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jueves, 21 de noviembre de 2024

Gabriel Hernán, seminarista: «Crecí entre maras y pandillas, algunos de estos jóvenes me veían cercano a la Iglesia y se acercaban a conversar conmigo y Dios me pide ser sacerdote para acompañar a estos jóvenes»


Gabriel Hernán Méndez es seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país cuando sea sacerdote a salir de las pandillas y la violencia

* «Cuando un joven entra en una pandilla no le dejan salir. Por eso es importante la creación de estos centros donde acoger a niños antes de que entren en estas organizaciones, enseñarles oficios que ocupen su mente… Lo primero que debemos tener claro los sacerdotes es el mensaje del Evangelio y cómo transmitirlo, anunciando a Jesucristo sin dejarse influenciar por ideologías que atacan a la sociedad. Al contrario, debe actuar como un pastor y buscar a las ovejas perdidas, que muchas veces no tienen a alguien que les muestre el camino. Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro. Por ello, es fundamental que el sacerdote se prepare intelectualmente para dar razón de nuestra fe, no solo con oraciones, sino también con elocuencia en su enseñanza, tanto de palabra como de obra» 

Vídeo de la Fundación CARF en el que Gabriel Hernán Méndez cuenta sintetizado su testimonio

Camino Católico.-   Gabriel Hernán Méndez (Honduras, 1994) es un seminarista de 30 años, originario de san Pedro Sula, Honduras, que pertenece a la diócesis de Santa María de las Gracias y sueña con ayudar a los jóvenes de Honduras para que abandonen la violencia de las pandillas. Actualmente cursa el tercer año de Teología en la Universidad de Navarra y reside en el Seminario Internacional Bidasoa. Cuenta su testimonio de conversión y vocación en el portal de la Fundación CARF.

De la duda a la fe: el despertar espiritual

Aunque su familia no era religiosa, la influencia de su abuela, que le enseñó a rezar, fue decisiva. Sin embargo, en la adolescencia se alejó de la fe y dejó de asistir a la Misa, ya que los constantes cambios de domicilio y los intereses juveniles lo apartaron de la Iglesia. A pesar de ello, en su interior sentía una atracción por la fe que nunca llegó a desaparecer.

«En mi adolescencia, me alejé completamente de la Iglesia y de todo lo relacionado con la religión. Esto se debió fundamentalmente a los compromisos laborales de mis padres, que nos obligaban a mudarnos con frecuencia, lo que me impedía tener un lugar fijo donde asistir a Misa. Además, por mi edad, había otras cosas que captaban mi interés. Sin embargo, en el fondo, siempre me sentí atraído por las cosas de la Iglesia», cuenta Gabriel.

Años después, una religiosa lo invitó a una catequesis para recibir la Confirmación. Gabriel accedió, inicialmente motivado por la presencia de una compañera de clase que le gustaba, pero con el tiempo comenzó a involucrarse en actividades de la Iglesia. Al recibir el sacramento, el obispo le preguntó cómo iba a servir a una Iglesia pobre como la de Honduras, palabras que resonaron profundamente en él.


Gabriel Hernán Méndez entró en el seminario, luego salió, pero la llamada de Dios persistió y ahora desea ser ordenado presbitero

El proceso de discernimiento y de formación en el seminario de Honduras

Un seminarista, ahora sacerdote, lo invitó a encuentros de discernimiento vocacional dirigidos a jóvenes que graduados del Bachillerato y que desearan descubrir su vocación. A finales de 2013, Gabriel recibió la aceptación para ingresar en el seminario mayor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa, donde inició su formación en 2014 con 19 años, aunque sin el apoyo de su familia.

«Fue una experiencia nueva para mí, ya que me fui sin el apoyo de mi familia, quienes, al no practicar la fe, no entendían mi decisión de ingresar en el seminario», señala. 

Una pausa en su formación presbiteral

Después de terminar Filosofía (2017) diversas circunstancias le llevaron a poner una pausa en su formación presbiteral y regresar a casa. Comenzó a trabajar en un grupo de empresas dedicadas al comercio, lo cual representó un nuevo reto para él, ya que tuvo que adaptarse a otro estilo de vida y al ambiente laboral. 

«Aquí debo mencionar a una persona que Dios puso en mi camino: Magdalena Méndez, la dueña del grupo de empresas. Ella confió en mí y me dio el empleo a pesar de no tener experiencia alguna», apunta Gabriel.

Una llamada a la vocación como sacerdote que persiste

Con el tiempo, fue ascendiendo en la empresa y un día le propusieron ser Gerente General y representante legal de la empresa. Laboral y financieramente le iba muy bien; había logrado muchas cosas que nunca imaginó. Sin embargo, a pesar de todo, siempre seguía resonando en su cabeza la idea de ser sacerdote: «había como un vacío en mi interior», confiesa este joven de Honduras. 

En todo este tiempo mantuvo comunicación con su director espiritual. Posteriormente, él fue nombrado obispo de una nueva diócesis en Honduras y le invitó a una experiencia en una parroquia de su diócesis para ayudarle en su proceso de discernimiento. 


«En enero de 2023, renuncié a mi trabajo y me trasladé al santuario san Matías Apóstol, en La Campa, Lempira (Honduras) -en la imagen superior- donde me acompañó el padre Rubén Gómez. Estando allí, surgió la oportunidad de venir a España a un seminario internacional, el de Bidasoa. El obispo me hizo la propuesta, la cual acepté, y en agosto de 2023 llegué a Pamplona, donde retomé mi formación y estudios con miras a la ordenación presbiteral».

Una misión: ayudar a los jóvenes atrapados en la violencia de pandillas

En todo este tiempo Gabriel no dejó nunca de rezar ni de pedir a Dios qué quería para su vida. «Yo crecí entre maras y pandillas. Honduras es un país con mucha violencia donde los chicos jóvenes se unen a pandillas violentas. Algunos de estos jóvenes me veían cercano a la Iglesia y se acercaban a conversar conmigo. Para acompañar a estos jóvenes pensé: creo que Dios me pide ser sacerdote. Desde mi ejemplo de vida quizás pueda arrastrar a estos jóvenes a otra forma de vida y que descubran que no solo la mara o la pandilla es la única salida», relata con emoción. 

Se entristece cuando piensa que algunos de sus compañeros no han finalizado el Bachillerato, porque se han introducido en el violento mundo de las pandillas. «Mi ciudad, san Pedro Sula, está marcada por las pandillas y las maras, y muchos jóvenes no ven otra salida que meterse allí porque ven el grupo como una familia, la que no han encontrado en sus casas. Sufren de carencias afectivas y vacíos familiares», se lamenta. 

Su deseo: ser un sacerdote que ayude a estos jóvenes 

Gabriel aspira a ser un sacerdote comprometido, en primer lugar, en el terreno espiritual, evangelizando, y transmitiendo el amor que Dios les tiene a todos estos jóvenes. Y, en segundo lugar, apoyando la creación de centros de rehabilitación: «Cuando un joven entra en una pandilla no le dejan salir. Por eso es importante la creación de estos centros donde acoger a niños antes de que entren en estas organizaciones, enseñarles oficios que ocupen su mente». 

En esta misión, Gabriel agradece la labor de la Iglesia que cuenta con centros y congregaciones religiosas dedicadas a trabajar con jóvenes en riesgo social. Sin embargo, el trabajo se complica porque, para muchos de estos jóvenes, las pandillas representan la única salida viable. Además, el Gobierno muestra un gran desinterés por abordar este problema. 


Gabriel Hernán Méndez tiene claro que el sacerdote debe predicar tanto de palabra como de obra para que su testimonio sea coherente

El problema de las sectas y la falta de sacerdotes 

Otro de los problemas que vive Honduras es la influencia de las sectas: «hoy en día los católicos ya no somos mayoría en un país que tradicionalmente ha sido católico. Los jóvenes se sienten más atraídos por estas sectas, ya que en los barrios hay una en cada calle, mientras que las iglesias católicas son escasas, con solo una por barrio. Además, el sacerdote muchas veces no puede llegar ni una vez al mes, ya que tiene que atender 50 templos más», se lamenta. 

Con este gran desafío que tiene Gabriel pide oraciones a todos para llegar a ser un buen sacerdote: «lo primero que debemos tener claro los sacerdotes es el mensaje del Evangelio y cómo transmitirlo, anunciando a Jesucristo sin dejarse influenciar por ideologías que atacan a la sociedad. Al contrario, debe actuar como un pastor y buscar a las ovejas perdidas, que muchas veces no tienen a alguien que les muestre el camino». 

«Se predica a Cristo, no a uno mismo» 

Además, para Gabriel, un sacerdote del siglo XXI debe recordar que se predica a Cristo y no a uno mismo. «Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro. Por ello, es fundamental que el sacerdote se prepare intelectualmente para dar razón de nuestra fe, no solo con oraciones, sino también con elocuencia en su enseñanza, tanto de palabra como de obra». 

En toda esta tarea, agradece a la Fundación CARF el apoyo que recibe para formarse más y mejor. «Hacen falta sacerdotes bien formados porque en este mundo, con tanta ideología, tenemos que dar razones de nuestra fe, para asentar las bases de una nueva evangelización y así contribuir al nuevo resurgimiento de la Iglesia». 

lunes, 18 de noviembre de 2024

El padre Marlon Múcio padece una enfermedad rara: «Tenía una vida anclada en Dios y Él me dijo que ayudara a la gente como yo y fundé un hospital gratuito con 720 camas para personas con enfermedades raras»


El padre Marlon Múcio con la imagen de Nuestra Señora de los Raros que da nombre a su hospital

* «Si no hubiera sido por la fe católica, no estaría vivo. Vivo de fe y morfina. Cuando la gente trabaja, se cansa. Yo, con solo existir, me canso. Entonces tengo que redimensionar mi vida y mi ministerio. El hospital es la gran obra de misericordia y proyecto social que Dios me ha confiado»

Camino Católico.- "Si no hubiera sido por la fe católica, no estaría vivo", dice a ACI Digital el sacerdote brasileño Marlon Múcio, de la diócesis de Taubaté. Al padre le diagnosticaron en 2019 una enfermedad rara neurodegenerativa: la Deficiencia del Transportador de Riboflavina (RTD). Esta rara enfermedad se define como "un trastorno neuromotor progresivo, caracterizado por insuficiencia respiratoria, sordera neurosensorial y parálisis ponto-bulbar progresiva", según el sitio web Orpha.net.

Desde entonces, toma varios medicamentos todos los días y utiliza un respirador mecánico. También empezó a trabajar en favor de pacientes con enfermedades raras y fundó un hospital para atenderlos. Su historia está narrada en el documental “Milagre Vivo”., que se ha estrenado en cines de Brasil.  


El padre Marlon Múcio confesando

El padre Marlon Múcio Corrêa Silveira nació en Carmo da Mata el 9 de abril de 1973. Fue ordenado sacerdote en la diócesis de Taubaté en 2000. El padre fue diagnosticado con RTD en después de años de investigación, pasando por 100 médicos que tuvieron seis diagnósticos erróneos. 

“Reaccioné muy bien al diagnóstico, porque tenía una vida anclada en el Señor”, afirma el padre Múcio. “Cuando recibí el diagnóstico en 2019 sentí alivio, porque finalmente supe exactamente lo que tenía y que podía tratarlo”, agrega. 


El padre Marlon Múcio ha afrontado su enfermedad con su vida anclada en Dios

La Deficiencia del Transportador de Riboflavina (RTD) es una enfermedad de origen genético causada por la alteración de un gen del ADN, en la que hay ausencia de una enzima que transporta la riboflavina (vitamina B2) al interior de las células, dañando varias actividades metabólicas.  

Según el padre Múcio, “la enfermedad debilita los músculos de todo el cuerpo, especialmente la audición, la visión, el habla, la masticación, la deglución, la locomoción y la respiración, lo que provoca una intensa fatiga”.  

“Vivo de fe y morfina. Cuando la gente trabaja, se cansa. Yo, con solo existir, me canso. Entonces tengo que redimensionar mi vida y mi ministerio”, dice.  


El padre Marlon Múcio celebrando la Eucaristía

El sacerdote cuenta que durante cuatro años pasó la mayor parte del tiempo en la cama, donde celebraba misa diaria. Hoy, Marlon celebra la mayoría de sus misas en la cama.  

En la actualidad, el padre Marlon dice que, “gracias a Dios”, tiene “todos estos recursos científicos” y reconoce que es “una rareza entre los raros”. Somos 13 millones de brasileños con enfermedades raras y pocos brasileños tienen acceso a medicamentos, a terapia, fisioterapia, psicología y otros recursos, como medicamentos de alto costo”. 


El padre Marlon Múcio en adoración con el Santísimo impartiendo la bendición

 “Entonces, cuando se me diagnosticó esta enfermedad, Dios me dijo que quería que ayudara a la gente como yo, a mis hermanos con enfermedades raras”, continúa el sacerdote. 

El 8 de diciembre de 2023, el padre Marlon fundó la Casa de Saúde Nossa Senhora dos Raros, en Taubaté. El hospital es el primero de Brasil especializado en enfermedades raras. El sacerdote destaca que la unidad de salud es “exclusiva para personas con enfermedades raras, brinda atención integral a personas con enfermedades raras y es 100% gratuita”. El hospital permanece gracias a donaciones, actualmente cuenta con 720 camas y hay proyecto de ampliación.  

“En el área de la salud, esta es la gran obra de misericordia y proyecto social que Dios me ha confiado”, dice el padre Múcio. 


El padre Marlon Múcio con enfermos y sus familiares en la Casa de Saúde Nossa Senhora dos Raros, el hospital gratuito fundado por él para personas con enfermedades raras

El sacerdote también fue inspirado por Dios para crear la devoción mariana a Nuestra Señora de los Raros, que dio nombre al hospital y fue aprobada por el obispo de Taubaté, Dom Wilson Luís Angotti Filho. “Todo lo doy a Nuestra Señora, soy todo de María, por eso las cosas raras las di a Nuestra Señora de los Raros”, afirma.  

El 22 de mayo de este año, fiesta de Santa Rita de Casia, el Padre Marlon viajó al Vaticano, junto con otras 20 personas que formaban parte del equipo o son asistidos en la Casa de Saúde Nossa Senhora dos Raros, para participar en la Audiencia general del Papa Francisco. En esta ocasión, el Papa bendijo la imagen de Nuestra Señora de los Raros, que fue trasladada a la residencia de ancianos de Taubaté (SP). Según el padre Marlon, Francisco conocía su historia y el hospital que fundó.  


El padre Marlon Múcio con el Papa Francisco en la audiencia General el 22 de mayo de 2024

La historia del padre Marlon Múcio se cuenta en el documental “Milagre Vivo”, una colaboración entre Kolbe Arte Produções y el servicio católico de streamingLumina.  

La película profundiza en la historia del sacerdote, cómo vive con RTD, su día a día en la Casa de Saúde Nossa Senhora dos Raros, con los pacientes atendidos en el hospital. El documental muestra también el viaje que el sacerdote realizó a Italia y al Vaticano en mayo de este año, en el que visitó Asís (donde están enterrados San Francisco de Asís y el Beato Carlo Acutis), San Giovanni Rotondo (donde está la tumba de San Pío de Pietrelcina), la Basílica de San Pedro en el Vaticano y un instituto de investigación IDT en Roma.  


El padre Marlon Múcio cantando con su guitarra y perseverando en su particular misión pese a su enfermedad

martes, 15 de octubre de 2024

José Luis Martín: «El Señor explotó en mi corazón y confirmó mi llamada al sacerdocio en un campamento»

Camino Católico.- La basílica del Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles de Getafe (Madrid), ha acogido este sábado 12 de octubre, fiesta de la Virgen del Pilar, a las 18.00 horas, la celebración de las ordenaciones sacerdotales y diaconales, en una ceremonia que ha presidido el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán. A partir de ese día la Diócesis de Getafe cuenta con José Luis Martín, un nuevo presbítero, y seis diáconos. 

El nuevo presbítero es de origen getafense y tiene 26 años. “Para mí, ser sacerdote y ordenarme supone un paso de madurez en mi relación con Cristo, tener una nueva identidad como persona, como cristiano y como sacerdote que nace de un sacramento”, destaca.


José Luís Martín comparte su testimonio vocacional desde una vivencia de la fe en el hogar y en su familia “de manera muy natural desde pequeño”. “En mi familia me enseñaron a rezar e intuí mi vocación a muy temprana edad, con 8 o 9 años, en catequesis y empecé a ser monaguillo. A partir de ahí empecé a gustar de la misa, sentía interés por la vida sacerdotal… el Señor me interrogaba y se fue ‘colando’ en mi afecto” cuenta.


A pesar de un breve tiempo en el que durante su adolescencia se fue alejando de esa idea que se había forjado en su infancia, el devenir de la vida le iba mostrando “en el colegio y en la Catedral la verdad de mi vocación, que se confirmó con 15 años en un campamento en Picos de Europa, en el año 2013: El Señor explotó en mi corazón” subraya José Luis.

 

A los 18 años entró en el seminario, y estos años los define como «una bendición» y con una sencilla palabra: «verdad». «El seminario me ha enseñado a ser hombre, a vivir mi humanidad de una manera plena, y ese proceso no está exento de la cruz y de crisis, que al final verifican que el proceso es verdadero (…) El seminario ha sacado de mí la verdad de lo que soy. He aprendido a relacionarme con Dios, con mi familia, con el mismo Jesucristo de una manera nueva, en la verdad de lo que soy», destaca.

viernes, 11 de octubre de 2024

Thiago Santana: «Quise ser feliz sin Dios y sin comprender su voluntad para mi vida. Me alejé de Él, pero Él nunca se alejó de mí; mi hermana murió de cáncer y Cristo me llamó a ser sacerdote»


  Thiago Santana pronto será ordenado sacerdote

* «Trabajaba por la mañana y después iba a la universidad. Llegaba a casa a las diez y media de la noche. Estaba muy ocupado en perseguir mi sueño, y todo lo reducía a una vida cómoda, divertirme y entregarme a los placeres de la vida… Fue un proceso lento y lleno de dificultades, comenzar una nueva vida en Cristo exige muchas renuncias: abandonar hábitos y pensamientos contrarios a los de Cristo, perder ciertas amistades que no aceptan esta búsqueda de la santidad, entre otras… Fui a una peregrinación a Fátima y Cuando volví a casa, dejé el trabajo, los estudios y las citas, y me fui a hacer una experiencia en la comunidad de los Siervos del Corazón Inmaculado de María»

Camino Católico.- Thiago Santana dos Santos nació en Aracaju el 14 de marzo de 1995 en una familia católica. A pesar de haberse apartado de la fe en su juventud, después de un largo camino lleno de pruebas para volver a Dios, hoy está muy cerca de recibir la ordenación diaconal, el paso previo para ser sacerdote. Recientemente ha completado sus estudios de Bachillerato en Teología gracias a la Fundación CARF que también apoya a diversas congregaciones como los Siervos del Corazón Inmaculado de María a la que pertenece este joven. 

Sobre la existencia de Dios

«Nací en una familia católica y desde pequeño mis padres me transmitieron los valores cristianos de la mejor manera que pudieron», dice Thiago en su testimonio de conversión y vocación que cuenta en el portal de la Fundación CARF.

«Cuando era pequeño, mi madre y mis dos hermanas mayores nos llevaban a Misa todos los domingos. Recuerdo que durante un tiempo rezábamos el rosario todos los días antes de cenar: cada uno cogíamos un rosario, encendíamos una vela a los pies de una imagen de la Virgen y toda la familia nos sentábamos alrededor», reconoce.

«Nuestra fe era sencilla y no sé cuánto rezaba realmente, porque recuerdo que entre avemaría y avemaría me ponía a jugar con el rosario, y sólo paraba cuando mi padre me llamaba la atención. Por simple que fuera, al menos tenía un poco de fe», se sincera.

Creer en la adolescencia

Cuando llegó a la adolescencia, empezó a discutir la necesidad de ir a Misa. Lo hacía más por pereza que por dudas sobre su significado. Empezó a dejar de ir los domingos, en contra de los deseos de su madre, que le seguía insistiendo para que fuera. El rezo del rosario en familia había sido abandonado por todos, a excepción de su madre que lo rezaba con frecuencia.


Thiago Santana abandono la fe en su adolescencia, pero Dios no se alejó de Él

«En cuanto a la fe, desde la adolescencia hasta los veinte años sólo me quedaba el nombre de cristiano católico, un tímido afecto por Jesús y otro más fuerte por María. Aunque me había preparado para la Primera Comunión a los ocho años y para el sacramento de la Confirmación a los catorce, no tenía vida de oración y ni siquiera asistía a los sacramentos», afirma Thiago.

«Hasta los veinte años, sólo me había confesado dos veces: antes de la primera comunión y antes de la confirmación», relata. Su relación con Dios se hizo cada vez más lejana, hasta llegó a creer que la fe no era más que una consecuencia cultural, que no tenía ninguna relación con una verdad salvadora. 

Una vida fácil y cómoda, pero sin Dios

Aunque la vida interior de Thiago estaba muy alejada de Dios, le iba muy bien en los estudios y el trabajo. Terminó el colegio sin demasiadas dificultades, y estudió AdE (Administración de Empresas) en una universidad pública.

Consiguió prácticas en un hospital privado, donde le contrataron. Le gustaba su carrera y el trabajo que hacía. «Trabajé duro para conseguir todo aquello, con mucha dedicación y honradez. Trabajaba por la mañana y después iba a la universidad. Llegaba a casa a las diez y media de la noche. Estaba muy ocupado en perseguir mi sueño, y todo lo reducía a una vida cómoda, divertirme y entregarme a los placeres de la vida», relata Thiago.

«Empecé a preguntarme si Dios existía realmente o si no era más que una construcción humana. Estas ideas no son extrañas ni originales hoy en día. Sé que sólo soy hijo de una generación con poca educación para reflexionar y poca formación cristiana», reflexiona el joven.

Llamados a algo mucho más grande

Por muy bueno que sea todo esto, el sentido de nuestra vida no puede reducirse solo al trabajo y a los placeres terrenales. Estamos llamados a algo mucho más grande de lo que este mundo puede ofrecernos.

Nuestros corazones piden mucho más que los placeres de este mundo. «Lo que critico de mi comportamiento es que quise ser feliz sin Dios y sin comprender cuál es su voluntad para mi vida. Me alejé de Él, pero Él nunca se alejó de mí; me olvidé de Él, pero Él nunca se olvidó de mí».

Una prueba dura

«El valor del oro se prueba en el fuego, y el valor de los hombres en el horno del sufrimiento».

La hermana mayor de Thiago, casada desde hacía dos años, esperaba su primer hijo, motivo de gran alegría para toda la familia. Unos meses después de nacer su sobrino, su hermana empezó a sentir fuertes dolores en la parte baja de la espalda y, tras algunas pruebas, los médicos pensaron que se trataba de un simple cálculo renal y que debían operarla sin complicaciones. 

Durante la operación, el médico observó una coloración diferente en el hígado y tomó una muestra para hacerle una biopsia. Mientras no llegaba el resultado de la biopsia, el dolor continuaba y se realizaron otras pruebas, pero los médicos no llegaban a ninguna conclusión. Fue entonces cuando llegó el resultado de la biopsia: su hermana tenía cáncer y ya estaba haciendo metástasis.

Los médicos empezaron a profundizar para intentar ayudar en todo lo que pudieran, pero sabían que la enfermedad ya estaba en una fase muy avanzada. Desde el punto de vista médico, poco se podía hacer, salvo darle todo el tiempo posible. 

El amor de Dios y a la devoción a María Santísima

Esta situación dio un vuelco a la vida de Thiago. Su fe se reavivó, porque era la única solución para la curación de su hermana. «Toda la familia, amigos y conocidos rezábamos por ella, no nos quedaba otra», nos cuenta. Su hermana, que tenía veintisiete años y un hijo de pocos meses, murió cinco meses después de que se descubriera el cáncer. 

En esos cinco meses, entre hospitalizaciones, tratamientos incómodos, dolor físico y el dolor de estar lejos de su hijo, la hermana de Thiago se abrió al amor de Dios y a la devoción a María Santísima.

Thiago Santana con su familia

Volvió a rezar el Rosario cada día, meditaba el Evangelio casi todos los días, se replanteaba toda su vida, hablaba de Jesús a los que venían a visitarla y, cuando el dolor se lo permitía, estaba alegre y celebraba, sobre todo cuando le llevaban a su hijo a visitarla.

«Un día la tristeza se había apoderado de su corazón, no tenía muchas fuerzas para luchar, mi madre tomó su biblia y le leyó el evangelio del día, después de unos minutos en silencio, levantó la cabeza y le dijo: "a partir de ahora voy a ser feliz". Al día siguiente fue a encontrarse con Dios», nos cuenta.

Un reencuentro con la fe

Tras la pérdida de su hermana, Thiago no tenía fuerza de voluntad para perseguir sus sueños, porque habían perdido su sentido. «La muerte de un ser querido nos hace replantearnos nuestra propia vida».

En la Misa celebrada un mes después de su muerte, le invitaron a participar en un encuentro organizado por los jóvenes de la parroquia. Aunque era muy reacio y estaba convencido de que no se quedaría mucho tiempo, decidió participar. Aquel encuentro fue realmente especial.

Se habló del amor de Dios y de su invitación a todos a vivir con Él. Era lo que necesitaba para empezar de nuevo. Empezó a ir a las reuniones que se hacían los sábados y poco a poco se fue abriendo más y más a la fe.

Comenzó a ir a Misa los domingos y a redescubrir la belleza de la fe. «Fue un proceso lento y lleno de dificultades, comenzar una nueva vida en Cristo exige muchas renuncias: abandonar hábitos y pensamientos contrarios a los de Cristo, perder ciertas amistades que no aceptan esta búsqueda de la santidad, entre otras» cuenta.


Thiago Santana con pequeños de su familia

Un torneo de voleibol que cambiaría su vida

A los dos años de este camino de fe, conoció a los Siervos del Corazón Inmaculado de María. Fue a través de un torneo de voleibol entre parroquias organizado por ellos. El torneo tuvo lugar en la comunidad de los Siervos y duró todo el día. 

Para Thiago, ver a sacerdotes tan jóvenes en medio de gente joven, charlando, jugando y divirtiéndose, era una novedad. «Una de las cosas que más me llamó la atención fue el hábito que vestían. La alegría que transmitían era contagiosa» nos cuenta. «Aquel día, recuerdo que durante la pausa para comer, aproveché para confesarme. El sacerdote que me confesó me invitó a participar en sus reuniones de jóvenes y decidí unirme». 

Esta decisión también estuvo motivada por el hecho de que en aquel momento salía con una chica que participaba en los retiros organizados por la comunidad. Como ella estaba interesada y Thiago tenía una buena impresión de aquellos religiosos, decidieron empezar a asistir a las reuniones.

Un viaje a Fátima para discernir

Poco a poco, se fue interesando cada vez más por el carisma de la Familia del Corazón Inmaculado de María, movimiento eclesial al que pertenecen los Siervos. «Su forma de rezar, su devoción a María y al Santo Rosario, su adoración a la Eucaristía, su alegría de estar con Dios a pesar de las dificultades, el espíritu de familia que se transmitía, todo eso me atraía cada vez más», relata Thiago.

Llegó al punto en que no podía pensar en otra cosa que no fuera la vida que llevaban aquellos religiosos, su entrega total a Dios y a su misión. Por mucho que le gustaran su trabajo y sus estudios, y que su relación de pareja fuera bien, su corazón le pedía algo más.

«Me sentía muy atraído por la vida religiosa, pero tenía miedo de abandonarlo todo y vivir esa experiencia. Me reuní varias veces con el sacerdote que me seguía espiritualmente y me hizo una oferta: una peregrinación a Fátima».

A regañadientes, decidió aceptar la propuesta. Fue una de las experiencias más importantes de su vida, pues conoció la historia de las apariciones de Fátima y cómo vivían los pastorcitos. La sencillez y la grandeza con la que aquellos niños amaban a Jesús y a María, y se entregaban por la conversión de los pecadores, le sirvieron de ejemplo y de valor para decidirse a dejarlo todo y ver si la consagración era o no el camino adecuado para él. «Cuando volví a casa, dejé el trabajo, los estudios y las citas, y me fui a hacer una experiencia en la comunidad de los Siervos».


Thiago Santana con la Virgen María

Una vocación de sacerdote

Ya han pasado siete años desde su experiencia; hace tres profesó los votos de pobreza, castidad y obediencia, y ahora se prepara para la profesión perpetua y el sacerdocio. 

Llegó a Italia en 2018 para comenzar su formación y discernimiento para la vida consagrada. En los dos primeros años del itinerario formativo, llamado postulantado, estudió Filosofía, también en la Universidad de la Santa Cruz. 

Más tarde fue a Toscana para hacer el noviciado. Este último es un período de formación carismática y a la vida consagrada con una duración de un año que los prepara para la profesión religiosa y la emisión de los votos de pobreza, castidad y obediencia. 

Después de la profesión regresó a Roma y comenzó los estudios de Teología, además de la formación interna del instituto, y ahora acaba de terminar la formación teológica con el Bachillerato en Teología, dando paso finalmente a la ordenación sacerdotal.

Muy agradecido a los benefactores

Quiere compartir con los benefactores de la Fundación CARF que «todo este camino de formación, toda esta gran obra, sin vuestra ayuda, difícilmente podría llevarse a cabo. Gracias a los benefactores, yo y mis hermanos hemos podido tener acceso a una enseñanza de calidad y en un ambiente sano, lo que es esencial para seguir el camino trazado por Cristo y transmitido por la Iglesia». 

Agradece vuestro «sí» a ser instrumento de la divina providencia y hacer posible esta obra de Dios en sus vidas. «Dios les ha llamado a ser un canal de gracia, colaborando al crecimiento de los miembros de la Iglesia y consecuentemente a la edificación del Cuerpo Místico de Cristo. Y qué gran honor ¡ser elegido por Dios para esta noble misión!», nos cuenta. 

Cada día pone a todos los benefactores en sus oraciones, pidiéndole a Dios que les recompense con muchas gracias en esta vida terrena, para que perseveren en el camino de la santidad, y con la vida eterna contemplar la «visión beatífica de la Santísima Trinidad, poniendo también sus vidas y la de sus familias bajo el manto de María Santísima para que interceda sin cesar por ellos».