Queremos que conozcas el Amor de Dios y para ello te proponemos enseñanzas, testimonios, videos, oraciones y todo lo necesario para vivir tu vida dejando a Jesucristo ser quien ocupe el lugar central.
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Camino Católico.-El Vaticano estrenó este 20 de junio el documental “León de Perú”, que narra el paso de Robert Prevost como sacerdote y obispo en el país sudamericano antes de ser elegido sucesor de Pedro y tomar el nombre de Papa León XIV. En el vídeo de Vatican News se visualiza el documental íntegro.
“Este documental recorre la obra misionera de Robert Francis Prevost en Perú. El viaje recorre diversos lugares del país, como Chulucanas, Trujillo, Lima, Callao y Chiclayo, donde las voces de diferentes personas relatan la labor pastoral y social del futuro Papa”, señala una nota de Vatican Media.
El documental es una producción de la Dirección Editorial del Dicasterio para la Comunicación y ha sido realizado por los periodistas Salvatore Cernuzio, Felipe Herrera-Espaliat y Jaime Vizcaíno Haro.
Esta producción se estrenó en español, italiano e inglés, en el día en que la Iglesia Católica celebra a San Juan de Matera, un monje italiano a quien Dios protegió de la calumnia.
El Papa y la cultura del Perú
En el documental, el Obispo del Callao, Mons. Luis Alberto Barrera, comenta cómo es que el Papa León XIV fue adoptando la cultura del Perú, comenzando por el idioma castellano.
“Robert no se sentía como alguien extranjero. Si le escuchan hablar en español —generalmente los americanos tienen un dejo fuerte—, él no. Había asumido tan bien la lengua española que lo hablaba como un peruano”, dice el prelado.
“El diálogo siempre ha sido con él muy fraternal, de hermanos y también su sentido de empatía con la cultura, su cercanía marcaba la diferencia completamente. Había hecho un proceso de inculturación, de entrar en la cultura del Perú y de hablar como nosotros”, destaca el obispo.
La labor del Padre Roberto con mujeres que cayeron en la prostitución
Otra de las historias que muestra el documental es el testimonio de Sylvia Vázquez, una mujer de Chiclayo que fue víctima de trata cuando era niña, quien recuerda el acompañamiento y la ayuda recibida por parte de Robert Prevost, sosteniendo la labor de la congregación de las Hermanas Adoratrices, que daban educación a mujeres que habían caído en la prostitución.
“Al Padre Prevost lo conocí porque él también estaba junto con las hermanitas Adoratrices, también se reunía con las personas del grupo de trata de personas”, recuerda la mujer que también ayudaba a las víctimas de trata en la ciudad del norte del Perú.
“Íbamos a ver a las chicas a los bares, a los sitios, a invitarlas a los talleres y el padre Prevost hacía Misa, todas las chicas escuchaban y algunas hablaban con él y el Papa también las escuchaba”.
Sylvia destaca que con estas mujeres, muchas de las cuales eran madres de familia y habían caído en la prostitución por la pobreza y la falta de trabajo: “el Papa León fue muy bueno, él ha sido muy generoso y él me decía: ‘Sylvita, tu eres una bella persona, una valiosa, estás ahí en el grupo en el que estamos y nos va a ir bien”.
El Papa León XIV y el Perú
El P. Robert Prevost, de la Orden de San Agustín, llegó por primera vez al Perú en 1985, concretamente a la Prelatura —ahora diócesis— de Chulucanas, el año en el que asumió el poder el fallecido expresidente Alan García, quien al final de su primer gobierno dejó al país sumido en una crisis económica gravísima.
Poco después, el ahora Papa León XIV volvió a Estados Unidos y, tras un tiempo allá, retornó nuevamente al Perú en 1988, ahora a la Arquidiócesis de Trujillo, donde se encargó de formar a los agustinos y donde fue profesor en el Seminario de San Carlos y San Marcelo, además de cumplir diversas labores pastorales en varias parroquias locales hasta 1999.
Luego fue prior provincial en Chicago y sirvió también, en dos periodos, como prior general de los agustinos. En 2014 regresó a la costa norte del Perú, ahora a la Diócesis de Chiclayo, de la que primero fue administrador apostólico y posteriormente obispo.
El Santo Padre asumió la nacionalidad peruana en 2015 y recibió el documento nacional de identidad, cuyos datos actualizó a finales de este mes de mayo en el Vaticano.
Mons. Robert Prevost también sirvió como Administrador Apostólico del Callao y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana, donde el secretario adjunto, el P. Guillermo Inca, guarda un recuerdo grato de él: “La emoción de haber escuchado el nombre del Cardenal Robert Prevost como Papa, Pastor de la Iglesia Universal, fue realmente indescriptible, un momento inolvidable”, dice el sacerdote.
* «Como sacerdotes unirnos íntimamente a Jesús, semilla de concordia entre los hermanos, cargando sobre nuestros hombros a los que se han perdido, perdonando a los que han errado, yendo en busca de los que se han alejado o han quedado excluidos, cuidando a los que sufren en el cuerpo y en el espíritu, en un gran intercambio de amor que, naciendo del costado traspasado del Crucificado, circunda a todos los hombres e impregna al mundo»
Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa León XIV
* «Me dirijo a ustedes, queridos ordenandos, que dentro de poco, por la imposición de las manos del Obispo y con una renovada efusión del Espíritu Santo, se convertirán en sacerdotes. Les digo algunas cosas simples, pero que considero importantes para su futuro y para el de las almas que les serán confiadas. Amen a Dios y a los hermanos, sean generosos, fervorosos en la celebración de los sacramentos, en la oración —especialmente en la adoración— y en el ministerio; sean cercanos a su grey, donen su tiempo y sus energías a todos, sin escatimarse, sin hacer diferencias, como nos enseñan el costado abierto del Crucificado y el ejemplo de los santos»
27 de junio de 2025.- (Camino Católico)“Nuestra esperanza se basa en la conciencia de que el Señor nunca nos abandona; nos acompaña siempre. Sin embargo, estamos llamados a cooperar con Él, ante todo, poniendo en el centro de nuestra existencia la Eucaristía, ‘fuente y culmen de toda la vida cristiana’; luego ‘por la fructuosa recepción de los sacramentos, sobre todo en la frecuente acción sacramental de la Penitencia’; y, por último, con la oración, la meditación de la Palabra y el ejercicio de la caridad, conformando cada vez más nuestro corazón al del ‘Padre de las misericordias’. Lo ha subrayado el Papa León XIV en su homilía de la Santa Misa de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y en la XXIX Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes, instituida por Juan Pablo II en 1995, en la que ha ordenado a 32 nuevos sacerdotes, en la Basílica de San Pedro.
Miles de presbíteros han llenado la Basílica Vaticana para la Eucaristía, el momento culminante del Jubileo de los Sacerdotes. Los nuevos sacerdotes que ha ordenado el Pontífice provienen de más de 20 países, incluyendo Italia, Croacia, Brasil, Ucrania, Corea del Sur, México, Nigeria, India, Vietnam, Ucrania, Uganda, Etiopía y Rumania, entre otros. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Papa, cuyo texto íntegro es el siguiente:
JUBILEO DE LOS SACERDOTES
SANTA MISA DE LA SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Y ORDENACIONES SACERDOTALES
HOMILÍA DEL SANTO PADRE LEÓN XIV
Basílica Vaticana, Altar de la Confesión
Viernes, 27 de junio de 2025
Hoy, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, Jornada para la santificación sacerdotal, celebramos con alegría esta Eucaristía en el Jubileo de los Sacerdotes.
Me dirijo, por tanto, en primer lugar, a ustedes, queridos hermanos presbíteros, que han venido a la tumba del apóstol Pedro para entrar por la Puerta Santa, para volver a sumergir sus vestiduras bautismales y sacerdotales en el Corazón del Salvador. Para algunos de los aquí presentes, este gesto se realiza en un día muy especial de su vida: el de la ordenación.
Hablar del Corazón de Cristo en este contexto es hablar de todo el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Señor, confiado de manera especial a nosotros para que lo hagamos presente en el mundo. Por eso, a la luz de las lecturas que hemos escuchado, reflexionemos juntos sobre cómo podemos contribuir a esta obra de salvación.
En la primera, el profeta Ezequiel nos habla de Dios como un pastor que guarda su rebaño, contando sus ovejas una por una: va en busca de las perdidas, cura a las heridas, sostiene a las débiles y enfermas (cf. Ez 34,11-16). Nos recuerda así, en un tiempo de grandes y terribles conflictos, que el amor del Señor, del cual estamos llamados a dejarnos abrazar y moldear, es universal, y que a sus ojos —y por tanto también a los nuestros— no hay lugar para divisiones ni odios de ningún tipo.
En la segunda lectura (cf. Rm 5,5-11), san Pablo, recordándonos que Dios nos reconcilió «cuando todavía éramos débiles» (v. 6) y «pecadores» (v. 8), nos invita a abandonarnos a la acción transformadora de su Espíritu que habita en nosotros, en un camino diario de conversión. Nuestra esperanza se basa en la conciencia de que el Señor nunca nos abandona; nos acompaña siempre. Sin embargo, estamos llamados a cooperar con Él, ante todo, poniendo en el centro de nuestra existencia la Eucaristía, «fuente y culmen de toda la vida cristiana» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 11); luego «por la fructuosa recepción de los sacramentos, sobre todo en la frecuente acción sacramental de la Penitencia» (Íd., Decr. Presbiterorum ordinis, 18); y, por último, con la oración, la meditación de la Palabra y el ejercicio de la caridad, conformando cada vez más nuestro corazón al del «Padre de las misericordias» (ibíd.).
Y esto nos lleva al Evangelio que hemos escuchado (cf. Lc 15,3-7), en el que se habla de la alegría de Dios —y de todo pastor que ama según su Corazón— por el regreso al redil de una sola de sus ovejas. Es una invitación a vivir la caridad pastoral con el mismo espíritu generoso del Padre, cultivando en nosotros su deseo: que nadie se pierda (cf. Jn 6,39), sino que todos, también a través de nosotros, conozcan a Cristo y tengan en Él la vida eterna (cf. Jn 6,40). Es una invitación a unirnos íntimamente a Jesús (cf. Presbiterorum ordinis, 14), semilla de concordia entre los hermanos, cargando sobre nuestros hombros a los que se han perdido, perdonando a los que han errado, yendo en busca de los que se han alejado o han quedado excluidos, cuidando a los que sufren en el cuerpo y en el espíritu, en un gran intercambio de amor que, naciendo del costado traspasado del Crucificado, circunda a todos los hombres e impregna al mundo. El Papa Francisco escribía al respecto: «De la herida del costado de Cristo sigue brotando ese río que jamás se agota, que no pasa, que se ofrece una y otra vez para quien quiera amar. Sólo su amor hará posible una humanidad nueva» (Carta enc. Dilexit nos, 219).
El ministerio sacerdotal es un ministerio de santificación y reconciliación para la unidad del Cuerpo de Cristo (cf. Lumen gentium, 7). Por eso, el Concilio Vaticano II pide a los presbíteros que hagan todo lo posible por «conducirlos a todos a la unidad de la caridad» (Presbiterorum ordinis, 9), armonizando las diferencias para que «nadie se sienta extraño» (ibíd.). Y les recomienda que estén unidos al obispo y al presbiterio (cf. ibíd., 7-8). En efecto, cuanto mayor sea la unidad entre nosotros, tanto más sabremos llevar también a los demás al redil del Buen Pastor, para vivir como hermanos en la única casa del Padre.
San Agustín, a este propósito, en un sermón pronunciado con ocasión del aniversario de su ordenación, hablaba de un fruto gozoso de comunión que une a los fieles, a los presbíteros y a los obispos, y que tiene su raíz en el sentirse todos rescatados y salvados por la misma gracia y por la misma misericordia. Pronunciaba, precisamente en ese contexto, la famosa frase: «Con ustedes soy cristiano y para ustedes, obispo» (Sermón 340,1).
Enla misa solemne del inicio de mi pontificado, he expresado ante el Pueblo de Dios un gran deseo: «una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado» (18 mayo 2025). Hoy vuelvo a compartirlo con todos ustedes: reconciliados, unidos y transformados por el amor que brota abundantemente del Corazón de Cristo, caminemos juntos tras sus huellas, humildes y decididos, firmes en la fe y abiertos a todos en la caridad, llevemos al mundo la paz del Resucitado, con esa libertad que nace de sabernos amados, elegidos y enviados por el Padre.
Y ahora, antes de concluir, me dirijo a ustedes, queridos ordenandos, que dentro de poco, por la imposición de las manos del Obispo y con una renovada efusión del Espíritu Santo, se convertirán en sacerdotes. Les digo algunas cosas simples, pero que considero importantes para su futuro y para el de las almas que les serán confiadas. Amen a Dios y a los hermanos, sean generosos, fervorosos en la celebración de los sacramentos, en la oración —especialmente en la adoración— y en el ministerio; sean cercanos a su grey, donen su tiempo y sus energías a todos, sin escatimarse, sin hacer diferencias, como nos enseñan el costado abierto del Crucificado y el ejemplo de los santos. Y a este propósito, recuerden que la Iglesia, en su historia milenaria, ha tenido —y tiene todavía hoy— figuras maravillosas de santidad sacerdotal. A partir de la comunidad de los orígenes, la Iglesia ha generado y conocido, entre sus sacerdotes, mártires, apóstoles incansables, misioneros y campeones de la caridad. Atesoren tanta riqueza: interésense por sus historias, estudien sus vidas y sus obras, imiten sus virtudes, déjense encender por su celo e invoquen con frecuencia y con insistencia su intercesión. Nuestro mundo propone muchas veces modelos de éxito y prestigio discutibles e inconsistentes. No se dejen embaucar por ellos. Miren más bien el sólido ejemplo y los frutos del apostolado, muchas veces escondido y humilde, de quien en la vida ha servido al Señor y a los hermanos con fe y dedicación, y mantengan su memoria con su fidelidad.
Encomendémonos finalmente todos a la maternal protección de la Bienaventurada Virgen María, Madre de los sacerdotes y Madre de la esperanza, que sea ella quien acompañe y sostenga nuestros pasos, para que podamos configurar cada vez más nuestro corazón con el de Cristo, sumo y eterno Pastor.
* «La memoria unifica nuestros corazones en el Corazón de Cristo y nuestra vida en la vida de Cristo, de modo que podamos llevar al Pueblo santo de Dios la Palabra y los Sacramentos de la salvación, para un mundo reconciliado en el amor. Sólo en el Corazón de Jesús encontramos nuestra verdadera humanidad de hijos de Dios y de hermanos entre nosotros. Por estas razones, hoy quiero hacerles una invitación urgente: ¡sean constructores de unidad y de paz!»
27 de junio de 2025.- (Camino Católico) “Déjense moldear por la gracia, custodien el fuego del Espíritu recibido para que, unidos a Él, puedan ser sacramento del amor de Jesús; un sacerdote santo hace florecer la santidad a su alrededor”. Lo dice el Papa León XIV en su mensaje de hoy, a todos los sacerdotes del mundo, en la Jornada de la Santificación Sacerdotal, que se celebra en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
En el mensaje, el Papa hace una exhortación urgente a ser “constructores de unidad y de paz”, pidiéndoles renovar ante el corazón de Cristo su “sí” a Dios y a su pueblo santo, sin temor a la fragilidad y dispuestos a la conversión. El texto íntegro del mensaje es el siguiente:
MENSAJE DEL SANTO PADRE
A LOS SACERDOTES EN OCASIÓN DE LA
JORNADA DE LA SANTIFICACIÓN SACERDOTAL
Queridos hermanos en el sacerdocio:
En esta Jornada de la Santificación Sacerdotal, que se celebra en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, me dirijo a cada uno de ustedes con un corazón agradecido y lleno de confianza.
El Corazón de Cristo, traspasado por amor, es la carne viva y vivificante que acoge a cada uno de nosotros, transformándonos a imagen del Buen Pastor. En él se comprende la verdadera identidad de nuestro ministerio: ardiendo por la misericordia de Dios, somos testigos gozosos de su amor que sana, acompaña y redime.
La fiesta de hoy renueva en nuestros corazones la llamada a la entrega total de nosotros mismos al servicio del Pueblo santo de Dios. Esta misión comienza con la oración y continúa en la unión con el Señor, quien reaviva continuamente en nosotros su don: la santa vocación al sacerdocio.
Hacer memoria de esta gracia, como afirma san Agustín, significa entrar en un «santuario amplio y sin fronteras» (Confesiones, X, 8.15), en donde no se custodia simplemente algo del pasado, sino que vuelve siempre nuevo y actual lo que allí se conserva. Sólo haciendo memoria vivimos y hacemos revivir lo que el Señor nos ha entregado, y nos pide, a su vez, transmitirlo en su nombre. La memoria unifica nuestros corazones en el Corazón de Cristo y nuestra vida en la vida de Cristo, de modo que podamos llevar al Pueblo santo de Dios la Palabra y los Sacramentos de la salvación, para un mundo reconciliado en el amor. Sólo en el Corazón de Jesús encontramos nuestra verdadera humanidad de hijos de Dios y de hermanos entre nosotros. Por estas razones, hoy quiero hacerles una invitación urgente: ¡sean constructores de unidad y de paz!
En un mundo marcado por tensiones crecientes, incluso dentro de las familias y de las comunidades eclesiales, el sacerdote está llamado a promover la reconciliación y generar comunión. Ser constructores de unidad y de paz significa ser pastores capaces de discernimiento, hábiles en el arte de recomponer los fragmentos de vida que se nos confían, para ayudar a las personas a encontrar la luz del Evangelio dentro de las tribulaciones de la existencia; significa ser sabios lectores de la realidad, yendo más allá de las emociones del momento, de los miedos y de las modas; significa ofrecer propuestas pastorales que generen y regeneren la fe, construyendo relaciones buenas, vínculos solidarios, comunidades donde brille el estilo de la fraternidad. Ser constructores de unidad y de paz no significa imponerse, sino servir. En particular, la fraternidad sacerdotal se convierte en signo creíble de la presencia del Resucitado entre nosotros cuando caracteriza el camino común de nuestros presbíteros.
Los invito entonces a renovar hoy, ante el Corazón de Cristo, su “sí” a Dios y a su Pueblo santo. Déjense moldear por la gracia, custodien el fuego del Espíritu recibido en la Ordenación para que, unidos a Él, puedan ser sacramento del amor de Jesús en el mundo. No le teman a su fragilidad: el Señor no busca sacerdotes perfectos, sino corazones humildes, disponibles a la conversión y dispuestos a amar como Él mismo nos ha amado.
Queridísimos hermanos sacerdotes, el Papa Francisco nos ha propuesto nuevamente la devoción al Sagrado Corazón como lugar de encuentro personal con el Señor (cf. Carta enc. Dilexit nos, 103), y por tanto como lugar donde llevar y reconciliar nuestros conflictos interiores y los que desgarran al mundo contemporáneo, porque «en Él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social» (ibíd., 28).
Durante este Año Santo, que nos invita a ser peregrinos de esperanza, nuestro ministerio será tanto más fecundo cuanto más esté arraigado en la oración, en el perdón, en la cercanía a los pobres, a las familias, a los jóvenes en busca de la verdad. No lo olviden: un sacerdote santo hace florecer la santidad a su alrededor.
Los encomiendo a María, Reina de los Apóstoles y Madre de los sacerdotes, y de todo corazón los bendigo.
27 de junio de 2025.- (Camino Católico) En la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, León XIV preside, en la basílica de San Pedro, la misa con 32 ordenaciones sacerdotales, con la que concluye también el Jubileo de los sacerdotes e invita a los sacerdotes a poner la Eucaristía en el centro, a meditar la Palabra, a ejercitar la caridad, a cuidar del pueblo de Dios y a cultivar la unidad en la Iglesia. Miren el sólido ejemplo de quien en la vida ha servido al Señor y a los hermanos con fe y dedicación, dice a los jóvenes sacerdotes. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.
* «El sacerdote, de hecho, es un amigo del Señor, llamado a vivir con Él una relación personal y confidencial, alimentada por la Palabra, la celebración de los sacramentos y la oración diaria. Esta amistad con Cristo es el fundamento espiritual del ministerio ordenado, el sentido de nuestro celibato y la energía del servicio eclesial al que dedicamos nuestra vida; nos sostiene en los momentos de prueba y nos permite renovar cada día el “sí” pronunciado al inicio de la vocación»
Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican Newsde la meditación del Santo Padre
* «Nuestro tiempo nos desafía, muchos parecen haberse alejado de la fe, pero en lo profundo de muchas personas, especialmente de los jóvenes, hay sed de infinito y de salvación. Muchos experimentan como una ausencia de Dios, pero cada ser humano está hecho para Él, y el designio del Padre es hacer de Cristo el corazón del mundo»
Camino Católico.- “Sólo quien vive en amistad con Cristo y está impregnado de su Espíritu puede anunciar con autenticidad, consolar con compasión y guiar con sabiduría. Esto requiere escucha profunda, meditación y una vida interior rica y ordenada”. Lo ha subrayado el Papa León XIV en un encuentro internacional con los sacerdotes encargados de la pastoral vocacional y la formación en los seminarios, que se ha celebrado en el Auditorium Conciliazione de Roma, en el marco del Jubileo de los Seminaristas y de los Sacerdotes, en la tarde del miércoles 26 de junio.
El encuentro “Sacerdotes Felices” ha sido organizado por el Dicasterio para el Clero con el tema del Evangelio de Juan: “Los he llamado amigos”. También ha estado presente el Cardenal Lazzaro You Heung-sik, prefecto del Dicasterio vaticano, al que el Pontífice ha agradecido por su labor “amplia y preciosa”, que a menudo se desarrolla “en silencio y discreción”.
El Pontífice ha recordado a los numerosos sacerdotes mártires, ha pedido una formación que fuera un camino de relación con el Señor y ha hablado de la crisis vocacional, afirmando que “Dios sigue llamando”. La invitación es a crear “ambientes y formas de pastoral juvenil imbuidas del Evangelio”, ya que muchos jóvenes parecen estar lejos de la fe.
El Papa León XIV ha llegado poco después de las 17:00 h, tras regresar de la Secretaría General del Sínodo, donde se ha reunido con los miembros del Consejo Ordinario. Entra por la escalera central del Auditorio y es recibido con una larga ovación por las aproximadamente 1700 personas presentes, acompañada de los habituales gritos de "¡Viva el Papa!" y "¡Papa León XIII!". En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:
MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO INTERNACIONAL
Sacerdotes felices: «Os he llamado amigos» (Jn 15,15)
PROMOVIDO POR EL DICASTERIO PARA EL CLERO
Auditorio de la Conciliazione, Roma
Jueves, 26 de junio de 2025
Comencemos con la señal de la cruz, ya que todos estamos aquí porque Cristo, que murió y resucitó, nos ha dado la vida y nos ha llamado a servir. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡La paz esté con ustedes!
[Saludo del cardenal Lazzaro You Heung-sik, Prefecto del Dicasterio para el Clero]
Queridos hermanos en el sacerdocio,
queridos formadores, seminaristas, animadores vocacionales, amigos en el Señor:
Es para mí una gran alegría estar hoy aquí con ustedes. En el corazón del Año Santo, juntos queremos dar testimonio de que es posible ser sacerdotes felices, porque Cristo nos ha llamado, Cristo nos ha hecho sus amigos (cf. Jn 15,15); es una gracia que queremos acoger con gratitud y responsabilidad.
Deseo agradecer al cardenal Lazzaro y a todos los colaboradores del Dicasterio para el Clero por su servicio generoso y competente; un trabajo vasto y valioso, que a menudo se lleva a cabo en silencio y con discreción y que produce frutos de comunión, formación y renovación.
Con este momento de intercambio fraterno, un intercambio internacional, podemos valorizar el patrimonio de experiencias ya maduradas, fomentando la creatividad, la corresponsabilidad y la comunión en la Iglesia, para que lo que se siembra con dedicación y generosidad en tantas comunidades pueda convertirse en luz y estímulo para todos.
Las palabras de Jesús: «Yo los llamo amigos» (Jn 15,15) no sólo son una declaración afectuosa hacia los discípulos, sino una auténtica clave para comprender el ministerio sacerdotal. El sacerdote, de hecho, es un amigo del Señor, llamado a vivir con Él una relación personal y confidencial, alimentada por la Palabra, la celebración de los sacramentos y la oración diaria. Esta amistad con Cristo es el fundamento espiritual del ministerio ordenado, el sentido de nuestro celibato y la energía del servicio eclesial al que dedicamos nuestra vida; nos sostiene en los momentos de prueba y nos permite renovar cada día el “sí” pronunciado al inicio de la vocación.
En particular, queridos hermanos, me gustaría extraer tres implicaciones de esta palabra clave para la formación al ministerio sacerdotal.
En primer lugar, la formación es un camino de relación. Convertirse en amigos de Cristo significa formarse en la relación, no sólo en las competencias. La formación sacerdotal, por lo tanto, no puede reducirse a la adquisición de nociones, sino que es un camino de familiaridad con el Señor que involucra a toda la persona: el corazón, la inteligencia, la libertad, y la moldea a imagen del Buen Pastor. Sólo quien vive en amistad con Cristo y está impregnado de su Espíritu puede anunciar con autenticidad, consolar con compasión y guiar con sabiduría. Esto requiere una escucha profunda, meditación y una vida interior rica y ordenada.
En segundo lugar, la fraternidad es un estilo esencial de la vida presbiteral. Convertirse en amigos de Cristo implica vivir como hermanos entre sacerdotes y entre obispos, no como competidores o de forma individualista. La formación debe ayudar a construir vínculos sólidos en el presbiterio como expresión de una Iglesia sinodal, en la que se crece juntos compartiendo las fatigas y las alegrías del ministerio. De hecho, ¿cómo podríamos nosotros, ministros, ser constructores de comunidades vivas, si no reinara ante todo entre nosotros una fraternidad efectiva y sincera?
Además, formar sacerdotes amigos de Cristo significa formar hombres capaces de amar, escuchar, orar y servir juntos. Por eso es necesario especialmente cuidar la preparación de los formadores, porque la eficacia de su trabajo depende ante todo del ejemplo de vida y de la comunión entre ellos. La misma institución de los seminarios nos recuerda que la formación de los futuros ministros ordenados no puede llevarse a cabo de manera aislada, sino que requiere la participación de todos los amigos y las amigas del Señor que viven como discípulos misioneros al servicio del Pueblo de Dios.
A este respecto, quisiera decir también unas palabras sobre las vocaciones. A pesar de los signos de crisis que atraviesan la vida y la misión de los presbíteros, Dios sigue llamando y permanece fiel a sus promesas. Es necesario que haya espacios adecuados para escuchar su voz. Por eso son importantes los ambientes y las formas de pastoral juvenil impregnadas del Evangelio, donde puedan manifestarse y madurar las vocaciones a la entrega total de sí. ¡Tengan el valor de hacer propuestas fuertes y liberadoras! Al mirar a los jóvenes que en nuestro tiempo dicen su generoso “aquí estoy” al Señor, todos sentimos la necesidad de renovar nuestro “sí”, de redescubrir la belleza de ser discípulos misioneros en el seguimiento de Cristo, el Buen Pastor.
Queridos hermanos, celebramos este encuentro en la víspera de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: es de esta “zarza ardiente” de donde proviene nuestra vocación; es de esta fuente de gracia de donde queremos dejarnos transformar.
La Encíclica del Papa Francisco Dilexit nos, si bien es un don precioso para toda la Iglesia, lo es de manera especial para nosotros, los sacerdotes. Esta nos interpela con fuerza, nos pide que custodiemos juntos la mística y el compromiso social, la contemplación y la acción, el silencio y el anuncio. Nuestro tiempo nos desafía, muchos parecen haberse alejado de la fe, pero en lo profundo de muchas personas, especialmente de los jóvenes, hay sed de infinito y de salvación. Muchos experimentan como una ausencia de Dios, pero cada ser humano está hecho para Él, y el designio del Padre es hacer de Cristo el corazón del mundo.
Por eso queremos recuperar juntos el impulso misionero. Una misión que propone con valentía y amor el Evangelio de Jesús. A través de nuestra acción pastoral, es el Señor mismo quien cuida de su rebaño, reúne a los dispersos, se inclina sobre los heridos, sostiene a los desanimados. Imitando el ejemplo del Maestro, crecemos en la fe y nos convertimos así en testigos creíbles de la vocación que hemos recibido. Cuando uno cree, se nota, la felicidad del ministro refleja un verdadero encuentro con Cristo, que lo sostiene en la misión y en el servicio.
Queridos hermanos en el sacerdocio, ¡gracias a ustedes que han venido desde lejos! Gracias a cada uno por su entrega cotidiana, especialmente en los lugares de formación, en las periferias existenciales y en los lugares difíciles, a veces peligrosos. Al recordar a los sacerdotes que han dado su vida, incluso hasta derramar su sangre, renovamos hoy nuestra disponibilidad a vivir sin reservas un apostolado de compasión y alegría.
¡Gracias por lo que son!, porque recuerdan a todos que es hermoso ser sacerdotes, y que cada llamada del Señor es ante todo una llamada a su alegría. No somos perfectos, pero somos amigos de Cristo, hermanos entre nosotros e hijos de su tierna Madre María, y esto nos basta.
Dirijámonos al Señor Jesús, a su Corazón misericordioso que arde de amor por cada persona. Pidámosle la gracia de ser discípulos misioneros y pastores según su voluntad: buscando a los que están perdidos, sirviendo a los pobres, guiando con humildad a los que nos han sido confiados. Que su Corazón inspire nuestros planes, transforme nuestros corazones y nos renueve en la misión. Los bendigo con afecto y rezo por todos ustedes.
[Un sacerdote le pregunta al Santo Padre si puede abrazarlo]
¡Que sea uno que represente a todos!, porque después los demás también querrán un abrazo. ¿Están de acuerdo? [Los sacerdotes responden: ¡Sí!] ¡Uno en nombre de todos! Entonces, ¡uno en nombre de todos!
[en español] ¡Que levante la mano quien viene de América Latina!
[en inglés] ¿Cuántos vienen de África?... ¿Cuántos de Asia?... ¿De Europa?... ¿De Estados Unidos?...
[Llega el sacerdote, se presenta y abraza al Santo Padre]
En representación de todos los presentes en este momento.
[en español] Para concluir, proponemos un momento de oración. [en italiano] Un momento muy breve, pero lo que he dicho antes en mis palabras es muy importante. Quiero subrayar la importancia de la vida espiritual del sacerdote. Tantas veces, cuando necesitamos ayuda: busquen un buen «acompañante», un director espiritual, un buen confesor. Nadie aquí está solo. Y aunque estés trabajando en la misión más lejana, ¡nunca estás solo! Traten de vivir lo que el Papa Francisco llamaba tantas veces la «cercanía»: cercanía con el Señor, cercanía con el obispo o el superior religioso, y cercanía también entre ustedes, porque realmente deben ser amigos, hermanos; vivir esta hermosa experiencia de caminar juntos sabiendo que estamos llamados a ser discípulos del Señor. Tenemos una gran misión y juntos podemos llevarla a cabo. Contemos siempre con la gracia de Dios, también con mi cercanía, y juntos podremos ser verdaderamente esta voz en el mundo. ¡Gracias!
Entonces, recemos juntos: Padre nuestro...
Y a María, nuestra Madre, digamos: Ave María...
[Bendición]
¡Felicidades a todos! ¡Que Dios los bendiga siempre!