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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Papa Francisco: «La esperanza es un don que Dios nos ofrece cada día y hay que acoger; Es esperar algo que ya se nos ha dado: la salvación en el amor eterno e infinito de Dios»

* «Dios nos es fiel, nuestra tarea es responder a esa fidelidad. Pero cuidado: no somos nosotros quienes generamos esta fidelidad, es un don de Dios que actúa en nosotros si nos dejamos modelar por su fuerza de amor, el Espíritu Santo que actúa como un soplo de inspiración en nuestros corazones. Nos corresponde, pues, invocar este don: ‘¡Señor, concédeme serte fiel en la esperanza!’»    

Camino Católico.-  Publicamos el texto íntegro, -avanzado por Vatican News- del prefacio de Francisco al libro "La esperanza es una luz en la noche", una antología de meditaciones del Pontífice publicada por LEV sobre la "humilde virtud" en vista del Año Santo: "Entrenémonos a reconocer la esperanza, nos asombraremos de cuánto bien existe en el mundo". Así lo explica el Santo Padre:

Portada del libro del Papa Francisco "La esperanza es una luz en la noche"

El Jubileo de 2025, Año Santo que he querido dedicar al tema "Peregrinos de la esperanza", es una ocasión propicia para reflexionar sobre esta virtud cristiana fundamental y decisiva. Sobre todo en tiempos como los que estamos viviendo, en los que la tercera guerra mundial en pedazos que se desarrolla ante nuestros ojos puede llevarnos a asumir actitudes de sombrío desaliento y de mal disimulado cinismo.

La esperanza, en cambio, es un don y una tarea para todo cristiano. Es un don porque es Dios quien nos la ofrece. Esperar, en efecto, no es un mero acto de optimismo, como cuando a veces esperamos aprobar un examen en la universidad ("Esperemos que lo consigamos") o esperamos que haga buen tiempo para salir de viaje un domingo de primavera ("Esperemos que haga buen tiempo"). No, esperar es esperar algo que ya se nos ha dado: la salvación en el amor eterno e infinito de Dios. Ese amor, esa salvación que da sabor a nuestro vivir y que constituye el gozne sobre el que el mundo se mantiene en pie, a pesar de todas las maldades y nefandades causadas por nuestros pecados de hombres y mujeres. Esperar, pues, es acoger este don que Dios nos ofrece cada día. Esperar es saborear la maravilla de ser amados, buscados, deseados por un Dios que no se ha encerrado en sus cielos impenetrables, sino que se ha hecho carne y sangre, historia y días, para compartir nuestra suerte.

La esperanza es también una tarea que los cristianos tienen el deber de cultivar y poner en valor para el bien de todos sus hermanos y hermanas. La tarea consiste en permanecer fieles al don recibido, como acertadamente observó Madeleine Delbrêl, una mujer francesa del siglo XX, capaz de llevar el Evangelio a las periferias, tanto geográficas como existenciales, del París de mediados de siglo, marcado por la descristianización. Madeleine Delbrêl escribió: "La esperanza cristiana nos asigna como lugar esa estrecha línea de cresta, esa frontera donde nuestra vocación exige que optemos, cada día y cada hora, por ser fieles a la fidelidad de Dios para con nosotros". Dios nos es fiel, nuestra tarea es responder a esa fidelidad. Pero cuidado: no somos nosotros quienes generamos esta fidelidad, es un don de Dios que actúa en nosotros si nos dejamos modelar por su fuerza de amor, el Espíritu Santo que actúa como un soplo de inspiración en nuestros corazones. Nos corresponde, pues, invocar este don: "¡Señor, concédeme serte fiel en la esperanza!".

He dicho que esperar es un don de Dios y una tarea de los cristianos. Y vivir la esperanza requiere una "mística de los ojos abiertos", como la llamaba el gran teólogo Joseph-Baptist Metz: saber discernir, en todas partes, las pruebas de la esperanza, la irrupción de lo posible en lo imposible, la gracia allí donde parecería que el pecado ha erosionado toda confianza. Hace algún tiempo tuve la oportunidad de dialogar con dos testigos excepcionales de la esperanza, dos padres: uno israelí, Rami, y otro palestino, Bassam. Ambos han perdido a sus hijas en el conflicto que ensangrienta Tierra Santa desde hace ya demasiadas décadas. Pero sin embargo, en nombre de su dolor, del sufrimiento que sintieron por la muerte de sus dos pequeñas hijas -Smadar y Abir- se han convertido en amigos, más aún, en hermanos: viven el perdón y la reconciliación como un gesto concreto, profético y auténtico. Conocerlos me dio tanta, tanta esperanza. Su amistad y fraternidad me enseñaron que el odio, concretamente, puede no tener la última palabra. La reconciliación que experimentan como individuos, profecía de una reconciliación mayor y más amplia, es un signo invencible de esperanza. Y la esperanza nos abre a horizontes impensables.

Invito a cada lector de este texto a realizar un gesto sencillo pero concreto: por la noche, antes de acostarse, repasando los acontecimientos que ha vivido y los encuentros que ha tenido, vaya en busca de un signo de esperanza en el día que acaba de terminar. Una sonrisa de alguien de quien no se lo esperaban, un acto de gratuidad observado en la escuela, una amabilidad encontrada en el lugar de trabajo, un gesto de ayuda, aunque sea pequeño: la esperanza es, en efecto, una "virtud infantil", como escribió Charles Péguy. Y tenemos que volver a ser niños, con sus ojos asombrados sobre el mundo, para encontrarlo, conocerlo y apreciarlo. Entrenémonos a reconocer la esperanza. Entonces podremos maravillarnos de todo lo bueno que existe en el mundo. Y nuestro corazón se iluminará de esperanza. Entonces podremos ser faros de futuro para quienes nos rodean.

Ciudad del Vaticano, 2 de octubre de 2024

Francisco


Fotos: Vatican Media, 6-11-2024

martes, 17 de septiembre de 2024

Papa Francisco a los jóvenes en mensaje para JMJ: «Caminen en la esperanza que vence todo cansancio, crisis y ansiedad, porque es un regalo de Dios que nos ilumina el camino y la meta de nuestra vida»

* «La esperanza es precisamente una fuerza nueva, que Dios infunde en nosotros, que nos permite perseverar en el camino, que nos hace tener una “mirada amplia” que va más allá de las dificultades del momento y nos dirige hacia una meta concreta: la comunión con Dios y la plenitud de la vida eterna» 

17 de septiembre de 2024.- (Camino Católico) En su mensaje para la XXXIX JMJ, el Papa habla de las nuevas generaciones, que a menudo pagan el precio más alto por las guerras, la injusticia social, la desigualdad, la pobreza y la explotación del ser humano y de la creación. La invitación, también con vistas al Jubileo, es a superar la apatía y el refugio en las transgresiones: a ponerse en camino, no como meros turistas, sino como peregrinos.

Francisco exhorta así a los jóvenes: “¡Caminen en la esperanza! La esperanza vence todo cansancio, toda crisis y toda ansiedad, dándonos una fuerte motivación para seguir adelante, porque esta esperanza es un regalo que recibimos de Dios mismo. Él colma de sentido todo nuestro tiempo, nos ilumina en el camino, nos indica la dirección y la meta de nuestra vida”. El texto completo del mensaje del Santo Padre es el siguiente:

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA XXXIX JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD 

24 de noviembre de 2024

Los que esperan en el Señor caminan sin cansarse (cf. Is 40,31)

Queridos jóvenes:

El año pasado comenzamos a recorrer el camino de la esperanza hacia el gran Jubileo, reflexionando sobre la expresión paulina «alegres en la esperanza» (cf. Rm 12,12). Precisamente para prepararnos a la peregrinación jubilar del 2025, este año nos inspiramos en el profeta Isaías, que afirma: “Los que esperan en el Señor caminan sin cansarse” (cf. Is 40,31). Esta expresión está tomada del llamado Libro de la Consolación (Is 40-55), en el que se anuncia el fin del exilio de Israel en Babilonia y el inicio de una nueva etapa de esperanza y de renovación para el pueblo de Dios, que puede volver a su patria gracias a un nuevo “camino” que, en la historia, el Señor abre para sus hijos (cf. Is 40,3).

También nosotros, hoy vivimos tiempos marcados por situaciones dramáticas que generan desesperación e impiden mirar el futuro con serenidad: la tragedia de la guerra, las injusticias sociales, las desigualdades, el hambre, la explotación del ser humano y de la creación. Frecuentemente los que pagan el precio más alto son ustedes los jóvenes, que perciben la incertidumbre del futuro y no vislumbran posibilidades claras a sus sueños, corriendo así el riesgo de vivir sin esperanza, prisioneros del hastío y de la tristeza, a veces arrastrados por la ilusión de la delincuencia y las conductas destructivas (cf. Bula Spes non confundit, 12). Por ello, queridos jóvenes, me gustaría que, como le sucedió a Israel en Babilonia, también a ustedes llegue el mensaje de esperanza: del mismo modo hoy el Señor abre frente a ustedes un camino y los invita a recorrerlo con gozo y esperanza.    

1. La peregrinación de la vida y sus retos

Isaías profetiza un “caminar sin cansarse”. Reflexionemos entonces en estos dos aspectos: el caminar y el cansancio.

Nuestra vida es una peregrinación, un viaje que nos impulsa más allá de nosotros mismos, un camino en búsqueda de la felicidad; y la vida cristiana, en particular, es una peregrinación hacia Dios, nuestra salvación y plenitud de todo bien. Las metas, las conquistas y los éxitos a lo largo del camino, si se quedan sólo en el ámbito material, después de un primer momento de satisfacción nos dejan aún sedientos, deseosos de un sentido más profundo. En efecto, no sacian plenamente nuestra alma porque fuimos creados por Aquel que es infinito y, por esa razón, habita en nosotros el deseo de la trascendencia, la constante inquietud hacia el cumplimiento de las aspiraciones más grandes, hacia “algo mayor”. Por lo tanto, como se los he dicho muchas veces, “ver la vida desde el balcón”, para ustedes, los jóvenes, no puede ser suficiente.

No obstante, es normal que, aunque hayamos iniciado nuestros recorridos con entusiasmo, tarde que temprano comencemos a sentir cansancio. En algunos casos, lo que provoca ansiedad y cansancio interior son las presiones sociales que constriñen a alcanzar ciertos estándares de éxito en los estudios, el trabajo y la vida personal. Esto produce depresión, ya que vivimos en el afán de un activismo vacío que nos lleva a llenar el día con miles de cosas y, a pesar de ello, tener la sensación de nunca hacer lo suficiente y nunca estar a la altura. A este cansancio se une frecuentemente el hastío. Es ese estado de apatía e insatisfacción de quien no se involucra en nada, no se decide, no elige, nunca arriesga y prefiere permanecer en su zona de confort, encerrado en sí mismo, viendo y juzgando el mundo detrás de una pantalla, sin jamás “ensuciarse las manos” con los problemas, con los demás, con la vida. Este tipo de cansancio es como un cemento en el cual están sumergidos nuestros pies, que termina por endurecerse, se vuelve pesado, nos paraliza y nos impide caminar. ¡Prefiero el cansancio de quien está en camino que el hastío de quien permanece detenido y sin deseo de caminar!       

La solución al cansancio, paradójicamente, no es detenerse a descansar. Es más bien ponerse en camino y volverse peregrinos de esperanza. Esta es mi exhortación: ¡caminen en la esperanza! La esperanza vence todo cansancio, toda crisis y toda ansiedad, dándonos una fuerte motivación para seguir adelante, porque esta esperanza es un regalo que recibimos de Dios mismo. Él colma de sentido todo nuestro tiempo, nos ilumina en el camino, nos indica la dirección y la meta de nuestra vida. El apóstol san Pablo utilizó la imagen del atleta en el estadio que corre para recibir el premio de la victoria (cf. 1 Co 9,24). Quien de entre ustedes haya participado en una carrera —no como espectador, sino como protagonista— sabe bien la fuerza interior que se necesita para alcanzar la meta. La esperanza es precisamente una fuerza nueva, que Dios infunde en nosotros, que nos permite perseverar en el camino, que nos hace tener una “mirada amplia” que va más allá de las dificultades del momento y nos dirige hacia una meta concreta: la comunión con Dios y la plenitud de la vida eterna. Si hay un objetivo grandioso, si la vida no está dirigida hacia la nada, si nada de cuanto sueño, proyecto y realizo se perderá, entonces vale la pena seguir caminando y sudando, soportando los obstáculos y afrontando los cansancios, porque la recompensa final es maravillosa.

2. Peregrinos en el desierto

En la peregrinación de la vida habrá retos inevitables que afrontar. Antiguamente, en las peregrinaciones más largas, había que enfrentarse a los cambios de las estaciones y el clima; atravesar hermosas praderas y bosques frescos, pero también montes nevados y áridos desiertos. Del mismo modo, para el creyente, el peregrinar de la vida y el camino hacia la meta lejana siguen siendo fatigosos, como lo fue para el pueblo de Israel el viaje por el desierto hacia la Tierra prometida. 

Así pasa con ustedes. Incluso para los que han recibido el don de la fe, ha habido momentos felices en los que Dios ha estado presente y lo han sentido cercano, y otros momentos en los que han experimentado la soledad. Puede suceder que al entusiasmo inicial en el estudio o en el trabajo, o ante el impulso de seguir a Cristo —ya sea en el matrimonio, en el sacerdocio o en la vida consagrada— sigan momentos de crisis, que hacen que la vida parezca como una difícil travesía por el desierto. Estos tiempos de crisis, sin embargo, no son perdidos o inútiles, sino que pueden transformarse en ocasiones importantes para crecer. Son periodos de purificación de la esperanza. De hecho, en estas crisis muchas falsas “esperanzas”, que resultan demasiado pequeñas para nuestro corazón, se desvanecen; quedan desenmascaradas y, así, quedamos al desnudo frente a nosotros mismos y ante las cuestiones fundamentales de la vida, lejos de todo espejismo. Y en ese momento, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿en qué esperanzas fundamento mi vida?, ¿son reales o son ilusorias?

En esos momentos, el Señor no nos abandona; se hace cercano a nosotros mostrándonos su paternidad y nos da siempre el pan que reaviva nuestras fuerzas y nos pone de nuevo en camino. Recordemos que al pueblo en el desierto le dio el maná (cf. Ex 16) y al profeta Elías, cansado y desanimado, le ofreció dos veces pan y agua para que pudiera caminar durante «cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb» (cf. 1 R 19,3-8). En estos relatos bíblicos, la fe de la Iglesia ha visto prefigurado el don precioso de la Eucaristía, verdadero maná y verdadero viático, que Dios nos da para sostenernos en nuestro camino. Como decía el beato Carlos Acutis, la Eucaristía es la autopista hacia el cielo. Él fue un joven que hizo de la Eucaristía su cita cotidiana más importante. Así, íntimamente unidos al Señor, caminamos sin cansarnos porque Él camina con nosotros (cf. Mt 28, 20). Los invito a redescubrir este gran don de la Eucaristía.

En los inevitables momentos de fatiga que acompañan nuestra peregrinación por este mundo, aprendamos entonces a descansar como Jesús y en Jesús. Él, que aconseja a los discípulos descansar, al volver de su misión (cf. Mc 6,31), reconoce vuestra necesidad de descanso físico, de tiempo de esparcimiento, para disfrutar de la compañía de los amigos, para hacer deporte e incluso para dormir. Pero hay un descanso aún más profundo, el descanso del alma, que muchos buscan y pocos logran, y que sólo se halla en Cristo. Sepan que todo cansancio interior puede encontrar alivio en el Señor, que les dice: «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré» (Mt 11, 28). Cuando el cansancio del camino los agobie, vuélvanse a Jesús, aprendan a descansar en Él y a permanecer en Él, porque “los que esperan en el Señor caminan sin cansarse” (cf. Is 40,31).

3. De turistas a peregrinos

Queridos jóvenes, la invitación que les hago es a ponerse en camino, a descubrir la vida, tras las huellas del amor, en busca del rostro de Dios. Pero les recomiendo esto: no se pongan en camino como simples turistas, sino como peregrinos. Que vuestro caminar no sea simplemente un pasar por los lugares de la vida de forma superficial: sin captar la belleza de lo que van encontrando, sin descubrir el sentido de los caminos recorridos, capturando breves momentos, experiencias fugaces para conservarlas en un selfie. El turista hace esto. El peregrino, en cambio, se sumerge de lleno en los lugares que encuentra, los hace hablar, los convierte en parte de su búsqueda de la felicidad. La peregrinación jubilar, por lo tanto, ha de ser signo del viaje interior que todos estamos llamados a hacer, para llegar al destino final.

Con esta disposición, preparémonos todos para el Año Jubilar. Espero que para muchos de ustedes sea posible venir a Roma en peregrinación para cruzar las Puertas Santas. En todo caso, para todos habrá también la posibilidad de realizar esta peregrinación en las mismas Iglesias particulares, ocasión para redescubrir los numerosos santuarios locales que conservan la fe y la piedad del pueblo santo y fiel de Dios. Y deseo que esta peregrinación jubilar se convierta para cada uno de nosotros en un «encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, “puerta” de salvación» (Bula Spes non confundit, 1). Los exhorto a vivirla con tres actitudes fundamentales: el agradecimiento, para que sus corazones se abran a la alabanza por los dones recibidos, ante todo por el don de la vida; la búsqueda, para que el camino exprese el deseo constante de buscar al Señor y de no de apagar la sed del corazón; y, por último, el arrepentimiento, que nos ayuda a mirar dentro de nosotros mismos, a reconocer los pasos y las decisiones equivocadas que a veces tomamos y, así, poder convertirnos al Señor y a la luz de su Evangelio.

4. Peregrinos de esperanza para la misión

Les dejo una imagen más sugestiva para vuestro itinerario. Al llegar a la Basílica de San Pedro, en Roma, se atraviesa la plaza que está rodeada por la columnata diseñada por el famoso arquitecto y escultor Gian Lorenzo Bernini. La columnata, en su conjunto, tiene la forma de un gran abrazo: son los dos brazos abiertos de la Iglesia, nuestra madre, que acoge a todos sus hijos. En este próximo Año Santo de la Esperanza, los invito a todos a experimentar el abrazo del Dios misericordioso, a experimentar su perdón, la remisión de todas nuestras “ofensas interiores”, como era tradición en los jubileos bíblicos. Y así, acogidos por Dios y renacidos en Él, conviértanse también ustedes en brazos abiertos para tantos de sus amigos y coetáneos que necesitan sentir, a través de vuestra acogida, el amor de Dios Padre. Que cada uno de ustedes regale «aunque sea una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito, sabiendo que, en el Espíritu de Jesús, esto puede convertirse en una semilla fecunda de esperanza» (ibíd., 18), y se conviertan así en incansables misioneros de la alegría.

Al caminar, alcemos la vista, con la mirada de la fe vuelta hacia los santos que nos han precedido en el camino, que han llegado a la meta y nos dan su testimonio alentador: «He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que han aguardado con amor su Manifestación» (2 Tm 4,7-8). El ejemplo de los santos y santas nos atrae y nos sostiene.

¡Ánimo! Los llevo a todos en el corazón y confío el camino de cada uno de ustedes a la Virgen María, para que, siguiendo su ejemplo, sepan aguardar con paciencia y confianza lo que esperan, permaneciendo en camino como peregrinos de esperanza y de amor. 

Roma, San Juan de Letrán, 29 de agosto de 2024, Memoria del martirio de san Juan Bautista.

 

FRANCISCO

Fotos: Vatican Media

lunes, 17 de junio de 2024

Monthita, joven budista, viaja de Tailandia a Francia atraída por el Sagrado Corazón de Jesús y se convierte: «Tuve una experiencia abrumadora de la presencia de Cristo»


«
Me sentí muy cerca de Jesús. Era como si hubiera caído enamorada de Él… Antes de mi desayuno iba primero a rezar en la capilla para saludar a Jesús. Y cada noche, yo estaba allí hasta la medianoche. ¡Quería permanecer en Paray y convertirme en monja! Llamé a mi madre para decirle y ella no entendió esto de mi conversión, así es que no insistí. Pero seguí orando: iba a misa casi todos los días porque allí mientras oraba, sentía como si hubiera alguien que me quería mucho y hablaba conmigo… Mis amigos budistas a menudo me preguntan el por qué siempre sonrío y les respondo que: ‘Estoy feliz, porque sé que Dios me ama. ¡Y a ti también te ama! Cuando creas en Él, serás feliz’»     

miércoles, 8 de mayo de 2024

El Papa en la Audiencia: «La esperanza nos muestra que la felicidad es el Reino de los cielos y la vida eterna, confiando en las promesas del Señor y el auxilio del Espíritu Santo»

 


* «La esperanza es una virtud contra la que pecamos a menudo: en nuestras nostalgias malas, en nuestras melancolías, cuando pensamos que las felicidades pasadas están enterradas para siempre. Pecamos contra la esperanza cuando nos abatimos ante nuestros pecados, olvidando que Dios es misericordioso y más grande que nuestros corazones. No lo olvidemos, hermanos y hermanas: Dios perdona todo, Dios perdona siempre. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Pecamos contra la esperanza cuando nos abatimos ante nuestros pecados; pecamos contra la esperanza cuando en nosotros el otoño anula la primavera; cuando el amor de Dios deja de ser para nosotros un fuego eterno y nos falta la valentía de tomar decisiones que nos comprometen para toda la vida»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

 * «Hoy la Iglesia eleva su oración de súplica a la Virgen del Rosario de Pompeya. Invito a todos a invocar la intercesión de María, para que el Señor conceda la paz al mundo entero, especialmente a la querida y martirizada Ucrania, a Palestina, a Israel, a Myanmar. Encomiendo en particular a nuestra Madre a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados ​​que hoy están aquí presentes, y exhorto a todos a valorar el rezo del Santo Rosario en este mes de mayo»

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miércoles, 24 de abril de 2024

Juan Sánchez fue maestro de reiki iniciando a 1500 personas y alerta del gran peligro que conlleva su práctica: «Dios empezó a convertir mi corazón: ‘Tienes que dejarlo’, sentí»


Tras las insistencias del sacerdote, Juan acudió a un retiro espiritual para aclarar un poco su mente. Y su vida cambió a partir de ese momento. Durante aquel fin de semana se pasó la mayor parte del tiempo delante del Sagrario. Las Escrituras le hablaban de su realidad. “En ese momento Dios tocó la puerta de mi corazón de una manera tremenda. Empezó a convertir mi corazón de piedra, primero en arena hasta el que el sábado me dio la puntilla. Aquella noche confesé delante de todos mi decisión de dejar el reiki. A partir de ahí comencé una vida de oración para salir de este siniestro mundo y ahora estoy muy feliz”

Camino Católico.-  El reiki y la Nueva Era (New Age) están cada vez más extendidas en la sociedad por el bienestar físico y mental que producen pese a que cada vez son más los que alertan de que tras esto lo que de verdad ocurre es que se abre la puerta al demonio. Incluso entre los católicos es un gran problema pues estas técnicas se disfrazan de tal manera que se venden como algo bueno y son adoptadas por muchos fieles, también por consagrados. Y sus efectos son devastadores.

jueves, 7 de marzo de 2024

Catalina Piccone vivía alejada de Dios, abortó un bebé, murió su madre y decidió practicar reiki hasta que fue a ver a un sacerdote que la llevó a encontrarse con Cristo


* «Entré a la parroquia, aún no había empezado la misa y empecé a llorar. No podía parar, lloré toda la misa. Luego fue la procesión con el Santísimo y cuando el padre me impuso las manos tuve un descanso en el espíritu y temblaba muchísimo, no podía dominar mi cuerpo… Vivimos una conversión muy grande a partir de ahí pues empezamos a ir juntos más seguido a misa. Aprendimos a rezar en familia y ya no podemos vivir sin la comunión diaria, es parte de nuestras vidas… recibir a Jesús es lo que nos da fortaleza»

miércoles, 15 de noviembre de 2023

Papa Francisco a jóvenes para la JMJ: «Creados por Dios a su imagen y semejanza, ser expresión de su amor, que hace nacer la alegría y la esperanza donde parece imposible»


 «La esperanza se alimenta con la oración. Rezando se custodia y se renueva la esperanza. Rezando mantenemos encendida la chispa de la esperanza. ‘La oración es la primera fuerza de la esperanza. Tú rezas y la esperanza crece, avanza’ »


«La esperanza se alimenta con nuestras elecciones diarias.  Por eso, los exhorto a elegir un estilo de vida cimentado en la esperanza. Les pongo un ejemplo: en las redes sociales parece más fácil compartir malas noticias que noticias esperanzadoras. Por lo tanto, les hago una propuesta concreta: traten de compartir cada día una palabra de esperanza. Conviértanse en sembradores de esperanza en la vida de sus amigos y de todos aquellos que los rodean. En efecto, ‘la esperanza es humilde, y es una virtud que debe trabajarse ―digamos así― todos los días […]. Todos los días es necesario recordar que tenemos la garantía, que es el Espíritu que trabaja en nosotros por medio de cosas pequeñas’»

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domingo, 19 de marzo de 2023

Julien Rouquès, físico y músico, tenía 3 meses libres y decidió emplearlos en «lo más importante»: buscar al Dios en el que no creía


* «Este sacerdote me dio un soplo: ‘Cada día, durante tres meses, dedícale diez minutos a Dios. Verás lo que pasa’. Y es lo que hice, diariamente, por las noches en mi cama. Me dirigía a Dios y lentamente se estableció una cierta intimidad entre los dos. Puedo decir con exactitud que encontré al Señor el último domingo de junio a las doce y media de la noche. Sentí una alegría indecible. No dormí nada esa noche y a la mañana siguiente estaba en una forma deslumbrante»

Vídeo del testimonio de Julien Rouquès en Découvrir Dieu que traduce y edita Mater Mundi TV

Julien Rouquès / Camino Católico.- Julien Rouquès no creía en Dios, pero sí era consciente de la importancia de cerciorarse de su existencia. Así contó en L’1visible la experiencia que le cambió la vida:

martes, 10 de enero de 2023

Papa Francisco en Mensaje para la Jornada del Enfermo: «En la enfermedad podemos aprender a caminar juntos según el estilo de Dios, que es cercanía, compasión y ternura»

 


* «Por eso es tan importante que toda la Iglesia, también en lo que se refiere a la enfermedad, se confronte con el ejemplo evangélico del buen samaritano, para llegar a convertirse en un auténtico “hospital de campaña”. Su misión, sobre todo en las circunstancias históricas que atravesamos, se expresa, de hecho, en el ejercicio del cuidado. Todos somos frágiles y vulnerables; todos necesitamos esa atención compasiva, que sabe detenerse, acercarse, curar y levantar. La situación de los enfermos es, por tanto, una llamada que interrumpe la indiferencia y frena el paso de quienes avanzan como si no tuvieran hermanas y hermanos»

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