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sábado, 27 de septiembre de 2025

Papa León XIV en la Audiencia Jubilar, 27-9-2025: «Jesús encontró en las personas de alma humilde, espacio en la mente y en el corazón para que Dios se revele; Dios es sencillo y se revela a los sencillos»

* «Jesús se alegra de ello, se llena de gozo, porque se da cuenta de que los pequeños intuyen. Tienen el sensus fidei, que es como un ‘sexto sentido’ de la gente sencilla para las cosas de Dios. Por esta razón, el pueblo de Dios posee una infalibilidad en su fe, de la cual la infalibilidad del Papa es expresión y servicio»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «Hoy, en Bilki, Ucrania, se proclama beato el sacerdote Pedro Pablo Oros, de la Eparquía de Mukachevo, asesinado en 1953 por odio a la fe. Cuando la Iglesia greco-católica fue proscrita, permaneció fiel al Sucesor de Pedro y continuó ejerciendo su ministerio con valentía en la clandestinidad, consciente de los riesgos. Invocamos la intercesión de este nuevo beato para que obtenga para el querido pueblo ucraniano una valiente perseverancia en la fe y la esperanza, a pesar de la tragedia de la guerra»

27 de septiembre de 2025.- (Camino Católico).- “Jesús encontró sobre todo en los pequeños, es decir, en las personas de alma humilde, espacio en la mente y en el corazón para que Dios se revele; Dios es sencillo y se revela a los sencillos” ha subrayado el Papa León XIV, esta mañana, en la audiencia jubilar de este sábado 27 de septiembre en la plaza San Pedro del Vaticano que congregaba en esta ocasión a los 35.000 peregrinos del Jubileo de los Catequistas.

En este sentido, el Pontífice ha recordado un episodio que vivió la Iglesia en el siglo IV en Milán, Italia, “que muestra cómo la esperanza puede nacer de la capacidad de intuición del pueblo”, citando el llamado vocacional de San Ambrosio.

Antes de saludar en italiano, León XIV ha dirigido un pensamiento al país del este de Europa, pidiendo la intercesión del sacerdote Pedro Pablo Oros, asesinado por odio a la fe, y que hoy, 27 de septiembre, es beatificado. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

AUDIENCIA JUBILAR

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

5. Esperar es intuir. Ambrosio de Milán

Plaza de San Pedro

Sábado, 27 de septiembre de 2025

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

El Jubileo nos convierte en peregrinos de esperanza, porque intuimos una gran necesidad de renovación que nos concierne a nosotros y a toda la tierra.

Acabo de decir «intuimos»: este verbo —intuir— describe un movimiento del espíritu, una inteligencia del corazón que Jesús encontró sobre todo en los pequeños, es decir, en las personas de alma humilde. A menudo, en efecto, las personas instruidas intuyen poco, porque presumen de saber. Es bueno, en cambio, tener todavía espacio en la mente y en el corazón para que Dios se revele. ¡Cuánta esperanza hay cuando surgen nuevas perspectivas en el pueblo de Dios!

Jesús se alegra de ello, se llena de gozo, porque se da cuenta de que los pequeños intuyen. Tienen el sensus fidei, que es como un ‘sexto sentido’ de la gente sencilla para las cosas de Dios. Dios es sencillo y se revela a los sencillos. Por esta razón, el pueblo de Dios posee una infalibilidad en su fe, de la cual la infalibilidad del Papa es expresión y servicio (cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Lumen Gentium, 12; Comisión Teológica Internacional, El Sensus Fidei en la Vida de la Iglesia, 30-40).

Quisiera recordar un momento de la historia de la Iglesia que muestra cómo la esperanza puede nacer de la capacidad de intuición del pueblo. En el siglo IV, en Milán, la Iglesia estaba desgarrada por grandes conflictos y la elección de un nuevo obispo se estaba convirtiendo en un verdadero tumulto. La autoridad civil, el gobernador Ambrosio, intervino y con una gran capacidad de escucha y mediación trajo la calma. Cuenta la historia que entonces se alzó la voz de un niño que gritó: ¡Ambrosio obispo! Y así también todo el pueblo exigió: ¡Ambrosio obispo!

Ambrosio ni siquiera estaba bautizado; Era solo un catecúmeno, es decir, se preparaba para el bautismo. Pero el pueblo percibió algo profundo en este hombre y lo eligió. Así, la Iglesia tuvo uno de sus obispos más destacados, un Doctor de la Iglesia.

Ambrosio al principio no quiere, incluso huye. Luego se da cuenta de que es una llamada de Dios, así que se deja bautizar y ordenar obispo. ¡Y se convierte en cristiano siendo obispo! ¿Ven el gran regalo que los pequeños dieron a la Iglesia? Incluso hoy, esta es una gracia que debemos pedir: ¡convertirnos en cristianos viviendo la llamada recibida! ¿Eres mamá, eres papá? Hazte cristiano como mamá y papá. ¿Eres empresario, trabajador, profesor, sacerdote, monja? Hazte cristiano en tu camino. La gente tiene este "olfato": entiende si nos estamos haciendo cristianos o no. Y puede corregirnos, puede indicarnos la dirección de Jesús.

A lo largo de los años, San Ambrosio retribuyó mucho a su pueblo. Por ejemplo, inventó nuevas formas de cantar salmos e himnos, de celebrar y de predicar. Él mismo sabía intuir, y así la esperanza se multiplicó. Agustín se convirtió por su predicación y fue bautizado por él. ¡Intuir es una forma de esperar, ¡no lo olvidemos!

Así es también como Dios hace avanzar a su Iglesia, mostrándole nuevos caminos. Intuir es la nariz de los pequeños para el Reino que viene. ¡Que el Jubileo nos ayude a hacernos pequeños según el Evangelio para intuir y servir los sueños de Dios! 

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis jubilar reflexionamos sobre un aspecto de la esperanza que es la intuición. Somos peregrinos de esperanza, porque intuimos que algo nos espera, y hacemos espacio en la mente y el corazón para que Dios pueda revelarse.

Un ejemplo de esta capacidad de intuición en la historia de la Iglesia es la vocación de san Ambrosio, a quien el pueblo sencillo eligió como obispo, antes incluso de haber sido bautizado. Habiendo acogido la llamada de Dios, Ambrosio supo dar mucho a su pueblo, intuyendo nuevos caminos de evangelización.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española y en modo especial a todos los catequistas. Pidamos al Señor que sepamos intuir su presencia en nuestra vida y, siguiendo sus huellas, sirvamos con generosidad a la Iglesia, irradiando esperanza. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho:                 

Hoy, en Bilki, Ucrania, se proclama beato el sacerdote Pedro Pablo Oros, de la Eparquía de Mukachevo, asesinado en 1953 por odio a la fe. Cuando la Iglesia greco-católica fue proscrita, permaneció fiel al Sucesor de Pedro y continuó ejerciendo su ministerio con valentía en la clandestinidad, consciente de los riesgos. Invocamos la intercesión de este nuevo beato para que obtenga para el querido pueblo ucraniano una valiente perseverancia en la fe y la esperanza, a pesar de la tragedia de la guerra.

Finalmente, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Que Cristo, la Puerta Santa que nos conduce al Padre, esté siempre en el centro de sus vidas, para que sean testigos convencidos y gozosos de su amor.

¡Mi bendición a todos!  

Papa León XIV





Fotos: Vatican Media, 27-9-2025

sábado, 20 de septiembre de 2025

Papa León XIV en la Audiencia Jubilar, 20-9-2025: «La virtud de la justicia consiste en la voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido; la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno»

* «Son muchos los episodios evangélicos en los que la acción humana es evaluada desde una justicia capaz de derrotar el mal del abuso, como recuerda la insistencia de la viuda que logra que el juez recupere el sentido de lo justo (cf. Lc 18,1-8). Pero también una justicia superior que paga al trabajador de la última hora igual que al que trabajó todo el día (cf. Mt 20,1-16); o aquella que hace de la misericordia la clave de interpretación de la relación y lleva a perdonar acogiendo al hijo que estaba perdido y fue encontrado (cf. Lc 15,11-32), o aún más, a perdonar no siete veces, sino setenta veces siete (cf. Mt 18,21-35). Es la fuerza del perdón, propia del mandamiento del amor, la que aparece como elemento constitutivo de una justicia capaz de unir lo sobrenatural con lo humano. La justicia evangélica, entonces, no aparta de la justicia humana, sino que la interroga y transforma: la impulsa a ir siempre más allá, porque la orienta hacia la búsqueda de la reconciliación. El mal no sólo debe sancionarse, sino también repararse, y para ello es necesaria una mirada profunda hacia el bien de las personas y el bien común»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «El Jubileo también invita a reflexionar sobre un aspecto de la justicia que muchas veces no se aborda lo suficiente: la realidad de tantos países y pueblos que tienen “hambre y sed de justicia”, porque sus condiciones de vida son tan injustas e inhumanas que resultan inaceptables. Al panorama internacional actual deberían aplicarse estas afirmaciones siempre válidas: ‘No puede gobernarse un estado sin justicia. Porque donde no hay justicia no puede haber tampoco un Derecho. Lo que se hace según Derecho se hace con justicia. Pero lo que se hace injustamente es imposible que sea según Derecho. […] Donde no hay justicia no hay Estado. La justicia, por otra parte, es la virtud que da a cada uno lo suyo. Ahora bien, ¿qué justicia humana es aquella que arranca al hombre del Dios verdadero?’. Las exigentes palabras de san Agustín nos inspiran a todos a dar siempre lo mejor en el ejercicio de la justicia al servicio del pueblo, con la mirada puesta en Dios, para respetar plenamente la justicia, el derecho y la dignidad de las personas»

20 de septiembre de 2025.- (Camino Católico).- “La virtud de la justicia, en particular, consiste en la voluntad constante y firme de dar a Dios y al prójimo lo que les corresponde. Desde esta perspectiva, para el creyente, la justicia dispone a respetar los derechos de cada persona y establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad hacia las personas y el bien común” ha dicho el Papa León XIV a los trabajadores de justicia con ocasión del jubileo dedicado a ellos, hoy, 20 de septiembre, en la plaza de San Pedro, en la audiencia jubilar a la que han asistido decenas de miles de fieles, 12.000 de ellos del ámbito judicial, según el Vaticano.

El acto comienza con un breve saludo del arzobispo Rino Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, y el Papa es saludado por los miles de fieles, entre los que hay magistrados, abogados, representantes de asociaciones y universidades y muchos otros procedentes de todo el mundo que trabajan en el "vasto campo de la justicia".

A continuación, el Pontífice dirige su discurso a todos los presentes y deseó que las "desafiantes" palabras del santo inspirador de la familia religiosa a la que pertenece, escritas en la obra De civitate Dei, puedan ser una guía para crear sociedades más equitativas: "Sin justicia no se puede administrar el Estado; es imposible tener derecho en un Estado donde no hay verdadera justicia" y "la justicia es, en efecto, la virtud que distribuye a cada uno lo suyo. Ahora bien, ¿qué justicia humana es aquella que arranca al hombre del Dios verdadero?”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

JUBILEO DE LOS TRABAJADORES POR LA JUSTICIA

DISCURSO DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

Sábado, 20 de septiembre de 2025

¡Muy buenos días a todos! Good morning and welcome!

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra recibirlos con ocasión del Jubileo dedicado a quienes, de distintas maneras, trabajan en el amplio campo de la justicia. Saludo a las distinguidas autoridades presentes, venidas de muchos países en representación de diferentes cortes, y a todos ustedes que cada día realizan un servicio necesario para la relación ordenada entre las personas, las comunidades y los estados. Saludo también a los demás peregrinos que se han unido a este Jubileo. El Jubileo nos convierte a todos en peregrinos que, al redescubrir los signos de la esperanza que no defrauda, desean «recuperar la confianza necesaria —tanto en la Iglesia como en la sociedad— en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación» (Bula de convocación del Jubileo, 25).

Qué mejor ocasión para reflexionar más de cerca sobre la justicia y su función, que sabemos es indispensable tanto para el desarrollo ordenado de la sociedad como virtud cardinal que inspira y orienta la conciencia de cada hombre y mujer. La justicia, en efecto, está llamada a cumplir una función superior en la convivencia humana, que no puede reducirse a la simple aplicación de la ley o al trabajo de los jueces, ni limitarse a los aspectos procedimentales.

«Tú amas la justicia y odias la iniquidad» (Sal 45,8), nos recuerda la expresión bíblica, exhortando a cada uno de nosotros a hacer el bien y evitar el mal. O también, ¡cuánta sabiduría contiene la máxima “Dar a cada uno lo que es suyo”! Y, sin embargo, todo esto no agota el deseo profundo de lo justo que está en cada uno de nosotros, esa sed de justicia que es el instrumento clave para construir el bien común en toda sociedad humana. En la justicia se unen la dignidad de la persona, su relación con el otro y la dimensión de la comunidad hecha de convivencia, estructuras y reglas comunes. Una circularidad de la relación social que pone en el centro el valor de cada ser humano, que debe protegerse mediante la justicia frente a los diferentes conflictos que pueden surgir en la acción individual, o en la pérdida de sentido común que incluso puede afectar a instituciones y estructuras.

La tradición nos enseña que la justicia es, ante todo, una virtud, es decir, una disposición firme y estable que orienta nuestra conducta según la razón y la fe [1]. La virtud de la justicia, en particular, consiste en la «constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido» [2]. En esta perspectiva, para el creyente, la justicia dispone «a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común» [3], objetivo que garantiza un orden en defensa del débil, de aquel que pide justicia porque es víctima de opresión, exclusión o indiferencia.

Son muchos los episodios evangélicos en los que la acción humana es evaluada desde una justicia capaz de derrotar el mal del abuso, como recuerda la insistencia de la viuda que logra que el juez recupere el sentido de lo justo (cf. Lc 18,1-8). Pero también una justicia superior que paga al trabajador de la última hora igual que al que trabajó todo el día (cf. Mt 20,1-16); o aquella que hace de la misericordia la clave de interpretación de la relación y lleva a perdonar acogiendo al hijo que estaba perdido y fue encontrado (cf. Lc 15,11-32), o aún más, a perdonar no siete veces, sino setenta veces siete (cf. Mt 18,21-35). Es la fuerza del perdón, propia del mandamiento del amor, la que aparece como elemento constitutivo de una justicia capaz de unir lo sobrenatural con lo humano.

La justicia evangélica, entonces, no aparta de la justicia humana, sino que la interroga y transforma: la impulsa a ir siempre más allá, porque la orienta hacia la búsqueda de la reconciliación. El mal no sólo debe sancionarse, sino también repararse, y para ello es necesaria una mirada profunda hacia el bien de las personas y el bien común. Es una tarea difícil, pero no imposible para quien, consciente de desempeñar un servicio más exigente que otros, se compromete a mantener una vida intachable.

Como sabemos, la justicia se hace concreta cuando se orienta hacia los demás, cuando a cada uno se le da lo que le corresponde, hasta alcanzar la igualdad en la dignidad y en las oportunidades entre los seres humanos. Somos conscientes, sin embargo, de que la igualdad real no es la meramente formal ante la ley. Esta igualdad, aunque indispensable para el correcto ejercicio de la justicia, no elimina el hecho de que existen crecientes discriminaciones cuyo primer efecto es precisamente la falta de acceso a la justicia. La verdadera igualdad, en cambio, es la posibilidad de que todos puedan realizar sus aspiraciones y ver garantizados los derechos inherentes a su dignidad, respaldados por un sistema de valores comunes y compartidos, capaces de inspirar normas y leyes que sostengan el funcionamiento de las instituciones.

Hoy, lo que interpela a los operadores de justicia es precisamente la búsqueda o la recuperación de los valores olvidados en la convivencia, su cuidado y su respeto. Se trata de un proceso necesario, frente a la expansión de conductas y estrategias que muestran desprecio por la vida humana desde su inicio, que niegan derechos fundamentales para la existencia personal y no respetan la conciencia de la que nacen las libertades. Precisamente mediante los valores que están en la base de la vida social, la justicia asume su papel central en la convivencia de las personas y de las comunidades humanas. Como escribía san Agustín: «la justicia no puede ser sino prudente, fuerte y templada» [4]. Esto requiere la capacidad de pensar siempre a la luz de la verdad y de la sabiduría, de interpretar la ley yendo más allá de lo puramente formal, para captar el sentido profundo de la verdad a la que servimos. Tender hacia la justicia, entonces, requiere amarla como una realidad a la que sólo se llega si se unen la atención constante, el desinterés radical y un discernimiento perseverante. Quien ejerce la justicia se pone al servicio de las personas, del pueblo y del estado, con plena y constante dedicación. La grandeza de la justicia no disminuye cuando se aplica en lo pequeño, sino que siempre resalta cuando se ejerce con fidelidad al derecho y respeto a la persona, en cualquier parte del mundo [5].

«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» (Mt 5,6). Con esta bienaventuranza, el Señor Jesús quiso expresar la tensión espiritual a la que es necesario estar abiertos, no sólo para alcanzar una verdadera justicia, sino sobre todo para buscarla, en particular, aquellos que deben aplicarla en las diferentes situaciones históricas. Tener “hambre y sed” de justicia significa ser conscientes de que exige el esfuerzo personal de interpretar la ley de la manera más humana posible, pero también pide aspirar a una “saciedad” que solo puede cumplirse en una justicia mayor, que trasciende las situaciones particulares.

Queridos amigos, el Jubileo también invita a reflexionar sobre un aspecto de la justicia que muchas veces no se aborda lo suficiente: la realidad de tantos países y pueblos que tienen “hambre y sed de justicia”, porque sus condiciones de vida son tan injustas e inhumanas que resultan inaceptables. Al panorama internacional actual deberían aplicarse estas afirmaciones siempre válidas: «No puede gobernarse un estado sin justicia. Porque donde no hay justicia no puede haber tampoco un Derecho. Lo que se hace según Derecho se hace con justicia. Pero lo que se hace injustamente es imposible que sea según Derecho. […] Donde no hay justicia no hay Estado. La justicia, por otra parte, es la virtud que da a cada uno lo suyo. Ahora bien, ¿qué justicia humana es aquella que arranca al hombre del Dios verdadero?» [6]. Las exigentes palabras de san Agustín nos inspiran a todos a dar siempre lo mejor en el ejercicio de la justicia al servicio del pueblo, con la mirada puesta en Dios, para respetar plenamente la justicia, el derecho y la dignidad de las personas.

Con este deseo, les agradezco y bendigo de corazón a cada uno de ustedes, a sus familias y a su trabajo. 

Papa León XIV

_______________________________________

[1] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1804.

[2]  Ibíd, n. 1807.

[3]  Ibíd.

[4] S. Agustín, Cartas 167, 2, 5.

[5]Cf. Íd., De doctrina christiana IV, 18, 35.

[6] Íd., De civitate Dei, XIX, 21, 1.






Fotos: Vatican Media, 20-9-2025

sábado, 6 de septiembre de 2025

Papa León XIV en la Audiencia Jubilar, 6-9-2025: «El tesoro que enciende la esperanza es la vida de Jesús y su cruz es el mayor descubrimiento de la vida, el valor que transforma todos los valores»

 

* «Cultivar el corazón requiere esfuerzo. Es el trabajo más grande. Pero cavando encontramos; abajándonos nos acercamos cada vez más a ese Señor que se despojó de sí mismo para hacerse como nosotros. Su cruz está bajo la corteza de nuestra tierra. Podemos caminar con orgullo, pisoteando distraídamente el tesoro que yace bajo nuestros pies. Sin embargo, si nos volvemos como niños, conoceremos otro Reino, otra fuerza. Dios siempre está debajo de nosotros, para levantarnos»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

6 de septiembre de 2025.- (Camino Católico).- “El tesoro que enciende la esperanza es, de hecho, la vida de Jesús: Debemos ponernos en camino tras sus huellas. … ¡Aquí está el tesoro escondido por el que lo vendemos todo! La cruz de Jesús es el mayor descubrimiento de la vida, el valor que transforma todos los valores” ha reflexionado el Papa León XIV, ante 25.000 mil peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para la Audiencia Jubilar, celebrada esta mañana, 6 de septiembre.


El Pontífice ha saludado a los fieles con un recorrido en papamóvil, y ha dado la bienvenida subrayando cómo en Roma, "ciudad rica en historia", podemos "ser confirmados en la fe, en la caridad y en la esperanza". El Santo Padre ha utilizado este último elemento, que es también el tema del Año Santo, como punto de partida para su reflexión sobre la parábola de Jesús sobre el tesoro escondido en el campo, tomada del Evangelio de Mateo. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

AUDIENCIA JUBILAR

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

Sábado, 6 de septiembre de 2025

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Bienvenidos a todos los peregrinos que han llegado a Roma desde tan diversos lugares. En esta ciudad rica en historia, podemos fortalecernos en la fe, la caridad y la esperanza. Hoy nos centraremos en un aspecto particular de la esperanza.

Quisiera comenzar con un recuerdo: de niños, hundir las manos en la tierra tenía una fascinación especial. Lo recordamos, y quizá todavía lo recordemos: ¡nos hace bien observar cómo juegan los niños! Cavar en la tierra, romper la dura corteza del mundo y ver lo que hay debajo...

Lo que Jesús describe en la parábola del tesoro en el campo (cf. Mt 13,44) ya no es un juego de niños, pero la alegría de la sorpresa sigue siendo la misma. Y el Señor nos dice: este es el Reino de Dios. De hecho, así es como se encuentra el Reino de Dios. La esperanza se reaviva cuando excavamos y rompemos la corteza de la realidad, cuando vamos más allá de la superficie.

Hoy quisiera recordarles que, en cuanto tuvieron la libertad de vivir públicamente como cristianos, los discípulos de Jesús comenzaron a excavar, especialmente en los lugares de su pasión, muerte y resurrección. La tradición oriental y occidental recuerda a Flavia Julia Helena, madre del emperador Constantino, como el alma de esas búsquedas. Una mujer que busca. Una mujer que excava. El tesoro que enciende la esperanza es, de hecho, la vida de Jesús: Debemos ponernos en camino tras sus huellas..

¡Cuántas otras cosas podría haber hecho una emperatriz! ¡Qué lugares nobles podría haber preferido a la periferia de Jerusalén! ¡Cuántos placeres y honores de la corte! Nosotros también, hermanas y hermanos, podemos descansar tranquilos en nuestros puestos de poder y en las riquezas, mayores o menores, que nos dan seguridad. Así perdemos la alegría de nuestra infancia, ese deseo de excavar e inventar que hace nuevo cada día. «Inventar» —ya saben— significa en latín «encontrar». El gran «invento» de Helena fue el descubrimiento de la Santa Cruz. ¡Aquí está el tesoro escondido por el que lo vendemos todo! La cruz de Jesús es el mayor descubrimiento de la vida, el valor que transforma todos los valores.

Helena pudo comprender esto, quizás, porque llevaba mucho tiempo cargando con su propia cruz. No nació en la corte: se dice que era una posadera de origen humilde, de quien se enamoró el futuro emperador Constancio. Se casó con ella, pero por razones de poder, no dudó en divorciarse, separándola de su hijo Constantino durante años. Una vez que Constantino se convirtió en emperador, él mismo le causó no poco dolor y decepción, pero Helena siempre fue ella misma: una mujer en búsqueda. Había decidido convertirse al cristianismo y siempre practicó la caridad, sin olvidar jamás a los humildes de quienes ella misma provenía.

Tal dignidad y fidelidad a la conciencia, queridos hermanos y hermanas, cambian el mundo incluso hoy: nos acercan al tesoro, como el trabajo de un agricultor. Cultivar el corazón requiere esfuerzo. Es el trabajo más grande. Pero cavando encontramos; abajándonos nos acercamos cada vez más a ese Señor que se despojó de sí mismo para hacerse como nosotros. Su cruz está bajo la corteza de nuestra tierra.

Podemos caminar con orgullo, pisoteando distraídamente el tesoro que yace bajo nuestros pies. Sin embargo, si nos volvemos como niños, conoceremos otro Reino, otra fuerza. Dios siempre está debajo de nosotros, para levantarnos.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis destacamos un aspecto de la virtud teologal de la esperanza. Así como a los niños les gusta jugar con la tierra, excavar y romper la superficie endurecida para ver lo que hay debajo, la esperanza se reaviva cuando rompemos la superficie de la realidad con el fin de ir más allá.

Santa Elena, la madre del emperador Constantino, fue una persona que no se conformó con lo superficial de las riquezas y las apariencias a las que tenía acceso una emperatriz. Fue una mujer que estaba en búsqueda, hasta que encontró el tesoro más preciado: la cruz de Jesucristo, a la cual se unió profundamente con su vida humilde, dedicada a la caridad.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y de América Latina. Los invito a permanecer siempre en actitud de búsqueda, para que podamos encontrar el tesoro que Dios nos ofrece. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho: 

Finalmente, mi pensamiento va a los enfermos, los recién casados ​​y los jóvenes, entre quienes saludo con afecto a los estudiantes del Instituto Marcello Candia de Seregno, a los Scouts de Varese y a los de Agropoli y Padua. La festividad litúrgica de pasado mañana, la Natividad de la Santísima Virgen María, me inspira a animarlos a caminar siempre, como María, por los caminos del Señor.

¡Mi bendición a todos!

Papa León XIV








Fotos: Vatican Media, 6-9-2025