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miércoles, 26 de marzo de 2025

Papa Francisco en su catequesis prevista para hoy: «Dejar la carga de nuestro pasado a los pies del Señor porque solo las personas reconciliadas pueden llevar el Evangelio; ¡Dios es misericordia y siempre nos espera!»


El Papa Francisco saluda a los fieles en una audiencia general en la plaza de San Pedro. La de hoy se ha cancelado por la convalecencia del Santo Padre / Foto Vatican Media


26 de marzo de 2025 - Camino Católico.- "Para ir a anunciar el Evangelio, primero tenemos que poner el peso de nuestra historia a los pies del Señor, entregarle el peso de nuestro pasado. Sólo las personas reconciliadas pueden llevar el Evangelio… ¡Dios es misericordia y siempre nos espera!". Lo escribe el Papa Francisco en la catequesis preparada para la Audiencia General del miércoles 26 de marzo de 2025, que ha sido cancelada debido a la convalecencia que observa el Pontífice en Casa Santa Marta tras su alta médica del Hospital Gemelli el pasado domingo 23.

El Santo Padre continúa su ciclo de reflexiones titulado "Jesucristo, nuestra esperanza" y en esta instancia se refiere al encuentro de Jesús con la samaritana. El Obispo de Roma nos recuerda que los encuentros con Jesús no son planeados por nosotros. Por el contrario, son momentos inesperados, que nos sorprenden y, en ocasiones, nos desconciertan. El texto completo de la reflexión del Santo Padre de la Audiencia General que no se ha celebrado es el siguiente:

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE PREPARADA PARA LA AUDIENCIA GENERAL DEL19 DE MARZO DE 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza

Catequesis - II. La vida de Jesús. Los encuentros. 2. La samaritana. «¡Dame de beber!» (Jn 4,7)

Queridos hermanos y hermanas:

Después de haber meditado sobre el encuentro de Jesús con Nicodemo, quien había ido a buscar a Jesús, hoy reflexionamos sobre aquellos momentos en los que parece que Él nos estaba esperando justo allí, en esa encrucijada de nuestro camino. Son encuentros que nos sorprenden, y al principio tal vez sentimos un poco de desconfianza: tratamos de ser prudentes y entender lo que está sucediendo.

Esta probablemente fue también la experiencia de la mujer samaritana, de la que se habla en el capítulo cuarto del Evangelio de Juan (cf. 4,5-26). Ella no esperaba encontrar a un hombre en el pozo al mediodía, sino que esperaba no encontrar a nadie. De hecho, va a buscar agua al pozo a una hora inusual, cuando hace mucho calor. Quizá esta mujer se avergüenza de su vida, quizá se ha sentido juzgada, condenada, incomprendida, y por eso se ha aislado, ha roto las relaciones con todos.

Para ir a Galilea desde Judea, Jesús podría haber elegido otro camino y no atravesar Samaria. Habría sido incluso más seguro, dadas las tensas relaciones entre judíos y samaritanos. En cambio, ¡Él quiere pasar por allí y se detiene en ese pozo justo a esa hora! Jesús nos espera y hace que lo encontremos justo cuando pensamos que ya no hay esperanza para nosotros. El pozo, en el antiguo Oriente Medio, es un lugar de encuentro, donde a veces se conciertan matrimonios, es un lugar de compromiso. Jesús quiere ayudar a esta mujer a comprender dónde buscar la verdadera respuesta a su deseo de ser amada.

El tema del deseo es fundamental para entender este encuentro. Jesús es el primero en expresar su deseo: «¡Dame de beber!» (v. 10). Con tal de entablar un diálogo, Jesús se muestra débil, así hace que la otra persona se sienta cómoda, hace que no se asuste. La sed es a menudo, también en la Biblia, la imagen del deseo. Pero Jesús aquí tiene sed ante todo de la salvación de esa mujer. «El que pedía de beber —dice San Agustín— tenía sed de la fe de esta mujer».  [1]

Si Nicodemo había ido a Jesús de noche, aquí Jesús se encuentra con la samaritana al mediodía, el momento en que hay más luz. De hecho, es un momento de revelación. Jesús se da a conocer ante ella como el Mesías y, además, arroja luz sobre su vida. La ayuda a releer de una manera nueva su historia, que es complicada y dolorosa: ha tenido cinco maridos y ahora está con un sexto que no es su marido. El número seis no es casual, sino que suele indicar imperfección. Quizá sea una alusión al séptimo esposo, el que finalmente podrá saciar el deseo de esta mujer de ser amada de verdad. Y ese esposo solo puede ser Jesús.

Cuando se da cuenta de que Jesús conoce su vida, la mujer cambia el tema a la cuestión religiosa que dividía a judíos y samaritanos. Esto nos pasa a veces también a nosotros cuando rezamos: en el momento en que Dios toca nuestra vida con sus problemas, a veces nos perdemos en reflexiones que nos dan la ilusión de una oración bien hecha. En realidad, hemos levantado barreras de protección. Pero el Señor es siempre más grande, y a aquella mujer samaritana, a la que según los esquemas culturales ni siquiera debería haberle dirigido la palabra, le regala la revelación más alta: le habla del Padre, que debe ser adorado en espíritu y en verdad. Y cuando ella, sorprendida una vez más, observa que es mejor esperar al Mesías para estas cosas, Él le dice: «Soy yo, el que habla contigo» (v. 26). Es como una declaración de amor: Aquel a quien esperas soy yo; Aquel que puede responder finalmente a tu deseo de ser amada.

En ese momento, la mujer corre a llamar a la gente del pueblo, porque es precisamente de la experiencia de sentirse amada de donde surge la misión. ¿Y qué anuncio podría haber llevado sino su experiencia de ser comprendida, acogida, perdonada? Es una imagen que debería hacernos reflexionar sobre nuestra búsqueda de nuevas formas de evangelizar.

Como una persona enamorada, la samaritana olvida su ánfora a los pies de Jesús. El peso de esa ánfora sobre su cabeza, cada vez que volvía a casa, le recordaba su condición, su vida atribulada. Pero ahora el ánfora está depositada a los pies de Jesús. El pasado ya no es una carga; ella está reconciliada. Y lo mismo nos pasa a nosotros: para ir a anunciar el Evangelio, primero tenemos que dejar la carga de nuestra historia a los pies del Señor, entregarle la carga de nuestro pasado. Solo las personas reconciliadas pueden llevar el Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas, ¡no perdamos la esperanza! Aunque nuestra historia nos parezca pesada, complicada, tal vez incluso destrozada, siempre tenemos la posibilidad de entregarla a Dios y comenzar de nuevo nuestro camino. ¡Dios es misericordia y siempre nos espera! 

Francisco

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[1]   Omelia 15,11.

miércoles, 19 de marzo de 2025

Papa Francisco en su catequesis preparada para hoy: «Mirar al Crucificado, que venció la muerte, la raíz de todos nuestros miedos y dejemos que Jesús se encuentre con nosotros para afrontar los cambios de nuestra vida y renacer»

* «Si uno está en la oscuridad, obviamente busca la luz. Y Juan, al comienzo de su Evangelio, escribe así: ‘Vino a este mundo la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre’. Nicodemo busca a Jesús porque intuye que Él puede iluminar la oscuridad de su corazón. Si dejamos que el Espíritu Santo genere en nosotros una nueva vida, volveremos a nacer. Recuperaremos esa vida que quizás se estaba apagando en nosotros»


19 de marzo de 2025.- (Camino Católico)  “Mirar al Crucificado, Aquel que venció la muerte, la raíz de todos nuestros miedos. Levantemos también nosotros la mirada hacia Aquel a quien traspasaron, dejemos que Jesús también se encuentre con nosotros. En Él encontramos la esperanza para afrontar los cambios de nuestra vida y renacer.”  Lo dice el Papa Francisco en el texto preparado para la catequesis de hoy que no se ha celebrado y ha sido publicado por la Santa Sede. 

En el texto, Francisco se detiene en el encuentro de Jesús con Nicodemo, «un hombre que se encuentra en la oscuridad de las dudas, en esa oscuridad que experimentamos cuando no comprendemos» lo que sucede «y no vemos bien el camino a seguir». El texto completo de la reflexión del Santo Padre de la Audiencia General que no se ha celebrado es el siguiente:

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE PREPARADA PARA LA AUDIENCIA GENERAL DEL19 DE MARZO DE 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza

Catequesis - II. La vida de Jesús. Los encuentros. 1. Nicodemo. “Ustedes deben renacer de lo alto” (Jn 3,7b)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Con esta catequesis comenzamos a contemplar algunos encuentros narrados en los Evangelios, para comprender la forma en que Jesús da esperanza. De hecho, hay encuentros que iluminan la vida y traen esperanza. Puede suceder, por ejemplo, que alguien nos ayude a ver desde una perspectiva diferente una dificultad o un problema que estamos viviendo; o puede suceder que alguien simplemente nos regale una palabra que no nos haga sentir solos en el dolor que estamos atravesando. A veces también puede haber encuentros silenciosos, en los que no se dice nada, y sin embargo esos momentos nos ayudan a retomar el camino.

El primer encuentro en el que me gustaría detenerme es el de Jesús con Nicodemo, narrado en el capítulo 3 del Evangelio de Juan. Empiezo por este episodio porque Nicodemo es un hombre que, con su historia, demuestra que es posible salir de la oscuridad y encontrar la valentía para seguir a Cristo.

Nicodemo va a ver a Jesús de noche: una hora inusual para un encuentro. En el lenguaje de Juan, las referencias temporales a menudo tienen un valor simbólico: aquí la noche es probablemente la que hay en el corazón de Nicodemo. Es un hombre que se encuentra en la oscuridad de las dudas, en esa oscuridad que vivimos cuando ya no entendemos lo que está sucediendo en nuestra vida y no vemos bien el camino a seguir.

Si uno está en la oscuridad, obviamente busca la luz. Y Juan, al comienzo de su Evangelio, escribe así: «Vino a este mundo la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre» (1,9). Nicodemo busca a Jesús porque intuye que Él puede iluminar la oscuridad de su corazón.

Sin embargo, el Evangelio nos cuenta que Nicodemo no logra comprender de inmediato lo que Jesús le dice. Y así vemos que hay muchos malentendidos en este diálogo, y también mucha ironía, que es una característica del evangelista Juan. Nicodemo no entiende lo que Jesús le dice porque sigue pensando con su lógica y sus categorías. Es un hombre con una personalidad bien definida, tiene un papel público, es uno de los jefes de los judíos. Pero probablemente las cuentas ya no le salen. Nicodemo siente que algo ya no funciona en su vida. Siente la necesidad de cambiar, pero no sabe por dónde empezar.

En algunos momentos de la vida esto nos sucede a todos. Si no aceptamos cambiar, si nos encerramos en nuestra rigidez, en nuestras costumbres o en nuestras formas de pensar, corremos el riesgo de morir. La vida radica en la capacidad de cambiar para encontrar una nueva forma de amar. De hecho, Jesús habla a Nicodemo de un nuevo nacimiento, que no solo es posible, sino incluso necesario en algunos momentos de nuestro camino. A decir verdad, la expresión utilizada en el texto ya es ambivalente en sí misma, porque anōthen (ἄνωθεν) puede traducirse tanto como «desde arriba» como «de nuevo». Poco a poco, Nicodemo comprenderá que estos dos significados van juntos: si dejamos que el Espíritu Santo genere en nosotros una nueva vida, volveremos a nacer. Recuperaremos esa vida que quizás se estaba apagando en nosotros.

He elegido empezar por Nicodemo también porque es un hombre que, con su propia vida, demuestra que este cambio es posible. Nicodemo lo conseguirá: ¡al final estará entre los que van a Pilato a pedir el cuerpo de Jesús (cf. Jn 19,39)! Nicodemo ha salido a la luz por fin, ha renacido y ya no necesita estar en la noche.

Los cambios a veces nos asustan. Por un lado, nos atraen, a veces los deseamos, pero por otro preferiríamos quedarnos en nuestras comodidades. Por eso el Espíritu nos anima a afrontar estos miedos. Jesús le recuerda a Nicodemo- que es un maestro en Israel- que también los israelitas tuvieron miedo mientras caminaban por el desierto. Y se fijaron tanto en sus preocupaciones que en un momento dado esos miedos tomaron la forma de serpientes venenosas (cf. Nm 21,4-9). Para ser liberados, debían mirar la serpiente de bronce que Moisés había colocado en una vara, es decir, debían levantar la vista y estar frente al objeto que representaba sus miedos. Solo mirando de frente a lo que nos da miedo, podemos empezar a ser liberados.

Nicodemo, como todos nosotros, podrá mirar al Crucificado, Aquel que venció la muerte, la raíz de todos nuestros miedos. Levantemos también nosotros la mirada hacia Aquel a quien traspasaron, dejemos que Jesús también se encuentre con nosotros. En Él encontramos la esperanza para afrontar los cambios de nuestra vida y renacer.

Francisco


Fotos: Vatican Media

miércoles, 5 de marzo de 2025

Papa Francisco en su catequesis preparada para hoy: «Como María y José, llenos de esperanza, pongámonos en camino tras las huellas del Señor, que se deja encontrar en la respuesta de amor a la tierna paternidad divina»

* «En todo este camino, la Virgen es peregrina de esperanza, en el sentido profundo de que se convierte en la ‘hija de su Hijo’, su primera discípula. María trajo al mundo a Jesús, esperanza de la humanidad: lo alimentó, lo hizo crecer, lo siguió dejándose plasmar, la primera, por la Palabra de Dios. En ésta, como dijo Benedicto XVI, María ‘está verdaderamente en su casa, sale de ella y entra en ella con naturalidad. Ella habla y piensa con la Palabra de Dios [...]. Así se revela, además, que sus pensamientos están en sintonía con los pensamientos de Dios, que su voluntad es un querer junto con Dios. Al estar íntimamente impregnada de la Palabra de Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada’ (Enc. Deus caritas est, 41). Esta singular comunión con la Palabra de Dios no le ahorra, sin embargo, el esfuerzo de un exigente ‘aprendizaje’»

Camino Católico.-  “Como María y José, llenos de esperanza, pongámonos también nosotros en camino tras las huellas del Señor, que no se deja encerrar en nuestros esquemas y se deja encontrar no tanto en un lugar, sino en la respuesta de amor a la tierna paternidad divina, respuesta de amor que es la vida filial” . Lo dice el Papa Francisco en el texto preparado para la catequesis de hoy quie no se ha celebrado y ha sido publicado por la Santa Sede. 

En el ciclo de catequesis sobre la Infancia de Jesús el Papa Francisco, en su texto preparado, propone la reflexión sobre el episcopio bíblico de la Jesús perdido y hallado en el templo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?» (Lc 2,49). El Santo Padre continua en su hospitalización en el Policlinico Gemelli de Roma, desde el pasado 14 de febrero. El texto completo de la reflexión del Santo Padre de la Audiencia General que no se ha celebrado es el siguiente:

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE PREPARADA PARA LA AUDIENCIA GENERAL DEL 5 DE MARZO DE 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza

Catequesis -I. La infancia de Jesús. 8. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?» (Lc 2,49). El hallazgo de Jesús en el Templo

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En esta última catequesis dedicada a la infancia de Jesús, nos inspiramos en la escena en la que, a los doce años, Él se quedó en el Templo sin decírselo a sus padres, quienes lo buscaron ansiosamente y lo encontraron después de tres días. Este relato nos presenta un diálogo muy interesante entre María y Jesús, que nos ayuda a reflexionar sobre el camino de la madre de Jesús, un camino que ciertamente no fue fácil. De hecho, María ha recorrió un itinerario espiritual a lo largo del cual avanzó en la comprensión del misterio de su Hijo.

Pensemos en las diversas etapas de este camino. Al comienzo de su embarazo, María visita a Isabel y se queda con ella durante tres meses, hasta el nacimiento del pequeño Juan. Luego, cuando ya está en el noveno mes, debido al censo, va con José a Belén, donde da a luz a Jesús. Después de cuarenta días van a Jerusalén para la presentación del niño; y luego cada año regresan en peregrinación al Templo. Pero cuando Jesús era aún pequeño, se refugian en Egipto durante mucho tiempo para protegerlo de Herodes, y solamente después de la muerte del rey se establecen de nuevo en Nazaret. Cuando Jesús, ya adulto, comienza su ministerio, María está presente y es protagonista en las bodas de Caná; luego lo sigue «a distancia», hasta el último viaje a Jerusalén, hasta la pasión y la muerte. Después de la Resurrección, María permanece en Jerusalén, como Madre de los discípulos, sosteniendo su fe en espera de la efusión del Espíritu Santo.

En todo este camino, la Virgen es peregrina de esperanza, en el sentido profundo de que se convierte en la «hija de su Hijo», su primera discípula. María trajo al mundo a Jesús, esperanza de la humanidad: lo alimentó, lo hizo crecer, lo siguió dejándose plasmar, la primera, por la Palabra de Dios. En ésta, como dijo Benedicto XVI, María «está verdaderamente en su casa, sale de ella y entra en ella con naturalidad. Ella habla y piensa con la Palabra de Dios [...]. Así se revela, además, que sus pensamientos están en sintonía con los pensamientos de Dios, que su voluntad es un querer junto con Dios. Al estar íntimamente impregnada de la Palabra de Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada» (Enc. Deus caritas est, 41). Esta singular comunión con la Palabra de Dios no le ahorra, sin embargo, el esfuerzo de un exigente «aprendizaje».

La experiencia de la pérdida de Jesús, que tenía doce años, durante la peregrinación anual a Jerusalén, asusta a María hasta el punto de que se convierte en portavoz de José al reprender a su hijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo, angustiados, te buscábamos» (Lc 2,48). María y José sintieron el dolor de los padres que pierden a un hijo: ambos creían que Jesús estaba en la caravana con los familiares, pero al no verlo durante todo un día, comienzan la búsqueda que los llevará a volver atrás. Al regresar al Templo, descubren que Aquel que hasta hacía poco era para ellos un niño al que proteger, ha crecido de repente, y es capaz ya de involucrarse en discusiones sobre las Escrituras sosteniendo la comparación con los maestros de la Ley.

Ante el reproche de su madre, Jesús responde con sencillez desarmante: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre? (Lc 2,49). María y José no comprenden: el misterio del Dios hecho niño supera su inteligencia. Los padres quieren proteger a ese hijo preciosísimo bajo las alas de su amor; Jesús, en cambio, quiere vivir su vocación de Hijo del Padre que está a su servicio y vive inmerso en su Palabra.

Los relatos de la infancia de Lucas se cierran, así, con las últimas palabras de María, que recuerdan la paternidad de José hacia Jesús, y con las primeras palabras de Jesús, que reconocen cómo esta paternidad tiene su origen en la de su Padre celestial, de quien reconoce el primado indiscutible.

Queridos hermanos y hermanas, como María y José, llenos de esperanza, pongámonos también nosotros en camino tras las huellas del Señor, que no se deja encerrar en nuestros esquemas y se deja encontrar no tanto en un lugar, sino en la respuesta de amor a la tierna paternidad divina, respuesta de amor que es la vida filial.

Francisco


Fotos: Vatican Media

miércoles, 26 de febrero de 2025

Papa Francisco en su catequesis preparada para hoy: «Imitemos a Simeón y Ana, que saben ‘olfatear’ la presencia de Dios en la pequeñez, acoger con alegría la visita de Dios y encender la esperanza en el corazón de los hermanos»


Foto: Vatican Media

* «Simeón canta la alegría de quien ha visto, de quien ha reconocido y puede transmitir a otros el encuentro con el Salvador de Israel y de los pueblos. Es testigo del don de la fe, que recibe y comunica a los demás; es testigo de la esperanza que no defrauda; es testigo del amor de Dios, que llena de alegría y de paz el corazón del ser humano. Lleno de este consuelo espiritual, el anciano Simeón ve la muerte no como el final, sino como la realización, como la plenitud, la espera como una «hermana» que no destruye, sino que introduce en la vida verdadera que ya ha pregustado y en la que cree»

Camino Católico.-  “Imitemos también nosotros el ejemplo de Simeón y Ana, estos ‘peregrinos de la esperanza’ que tienen ojos límpidos capaces de ver más allá de las apariencias, que saben ‘olfatear’ la presencia de Dios en la pequeñez, que saben acoger con alegría la visita de Dios y volver a encender la esperanza en el corazón de los hermanos y hermanas”, dice así la Catequesis del Papa Francisco preparada para la audiencia general de este miércoles 26 de febrero, pero suspendida debido a la hospitalización del Santo Padre. 

A pesar de que el Papa Francisco se encuentra ingresado en el hospital Gemelli desde hace 12 días, la Oficina de Prensa de la Santa Sede difundió su catequesis sobre “el misterio de la presentación de Jesús en el templo”, en la que invita a los fieles a seguir el ejemplo de Simón y Ana. El texto completo de la reflexión del Santo Padre de la Audiencia General que no se ha celebrado es el siguiente:

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE PREPARADA PARA LA AUDIENCIA GENERAL DEL 26 de FEBRERO DE 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza

Catequesis -I. La infancia de Jesús. 7. «Mis ojos han visto tu salvación» (Lc 2,30). La presentación de Jesús en el Templo

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Contemplemos hoy la belleza de «Jesucristo, nuestra esperanza» (1 Tm 1,1) en el misterio de su presentación en el Templo.

En los relatos de la infancia de Jesús, el evangelista Lucas nos muestra la obediencia de María y José a la Ley del Señor y a todas sus prescripciones. En realidad, en Israel no existía la obligación de presentar al niño en el Templo, pero quien vivía en la escucha de la Palabra del Señor y deseaba conformarse a ella, consideraba que era una práctica valiosa. Así lo hizo Ana, la madre del profeta Samuel, que era estéril; Dios escuchó su oración y ella, después de tener un hijo, lo llevó al templo y lo ofreció para siempre al Señor (cf. 1 S 1,24-28).

Lucas narra, pues, el primer acto de culto de Jesús, celebrado en la ciudad santa, Jerusalén, que será la meta de todo su ministerio itinerante a partir del momento en que tome la firme decisión de subir allí (cf. Lc 9,51), yendo al encuentro del cumplimiento de su misión.

María y José no se limitan a insertar a Jesús en una historia de familia, de pueblo, de alianza con el Señor Dios. Se ocupan de su custodia y de su crecimiento, y lo introducen en la atmósfera de fe y culto. Y ellos mismos crecen gradualmente en la comprensión de una vocación que los supera con creces.

En el Templo, que es «casa de oración» (Lc 19,46), el Espíritu Santo habla al corazón de un hombre anciano: Simeón, un miembro del pueblo santo de Dios preparado en la espera y en la esperanza, que alimenta el deseo de que se cumplan las promesas hechas por Dios a Israel por medio de los profetas. Simeón percibe en el Templo la presencia del Ungido del Señor, ve la luz que resplandece en medio de los pueblos sumidos «en tinieblas» (cf. Is 9,1) y va al encuentro de ese niño que, como profetiza Isaías, «nació para nosotros», es el hijo que «nos ha sido dado», el «Príncipe de la paz» (Is 9,5). Simeón abraza a ese niño que, pequeño e indefenso, descansa entre sus brazos; pero es él, en realidad, quien encuentra el consuelo y la plenitud de su existencia abrazándolo. Lo expresa en un cántico lleno de conmovedora gratitud, que en la Iglesia se ha convertido en la oración al final del día:

«Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo

se vaya en paz, según tu palabra,

porque mis ojos han visto tu salvación,

la que has preparado ante todos los pueblos:

luz para iluminar a los gentiles

y gloria de tu pueblo, Israel» (Lc 2,29-32).

Simeón canta la alegría de quien ha visto, de quien ha reconocido y puede transmitir a otros el encuentro con el Salvador de Israel y de los pueblos. Es testigo del don de la fe, que recibe y comunica a los demás; es testigo de la esperanza que no defrauda; es testigo del amor de Dios, que llena de alegría y de paz el corazón del ser humano. Lleno de este consuelo espiritual, el anciano Simeón ve la muerte no como el final, sino como la realización, como la plenitud, la espera como una «hermana» que no destruye, sino que introduce en la vida verdadera que ya ha pregustado y en la que cree.

En aquel día, Simeón no es el único que ve la salvación hecha carne en el niño Jesús. Lo mismo le sucede a Ana, una mujer de más de ochenta años, viuda, dedicada enteramente al servicio del Templo y consagrada a la oración. Al ver al niño, de hecho, Ana celebra al Dios de Israel, que precisamente en ese pequeño ha redimido a su pueblo, y se lo cuenta a los demás, difundiendo generosamente la palabra profética. El canto de la redención de dos ancianos difunde así el anuncio del Jubileo a todo el pueblo y al mundo. En el Templo de Jerusalén se reaviva la esperanza en los corazones porque en él ha hecho su entrada Cristo, nuestra esperanza.

Queridos hermanos y hermanas, imitemos también nosotros el ejemplo de Simeón y Ana, estos «peregrinos de la esperanza» que tienen ojos límpidos capaces de ver más allá de las apariencias, que saben «olfatear» la presencia de Dios en la pequeñez, que saben acoger con alegría la visita de Dios y volver a encender la esperanza en el corazón de los hermanos y hermanas.

Francisco

miércoles, 19 de febrero de 2025

Papa Francisco en su catequesis suspendida, 19-2-2025: «Como los Magos, aprendamos a adorar a Dios en su pequeñez, en su realeza que no oprime, sino que libera y hace capaces de servir con dignidad»

Foto: Vatican Media, 19-2-2025


* «Hay que dejarse ‘excavar por dentro’ y permitir que la Palabra de Dios reavive el anhelo de búsqueda, encienda el deseo de ver a Dios… Cuando los Magos parten, la estrella reaparece y los guía hasta Jesús, señal de que la creación y la palabra profética representan el alfabeto con el que Dios habla y se deja encontrar. La visión de la estrella suscita en aquellos hombres una alegría incontenible, porque el Espíritu Santo, que mueve el corazón de quien busca a Dios con sinceridad, también lo llena de alegría» 

 19 de febrero de 2025.- (Camino Católico)  “Como los Magos, aprendamos a adorar a Dios en su pequeñez, en su realeza que no oprime, sino que libera y hace capaces de servir con dignidad. Y ofrezcámosle los dones más hermosos, para expresarle nuestra fe y nuestro amor”, dice así la Catequesis del Papa Francisco preparada para la audiencia general de este miércoles 19 de febrero, pero suspendida debido a la hospitalización del Santo Padre en el Policlínico Agostino Gemelli. 

Esta tarde, 19 de febrero, el Papa Francisco ha recibido la visita de la Primera Ministra italiana, Giorgia Meloni. Así lo ha informado una nota de prensa de Palacio Chigi. La Presidenta del Consejo de Ministros expresó al Papa sus deseos de una pronta recuperación en nombre del Gobierno italiano y de toda la nación. “Estoy muy feliz de haberlo encontrado alerta y receptivo – ha dicho la Primera Ministra –. Hemos bromeado como siempre. No ha perdido su proverbial sentido del humor”.

Esta mañana la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha informado que el Pontífice pasó una "noche tranquila". El Papa también se levantó y se sentó en su sillón. Por lo que se sabe, el corazón resiste bien”.

Un comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede informa la tarde del 19 de febrero que “el estado clínico del Santo Padre es estable”.

“El estado clínico del Santo Padre es estable. Los análisis de sangre, evaluados por el personal médico, muestran una ligera mejoría, sobre todo en los índices inflamatorios. Después del desayuno, leyó algunos periódicos y luego se dedicó a su trabajo con sus colaboradores más cercanos. Antes del almuerzo recibió la Eucaristía. Por la tarde recibió la visita de la Primera Ministra italiana, Giorgia Meloni, con quien pasó 20 minutos en privado.”

El texto completo de la reflexión del Santo Padre de la Audiencia General que no se ha celebrado es el siguiente:

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE PREPARADA PARA LA AUDIENCIA GENERAL DEL 19 FEBRERO DE 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza

Catequesis -I. La infancia de Jesús. 6. «...vieron al niño ..., postrándose, le adoraron » (Mt 2,11). La visita de los Magos al Rey recién nacido

Queridos hermanos y hermanas:

En los Evangelios de la infancia de Jesús hay un episodio que es propio de la narración de Mateo: la visita de los Magos. Atraídos por la aparición de una estrella, que en muchas culturas es presagio del nacimiento de personas excepcionales, algunos sabios se ponen en camino desde Oriente, sin saber exactamente la meta de su viaje. Se trata de los Magos, personas que no pertenecen al pueblo de la alianza. La última vez hablamos de los pastores de Belén, marginados en la sociedad judía porque se les consideraba «impuros»; hoy nos encontramos con otra categoría, los extranjeros, que llegan inmediatamente para rendir homenaje al Hijo de Dios que ha entrado en la historia con una realeza completamente nueva. Los Evangelios nos dicen claramente que los pobres y los extranjeros son invitados a encontrarse con el Dios hecho niño, el Salvador del mundo.

Los Reyes Magos fueron considerados como representantes tanto de las razas primigenias, engendradas por los tres hijos de Noé, como de los tres continentes conocidos en la antigüedad: Asia, África y Europa, y de las tres etapas de la vida humana: juventud, madurez y vejez. Más allá de cualquier interpretación posible, son hombres que no se quedan quietos, sino que, como los grandes llamados de la historia bíblica, sienten la invitación a moverse, a ponerse en camino. Son hombres que saben mirar más allá de sí mismos, saben mirar hacia arriba.

La atracción por la estrella que apareció en el cielo los pone en marcha hacia la tierra de Judá, hasta Jerusalén, donde se encuentran con el rey Herodes. Su ingenuidad y su confianza al pedir información sobre el recién nacido rey de los judíos chocan con la astucia de Herodes, quien, agitado por el miedo de perder el trono, inmediatamente trata de ver claro, contactando a los escribas y pidiéndoles que investiguen.

De este modo, el poder del gobernante terreno muestra toda su debilidad. Los expertos conocen las Escrituras y le informan al rey del lugar donde, según la profecía de Miqueas, nacería el jefe y pastor del pueblo de Israel (Mi 5,1): ¡la pequeña Belén y no la gran Jerusalén! De hecho, como recuerda Pablo a los corintios, «lo que para el mundo es débil, Dios lo ha escogido para confundir a los fuertes» (1 Cor 1,27).

Sin embargo, los escribas, que saben exactamente dónde nació el Mesías, indican el camino a los demás, ¡pero ellos mismos no se mueven! De hecho, no basta con conocer los textos proféticos para sintonizar con las frecuencias divinas, hay que dejarse "excavar por dentro" y permitir que la Palabra de Dios reavive el anhelo de búsqueda, encienda el deseo de ver a Dios.

En este punto, Herodes, a escondidas, como actúan los engañadores y los violentos, pregunta a los Magos la hora exacta de la aparición de la estrella y los incita a continuar el viaje y luego regresar para darle noticias, para que él también pueda ir a adorar al recién nacido. ¡Para aquellos apegados al poder, Jesús no es la esperanza que hay que acoger, sino una amenaza que hay que eliminar!

Cuando los Magos parten, la estrella reaparece y los guía hasta Jesús, señal de que la creación y la palabra profética representan el alfabeto con el que Dios habla y se deja encontrar. La visión de la estrella suscita en aquellos hombres una alegría incontenible, porque el Espíritu Santo, que mueve el corazón de quien busca a Dios con sinceridad, también lo llena de alegría. Al entrar en la casa, los Magos se postran, adoran a Jesús y le ofrecen regalos preciosos, dignos de un rey, dignos de Dios. ¿Por qué? ¿Qué ven? Un antiguo autor escribe: ven «un pequeño cuerpo humilde que el Verbo ha asumido; pero no se les esconde la gloria de la divinidad. Se ve a un niño pequeño; pero ellos adoran a Dios» (Cromacio de Aquileya, Comentario al Evangelio de Mateo 5,1). Los Magos se convierten así en los primeros creyentes entre todos los paganos, imagen de la Iglesia reunida de todas las lenguas y naciones.

Queridos hermanos y hermanas, pongámonos también nosotros en la escuela de los Magos, de estos «peregrinos de la esperanza» que, con gran valentía, dirigieron sus pasos, sus corazones y sus bienes hacia Aquel que es la esperanza no solo de Israel, sino de todos los pueblos. Aprendamos a adorar a Dios en su pequeñez, en su realeza que no oprime, sino que libera y hace capaces de servir con dignidad. Y ofrezcámosle los dones más hermosos, para expresarle nuestra fe y nuestro amor.

Francisco

miércoles, 12 de febrero de 2025

Papa Francisco en la Audiencia, 12-2-2025: «Pidamos la gracia de ser como los pastores de Belén, capaces de asombro y alabanza ante Dios, y de custodiar los talentos, carismas, vocación y las personas que pone a nuestro lado»


* «Jesús no nace en un palacio, sino en un lugar destinado a los animales. Él no se manifiesta en el clamor, sino en el silencio; no se impone, se ofrece. Los pastores, que son gente muy sencilla y gente humilde, son los primeros que reciben esta buena noticia. El Salvador que es tan esperado nace para los sencillos, para ellos, para ser Pastor de su pueblo. Ellos lo acogen con asombro y se ponen en camino para ir a su encuentro, y sus corazones se llenan de esperanza»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

 * «Y pienso en tantos países que están en guerra. Hermanas, hermanos, oremos por la paz. Hagamos todo lo posible por la paz. No se olviden de que la guerra es una derrota. Siempre. No hemos nacido para matar, sino para hacer que crezcan los pueblos. Que se encuentren caminos de paz. Por favor, en su oración diaria, pidan por la paz. La martirizada Ucrania... cuánto sufre. Luego, piensen en Palestina, en Israel, en Myanmar, en Kivu del Norte, en Sudán del Sur. Muchos países en guerra. Por favor, oremos por la paz. Hagamos penitencia por la paz»

12 de febrero de 2025.- (Camino Católico)   “Pidamos también nosotros la gracia de ser, como los pastores, capaces de asombro y alabanza ante Dios, y capaces de custodiar lo que Él nos ha confiado: nuestros talentos, nuestros carismas, nuestra vocación y las personas que Él pone a nuestro lado”, ha dicho el Papa Francisco en su catequesis sobre «Jesús, nuestra esperanza», que hoy se ha centrado en el nacimiento de Jesús en Belén.

Francisco ha destacado la humildad de Dios, que eligió nacer en un tiempo y lugar particulares, y en las circunstancias más humildes. “Yo todavía con la bronquitis no puedo, espero poder la próxima semana”, asegura el Pontífice antes de entregar el texto al P. Luigi Giroli, de la Secretaría de Estado del Vaticano para que la leyerá. Sin embargo, como la semana anterior, si que ha leído el resumen en lengua española. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI

Miércoles, 12 de febrero de 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza

Catequesis -I. La infancia de Jesús. 5. «Les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor » (Lc 2,11). El nacimiento de Jesús y la visita de los pastores

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

En nuestro camino jubilar de catequesis sobre Jesús, que es nuestra esperanza, hoy nos detenemos en el acontecimiento de su nacimiento en Belén.

El Hijo de Dios entra en la historia convirtiéndose en nuestro compañero de viaje, y comienza a viajar cuando aún está en el vientre de su madre. El evangelista Lucas nos cuenta que, apenas concebido, fue desde Nazaret hasta la casa de Zacarías e Isabel; y luego, al final del embarazo, de Nazaret a Belén para el censo. María y José se vieron obligados a ir a la ciudad del rey David, donde también había nacido José. El Mesías tan esperado, el Hijo del Dios Altísimo, se deja censar, es decir, contar y registrar, como cualquier otro ciudadano. Se somete al decreto de un emperador, César Augusto, que se cree el amo de toda la tierra.

Lucas sitúa el nacimiento de Jesús en «un tiempo que se puede determinar con precisión» y en «un entorno geográfico indicado con exactitud», de modo que «lo universal y lo concreto se tocan recíprocamente» (Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 2012, 77). Dios, que entra en la historia, no desestabiliza las estructuras del mundo, sino que quiere iluminarlas y recrearlas desde dentro.


Belén significa «casa del pan». Allí se cumplieron para María los días del parto y allí nació Jesús, Pan bajado del cielo para saciar el hambre del mundo (cf. Jn 6,51). El ángel Gabriel había anunciado el nacimiento del Rey mesiánico con el signo de la grandeza: «He aquí que concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lc 1,32-33).

Sin embargo, Jesús nace de una forma totalmente inédita para un rey. De hecho, «mientras estaban en aquel lugar, se le cumplieron los días del parto. Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en el albergue» (Lc 2,6-7). El Hijo de Dios no nace en un palacio real, sino en la parte trasera de una casa, en el espacio donde están los animales.

Lucas nos muestra así que Dios no viene al mundo con sonoras proclamas, no se manifiesta con clamor, sino que comienza su viaje en la humildad. ¿Y quiénes son los primeros testigos de este acontecimiento? Son unos pastores: hombres con poca cultura, malolientes por el contacto constante con los animales, que viven al margen de la sociedad. Sin embargo, ejercen el oficio por el que Dios mismo se da a conocer a su pueblo (cf. Gn 48,15; 49,24; Sal 23,1; 80,2; Is 40,11). Dios los elige para que sean los destinatarios de la noticia más maravillosa que jamás haya resonado en la historia: «No teman: porque les anuncio una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales, acostado en un pesebre» (Lc 2,10-12).

El lugar al que acudir para conocer al Mesías es un pesebre. Sucede, en efecto, que, después de tanta espera, «para el Salvador del mundo, para Aquel en vista del cual todo fue creado (cf. Col 1,16), no hay sitio» (Benedicto XVI, La infancia de Jesús, 2012, 80). Los pastores se enteran así de que, en un lugar muy humilde, reservado a los animales, nace para ellos el Mesías tan esperado, para ser su Salvador, su Pastor. Esta noticia abre sus corazones al asombro, a la alabanza y a la proclamación gozosa. "A diferencia de tanta gente que pretende hacer otras mil cosas, los pastores se convierten en los primeros testigos de lo esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece. Son los más humildes y los más pobres quienes saben acoger el acontecimiento de la Encarnación» (Carta ap. Admirabile signum, 5).

Hermanos y hermanas, pidamos también nosotros la gracia de ser, como los pastores, capaces de asombro y alabanza ante Dios, y capaces de custodiar lo que Él nos ha confiado: nuestros talentos, nuestros carismas, nuestra vocación y las personas que Él pone a nuestro lado. Pidamos al Señor saber discernir en la debilidad la fuerza extraordinaria del Niño Dios, que viene para renovar el mundo y transformar nuestras vidas con su proyecto lleno de esperanza para toda la humanidad.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

En nuestra catequesis de hoy contemplamos el nacimiento de Jesús en Belén. Él entra en la historia haciéndose compañero de camino. Él mismo, desde el vientre materno, estuvo siempre en camino. Primero, de Nazaret hasta la casa de Isabel y Zacarías — misterio de la Visitación—; después, de Nazaret a Belén para cumplir con el censo. Esto muestra la humildad de Dios, que no evade ni socava las estructuras del mundo, sino que las ilumina y las recrea desde dentro. Dios en Jesús camina en la historia.


Otro signo de la humildad de Jesús es que no nace en un palacio, sino en un lugar destinado a los animales. Él no se manifiesta en el clamor, sino en el silencio; no se impone, se ofrece. Los pastores, que son gente muy sencilla y gente humilde, son los primeros que reciben esta buena noticia. El Salvador que es tan esperado nace para los sencillos, para ellos, para ser Pastor de su pueblo. Ellos lo acogen con asombro y se ponen en camino para ir a su encuentro, y sus corazones se llenan de esperanza.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor la gracia de ir a su encuentro con prontitud y sencillez, como los pastores, anunciando a todos la esperanza y la alegría del Evangelio. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho: 

Y pienso en tantos países que están en guerra. Hermanas, hermanos, oremos por la paz. Hagamos todo lo posible por la paz. No se olviden de que la guerra es una derrota. Siempre. No hemos nacido para matar, sino para hacer que crezcan los pueblos. Que se encuentren caminos de paz. Por favor, en su oración diaria, pidan por la paz. La martirizada Ucrania... cuánto sufre. Luego, piensen en Palestina, en Israel, en Myanmar, en Kivu del Norte, en Sudán del Sur. Muchos países en guerra. Por favor, oremos por la paz. Hagamos penitencia por la paz.

Por último, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados. Pasado mañana celebraremos la festividad de los santos Cirilo y Metodio, los primeros difusores de la fe entre los pueblos eslavos. Que su testimonio os ayude a ser también apóstoles del Evangelio, fermento de renovación en la vida personal, familiar y social.

¡Mi bendición para todos!

Francisco







Fotos: Vatican Media, 12-2-2025