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domingo, 27 de julio de 2025

Nikolas Tirrier padece el síndrome de Treacher Collins: «Me sentía excluido pero Cristo me levantó y me enseñó que hace valiosa a una persona la luz interior que recibimos de Él y que elegimos irradiar con libertad y paz»


Nikolas Tirrier padece el síndrome de Treacher Collins y se sentía excluido, pero Cristo lo levantó y lo iluminó / Foto: © Nikolas Tirrier

* «Mi síndrome nunca afectó realmente mi alma. Sé que incluso hoy tengo secuelas psicológicas de esa época. Es todo un proceso sanar, invitar a Dios a esta sanación, y eso viene con el perdón… Si hoy puedo hablar de vida, amor y paz, es porque he comprendido o intento atreverme a comprender que Cristo también me ama y que, de su mano, nos guía por un camino de libertad y resurrección, hasta el corazón mismo de nuestras heridas, con paz, amor y esperanza» 

Camino Católico.-  Lo que lleva en su rostro, lo ha llevado desde hace mucho tiempo en su corazón: un sentimiento de diferencia, a veces de exclusión, a veces de desprecio. Pero en esta fragilidad, Cristo lo encontró y lo redescubrió en momentos difíciles. "Me consoló, me levantó, me iluminó. Me enseñó, con el tiempo, que no es la belleza visible lo que hace valiosa a una persona, sino la luz interior que recibimos de Él y que elegimos irradiar con libertad y paz", declara, a Anna Ashkova en Aleteia, Nikolas Tirrier, estudiante de máster en Enseñanza, Educación y Formación (MEEF) en Montpellier, quien padece el síndrome de Treacher Collins.

Este síndrome se manifiesta de forma diferente según la persona, pero siempre afecta la región craneal: la mandíbula, el paladar, las orejas, la boca... Es una malformación ósea. "En mi caso, la afección es bastante leve: sufro de una ausencia parcial de pómulos y de sienes, lo que me obliga a usar audífonos...", explica el joven de 25 años.

Cuando nació en Botosani, Rumania, en 1999, los médicos aún desconocían el nombre y el diagnóstico de esta rara enfermedad genética. En aquel momento, su diagnóstico planteó muchas preguntas a sus padres. Dado que su padre era de origen francés, finalmente decidieron mudarse a Francia para que su hijo pudiera beneficiarse de una mejor atención médica. Nikolas tenía dos años y medio en ese momento, y su hermano pequeño acababa de nacer. La familia se instaló en Aviñón, donde el padre de Nikolas, sacerdote ortodoxo, fue admitido en una diócesis rumana.

En Francia, Nikolas se sometió a varias cirugías, gradualmente: correcciones dentales, aumento de grasa en los pómulos y, sobre todo, intervenciones quirúrgicas en el cráneo, incluyendo una para insertar un tornillo.

"Me operaron de dos a tres veces con anestesia general, por no mencionar algunas con anestesia local. Tuve un seguimiento médico bastante regular. Hasta los 13 o 14 años, pasamos mucho tiempo en el hospital, luego volvimos, pero esta vez por mi padre", recuerda.

Una nueva experiencia para la familia ocurrió entre 2014 y 2015: el padre de Nikolas enfermó gravemente. "Tenía leucemia. Murió rápidamente, a los 39 años". Esta etapa en la vida del joven no fue fácil para su familia.

"Quien cargó con toda nuestra familia desde nuestra llegada a Francia, para mis revisiones médicas y luego las de mi padre, nuestra educación y formación para ambos -mi hermano y yo- fue nuestra madre, quien siguió trabajando para cubrir las necesidades de la familia. Ella era el pilar de nuestra familia. Una mujer de una fuerza increíble, que supo mantenerlo todo unido. La resiliencia se convirtió en una necesidad: no tenía opción, no hicimos preguntas, teníamos que seguir adelante", dice con admiración.

La mirada de los demás, el apoyo de los seres queridos y la ayuda de Dios

De adolescente, Nikolas tuvo la suerte de pertenecer a una generación que no contaba con las redes sociales de hoy. Esto le permitió protegerse de las burlas en línea. "Podía tomarme un descanso después de la escuela", dice. En casa, también contaba con el amor incondicional de su familia y sus primos, sus primeros mejores amigos. "Toda la familia de mi padre vino a vivir a Francia. A menudo los invitábamos a casa y pasábamos las vacaciones juntos".

También encuentra fuerza en su fe, especialmente en el catecismo. "Estudiaba en un colegio católico privado y, cada Semana Santa, la capellanía organizaba una gran peregrinación a Santiago. También asistía a clases de catecismo en el monasterio ortodoxo de Solan, donde también podía conectar con la gente. Todo esto era mi oasis; no me desesperaba. Es importante tener lugares cristianos cerca donde recargar las pilas", dice Nikolas, encantado de haber estado bien rodeado de niños, pero también de adultos. "Tuve adultos a mi alrededor y sacerdotes que me ayudaron a crecer y a superar momentos difíciles. Todavía me ayudan hoy". Sin embargo, como él mismo reconoce: "Todo era bueno y malo a la vez, eso no impidió que esta paradoja coexistiera".

Nikolas Tirrier cuando era niño y estudiaba en un colegio católico que era su oasis / Foto: © Nikolas Tirrier

En la escuela, a veces experimentaba momentos de profunda soledad durante los recreos. Entonces encontraba consuelo leyendo las vidas de los santos. "Me decía: a este mártir lo están devorando los leones, a otro lo atan y le cortan la cabeza; para mí, no es tan grave... Me ayudó mucho" También recordaba lo que decían los mártires: 'Puedes hacer lo que quieras con mi cuerpo, pero no afectará a mi alma porque pertenece a Dios'".

Hoy, Nikolas por fin puede decirlo, aunque admite que le costó mucho llegar a esta frase: "Mi síndrome nunca afectó realmente mi alma. Sé que incluso hoy tengo secuelas psicológicas de esa época. Es todo un proceso sanar, invitar a Dios a esta sanación, y eso viene con el perdón".

Hoy, vive con la mirada de los demás y anima a la gente a no convertirlo en un tabú. Estudia para ser consejero educativo superior (CPE). Durante el verano, ha sido voluntario durante casi diez años como organizador y facilitador en campamentos de verano ortodoxos en Francia y Suiza. En esos momentos, conoce a padres e hijos por primera vez. A veces, su rostro les sorprende y no saben qué decir al verlo. Los niños, por su parte, dicen cosas espontáneamente en voz alta.

"Los padres se avergüenzan e intentan silenciarlos, pero yo les digo: '¡Sobre todo, no los silencien!'. Si le dices a un niño que no hable de ello porque puede ser grosero o vergonzoso, corres el riesgo de cortar su deseo de conectar con un adulto. Al silenciarlos, primero generamos frustración en el niño, que no ha podido experimentar un diálogo verdaderamente auténtico, y luego perjudicamos emocionalmente su comportamiento para otros encuentros".

La belleza de toda existencia, incluso cuando está marcada por el sufrimiento

Si bien, en Francia, la ley sobre el final de la vida fue aprobada por la Asamblea Nacional el 27 de mayo de 2025 y el Senado la estudiará en otoño, Nikolas se pregunta si "realmente hemos hecho todo lo posible para estar vivos, ofrecer vida y hacer que la vida sea hermosa y digna de ser vivida para todos".

"¿Lo hemos hecho todo antes de llegar a esta solución drástica? ¿No debería plantearse esta pregunta al final, cuando hayamos agotado todas las reflexiones y soluciones? ¿Hemos brindado un buen apoyo a todos, especialmente a los jóvenes?", pregunta.

Aunque cree que cada vida es un regalo, también está convencido de que si está aquí hoy es porque la gente creyó en él. "Y no me refiero solo a mis padres. También son figuras espirituales que he conocido, amigos y seres queridos... Incluso aquellos que tenían una mirada amable, pero no se atrevieron a venir a verme cuando estaba solo. Sé que a menudo, sobre todo cuando eres adolescente o joven, te dices a ti mismo que si me acerco a alguien que está aislado, corro el riesgo de aislarme yo mismo. No les guardo rencor a estas personas; siguen un sistema que existe en nuestra sociedad a pesar de sí mismos".

Esto es lo que motiva a Nikolas a estar presente con los jóvenes a través de diversas acciones y actividades con niños y adolescentes en campamentos, en escuelas secundarias y preparatorias durante sus estudios, pero también en la comunidad a través de su participación en la asociación juvenil ortodoxa, Nepsis, de la que es vicepresidente. "Todos estos diferentes espacios y entornos crean islas oasis donde los jóvenes pueden experimentar un encuentro verdaderamente auténtico consigo mismos, con sus vecinos y con Cristo, y pueden ofrecer alegría, fe y amistad a quienes les rodean", explica.

Con su voz suave y un discurso que invoca la paz, Nikolas afirma, sin embargo, haber experimentado períodos de rebeldía contra Dios, acompañados de la misma pregunta: "¿Por qué permitiste esta enfermedad? Dios, ¿puedes amarme de verdad?".

"Vi la difícil vida de mis padres, los esfuerzos y sacrificios que hicieron. Inconscientemente, me había infligido una especie de culpa. En cierto momento, esta se transformó en la realidad de que Dios no me ama", recuerda. "Duele ver que hacemos sufrir al prójimo, que somos una carga, pero creo que también es la oportunidad que Dios nos da para santificarse con humildad. Sucede de forma sencilla y natural. Así, juntos, nos acercamos a Cristo, que nos ama personalmente de una manera única".

Un día, cuando se había vuelto insensible a lo malo, e incluso a lo bueno, en su vida, un monje le dijo: "¡Mantén tu corazón abierto!". Nikolas tenía 21 años en ese momento, y esta frase ha permanecido grabada en su mente desde entonces.

Más tarde, también descubrió la respuesta a su sufrimiento a través de una frase que el Señor nos dijo y que relata el teólogo rumano del siglo XX, recientemente canonizado en Rumanía, san Dumitru el Confesor (Staniloae): "Atrévete a comprender que te amo".

"El mayor desafío que estoy experimentando en este momento es aceptar finalmente ser amado por Dios y por mi prójimo. La paz se conquista luchando, no es algo que llega por arte de magia. Incluso hoy, a veces me hundo", reconoce, añadiendo que vio que Dios le ofrecía perdón, paz y amor.

Y concluye con humildad: "Si hoy puedo hablar de vida, amor y paz, es porque he comprendido o intento atreverme a comprender que Cristo también me ama y que, de su mano, nos guía por un camino de libertad y resurrección, hasta el corazón mismo de nuestras heridas, con paz, amor y esperanza".

miércoles, 21 de mayo de 2025

Merche Gil ha afrontado un cáncer: «hemos vivido la enfermedad confiando en Dios y en los médicos; tuve que aprender a abandonarme en el Señor, aceptando la cruz, sabiendo que es el camino hacia el cielo»


Merche Gil con su esposo Óscar y sus hijos Gonzalo y Alejandro

* «Reconozco que me cuesta pensar cómo se puede vivir un acontecimiento como este sin fe, y lo he pensado mucho durante estos meses. Para mí la fe ha sido uno de los pilares fundamentales estos meses, el diagnóstico llegó unos días antes de la Semana Santa del año pasado y puedo asegurar que ha sido la que más unida he estado al Señor y a la Virgen. Sabemos que de este sufrimiento Dios sacará un bien mayor. Por supuesto que la fe no quita el dolor, pero se vive de otra manera» 

Camino Católico.-  Merche Gil vive la fe, junto a su familia, en la Parroquia Inmaculada Concepción de Ntra. Sra. de Alcorcón de la diócesis de Getafe. Esposa y madre de familia, en marzo de 2024 le diagnosticaron un cáncer de mama. Su vida cambió de la noche a la mañana, pero la enfermedad le ha unido más al Señor. El testimonio lo ha contado en el último número de 'Padre de Todos’. 

- Tu historia es de total esperanza, sobre todo en los últimos meses... ¿Por qué?

- En marzo de 2024 en una revisión rutinaria me diagnosticaron cáncer de mama en estadio I, pero se trataba del tipo de cáncer más agresivo. En cuestión de una semana desde el diagnóstico, empecé el tratamiento porque era preferible hacerlo cuanto antes. Han sido 16 sesiones de quimioterapia, después la cirugía para eliminar el tumor, 15 sesiones de radioterapia y 6 meses de quimioterapia preventiva. 

- ¿Cómo has vivido este tiempo de enfermedad?

- Al principio es un golpe importante, te enfrentas a una enfermedad grave de forma inesperada, con la incertidumbre que conlleva, con un tratamiento duro que hasta el final no se sabe si funcionará y teniendo que parar de golpe la actividad habitual.  

Lo primero que hicimos fue contárselo a nuestros hijos, a nuestro párroco y vicario parroquial, a nuestro obispo D. Ginés, y a muchos sacerdotes amigos y seminaristas, pidiéndoles que rezaran por nosotros. Esto pasó cuatro días antes del día de San José y decidí ofrecer cada momento de la enfermedad por los sacerdotes y seminaristas. 

Yo, que suelo querer tener todo controlado y organizado, tuve que aprender a abandonarme en el Señor, aceptando la cruz, sabiendo que es el camino hacia el cielo. La enfermedad nos ha permitido parar y ver la belleza de lo que nos rodea. Cuando uno busca tener todo bajo control, Jesús nos pide que confiemos y que abandonemos la creencia de que nosotros podemos con todo. 

Además, hemos contado con mucha gente que ha rezado por mí y por mí familia, sacerdotes, amigos, todos los grupos de la parroquia, en especial nuestro grupo de matrimonios, familias y profesores del colegio Juan Pablo II, monjas de muchísimos sitios, las familias del familión, compañeros de trabajo, todos ellos nos han cuidado, acompañado, no ha habido un solo día en el que no haya habido un mensaje, una llamada, un abrazo, una visita, un detalle … en todo momento no hemos dejado de dar gracias a Dios, a los médicos y a todas las personas que han estado a nuestro lado.

- ¿Nunca pensaste en tirar la toalla?

- Nunca he pensado en tirar la toalla, hemos vivido la enfermedad con esperanza, incluso con alegría e intentando no perder la sonrisa (aunque a veces haya habido lágrimas y momentos más difíciles), confiando en Dios y en los médicos. 

La vida es un regalo y tenemos que aprovechar cada momento, tanto bueno como malo. 

- La fe, ¿qué papel ha jugado?

- Reconozco que me cuesta pensar cómo se puede vivir un acontecimiento como este sin fe, y lo he pensado mucho durante estos meses. Para mí la fe ha sido uno de los pilares fundamentales estos meses, el diagnóstico llegó unos días antes de la Semana Santa del año pasado y puedo asegurar que ha sido la que más unida he estado al Señor y a la Virgen. Sabemos que de este sufrimiento Dios sacará un bien mayor. Por supuesto que la fe no quita el dolor, pero se vive de otra manera. 

- ¿Cómo lo ha vivido tu familia?

- Al principio lo vivieron con preocupación, sobre todo por no saber a qué nos enfrentábamos, como iba a cambiar el día a día, pero también lo han vivido con fe y acompañados. Óscar, mi marido, no ha dejado de estar a mi lado, con cariño, amor y paciencia infinita, acompañándome a todas las sesiones de quimioterapia, estando en todo momento, incluso sin pelo me decía que estaba guapa… 

Gonzalo y Alejandro, que ya son adolescentes, han sido muy generosos, comprensivos con la situación, cariñosos y responsables, estando a la altura de las circunstancias en todo momento. Dios me puso al mejor marido y a los mejores hijos que podría tener. 

En octubre del año pasado celebramos nuestro 20 aniversario de matrimonio, esperamos a terminar las sesiones de radioterapia y en noviembre pudimos hacer una misa de acción de gracias acompañados por muchos amigos. 

- Estamos en tiempo pascual que ha empezado fuerte: muerte del Papa Francisco, un gran apagón… ¿Es tiempo para la esperanza?

- Siempre es tiempo para la esperanza, durante estos meses me ayudó mucho la ponencia de D. Ginés sobre la esperanza que dio en octubre. 

Precisamente el Papa Francisco decía que en el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. 

No sabemos lo que va a pasar mañana, pero no podemos perder la esperanza. La vida puede cambiar en un instante, y de repente hay que vivir el día a día, y simplemente amar y ser amado. 

- Podríamos decir que estás viviendo tu propio Jubileo…

- Sí, ahora estamos viviendo un momento especial, sólo quedan dos semanas para terminar el tratamiento preventivo (que sigue teniendo efectos secundarios, aunque más leves), me encuentro bien, hace dos meses pude volver a trabajar y aunque sabemos que quedan unos años de revisiones, podemos decir que es un momento alegre, coincidiendo además con la Pascua. 

- En la diócesis eres muy activa, entre otras cosas, con el Familión. ¿De qué te encargas exactamente?

- Si, en la diócesis formo parte del consejo pastoral diocesano, soy la presidenta de la Acción Católica y la vicepresidenta del Familión, y en la parroquia soy la secretaria del consejo pastoral y colaboramos toda la familia en lo que podemos.

Con respecto al Familión, nuestros objetivos son colaborar en la tarea evangelizadora de las familias, acompañar a las familias a vivir su vocación, ofrecer medios de formación, acoger a las familias en dificultades y trabajar en la tarea educativa de la familia. Y lo hacemos con distintas actividades:  formación, peregrinaciones, ejercicios espirituales, y las más conocida es el encuentro de familias en Málaga, que desde hace unos años hacemos en dos semanas para poder acoger a todas las familias que quieren participar.

- Y ya estáis preparando los dos grandes encuentros para este verano…

- Sí, este año serán del 17 al 23 de agosto y del 24 al 30 de agosto, llevamos ya unos meses preparando los dos encuentros de verano, tenemos una coordinadora general del Familión y dos equipos, uno para cada semana, además de un número importante de matrimonios que antes y durante la semana del encuentro colaboran en muchas cosas. Se han inscrito más de 150 familias, lo cual es un regalo y todo el trabajo merece la pena.

sábado, 10 de mayo de 2025

Ismael Peralta, padece espina bífida: «Cristo crucificado me recuerda que tengo que vivir mi discapacidad sonriendo y sujetándome a la cruz; junto al Señor puedo conseguir cualquier cosa»


Ismael Peralta

Camino Católico.- Ismael Peralta vive con el tipo más grave de espina bífida. Desde que nació su discapacidad le marca el día a día, pero lejos de hundirse y tirar la toalla intenta subirse a la Cruz con Cristo. Incluso ha participado en la Javierada de este año con la Delegación de Juventud de la diócesis. Su testimonio se lo ha ofrecido a Hugo Luquero en el último número de 'Padre de Todos'. 

- ¿Cuántas veces has peregrinado a Javier?

- Dos veces. La primera no pude hacer el camino porque fui con una úlcera en el pie, y la segunda ha sido la de este año. Me animé y pude hacer la caminata. 

- ¿Qué es lo que te ha enganchado de estas peregrinaciones?

- En las peregrinaciones me gusta conocer a gente nueva de diferentes parroquias, acercarme más a Cristo, pero lo que especialmente tiene para mí más importancia en la de Javier es ver el Cristo crucificado sonriendo, porque cada vez que le miro me recuerda cómo tengo que vivir mi cruz. En mi caso es mi discapacidad. Así es como lo tengo que vivir: sonriendo y dándome cuenta de que Cristo sufrió más por mí y que va a estar presente en cada momento de mi vida sujetándome la cruz. 

- Y peregrinas con muletas…

- En esta última caminata logré hacer 9 Km con las muletas. No he llegado a hacerlo entero, pero con esto me he dado cuenta de mis límites y de lo afortunado que soy de poder recorrer esa distancia con entrega para seguir avanzando en el camino al cielo. 

- ¿Cuál es la gracia que te otorga Dios al peregrinar?

- La manera de amar. Dios lo que siempre me pide, lo que sabe que puedo dar, es el 1 %. Pero con amor y entrega puedo darlo, y con eso Cristo me da el 100 %. Junto al Señor puedo conseguir cualquier cosa porque no soy ningún héroe, el héroe es Cristo.

- ¿Volverías el año que viene?

- Todas las veces que Dios me lo pida.

jueves, 13 de febrero de 2025

‘Los evangelizadores: la fe edificadora de los peregrinos enfermos en Lourdes’, un documental testimonial de Laurent Jarneau


Camino Católico.-  Durante varias temporadas de peregrinaciones, Laurent Jarneau del Santuario de Lourdes (Francia) ha ido al encuentro de hombres y mujeres enfermos o discapacitados, pero todos portadores de una esperanza indecible arraigada en Jesucristo. Sí provocan una cierta admiración por el valor y el amor que demuestran, estos héroes ordinarios son sobre todo heraldos de la fe. El documental plasma el testimonio de estas personas que no tiene precio.

Con rostros resplandecientes que logran ocultar la prueba del sufrimiento y llevados por voces a la vez suaves y enérgicas, la nueva película de Laurent Jarneau ilustra con razón la feliz formulación del presidente del pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella: «Los peregrinos enfermos están llamados a asumir la conciencia y la responsabilidad de llevar la buena nueva del Evangelio que salva desde su propia condición. Por tanto, se puede afirmar que los primeros evangelizadores del santuario de Lourdes son realmente ellos, los enfermos».


Efectivamente, las personas enfermas (o discapacitadas) son los primeros evangelizadores. Sólo hay que verlos y escucharlos. A continuación algunas frases elegidas.


Lydie: «Entre el cuerpo y el alma, prefiero mi alma. ¡Tenemos más ganas de ir al cielo que de caminar!» Andrew: «Para mí es un contacto cercano y casi perfecto con el Señor, eso es una curación». Evelyne: «Creo profundamente que hay algo después de la muerte y para mí ese algo, es este amor infinito en el que estaremos inmersos, pero este amor por mí ya es ahora». Sophie: «La oración si la sueltas, es concreta y pragmática: la discapacidad ocupa todo el lugar...»


Cedric: «¡Por más bajo que estemos, con Dios nos levantamos siempre!» Hermana Catarina: «Se dice que es a la sombra de la cruz donde está la resurrección. Así que esto es lo que me da la alegría». Martine: «¡Mi vida habría sido tan triste y aburrida sin Cristo ni María!» Jean-Noël: «Hay mucho sufrimiento de la gente de a pie: en su alma también se vive un infierno».


Raymonde: «Cuando tienes fe y alegría, tienes que compartirlas con los demás». Jeanne: «La fe es la compañera de todos los días: uno se levanta con la fe, nos acostamos con ella. La fe es un 90% de esperanza y un 10% de duda». Hermano Matthieu: «La enfermedad es un mal que se dice en nosotros, pero el bien también se dice en nosotros». Alexiane: «¡Rezo, rezo mucho! Sí, me encanta rezar».


«Esta perspectiva nos permite mirar a través de la fe a todo enfermo que se convierte en peregrino para captar la presencia de Cristo que pide ayuda y que, a su vez, ofrece su amor salvador», subraya Fisichella.

El documental termina con la mirada de Jeanne, que tiene una miopatía, cuyas palabras ilustran perfectamente las de Mons. Fisichella: «Cuando Jesús dice: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” es una palabra que me ha marcado mucho porque se identificaba con los más pequeños de todos y daba un mensaje también a los cuidadores, es maravilloso tener la oportunidad de curar a Cristo, tener a Cristo al alcance de la mano. Así que esta palabra me parece muy fuerte y si la tomamos más en serio, creo que después de todo podríamos llamar a los hospitales “santuario”». La película termina rindiendo homenaje a Andrew y Lydia que fallecieron por culpa de la enfermedad. Su testimonio de esperanza no se borrará nunca del corazón de todos aquellos que lo recibieron.

lunes, 27 de enero de 2025

Papa Francisco en mensaje para la Jornada del enfermo: «El dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real»

* «¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor! Es decir, nos damos cuenta de que somos “ángeles” de esperanza, mensajeros de Dios, los unos para los otros, todos juntos: enfermos, médicos, enfermeros, familiares, amigos, sacerdotes, religiosos y religiosas; y allí donde estemos: en la familia, en los dispensarios, en las residencias de ancianos, en los hospitales y en las clínicas»     


27 de enero de 2025.- (Camino Católico)  “El dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real”: Lo escribe el Papa Francisco en su Mensaje para la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el próximo 11 de febrero, y cuyo texto ha difundido esta mañana la Oficina de Prensa de la Santa Sede. 

"La esperanza no defrauda y nos hace fuertes en la tribulación” es el título del Mensaje en este año Jubilar 2025, en el que la Iglesia nos invita a hacernos ‘peregrinos de esperanza’. Tomado de la carta de san Pablo a los Romanos, contiene - como especifica el Pontífice - “palabras consoladoras, pero que pueden suscitar algunos interrogantes”, en particular en quienes sufren enfermedades y, además del propio sufrimiento, ven sufrir a los seres queridos que los asisten.

“En todas estas situaciones sentimos la necesidad de un apoyo superior a nosotros”, señala el Papa. "Necesitamos la ayuda de Dios, de su gracia, de su Providencia, de esa fuerza que es don de su Espíritu". A continuación, Francisco invita a reflexionar sobre la presencia de Dios que permanece cerca de quien sufre, en particular bajo tres aspectos que la caracterizan: el encuentro, el don y el compartir. El texto completo del mensaje del Papa es el siguiente:

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

CON OCASIÓN DE LA XXXIII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO

11 de febrero de 2025

«La esperanza no defrauda» (Rm 5,5)

y nos hace fuertes en la tribulación

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo en el Año Jubilar 2025, en el que la Iglesia nos invita a hacernos “peregrinos de esperanza”. En esto nos acompaña la Palabra de Dios que, por medio de san Pablo, nos da un gran mensaje de aliento: «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5), es más, nos hace fuertes en la tribulación.

Son expresiones consoladoras, pero que pueden suscitar algunos interrogantes, especialmente en los que sufren. Por ejemplo: ¿cómo permanecer fuertes, cuando sufrimos en carne propia enfermedades graves, invalidantes, que quizás requieren tratamientos cuyos costos van más allá de nuestras posibilidades? ¿Cómo hacerlo cuando, además de nuestro sufrimiento, vemos sufrir a quienes nos quieren y que, aun estando a nuestro lado, se sienten impotentes por no poder ayudarnos? En todas estas situaciones sentimos la necesidad de un apoyo superior a nosotros: necesitamos la ayuda de Dios, de su gracia, de su Providencia, de esa fuerza que es don de su Espíritu (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1808).

Detengámonos pues un momento a reflexionar sobre la presencia de Dios que permanece cerca de quien sufre, en particular bajo tres aspectos que la caracterizan: el encuentro, el don y el compartir.

1. El encuentro. Jesús, cuando envió en misión a los setenta y dos discípulos (cf. Lc 10,1-9), los exhortó a decir a los enfermos: «El Reino de Dios está cerca de ustedes» (v. 9). Les pidió concretamente ayudarles a comprender que también la enfermedad, aun cuando sea dolorosa y difícil de entender, es una oportunidad de encuentro con el Señor. En el tiempo de la enfermedad, en efecto, si por una parte experimentamos toda nuestra fragilidad como criaturas —física, psicológica y espiritual—, por otra parte, sentimos la cercanía y la compasión de Dios, que en Jesús ha compartido nuestros sufrimientos. Él no nos abandona y muchas veces nos sorprende con el don de una determinación que nunca hubiéramos pensado tener, y que jamás hubiéramos hallado por nosotros mismos.

La enfermedad entonces se convierte en ocasión de un encuentro que nos transforma; en el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida; una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no estamos solos. Por eso se dice que el dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real, hasta «conocer la plenitud del Evangelio con todas sus promesas y su vida» (S. Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes, Nueva Orleans, 12 septiembre 1987).

2. Y esto nos conduce al segundo punto de reflexión: el don. Ciertamente, nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene del Señor, y que por eso es, ante todo, un don que hemos de acoger y cultivar, permaneciendo “fieles a la fidelidad de Dios”, según la hermosa expresión de Madeleine Delbrêl (cf. La speranza è una luce nella notte, Ciudad del Vaticano 2024, Prefacio).

Por lo demás, sólo en la resurrección de Cristo nuestros destinos encuentran su lugar en el horizonte infinito de la eternidad. Sólo de su Pascua nos viene la certeza de que nada, «ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios» (Rm 8,38-39). Y de esta “gran esperanza” deriva cualquier otro rayo de luz que nos permite superar las pruebas y los obstáculos de la vida (cf. Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi, 27.31). No sólo eso, sino que el Resucitado también camina con nosotros, haciéndose nuestro compañero de viaje, como con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-53). Como ellos, también nosotros podemos compartir con Él nuestro desconcierto, nuestras preocupaciones y nuestras desilusiones, podemos escuchar su Palabra que nos ilumina y hace arder nuestro corazón, y nos permite reconocerlo presente en la fracción del Pan, vislumbrando en ese estar con nosotros, aun en los límites del presente, ese “más allá” que al acercarse nos devuelve valentía y confianza.   

3. Y llegamos así al tercer aspecto, el del compartir. Los lugares donde se sufre son a menudo lugares de intercambio, de enriquecimiento mutuo. ¡Cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor! Es decir, nos damos cuenta de que somos “ángeles” de esperanza, mensajeros de Dios, los unos para los otros, todos juntos: enfermos, médicos, enfermeros, familiares, amigos, sacerdotes, religiosos y religiosas; y allí donde estemos: en la familia, en los dispensarios, en las residencias de ancianos, en los hospitales y en las clínicas.

Y es importante saber descubrir la belleza y la magnitud de estos encuentros de gracia y aprender a escribirlos en el alma para no olvidarlos; conservar en el corazón la sonrisa amable de un agente sanitario, la mirada agradecida y confiada de un paciente, el rostro comprensivo y atento de un médico o de un voluntario, el semblante expectante e inquieto de un cónyuge, de un hijo, de un nieto o de un amigo entrañable. Son todas luces que atesorar pues, aun en la oscuridad de la prueba, no sólo dan fuerza, sino que enseñan el sabor verdadero de la vida, en el amor y la proximidad (cf. Lc 10,25-37).

Queridos enfermos, queridos hermanos y hermanas que asisten a los que sufren, en este Jubileo ustedes tienen más que nunca un rol especial. Su caminar juntos, en efecto, es un signo para todos, «un himno a la dignidad humana, un canto de esperanza» (Bula Spes non confundit, 11), cuya voz va mucho más allá de las habitaciones y las camas de los sanatorios donde se encuentren, estimulando y animando en la caridad “el concierto de toda la sociedad” (cf. ibíd.), en una armonía a veces difícil de realizar, pero precisamente por eso, muy dulce y fuerte, capaz de llevar luz y calor allí donde más se necesita.

Toda la Iglesia les está agradecida. También yo lo estoy y rezo por ustedes encomendándolos a María, Salud de los enfermos, por medio de las palabras con las que tantos hermanos y hermanas se han dirigido a ella en las dificultades:

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

Los bendigo, junto con sus familias y demás seres queridos, y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 14 de enero de 2025 

                                                                                  FRANCISCO

Fotos: Vatican Media