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miércoles, 18 de junio de 2025

Gloria Riva, se hizo monja adoratriz tras volver de la muerte al sufrir un accidente de tráfico con su novio y ahora ha predicado al Papa León XIV: «Tuve la certeza de que Dios estaba allí y de que Dios era amor»


Sor María Gloria Riva pertenece a las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento y ha predicado al Papa León XIV, momento que recoge la imagen / Foto: Vatican Media 

* «Fui a Lourdes y entré en la cripta y noté inmediatamente una fuerte presencia y vi que la Eucaristía estaba iluminada desde atrás, la distinguí claramente como una pequeña luz en la oscuridad. Hela aquí, pensé, la luz que encontré en la calle. No se necesita morir para verla. La Iglesia la esconde en el secreto del altar cada día, allí dónde se celebra, allí dónde se adora. Ese día decidí que no me separaría nunca de la Eucaristía. Entré en la congregación de las monjas de la Adoración Perpetua de Monza» 

Camino Católico.- Hace más de cuarenta años, Gloria Riva (Monza, Italia, 1959) cruzó una intersección sin imaginar que, al otro lado, un coche a toda velocidad cambiaría el rumbo de su vida. Tenía 21 años, estaba prometida, había retomado tímidamente la fe tras un viaje a Lourdes, e iba de camino a una discoteca con su novio. Después del impacto, vino el silencio, la oscuridad... y, según su propio testimonio, la percepción clara de que se encontraba al final de su vida.

Riva, monja perteneciente a las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento, fue la encargada de predicar la meditación a la Curia Romana y al Papa León XIV el lunes, 9 de junio, en el Aula Pablo VI, como antesala a la jornada jubilar de los trabajadores del Vaticano. Su intervención no abordó esta experiencia límite, pero quienes conocen su trayectoria saben que ese episodio, vivido décadas atrás, marcó el origen de su vocación.

Ante León XIV afirmó que la mirada al Santísimo “puede curarnos del mal” y purificar nuestra visión. “No debemos temer, tenemos en Dios un gran aliado. Él nos ama con amor eterno y siempre tendrá piedad de nosotros. Lo que debemos hacer es dejarnos moldear por Él y realizar en el tiempo las iluminaciones que el Espíritu Santo nos ofrece precisamente a través de la Eucaristía y de la Virgen María, signo de esperanza segura…. Lla cruz aún puede salvarnos, una cruz acogida y ofrecida”, reiterando con esperanza que “aún podemos vencer” al mal. “La Virgen María nos custodia en nuestros fracasos y en nuestras potencialidades, como custodia al Niño que lleva en su regazo”. 

Reconstruimos su historia de vida y vocación utilizando lo afirmado por ella en primera persona en una entrevista con Francesco Agnoli. Este es testimonio:

El Papa León XIV asistió el lunes, 9 de junio a la meditación de Sor Maria Gloria Riva de las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento / Foto: Vatican Media

Una luz en la oscuridad

Me llamo Gloria Riva, nací en Monza, Italia, en  1959. Tenía veintiún años y tenía novio cuando padecí un accidente que cambió mi vida. Estaba dando pequeños pasos hacia la fe, que había abandonado unos años antes tras una serie de vicisitudes. Después de un viaje a Lourdes, donde el clima de oración caló hondo en mí, salí un sábado con mi novio para ir a bailar a una discoteca.

Llegamos a un semáforo verde y mientras atravesábamos el cruce vi llegar por el otro carril un coche a gran velocidad. Chocamos y después, para mí, sólo hubo silencio y oscuridad. Tuve la clara percepción de haber llegado al final de mi vida y me abandoné totalmente a esta dramática eventualidad. Inmediatamente percibí, dentro de esa oscuridad, una gran paz y serenidad.

Entonces surgió ante mis ojos una pequeña luz blanquísima que venía hacia mí, expandiéndose. La pulsión beatífica de esa luz era como una llamada. Tuve la certeza de que Dios estaba allí y de que Dios era amor. Deseé con todas mis fuerzas alcanzar esa luz, pero vi pasar mi vida ante mí como en una película y tuve una claridad de juicio total sobre la misma. Esa luz era amor, amor gratuito, y esa gratuidad en mi vida no existía.

Dos sentimientos contrarios me embargaron. Por una parte, un gran dolor: la eternidad se me ofrecía en toda su belleza y no la podía alcanzar; Dios no me juzgaba, sencillamente se me mostraba con toda su verdad, era yo la que me juzgaba y comprendía toda la desemejanza. Por la otra parte, sin embargo, sentí una alegría indecible: era pensaba, amada y deseada para este tiempo, para esta historia. No somos un juego al azar, una casualidad a la merced de un destino caprichoso.

Cuando me reanimaron tuve la sensación del rechazo de la vida: tenía siete fracturas, traumatismo craneal, hemorragia interna. Era una especie de rompecabezas que había que recomponer. Inmóvil. Sin embargo, el recuerdo de esa luz fue la prueba de que no morimos y me hubiera gustado gritarles a todos esta verdad.

He reflexionado a menudo sobre lo que me sucedió mientras estaba inconsciente. Me sorprendía recordando detalles que, en relación a la visión de la luz, no conseguía situar en orden temporal.

Después de que me liberaran del amasijo de hierros en el que había quedado convertido el coche, vi, reconocí y saludé a un querido amigo que prestaba servicio en la Cruz Roja y había venido a socorrerme. Me dijo que me había encontrado inmóvil, aparentemente muerta. Vi mi cuerpo desde arriba y me horroricé al ver una pierna totalmente torcida respecto a la posición natural, y a todo el mundo sobre mi cuerpo. Vi a mi novio en el borde de la calle, con las manos apretando sus costados, mientras respiraba con dificultad y sentí dolor por su estado; por el mío, en cambio, no sentía nada. No oí cosas que en cambio molestaron mucho a mi novio, como las sirenas de los coches de los carabineros, de las ambulancias y de los bomberos.He llegado a la conclusión de que mis sentidos estaban estimulados sólo por las relaciones.

Tenía siete fracturas, hemorragia interna y daño cerebral. Permanecí en el hospital (entre ingresos y altas) seis meses. Esos meses cambiaron mi vida. Como escribió Andrè Frossard: “Dios estaba detrás de mí; a veces también delante de mí”. Que la vida es un don que no hay que desperdiciar era para mí algo clarísimo, indiscutible. Ya no fui la misma y descubrí, poco a poco, que el matrimonio no era suficiente, sentía la urgencia de testimoniar a todos lo que me había sucedido. Veía con ojos nuevos cosas y ambientes a los que antes estaba acostumbrada, y veía toda su mezquindad.

Volví a Lourdes para reflexionar sobre la vocación. Volví con mi novio. Un día se anuló un encuentro que teníamos en la gruta de la Virgen (yo era dama, él camillero: teníamos turnos distintos y, por lo tanto, pocos ratos para vernos). Empecé a caminar y me encontré delante de la cripta. Entonces no lo sabía, pero allí había, entonces, Adoración perpetua.

Entré y recorrí un largo pasillo con capillas laterales. Me encontré en una capilla circular blanquísima, en penumbra. Dos religiosas vestidas de blanco estaban en adoración ante un ostensorio que tenía la forma de un ramo de espinas. Noté inmediatamente una fuerte presencia y vi que la Eucaristía estaba iluminada desde atrás, la distinguí claramente como una pequeña luz en la oscuridad. Hela aquí, pensé, la luz que encontré en la calle. No se necesita morir para verla. La Iglesia la esconde en el secreto del altar cada día, allí dónde se celebra, allí dónde se adora.

Gloria Riva se entregó a Dios en la vocación específica de la adoración eucarística

Ese día decidí que no me separaría nunca de la Eucaristía. Entré en la congregación de las monjas de la Adoración Perpetua de Monza, donde permanecí veintitrés años. En el monasterio me fui dando cuenta de que son los propios católicos los que pisotean el tesoro de la Eucaristía. Que había una belleza que era incomprensible para todos y que era necesario aumentar la fuerza de la llamada.

Por encargo de mis superiores acompañaba a unos laicos y pude observar que había desaparecido de nuestra vida diaria la fuerza unificadora del símbolo y, así, empecé a explicar la Escritura y la fe a través del arte. Poco a poco esto se fue revelando un carisma, que me llevó a la determinación de fundar un monasterio que, junto a la Adoración Eucarística (y, por consiguiente, manteniendo la vida de oración y contemplación), prestara una particular atención a la belleza en todas sus formas, sobre todo las vinculadas a la liturgia. Algo que llevé a cabo en 2007, en la diócesis de San Marino Montefeltro.

Una luz que también pintó El Bosco

Explicar una experiencia cercana a la muerte como la mía es arriesgado. Puede ser entendida, pero puedes caer en la banalidad, en lo oculto, en la New Age. He tenido esta experiencia varias veces. Después del accidente vi, por casualidad, el políptico de El Bosco titulado La visión del Más Allá.

'Visión del más allá', de El Bosco

Lo había estudiado en el colegio, sin que me llamase especialmente la atención. Volver a ver el llamado por los críticos empíreo me impresionó mucho. Entendí que sólo quien había tenido una experiencia similar a la mía podía pintar de manera tan concreta lo que había visto.

Detalle de una de las partes que conforman la ‘Visión del más allá', de El Bosco

En el panel de El Bosco una luz blanca circular (parecida a una hostia) irrumpe en la oscuridad, latiendo. Hay almas que desean alcanzarla, pero a algunas se lo impide la propia oscuridad. En la parte más baja del panel, ángeles con alas negras frenan a estas almas, que tienen las manos en alto como si no pudieran moverse. Pero su rostro está constantemente girado hacia la luz y esta tensión las purifica. De hecho, un poco más arriba (más cerca de la luz), ángeles con alas rojas (el fuego purificador) sujetan a almas que siguen mirando la luz, pero cuyas manos están en posición de oración. Su deseo de Dios las purifica y, así, se elevan. Al final, en la parte más alta, precisamente en el inicio del cono de luz blanquísima, hay almas acompañadas de ángeles con alas blancas y con las manos extendidas, abrazando.

Esta obra corresponde exactamente a lo que yo he vivido y me consuela ver cómo un pintor del siglo XV, que no podía saber lo que son las terapias intensivas y el ensañamiento terapéutico, ha pintado algo que se corresponde a lo que cuentan quienes, por así decir, han vuelto atrás para avisar a nuestro mundo materialista que el paraíso existe.

Sor María Gloria Riva

Los hermanos Morrison, tres son sacerdotes y una monja: «Nuestros padres nos animaban a entregarlo todo a Cristo. Una vez que lo hiciéramos, Él nos mostraría cuál sería nuestra vocación»


De izquierda a derecha: Padre James, Diácono Danny, que será ordenado este mes de junio de 2025, Hermana Mary Sophia y Padre Nicholas Morrison / Foto: Cortesía de la familia Morrison

* «Nuestros padres nos animaron a ser radicalmente generosos con los demás, a ser radicalmente generosos con el Señor y, luego, a ser radicalmente generosos también con quienes nos rodean… Intentamos ser radicalmente generosos con el Señor, entregándoselo todo, y trabajando por Él y por la salvación de los demás» 

Camino Católico.-  Eric y Grace Morrison nunca presionaron a sus siete hijos para que eligieran el sacerdocio o la vida religiosa. De hecho, su hijo Danny, diácono de Washington, D. C., describe en broma su historia vocacional como "aburrida".

"No hubo un gran momento de conversión, sino un llamado lento del Señor a lo largo de mi vida", dice a National Catholic Register. Danny se convertirá pronto en el tercer sacerdote de su familia, que también tiene a una hermana religiosa de las Dominicas de Santa Cecilia en Nashville, Tennessee (EE.UU).

"Vivimos una bella camaradería entre los miembros de nuestra familia", dice el diácono de 26 años. "Este hermoso impulso de buscar la excelencia juntos, de acercarnos a la cruz y a las alturas de la santidad, es un regalo familiar", añade.

Danny será ordenado sacerdote el 21 de junio, uniéndose en el ministerio a sus hermanos James y Nicholas Morrison. Mientras que su hermana, Mary Sophia, profesará sus primeros votos con las dominicas de Nashville en el mes de agosto.

"Una de nuestras frases favoritas en la familia es 'todo o nada'", reconoce Nicholas, ordenado sacerdote en 2021. "Intentamos ser radicalmente generosos con el Señor, entregándoselo todo, y trabajando por Él y por la salvación de los demás", afirma.

De izquierda a derecha: El diácono Danny se unirá a los padres James y Nicholas Morrison en el sacerdocio / Foto: Cortesía de la familia Morrison

Eric Morrison, el padre de familia, suele recibir con frecuencia preguntas de otros padres sobre cómo animar a los hijos a seguir el sacerdocio o la vocación religiosa. "No hay fórmulas mágicas. En mi caso, creo que fue intentar mantener siempre una puerta abierta", comenta orgulloso.

Eric y Grace hicieron un "trabajo maravilloso al promover las vocaciones de sus hijos sin presionarlos de ninguna manera", dice el padre Mark Ivany, director de vocaciones de la archidiócesis de Washington, quien conoce a la familia desde que sus hijos eran pequeños.

Por su parte, la dominica María Sofía señala cómo la orientación de sus padres siempre estuvo centrada en la voluntad de Dios para sus vidas. "Nos animaban a entregarlo todo a Cristo. Una vez que lo hiciéramos, Él nos mostraría cuál sería nuestra vocación", explica.

"Nosotros entendimos que su felicidad consistía en que ellos mismos buscaran la voluntad de Dios para sus vidas. Íbamos a misa todos los días, pero ellos tenían la libertad de ir o no", comenta Grace. "Nunca los obligamos, simplemente ellos lo querían hacer con naturalidad", reconoce la madre.

"La forma en que se practicaba la fe era realmente bonita, nunca fue una obligación", dice James, el primero de los hijos en ser ordenado. "Obviamente, la practicábamos sin interrupciones ni superficialidad, pero la veíamos como nuestra vida. No era un añadido ni un compromiso dominical. Era toda nuestra vida", explica el sacerdote.

En vez de obligar sin hacerlo atractivo, "la principal cosa que hicieron los Morrison fue simplemente proponer el sacerdocio o la vida religiosa como una vocación legítima y alegre en la vida", comenta el padre Ivany.

Una característica de la rutina de los Morrison era recibir a los sacerdotes en su casa para cenar, una experiencia que sus hijos destacan como parte crucial de su historia de vocación.

Fue una decisión intencionada, la de invitar a sacerdotes a cenar. "Veíamos el sacerdocio como un don realmente importante para la Iglesia y para el mundo", comenta James. Los niños veían a sus padres tratar a los sacerdotes "como personas normales". "Descubrimos que era una opción viable para una vocación feliz y vivificante", añade.

Otro aspecto importante de su educación fue la comunidad. "Mis padres se tomaron muy en serio elegir una cultura católica para crecer", dice el padre James. Era "una red de familias católicas muy divertida", en la que "el catolicismo era contagioso".

Al animar a sus hijos a aceptar la voluntad de Dios, Eric y Grace despertaron también la vocación al matrimonio. Su hija Anna está casada y tiene hijos, y su otro hijo estudia en la Universidad Franciscana de Steubenville. La hija menor, de 12 años, fue adoptada en Ucrania y tiene necesidades especiales.

El padre Nicolás destaca la generosidad radical que sus padres han tenido siempre hacia sus hijos. "Ellos nos animaron a ser radicalmente generosos con los demás, a ser radicalmente generosos con el Señor y, luego, a ser radicalmente generosos también con quienes nos rodean", concluye.

viernes, 6 de junio de 2025

Grazyna Mech: «A los 18 años sentí que Dios me amaba y quise entregarle mi vida como monja y llevo 50 años en las Franciscanas Misioneras de María; la oración nos une»


La hermana Grazyna Mech, de la Congregación de las Franciscanas Misioneras de María, celebró el 6 de enero su 50 aniversario de vida religiosa / Foto: Jože Potrpin - Canva

* «Un día me sentí conmovida por las palabras de un salmo: ‘Tú me tejiste en el seno de mi madre. Te doy gracias porque me has creado tan maravillosamente; admirables son tus obras. Y tú conoces bien mi alma’. (Sal 139). Lo leí como una llamada personal a la misión… Cuando compartimos la Palabra de Dios, nos conocemos más profundamente y nos amamos aún más» 

Camino Católico.- La hermana Grazyna Mech, de la Congregación de las Franciscanas Misioneras de María, celebró el 6 de enero su 50 aniversario de vida religiosa. Polaca, estudió y trabajó en Francia, Suiza y el Congo, vive desde hace 20 años en Eslovenia, un país del que se enamoró a primera vista, y ese amor continúa hasta hoy.

Cinco décadas al servicio de Dios

"Mirando hacia atrás, estos 50 años han pasado muy deprisa. Pero cuando pienso en todo lo que he vivido, es inmenso. Podría escribir un libro sobre mi trayectoria. Pero, sobre todo, se trata de cómo Dios guía a las personas", dice la Hermana Grazyna con una sonrisa a Urška Leskovšek en Aleteia.

Nació siendo la menor, la quinta de sus hermanos, y no era una niña esperada. Aunque el aborto acababa de legalizarse en Polonia, su madre no decidió dar ese paso. "Dios me quería. Quería que viviera", dice agradecida la hermana Grazyna. Nació diez años después de la guerra, en tiempos difíciles. Su padre pasó varios años en la cárcel y la situación familiar era difícil. Los parientes de su padre pensaban adoptarla, pero cuando llegó el día de su bautismo, su madre no pudo separarse de ella.

Una juventud alegre y una vocación inesperada

Creció en una familia creyente, donde los niños asistían a la catequesis y cantaban canciones religiosas francesas. "Eran canciones que llegaban al corazón. Me formaron mucho. Sentí que Dios me amaba y quise entregarle mi vida".

A los 18 años, decidió entrar en una orden religiosa para proclamar ese amor al mundo entero. El párroco le aconsejó que entrara en una comunidad misionera de monjas franciscanas. Estaba llena de energía; siempre que había ocasión, asistía a bailes y le encantaba bailar y cantar. Su decisión de ingresar en la orden sorprendió incluso a ella misma, y sus padres temieron que se condenara a una vida de pobreza. "Cuando eres joven, no piensas si merece la pena. Simplemente sigues a tu corazón", recuerda.

No había tenido ningún contacto previo con las Escrituras y sabía poco sobre la vida religiosa. “Pero un día me sentí conmovida por las palabras de un salmo: ‘Tú me tejiste en el seno de mi madre. Te doy gracias porque me has creado tan maravillosamente; admirables son tus obras. Y tú conoces bien mi alma’. (Sal 139). Lo leí como una llamada personal a la misión”.

La gran prueba: las misiones en África

La vida religiosa no siempre fue fácil. Levantándose a las 5:30 cada mañana, estaba sometida a una estricta disciplina. "Aprendía una vida dura. Al principio no entendía los salmos. Pero el Señor me guiaba", dice. "Hoy son mi oración favorita".

La mayor prueba fue un viaje a África. En el año 2000, le propusieron ir a una misión en el Congo, devastado por la guerra. "Me sentí como si alguien me hubiera cortado las piernas. Dije: '¡Dios, toma mi vida, pero yo no voy allí!". Fue a Misa, donde el sacerdote le pidió que leyera la Palabra de Dios. Aunque estaba agitada, leyó: "Os envío a los gentiles en tierras lejanas… No tengáis miedo… ¡Yo estaré con vosotros!". Comprendió que era una señal de Dios. "¡Me han dado alas! ¡Claro que voy!"

La vida en el Congo era difícil: guerra, malaria, calor, falta de agua potable. Pero aprendió a dar gracias por cada cosa. "En Europa lo tienes todo y te quejas. Allí no tienes nada y sin embargo vives. Esta gente me enseñó a ser agradecida". Desde entonces, sus primeras palabras al despertarse son: "¡Jesús, gracias por mi nueva vida!"

Eslovenia: amor a primera vista

También fue enviada a Eslovenia en 1995. No le hizo mucha gracia, ya que había soñado con las misiones. Sin embargo, cuando llegó, se quedó prendada del país. "Eslovenia es tan pura, tan inocente. Todo es hermoso. Los niños son educados, la gente generosa. Todos los días alguien dejaba un regalo delante de mi puerta. Era el paraíso. Aquí lo tenía todo demasiado bueno".

Cuando se marchó a sus misiones, sintió que toda Eslovenia se iba con ella. Recibía llamadas telefónicas y la mayoría de los donativos para su labor misionera procedían de ese país.

Milagros de la Divina Providencia

Un día le robaron el bolso que contenía documentos y mil euros, donaciones de los eslovenos para la compra de una fotocopiadora. Ella informó sobre esto al Centro Misionero de Eslovenia y recibió un mensaje lleno de preocupación, oraciones y promesas de apoyo.

“¡Me sentí tan fuerte que podía mover montañas! Me conmovió su preocupación y saber que no estaba sola”. Al final, recibió 13 veces más ayuda, lo que le permitió no solo comprar una fotocopiadora sino también ampliar el jardín de infancia que dirigía. ¡Dios obra milagros! Este jardín de infancia sigue funcionando hoy en día.

"Tu Iglesia está viva"

A la hermana Grażyna le encanta cantar y dirigir coros parroquiales. Le gusta visitar parroquias eslovenas donde conoce gente y predica el Evangelio. Su Iglesia es misionera y está viva. Viven su fe conscientemente. Las Sagradas Escrituras no están en un estante: ¡están vivas!

Añade: "Israel fue la nación elegida, pero su nación también es especial. Dios los eligió porque sabía que cooperarían con él. Cuidan sus templos, cruces y capillas. Ellos cuentan su historia. Pueden sentir el Espíritu Santo allí".

¿Cómo animar a los jóvenes a abrazar la vida religiosa? “Solo tienes que vivir tu vocación. No finjas, no hagas nada para aparentar. Ten el coraje de ser tú mismo y no tengas miedo de decir ‘lo siento’ y ‘por favor’”.

La comunidad internacional en la que vive le enseña a tener paciencia y a escuchar. "La oración nos une. Cuando compartimos la Palabra de Dios, nos conocemos más profundamente y nos amamos aún más".

domingo, 4 de mayo de 2025

Ha muerto la monja Inah Canabarro a los 116 años, la persona más anciana del mundo que decía: «Mi secreto, mi gran secreto, es rezar. Rezo el Rosario todos los días por todos en el mundo»

Hermana Inah Canabarro Lucas, la persona más anciana del mundo. | Foto: Nathália Queiroz - ACI Digital

* «Siempre fue una pequeña monja que oraba mucho, oraba mucho, se dedicó a la oración toda su vida. Dios trató bien a su discípula, la Hermana Inah Canabarro Lucas», dice su sobrino Cleber Vieira Canabarro Lucas

Vídeo de la EWTN emitido el 6 de enero de 2025, pero esencialmente grabado en marzo de 2024 en el que se cuenta el testimonio de Sor Inah Canabarro Lucas

* «Siempre estaba centrada en los demás y no en sí misma. Era una persona muy resiliente, no exigía nada, agradecía todo, pensaba que todo estaba bien, tenía una enorme admiración por la congregación, por la compañía. Rezaba por todos, se preocupaba por todos. Su vida fue realmente ejemplar», asegura sor Lúcia Ignez Bassotto, coordinadora de la casa de Acogida Santo Enrique de Ossó donde vive la religiosa

Camino Católico.-  La religiosa brasileña Inah Canabarro Lucas, de las hermanas teresianas de Brasil, ha muerto el miércoles 30 de abril de 2025, con 116 años siendo la persona más anciana del mundo. Vivía en del estado brasileño de Rio Grande do Sul y nació el 27 de mayo de 1908 Cuando le preguntaban cómo estaba, la hermana Inah Canabarro Lucas tenía una respuesta divertida favorita: “¡Cada día me siento más joven y más bella!”. En marzo de 2024  dijo a ACI Digital —agencia en portugués de EWTN News— que uno de los secretos de su longevidad es la oración: “Mi secreto, mi gran secreto, es rezar. Rezo el Rosario todos los días por todos en el mundo”. afirma.

La Hermana Inah se convirtió en la persona más anciana del mundo tras la muerte de la japonesa Tomiko Itooka el 29 de diciembre de 2024, quien era 16 días mayor que Inah. La confirmación la hizo LongeviQuest, un grupo de investigadores especializado en el mapeo de personas que superan los cien años. Con su fallecimiento, la persona más longeva del mundo pasa a ser la inglesa Ethel Caterham, nacida el 21 de agosto de 1909, quien tiene 115 años.

“Es un gran orgullo para la familia, los Canabarros Lucas”,  dijo el pasado 6 de enero de 2025 a ACI Digital su sobrino Cleber Vieira Canabarro Lucas, de 84 años.

Sor Inah vivía en Porto Alegre, Rio Grande do Sul, en la Casa de Acogida Santo Enrique de Ossó, que está al lado de la Casa Provincial de las Hermanas Teresianas de Brasil, comunidad en la que fue aceptada a los 19 años, en 1927.

La hermana Inah Canabarro y su sobrino Cleber Vieira Canabarro Lucas / Foto: ACI Digital

Según su sobrino, a finales del año 2024 Inah tuvo algunos problemas de salud, los médicos le aconsejaron reposo, pero al comienzo de 2025 se encontraba bien. “Es lógico que su situación de salud a sus 116 años ya sea un poco complicada, ya no oye bien, tiene mucha dificultad para hablar, también ve muy poco, pero sigue su vida con los planes que Dios le dio”, dice Cléber. “Dios trató bien y sigue tratando bien a su discípula, la Hermana Inah Canabarro Lucas”, decía el 5 de enero de este año.

Para Cleber, la longevidad de Sor Inah ha sido consecuencia de su espiritualidad, ya que “siempre fue una pequeña monja que oraba mucho, oraba mucho, se dedicó a la oración toda su vida”. También habla de otras características como “su bondad al querer siempre hacer el bien a los demás, su buen humor propio de su personalidad, su optimismo y su determinación en la vida”.

Para la coordinadora de la casa de Acogida Santo Enrique de Ossó donde vivía la religiosa, sor Lúcia Ignez Bassotto, sor Inah "siempre estaba centrada en los demás y no en sí misma. Era una persona muy resiliente, no exigía nada, agradecía todo, pensaba que todo estaba bien, tenía una enorme admiración por la congregación, por la compañía. Rezaba por todos, se preocupaba por todos. Su vida fue realmente ejemplar", afirma sor Lucía, que conocía a la hermana Inah desde que era estudiante en Santana do Livramento. 

Otra de las características de la hermana Inah es que siempre quería estar activa. Participaba en las oraciones de la comunidad, le gustaba pasear por el jardín y pasar tiempo con sus hermanas.

Hasta 2023, sor Inah "pintaba servilletas, hacía tarjetas, hacía muchas cosas. Cuando no tenía nada que hacer, cogía una baraja y se ponía a jugar. Si no tenía a nadie con quien jugar, jugaba sola. Se divertía mucho”, asegura sor Lucía.

Hermana Inah Canabarro Lucas rezando a Nuestra Señora / Foto: Nathália Queiroz - ACI Digital

Inah Canabarro Lucas nació en el municipio de São Francisco de Assis, en el interior de Rio Grande do Sul, el 27 de mayo de 1908, la penúltima de siete hijos. Según su sobrino Cleber, “todos estaban bien alimentados, eran normales y ella estaba muy delgada, débil y su padrino, en ese momento, le dijo a su padre: 'Amigo, no me malinterpretes, pero esta niña debe estar enferma y prepárate porque lamentablemente no creo que dure mucho’... ¡Todos se fueron y ella ya cumple 116 años de vida!”.

Es sobrina tatara del general David Canabarro, uno de los principales líderes de la Revolución Farroupilha (1835-1845), en Rio Grande do Sul.

Cuando era niña, uno de sus hermanos le dijo a su madre que Inah podía estudiar en un colegio de monjas de su ciudad. Inah luego preguntó: "¿Qué son las monjas?" La madre respondió que eran mujeres que se dedicaban a orar a Dios y dijo: "Voy a ser monja".

Inah estudió en el colegio de monjas y, a los 19 años, fue a hacer su noviciado con las hermanas teresianas en Montevideo (Uruguay).

Hermana Inah Canabarro en su cumpleaños número 110 / Foto: Hermanas Teresianas

A lo largo de más de un siglo ha experimentado numerosos cambios en el mundo y en la Iglesia. La monja pasó por dos guerras mundiales y diez papas. El año de su nacimiento, San Pío X era Papa. Y casi llega a conocer al onceavo si no llega a fallecer.

Inah ha sido maestra toda su vida. Enseñó portugués, matemáticas, ciencias, historia, arte y religión en escuelas teresianas de Río de Janeiro, Itaqui y Santana do Livramento, ciudad en la que es muy querida porque fue donde pasó la mayor parte de su vida.

Según su sobrino, era una profesora "estricta, disciplinaria y cariñosa, que se ganaba a todo el mundo".

Muchas de las hermanas que actualmente viven en la Casa Provincial de Porto Alegre fueron alumnas de la religiosa o cuentan historias sobre cómo sor Inah les ayudó a descubrir su vocación.

La hermana Lúcia Bassoto y la hermana Inah Canabarro / Foto: ACI Digital

"Era súper feliz, una persona que tenía vida, tenía amor, amaba de verdad", manifiesta la hermana Teresinha de Aragón, de 84 años, que conoce a la religiosa desde niña, porque su hermana fue alumna suya en Santana do Livramento.

La religiosa que ha fallecido a los 116 años es alguien que llevaba a todo el mundo en su corazón. No hacía excepción de personas. Trataba bien a todos, con cariño, ya fueran pequeños, mayores o ancianos. “Era una persona que amaba, amaba de verdad", remarca la hermana Teresinha.

Sor Inah y sor Teresinha Aragón / Foto: ACI Digital

Además, la hermana Inah era una de las pocas monjas de su congregación que seguía vistiendo el hábito. Según las hermanas de su comunidad, desde el Concilio Vaticano II (1963-1965) el uso del hábito es libre; cada una puede elegir llevarlo o no. Como la anciana no era plenamente capaz de decidir, y siempre ha llevado el hábito, decidieron vestirla siempre con este porque es la forma en que siempre se había visto a sí misma, como religiosa.

"Me siento muy feliz, muy agradecida con Dios porque fue ella quien me guió por este camino y ahora he podido serle útil, ayudarla en los momentos en que me necesitaba", afirmaba la hermana Velmira, quien es enfermera y en los últimos años se ha dedicado a cuidar de la salud de la hermana Inah. "Madre Inah me ayudó a encontrar este lugar donde me siento tan feliz, me siento muy bien con todo el mundo", continua la religiosa.

La hermana Inah Canabarro y la hermana Velmira Piotrovski / Foto: ACI Digital

Un logro notable en su vida fue la creación de la banda de música del Colegio Santa Teresa en Santana do Livramento. Contaba con 115 instrumentos musicales y viajó a presentaciones por Brasil, Uruguay y Argentina. También guió y colaboró ​​en la creación de la también famosa banda de música del Liceo Pomoli, en Rivera (Uruguay), ciudad hermana de Santana do Livramento.

La Hermana Inah fue una apasionada seguidora del Sport Clube Internacional, club fundado en 1909, cuando ella tenía un año, “porque es el equipo de la gente, gente buena, pobre, muy honesta, muy buena”, decía.