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sábado, 2 de agosto de 2025

Los Oliva Martínez, familia misionera con 14 hijos que evangeliza en Dinamarca: «Dios había hecho tantas cosas buenas en nuestra vida que queríamos anunciar ese amor donde hiciera falta»


Daniel Oliva y Gema Martínez, con sus 14 hijos en el parque de la barriada de Huelin en Málaga / Foto: Álex Zea - La opinión de Málaga

* «Lo primero es evangelizar con nuestra vida, viviendo como una familia cristiana dentro de una sociedad secularizada donde el catolicismo es una minoría y hay muchos matrimonios destruidos. Algunos pueden no entender lo de ser misionero en Dinamarca, pero es que a Dios hay que anunciarlo también en los países a los que consideramos ricos» 

Camino Católico.- Evangelizar desde la vida cotidiana y hacer presente a Dios en medio de la sociedad actual. Ése es el propósito que llevó a Daniel Oliva y a Gema Martínez, un matrimonio del barrio de Huelin de firmes creencias católicas, a dejar en 2009 la cotidianidad de su vida en Málaga para partir a Dinamarca como familia en misión. Feligreses de la parroquia de San Patricio, esta gran familia (tienen 14 hijos) vive desde entonces en la zona de las afueras de Copenhague donde, ya sea en sus trabajos o en su quehacer diario, tratan de hacer presente el Evangelio con su simple testimonio de vida en un país donde el catolicismo es minoritario, estando además al servicio de la Iglesia como catequistas y agentes de pastoral de niños, adultos y parejas jóvenes.

Los Oliva Martínez regresan todos los veranos a Málaga para pasar unos días de vacaciones con la familia y con su comunidad parroquial en su "querido" Huelin desde donde, aprovechando además que este año celebran 25 años de matrimonio, relatan a José Vicente Rodríguez en la La Opinión de Málaga el origen y la experiencia de esa singular "vida en misión".

Daniel y Gema explican que la decisión de partir hace ahora 16 años respondió a un sentimiento de "gratitud" hacia Dios, aunque fue madurada previamente durante algún tiempo para ratificar que era el camino correcto.

"¿Por qué nos fuimos? Llevábamos unos años casados y teníamos ya varios hijos, éramos felices, con los lógicos sufrimientos y problemas, como todo el mundo. Llegó un momento donde vimos que Dios había hecho tantas cosas buenas en nuestra vida que queríamos anunciar ese amor donde hiciera falta", comentan.

Ambos han vivido su fe desde jóvenes en el Camino Neocatecumenal, una realidad de la Iglesia que, entre sus carismas, incluye a familias de todo el mundo (entre ellas, varias de Málaga) que han partido en misión a donde se les ha mandado para hacer presente a la familia cristiana. Cuando Daniel y Gema se ofrecieron a ello les tocó Dinamarca y asistieron en el Vaticano a un encuentro con el entonces papa Benedicto XVI en 2008 en el que se realizó el acto de envío de todas las familias que partieron aquel año.

El matrimonio malagueño formado por Daniel Oliva y Gema Martí­nez, con sus 14 hijos en el parque de la barriada de Huelin de Málaga / Foto: Álex Zea - La opinión de Málaga

La partida (enero de 2009) implicó, lógicamente, empezar la vida prácticamente desde cero en un país y una cultura completamente diferente a la de España y sin conocer el idioma. Daniel, de entrada, dejó en Málaga un trabajo estable y bien remunerado y le costó un tiempo encontrar su primer empleo allí. Gema, por su parte, según cuenta, lo pasó mal en su proceso de aprendizaje del danés, con lo que se sentía más aislada en el día a día. Encontrar una casa en alquiler adecuada en tamaño para una familia tan extensa y que ha ido creciendo con los años ha sido también tarea ardua. De hecho, ya han pasado por cuatro desde que están en Copenhague (viven ahora en el barrio de Skovlunde).

Sin embargo, ambos señalan que durante todos estos años la "providencia" les ha acompañado en todo momento y que Dios les ha ayudado a superar los obstáculos materiales. "Hemos pasado penurias y estrecheces económicas, sí, pero nunca nos ha faltado lo básico. Ha habido meses, por ejemplo, donde no teníamos para pagar la calefacción, y pasábamos las tardes en la cocina todos juntos con un radiador, pero la experiencia que tenemos es que Dios, de un modo u otro, aparece siempre", explican.

Una vida en misión

¿Y cómo es la vida misionera de los Oliva Martínez en Dinamarca? "Lo primero es evangelizar con nuestra vida, viviendo como una familia cristiana dentro de una sociedad secularizada donde el catolicismo es una minoría y hay muchos matrimonios destruidos. Algunos pueden no entender lo de ser misionero en Dinamarca, pero es que a Dios hay que anunciarlo también en los países a los que consideramos ricos", afirman.

En cuanto a la actividad pastoral, se desarrolla en un barrio donde no existe una parroquia católica cercana, por lo que, junto a las otras familias con las que comparten misión en la zona (las hay procedentes de varios países), disponen de un local para celebrar la misa (un sacerdote les asiste) y el resto de celebraciones litúrgicas.

Se realiza además una misión evangelizadora en la plaza del barrio durante varios domingos del año, rezando los laudes (la oración matutina de la Iglesia) y cantando salmos. A veces predican por las propias casas, llamando a la puerta de los vecinos para anunciar el Evangelio. A lo largo del año, Daniel y Gema se ocupan de dar catequesis de todo tipo (jóvenes, parejas que van a casarse, familias que se acercan por primera vez a la Iglesia después de muchos años, etc) y también ayudan en el seminario de Copenhague con lo que se les requiera. Un ejemplo: su casa siempre está abierta para acoger a los seminaristas que van los domingos a comer con esta nutrida familia malagueña.

Todas estas actividades las realizan compaginándolas con sus trabajos (Daniel es conductor de un autobús de línea urbana y Gema, que durante la mayor parte de estos años se ha centrado en las tareas de casa, trabaja además ahora en un centro de mayores cuidando a personas ancianas).

Una casa que no es un "caos"

"A la casa vienen además compañeros de colegio de nuestros hijos a comer y el simple hecho de que montemos una mesa para tantas personas es un signo para ellos. Los padres nos dicen ‘¿cómo vivís, cómo lo hacéis?’ A las familias que nos han conocido les gusta venir a la casa, ven cómo vivimos, les sorprende nuestra forma de educar a los hijos,...", relatan.

Ciertamente, el hecho de ser una familia particularmente numerosa es algo que llama hoy día sobremanera la atención, ya sea en Dinamarca, en España o en cualquier sitio. Daniel y Gema afirman que sus 14 hijos (María, David, Eva, Pedro, José, Marta, Teresa, Ana, Manuel, Carmen, Juan Pablo, Miguel, Daniel y Gabriel) son "un regalo tras otro" de Dios. Siete han nacido en España y los otros siete ya en Dinamarca. La mayor tiene 23 años; el más pequeño, tres.

Sus padres señalan que, lógicamente, organizar una casa tan grande requiere de más trabajo pero rechazan la imagen estereotipada de "caos" que algunos pueden tener cuando piensan en un hogar tan numeroso. "En nuestra casa se da siempre un orden y una obediencia, pero precisamente porque se da el amor y el cariño y porque Dios está en medio", afirma Gema.

Daniel, por su parte, tiene muchas veces que responder a los que le preguntan cómo consiguen llegar a fin de mes. "Hay un dicho que afirma ‘No es más rico quien más tiene sino el que menos necesita’, y es verdad. A veces, con más dinero, también te falta. Tenemos lo que necesitamos", asevera simplemente.

Un pequeño descanso

En unos días, la familia Oliva Martínez volverá a Dinamarca, tras unas semanas en Málaga. "Es una forma de descansar mentalmente y de poder vernos con la familia y con la gente de la parroquia. Vamos a la playa, los hijos ven a los amigos... para nosotros es muy importante todo este contacto con nuestro origen porque así tomamos más conciencia de que estamos en misión" señala Gema.

Cabe destacar que, cada verano, la familia visita un día con todos los niños al hasta ahora obispo de Málaga, Jesús Catalá, que siempre ha estado al tanto de su misión (de hecho, cuando se fueron en 2009, los inscribió en el registro de misioneros de la Diócesis) y que siempre los anima espiritualmente. "Don Jesús nos ha ayudado mucho cada vez que hemos ido, y tiene un especial cariño hacia todos nuestros hijos", comentan agradecidos.

La familia malagueña Oliva Martínez, en el parque de la barriada de Huelin de Málaga / Foto: Álex Zea - La opinión de Málaga

¿Hasta cuándo estarán en la misión de Copenhague? Ellos mismos no tienen la respuesta y dicen que dejan esa decisión en manos de Dios. "Humanamente hay días que diría: ‘Me vuelvo ya’ pero la realidad es que, mientras que no tengamos impedimentos reales (porque Dios habla también en los acontecimientos) creemos que nuestro sitio está allí. Y también vemos que nuestros hijos, aunque les encanta venir siempre a Málaga, están felices. Y eso es también lo importante para nosotros", afirma Daniel.

viernes, 11 de abril de 2025

José Manuel y Mila, matrimonio con 7 hijos: «Nunca nos ha faltado nada, Dios siempre nos ha provisto, no se deja ganar en generosidad; no hemos perdido la vida por casarnos jóvenes y tener hijos, la hemos ganado»


José Manuel y Mila con sus 7 hijos / Foto: Revista Encuentros

* «No tiene sentido eso de ‘voy a probar a ver si funciona, Si realmente amas a alguien y lo tienes claro, entrégate por completo. No a medias, sin condiciones. Hoy en día todo se mide en términos de placer y comodidad. Pero la verdadera plenitud está en el sacrificio, en darse por los demás. Mira a la Madre Teresa de Calcuta, cómo estaba de desgastada y cuánto amaba. Amar es gastar la vida en algo que valga la pena. No tengas miedo a gastar tu vida en lo que realmente importa» 

Camino Católico.- En esta ocasión, traemos un bello y esperanzador testimonio de un matrimonio español, de Madrid. Ellos se llaman José Manuel y Mila y han tenido la valentía de exponer algunos aspectos de su vida, para compartir con el mundo la alegría del sacramento del matrimonio.

Cuando se casaron, tenían 20 y 19 años respectivamente. En una sociedad donde el compromiso se posterga cada vez más y la estabilidad parece una meta lejana, su decisión parecía una auténtica locura. 

Hoy, once años después, con siete hijos y una vida compartida cimentada en Jesucristo y su Iglesia, el amor y la entrega, su historia es un testimonio del que estamos seguros va a ayudar a muchas personas a confiar más en Dios .

Amor sin pruebas, entrega sin reservas 

Algo que muchos no entienden, es cómo pudieron casarse tan jóvenes, sin haber "probado" otras opciones de vida. Uno de nuestros protagonistas, José Manuel, recuerda las preguntas que le hacían en su entorno: “Pero, ¿estás seguro? ¿Cómo sabes que es la mujer de tu vida si no has estado con otras?”. 

Su respuesta fue siempre clara: “No necesito probar a todas las mujeres del mundo para saber que ella es la que Dios ha puesto en mi camino”, explica a la Revista Encuentros

Su noviazgo, que duró cuatro años, fue un tiempo de conocimiento profundo, de conversaciones interminables y, sobre todo, de construir un amor cimentado en la fe. Ambos recuerdan con cariño esa etapa en la que pronto descubrieron sus diferencias. “Pensábamos igual en muchas cosas, pero luego te das cuenta de que somos totalmente distintos”, confiesa Mila entre risas.

Sin embargo, la clave para ellos no estaba en la compatibilidad perfecta, sino en el compromiso de amarse y respetarse en sus diferencias. 

Durante el noviazgo tomaron la decisión de vivir la castidad, para poder entregarse completamente el uno al otro en el matrimonio. “No tiene sentido eso de ‘voy a probar a ver si funciona”, señala José Manuel. “Si realmente amas a alguien y lo tienes claro, entrégate por completo. No a medias, sin condiciones”.

6 de los hijos de José Manuel y Mila / Foto: Revista Encuentros

Compromiso, lo que el mundo necesita

Hoy en día, muchas parejas se asustan del compromiso, de cualquier tipo, pero especialmente el de para toda la vida, lo ven como una pérdida de libertad.

Para José y Mila, sin embargo, ha sido todo lo contrario: “Lo bonito es decidirte por alguien y entregarte sin reservas. Eso es la verdadera libertad”.

Para ellos, la clave está en entender que el amor no es solo un sentimiento pasajero, sino una decisión diaria. Y eso lo ven en su entorno. “Muchos amigos nuestros siguen con sus parejas de siempre, pero no terminan de dar el paso porque tienen miedo. Y ese miedo les impide crecer”.

La cultura del ya habrá tiempo y del no estoy preparado, los mantiene en una especie de limbo emocional. “Nadie está preparado del todo”, dice Mila con una sonrisa. “Pero la vida no se trata de esperar a estar listo, sino de lanzarse con confianza”.

¡Ya tienen 7 hijos!

Quizá lo más llamativo de su historia es su apertura a la vida. Siete hijos en once años pueden parecer un desafío inabarcable para muchos.

Pero es que, para ellos cada hijo ha sido un regalo. “Yo siempre quise tener varios, pero una cosa es la teoría y otra la práctica”, admite. Mila entre risas. “Cuando llegan, la familia entera se adapta”.

En un mundo donde tener hijos es visto como un sacrificio que impide la realización personal, este joven matrimonio defiende todo lo contrario: “Nosotros no hemos perdido la vida por casarnos jóvenes y tener hijos, la hemos ganado”, dice José. “No nos hemos quedado sin viajar ni sin vivir experiencias. Porque este es el mejor viaje que hay”. 

A lo largo de los años han recibido miradas de asombro e incluso de crítica. “Cuando teníamos cuatro hijos, alguien me dijo: “¿Pero además estás casado?” como si fuera algo aún más raro”, cuenta José Manuel.

Pero más allá de las opiniones ajenas, ellos tienen claro que lo que han construido tiene un valor incalculable.

José Manuel y Mila con 6 de sus hijos / Foto: Revista Encuentros

Pongamos toda nuestra confianza en Dios 

Uno de los grandes frenos a la familia hoy en día es el factor económico. “No voy a tener hijos hasta que tenga estabilidad, dos trabajos, una casa pagada, un coche y un iWatch”, ironiza José. Pero en su experiencia, la seguridad no llega antes de lanzarse, sino después: “Desde los 20 años hasta ahora nunca nos ha faltado nada. Dios siempre nos ha provisto”. 

Han vivido tiempos de incertidumbre, con trabajos inestables y periodos de formación, pero siempre con la certeza de que Dios les ha sostenido. “Si uno espera a tenerlo todo asegurado, nunca se lanza. Dios no se deja ganar en generosidad”, explica Mila. 

Escuela de amor y entrega diaria 

El matrimonio y la paternidad han sido para ellos una escuela de amor y sacrificio. “Yo antes era mucho más egoísta”, confiesa José Manuel. “Pero el día a día te va moldeando. Aprendes a salir de ti mismo y a amar de verdad. Y cuando tienes muchos hijos, no te queda otra que darte a tu familia”. 

Mila, que actualmente trabaja, estudia y cuida de sus hijos, ve en José Manuel un apoyo fundamental. “Si yo puedo estudiar y opositar es porque él está ahí, cuidando de los niños, animándome. El amor es pensar en el otro antes que en uno mismo”. 

Ambos coinciden en que el amor verdadero se demuestra con hechos, no con palabras. “Obras son amores y no buenas razones. No basta con decir ‘te quiero’, hay que demostrarlo con actos concretos cada día”, dice José. 

El secreto de la felicidad: vivir para darse 

Para esta familia, la clave de la felicidad no está en acumular experiencias individuales, sino en vivir para los demás. “Hoy en día todo se mide en términos de placer y comodidad. Pero la verdadera plenitud está en el sacrificio, en darse por los demás”, afirma José. “Mira a la Madre Teresa de Calcuta, cómo estaba de desgastada y cuánto amaba. Amar es gastar la vida en algo que valga la pena”. 

Ponen una imagen como ejemplo de lo que es arriesgarse a vivir en entrega. La vida es como un coche nuevo. Puedes dejarlo aparcado en el garaje para que no se raye, o sacarlo a la carretera y disfrutar el viaje. Y concluyen con una invitación clara: “No tengas miedo a gastar tu vida en lo que realmente importa”.

En un mundo que huye del compromiso y busca seguridad antes que entrega, José Manuel y Mila son un recordatorio vivo de que la verdadera felicidad no se encuentra en evitar el sacrificio, sino en abrazarlo con amor.

viernes, 21 de marzo de 2025

Tom Hickey y Maureen Kane, pareja de casi 99 años que celebra 75 años de matrimonio: «Recen siempre los unos por los otros, manténganse cerca de Dios y de su familia, sean siempre fieles, honestos, amables y cariñosos»


* «Dios me ha acompañado a lo largo de 98 años de vida y 75 años de matrimonio. No sabría a quién recurrir en los momentos difíciles de la vida si no fuera por el Todopoderoso. Él nos ha bendecido con una familia maravillosa, con buena salud y con muchos años de un matrimonio maravilloso», dice la esposa Maureen Kane

Camino Católico.-  Tom Hickey y Maureen Kane, quienes cumplirán 99 años este mismo año, crecieron a cien metros de distancia el uno del otro, en Richmond Hill, Queens, Nueva York (EE.UU), y llevan 75 años casados. National Catholic Register ha contado su larguísima historia. 

Los dos se llevaban un curso de diferencia en la escuela Holy Child Jesus, y sus familias eran feligreses de Holy Child. Cuando eran adolescentes, Tom y Maureen solían asistir a los mismos eventos y fiestas escolares.

Tom recuerda que a los ocho años pasó por la casa de Maureen, después de que le extirparan el apéndice. El pequeño le llevó un pequeño "regalo": una libreta de direcciones. Hoy todavía bromean diciendo que fue algo que se encontró en el cajón de su madre, que ya tenía direcciones escritas.

La fe, siempre fundamental

Maureen y Tom celebraron hace un mes una misa de aniversario con toda su familia en la parroquia de Santa Catalina de Siena, en Franklin Square, Nueva York (EE.UU). Para la pareja, la fe y la familia han sido siempre fundamentales. 

Tom fue uno de los nueve hijos de su familia y recuerda las tareas que hacía antes de ir a jugar con sus amigos. "Mi hermana mayor, Margaret, se hizo monja josefina en la época en que nació mi hermano Joe, en 1929", relata. Cuando se hizo mayor, Tom trabajó en una farmacia y repartía los pedidos en bicicleta.

Por su parte, Maureen, era la mayor de las tres hijas de sus padres, y recuerda cómo la longevidad y la fidelidad al matrimonio ya le viene de familia. "Mis padres formaron una gran pareja y tuvieron un matrimonio basado en el amor durante 66 años", comenta. 

La vida de Tom ha sido apasionante. En 1943, poco después de graduarse de la escuela secundaria, se unió a la Marina. Sirvió en el Pacífico a bordo del Vincennes durante tres años, atravesando el Canal de Panamá hasta Pearl Harbor, en Hawái.

"Cuando terminó el entrenamiento en Boston, se fue a casa de permiso. Salimos juntos la noche del 12 de abril de 1944 a la taberna The Boulevard, en Queens, y fue el comienzo de nuestro romance. Nos escribimos por correo postal durante toda la guerra, hasta que lo licenciaron el 10 de enero de 1946, aún no había cumplido los 21 años", recuerda su mujer.

Ese mismo otoño, Maureen ingresó a un programa de enfermería de tres años de duración. "Los planes de casarse tuvieron que posponerse porque la escuela no permitía estudiantes casados", explica. Hasta que, por fin, se casaron el 18 de febrero de 1950, en su parroquia natal de Holy Child.

"Nos escribimos por carta durante toda la guerra", recuerda Maureen Kan, que aparece en la imagen junto a su esposo  Tom Hickey el día de su boda  / Foto: National Catholic Register    

Después de su luna de miel, en la que fueron a Florida en tren, los recién casados se establecieron en Long Island. Maureen trabajaba como enfermera y Tom comenzaba una carrera de 39 años en AT&T y New York Telephone. Compraron su primera casa por 10.000 dólares, donde crecerían sus siete hijos y vivirían su fe en la parroquia de Santa Catalina. 

Maureen se mantenía ocupada organizando fiestas de cumpleaños para los niños, actividades escolares, viajes familiares y eventos de la iglesia, y le gustaba jugar a las cartas con un grupo de amigas. "Hemos sobrevivido a todos nuestros amigos", dijo la matriarca, recordando con cariño a sus amistades.

Mientras que Tom también recordó a sus amigos de la Marina y a sus compañeros de golf. "He tenido muchos amigos, pero ninguno como mi esposa, Maureen, con la que llevo casado 75 años. Ella es mi mejor amiga", confiesa.

Una vida al servicio

La pareja, como católica devota que es, recuerda sus viajes a la misa celebrada por el Papa San Pablo VI en el Yankee Stadium de Nueva York en 1964, y a la misa ofrecida por el Papa San Juan Pablo II en el Aqueduct Race Track en 1995.

Tom y Maureen han sido feligreses devotos en su parroquia durante más de 70 años. Además de asistir a misa como familia, Maureen ha participado en las Madres Cristianas durante más de 30 años, organizando su retiro anual; ha servido en el ministerio de consolación durante 10 años; y ha sido ministro extraordinaria de la Comunión en las misas.

Por su parte, Tom participó en la Sociedad del Santo Nombre, incluso como presidente; ha sido lector; comenzó la Sociedad de Adoración Nocturna de la parroquia en 1951, y también dio su tiempo como ministro extraordinario.

En la misa del 75 aniversario de matrimonio participaron la mayoría de sus 17 nietos y 14 bisnietos. Monseñor Figliozzi comenzó su homilía citando al Papa San Pablo VI: "La Iglesia enseña que el matrimonio entre el hombre y la mujer es imagen del matrimonio de Cristo con su Iglesia y también debe ser un reflejo del amor mismo de Dios, que siempre es fiel. Tom y Maureen han sido testigos y maestros de lo que Jesús y su Iglesia esperan que sea el matrimonio".

Sobre la receta para estar tantos años juntos, los Hickeys lo tienen claro. "Manténganse cerca de Dios y de su familia. Sean siempre fieles a ustedes mismos, honestos, amables y cariñosos", dijo Maureen, y agrega: "Cada día es un regalo; vívanlo al máximo".

Tom Hickey y Maureen Kan sirvieron como ministros extraordinarios en su parroquia / Foto: National Catholic Register

"Siempre estuve agradecida a que mis padres pensaran que era importante darnos una educación católica", recuerda Maureen. "Gracias a mis padres y a las monjas en la escuela, nos dimos cuenta de lo importante que es la fe. Dios me ha acompañado a lo largo de 98 años de vida y 75 años de matrimonio. No sabría a quién recurrir en los momentos difíciles de la vida si no fuera por el Todopoderoso. Él nos ha bendecido con una familia maravillosa, con buena salud y con muchos años de un matrimonio maravilloso".

Mientras que Tom, propone: "Manténganse cerca de sus padres. Recen unos por otros; ayúdense mutuamente".

viernes, 14 de marzo de 2025

Lola Sánchez, con 5 hijos, 2 adoptados con síndrome de Down: «Tengo la familia que Dios ha pensado para mí y me ha dado»


Lola Sánchez en el programa 'Ecclesia al día' de 13 TV contando su testimonio  / Foto: 13 TV

* «Nosotros el único plan desde el minuto cero que teníamos era casarnos y tener hijos. El resto lo ha ido haciendo Dios y ha sido pura misericordia de Dios» 

Vídeo de 13 TV en el que Lola Sánchez cuenta su testimonio

Camino Católico.- Lola Sánchez, una madre de familia numerosa, comparte en 'Ecclesia al día' de 13 TV su inspiradora historia de matrimonio, los desafíos de fertilidad y cómo la adopción transformó su vida, revelando cómo Dios guio su camino hacia la familia que siempre había soñado. Desde el principio de su relación, Lola y su esposo Pablo compartían una visión clara sobre su futuro juntos. "Nosotros el único plan desde el minuto cero que teníamos era casarnos y tener hijos. El resto lo ha ido haciendo Dios y ha sido pura misericordia de Dios", recuerda Lola. Este deseo mutuo fue la base sobre la cuál construyeron su vida en común.

El Deseo Profundo de Maternidad

Para Lola, la maternidad no era solo una opción, sino una vocación arraigada en lo más profundo de su ser. "Lo único que he tenido claro desde el minuto cero era que yo quería ser madre", afirma convencida. Este deseo la acompañó desde su juventud y moldeó sus aspiraciones de formar una familia numerosa.

El matrimonio de Lola y Pablo pronto se vio bendecido con la llegada de su primera hija, Teresa. Este momento de alegría y plenitud marcó el inicio de su vida como padres y fortaleció aún más su vínculo familiar. Sin embargo, tras este feliz acontecimiento, comenzaron a surgir obstáculos en su camino de ampliar la familia.

Lola Sánchez explica que orando encontró el camino, guiada por Dios,  para tener con su esposo la familia que deseaban desde el principio de casarse. En la imagen con su hija  Lola (Bubi) / Foto: 13 TV

Tras varios intentos fallidos por concebir, Lola y Pablo recibieron un diagnóstico que cambiaría sus planes de forma radical: Pablo padecía de esterilidad absoluta. "Los médicos nos decían, 'Mira, es que con esto en realidad no es posible'", recuerda Lola. Este golpe inesperado los llevó a replantearse su futuro y a explorar nuevos caminos para cumplir su deseo de tener más hijos.

La Adopción como un Llamado Divino

En medio de la incertidumbre y la búsqueda de respuestas, una catequista le propuso a Lola la idea de convertirse en "la madre de los que nadie quiere". Esta revelación la impulsó a considerar la adopción como una forma de expandir su familia y brindar amor a niños necesitados. "¿Por qué no adoptamos? A lo mejor Dios nos está dando hijos y nosotros no los estamos queriendo acoger, no los estamos viendo".

Aunque al principio Pablo se mostró reticente, Lola persistió en su búsqueda y comenzó a investigar sobre la adopción de niños con necesidades especiales. Para que su esposo aceptará adoptar, ella se dio cuenta que “debía ser el Señor quien se lo pusiera en el corazón”. Finalmente, “mi esposo un día me dijo: ‘Si tú lo ves, nos vamos a ir a rezar a un monasterio y si yo vuelvo con paz es que está es la voluntad de Dios para nosotros y que este hijo adoptado es el que Dios nos está dando’”.

Al volver del monasterio de rezar, Lola le preguntó a su esposo cómo estaba y le aseguro que “estoy muy tranquilo”. Y entonces, el 20 de julio de 2012, Lola y Pablo recibieron a Pepe, un niño con síndrome de Down, que llegó a sus vidas para llenarlas de alegría y amor incondicional. "Aquello fue un desborde de alegría", describe Lola. Pablo, quien inicialmente tenía dudas, se rindió ante el amor que emanaba de Pepe y lo aceptó como a un hijo propio.

Lola confidencia que “yo tenía claro en el corazón que eso era lo que Dios quería de mí y lo que me estaba dando era un hijo con necesidades especiales, pese a que yo no había tenido ningún contacto con nada que tuviera que ver con cualquier discapacidad”.

Lola Sánchez con su esposo Pablo y sus cinco hijos / Foto: 13 TV

La Familia se Multiplica

La historia de Lola y Pablo continuó sorprendiendo cuando, poco después de la llegada de Pepe, Lola descubrió que estaba embarazada de Juan, y luego tuvieron a Roque. Más adelante, la familia se completaría con la adopción de Lola (Bubi), también con síndrome de Down. 

A lo largo de su camino, Lola y Pablo se enfrentaron a críticas y juicios por parte de aquellos que no comprendían su elección de adoptar niños con necesidades especiales. Sin embargo, también encontraron un gran apoyo en su comunidad y en amigos que compartían su fe y sus valores. Lola ha aprendido a no tomar en cuenta las opiniones negativas y a enfocarse en el amor y la felicidad que encuentra en su familia. "Cuanto más das, más recibes".

Lola concluye que su familia, formada por su marido Pablo y sus hijos Teresa, Pepe, Juan, Roque y Lola (Bubi), es un reflejo del plan divino y una muestra de que el amor puede superar cualquier obstáculo. "Tenía la familia que Dios me había dado, y que el que la tenía pensada para mí era Dios", afirma con gratitud.