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jueves, 21 de noviembre de 2024

Gabriel Hernán, seminarista: «Crecí entre maras y pandillas, algunos de estos jóvenes me veían cercano a la Iglesia y se acercaban a conversar conmigo y Dios me pide ser sacerdote para acompañar a estos jóvenes»


Gabriel Hernán Méndez es seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país cuando sea sacerdote a salir de las pandillas y la violencia

* «Cuando un joven entra en una pandilla no le dejan salir. Por eso es importante la creación de estos centros donde acoger a niños antes de que entren en estas organizaciones, enseñarles oficios que ocupen su mente… Lo primero que debemos tener claro los sacerdotes es el mensaje del Evangelio y cómo transmitirlo, anunciando a Jesucristo sin dejarse influenciar por ideologías que atacan a la sociedad. Al contrario, debe actuar como un pastor y buscar a las ovejas perdidas, que muchas veces no tienen a alguien que les muestre el camino. Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro. Por ello, es fundamental que el sacerdote se prepare intelectualmente para dar razón de nuestra fe, no solo con oraciones, sino también con elocuencia en su enseñanza, tanto de palabra como de obra» 

Vídeo de la Fundación CARF en el que Gabriel Hernán Méndez cuenta sintetizado su testimonio

Camino Católico.-   Gabriel Hernán Méndez (Honduras, 1994) es un seminarista de 30 años, originario de san Pedro Sula, Honduras, que pertenece a la diócesis de Santa María de las Gracias y sueña con ayudar a los jóvenes de Honduras para que abandonen la violencia de las pandillas. Actualmente cursa el tercer año de Teología en la Universidad de Navarra y reside en el Seminario Internacional Bidasoa. Cuenta su testimonio de conversión y vocación en el portal de la Fundación CARF.

De la duda a la fe: el despertar espiritual

Aunque su familia no era religiosa, la influencia de su abuela, que le enseñó a rezar, fue decisiva. Sin embargo, en la adolescencia se alejó de la fe y dejó de asistir a la Misa, ya que los constantes cambios de domicilio y los intereses juveniles lo apartaron de la Iglesia. A pesar de ello, en su interior sentía una atracción por la fe que nunca llegó a desaparecer.

«En mi adolescencia, me alejé completamente de la Iglesia y de todo lo relacionado con la religión. Esto se debió fundamentalmente a los compromisos laborales de mis padres, que nos obligaban a mudarnos con frecuencia, lo que me impedía tener un lugar fijo donde asistir a Misa. Además, por mi edad, había otras cosas que captaban mi interés. Sin embargo, en el fondo, siempre me sentí atraído por las cosas de la Iglesia», cuenta Gabriel.

Años después, una religiosa lo invitó a una catequesis para recibir la Confirmación. Gabriel accedió, inicialmente motivado por la presencia de una compañera de clase que le gustaba, pero con el tiempo comenzó a involucrarse en actividades de la Iglesia. Al recibir el sacramento, el obispo le preguntó cómo iba a servir a una Iglesia pobre como la de Honduras, palabras que resonaron profundamente en él.


Gabriel Hernán Méndez entró en el seminario, luego salió, pero la llamada de Dios persistió y ahora desea ser ordenado presbitero

El proceso de discernimiento y de formación en el seminario de Honduras

Un seminarista, ahora sacerdote, lo invitó a encuentros de discernimiento vocacional dirigidos a jóvenes que graduados del Bachillerato y que desearan descubrir su vocación. A finales de 2013, Gabriel recibió la aceptación para ingresar en el seminario mayor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa, donde inició su formación en 2014 con 19 años, aunque sin el apoyo de su familia.

«Fue una experiencia nueva para mí, ya que me fui sin el apoyo de mi familia, quienes, al no practicar la fe, no entendían mi decisión de ingresar en el seminario», señala. 

Una pausa en su formación presbiteral

Después de terminar Filosofía (2017) diversas circunstancias le llevaron a poner una pausa en su formación presbiteral y regresar a casa. Comenzó a trabajar en un grupo de empresas dedicadas al comercio, lo cual representó un nuevo reto para él, ya que tuvo que adaptarse a otro estilo de vida y al ambiente laboral. 

«Aquí debo mencionar a una persona que Dios puso en mi camino: Magdalena Méndez, la dueña del grupo de empresas. Ella confió en mí y me dio el empleo a pesar de no tener experiencia alguna», apunta Gabriel.

Una llamada a la vocación como sacerdote que persiste

Con el tiempo, fue ascendiendo en la empresa y un día le propusieron ser Gerente General y representante legal de la empresa. Laboral y financieramente le iba muy bien; había logrado muchas cosas que nunca imaginó. Sin embargo, a pesar de todo, siempre seguía resonando en su cabeza la idea de ser sacerdote: «había como un vacío en mi interior», confiesa este joven de Honduras. 

En todo este tiempo mantuvo comunicación con su director espiritual. Posteriormente, él fue nombrado obispo de una nueva diócesis en Honduras y le invitó a una experiencia en una parroquia de su diócesis para ayudarle en su proceso de discernimiento. 


«En enero de 2023, renuncié a mi trabajo y me trasladé al santuario san Matías Apóstol, en La Campa, Lempira (Honduras) -en la imagen superior- donde me acompañó el padre Rubén Gómez. Estando allí, surgió la oportunidad de venir a España a un seminario internacional, el de Bidasoa. El obispo me hizo la propuesta, la cual acepté, y en agosto de 2023 llegué a Pamplona, donde retomé mi formación y estudios con miras a la ordenación presbiteral».

Una misión: ayudar a los jóvenes atrapados en la violencia de pandillas

En todo este tiempo Gabriel no dejó nunca de rezar ni de pedir a Dios qué quería para su vida. «Yo crecí entre maras y pandillas. Honduras es un país con mucha violencia donde los chicos jóvenes se unen a pandillas violentas. Algunos de estos jóvenes me veían cercano a la Iglesia y se acercaban a conversar conmigo. Para acompañar a estos jóvenes pensé: creo que Dios me pide ser sacerdote. Desde mi ejemplo de vida quizás pueda arrastrar a estos jóvenes a otra forma de vida y que descubran que no solo la mara o la pandilla es la única salida», relata con emoción. 

Se entristece cuando piensa que algunos de sus compañeros no han finalizado el Bachillerato, porque se han introducido en el violento mundo de las pandillas. «Mi ciudad, san Pedro Sula, está marcada por las pandillas y las maras, y muchos jóvenes no ven otra salida que meterse allí porque ven el grupo como una familia, la que no han encontrado en sus casas. Sufren de carencias afectivas y vacíos familiares», se lamenta. 

Su deseo: ser un sacerdote que ayude a estos jóvenes 

Gabriel aspira a ser un sacerdote comprometido, en primer lugar, en el terreno espiritual, evangelizando, y transmitiendo el amor que Dios les tiene a todos estos jóvenes. Y, en segundo lugar, apoyando la creación de centros de rehabilitación: «Cuando un joven entra en una pandilla no le dejan salir. Por eso es importante la creación de estos centros donde acoger a niños antes de que entren en estas organizaciones, enseñarles oficios que ocupen su mente». 

En esta misión, Gabriel agradece la labor de la Iglesia que cuenta con centros y congregaciones religiosas dedicadas a trabajar con jóvenes en riesgo social. Sin embargo, el trabajo se complica porque, para muchos de estos jóvenes, las pandillas representan la única salida viable. Además, el Gobierno muestra un gran desinterés por abordar este problema. 


Gabriel Hernán Méndez tiene claro que el sacerdote debe predicar tanto de palabra como de obra para que su testimonio sea coherente

El problema de las sectas y la falta de sacerdotes 

Otro de los problemas que vive Honduras es la influencia de las sectas: «hoy en día los católicos ya no somos mayoría en un país que tradicionalmente ha sido católico. Los jóvenes se sienten más atraídos por estas sectas, ya que en los barrios hay una en cada calle, mientras que las iglesias católicas son escasas, con solo una por barrio. Además, el sacerdote muchas veces no puede llegar ni una vez al mes, ya que tiene que atender 50 templos más», se lamenta. 

Con este gran desafío que tiene Gabriel pide oraciones a todos para llegar a ser un buen sacerdote: «lo primero que debemos tener claro los sacerdotes es el mensaje del Evangelio y cómo transmitirlo, anunciando a Jesucristo sin dejarse influenciar por ideologías que atacan a la sociedad. Al contrario, debe actuar como un pastor y buscar a las ovejas perdidas, que muchas veces no tienen a alguien que les muestre el camino». 

«Se predica a Cristo, no a uno mismo» 

Además, para Gabriel, un sacerdote del siglo XXI debe recordar que se predica a Cristo y no a uno mismo. «Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro. Por ello, es fundamental que el sacerdote se prepare intelectualmente para dar razón de nuestra fe, no solo con oraciones, sino también con elocuencia en su enseñanza, tanto de palabra como de obra». 

En toda esta tarea, agradece a la Fundación CARF el apoyo que recibe para formarse más y mejor. «Hacen falta sacerdotes bien formados porque en este mundo, con tanta ideología, tenemos que dar razones de nuestra fe, para asentar las bases de una nueva evangelización y así contribuir al nuevo resurgimiento de la Iglesia». 

jueves, 17 de octubre de 2024

Eduardo Peys, maltratado y abandonado por su madre, sin fe, sin bautizar, pidió a Dios que ayudara a su novia y Él le respondió sanando a los dos: «Dejé de odiar y todo mi pasado dejó de doler»


Eduardo Peys contando su testimonio de conversión el pasado 5 de octubre 

* «Pasamos los tres días en el Vaticano! Había una sala de adoración allí, y me arrodillé y empecé a orar por mis padres, por mi madre que me había abandonado. No sabía por qué lo hacía. Cuando escuché ‘amor’ y vi esa palabra en la pizarra, entendí que había rezado por mi madre como un gesto de amor. Y en la mesa, ante los compañeros, me puse a llorar, hiperventilando, y todos preocupados, y yo les decía: ‘No os preocupéis, que en realidad lloro de alegría’. Y en ese momento todo, absolutamente todo, dejó de doler. Ya no sentía odio ni rencor a mi madre, a mi madrastra. Sigo el camino del Señor, todo me lo sanó. Tengo una relación de confianza con Dios, ¡me ha quitado un dolor tan grande! Ahora cuando pasan cosas malas, sé que tengo a Dios conmigo, y soy más fuerte»

  

Testimonio de Eduardo Peys en la inauguración del curso pastoral de la Diócesis de Getafe 

Camino Católico.- Eduardo Peys compartió su testimonio de renovación y conversión el sábado 5 de octubre en el encuentro de inauguración del curso pastoral de la Diócesis de Getafe que tuvo lugar en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús. Un camino de fe que le llevó a recibir el Bautismo en la Vigilia Pascual de este año y a casarse hace tres meses con su novia Judith. Este chileno de 34 años lleva en España desde hace 12 años. Llegó a nuestro país para ganarse la vida trabajando en la construcción. En la actualidad, reside en la localidad de San Martín de la Vega y pertenece a la Parroquia Natividad de Nuestra Señora. En Camino Católico publicamos en octubre del año pasado su testimonio que el desgranó como ejemplo del poder del kerigma para sanar y tocar corazones en un encuentro ante responsables diocesanos de Primer Anuncio de toda España.

"Vengo de familia pobre, en Chile. Nadie era cristiano en mi casa y no me bautizaron. Sufrí maltrato por parte de mi madre, palizas. Yo sentía claramente que mi madre no me quería. Incluso me ponía a comer separado en una esquina. De niño, a menudo iba a una iglesia cercana, porque allí me trataban bien y sentía cariño", explica.

"A los 14 años descubrí que mi madre ¡no era mi madre! Era una vecina que me había alojado todo este tiempo. Supe por qué mi madre real me dejó de lado, una historia no muy agradable. Al saberlo me explotó la cabeza y estuve unos meses con depresión. Me dijeron que en España vivía mi tía por parte de mi madre real, que se ofrecía a cuidarme. Así dejé a mi familia, a mis hermanos y mi contacto con la iglesia", cuenta Eduardo.

Llegado a España, estableció las líneas que marcarían su vida. "Me dije: la vida es dura, levántate tú, nadie te levantará". En España sufrió algunas desgracias, fue víctima de estafas, tuvo problemas con papeles... "Yo le echaba las culpas a Dios y me decía: 'soy fuerte y ni la vida ni Dios ni nadie podrá conmigo'".

A partir de cierto momento, las cosas le empezaron a ir mejor, "aunque en silencio, yo lloraba, con mi mochila del pasado".

Enamorarse da fuerza... y vulnerabilidad

Conoció a Judit. "Era una chica muy buena, bondadosa, me enamoré locamente. Con su sonrisa, su mirada, me dio lo que nunca había tenido. Ella me hacía feliz y me hacía reír. A veces me contaba cosas de la Iglesia, pero yo no quería saber nada de ese tema", explica.

Cuando Judit entró a trabajar en el Ejército, ella empezó a sufrir acoso y bullying y entró en una grave depresión. "Se fue su sonrisa. Y yo, por primera vez en mi vida, ya no podía presumir de mis fuerzas autónomas. Nada ayudaba a Judit: ni psicólogos ni pastillas ni yo. Eso me puso de rodillas", cuenta Eduardo.

"Algo le había pasado en Tierra Santa"

En septiembre de 2022, los padres de Judit fueron a Tierra Santa y volvieron entusiasmados.  La madre ya era una firme cristiana, pero el padre era más tibio. "Nos invitaron a comer y por primera vez ahí escuché un testimonio de una persona impactada por Dios. Mi suegro, que había ido a regañadientes, había vuelto transformado de Tierra Santa. Le había pasado algo en Tierra Santa y se había convertido profundamente. No entendí mucho de la historia que nos contaba. ¡Pensé que le había afectado el incienso! Pero lo cierto es que sus ojos no eran los mismos, eran ojos que brillaban, y esos ojos con su brillo me tenían sorprendido".

El 8 de octubre de 2022 Judit sufrió un brote agresivo, a las 4 de la mañana. Eduardo se sentía inútil, incapaz de ayudarla. "Me fui de casa, caminando, llorando, y aparecí junto a la parroquia de San Martín de la Vega. Me senté en un banco, miré la cruz y entre lágrimas hablé a Dios y oré. Le dije: 'Nunca antes te he pedido nada en mi vida. Por favor, ayúdala a ella. No a mí, a ella'. Y me volví a casa".

Unos días después, empezaron unas catequesis en esa parroquia.  "Allí iba mi suegro entusiasta, convertido a viento y marea. Y me dijo mi suegra: 'vente tú también'. Yo le dije: '¡Pero si no estoy ni bautizado!'. Pero pensé: 'Pedí ayuda a Dios, y a lo mejor es un pago o una penitencia que he de cumplir'".

Eduardo Peys sufrió maltrato y una vida complicada, abrirse al perdón fue difícil, pero Dios le condujo hacia allí

Dios te ama y te envía señales

Con esa idea, empezó a acudir a las catequesis. "Hoy quiero a esos catequistas con locura, pero en ese momento no los quería nada. Eso sí, de nuevo, me asombraban sus ojos. Un catequista planteó: '¿qué es lo más importante?'. Yo dije: la familia. Pues no, él insistía en que sólo el amor. Yo pensé: "Este hombre no tiene ni idea. ¡Como él sí tiene su familia desde siempre, no la valora!".

Los catequistas tenían un mensaje muy directo y sencillo para dar: que Dios siempre está ahí, que te ama, que te envía señales y "has de sacarte las gafas de madera que no te dejan ver".

En las catequesis en San Martín de Valdeiglesias Eduardo fue conociendo a Jesús

Reticente y de mal humor, pero en las catequesis en San Martín de la Vega Eduardo fue conociendo a Jesús y el amor de Dios.

Esas catequesis empezaron a tocar a Eduardo. Le tocaban las canciones, los testimonios, y que Judit acudía y recobraba la alegría. Judit sonreía en esas catequesis y eso alegraba a Eduardo y le hacía perseverar en esas sesiones.

"El problema es que se hablaba mucho de perdón y amor y eso, en la historia de mi vida, no lo veía, y por eso me dolía. Perseveré porque sentía que Dios me ayudaba. Un día que se habló del perdón, empecé a llorar una vez en casa, porque me dolía el corazón. Dije: 'solo sé que me duele el corazón, necesito redimirme'". Ni siquiera estaba muy claro que entendiera a qué se refería con la palabra.

Ese sábado se quedó solo en casa. Le habían hablado de la teleserie cristiana 'The Chosen', y pensó en ponerla como ruido de fondo mientras jugaba videojuegos en la consola. Pero pronto dejó la consola y miró con atención la historia de María Magdalena, que sufría y pensaba en suicidarse. "Ella sigue a una paloma y ve a Jesús, y al aparecer Jesús, se me puso a latir fuerte el corazón, a hacer cosas raras. Y Jesús dice entonces: 'No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mía'. Y yo pensé, al escuchar eso, que estaba respondiendo a lo que yo había pedido".

En ese momento sonaron las campanas llamando a la misa de 7. "Fui corriendo a misa, y la homilía era sobre el perdón. Y le dije a Dios: no sé lo que quieres, pero confío en ti. Seguiré lo que Tú me digas".

Desde ese momento, esperaba con ganas las catequesis, y luego las Cenas Alpha, con sus vídeos y sus temas de fe. "La tercera sesión trataba sobre el perdón. Yo era incapaz de perdonar a mi madre y me sentía mal. 'Con lo que me han hecho, no puedo perdonar', decía".

Su párroco, Jesús Úbeda, actual vicario de Evangelización en la diócesis de Getafe, le dijo: "Si abres la carne y empiezas a tratar al corazón, puede ayudar; aunque es verdad que, aunque va sanando, duele".

Orar por los que os trataron mal

Eduardo y Judit fueron a Roma: era un viaje breve que habían comprado muchos meses antes, antes de tener fe. "¡Pasamos los tres días en el Vaticano! Había una sala de adoración allí, y me arrodillé y empecé a orar por mis padres, por mi madre que me había abandonado. No sabía porqué lo hacía".

Eduardo Peys dio el paso a confiar en Dios, a orar por los demás, y con ese amor el perdón acabó de sanar su vida interior

Eduardo dio el paso de confiar en Dios, orar por los demás, y con ese amor el perdón acabó de sanar su vida interior. Se preparó con alegría para recibir el bautismo y los otros sacramentos, que acogió con emoción y alegría en la pasada Vigilia de Pascua.

De vuelta a España, la siguiente sesión de Alpha trataba sobre el mal. Y su enseñanza central era: "el mal se combate con amor".

"Cuando escuché 'amor' y vi esa palabra en la pizarra, entendí que había rezado por mi madre como un gesto de amor. Y en la mesa, ante los compañeros, me puse a llorar, hiperventilando, y todos preocupados, y yo les decía: 'No os preocupéis, que en realidad lloro de alegría'. Y en ese momento todo, absolutamente todo, dejó de doler. Ya no sentía odio ni rencor a mi madre, a mi madrastra. Y a la cena siguiente todos me dijeron: 'Eduardo, te ha cambiado la mirada, estás distinto'".

"Desde entonces, sigo el camino del Señor, que todo me lo sanó", concluye su historia. "Tengo una relación de confianza con Dios, ¡me ha quitado un dolor tan grande! Ahora cuando pasan cosas malas, sé que tengo a Dios conmigo, y soy más fuerte", asegura.

martes, 15 de octubre de 2024

José Luis Martín: «El Señor explotó en mi corazón y confirmó mi llamada al sacerdocio en un campamento»

Camino Católico.- La basílica del Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles de Getafe (Madrid), ha acogido este sábado 12 de octubre, fiesta de la Virgen del Pilar, a las 18.00 horas, la celebración de las ordenaciones sacerdotales y diaconales, en una ceremonia que ha presidido el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán. A partir de ese día la Diócesis de Getafe cuenta con José Luis Martín, un nuevo presbítero, y seis diáconos. 

El nuevo presbítero es de origen getafense y tiene 26 años. “Para mí, ser sacerdote y ordenarme supone un paso de madurez en mi relación con Cristo, tener una nueva identidad como persona, como cristiano y como sacerdote que nace de un sacramento”, destaca.


José Luís Martín comparte su testimonio vocacional desde una vivencia de la fe en el hogar y en su familia “de manera muy natural desde pequeño”. “En mi familia me enseñaron a rezar e intuí mi vocación a muy temprana edad, con 8 o 9 años, en catequesis y empecé a ser monaguillo. A partir de ahí empecé a gustar de la misa, sentía interés por la vida sacerdotal… el Señor me interrogaba y se fue ‘colando’ en mi afecto” cuenta.


A pesar de un breve tiempo en el que durante su adolescencia se fue alejando de esa idea que se había forjado en su infancia, el devenir de la vida le iba mostrando “en el colegio y en la Catedral la verdad de mi vocación, que se confirmó con 15 años en un campamento en Picos de Europa, en el año 2013: El Señor explotó en mi corazón” subraya José Luis.

 

A los 18 años entró en el seminario, y estos años los define como «una bendición» y con una sencilla palabra: «verdad». «El seminario me ha enseñado a ser hombre, a vivir mi humanidad de una manera plena, y ese proceso no está exento de la cruz y de crisis, que al final verifican que el proceso es verdadero (…) El seminario ha sacado de mí la verdad de lo que soy. He aprendido a relacionarme con Dios, con mi familia, con el mismo Jesucristo de una manera nueva, en la verdad de lo que soy», destaca.

viernes, 11 de octubre de 2024

Thiago Santana: «Quise ser feliz sin Dios y sin comprender su voluntad para mi vida. Me alejé de Él, pero Él nunca se alejó de mí; mi hermana murió de cáncer y Cristo me llamó a ser sacerdote»


  Thiago Santana pronto será ordenado sacerdote

* «Trabajaba por la mañana y después iba a la universidad. Llegaba a casa a las diez y media de la noche. Estaba muy ocupado en perseguir mi sueño, y todo lo reducía a una vida cómoda, divertirme y entregarme a los placeres de la vida… Fue un proceso lento y lleno de dificultades, comenzar una nueva vida en Cristo exige muchas renuncias: abandonar hábitos y pensamientos contrarios a los de Cristo, perder ciertas amistades que no aceptan esta búsqueda de la santidad, entre otras… Fui a una peregrinación a Fátima y Cuando volví a casa, dejé el trabajo, los estudios y las citas, y me fui a hacer una experiencia en la comunidad de los Siervos del Corazón Inmaculado de María»

Camino Católico.- Thiago Santana dos Santos nació en Aracaju el 14 de marzo de 1995 en una familia católica. A pesar de haberse apartado de la fe en su juventud, después de un largo camino lleno de pruebas para volver a Dios, hoy está muy cerca de recibir la ordenación diaconal, el paso previo para ser sacerdote. Recientemente ha completado sus estudios de Bachillerato en Teología gracias a la Fundación CARF que también apoya a diversas congregaciones como los Siervos del Corazón Inmaculado de María a la que pertenece este joven. 

Sobre la existencia de Dios

«Nací en una familia católica y desde pequeño mis padres me transmitieron los valores cristianos de la mejor manera que pudieron», dice Thiago en su testimonio de conversión y vocación que cuenta en el portal de la Fundación CARF.

«Cuando era pequeño, mi madre y mis dos hermanas mayores nos llevaban a Misa todos los domingos. Recuerdo que durante un tiempo rezábamos el rosario todos los días antes de cenar: cada uno cogíamos un rosario, encendíamos una vela a los pies de una imagen de la Virgen y toda la familia nos sentábamos alrededor», reconoce.

«Nuestra fe era sencilla y no sé cuánto rezaba realmente, porque recuerdo que entre avemaría y avemaría me ponía a jugar con el rosario, y sólo paraba cuando mi padre me llamaba la atención. Por simple que fuera, al menos tenía un poco de fe», se sincera.

Creer en la adolescencia

Cuando llegó a la adolescencia, empezó a discutir la necesidad de ir a Misa. Lo hacía más por pereza que por dudas sobre su significado. Empezó a dejar de ir los domingos, en contra de los deseos de su madre, que le seguía insistiendo para que fuera. El rezo del rosario en familia había sido abandonado por todos, a excepción de su madre que lo rezaba con frecuencia.


Thiago Santana abandono la fe en su adolescencia, pero Dios no se alejó de Él

«En cuanto a la fe, desde la adolescencia hasta los veinte años sólo me quedaba el nombre de cristiano católico, un tímido afecto por Jesús y otro más fuerte por María. Aunque me había preparado para la Primera Comunión a los ocho años y para el sacramento de la Confirmación a los catorce, no tenía vida de oración y ni siquiera asistía a los sacramentos», afirma Thiago.

«Hasta los veinte años, sólo me había confesado dos veces: antes de la primera comunión y antes de la confirmación», relata. Su relación con Dios se hizo cada vez más lejana, hasta llegó a creer que la fe no era más que una consecuencia cultural, que no tenía ninguna relación con una verdad salvadora. 

Una vida fácil y cómoda, pero sin Dios

Aunque la vida interior de Thiago estaba muy alejada de Dios, le iba muy bien en los estudios y el trabajo. Terminó el colegio sin demasiadas dificultades, y estudió AdE (Administración de Empresas) en una universidad pública.

Consiguió prácticas en un hospital privado, donde le contrataron. Le gustaba su carrera y el trabajo que hacía. «Trabajé duro para conseguir todo aquello, con mucha dedicación y honradez. Trabajaba por la mañana y después iba a la universidad. Llegaba a casa a las diez y media de la noche. Estaba muy ocupado en perseguir mi sueño, y todo lo reducía a una vida cómoda, divertirme y entregarme a los placeres de la vida», relata Thiago.

«Empecé a preguntarme si Dios existía realmente o si no era más que una construcción humana. Estas ideas no son extrañas ni originales hoy en día. Sé que sólo soy hijo de una generación con poca educación para reflexionar y poca formación cristiana», reflexiona el joven.

Llamados a algo mucho más grande

Por muy bueno que sea todo esto, el sentido de nuestra vida no puede reducirse solo al trabajo y a los placeres terrenales. Estamos llamados a algo mucho más grande de lo que este mundo puede ofrecernos.

Nuestros corazones piden mucho más que los placeres de este mundo. «Lo que critico de mi comportamiento es que quise ser feliz sin Dios y sin comprender cuál es su voluntad para mi vida. Me alejé de Él, pero Él nunca se alejó de mí; me olvidé de Él, pero Él nunca se olvidó de mí».

Una prueba dura

«El valor del oro se prueba en el fuego, y el valor de los hombres en el horno del sufrimiento».

La hermana mayor de Thiago, casada desde hacía dos años, esperaba su primer hijo, motivo de gran alegría para toda la familia. Unos meses después de nacer su sobrino, su hermana empezó a sentir fuertes dolores en la parte baja de la espalda y, tras algunas pruebas, los médicos pensaron que se trataba de un simple cálculo renal y que debían operarla sin complicaciones. 

Durante la operación, el médico observó una coloración diferente en el hígado y tomó una muestra para hacerle una biopsia. Mientras no llegaba el resultado de la biopsia, el dolor continuaba y se realizaron otras pruebas, pero los médicos no llegaban a ninguna conclusión. Fue entonces cuando llegó el resultado de la biopsia: su hermana tenía cáncer y ya estaba haciendo metástasis.

Los médicos empezaron a profundizar para intentar ayudar en todo lo que pudieran, pero sabían que la enfermedad ya estaba en una fase muy avanzada. Desde el punto de vista médico, poco se podía hacer, salvo darle todo el tiempo posible. 

El amor de Dios y a la devoción a María Santísima

Esta situación dio un vuelco a la vida de Thiago. Su fe se reavivó, porque era la única solución para la curación de su hermana. «Toda la familia, amigos y conocidos rezábamos por ella, no nos quedaba otra», nos cuenta. Su hermana, que tenía veintisiete años y un hijo de pocos meses, murió cinco meses después de que se descubriera el cáncer. 

En esos cinco meses, entre hospitalizaciones, tratamientos incómodos, dolor físico y el dolor de estar lejos de su hijo, la hermana de Thiago se abrió al amor de Dios y a la devoción a María Santísima.

Thiago Santana con su familia

Volvió a rezar el Rosario cada día, meditaba el Evangelio casi todos los días, se replanteaba toda su vida, hablaba de Jesús a los que venían a visitarla y, cuando el dolor se lo permitía, estaba alegre y celebraba, sobre todo cuando le llevaban a su hijo a visitarla.

«Un día la tristeza se había apoderado de su corazón, no tenía muchas fuerzas para luchar, mi madre tomó su biblia y le leyó el evangelio del día, después de unos minutos en silencio, levantó la cabeza y le dijo: "a partir de ahora voy a ser feliz". Al día siguiente fue a encontrarse con Dios», nos cuenta.

Un reencuentro con la fe

Tras la pérdida de su hermana, Thiago no tenía fuerza de voluntad para perseguir sus sueños, porque habían perdido su sentido. «La muerte de un ser querido nos hace replantearnos nuestra propia vida».

En la Misa celebrada un mes después de su muerte, le invitaron a participar en un encuentro organizado por los jóvenes de la parroquia. Aunque era muy reacio y estaba convencido de que no se quedaría mucho tiempo, decidió participar. Aquel encuentro fue realmente especial.

Se habló del amor de Dios y de su invitación a todos a vivir con Él. Era lo que necesitaba para empezar de nuevo. Empezó a ir a las reuniones que se hacían los sábados y poco a poco se fue abriendo más y más a la fe.

Comenzó a ir a Misa los domingos y a redescubrir la belleza de la fe. «Fue un proceso lento y lleno de dificultades, comenzar una nueva vida en Cristo exige muchas renuncias: abandonar hábitos y pensamientos contrarios a los de Cristo, perder ciertas amistades que no aceptan esta búsqueda de la santidad, entre otras» cuenta.


Thiago Santana con pequeños de su familia

Un torneo de voleibol que cambiaría su vida

A los dos años de este camino de fe, conoció a los Siervos del Corazón Inmaculado de María. Fue a través de un torneo de voleibol entre parroquias organizado por ellos. El torneo tuvo lugar en la comunidad de los Siervos y duró todo el día. 

Para Thiago, ver a sacerdotes tan jóvenes en medio de gente joven, charlando, jugando y divirtiéndose, era una novedad. «Una de las cosas que más me llamó la atención fue el hábito que vestían. La alegría que transmitían era contagiosa» nos cuenta. «Aquel día, recuerdo que durante la pausa para comer, aproveché para confesarme. El sacerdote que me confesó me invitó a participar en sus reuniones de jóvenes y decidí unirme». 

Esta decisión también estuvo motivada por el hecho de que en aquel momento salía con una chica que participaba en los retiros organizados por la comunidad. Como ella estaba interesada y Thiago tenía una buena impresión de aquellos religiosos, decidieron empezar a asistir a las reuniones.

Un viaje a Fátima para discernir

Poco a poco, se fue interesando cada vez más por el carisma de la Familia del Corazón Inmaculado de María, movimiento eclesial al que pertenecen los Siervos. «Su forma de rezar, su devoción a María y al Santo Rosario, su adoración a la Eucaristía, su alegría de estar con Dios a pesar de las dificultades, el espíritu de familia que se transmitía, todo eso me atraía cada vez más», relata Thiago.

Llegó al punto en que no podía pensar en otra cosa que no fuera la vida que llevaban aquellos religiosos, su entrega total a Dios y a su misión. Por mucho que le gustaran su trabajo y sus estudios, y que su relación de pareja fuera bien, su corazón le pedía algo más.

«Me sentía muy atraído por la vida religiosa, pero tenía miedo de abandonarlo todo y vivir esa experiencia. Me reuní varias veces con el sacerdote que me seguía espiritualmente y me hizo una oferta: una peregrinación a Fátima».

A regañadientes, decidió aceptar la propuesta. Fue una de las experiencias más importantes de su vida, pues conoció la historia de las apariciones de Fátima y cómo vivían los pastorcitos. La sencillez y la grandeza con la que aquellos niños amaban a Jesús y a María, y se entregaban por la conversión de los pecadores, le sirvieron de ejemplo y de valor para decidirse a dejarlo todo y ver si la consagración era o no el camino adecuado para él. «Cuando volví a casa, dejé el trabajo, los estudios y las citas, y me fui a hacer una experiencia en la comunidad de los Siervos».


Thiago Santana con la Virgen María

Una vocación de sacerdote

Ya han pasado siete años desde su experiencia; hace tres profesó los votos de pobreza, castidad y obediencia, y ahora se prepara para la profesión perpetua y el sacerdocio. 

Llegó a Italia en 2018 para comenzar su formación y discernimiento para la vida consagrada. En los dos primeros años del itinerario formativo, llamado postulantado, estudió Filosofía, también en la Universidad de la Santa Cruz. 

Más tarde fue a Toscana para hacer el noviciado. Este último es un período de formación carismática y a la vida consagrada con una duración de un año que los prepara para la profesión religiosa y la emisión de los votos de pobreza, castidad y obediencia. 

Después de la profesión regresó a Roma y comenzó los estudios de Teología, además de la formación interna del instituto, y ahora acaba de terminar la formación teológica con el Bachillerato en Teología, dando paso finalmente a la ordenación sacerdotal.

Muy agradecido a los benefactores

Quiere compartir con los benefactores de la Fundación CARF que «todo este camino de formación, toda esta gran obra, sin vuestra ayuda, difícilmente podría llevarse a cabo. Gracias a los benefactores, yo y mis hermanos hemos podido tener acceso a una enseñanza de calidad y en un ambiente sano, lo que es esencial para seguir el camino trazado por Cristo y transmitido por la Iglesia». 

Agradece vuestro «sí» a ser instrumento de la divina providencia y hacer posible esta obra de Dios en sus vidas. «Dios les ha llamado a ser un canal de gracia, colaborando al crecimiento de los miembros de la Iglesia y consecuentemente a la edificación del Cuerpo Místico de Cristo. Y qué gran honor ¡ser elegido por Dios para esta noble misión!», nos cuenta. 

Cada día pone a todos los benefactores en sus oraciones, pidiéndole a Dios que les recompense con muchas gracias en esta vida terrena, para que perseveren en el camino de la santidad, y con la vida eterna contemplar la «visión beatífica de la Santísima Trinidad, poniendo también sus vidas y la de sus familias bajo el manto de María Santísima para que interceda sin cesar por ellos».