Alejandra Quintana es la primera virgen consagrada de Salta (Argentina) / Foto: Cortesía Alejandra Quintana
* «Las vírgenes consagradas no hacemos votos. Hacemos un propósito. En mi consagración dije: Padre, recibe mi propósito de castidad perfecta, mi determinación de seguir a Cristo… A veces creo que nos pasamos la vida buscando, cuando Dios está ahí, al lado nuestro. Simplemente tenemos que hacer silencio y dejar que Dios nos encuentre. Háblale a Dios, pero también escúchalo. A veces hablamos mucho y no escuchamos nada. Somos muy hijitos para eso. Tenemos que callarnos y dejar que Dios hable. Él nos va a indicar el camino»
Camino Católico.- Alejandra Quintana tiene 45 años, vive en Salta (Argentina) y es profesora de educación física. Sin embargo, desde muy joven, su corazón perseguía un anhelo mayor: ser de Cristo. En abril de este año, su rostro circuló por los medios locales, al convertirse en la primera virgen consagrada de su provincia.
Los comentarios en las redes sociales no tardaron en llegar, muchos desde el desconocimiento. Es que, aunque se trata de una forma de vida consagrada muy antigua, no es tan conocida como la vida sacerdotal o religiosa.
“Yo soy una mujer seglar que decide seguir a Cristo al servicio de la Iglesia. Por medio de este propósito y de la oración consecratoria me convierto en una persona sagrada, en la esposa de Cristo. Soy como la esposa de Cristo, espiritualmente hablando”, dice a ACI Prensa.
Alejandra no pertenece a una congregación religiosa. No vive en comunidad ni usa hábito. Vive en su casa, trabaja como docente en una escuela pública y reza todos los días por la Iglesia. Su consagración fue un acto público ante el obispo, mediante el cual asumió vivir en virginidad perpetua por amor a Cristo.
Alejandra Quintana es la primera virgen consagrada de Salta (Argentina) / Foto: Cortesía Alejandra Quintana
“Las vírgenes consagradas no hacemos votos. Hacemos un propósito. En mi consagración dije: Padre, recibe mi propósito de castidad perfecta, mi determinación de seguir a Cristo”.
El Catecismo de la Iglesia Católica explica que "desde los tiempos apostólicos", el Señor llama a las vírgenes "para consagrarse a Él enteramente con una libertad mayor de corazón, de cuerpo y de espíritu".
Por ello, estas mujeres toman "la decisión, aprobada por la Iglesia, de vivir en estado de virginidad o de castidad perpetua 'a causa del Reino de los cielos'".
"Formulando el propósito santo de seguir más de cerca a Cristo, las vírgenes son consagradas a Dios por el obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado, celebran desposorios místicos con Jesucristo, Hijo de Dios, y se entregan al servicio de la Iglesia", señala el Catecismo en el numeral 923. Estas mujeres pueden vivir solas o en comunidad.
“Sentí que debía orar por los sacerdotes”
Su historia de fe empezó en Cerrillos, su pueblo natal, 12 kilómetros al sur de la ciudad de Salta. Allí creció en una familia católica, en la que compartían la Misa cada domingo.
“Rezaba el rosario todos los días. Tenía una tía que vivía con nosotros, Evelia. Con ella aprendí a rezarlo. Por ella soy muy devota de la Virgen del Carmen, y me consagré a María a los 15 años”, un 16 de julio de 1995, recuerda.
Dos años después, leyó el libro Historia de un alma, de Santa Teresita del Niño Jesús, y experimentó un movimiento interior: “Sentí que mi llamado era a orar por los sacerdotes. Y desde ese día rezo por cada sacerdote”.
Alejandra Quintana con miembros de su comunidad / Foto: Cortesía Alejandra Quintana
Dos opciones para servir a Dios
En aquel tiempo, Alejandra pensaba que la única forma de vida consagrada era el convento. Pero al enfermar su madre, tuvo que tomar una decisión: “Tuve que elegir entre la salud de mi madre e irme a un convento. Y yo elegí quedarme con mi mamá a cuidarla, porque sentía que Dios también estaba ahí, sirviéndole en mi mamá”.
A los 27 años, se consagró de manera privada, sin saber que poco tiempo después, tras la muerte de su madre y su abuela, comenzaría en su vida una nueva etapa.
El “zapatito de Cenicienta”
Pasaron los años, y en 2018, durante unos ejercicios ignacianos, Alejandra volvió a sentir que Dios la seguía llamando: “Sentí que el Señor me pedía un pasito más: ser fecunda. Pero no teniendo un hijo. Era algo más fuerte”.
Intentando responder a ese llamado, buscó comunidades, carismas, grupos de laicos consagrados, pero “ninguna coincidía… Como el zapatito de Cenicienta”, relata. Fue así que, investigando en internet, encontró a las Vírgenes Consagradas y “el zapatito hizo clic”, afirma.
“Vos seguí caminando”: el largo camino hasta la consagración
Luego de una etapa de formación, llegó el momento de acercarse a hablar con el Arzobispo de Salta, Mons. Mario Cargnello, lo que para ella, que creció en un ambiente muy clericalista, era “too much” (demasiado). Sin embargo, “un día estaba ahí, hablando con él de esto”.
Alejandra Quintana con sus compañeras / Foto: Cortesía Alejandra Quintana
Desde aquella primera charla hasta su consagración, Alejandra tuvo que esperar seis años. “Según mi formación, yo ya estaba lista, pero la diócesis no estaba preparada. Había que allanar el camino”, explica.
Durante ese tiempo, continuó su formación, dirección espiritual y hasta realizó un psicodiagnóstico, al igual que los seminaristas antes de convertirse en sacerdotes, porque se trata de una decisión con mucho peso: “No es que hoy me consagré y mañana veo si me gusta. Es un camino que elijo de hoy para siempre”, resume.
“Que el que me vea, vea a Cristo”
Alejandra subraya que el llamado de una virgen consagrada no se refleja tanto en la acción, sino que su vocación tiene que ver con “ser signo”.
“No es que vamos a ser las ministras o las encargadas de la celebración. Estamos llamadas a velar por cada cristiano, a orar por cada cristiano, siendo un signo. Que el que me mire, no me vea a mí, sino a Cristo”, repite con convicción. “Que yo disminuya, como dijo San Juan, para que tú crezcas”, sintetiza.
Un día en la vida de una virgen consagrada
“El día empieza después que termina mi oración. No salgo de mi casa sin rezar, sin hacer mi lectio divina, mis laudes. Si no empiezo un día alimentándome de Él, el día no tiene sentido”, asegura.
Además de la oración personal, asiste diariamente a Misa, reza el Rosario y acude a alguna lectura espiritual. Su versículo bíblico favorito es: “Vengan a mí los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré”. Y su guía, una frase de Santa Teresa de Ávila: “Sólo Dios basta”.
Entre los desafíos del día a día, señala que “el obstáculo principal es el pedestal en el que la gente te pone. Yo siempre pido: ‘Bájenme, que tan alto me voy a marear’”.
Por otro lado, la exigencia de estar siempre disponible: “No puedo estar 24/7 para todos. También necesito estar con mi Esposo. Si no me alimento de Él, no puedo hacer que Cristo crezca en mí”, sostiene.
Alejandra Quintana / Foto: Cortesía Alejandra Quintana
Un consejo a las jóvenes: “Deja que Dios te hable”
A quienes sienten inquietud por una entrega más profunda, Alejandra les comparte una reflexión personal: “A veces creo que nos pasamos la vida buscando, cuando Dios está ahí, al lado nuestro. Simplemente tenemos que hacer silencio y dejar que Dios nos encuentre”.
“Háblale a Dios, pero también escúchalo. A veces hablamos mucho y no escuchamos nada. Somos muy hijitos para eso”, reconoce. “Tenemos que callarnos y dejar que Dios hable. Él nos va a indicar el camino”.
“No puedo respirar si no sigo este camino”
En su propia experiencia, Alejandra también tuvo miedo. Pero “cuando pensaba en otras posibilidades, otras formas de vivir y de estar con Cristo, me faltaba el aire”.
Eso le dio la certeza que necesitaba: “No puedo respirar si no sigo este camino. Donde a pesar de las dificultades, seguís respirando, es el camino en el que encontrarás la paz”.
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