la encontró.

Años después, charlando con su esposo, él dijo que había hecho una oración semejante. “Esto es lo que tenemos, es tuyo”. Y aunque nunca hablaron de eso con sus hijos, Enrique sí les decía a sus hijos, lo mismo que a los adolescentes a quiénes daba clases, “que antes de elegir su profesión, descubrieran a qué vocación los llamaba Dios, ya sea al matrimonio, ser célibes o a la vida religiosa”. “Pero expresamente nunca les preguntamos si querían ser Sacerdotes”, agrega Cecilia. Fue algo que nunca hablaron con ellos, solamente quisieron mostrarles el camino de manera respetuosa para que hicieran libremente sus elecciones.

Los cinco hijos de Cecilia y Enrique Ansaldi todos ellos consagrados a Dios, cuando eran pequeños / Foto: Adveniat

Dios llama a quien quiere y en cualquier circunstancia

Cecilia y Enrique trataban de darles la mejor educación a sus hijos y encontraron en San Rafael, Mendoza, una escuela muy buena que les pareció era lo mejor entonces, por lo que decidieron cambiar de residencia para alcanzar este objetivo.

Estando ya allí surgió una oportunidad para los dos hermanos mayores. Era el año 2000 y pudieron integrarse a participar en la Jornada Mundial de la Juventud en Italia. Para el hijo mayor fue una experiencia esclarecedora de su vocación. José actualmente es párroco en el sur de Francia, y miembro de la Orden San Elías.

Emmanuel entró con 14 años al seminario menor y después pasó al seminario mayor,  donde completó su formación, y recibió la ordenación sacerdotal. En la actualidad está cursando los estudios de doctorado en Arqueología cristiana en Roma.

Javier, el tercero de los hijos, cuando cumplió 16 años expresó su deseo por ir también al Seminario Menor. En la actualidad se desempeña como sacerdote en la parroquia San Lorenzo, de Ollioules, en Francia, donde desarrolla un hermoso apostolado con niños y jóvenes.

Gregorio quería inicialmente ser médico y antes de iniciar la carrera fue solicitado a integrarse a un equipo de voluntarios para prestar su ayuda a una comunidad en Egipto. El viaje era por seis o siete meses, pero a la mitad de ese viaje contactó a sus padres: “¿A ustedes les molesta que yo no siga Medicina -les preguntó- porque yo quiero ser Sacerdote y quiero estudiar acá”. 

Contó con la aprobación de sus papás, que por correo electrónico le dijeron: “Lo que Dios quiera, cuando Él quiera…” Hizo su noviciado en Egipto, para lo cual debió aprender árabe; continuó en Italia, después fue enviado a España, y finalmente concluyó los estudios y recibió el orden diaconal y sacerdotal en Argentina, en el Seminario Diocesano de San Rafael. Actualmente es misionero en dos parroquias en Ecuador, acompaña la Academia Dominicanes e integra la Orden San Elías.

Joaquín, estuvo en el hogar hasta los 16 años, y finalmente también habló con sus padres para decirles que quería entrar al Seminario menor, continuó en el Mayor unos años, y luego, de visita a sus hermanos que estaban en Francia, conoció la abadía Sainte-Madeleine du Barroux tras lo cual les comunicó que quería consagrarse como monje en dicho monasterio benedictino. Su nombre religioso es Juan Diego; y Dios mediante será ordenado Sacerdote el 28 de Octubre próximo.

De hecho, en los últimos años la familia se ha reunido varias veces en torno a Joaquín. “El próximo encuentro de la familia será, si Dios Quiere, nuevamente en Francia. Después, no lo sabemos, a cada día le basta su propio afán”, comentó Cecilia.

Dios preserva la familia en la sana doctrina

Rosario, su ciudad natal, afectada por el tercermundismo y el terrorismo, vivió esos problemas muy seriamente: “lamentablemente muchísimos Sacerdotes quedaron involucrados en eso”, contó Cecilia y agrega, “pero siempre hemos tenido la gracia de encontrar algunos buenos sacerdotes que nos ayudaron a conservar en el corazón el anhelo de buscar algo mejor dentro de lo que nosotros conocíamos”.

Factor determinante en la educación de sus hijos fue la decisión de Cecilia de dejar su profesión para cuidarlos desde el nacimiento del primero; sólo retomó el trabajo docente cuando sus hijos fueron ya grandes, respondiendo al llamado del colegio donde estaban inscritos, por lo que podía ir y volver con ellos de la escuela. Su prioridad era no delegar la educación de los hijos. Tal decisión, aseguró, lo volvería hacer siempre.

En los últimos años, a raíz del ingreso del menor de sus hijos a la Abadía Sainte Marie Madeleine en Francia, el matrimonio descubrió la Misa Tradicional: “Dios se encarga de ir cerrando o abriendo puertas, de ir guiando nuestra libertad… podemos dar testimonio a lo largo de los años; ha sostenido nuestro anhelo de servirlo, venciendo tropiezos, abriendo nuevas puertas… a veces gracias a la palabra de una persona, el consejo de otra… nos ha ido guiando por el camino para poder descubrirlo cada vez con mayor profundidad.”

Sus hijos vivieron esa misma dinámica, pasando por diversas etapas y lugares, aferrados a Dios que los preservó y les siguió mostrando el camino en medio de los estudios, el apostolado y demás tareas sacerdotales, cuidando de manera particular el servicio de la liturgia. Cecilia considera que Dios les mostró el camino porque había sinceridad en la entrega. “Uno tiene que confiar y poner todo su corazón en Dios y en el cuidado que nos da la Virgen María, porque si no, corremos el riesgo de querer -por nuestras propias fuerzas- encontrar nosotros un camino… siendo que el camino siempre es Cristo y Él es Quien lo muestra a quien tiene un corazón sincero, y persevera en la oración y en la unión permanente con Él.”

El cumplimiento de la voluntad de Dios

- ¿Cómo es tener cinco hijos consagrados a Dios?

- Yo gozo tanto cuando estamos juntos, es un gozo tan grande verlos, ver cómo a pesar de ser distintos, son muy distintos, se han peleado y pelean como buenos hermanos, cada uno tiene respeto y admiración por el otro, verlos cómo discuten, cómo se plantean las cosas, cómo se ríen; así, a lo largo de los años; para mí es un gozo. Es cierto parece algo raro tener cinco hijos consagrados a Dios, pero no lo es tanto.

- ¿No los extraña?

- Yo creo que Dios asiste con su gracia; ciertamente los quisiera tener cerca, pero por otro lado somos conscientes de que cada uno tiene que seguir la vocación a la que Dios le llamó. Nosotros seguimos nuestra vocación al matrimonio y para ello en un momento dejamos nuestros respectivos hogares de origen, y entonces seguramente nuestros padres han sentido la pérdida, pero nos dejaron ir, a su modo nos enviaron, con mucho gusto. 

Yo creo que es el mismo sentimiento. Uno siente la partida de los hijos, pero por otro lado, se establece una comunicación espiritual tan profunda, tan íntima, que es como si estuvieran todos acá; y así cada vez que nos encontramos, es como si estuviéramos siempre juntos. Sí, es difícil el momento de la partida, pero pasaría lo mismo con cada hijo que vive lejos cuando es el reencuentro y luego llega el momento de despedirse. A veces quisiéramos que estén más cerca pero el saber que en cada Santa Misa cada uno de ellos hace presente a Cristo, por la Eucaristía que compartimos, estamos unidos más a Nuestro Señor, como más íntimamente con Él, es un misterio demasiado profundo, una gracia enorme, como a cada uno de ellos por Cristo y los afectos.

- ¿Qué pasa con el tema de los nietos, cómo sobrellevar que no los tendrá?

- Los hijos no son nuestros y son un don de Dios. Asimismo, los nietos tampoco son nuestros y son también un don. Entonces, no es que tenemos derecho a tener nietos. Solamente tenemos, sí, la gracia de haber cooperado con Dios con estos hijos y ahora de compartir sus vidas en este camino al Cielo.

Y podría ser que, aún sin que nuestros hijos fueran sacerdotes, los nietos no llegaran, porque no son un derecho. En este sentido, como además Dios no se deja ganar en generosidad ante una entrega total y considerando que podría ser que en algún momento pudiera llegar la nostalgia de saber que uno no va a tener nietos, Dios es tan bueno que compensa esa falta con gracias sobreabundantes. Y aunque no hubiese una compensación, lo más importante es recordar que los hijos no son nuestros, son de Dios.

- ¿Podría compartir un mensaje para los padres de familia a los que les cuesta dejar que sus hijos respondan al llamado de Dios hacia una vocación religiosa?

- Cada uno tiene que seguir la vocación que Dios le ha señalado. ¿Quiénes somos nosotros como padres para ser un obstáculo en esa vocación? Sabiendo que, a pesar de las dificultades, solamente correspondiendo al llamado que Dios nos hace, sea en el estado que sea, casados, solteros, religiosos, sacerdotes, Dios es el que da la gracia para sostener esa situación.

Además, reitero, nuestros hijos no son nuestros, Dios nos los confió en su infinita misericordia y su infinito amor para que nosotros cooperemos en esta obra creadora y les enseñemos el camino al cielo. Y eso sólo puede ocurrir si cumplen con la voluntad de Dios, con la vocación a la que les llama, de ahí que nuestra respuesta ante cualquiera de los llamados vocacionales de nuestros hijos, vuelvo a decir, casados, solteros, religiosos, sacerdotes o monjas, tenemos que apoyarlos, ayudarlos y rezar constantemente por ellos.

- ¿Está feliz Cecilia, siente la ternura de Nuestro Señor en su vida?

- Muy feliz, a veces demasiado -respondió conmovida-, es imposible no sentir Su ternura. Más allá de que no es una vida color de rosa y Dios no nos ahorra el dolor, pero es tan grande Su Amor que es muy difícil comunicar lo que se siente: tan queridos, tan amados por Dios, aún en medio del dolor y del sufrimiento -que los tenemos todos los días- y Él no nos priva de ellos, al contrario hay veces que las cruces son grandes; pero Dios nos ama tanto… en cada Santa Misa sobremanera. Cuando uno se arrodilla y realmente piensa en la propia indignidad y el misterio del amor de Dios…, es difícil comunicar.