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sábado, 1 de noviembre de 2025

Joe Mazzulla, entrenador de los Boston Celtics de la NBA: «Acabo de ser elegible para ser diácono, algo que siempre he querido hacer; yo y mi familia serviremos al Señor»


Joe Mazzulla, entrenador de los Boston Celtics, ha explicado que va a ser diácono como él deseaba

* «Creo que ganar ha sido más aterrador para mí porque es como si estuviera luchando con Dios. Como, ¿me vuelvo codicioso y quiero más? ¿Cómo encuentras el espacio de querer más y, a la vez, estar agradecido por lo que Dios te ha dado? Porque mi mayor miedo es que, dentro de 10 años, me despierte y sea el joven rico. Y que la vida me haya pasado de largo, y que no esté dispuesto a renunciar a mis tesoros en esta tierra porque lo habré dado todo a una mundanidad… Creo que es importante tener la perspectiva de que Dios me dio el trabajo de mis sueños a una edad muy joven, así que ¿cómo puedes vivirlo al máximo y también intentar estar lo más presente posible? Simplemente combinando mis cosas favoritas: baloncesto, Rosario, los Celtics; tener ese ritual previo al partido te mantiene centrado y con los pies en la tierra respecto a la oportunidad y la responsabilidad que Dios te ha dado» 

Camino Católico.- El entrenador de los Boston Celtics, Joe Mazzulla, no es de los que ocultan su fe católica. Conocido por hacer referencias al Evangelio durante las conferencias de prensa, reservar asientos especiales a pie de cancha para sacerdotes católicos y llevar un rosario gigantesco, el entrenador de la NBA acaba de revelar la mayor noticia de todas: su deseo de convertirse en diácono católico.

Hablando con el sacerdote dominico Joseph Anthony Kress en el podcast Godsplaining, a Mazzulla le preguntaron: “¿Cuál dirías que es tu próximo objetivo profesional?”.

Y en lugar de hablar de otro título de la NBA o de los playoffs, el comulgante diario sorprendió a los oyentes: “Acabo de ser elegible para ser diácono, algo que siempre he querido hacer. Ahí está. He estado pensando en eso”.

El joven entrenador no compartió más sobre esta emocionante noticia, pero al hablar más sobre cuál sería su objetivo profesional en lo que respecta a entrenar, Mazzulla compartió:

“Creo que ganar ha sido más aterrador para mí porque es como si estuviera luchando con Dios. Como, ¿me vuelvo codicioso y quiero más? ¿Cómo encuentras el espacio de querer más y, a la vez, estar agradecido por lo que Dios te ha dado? Porque mi mayor miedo es que, dentro de 10 años, me despierte y sea el joven rico. Y que la vida me haya pasado de largo, y que no esté dispuesto a renunciar a mis tesoros en esta tierra porque lo habré dado todo a una mundanidad”.

La entrevista pone la fe católica de Mazzulla en primer plano de maneras muy singulares. Hablando de su propia crianza, reconoció cuánto lo formó su fe.

“Tuve mucha suerte, principalmente porque crecí en un entorno donde la fe y el catolicismo eran una parte normal de la vida. Vivía a medio kilómetro de una iglesia. Iba a la iglesia los domingos y asistí a una escuela católica desde jardín hasta 12º grado”.

Como sabemos, Mazzulla se ha convertido en un verdadero influencer dentro del ámbito católico por su franqueza sobre su fe, incluidos momentos virales, como cuando le preguntan por conocer a la familia real y responde rápidamente: “¿Jesús, María y José?”.


Joe Mazzulla, entrenador de los Boston Celtics, intenta ser coherente con su fe católica en todos los aspectos de su vida

En ese mismo intercambio, la reportera deportiva reitera: “El príncipe y la princesa de Gales”, y Mazzulla remata la jugada: “Sólo estoy familiarizado con una familia real. No sé mucho sobre esa. Pero ojalá sean fans de los Celtics”.

Pero cuando el P. Joseph Anthony Kress le pregunta a Mazzulla quién lo influye, el entrenador de la NBA dice: “Estoy muy agradecido de tener vínculos con jugadores actuales y anteriores. Y algunos son personas de fe sólida, y otros no. Realmente no creo que eso importe, pero el tipo de relaciones que puedes construir con las personas es la razón por la que realmente estoy en todo esto”.

También menciona a su sacerdote y amigo de larga data, el P. Marcel Taillon, a quien conoce desde 8º grado (un sacerdote también muy querido por mi familia), y los muchos frutos de esa amistad.

“Poder tener un sacerdote constante, una enseñanza constante pero también rendición de cuentas, que él esté ahí en todas las diferentes etapas de mi vida, etapas de entrar a la preparatoria; desarrollamos nuestra fe a través de tantas experiencias diferentes y a lo largo de la preparatoria, el periodo de reclutamiento, qué universidad vas a elegir, ir a la universidad, los altibajos de la universidad, comenzar tu carrera, mudar a tu familia”, dice. “Y todo culmina en volver al lugar donde empezamos juntos, que es aquí en New England, y luego emprender juntos el camino de fe es algo. He tenido personas en el camino, pero el P. Taillon es alguien que ha estado ahí por mucho, mucho tiempo y realmente me ha ayudado en cada etapa de mi vida”.

“Si todos miramos nuestra vida como un testimonio”, continua Mazzulla, “creo que hay dos tipos diferentes. Creo que Dios pone personas en tu vida para momentos particulares, ya sea un día, un año, o de tres a cinco años. Entonces, ¿cómo puedes impactar a esa persona en el tiempo que tienes con ella? ¿Cómo puedes usar los dones que Dios te ha dado durante el tiempo que tienes? Así que creo que luego tienes algunas relaciones que son duraderas y van más allá del tiempo. Nunca debes dar por sentado el tiempo que tienes para invertir en alguien”.

Vivir con intención parece ser, de verdad, el modus operandi del entrenador. Y dijo que la decisión de vivir de esta manera llegó cuando se dio cuenta de la dura verdad que se nos pide comprender como católicos.

“Para mí, personalmente, es creer que lo que Dios dice sobre ti es verdad. Algo tan simple, pero tan difícil. Y diría que durante mucho tiempo no siempre creí que lo que Él decía sobre mí era verdad. Cuando descuidas eso y no lo crees, sales a buscar falsedades. Así que se convierten en cosas que son un poco más fáciles de creer. De niño, es más fácil creer que tu identidad está en el baloncesto que creer que alguien murió por ti y entregó toda su vida por ti. Tienes esta gracia, y no puedes ganártela, simplemente se te da. Y todo lo que tienes que hacer es aceptar. Y eso es difícil de aceptar”.


Joe Mazzulla, entrenador de los Boston Celtics, es devoto de la Virgen María y reza el rosario y también lo hace con el equipo antes de los partidos

“¿Cómo acepto eso?”, pregunta Mazzulla. “¿Cómo lo creo? ¿Y cómo lo vivo?”.

Mazzulla también habló de mantener a su esposa y familia cerca de él durante la temporada, guiado por el versículo: “Yo y mi familia serviremos al Señor” (Josué 24,15).

“A lo largo de la temporada”, dice, su esposa a menudo viaja con él, “porque creo que es importante trabajar en tu matrimonio tanto como en tu entrenamiento. Durante los playoffs, ella está en cada partido”, y asisten juntos a Misa diaria y todos los domingos.

El P. Kress señaló que muchas personas viven como si “esta vida nos sucediera, en lugar de ‘voy a vivir esta vida con esta persona de esta manera’”.

Y Mazzulla dice que para él, “es un esfuerzo consciente y es una mentalidad. Esto es lo que vamos a ser. Vamos a interpretar las cosas que nos suceden a través del lente de Cristo”.

“La lucha de ser una persona de fe”, admitió Mazzulla, “es que vas a decepcionar a la gente”, y se esfuerza por vivir como Cristo, pero hay algunas cosas que lo desconciertan en esta era digital. “Obviamente, Dios es omnisciente, y Jesús fue quien fue en esta tierra, pero me cuesta decir, de acuerdo, ¿cómo manejaría Jesús Instagram?”.

El entrenador Mazzulla también comparte su ritual previo al partido, que incluye rezar el Rosario con unas cuentas que hizo con madera del antiguo parquet de los Boston Celtics.

“Creo que es importante tener la perspectiva de que Dios me dio el trabajo de mis sueños a una edad muy joven, así que ¿cómo puedes vivirlo al máximo y también intentar estar lo más presente posible? Simplemente combinando mis cosas favoritas: baloncesto, Rosario, los Celtics; tener ese ritual previo al partido te mantiene centrado y con los pies en la tierra respecto a la oportunidad y la responsabilidad que Dios te ha dado”.

“Es algo que valoro mucho”, comparte Mazzulla, diciendo que su amor por la oración mariana surgió a una edad temprana, semillas plantadas en la escuela católica.

“En St. Mary’s, hacíamos el Rosario Viviente, y representábamos una cuenta. ¿Cuando pasabas el micrófono y cada uno era una cuenta? Así empezó”.

Mazzulla se preguntó si todavía hacen el Rosario Viviente, y puedo asegurarles a todos que las escuelas católicas sí lo hacen, incluida aquí en Nueva Jersey, donde mi hija representará su cuenta vistiendo de azul mañana. Y hoy diré una oración para que la experiencia pueda tener el mismo impacto en ella que tuvo en el entrenador Joe.

Dios bendiga a Joe Mazzulla, ¡y que todos aprendamos a vivir con la misma intencionalidad que él!

Fátima Cecilia Sánchez, 22 años, es Carmelita Descalza y prometerá sus votos temporales: «Mirando la cruz del convento al visitarlo se me vino a la cabeza una frase: ‘Aquí estoy…, aquí te espero’»


Fátima Cecilia Sánchez Izquierdo en el convento de las Carmelitas Descalzas de Zarautz, el pasado 13 de octubre de 2025 / Foto: JOSE CARLOS CORDOVILLA - Diario de Navarra 

* «En la renovación carismática tuve un encuentro con el amor de Dios que me descolocó y que transformó completamente mi vida. A raíz de eso pensé que realmente Dios existe y me ama… “Quería entregarme a Dios, no sabía cómo. Y pensé, bueno, monja… La clausura tiene la finalidad de crear un clima de silencio y oración… para facilitar la unión con Dios. No es que sea mejor o peor que otras vocaciones en medio del mundo. Cada vocación se amolda mejor a cada persona. Estamos hechos y llamados a vivir de una determinada manera. El Señor me llamó a vivir así. Al final, lo que importa, no es el lugar al que te llame, sino querer responder y hacer su voluntad» 

Camino Católico.- El monasterio de las Carmelitas Descalzas de Zarautz se erige en un caserón de piedra coronado por la torre de su iglesia. Construido hace 120 años, lo rodean ahora edificios de viviendas en altura, en el centro de la localidad costera, a dos calles del mar. Dentro conviven once religiosas. La mayor, María Dolores Mozo Alberdi, donostiarra de 95 años; las dos más jóvenes, son navarras. Carolina Martínez Soto, pamplonesa de 31 años, entró con 21. Y Fátima Cecilia Sánchez Izquierdo, que ahora tiene 23 años, de Barañáin, la benjamina, ingresó sin cumplir los 18, el 18 de septiembre de 2021, terminada la selectividad y admitida en la universidad. El 22 de noviembre de este año 2025 prometerá los votos temporales, es algo así como el ecuador de su noviciado.

Fátima Cecilia Sánchez Izquierdo es la mayor de dos hermanos. Estudió en el colegio Miravalles, vivía en Barañáin (Navarra), recibía clases de violín en una escuela de música, -que se prolongaron dentro del convento- y, antes de encontrarse con Dios, le gustaba ver series en su tiempo libre. Una adolescente como tantas en una familia, la suya, católica y cercana a distintos movimientos en la iglesia. 

Fátima Cecilia Sánchez Izquierdo tocando el violín en su casa, lo que siguió estudiando cuando ingresó en el convento de las Carmelitas Descalzas de Zarautz, el 18 de septiembre de 2021 / Foto: Marta León de San Sebastian - Aleteia 

La primera llamada a ser monja en 2º de la educación secundaria

“Fe he tenido siempre, pero unos años más que otros, en el sentido de que, de pequeña estuve muy cerca de Dios, pero después lo dejé un poco de lado, no estaba muy pendiente de Jesús. En 2019 empezamos a participar en las alabanzas y poco a poco redescubrí el amor de Dios y mi vida empezó a centrarse, de nuevo, en Él”, relata en una entrevista en Aleteia.

“Yo creo que lo primero que recuerdo en torno a la vocación se remonta a cuando estaba en segundo de la Educación Secundaria. Leí un libro de santa Teresa de Calcuta y aquello de irse a cuidar a los más pobres entre los pobres, por amor a Dios me parecía que era lo máximo a lo que un cristiano puede llegar, lo más radical y extremo. Y entonces sí que me pregunté si tal vez el Señor querría que yo fuera Misionera de la Caridad, porque yo también quería llevar a Dios a todas las almas”, cuenta Fátima Cecilia.

“Pero esa idea se quedó un poco olvidada porque otra idea se hizo fuerte en mí: la de que podía llegar a todas las personas del mundo desde un mismo lugar, a través de la oración. Dios me lo inspiró, en aquel momento en el que pensaba que irse por el mundo a evangelizar era lo más”, puntualiza.

De llevar una vida más frívola a escuchar la llamada de Dios

“El tiempo pasó y yo empecé a llevar una vida de fe más frívola. Dios no estaba en mi vida demasiado presente, rezaba pensando en los exámenes y poco más, aunque nunca abandoné la misa del domingo y me confesaba de vez en cuando”, reconoce la religiosa.

“Pero al comenzar bachillerato, empecé a acudir con mi padre a las alabanzas carismáticas del grupo ‘Torre de David’. Y casi al mismo tiempo, empecé a ir a catequesis con un grupo de jóvenes, en la parroquia de Ermitagaña, barrio de Pamplona”, explica Fátima Cecilia.

“En la renovación carismática tuve un encuentro con el amor de Dios que me descolocó y que transformó completamente mi vida. A raíz de eso pensé que realmente Dios existe y me ama”, sostiene. 

“Quería entregarme a Dios, no sabía cómo. Y pensé, bueno, monja. Pero no conocía a ninguna y busqué en Google, tipos de monjas, a ver qué encontraba. Salió una lista por orden alfabético: adoratrices, agustinas... Me llamó la atención carmelitas descalzas y busqué a ver quiénes eran, porque no sabía nada de ellas, nunca había tenido contacto con ninguna. No recuerdo lo que leí, pero sí que me encantó y a partir de ahí fui pensando, en la oración, en esa posibilidad. Lo fui pensando poco a poco y creo que me di cuenta de que podía ser algo serio”, asegura.

Luego, prosigue contando que “pensé que sería bueno hablarlo con un sacerdote. En enero (2020) empecé a hablar con el sacerdote del colegio que nos había dado una charla que me gustó. Le dije lo que me estaba pasando y él me preguntó si se lo había dicho a mis padres. Por entonces yo tenía pensado hacer un retiro con los carismáticos y le dije que a la vuelta hablaría con ellos. Volví del retiro super contenta y, tal como acordamos, como veía mi vocación, descarté la biología marina se lo dije a mis padres en cuanto tuve ocasión, en el coche de vuelta a casa.

Los padres recibieron la noticia como una bomba nuclear

Carlos Sánchez, el padre de Fátima, interviene en la conversación recordando ese momento: “Fue una bomba nuclear con onda expansiva. Venía del retiro totalmente feliz y en una auténtica nube. Si me hubiera dicho que quería hacer algo relacionado con la Renovación Carismática no me hubiera sorprendido, pero dijo Carmelita Descalza. Y aquello fue algo totalmente inesperado. De hecho, nunca habíamos tenido contacto con ninguna de ellas”, asegura.

“Hemos participado en muchos grupos y de muchos carismas de la Iglesia a lo largo de la vida, pero nunca habíamos tenido relación alguna con monjas contemplativas. Tengo que decir que nosotros creemos mucho en la Providencia y cuando nos lo dijo pensé que por algo sería. No me lo tomé a broma, ni mucho menos, pensé que ya iríamos viendo”, dice Carlos.

Y subraya que “como católicos practicantes, el tema de la vocación fue algo a lo que estábamos abiertos, es decir, siempre pensamos que podría ser una posibilidad más, tanto con Fátima como con su hermano. Lo que nunca hubiéramos esperado es que nos lo dijera en ese momento, tan joven… y a Carmelita Descalza”.

Fátima Cecilia Sánchez Izquierdo, en el centro, junto a sus padres y su hermano, antes de ingresar en el convento de las Carmelitas Descalzas de Zarautz, el 18 de septiembre de 2021 / Foto: Marta León de San Sebastian - Aleteia 

Contacto telefónico con las Carmelitas de Zarautz

“Cada semana hablaba con el sacerdote, que me ayudaba con el tema de la vocación pero también me ayudaba a rezar con más profundidad, haciendo meditación y me enseñó también a utilizar el breviario, etcétera. Durante el curso, había que leer un libro para subir nota en religión y de la lista que me ofrecían cogí uno sin ningún motivo en particular. Escogí Historia de un alma, que resulta que fue escrito por Santa Teresa de Lisieux, una santa carmelita importante. El libro me encantó y con muchas cosas que allí aparecen me sentí identificada, afirma Fátima Cecilia.

“Yo tenía esa inquietud dentro pero seguía con mi vida normal. En casa no era una cosa de la que habláramos todo el tiempo ni mucho menos. Al principio nada, pero como yo seguía con eso dentro, de vez en cuando sí que hablábamos algo”, dice.

“El sacerdote del cole con el que yo hablaba conocía a otro sacerdote que tenía relación con las carmelitas de Zarautz y un día me pasó el teléfono por si queríamos llamar y hablar con ellas. Cuando terminó el confinamiento del Covid y el curso ya estaba terminando, un día las llamamos mis padres y yo y recuerdo que fue una llamada muy bonita. Hablamos con la priora, la madre María Almudena, y mis padres le dijeron que yo tenía alguna inquietud vocacional o algo así… yo tampoco sabía muy bien qué decir. Estuvimos hablando un rato y nos dijo que podíamos visitarlas cuando quisiéramos”, comparte.

Descarta las monjas de ‘Iesu Comunio’

“Ese verano, cuando estuvimos en Valencia, donde viven mis tíos y mis primos, fuimos un día a Godella, a visitar a las monjas de Iesu Comunio. Son muchas y muy jóvenes y a mis padres les pareció que podía ser interesante que las conociera, por aquello de conocer otras congregaciones. Estuve allí y lo cierto es que me encontré con unas monjas muy felices. Obviamente que aquella felicidad la quería también para mí, pero en ningún momento tuve la sensación de que fuera mi sitio”, se sincera Fátima Cecilia.

Añade que “de hecho, estuvimos mis padres y yo con ellas un rato y me ofrecieron la posibilidad de quedarme a hablar un rato más yo sola con ellas, pero les dije educadamente que no, que no tenía más interés”.

La cruz de las Carmelitas de Zarautz que le atrajo

“A la vuelta de las vacaciones, justo antes de empezar Segundo de Bachillerato fuimos un día toda la familia a pasar el día a Zarautz y por la tarde nos acercamos al monasterio a visitar a las monjas. Al principio no sentí nada especial, fui allí pensando que tal vez fuera mi sitio o que tal vez no… no tenía muchas expectativas. En mi cabeza pensaba en las carmelitas pero no tenía ni idea. Estuvimos allí con ellas y sí que me fijé que en la pared, justo detrás de ellas, había una cruz”, describe.

Y comparte algo íntimo: “Esto me cuesta un poco explicarlo, porque no es que oyera ninguna voz, ni nada de eso, pero, mirando la cruz se me vino a la cabeza una frase: “Aquí estoy…, aquí te espero”.

“Las monjas hablaban, mis padres hablaban y yo como ausente pensando en esa frase. Después me ofrecieron quedarme un rato más, yo sola hablando con ellas y me pareció una idea genial. No recuerdo de qué hablamos, supongo que les haría alguna pregunta. Salí muy contenta de aquella primera visita”, valora 

“La priora me dio su teléfono y a partir de ahí yo la llamaba cada dos o tres semanas. Me gustaba hablar con ella y tenía ganas de volver pero con más tiempo. Pero había empezado el curso y mis padres me decían que tenía que estudiar… aunque yo quería volver a ir y un poco sí que insistí”, dice.

“Un día en oración hablaba con el Señor y le decía: ‘Señor, si tú quieres que sea Carmelita Descalza, mueve los hilos para que pueda ir a pasar el fin de semana de mi cumpleaños’, el 22 de noviembre. Pedía eso sabiendo que era muy difícil porque tenía exámenes de subida de nota justo la semana siguiente, mi cumpleaños tocaba en domingo y habría que celebrarlo en familia, además de que por el Covid, no podíamos salir de Navarra. Vamos, que era prácticamente imposible. Esa semana no di mucho la lata en casa pero sorprendentemente me dieron permiso para ir y además obtuve un permiso para poder viajar”, asegura  Fátima Cecilia.

Y valora su visita así: “Aquel primer fin de semana conocí a toda la comunidad, nueve monjas en total y fui un viernes por la tarde hasta el sábado por la noche. Como no podía entrar en la clausura, compartía con ellas los ratos de oración en la iglesia y mientras ellas trabajaban yo me quedaba en mi cuarto estudiando o pasaba algún rato en el locutorio hablando con alguna de ellas. Regresé a casa super contenta y convencida de que volvería de nuevo. De hecho, yo no paraba de preguntar a mis padres cuándo podría volver otra vez…”.

Fátima Cecilia Sánchez Izquierdo, antes de ingresar en el convento de las Carmelitas Descalzas de Zarautz, el 18 de septiembre de 2021 / Foto: Marta León de San Sebastian - Aleteia 

Lo dejó todo en manos del Señor

“En diciembre hice exámenes previos para la universidad. En Filosofía y en Literatura y escritura creativa. Yo estaba convencida que terminado el curso me iría al convento para quedarme, pero hice los exámenes por si después de todo no podía y tenía que estudiar. Pasadas las Navidades yo seguía pidiendo permiso para volver a Zarautz otro fin de semana pero había que estudiar un montón y mis padres solo me decían que tal vez en Semana Santa. A mí la verdad es que se me hacía larguísimo…”, confiesa.

“Llegó enero y febrero y tenía que estudiar muchísimo, pero yo no hacía más que pensar en las monjas y en mi vocación. No conseguía concentrarme bien en lo que hacía. Lo pasé mal, me agobié bastante y además mi hermano dio positivo por covid y nos confinaron a todos en casa. Me pilló justo en los exámenes así que a la vuelta del confinamiento tendría que hacer los exámenes atrasados además de ponerme al día con la nueva materia. Estaba agotada y cansada de la situación. Así que medio pensé: ‘Señor, o me ayudas Tú o yo no sigo adelante…’”, comparte.

“Durante ese tiempo dejé de hablar con el sacerdote que me dirigía y también dejé de llamar a la madre Maria Almudena. Es como que quería ignorar la llamada que sentía dentro, porque me estaba frustrando. Lo cierto es que no fue muy buena idea porque pasé una temporada muy triste y sin ganas de nada”, asegura.

“Para el puente de San José, en el colegio se organizó un retiro y decidí ir. No sé explicarlo muy bien, pero fue un retiro alucinante. Allí yo vi muy claramente, de nuevo, que quería ser carmelita. Como mis padres seguían con la idea de que empezara carrera en la Universidad, dejé todo en manos del Señor y le dije: ‘Ya me dirás cómo… ya me dirás cuándo’. Sentía que yo ya no podía hacer nada más…solo confiar. Volvió la alegría y la paz. Dejé de estar triste y angustiada, yo solo esperaba que mis padres despejaran sus dudas”, subraya.

“Terminé el curso bien y en mayo pude volver a Zarautz a pasar un fin de semana. Fue precioso, porque entonces sí que tuve una sensación de mucha paz. Yo no sabía que se podía sentir tanta paz, una paz brutal, ¡tanta que no podía respirar! Como aún quedaba un mes para el examen de Selectividad, pude pasar más rato con la madre María Almudena en el locutorio y disfruté mucho de los recreos con las hermanas”, dice Fátima Cecilia.

“Lo peor de ir allí era que luego tenía que volver a Pamplona, aunque suene horrible. Yo vuelvo con una mezcla de paz, de alegría…no sé, y vuelvo a casa pensando en que ya no voy a volver a pasar una noche allí, si no es para quedarme. Me marchaba a casa, pero se me desgarraba el corazón y un trozo se quedaba allí con las monjas. Volví muy centrada en hacer la selectividad y luego, en el verano, que fuera lo que fuera… La selectividad me fue bien, aunque yo no tenía ninguna intención de empezar la universidad”, comenta.

La visita al Arzobispo de Pamplona

“Mis padres seguían pensando en la universidad. Durante todo este tiempo que te he ido contando, ellos fueron hablando con sacerdotes y con personas que podían aportarles luz sobre este tema. Yo creo que han tenido opiniones y consejos de todo tipo. Hablaron con la Universidad y expusieron mi situación. Como las carreras escogidas por mí no tienen mucha demanda, les dijeron que no había problema en matricularme más tarde, en agosto, si al final decidía estudiar. Así que aún no había una decisión en firme, todas las puertas estaban abiertas”, recuerda.

Y continúa relatando: “Un día, mis padres y yo fuimos a hablar con el arzobispo de Pamplona Don Francisco Pérez, para ver qué opinaba él. Don Francisco nos dijo que, según su experiencia, lo que yo necesitaba era poder discernir desde dentro de la clausura. Que si me ponía a estudiar una carrera no lo podría hacer. Que si después de un tiempo veía que no era mi camino podría ponerme a estudiar, mucho más centrada. Entonces cuando volvimos de vacaciones, a finales de julio, mis padres, ya por fin, me dijeron que, sí lo tenía tan claro y Dios me estaba llamando realmente, ellos no querían pone trabas y que ¡adelante! Fue una alegría inmensa”, rememora.

Y reflexiona: “La clausura tiene la finalidad de crear un clima de silencio y oración… para facilitar la unión con Dios. No es que sea mejor o peor que otras vocaciones en medio del mundo. Cada vocación se amolda mejor a cada persona. Estamos hechos y llamados a vivir de una determinada manera. El Señor me llamó a vivir así. Al final, lo que importa, no es el lugar al que te llame, sino querer responder y hacer su voluntad”.

Con un equipaje ligero, el 18 de septiembre de hace cuatro años, dejaba para siempre Barañáin. El 22 de noviembre de 2025 prometerá los votos temporales, es algo así como el ecuador de su noviciado. “Se han duplicado los plazos”, explica la madre superiora, “porque había muchos casos de exclaustración y secularización”. “También la gente se casa más tarde”, interviene Akiko Tamura, como una manera de explicar que tal vez haga falta más tiempo para madurar una decisión tan relevante. 

Las carmelitas de Zarautz se levantan a las 6.30 horas. Rezan la liturgia de las horas, siete rezos a lo largo de la jornada y también tienen ratos de oración en silencio. El trabajo en la huerta, las plantas medicinales, el cuidado de las gallinas y los patos, la cocina o el mantenimiento de la casa les ocupa buena parte de la mañana y un rato por la tarde. Tras la comida y después de 

“Nos apañamos nosotras para el mantenimiento de la casa, casi para todo”, añade la madre superiora. 

Apenas salen para ir a votar o a renovar el carné de identidad. Es una ocasión para saludarlas en la calle. O para un abrazo.

Álvaro Ferraro, 30 años, es empresario, ha tenido varias novias pero ha optado por ser sacerdote: «Conlleva una renuncia a todo, pero yo confío en Dios; mi único sueño y anhelo es ser santo»


Álvaro Ferraro, el empresario que quiere ser santo / Foto: Cedida

* «Santo hay que serlo en el día a día. Lo veremos el día de la muerte cuando lleguemos al cielo, no vale solamente en el último día. Si me doy cuenta de que Dios no me ha llamado para esto, no pasa absolutamente nada, pero obviamente en 10 años me veo como sacerdote» 

Camino Católico.- "Mi único sueño y anhelo es ser santo", dice Álvaro Ferraro, sevillano de 30 años que deja sus empresas para ser cura, a Mario Piris en El Español.

Siempre vivió en Sevilla hasta que se tuvo que ir a Madrid, como muchos otros estudiantes. Allí estudió la carrera de Administración de Empresas. Ha viajado mucho por motivos de estudio y de trabajo y conoce hasta nueve países como Irlanda, Francia, Singapur, Australia, Países Bajos…

El sevillano tiene una amplia trayectoria en el mundo empresarial, ya que a sus 30 años ha creado cuatro compañías. Una de ellas es Ladran Gaucho, que se dedica a la venta de collares, correas y accesorios artesanales para perros. También fue fundador de una startup que se encargaba de conectar marcas con influencers.

Pero ahora, con 30 años, ha decidido dar un giro drástico a su vida: quiere ser cura "y santo". "No se toma la decisión de un día para otro, es algo muy meditado, rezado... Es ese proceso que se llama discernimiento. A mí cuando me hablaba alguien del sentido de la llamada, ni me lo creía. Pero es algo que cuando llega te das cuenta y que es muy intenso y que si crees y confías en Dios haces por escuchar", explica Ferraro.

El empresario sevillano Álvaro Ferraro que ha optado por el sacerdocio / Foto: Cedida

Reflexiona respecto al camino vital que ha tomado que “obviamente no es sencillo. Es una decisión muy complicada que conlleva una renuncia a todo, pero yo confío en Dios. Por supuesto, es una decisión difícil y arriesgada sobre la renuncia. Pero yo creo que te sostiene pese a las debilidades de cuando tomas este tipo de decisiones. ¿Puede ser tentador el demonio? Muchas veces está más cerca de ti y ataca de la manera más precisa e insistente, pero yo creo que Dios te sostiene y realmente lo noto, porque si estás cerca de Dios y solamente te apoyas en él, confías y rezas, sientes ese apoyo”.

La llamada de Dios

Álvaro recuerda claramente el momento en el que sintió la llamada de Dios, una experiencia que marcó un antes y un después en su experiencia vital. Todo ocurrió en Lourdes, durante una peregrinación con la Hospitalidad de Madrid. Allí, le pidieron que ayudara como monaguillo en una misa internacional, con la participación de alrededor de seis mil personas, donde había muchísimos sacerdotes.

En medio de aquella celebración, y sin esperarlo, comenzó a experimentar una conexión profunda entre los acontecimientos recientes de su vida y lo que escuchaba en las lecturas del día.

"Empecé a conectar cosas que me habían ido pasando durante meses y que no entendía", relata. El momento coincidió con la proclamación del Evangelio del Joven Rico, un pasaje que cobraría un significado revelador para él.

Se trata de un evangelio de llamada, en el que un joven que era muy rico, le pregunta a Jesús qué debe hacer para llegar al cielo. A lo que Jesús responde "véndelo todo y sígueme y él se va triste porque era muy rico" y dice "todo aquel que deje a su familia yo le daré otra familia, todo aquel que deje a sus amigos yo le daré otros amigos…" Era un evangelio que le venía persiguiendo desde hace un tiempo.

Además, explica ese proceso: "Por alguna razón, cuando comencé el evangelio era ese, el joven rico, entonces comencé a acatarlo con mi director espiritual, con el que llevaba un año y medio, e igual que yo, él veía que Dios me estaba hablando y él se pudo dar cuenta durante los dos meses anteriores, pero no me lo podía decir. Comenzamos a trabajar, yo por aquel entonces tenía novia, decidí comentárselo a mi novia y decirle que quería comenzar este proceso de discernimiento, que no podía darle la espalda a Dios".

Álvaro se vio representado en el Evangelio del Joven Rico, un pasaje que cobraría un significado revelador para él / Foto: Cedida

Sobre la figura del director espiritual, explica que "es más un acompañante que un guía autoritario". Prefiere llamarlo "acompañamiento", porque, según explica, su función se asemeja a la de un psicólogo, aunque sin tratar cuestiones de esa índole. Es alguien con quien se comparte la vida, la relación con Dios y las inquietudes personales.

Ferraro sostiene que todo cristiano debería contar con uno, ya que se trata de una persona muy formada, que puede ser sacerdote o religioso, y con la que se trabajan distintos temas que generan preguntas o reflexiones, siempre bajo la inspiración del Espíritu Santo y la guía de la palabra de Dios.

Antes de dar el paso se reunió con quienes han marcado su vida sentimental

Álvaro ha querido compartir cómo ha vivido uno de los momentos más importantes y cómo lo han recibido algunas de las personas que marcaron su vida sentimental. Antes de dar el paso definitivo, decidió reunirse con mujeres que han sido significativas en el pasado. Entre ellas, su primera novia, con quien tuvo una relación de dos años y medio.

Ferraro incluso asistió a su boda recientemente y, después del viaje de los recién casados, se encontraron para conversar. Según cuenta, ese reencuentro estuvo marcado por la alegría y el cariño mutuo.

Álvaro Ferraro haciendo el camino de Santiago

También se reunió con otra expareja con la que compartió seis años y un proyecto de futuro que finalmente no se concretó. La cita, que se prolongó durante cuatro horas de desayuno, dejó claro para Ferraro que ella estaba especialmente feliz al ver que su nueva etapa tiene un sentido espiritual muy profundo, ya que "eso venía de Dios".

El seminario es un noviazgo de siete años

La decisión de Álvaro será difícil de comprender para muchas personas que se preguntarán cómo repercute esta decisión en el ámbito empresarial. Sobre si dejará de lado al completo esa faceta, Ferraro explica lo siguiente: "Pues iremos viendo durante los próximos años, ahora mismo me toca un periodo de desprenderme de todo lo que tengo".

A lo que añade "que un seminario conlleva disciplina y obediencia, pero que para la formación es muy importante olvidarte de todo lo que tenías. Yo por mis circunstancias personales no puedo solicitar una excedencia. No, porque al final este camino no es definitivo. Pero como yo digo en el seminario, esto es un noviazgo. Tengo la suerte de que voy a tener un noviazgo de al menos siete años".

"Me servirá para conocer la iglesia de cerca, para ver si me gusta o no me gusta y durante este noviazgo tendré que ver si quiero dar el paso de ordenarme como sacerdote. Yo me he mantenido como socio de algunas de mis empresas, otras las he vendido, pero ya no trabajo en ellas, ya veremos que pasa a futuro si las acabo vendiendo, cediendo o lo que Dios quiera", explica Ferraro.

Para Álvaro Ferraro, cada etapa vivida ha dejado una huella significativa en su forma de entender las relaciones y, ahora, su vínculo con Dios. El empresario y creyente reflexiona sobre cómo todas sus experiencias sentimentales han contribuido a modelar su carácter y su manera de relacionarse.

Convencido de que todo en la vida tiene un propósito, Ferraro afirma que la biografía de cada persona se compone de las vivencias acumuladas, una especie de equipaje que se va llenando con cada paso. "Todo aporta en la vida y al final la biografía de una persona es la experiencia, la mochila que uno tiene, la maleta de equipaje", explica. Para él, tanto los buenos como los malos momentos ofrecen enseñanzas valiosas.

En su visión, aprender a querer, a respetar y a entender al otro sirven como lecciones que trascienden los tipos de relación. "Al final esto va de amor y en una relación entre dos personas siempre hay amor", asegura. Con esta reflexión, Ferraro subraya que incluso su nueva etapa espiritual parte de esa misma búsqueda de amor y entrega, ahora dirigida hacia Dios.

Renuncia entrega y camino santo

Para Álvaro, lo más complicado no es abandonar hábitos o comodidades, sino renunciar, como en el Evangelio del Joven Rico, a todo aquello que le hacía sentir "rico" en su vida anterior: amistades, familia, momentos de ocio y un entorno social que disfrutaba plenamente. "No se trata de martirizarse", explica sino de dejar atrás una vida feliz para asumir la nueva que Dios le pide.

Ferraro confiesa que decirle "no" a Dios era muy difícil para él, y que la fuerza para seguir adelante le llegó a través de figuras clave de su fe. Se encomendó a San José, por ser el padre terrenal de Jesús y modelo de entrega silenciosa, a la Virgen, y a su abuela, a la que considera una santa sin ninguna duda.

Su único anhelo es alcanzar la santidad, dejando todo lo demás "en manos de la voluntad de Dios". Por otro lado, recuerda una oración que su madre le regaló en su primera comunión y que representa su entrega absoluta: "Padre me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras…". Para Ferraro, esa oración es la fuente de la fuerza y el refugio en su camino.

Al ser preguntado por su futuro de aquí a diez años, Álvaro explica lo siguiente: "Santo hay que serlo en el día a día. Lo veremos el día de la muerte cuando lleguemos al cielo, no vale solamente en el último día. Si me doy cuenta de que Dios no me ha llamado para esto, no pasa absolutamente nada, pero obviamente en 10 años me veo como sacerdote".