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miércoles, 18 de junio de 2025

Los hermanos Morrison, tres son sacerdotes y una monja: «Nuestros padres nos animaban a entregarlo todo a Cristo. Una vez que lo hiciéramos, Él nos mostraría cuál sería nuestra vocación»


De izquierda a derecha: Padre James, Diácono Danny, que será ordenado este mes de junio de 2025, Hermana Mary Sophia y Padre Nicholas Morrison / Foto: Cortesía de la familia Morrison

* «Nuestros padres nos animaron a ser radicalmente generosos con los demás, a ser radicalmente generosos con el Señor y, luego, a ser radicalmente generosos también con quienes nos rodean… Intentamos ser radicalmente generosos con el Señor, entregándoselo todo, y trabajando por Él y por la salvación de los demás» 

Camino Católico.-  Eric y Grace Morrison nunca presionaron a sus siete hijos para que eligieran el sacerdocio o la vida religiosa. De hecho, su hijo Danny, diácono de Washington, D. C., describe en broma su historia vocacional como "aburrida".

"No hubo un gran momento de conversión, sino un llamado lento del Señor a lo largo de mi vida", dice a National Catholic Register. Danny se convertirá pronto en el tercer sacerdote de su familia, que también tiene a una hermana religiosa de las Dominicas de Santa Cecilia en Nashville, Tennessee (EE.UU).

"Vivimos una bella camaradería entre los miembros de nuestra familia", dice el diácono de 26 años. "Este hermoso impulso de buscar la excelencia juntos, de acercarnos a la cruz y a las alturas de la santidad, es un regalo familiar", añade.

Danny será ordenado sacerdote el 21 de junio, uniéndose en el ministerio a sus hermanos James y Nicholas Morrison. Mientras que su hermana, Mary Sophia, profesará sus primeros votos con las dominicas de Nashville en el mes de agosto.

"Una de nuestras frases favoritas en la familia es 'todo o nada'", reconoce Nicholas, ordenado sacerdote en 2021. "Intentamos ser radicalmente generosos con el Señor, entregándoselo todo, y trabajando por Él y por la salvación de los demás", afirma.

De izquierda a derecha: El diácono Danny se unirá a los padres James y Nicholas Morrison en el sacerdocio / Foto: Cortesía de la familia Morrison

Eric Morrison, el padre de familia, suele recibir con frecuencia preguntas de otros padres sobre cómo animar a los hijos a seguir el sacerdocio o la vocación religiosa. "No hay fórmulas mágicas. En mi caso, creo que fue intentar mantener siempre una puerta abierta", comenta orgulloso.

Eric y Grace hicieron un "trabajo maravilloso al promover las vocaciones de sus hijos sin presionarlos de ninguna manera", dice el padre Mark Ivany, director de vocaciones de la archidiócesis de Washington, quien conoce a la familia desde que sus hijos eran pequeños.

Por su parte, la dominica María Sofía señala cómo la orientación de sus padres siempre estuvo centrada en la voluntad de Dios para sus vidas. "Nos animaban a entregarlo todo a Cristo. Una vez que lo hiciéramos, Él nos mostraría cuál sería nuestra vocación", explica.

"Nosotros entendimos que su felicidad consistía en que ellos mismos buscaran la voluntad de Dios para sus vidas. Íbamos a misa todos los días, pero ellos tenían la libertad de ir o no", comenta Grace. "Nunca los obligamos, simplemente ellos lo querían hacer con naturalidad", reconoce la madre.

"La forma en que se practicaba la fe era realmente bonita, nunca fue una obligación", dice James, el primero de los hijos en ser ordenado. "Obviamente, la practicábamos sin interrupciones ni superficialidad, pero la veíamos como nuestra vida. No era un añadido ni un compromiso dominical. Era toda nuestra vida", explica el sacerdote.

En vez de obligar sin hacerlo atractivo, "la principal cosa que hicieron los Morrison fue simplemente proponer el sacerdocio o la vida religiosa como una vocación legítima y alegre en la vida", comenta el padre Ivany.

Una característica de la rutina de los Morrison era recibir a los sacerdotes en su casa para cenar, una experiencia que sus hijos destacan como parte crucial de su historia de vocación.

Fue una decisión intencionada, la de invitar a sacerdotes a cenar. "Veíamos el sacerdocio como un don realmente importante para la Iglesia y para el mundo", comenta James. Los niños veían a sus padres tratar a los sacerdotes "como personas normales". "Descubrimos que era una opción viable para una vocación feliz y vivificante", añade.

Otro aspecto importante de su educación fue la comunidad. "Mis padres se tomaron muy en serio elegir una cultura católica para crecer", dice el padre James. Era "una red de familias católicas muy divertida", en la que "el catolicismo era contagioso".

Al animar a sus hijos a aceptar la voluntad de Dios, Eric y Grace despertaron también la vocación al matrimonio. Su hija Anna está casada y tiene hijos, y su otro hijo estudia en la Universidad Franciscana de Steubenville. La hija menor, de 12 años, fue adoptada en Ucrania y tiene necesidades especiales.

El padre Nicolás destaca la generosidad radical que sus padres han tenido siempre hacia sus hijos. "Ellos nos animaron a ser radicalmente generosos con los demás, a ser radicalmente generosos con el Señor y, luego, a ser radicalmente generosos también con quienes nos rodean", concluye.

viernes, 6 de junio de 2025

Grazyna Mech: «A los 18 años sentí que Dios me amaba y quise entregarle mi vida como monja y llevo 50 años en las Franciscanas Misioneras de María; la oración nos une»


La hermana Grazyna Mech, de la Congregación de las Franciscanas Misioneras de María, celebró el 6 de enero su 50 aniversario de vida religiosa / Foto: Jože Potrpin - Canva

* «Un día me sentí conmovida por las palabras de un salmo: ‘Tú me tejiste en el seno de mi madre. Te doy gracias porque me has creado tan maravillosamente; admirables son tus obras. Y tú conoces bien mi alma’. (Sal 139). Lo leí como una llamada personal a la misión… Cuando compartimos la Palabra de Dios, nos conocemos más profundamente y nos amamos aún más» 

Camino Católico.- La hermana Grazyna Mech, de la Congregación de las Franciscanas Misioneras de María, celebró el 6 de enero su 50 aniversario de vida religiosa. Polaca, estudió y trabajó en Francia, Suiza y el Congo, vive desde hace 20 años en Eslovenia, un país del que se enamoró a primera vista, y ese amor continúa hasta hoy.

Cinco décadas al servicio de Dios

"Mirando hacia atrás, estos 50 años han pasado muy deprisa. Pero cuando pienso en todo lo que he vivido, es inmenso. Podría escribir un libro sobre mi trayectoria. Pero, sobre todo, se trata de cómo Dios guía a las personas", dice la Hermana Grazyna con una sonrisa a Urška Leskovšek en Aleteia.

Nació siendo la menor, la quinta de sus hermanos, y no era una niña esperada. Aunque el aborto acababa de legalizarse en Polonia, su madre no decidió dar ese paso. "Dios me quería. Quería que viviera", dice agradecida la hermana Grazyna. Nació diez años después de la guerra, en tiempos difíciles. Su padre pasó varios años en la cárcel y la situación familiar era difícil. Los parientes de su padre pensaban adoptarla, pero cuando llegó el día de su bautismo, su madre no pudo separarse de ella.

Una juventud alegre y una vocación inesperada

Creció en una familia creyente, donde los niños asistían a la catequesis y cantaban canciones religiosas francesas. "Eran canciones que llegaban al corazón. Me formaron mucho. Sentí que Dios me amaba y quise entregarle mi vida".

A los 18 años, decidió entrar en una orden religiosa para proclamar ese amor al mundo entero. El párroco le aconsejó que entrara en una comunidad misionera de monjas franciscanas. Estaba llena de energía; siempre que había ocasión, asistía a bailes y le encantaba bailar y cantar. Su decisión de ingresar en la orden sorprendió incluso a ella misma, y sus padres temieron que se condenara a una vida de pobreza. "Cuando eres joven, no piensas si merece la pena. Simplemente sigues a tu corazón", recuerda.

No había tenido ningún contacto previo con las Escrituras y sabía poco sobre la vida religiosa. “Pero un día me sentí conmovida por las palabras de un salmo: ‘Tú me tejiste en el seno de mi madre. Te doy gracias porque me has creado tan maravillosamente; admirables son tus obras. Y tú conoces bien mi alma’. (Sal 139). Lo leí como una llamada personal a la misión”.

La gran prueba: las misiones en África

La vida religiosa no siempre fue fácil. Levantándose a las 5:30 cada mañana, estaba sometida a una estricta disciplina. "Aprendía una vida dura. Al principio no entendía los salmos. Pero el Señor me guiaba", dice. "Hoy son mi oración favorita".

La mayor prueba fue un viaje a África. En el año 2000, le propusieron ir a una misión en el Congo, devastado por la guerra. "Me sentí como si alguien me hubiera cortado las piernas. Dije: '¡Dios, toma mi vida, pero yo no voy allí!". Fue a Misa, donde el sacerdote le pidió que leyera la Palabra de Dios. Aunque estaba agitada, leyó: "Os envío a los gentiles en tierras lejanas… No tengáis miedo… ¡Yo estaré con vosotros!". Comprendió que era una señal de Dios. "¡Me han dado alas! ¡Claro que voy!"

La vida en el Congo era difícil: guerra, malaria, calor, falta de agua potable. Pero aprendió a dar gracias por cada cosa. "En Europa lo tienes todo y te quejas. Allí no tienes nada y sin embargo vives. Esta gente me enseñó a ser agradecida". Desde entonces, sus primeras palabras al despertarse son: "¡Jesús, gracias por mi nueva vida!"

Eslovenia: amor a primera vista

También fue enviada a Eslovenia en 1995. No le hizo mucha gracia, ya que había soñado con las misiones. Sin embargo, cuando llegó, se quedó prendada del país. "Eslovenia es tan pura, tan inocente. Todo es hermoso. Los niños son educados, la gente generosa. Todos los días alguien dejaba un regalo delante de mi puerta. Era el paraíso. Aquí lo tenía todo demasiado bueno".

Cuando se marchó a sus misiones, sintió que toda Eslovenia se iba con ella. Recibía llamadas telefónicas y la mayoría de los donativos para su labor misionera procedían de ese país.

Milagros de la Divina Providencia

Un día le robaron el bolso que contenía documentos y mil euros, donaciones de los eslovenos para la compra de una fotocopiadora. Ella informó sobre esto al Centro Misionero de Eslovenia y recibió un mensaje lleno de preocupación, oraciones y promesas de apoyo.

“¡Me sentí tan fuerte que podía mover montañas! Me conmovió su preocupación y saber que no estaba sola”. Al final, recibió 13 veces más ayuda, lo que le permitió no solo comprar una fotocopiadora sino también ampliar el jardín de infancia que dirigía. ¡Dios obra milagros! Este jardín de infancia sigue funcionando hoy en día.

"Tu Iglesia está viva"

A la hermana Grażyna le encanta cantar y dirigir coros parroquiales. Le gusta visitar parroquias eslovenas donde conoce gente y predica el Evangelio. Su Iglesia es misionera y está viva. Viven su fe conscientemente. Las Sagradas Escrituras no están en un estante: ¡están vivas!

Añade: "Israel fue la nación elegida, pero su nación también es especial. Dios los eligió porque sabía que cooperarían con él. Cuidan sus templos, cruces y capillas. Ellos cuentan su historia. Pueden sentir el Espíritu Santo allí".

¿Cómo animar a los jóvenes a abrazar la vida religiosa? “Solo tienes que vivir tu vocación. No finjas, no hagas nada para aparentar. Ten el coraje de ser tú mismo y no tengas miedo de decir ‘lo siento’ y ‘por favor’”.

La comunidad internacional en la que vive le enseña a tener paciencia y a escuchar. "La oración nos une. Cuando compartimos la Palabra de Dios, nos conocemos más profundamente y nos amamos aún más".

martes, 3 de junio de 2025

Juan José Rodríguez ha sido ordenado sacerdote, pero sintió la llamada en la JMJ de Madrid en 2011: «Dios me ha enseñado que en la oración se encuentra la verdadera paz, el don que Dios quiere dar al mundo»


Juan José Rodríguez Rojas en su primera Misa / Foto: Cortesía de Juan José Rodríguez Rojas

* «La ruptura de mis padres fue lo que me hizo unirme más a Dios. Como canta el Pregón pascual: «Oh feliz culpa, que mereció tan grande Redentor». No es deseable, absolutamente, que existan rupturas y familias que se quiebren, pero sí es cierto que todo hombre ansía en su corazón la unidad, y esa unidad la aprende ya desde el seno de su casa, donde están el papá y la mamá, y allí los hijos reciben la fe. Eso es lo ideal, pero cuando sucede un caso como el mío, en el que el corazón queda herido, creo que queda una materia preciosa en la que trabaja el Señor, como un barro en manos del alfarero, para que Él vaya modelando en una obra que pueda luego dar testimonio ante los hombres» 

Camino Católico.- El costarricense Juan José Rodríguez Rojas sintió la llamada de Dios a ser sacerdote durante la JMJ de Madrid 2011, se ha formado en el Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Mater – Nuestra Señora de la Almudena, y se ordenó el pasado sábado 24 de mayo en la catedral de la Almudena junto a diez compañeros del Seminario Conciliar de Madrid. Lo entrevista Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo en Alfa y Omega.

- ¿Cómo nació su vocación?
-Ha estado muy unida al desarrollo de mi vida. Vengo de una familia muy unida con momentos muy fuertes y bonitos de convivencia y de oración, pero mis padres se separaron cuando yo tenía ocho años. Por eso he sufrido un poco en la confianza hacia el amor, hasta que descubrí la Iglesia y la comunidad cristiana en el Camino Neocatecumenal. Encontré así el lugar, la familia que yo buscaba, un Padre en Dios, una madre en la Iglesia, que me educaron y me hicieron crecer.

La primera vez que yo me levanté en una llamada vocacional fue en el año 2011, en la JMJ de Madrid. Ya tenía 20 años, y sentí que podía ofrecerle mi vida al Señor, pero entonces estaba entre los atractivos del mundo y lo dejé correr. Sin embargo, la llamada seguía allí, como un fuego ardiente que yo en vano intentaba apagar, así que en franqueza frente al Señor le ofrecí mi vida y en el año 2014 comencé el proceso de discernimiento. Al año siguiente me mandaron al seminario Redemptoris Mater de Madrid, y aquí estamos.

Juan José Rodríguez Rojas en su ordenación sacerdotal / Foto: Cortesía de Juan José Rodríguez Rojas

- ¿Cree que la Iglesia tiene una respuesta que dar a tanto sufrimiento por heridas afectivas que se están produciendo en las familias, y sobre todo en los más débiles, que son los hijos, a raíz de tantas separaciones, divorcios, rupturas…, un fenómeno que va cada vez más en aumento?
- Evidentemente, y a mí es lo que más me ha influido. La ruptura de mis padres fue lo que me hizo unirme más a Dios. Como canta el Pregón pascual: «Oh feliz culpa, que mereció tan grande Redentor». No es deseable, absolutamente, que existan rupturas y familias que se quiebren, pero sí es cierto que todo hombre ansía en su corazón la unidad, y esa unidad la aprende ya desde el seno de su casa, donde están el papá y la mamá, y allí los hijos reciben la fe. Eso es lo ideal, pero cuando sucede un caso como el mío, en el que el corazón queda herido, creo que queda una materia preciosa en la que trabaja el Señor, como un barro en manos del alfarero, para que Él vaya modelando en una obra que pueda luego dar testimonio ante los hombres.

Por eso, a cualquier chico que pueda estar pasando una situación en la que sus padres se estén separando, o una situación de vulnerabilidad, le puedo entender perfectamente.

- En su caso es una vocación que pasa por la fragilidad.
- Creo que el Señor escoge a pastores heridos para que con sus heridas puedan curar a los que están enfermos. Esa es la belleza del sacramento del sacerdocio, porque con nuestra fragilidad podemos compadecernos y ser misericordiosos con aquellos que están sufriendo. Dios también quiso abrir su corazón, que fuera herido, para que pudieran caber en él todos los heridos.

Juan José Rodríguez Rojas con su comunidad y su familia / Foto: Cortesía de Juan José Rodríguez Rojas

- Recibió la ordenación hace apenas unos días. ¿Cómo están siendo esos primeros momentos?
- Algo estupendo, que haya venido tanta gente de Costa Rica me ha sorprendido. Estoy aprovechando para llevar a los hermanos de mi comunidad de origen en Costa Rica a conocer la belleza de los lugares de España, sobre todo enclaves de espiritualidad. Vemos así el origen también de nuestra fe, de donde han salido tantos misioneros que fueron a América a anunciar la palabra de Dios. Ahora somos nosotros los que venimos de allá a renovar una fe que se está quedando un poco aletargada. Así que están siendo días de mucha felicidad, de mucha alegría, muy intensos. Ayer tuve la primera Misa en mi parroquia, Santa María del Parque, y la verdad es que me he impresionado, estoy muy conmovido por el cariño de la gente.

- Y a nivel espiritual, cuando se queda a solas con el Señor o se pone a rezar Completas por la noche…
-Eso sí. Dios me ha enseñado que en la oración, en el atemperar, en el sosiego, se encuentra a verdadera paz, el don que Dios quiere dar al mundo, un don que a veces viene a través del sufrimiento, de la necesidad de moderar las pasiones y esperar en Dios para volver a alabarlo.

  Juan José Rodríguez Rojas incensando el altar en su primera Misa / Foto: Cortesía de Juan José Rodríguez Rojas

miércoles, 28 de mayo de 2025

John Kenny: «En una confesión en Houston, sentí las palabras claras de Dios que resonaban en mi corazón 'John, quiero que tú seas mi sacerdote' y ya he sido ordenado»

John Kenny, sacerdote recién ordenado / Foto: Cortesía de John Kenny

* «Descubrí mi vocación a una temprana edad. Mis papás, desde luego, fueron ejemplos de fe para mí, involucrándose con la vida de la Iglesia y sobre todo impulsándonos a servir a los pobres… En las buenas y en las malas, Dios es fiel. Nada me habla más al corazón que ese nombre que Dios revela en Génesis 22: 'El Señor proveerá'. Dios es un padre bueno que siempre acoge a todos para formar su iglesia unida» 

Camino Católico.- El padre John Kenny nació en una numerosa familia católica de Houston, Texas. Junto a sus cinco hermanas y sus dos hermanos, su familia fue clave para su camino vocacional. La experiencia de la fe en la vida diaria, el servicio a los más necesitados y su encuentro con los Legionarios de Cristo encendieron en su joven corazón el deseo por cumplir la voluntad de Dios cuando solo tenía 14 años de edad. 

“Descubrí mi vocación a una temprana edad. Mis papás, desde luego, fueron ejemplos de fe para mí, involucrándose con la vida de la Iglesia y sobre todo impulsándonos a servir a los pobres. Todos los martes mi mamá me llevaba a ayudar en asilo para ancianos. Y en una confesión en Houston, sentí las palabras claras de Dios que resonaban en mi corazón 'John, quiero que tú seas mi sacerdote'", comparte a Ingrid Basaldúa Guzmán en Aleteia el recién ordenado. 

Deportista nato, amante de la naturaleza, lector apasionado y amigo excepcional. El Padre John Kenny de 32 años, esquiador y maratonista, es la prueba viva de que ser joven y auténtico no está peleado con amar a Cristo. 

“Para mí ser sacerdote corresponde a mi deseo profundo de servir a mis hermanos. Es el encuentro con mis sueños más profundos, con los sueños más profundos de Dios. Siento ese gran deseo de servir, mejorar las vidas de las personas, ser un mensajero de la alegría, y sobre todo un distribuidor exagerado de misericordia”, cuenta. 

El culmen y el inicio


John Kenny, en su ordenación sacerdotal / Foto: Cortesía de John Kenny

La alegría que irradia el recién ordenado sacerdote y el gozo de todos los que celebraron en la Basílica de San Pablo Extramuros reflejan el misterio de amor de la vocación sacerdotal. 

John describe su ordenación sacerdotal como "la experiencia más feliz y más excepcional" de su vida.

"Fue el culmen y el inicio. El culmen, porque se requieren muchos años de estudio, discernimiento, lágrimas y formación. Para mí fueron alrededor de 15 años. Siento que crecí mucho como hombre y pude desarrollar ese corazón de Jesús que mira a todos con compasión, porque me miró a mí primero con compasión. Luego es el inicio, porque sales de la Misa de tu ordenación y ves todas las caras alegres y llenas de esperanza. Tienen hambre de Dios, y siento que el sacerdote particularmente está llamado a saciar el hambre de las ovejas", explica.

Y, ¿qué significó para el Padre John Kenny haber sido ordenado sacerdote en medio de un cónclave y la elección de un nuevo Papa?

“Lo viví como un momento de esperanza, donde toda la iglesia y todo el mundo anhela un padre, alguien que nos puede guiar, alguien que nos puede dirigir, y sobre todo alguien que nos una en torno a Cristo. Así que vivir ese momento en sede vacante solo me recordó de mí misión (pequeña en comparación con la del Papa) de ser papá que abraza a todos”, reflexiona Kenny.

Y concluye: “En las buenas y en las malas, Dios es fiel. Nada me habla más al corazón que ese nombre que Dios revela en Génesis 22: 'El Señor proveerá'. Dios es un padre bueno que siempre acoge a todos para formar su iglesia unida”.

martes, 27 de mayo de 2025

Antonio Gil-Delgado se alejó de Dios que en un retiro lo llamó a ser cura, él se resistía hasta que en Lourdes la Virgen le confirmó la vocación: «’Antonio, hazle caso y di que sí’; desapareció la angustia y he sido ordenado»


Antonio Gil-Delgado se alejó de Dios pero escuchó la llamada para ser sacerdote, se resistió, pero abrazó la vocación y será ordenado ahora

* «De la que nunca me alejé fue de la Virgen María. Se lo debo todo; sin Ella, no hubiera dicho que sí al Señor. Dios me quiso en un momento de pecado, bueno, ahora también, pero entonces estaba más perdido. No he tenido que ser bueno para que me haya llamado, sino que me ha llamado porque me ha querido. Lo que me ayudó fue enamorarme de Jesús; suena cursi, pero no hay otra. O le quieres, o para qué te vas a hacer sacerdote. Lo que más duro se me ha hecho ha sido estar en las cosas de Dios sin Dios; todo te hastía, todo te hunde, te deja triste, todo pierde el sentido. Si estás en las cosas de Dios sin Dios te acabas fijando en lo que no es Dios. Hay que amar a Jesús» 

Camino Católico.- «Estamos para lo que el Señor quiera y para servir a la Iglesia». Antonio Gil-Delgado (33 años) ha recibido el sacramento del Orden como presbítero el sábado, 24 de mayo, en la catedral de la Almudena. Un joven que se ha ido dejando hacer por Cristo en el seminario y que en total libertad entrega «vida, cuerpo y tiempo, todo para Dios y para la Iglesia, su pueblo». Sabe que «Jesús lo único que quiere es que seamos libres, y decirle que sí te da muchísima libertad; no hay mayor libertad que la de atarse a algo por amor», reflexiona a B. Aragoneses en Infomadrid. Y Jesucristo «no me pide nada que no haya hecho Él antes». Es el «Dios nos primerea» que decía el difunto Papa Francisco.

El Señor le fue preparando el corazón incluso cuando Antonio no se daba ni cuenta, en aquellos años en los que estuvo alejado de Dios y de esa Iglesia a la que desea ahora servir con toda su alma. Luego, en un retiro de Effetá, «me llamó y me lo dejó tan claro que no he tenido más remedio que ser sacerdote».

De hecho, su lema sacerdotal es aquello que Dios le dijo entonces: ‘Tú eres mi hijo amado a quien he elegido’. «Me recuerda siempre que Dios me quiere y me ama». Y, además, le da toda la tranquilidad porque «cuando me lo dijo yo no era el más santo del mundo; Dios me quiso en un momento de pecado, bueno, ahora también —ríe—, pero entonces estaba más perdido». Y esto le confirma que «no he tenido que ser bueno para que me haya llamado, sino que me ha llamado porque me ha querido».

Pero Antonio dijo que no al Señor. Y luego estuvo un año resistiéndose a entrar en el seminario, aunque Dios seguía trabajando su corazón «hasta que llegó un momento en que no quería otra cosa que estar con Jesús. “Tú sabes que yo no quiero ser sacerdote, pero quiero estar contigo, y si me dices que quieres estar conmigo siendo yo sacerdote, digo que sí”», cuenta con sencillez, como de lógica pura.

 

Antonio Gil-Delgado ante la parroquia Santa María Madre de Dios de Tres Cantos en la que ha desarrollado su actividad pastoral los dos últimos años

En las manos de la Virgen

En ese tiempo de ausencia de vida de Iglesia que tuvo Antonio, «de la que nunca me alejé fue de la Virgen María». Ella ha sido y es todo en su vida. «Se lo debo todo; sin Ella, no hubiera dicho que sí al Señor». Con 18 años empezó a ir a Lourdes con la Hospitalidad de Lourdes de Madrid, y fue en la Gruta, una noche de inquietud en ese tiempo en el que Antonio se resistía a Dios, cuando la María lo animó, «Antonio, hazle caso y di que sí». Lo hizo por Ella, y «tuve una paz tan grande… desapareció toda la angustia de golpe».

En los peores momentos del seminario —«cada año ha habido una crisis», ríe, desdramatizando—, también estuvo Ella. Son tiempos «en los que el Señor te rompe el corazón para construirlo Él; aquí empieza el camino de verdad». A veces dolía, a veces uno no podía más, pero le decía a Dios «no me sueltes ni dejes de hacer», porque al final todo esto «me ha hecho madurar en la fe y en el amor y entender que Jesús está conmigo en todo momento».

Un amor a Jesús que es la base de todo. Antonio tenía miedo de que Dios le quitara algo, de no poder… «Lo que me ayudó fue enamorarme de Jesús; suena cursi, pero no hay otra. O le quieres, o para qué te vas a hacer sacerdote». Lo ha comprobado también en sus peores momentos en el seminario, «lo que más duro se me ha hecho ha sido estar en las cosas de Dios sin Dios; todo te hastía, todo te hunde, te deja triste, todo pierde el sentido. Si estás en las cosas de Dios sin Dios te acabas fijando en lo que no es Dios». Por eso, «hay que amar a Jesús».

Antonio Gil-Delgado, en el centro de la imagen, en el Santuario de Lourdes donde la Virgen María le ayudó a decir ‘si’ a la vocación sacerdotal 

Años de pastoral

Antonio se presenta rotundo. «Voy con mucha luz y pisando firme», consciente de que le queda todo el camino por andar pero «no se nace sabiendo y tengo esperanza». «A dar la vida aprenderé dando la vida».

Ya ha tenido mucha vida pastoral, estos dos últimos años en la parroquia Santa María Madre de Dios de Tres Cantos. En ella disfruta muchísimo, todo le ilusiona, «me lo paso fenomenal con todo en cualquier momento». En este año, ya ordenado como diácono, ha podido hacer cosas que hasta entonces no, como bendecir. Y una de las tareas que encaró con más ilusión fue la bendición de los animales el día de San Antón. «Yo estudié Agrónomos y me encantan los animales», ríe.

Antonio Gil-Delgado, el día que fue ordenado diácono

En la ceremonia de ordenación le impuso la casulla Guillermo Cruz, consiliario de la Hospitalidad de Lourdes y su director espiritual. Le ha querido agradecer así todo su acompañamiento durante todo este tiempo. Y ha recibido el sacramento del Orden de manos del cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, al que le debe obediencia que ya prometió en la ordenación diaconal. «No es una obediencia de súbdito, es una obediencia amorosa; él es mi padre y estamos al servicio de la diócesis». «Está siendo un hombre muy cercano y muy normal, y me sorprende el cariño que nos tiene». En la entrevista que ha tenido con él estos días previos a la ordenación le recomendó que «todo lo que había vivido, tanto lo bueno como lo malo, lo escribiera, para no olvidarlo; y que disfrutara mucho, me dijo».

Antonio Gil-Delgado siendo ya diácono, dando la comunión a un enfermo, en el Santuario de Lourdes

Jesús Rodríguez: «Tenía la puerta cerrada al sacerdocio, era muy fiestero, pero en un retiro respondí a la llamada: ‘Sí, Señor, mientras vayas conmigo’; Jesús tomó mi corazón y he sido ordenado presbítero»

Jesús Rodríguez escuchó la llamada de Dios a ser sacerdote pero se resistía

Camino Católico.- «Señor, sí, voy, ¿pero a dónde?». Esta era la pregunta que a Jesús Rodríguez, a menos de un mes de cumplir los 29 años, le salió después de una noche en vela durante una convivencia de jóvenes en Jerez con su parroquia, Nuestra Señora de la Paz. Era febrero de 2017. Habían rezado vísperas ante el Santísimo y después tuvieron un rato de adoración, que fue cuando el joven sintió «fuego en el corazón y paz», mezclado con intranquilidad porque era la confirmación de que «Dios me pedía algo» relata a B. Aragoneses en Infomadrid.

La realidad es que él llevaba meses barruntando. Su padre, sacristán de la parroquia, y su madre, conserje del colegio diocesano asociado, le inculcaron la fe en casa. «Pero tiendo al perfeccionismo y al control», así que pensar en algún interés del Señor para él al margen de la vida que ya controlaba suponía «que todo se derrumbaba» y que «iba a exceder todas mis fuerzas».

Además, en realidad «la puerta del sacerdocio siempre la había tenido cerrada». «Era muy fiestero y no me reconocía en la imagen del sacerdote que tenía en la cabeza». De hecho, cuando se lo contó a sus amigos durante un viaje a Almuñécar «lo fliparon». Algunos no son creyentes, pero todos, «a su manera, se emocionaron y me han acompañado en todo el proceso». Como sus padres, aunque al principio «mi padre se pensaba que le estaba vacilando».

Querer escuchar

Esa noche de Jerez, Jesús no pudo dormir. «Todo el rato revolviéndome en el saco», ríe. Decidió bajar a la capilla y coger una Biblia para serenarse un poco y coger el sueño. Justo le salió el pasaje de la llamada de Jesús a los Doce. «Ven y sígueme». Jesús —Rodríguez— se rindió. «Sí, voy, ¿pero a dónde?».

Esta vivencia «me la callé, pero el Señor, cuando se pone para llamar, se pone insistente». Estaba estudiando ya Filología Hispánica y «sentía el deseo de querer escuchar al Señor». Así que un día entre semana, en contra de su costumbre, fue a Misa y después habló con el párroco. «Quiero saber cómo escuchar al Señor». Oración y dirección espiritual, fue la respuesta.

Lo hizo. «¿Y si el Señor me llama a ser cura?», le preguntó al sacerdote en una ocasión, pensando que él «lanzaría confeti y diría “qué bien, otro más”». Pero su respuesta «me ayudó mucho: “Lo que te quiere el Señor es santo”». Y lo fue aguantando, animándole, eso sí, a hacer un discernimiento vocacional «más al sacerdocio». Porque la realidad era que al pensar en este camino, «mi corazón volvía al ardor de Jerez».

Jesús Rodríguez será ordenado sacerdote este mes de mayo de 2025

Un día le dijo a su párroco que «estoy listo, ¿dónde es el seminario, en Toledo?». Porque él se pensaba que esa era «la central». Pero en lugar de eso, lo envío a un retiro. Effetá. Noviembre de 2017. En ese bullicio, Dios «me fue quitando las dudas, los miedos, “fíate, recuerda que eres mi hijo amado”». Jesús volvió a decir que sí: «Sí, Señor, lo que tú quieras mientras vayas conmigo».

Ese mes de enero comenzó el entonces curso introductorio y en Semana Santa, ejercicios espirituales. Silencio máximo. «Te puedo aguantar dos horas, ¡pero cinco días…!». Le pidió fuerzas a Dios y ahí «el Señor tomó verdaderamente mi corazón». «Ya mi vida es tuya», le dijo Jesús. Había encontrado para lo que estaba hecho.

Oración intensificada

En estos siete años de seminario, Jesús ha aprendido «qué es ser sacerdote». También «a ser hombre de oración, de corazón entregado, desposeído de todo, y a confiar como la Virgen María, que fue la primera que dijo sí». Aparte de los estudios, con alguna asignatura que se le atragantó un poco, lo que humanamente más le ha costado a Jesús ha sido «la obediencia» y ser consciente de que «el tiempo ya no es mío, es para los demás».

A pocos días de su ordenación presbiteral intensificó la oración. Aseguraba que estaba «tranquilo y confiado», esperando con especial emoción el momento de la postración en el suelo mientras se cantan las letanías a los santos. «Todo el Pueblo de Dios está rezando por ti, ¡esto es la Iglesia!».

Siente también el cariño de sus feligreses de las parroquias Padre Nuestro y Santa Cecilia, que forman unidad pastoral, muy diferentes entre sí, pero «en la diversidad, la unidad; todos somos cristianos». Con ellos «disfruto mucho, me ayudan a crecer en la vocación; me han visto como seminarista de 6º, como diácono y, a partir de ahora, como su pastor, y me van forjando».

De su párroco, Francisco Santos, está aprendiendo precisamente «a ser pastor, a acompañar, a servir». «De su fidelidad —tiene 61 años— y de la presencia en la parroquia, de estar, porque nunca sabes cuándo va a llegar alguien que necesita hablar; de cómo celebra la liturgia…». «Cuando te ordenas entras a formar parte de un presbiterio, en comunión con el obispo», y esta fraternidad, que tiene ya experimentada con sus compañeros del seminario, «la estoy viendo en la parroquia».

En la imagen, a la izquierda, Jesús Rodríguez en la fiesta parroquial con el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid

Jesús Rodríguez Jara ha sido ordenado presbítero el sábado 24 de mayo en la catedral de la Almudena. Su lema presbiteral es No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz (Jn 1,8). Celebrará su Misa de acción de gracias el lunes 9 de junio, a las 20:00 horas en la parroquia Padre Nuestro (Av. de Cantabria, 4, Alameda de Osuna).