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viernes, 31 de octubre de 2025

Juwa Bosco, milagrado de Sor María Troncatti, asiste a su canonización: «Dije a Dios: ‘Te ofrezco mi cuerpo y mis manos’. Recé por mis hijos y dije a la Beata: ‘No me lleves, porque quiero vivir hasta que mis hijos sean grandes’»


Juwà Bosco (de pie en el centro) con su familia en la Casa Generalicia de las Hijas de María Auxiliadora (HMA) en Roma / Foto: InfoANS.

* «En un sueño, la madre me dijo: ‘Soy Sor María Troncatti’. Tomó unos ungüentos, me dijo: ‘Tú sabes m’hijito, que he venido a curarte, sé que sufres, ofrece todo tu sacrificio a Dios y yo te curaré de todo lo que sufres’... Se sentó a mi lado y me dijo: ‘Poco a poco, irás mejorando’; me masajeó la boca, el cuello y me dijo: ‘Mañana hablarás y caminarás’; ya en ese momento me sentí bien, me sentí feliz» 

Camino Católico.- Juwa Bosco es el carpintero indígena ecuatoriano y protagonista del milagro que hace santa a la monja salesiana Sor María Troncatti, que entregó su vida evangelizando al pueblo shuar en Ecuador.

Bosco está ya en Roma, adonde llegó el 15 de octubre, para participar en la Misa de canonización del domingo 19 de octubre en la que el Papa León XIV ha elevado a los altares a la religiosa junto a Vicenta María Poloni, Bartolo Longo, Mons. Ignacio Maloyan, Pedro To Rot,  la hermana María del Monte Carmelo Rendiles Martínez  y el médico José Gregorio Hernández. Estos dos últimos serán los primeros santos de Venezuela.

Juwa Bosco llegó a Roma acompañado por su familia y un grupo de las Hijas de María Auxiliadora (HMA) de Ecuador, a la que perteneció Sor María Troncatti, y fue recibido en la Casa General de la congregación por la superiora general, la Madre Chiara Cazzuola, las consejeras generales y la comunidad local.

Con ellas, el indígena shuar —pueblo de la Amazonía en el sur de Ecuador y parte de Perú— oró ante la reliquia de la futura santa, según informa la agencia de noticias salesianas.

El milagro que permite la canonización de Sor María Troncatti

Juwa Juank Kankua Bosco nació en 1975 en Tuutin Entsa, una parroquia rural ubicada en el cantón Taisha, en provincia de Morona Santiago (Ecuador). Está casado con Natalina y tiene seis hijos.

Logo oficial de la canonización de Sor María Troncatti. Crédito: Hijas de María Auxiliadora (HMA)

Martha Riccioli, religiosa argentina HMA, relata en el boletín salesiano que la mañana del 2 de febrero de 2015, cuando afilaba la cuchilla de su máquina para lijar madera, el indígena fue golpeado violentamente en la parte frontal de la cabeza, haciéndolo perder masa cerebral y dejándolo inconsciente.

De inmediato fue auxiliado por su hijo Romel y dos compañeros, quienes lo llevaron a un puesto de salud local, desde donde fue transferido al Hospital de Macas. Allí lo vendaron y entubaron, para ser nuevamente trasladado, esta vez al Hospital de Ambato, donde fue diagnosticado con “traumatismo craneal encefálico abierto, con exposición de tejido cerebral”.

Con el pronóstico reservado y la gravedad de su estado, su cuñado Pedro colocó una estampa de Sor María Troncatti debajo de la camisa y le rezó así: “Madre Troncatti, tú que tanto amaste a los shuar, haz lo que puedas, no lo dejes morir, y si te lo llevas, hazlo rápido para que sus niños no sufran”.

Reliquia de Sor María Troncatti / Foto: Info ANS

“Me dirigí a la Beata María Troncatti como a una amiga: Hermana María Troncatti, te entrego a tu hijo. Sé que estarás con él en la operación, no lo dejes solo porque tiene muchos hijos que lo necesitan”, dijo por su parte Leticia Tsere, cuñada de Bosco, ante otra estampa de la religiosa, que le había obsequiado el misionero italiano Luigi Bolla, cuya causa de beatificación se abrió en Perú en 2021.

Juwa Bosco fue operado y, al final, el médico le dijo a Pedro que no había esperanzas pero, si lograba sobrevivir, no volvería nunca a la normalidad.

Bosco fue llevado a una casa en Macas y, frente a su cama, colocaron un cuadro grande de Sor María Troncatti, para que la familia rezara por él.

El protagonista del milagro reconoce que “sentía todo lo que decían a mi alrededor, pero no podía hablar, caminar, conmoverme. En mi corazón decía: ‘Me pongo en tus manos’. Yo no había sido bueno en la vida, pero en ese momento le dije a Dios: ‘Te ofrezco mi cuerpo y mis manos’. Recé por mis hijos y le dije a la Beata María Troncatti: ‘No me lleves, porque quiero vivir hasta que mis hijos sean grandes’”.

El sueño de Bosco con Sor María Troncatti

Entre finales de marzo e inicios de abril de 2015, Juwà soñó con una mujer vestida de blanco que decía ser Sor María Troncatti: “La madre me dijo: ‘Soy Sor María Troncatti’. Tomó unos ungüentos, me dijo: ‘Tú sabes m’hijito, que he venido a curarte, sé que sufres, ofrece todo tu sacrificio a Dios y yo te curaré de todo lo que sufres’. Me preguntó: ‘¿Dónde te duele?’, y me masajeaba donde yo le señalaba: mi cuello, mi pierna izquierda… diciendo: ‘Mañana caminarás’; y no me masajeó el hombro, dijo que mi esposa debería masajearlo… Sor María me preguntó: ‘¿Por qué no hablas?’. Le respondí que me dolía lo que me habían puesto en el cuello y ella me respondió: ‘No es por eso’; me dio una palmadita en la boca y me dijo: ‘Mañana hablarás’. Se sentó a mi lado y me dijo: ‘Poco a poco, irás mejorando’; me masajeó la boca, el cuello y me dijo: ‘Mañana hablarás y caminarás’; ya en ese momento me sentí bien, me sentí feliz”.

La recuperación fue instantánea: esa mañana, al despertar, Juwa inmediatamente sintió que estaba curado. Ya no le dolía la pierna. Pidió a su esposa, con señas, que lo ayudara a caminar, primero con muletas, muy pronto sin ellas. También empezó a hablar, a decir palabras, ese mismo día.

Cuatro días después, el 5 de abril de 2015, con la ayuda de su cuñado, fue a la Catedral de la Purísima en Macas. Volvió el 6 de julio de 2015, él solo, para participar en la Eucaristía.

Los médicos no encontraron razón para la recuperación, ya que además de unas pocas fisioterapias, no hubo ningún otro tipo de tratamiento que la explicara.

El médico que lo operó, cuando vio su recuperación, se mostró completamente desconcertado. "Tengo a un muerto resucitado frente a mí", dijo. Lo volvió a ver en 2017, estaba perfectamente curado. Caminaba, hablaba, movía bien el brazo y trabajaba.

"Lo hemos visto y podemos decir que de verdad Dios es grande y se toma cuidado de los pequeños que confían en Él", escribían doña Fanny Tones y sor Gladys Ruiz en su testimonio de 2017, publicado en 2018 en “Il Cielo risponde” (n. 42).

Un cambio radical de vida

La hermana de Juwa Bosco cuenta que “antes del accidente, él no era una persona correcta. Ahora está dedicado a su familia y a Dios”. Su esposa Natalina comparte por su parte que “al ver a mi esposo, la gente dice que lo que sucedió es un milagro de Dios”.

“Después de este incidente —concluyó— mi esposo cambió por completo: antes, le daba poca importancia a Dios y a la oración. Ahora él, es el primero en rezar y en hacerme rezar. Ese fue un cambio radical en su vida”.

El retrato oficial de la canonización de Sor María Troncatti que está colgado en la plaza de San Pedro del Vaticano

De enfermera en la Guerra Mundial a misionera en la selva

La canonización de María Troncatti ha llenado de alegría a los católicos de todo Ecuador, a la Familia Salesiana, al Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, a la diócesis italiana de Brescia (donde nació la misionera) y al Vicariato Apostólico de Méndez (Ecuador), donde vivió las misiones.

Troncatti entró en las Hijas de María Auxiliadora en 1908 y durante la Primera Guerra Mundial trabajó como enfermera de la Cruz Roja en hospitales militares. Sobrevivió a unas inundaciones en las que pensó que podía morir y prometió irse a misiones: llegó a Ecuador con unos 40 años, ya en 1922.

Como misionera enfermera fundó dispensarios y hospitales en la selva, entrenó a más enfermeras y parteras y defendió la dignidad de las mujeres fundando familias cristianas, en una cultura indígena donde la mujer era vista como una propiedad. También educó en la cultura cristiana de la paz y el perdón a los shuar, que tradicionalmente eran violentos y muy vengativos.

Murió en accidente aéreo en 1969, en un bimotor que despegaba de Sucúa hacia Cuenca (Ecuador). Hubo un fallo en el motor y el piloto intentó un aterrizaje forzoso, pero la avioneta se partió en dos. Sólo murió la misionera, pero hubo otros cinco heridos. Tenía 86 años al morir, y llevaba 45 en el Amazonas.

Pierluigi Cameroni, postulador general de su causa, señala que "la canonización de María Troncatti es un signo de esperanza por su fuerte testimonio de transmisión de vida y fe a las nuevas generaciones y a los pueblos indígenas de la selva amazónica, que se convirtió en su patria del corazón. Fue una mujer de reconciliación y de paz con el don de una maternidad que tocaba los corazones".

viernes, 24 de octubre de 2025

Fabiola De Abreu se recuperó de su estado vegetativo: el milagro que hace santa a Madre Carmen Rendiles

Camino Católico.- Documental sobre el milagro que ha llevado a la beata caraqueña Madre Carmen Rendiles a la canonización, de acuerdo al decreto que fue firmado por el Papa Francisco el pasado 28 de marzo de 2025. Intervienen los testigos de cómo se produjo el milagro y la persona que lo recibió, Fabiola De Abreu Obadía. El documental ha sido realizado por las Siervas de Jesús.

La curación repentina, inesperada, instantánea, completa y duradera de Fabiola De Abreu Obadía en el año 2018 es un verdadero testimonio de fe. Dios nuestro Señor, por intercesión de madre Carmen, curó a esta joven que padecía de una hidrocefalia triventricular idiopática derivada en una meningitis bacteriana que la mantuvo más de cuatro meses en estado vegetativo.

Oriunda también de la ciudad de Caracas, al igual que la Madre Carmen Rendiles, Fabiola se vio afectada en su salud por un trastorno grave del sistema nervioso central que no respondía a los tratamientos médicos y cuyo pronóstico era negativo. Su recuperación, inexplicable para la ciencia, es un ejemplo de cómo el poder de la oración de una familia unida transcendió más allá razón. 

30 años después de haberse iniciado el camino a la santidad de Madre Carmen Rendiles, se celebrará su canonización el domingo 19 de octubre de 2025, presidida por el Papa León XIV.

Carmen Rendiles nació en Caracas en 1903. Nacer sin un brazo nunca la ralentizó: vivió hasta los 73 años y fundó las Siervas de Jesús en Venezuela, que hoy cuenta con unas 100 religiosas y unas 20 comunidades en Ecuador, Colombia y Venezuela. En 2018 fue beatificada en Caracas y su fiesta se celebra el 9 de mayo.

A los 15 años ya sentía una fuerte vocación a la vida consagrada e ingresó con 24 años en las Siervas de Jesús en el Santísimo Sacramento, en la capital venezolana. A los 33 años era maestra de novicias y a los 44 superiora de la casa madre en Venezuela. Impulsó la fundación de varios colegios por el país.    

Tras el Concilio Vaticano II, considerando que desde la matriz de la congregación en Francia se realizaban reformas que afectaban al carisma fundacional, con el apoyo de los obispos venezolanos, especialmente del cardenal José Humberto Quintero, impulsó una nueva congregación, las Siervas de Jesús de Venezuela, que nació oficialmente en 1965. Carmen Rendiles fue nombrada Superiora General, cargo que desempeñó con dedicación hasta su fallecimiento. Tras un accidente de coche en 1974, pasó los tres últimos años de su vida en silla de ruedas. Murió el 9 de mayo de 1977.   

viernes, 3 de octubre de 2025

Adam Biały tenía un melanoma metastásico: «Recé: ‘Jesús, confío en ti’ y pedí la intercesión de san Antonio de Padua; me sané y el médico dijo: ‘fue un milagro. Tenías uno de los tipos de cáncer más malignos’»


"Que la paz y la bondad te acompañen siempre y en todas partes", es lema de vida de Adam Biały, en la foto en el Santuario de San Antonio en Radecznica en Polonia

* «Un mecánico sólo puede arreglar algunas cosas en un coche, pero el ingeniero que lo diseñó lo conoce a la perfección. Por eso puede solucionar cualquier problema y sabe exactamente qué necesita. Lo mismo ocurre con las personas. Dios sabe mejor lo que necesitan. Y por eso vale la pena confiar en Él y descubrir su voluntad. Esto es lo que aprendí durante mi enfermedad» 

Camino Católico.- Una mancha roja en el hombro, luego metástasis. El diagnóstico sonaba a sentencia de muerte. Los médicos no le dieron muchas posibilidades a Adam; pero él rezó con insistencia... y su melanoma empezó a desaparecer. Años después, el médico lo miró con emoción: "Fue un milagro. Tenías uno de los tipos de cáncer más malignos". El testimonio de sanación lo publica Dorota Niedźwiecka en Aleteia.

El comienzo de la historia

Era finales de marzo de 2012. Adam Biały, entonces profesor de arte de 48 años de Rozkopaczew, cerca de Lublin, Polonia  notó una mancha roja en el pecho. Le picaba mucho y crecía cada día más rápido, dividiéndose y decolorándose. Cuando aparecieron manchas similares en la parte superior del pie, acudió a un médico de cabecera. 

– Por la expresión de su cara se notaba que el asunto era serio – comenta hoy Adam Biały. 

Juicio en la sombra

"Ese lunar es muy peligroso. Parece un melanoma", dijo un colega biólogo, contando la historia de un amigo que tuvo una lesión idéntica y falleció unas semanas antes. El cirujano oncólogo, considerado uno de los mejores especialistas en la zona, intentó no asustar demasiado a Adam y recomendó una cirugía lo antes posible. 

– Por la reacción de los médicos comprendí que no tenía muchas posibilidades – dice el hombre. 

Unos meses antes de su enfermedad, Adam, previamente involucrado en la Renovación Carismática, se unió a la Tercera Orden Seglar de san Francisco de Asís. Se conocieron en un lugar único: el santuario bernardino de San Antonio de Padua en Radecznica, cerca de Zamość. Este es el único lugar del mundo donde se apareció san Antonio de Padua que la Iglesia, tras una exhaustiva investigación, ha reconocido oficialmente como auténtico. 

"Señor Dios, me has encomendado tantas tareas. Mis seres queridos, mi comunidad... No creo que puedas cambiar de opinión, y no podré terminarlo en dos meses", suplicó con sinceridad. "No entiendo qué está pasando aquí, pero: Jesús, confío en ti". 

“Confío en Ti”, repetía cada día, librando una batalla espiritual. 

Guerra espiritual

"Este tiempo se convirtió en una prueba para mí, para determinar el estado de mi fe. ¿Veo el rostro de Dios en mí o he enterrado mi fe en nombre de la modernidad y una vida desinhibida?", dice Adam Biały. Día a día, intentaba aferrarse cada vez más a Cristo y confiar aún más en él.

Mientras esperaba la operación, junto con sus hermanos de la Tercera Orden Seglar de Radecznica, rezó por la intercesión de los santos franciscanos y, en una novena, confió todos sus dolores y temores a la intercesión del principal santo patrón del lugar, san Antonio de Padua. 

Sueño profético

Y entonces, algo extraordinario comenzó a suceder. Era el 27 de abril de 2012, y se dirigía a reunirse con María Vadia, una mujer carismática y fundadora de la comunidad "Magnificat", para hablar sobre una reunión en su parroquia. Sin embargo, todo pareció interferir. En el camino, sufrió un accidente de coche, y la culpa —de una manera extraña y completamente injusta— recayó directamente sobre él. "Perdón", dijo, reconociendo que era la mejor manera de responder a las injustas acusaciones. Tuvo que superar nuevos obstáculos para llegar a la reunión dos días después. 

La noche anterior, tuvo un sueño extraño. Durante la Misa en el santuario de Radecznica, comenzaba a leer un pasaje de la Escritura desde el púlpito cuando una sola palabra emergió del leccionario abierto: "volar". La leyó, y la congregación comenzó a cantar el "Magnificat". Todo a su alrededor se volvió dorado translúcido, como lleno de gracia. Al despertar, estaba seguro de que sanaría. 

‘No hagas el ridículo. Solo te quedan unas semanas de vida y estás ocupado hablando de Dios’. El diablo sembraba malos pensamientos en su mente y hacía todo lo posible para que Adán se rindiera. Sin embargo, seguía concentrado en las palabras: "Jesús, en ti confío". 

Milagro 

Durante la reunión del 29 de abril, María Vadia colocó la mano sobre el melanoma y oró un momento. Adam sintió una sensación cálida y de hormigueo, seguida de alivio y alegría. 

Al día siguiente, durante su rutina matutina, notó algo inusual: el melanoma en su pecho había desaparecido. El anillo rojo que lo rodeaba también había desaparecido, y la picazón había cesado. Solo le quedaban unas pocas manchas grandes en la parte superior del pie izquierdo. Su médico de cabecera estaba encantado. 

El médico confirma: fue un milagro

“¿Puede desaparecer el melanoma?”, le preguntó al oncólogo durante la cita programada. 

– Imposible – respondió el especialista, animándolo a exponer la zona afectada. 

“Por favor, desabrocha tu camisa más abajo, no puedo ver”, le instó. 

—Pero eso es lo que es —respondió Adam, señalando la mancha descolorida.  

El médico se sentó. "Esta zona ni siquiera es apta para tratamiento dermatológico", susurró sorprendido.  

A pesar de esto, Adam decidió extirpar la mancha de cáncer que tenía en el pecho, aunque su médico le aconsejó no hacerlo, y examinar el tejido histopatológicamente. 

"Quería estar 100% seguro de que estaba curado", dice. "No tenía células cancerosas en ningún lugar del cuerpo"; los resultados fueron inequívocos. El médico que habló conmigo en ese momento me dijo que había recibido una nueva oportunidad de vida y me animó a aprovecharla al máximo. 

Una invitación de María

Algunas manchas en su pie persistieron por un tiempo. La última marca desapareció el 15 de agosto, festividad de la Asunción de la Santísima Virgen María. Adán supo que era una invitación especial de María. 

"Antes, me fascinaban las innovaciones protestantes; y las oraciones tradicionales de la Iglesia, como el rosario y las oraciones del Primero de Mayo, empezaron a molestarme", dice Adam. "Cuando la mancha desapareció, me di cuenta de que ya no debía defenderme de la presencia de María en mi vida, sino confiar en ella con todas mis fuerzas". 

Hoy, Adam sirve con esmero como superior de la Tercera Orden Secular en la región de Lublin. A menudo les cuenta a sus amigos alguna anécdota sobre el mecánico y el diseñador:

"Un mecánico solo puede arreglar algunas cosas en un coche, pero el ingeniero que lo diseñó lo conoce a la perfección. Por eso puede solucionar cualquier problema y sabe exactamente qué necesita", dice. "Lo mismo ocurre con las personas. Dios sabe mejor lo que necesitan. Y por eso vale la pena confiar en Él y descubrir su voluntad". 

– Esto es lo que aprendí durante mi enfermedad – añade.

martes, 23 de septiembre de 2025

Matrimonio esperaba un hijo en la India: «La ecografía no detectó los latidos del corazón, rezamos al venerable Isidoro Zorzano y en otra prueba ya había los latidos normales; fue un milagro y la doctora dijo: ‘Dios es bueno?»

El matrimonio, familiares y amigos rezaron una novena al venerable Isidoro Zorzano, en la imagen, después que la primera ecografía no mostrará el latido del bebé  

* «La doctora, con más de 25 años de experiencia, nos explicó que cuando no había latido, normalmente nunca volvía a presentarse. Insistí en preguntar si existía alguna probabilidad, aunque fuera mínima, pues me aferraba a la esperanza. La respuesta fue clara: no había ninguna posibilidad, salvo un milagro… Dios ha sido inmensamente bueno con nosotros en este episodio. Aunque sabemos que aún nos esperan siete meses de embarazo, nadie podrá quitarnos este momento en el que escuchamos fuerte y claro el corazón de nuestro bebé» 

Camino Católico.-  Un matrimonio en Bangalore (India) recibió una noticia desoladora: en la ecografía de su segundo embarazo no se detectaban los latidos del corazón. Gracias a la intercesión del venerable Isidoro Zorzano, todo cambió. Lo cuenta uno de los esposos, que dirma con las iniciales N.N. en el portal del Opus Dei en donde relata todo el proceso que vivieron:

«Para nosotros, fue realmente un milagro concedido por la intercesión de Isidoro»

El 27 de junio de 2023, mi esposa y yo acudimos al médico tras dar positivo en la prueba de embarazo. Después de una breve consulta, el doctor de un prestigioso hospital de Bangalore (India) nos felicitó: estábamos esperando a nuestro segundo hijo. El siguiente paso sería realizar una ecografía para comprobar que todo marchaba bien con el bebé.

Tres días después hicimos la ecografía, y el médico nos informó de inmediato que debíamos ver a nuestro ginecólogo lo antes posible, pues no se detectaban los latidos del corazón. A la mañana siguiente acudimos a la consulta y nos confirmaron que no había ninguna posibilidad de que el latido apareciera. La doctora, con más de 25 años de experiencia, nos explicó que cuando no había latido, normalmente nunca volvía a presentarse. Insistí en preguntar si existía alguna probabilidad, aunque fuera mínima, pues me aferraba a la esperanza. La respuesta fue clara: no había ninguna posibilidad, salvo un milagro.

Mi esposa, mi suegra y yo salimos de la consulta incrédulos. Lo que siguió fueron incontables lecturas en Internet, consultas con varios médicos y, sobre todo, pedir a nuestros seres queridos que rezaran a Dios por un milagro. Mientras pensaba en todo lo que podía haber fallado —quizá el escáner no se había hecho bien, tal vez la doctora no interpretó correctamente el informe, o la máquina utilizada no funcionaba adecuadamente— cada pequeña esperanza se desvanecía frente a la seguridad con la que la especialista había afirmado que el latido no reaparecería.

El 10 de julio nos programaron otra ecografía, más como confirmación del diagnóstico anterior que como una verdadera esperanza. Fue entonces cuando un querido amigo me habló de la novena al venerable Isidoro Zorzano. Decidimos rezarla juntos hasta el día 9, víspera de la exploración decisiva.

Ese día acudimos a otro hospital, con otro radiólogo y otro ginecólogo. Llegó nuestro turno para el escáner y, tras quince angustiosos minutos con mi esposa dentro de la consulta, la doctora finalmente me llamó: con enorme sorpresa, se veía claramente el latido del corazón de nuestro bebé (170 latidos por minuto, perfecto para su edad). Para nosotros, fue realmente un milagro concedido por la intercesión de Isidoro.

Llevamos ambos informes a nuestra nueva ginecóloga, que tampoco podía creer los resultados contradictorios y quiso confirmar personalmente lo que tenía en sus manos. Lo único que dijo fue: «Dios es bueno». Y así es: Dios ha sido inmensamente bueno con nosotros en este episodio. Aunque sabemos que aún nos esperan siete meses de embarazo, nadie podrá quitarnos este momento en el que escuchamos fuerte y claro el corazón de nuestro bebé.

Espero que este testimonio sea de ayuda para muchos otros que rezan a nuestro Dios amoroso, especialmente a través de nuestros amigos en el Cielo, como Isidoro Zorzano.

N.N. – India

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Liliana Valverde, fue a la tumba de Acutis a pedir que sanara a su hija, que podía morir, y obrara el milagro que le ha hecho santo: «Oré: ‘Carlo, quiero que me devuelvan a mi hija tal como me la dio Dios, sana y salva’»



Valeria Vargas Valverde, la joven protagonista del milagro de Carlo Acutis, junto a su madre Liliana Valverde, quien cuenta cómo sucedió el milagro / Foto: Cedida por Liliana Valverde 

* «La enfermera me sentó, me tomó las manos y me dijo: ‘La lesión que tiene es mortal’... Los médicos italianos explicaron la situación a mi hermano, que es doctor y que estaba en Costa Rica. Él me dijo: ‘Liliana, tenemos que rezar y agradecerle a Dios los 21 años que nos ha dado con ella’. Me explicó que la lesión era letal, que no creía que fuera a sobrevivir…Unos cinco días después de mi visita a Asís, llegué al hospital a la una de la tarde y escuché mucho alboroto. Los doctores y enfermeras lloraban. No podían creerlo. Decían: ‘Esto es un milagro’. Yo la abracé. Los médicos no daban crédito. Yo sí porque estaba segura de que se iba a sanar» 

 Vídeo del programa 'Ecclesia' de 13 TV en el que Liliana Valverde cuenta su testimonio

Camino Católico.- «Cuando conocí a la mamá de Carlo Acutis, la abracé y la abracé», relata Liliana Valverde. La curación completa en menos de diez días de su hija Valeria, a la que tras un accidente solo pronosticaban la muerte o graves secuelas, hizo posible la canonización del primer santo milenial el pasado domingo, 7 de septiembre. «Ahora para mí, Carlo es como un tercer hijo»

El 2 de julio de 2022 Valeria Vargas Valverde, estudiante costarricense de 21 años, sufrió un accidente en bicicleta que le provocó un daño cerebral irreversible. En aquel entonces estudiaba en Florencia (Italia). Tres días antes había llegado a la ciudad su madre, Liliana, con la idea de emprender juntas un viaje por Europa. «Gracias a Dios yo estaba allí en ese momento, porque si no… no sé qué habría pasado». En conversación con Alfa y Omega, explica cómo esta trágica historia dio lugar al milagro que ha permitido la canonización de Carlo Acutis. 

—¿Cómo ocurrió el accidente?

—Fue el 2 de julio, a las tres de la madrugada. Mi hija había quedado con una amiga que aún no se había ido de vacaciones. Se despidieron y Valeria siguió con la bicicleta eléctrica. Cayó y quedó inconsciente. Sufrió un trauma craneoencefálico.

Pasaban las horas y me extrañaba que no llegara, porque al día siguiente teníamos que ir a Milán, era nuestro primer destino. Entonces me llamó una mujer: «Soy de la Policía». Me explicó que mi hija había sufrido un accidente y respondí: «No estoy para bromas, es muy tarde, ponme a mi hija». Y ella insistió: «Tu hija no puede atenderte, está inconsciente. La están llevando a emergencias». Me preguntó dónde estaba y la Policía vino al apartamento para llevarme al hospital. 

—¿Qué pasó allí?

—Estuve unas dos o tres horas sin saber de qué emergencia se trataba. Pensaba que se había lastimado una mano o un pie, jamás imaginé que fuera algo tan grave. La agente con la que había hablado por teléfono llegó al hospital y me entregó sus pertenencias. Le pregunté qué había pasado y me advirtió: «No serán buenas noticias». Dijo que, por protocolo, no podía decirme nada; que pronto vendría la enfermera y me explicaría la situación.

—Y llegó la enfermera.

—Me sentó, me tomó las manos y me dijo: «La lesión que tiene es mortal». «¡Dios mío!», pensé… Me dijo que había sufrido un trauma craneoencefálico, que estaba muy mal. Estaban llamando al neurocirujano, pero que no sabían si iba a sobrevivir. En ese momento le estaban colocando un drenaje en el cráneo, porque tenía presión cerebral incompatible con la vida. Me dijeron que había ingresado en estado de premuerte, prácticamente ya sin signos vitales. Entró en coma y tuvieron que inducírselo nuevamente. No podía respirar por sí misma.

—¿Se consultó con otros doctores?

—Sí. Los médicos italianos explicaron la situación a mi hermano, que es doctor y que estaba en Costa Rica. Él me dijo: «Liliana, tenemos que rezar y agradecerle a Dios los 21 años que nos ha dado con ella». Me explicó que la lesión era letal, que no creía que fuera a sobrevivir. Otro médico me advirtió de que, si sobrevivía, tendría secuelas: lesiones físicas permanentes o semipermanentes, y probablemente cognitivas.

—¿Cómo entra Carlo Acutis en esta historia?

—Unos días después del accidente, me llamó mi asistente y mientras hablábamos de cosas de la oficina me preguntó si recordaba a Carlo Acutis. Le respondí que sí. Cuando lo beatificaron vimos la ceremonia por televisión. Nos llamó la atención que fuera tan joven, tan lindo, de clase alta y que hubiera hecho tanto por los pobres. Nos conmovió su historia. «¿Sabe que su cuerpo está en Asís?», me dijo. «Voy a ir a verlo», respondí. 

Fui el 8 o 9 de julio de 2022, justo una semana después del accidente. Salí temprano del hospital, tomé el último tren de Florencia a Asís y fui a un hotel cerca del santuario. Por la mañana pregunté por la iglesia donde está enterrado Carlo y el recepcionista me dijo que estaba muy cerca, pero me recomendó visitar primero la tumba de san Francisco y de santa Clara. Le respondí: «No. Yo vengo única y exclusivamente para ver a Carlo Acutis». Se quedó sorprendido y dijo que era raro ver turistas levantarse tan temprano. Pero yo lo tenía claro.

—¿Qué pasó cuando llegó a la tumba?

—Desde que entré en esa iglesia sentí una paz inmensa; que se me quitaba un peso enorme de encima. Y ese fue el primer milagro de Carlo: devolverme la fe. Yo era una católica de nombre. Mi hija estaba bautizada, confirmada. Yo también. Íbamos a Misa cuando tocaba, pero nada más. Ese día fui al santuario y llegué directamente a la tumba de Carlo. No había nadie. Estuve ahí desde las ocho de la mañana hasta el mediodía. 

—¿Qué milagro pidió?

—Me habían dicho que uno debía pedirle a Dios tal como un niño le pide a sus padres, describiendo con detalle lo que desea. Y eso hice. Le dije: «Carlo, quiero que intercedas para que me devuelvan a mi hija tal como me la dio Dios hace 21 años. Sana, salva, bien física y mentalmente. Totalmente intacta». Escribí la primera de muchas cartas a Carlo, que se dejan en el santuario. Estuve ahí, llorando, pidiendo, contemplando. Al salir de la iglesia mandé un WhatsApp a una amiga: «No me vas a creer, pero estoy saliendo de la iglesia donde está el cuerpo de Carlo. Estoy completamente segura de que Dios y Carlo van a hacer el milagro. Valeria se va a sanar completamente». Ese mensaje está ahí, con fecha y hora. Yo lo sentía con total certeza.

—¿Qué pasó cuando regresó a Florencia?

—Cuando volví, Valeria ya había superado el momento más crítico. Se movía mucho y como estaba estable, decidieron retirarle algunas máquinas y hacerle una traqueotomía. Nos explicaron que necesitaría terapia física, cognitiva, de lenguaje… todo. Tendría que volver a aprender a caminar, a hablar, hacer todo desde cero. A la vez, empecé a ver cosas sorprendentes. Yo le preguntaba al doctor: «¿Es posible que esté deglutiendo por sí misma? ¿Que esté aspirando sus secreciones?». Y me decía: «Pues sí, señora. Lo que observa es cierto». 

—La oración ya daba frutos.

—Unos cinco días después de mi visita a Asís, llegué al hospital a la una de la tarde y escuché mucho alboroto y también una voz que gritaba: «¡Mami! ¡Mami!». Era Valeria. Le habían quitado la traqueotomía, estaba en silla de ruedas, amarrada porque quería salir corriendo. Los doctores y enfermeras lloraban. No podían creerlo. Decían: «Esto es un milagro». Yo la abracé. «¡Mami, te amo! ¡Sácame de aquí!», me dijo. Los médicos no daban crédito. Yo sí porque estaba segura de que se iba a sanar.

—¿Cómo reaccionaron los doctores?

—Habían dicho que necesitaría entre nueve meses y un año para que desapareciera la inflamación del cerebro, pero en un TAC del 18 de julio vieron que estaba completamente desinflamado. Fue una noticia maravillosa. 

—¿Pudo retormar los estudios?

—Los retomó desde que comenzó el curso, a distancia desde Costa Roca. Y regresó a Florencia para terminar su carrera. No le dio miedo. Fue impresionante.

—¿Le impresionó que el Vaticano haya aprobado el milagro para la canonización?

—Cuando conocí a la mamá de Carlo, la abracé y la abracé. Ahora para mí, Carlo es como un tercer hijo. Tengo un sobrino que es como mi hijo, y Carlo… Carlo está en mi corazón. Lo más cercano que tengo a él es su madre. Y poder decirle «gracias» fue muy profundo.

—¿Qué ha cambiado en su vida?

—Bueno… Ahora voy cada 8 y 9 de julio a Asís, a dar las gracias a Carlo por el milagro. Para mí, es un día de celebración.