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sábado, 27 de septiembre de 2025

Papa León XIV en la Audiencia Jubilar, 27-9-2025: «Jesús encontró en las personas de alma humilde, espacio en la mente y en el corazón para que Dios se revele; Dios es sencillo y se revela a los sencillos»

* «Jesús se alegra de ello, se llena de gozo, porque se da cuenta de que los pequeños intuyen. Tienen el sensus fidei, que es como un ‘sexto sentido’ de la gente sencilla para las cosas de Dios. Por esta razón, el pueblo de Dios posee una infalibilidad en su fe, de la cual la infalibilidad del Papa es expresión y servicio»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «Hoy, en Bilki, Ucrania, se proclama beato el sacerdote Pedro Pablo Oros, de la Eparquía de Mukachevo, asesinado en 1953 por odio a la fe. Cuando la Iglesia greco-católica fue proscrita, permaneció fiel al Sucesor de Pedro y continuó ejerciendo su ministerio con valentía en la clandestinidad, consciente de los riesgos. Invocamos la intercesión de este nuevo beato para que obtenga para el querido pueblo ucraniano una valiente perseverancia en la fe y la esperanza, a pesar de la tragedia de la guerra»

27 de septiembre de 2025.- (Camino Católico).- “Jesús encontró sobre todo en los pequeños, es decir, en las personas de alma humilde, espacio en la mente y en el corazón para que Dios se revele; Dios es sencillo y se revela a los sencillos” ha subrayado el Papa León XIV, esta mañana, en la audiencia jubilar de este sábado 27 de septiembre en la plaza San Pedro del Vaticano que congregaba en esta ocasión a los 35.000 peregrinos del Jubileo de los Catequistas.

En este sentido, el Pontífice ha recordado un episodio que vivió la Iglesia en el siglo IV en Milán, Italia, “que muestra cómo la esperanza puede nacer de la capacidad de intuición del pueblo”, citando el llamado vocacional de San Ambrosio.

Antes de saludar en italiano, León XIV ha dirigido un pensamiento al país del este de Europa, pidiendo la intercesión del sacerdote Pedro Pablo Oros, asesinado por odio a la fe, y que hoy, 27 de septiembre, es beatificado. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

AUDIENCIA JUBILAR

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

5. Esperar es intuir. Ambrosio de Milán

Plaza de San Pedro

Sábado, 27 de septiembre de 2025

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

El Jubileo nos convierte en peregrinos de esperanza, porque intuimos una gran necesidad de renovación que nos concierne a nosotros y a toda la tierra.

Acabo de decir «intuimos»: este verbo —intuir— describe un movimiento del espíritu, una inteligencia del corazón que Jesús encontró sobre todo en los pequeños, es decir, en las personas de alma humilde. A menudo, en efecto, las personas instruidas intuyen poco, porque presumen de saber. Es bueno, en cambio, tener todavía espacio en la mente y en el corazón para que Dios se revele. ¡Cuánta esperanza hay cuando surgen nuevas perspectivas en el pueblo de Dios!

Jesús se alegra de ello, se llena de gozo, porque se da cuenta de que los pequeños intuyen. Tienen el sensus fidei, que es como un ‘sexto sentido’ de la gente sencilla para las cosas de Dios. Dios es sencillo y se revela a los sencillos. Por esta razón, el pueblo de Dios posee una infalibilidad en su fe, de la cual la infalibilidad del Papa es expresión y servicio (cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Lumen Gentium, 12; Comisión Teológica Internacional, El Sensus Fidei en la Vida de la Iglesia, 30-40).

Quisiera recordar un momento de la historia de la Iglesia que muestra cómo la esperanza puede nacer de la capacidad de intuición del pueblo. En el siglo IV, en Milán, la Iglesia estaba desgarrada por grandes conflictos y la elección de un nuevo obispo se estaba convirtiendo en un verdadero tumulto. La autoridad civil, el gobernador Ambrosio, intervino y con una gran capacidad de escucha y mediación trajo la calma. Cuenta la historia que entonces se alzó la voz de un niño que gritó: ¡Ambrosio obispo! Y así también todo el pueblo exigió: ¡Ambrosio obispo!

Ambrosio ni siquiera estaba bautizado; Era solo un catecúmeno, es decir, se preparaba para el bautismo. Pero el pueblo percibió algo profundo en este hombre y lo eligió. Así, la Iglesia tuvo uno de sus obispos más destacados, un Doctor de la Iglesia.

Ambrosio al principio no quiere, incluso huye. Luego se da cuenta de que es una llamada de Dios, así que se deja bautizar y ordenar obispo. ¡Y se convierte en cristiano siendo obispo! ¿Ven el gran regalo que los pequeños dieron a la Iglesia? Incluso hoy, esta es una gracia que debemos pedir: ¡convertirnos en cristianos viviendo la llamada recibida! ¿Eres mamá, eres papá? Hazte cristiano como mamá y papá. ¿Eres empresario, trabajador, profesor, sacerdote, monja? Hazte cristiano en tu camino. La gente tiene este "olfato": entiende si nos estamos haciendo cristianos o no. Y puede corregirnos, puede indicarnos la dirección de Jesús.

A lo largo de los años, San Ambrosio retribuyó mucho a su pueblo. Por ejemplo, inventó nuevas formas de cantar salmos e himnos, de celebrar y de predicar. Él mismo sabía intuir, y así la esperanza se multiplicó. Agustín se convirtió por su predicación y fue bautizado por él. ¡Intuir es una forma de esperar, ¡no lo olvidemos!

Así es también como Dios hace avanzar a su Iglesia, mostrándole nuevos caminos. Intuir es la nariz de los pequeños para el Reino que viene. ¡Que el Jubileo nos ayude a hacernos pequeños según el Evangelio para intuir y servir los sueños de Dios! 

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis jubilar reflexionamos sobre un aspecto de la esperanza que es la intuición. Somos peregrinos de esperanza, porque intuimos que algo nos espera, y hacemos espacio en la mente y el corazón para que Dios pueda revelarse.

Un ejemplo de esta capacidad de intuición en la historia de la Iglesia es la vocación de san Ambrosio, a quien el pueblo sencillo eligió como obispo, antes incluso de haber sido bautizado. Habiendo acogido la llamada de Dios, Ambrosio supo dar mucho a su pueblo, intuyendo nuevos caminos de evangelización.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española y en modo especial a todos los catequistas. Pidamos al Señor que sepamos intuir su presencia en nuestra vida y, siguiendo sus huellas, sirvamos con generosidad a la Iglesia, irradiando esperanza. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho:                 

Hoy, en Bilki, Ucrania, se proclama beato el sacerdote Pedro Pablo Oros, de la Eparquía de Mukachevo, asesinado en 1953 por odio a la fe. Cuando la Iglesia greco-católica fue proscrita, permaneció fiel al Sucesor de Pedro y continuó ejerciendo su ministerio con valentía en la clandestinidad, consciente de los riesgos. Invocamos la intercesión de este nuevo beato para que obtenga para el querido pueblo ucraniano una valiente perseverancia en la fe y la esperanza, a pesar de la tragedia de la guerra.

Finalmente, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Que Cristo, la Puerta Santa que nos conduce al Padre, esté siempre en el centro de sus vidas, para que sean testigos convencidos y gozosos de su amor.

¡Mi bendición a todos!  

Papa León XIV





Fotos: Vatican Media, 27-9-2025

miércoles, 24 de septiembre de 2025

Papa León XIV en la Audiencia General, 24-9-2025: «Cristo desciende a nuestros infiernos cotidianos de la soledad, la vergüenza, el abandono, el cansancio de vivir, para liberar y salvar»

* «Descender, para Dios, no es una derrota, sino el cumplimiento de su amor. No es un fracaso, sino el camino a través del cual Él muestra que ningún lugar está demasiado lejos, ningún corazón demasiado cerrado, ninguna tumba demasiado sellada para su amor. Esto nos consuela, esto nos sostiene. Y si a veces nos parece tocar el fondo, recordemos: ese es el lugar desde el cual Dios es capaz de comenzar una nueva creación. Una creación hecha de personas que se han vuelto a levantar, de corazones perdonados, de lágrimas secadas»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «El mes de octubre, ya cercano, en la Iglesia está dedicado particularmente al santo Rosario. Por eso invito a todos, cada día del próximo mes, a rezar el Rosario por la paz, personalmente, en familia y en comunidad»


24 de septiembre de 2025.- (
Camino Católico).-  El Papa ha asegurado en la catequesis de la Audiencia General de este miércoles que Cristo, como hizo durante el día del Misterio pascual, entra cada día en los infiernos del hombre, una imagen que se refiere a quien “vive la muerte a causa del mal y del pecado” para salvar y “no para culpabilizar”.

“Cristo entra en todas estas realidades oscuras para testimoniarnos el amor del Padre. No para juzgar, sino para liberar. No para culpabilizar, sino para salvar. Lo hace sin clamor, de puntillas, como quien entra en una habitación de hospital para ofrecer consuelo y ayuda”, afirma el Pontífice.

De esta forma, ha insistido en que si Cristo ha podido descender hasta allí, “nada puede ser excluido de su redención”. “Ni siquiera nuestras noches, ni siquiera nuestros pecados más antiguos, ni siquiera nuestros vínculos rotos. No hay pasado tan arruinado, no hay historia tan comprometida que no pueda ser tocada por su misericordia”, expresa el Santo Padre que ha continuado este miércoles con la catequesis del misterio del Sábado Santo, en la plaza de San Pedro, ante decenas de miles de fieles, pese a la lluvia. Precisamente, a causa del tiempo el Santo Padre saludó previamente en el aula Pablo VI a los peregrinos que se han resguardado allí.

Al término de la audiencia general, el Papa anuncia la iniciativa de oración en el día en que la Iglesia recuerda a San Juan XXIII y en el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Invita a todos a rezar por la paz durante todo el mes de octubre, dedicado al Santo Rosario, «personalmente, en familia, en comunidad». Y a quienes prestan servicio en el Vaticano, el Pontífice les pide que vivan la oración en la Basílica de San Pedro, todos los días, a las 19 hora. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

Saludo del Santo Padre en el Aula Pablo VI antes de la Audiencia general


¡Una bendición para todos vosotros!

Después podréis ver la Audiencia aquí en la pantalla, o también si queréis podéis salir, pero pensando en las previsiones del tiempo, era mejor venir aquí antes de comenzar la Audiencia General.

Así que, bendeciré a cada uno de vosotros que habéis venido esta mañana. Me alegra mucho estar con vosotros, ¡gracias por estar aquí! Ahora mismo hace sol fuera, pero dicen que va a llover, así que queremos que estéis bajo techo. Por tanto, sin extenderme más, que Dios os bendiga a todos y que el Señor os dé mucha paz en vuestros corazones. ¡Gracias!

LEÓN XIV

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro

Miércoles, 24 de septiembre de 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. III. La Pascua de Jesús. 8. El descenso. «Y en el Espíritu fue a hacer su anuncio también a los espíritus que estaban prisioneros» (1 P 3,19)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

también hoy nos detenemos en el misterio del Sábado Santo. Es el día del Misterio pascual en el que todo parece inmóvil y silencioso, mientras que en realidad se cumple una invisible acción de salvación: Cristo desciende al reino de los infiernos para llevar el anuncio de la Resurrección a todos aquellos que estaban en las tinieblas y en la sombra de la muerte.

Este evento, que la liturgia y la tradición nos han entregado, representa el gesto más profundo y radical del amor de Dios por la humanidad. De hecho, no basta decir ni creer que Jesús ha muerto por nosotros: es necesario reconocer que la fidelidad de su amor ha querido buscarnos allí donde nosotros mismos nos habíamos perdido, allí donde se puede empujar solo la fuerza de una luz capaz de atravesar el dominio de las tinieblas.

Los infiernos, en la concepción bíblica, no son tanto un lugar, sino una condición existencial: esa condición en la que la vida está debilitada y reinan el dolor, la soledad, la culpa y la separación de Dios y de los demás. Cristo nos alcanza también en este abismo, atravesando las puertas de este reino de tinieblas. Entra, por así decir, en la misma casa de la muerte, para vaciarla, para liberar a los habitantes, tomándoles de la mano uno por uno. Es la humildad de un Dios que no se detiene delante de nuestro pecado, que no se asusta frente al rechazo extremo del ser humano.

El apóstol Pedro, en el breve pasaje de su primera Carta que hemos escuchado, nos dice que Jesús, vivificado en el Espíritu Santo, fue a llevar el anuncio de salvación también «a los espíritus encarcelados» (1 Pe 3,19). Es una de las imágenes más conmovedoras, que no se encuentra desarrollada en los Evangelios canónicos, sino en un texto apócrifo llamado Evangelio de Nicodemo. Según esta tradición, el Hijo de Dios se adentró en las tinieblas más espesas para alcanzar también al último de sus hermanos y hermanas, para llevar también allí abajo su luz. En este gesto está toda la fuerza y la ternura del anuncio pascual: la muerte nunca es la última palabra.

Queridos, este descenso de Cristo no tiene que ver solo con el pasado, sino que toca la vida de cada uno de nosotros. Los infiernos no son solo la condición de quien está muerto, sino también de quien vive la muerte a causa del mal y del pecado. Es también el infierno cotidiano de la soledad, de la vergüenza, del abandono, del cansancio de vivir. Cristo entra en todas estas realidades oscuras para testimoniarnos el amor del Padre. No para juzgar, sino para liberar. No para culpabilizar, sino para salvar. Lo hace sin clamor, de puntillas, como quien entra en una habitación de hospital para ofrecer consuelo y ayuda.

Los Padres de la Iglesia, en páginas de extraordinaria belleza, han descrito este momento como un encuentro: entre Cristo y Adán. Un encuentro que es símbolo de todos los encuentros posibles entre Dios y el hombre. El señor desciende allí donde el hombre se ha escondido por miedo, y lo llama por nombre, lo toma de la mano, lo levanta, lo lleva de nuevo a la luz. Lo hace con plena autoridad, pero también con infinita dulzura, como un padre con el hijo que teme que ya no es amado.

En los iconos orientales de la Resurrección, Cristo es representado mientras derriba las puertas de los infiernos y, extendiendo sus brazos, agarra las muñecas de Adán y Eva. No se salva solo a sí mismo, no vuelve a la vida solo, sino que lleva consigo a toda a la humanidad. Esta es la verdadera gloria del Resucitado: es poder de amor, es solidaridad de un Dios que no quiere salvarse sin nosotros, sino solo con nosotros. Un Dios que no resucita si no es abrazando nuestras miserias y nos levanta de nuevo para una vida nueva.

El Sábado Santo es, por tanto, el día en el que el cielo visita la tierra más en profundidad. Es el tiempo en el que cada rincón de la historia humana es tocado por la luz de la Pascua. Y si Cristo ha podido descender hasta allí, nada puede ser excluido de su redención. Ni siquiera nuestras noches, ni siquiera nuestros pecados más antiguos, ni siquiera nuestros vínculos rotos. No hay pasado tan arruinado, no hay historia tan comprometida que no pueda ser tocada por su misericordia.

Queridos hermanos y hermanas, descender, para Dios, no es una derrota, sino el cumplimiento de su amor. No es un fracaso, sino el camino a través del cual Él muestra que ningún lugar está demasiado lejos, ningún corazón demasiado cerrado, ninguna tumba demasiado sellada para su amor. Esto nos consuela, esto nos sostiene. Y si a veces nos parece tocar el fondo, recordemos: ese es el lugar desde el cual Dios es capaz de comenzar una nueva creación. Una creación hecha de personas que se han vuelto a levantar, de corazones perdonados, de lágrimas secadas. El Sábado Santo es el abrazo silencioso con el que Cristo presenta toda la creación al Padre para volver a colocarla en su diseño de salvación.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis continuamos contemplando el misterio del Sábado Santo, en el que todo parece inmóvil y de un silencio absoluto, concentrándonos en el descenso de Jesús a los infiernos. Lo que acontece es una acción salvífica. Cristo desciende a la profundidad de la muerte para llevar el anuncio de la Resurrección a todos los que yacían en tinieblas.

Este evento representa el gesto más profundo y radical del amor de Dios por la humanidad. Él ha querido buscarnos allí en los infiernos, es decir, en esa condición existencial en donde reina el dolor, la soledad, la culpa y la separación de Dios y de los demás. Cristo desciende allí para liberar también hoy a los que viven la muerte a causa del mal y del pecado, a los que viven el infierno cotidiano de la soledad, de la vergüenza, del abandono o del cansancio de la vida. Cristo entra en todas estas oscuras realidades no para juzgar, sino para liberar. No para culpabilizar, sino para salvar. Cristo desciende entre los muertos para manifestar el amor del Padre. Por tanto, no existe un pasado tan dañado o una historia irreparable que no pueda ser tocada por su misericordia.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Queridos hermanos y hermanas, si a veces nos parece que hemos tocado fondo, recordemos que ese es el lugar desde el que Dios es capaz de comenzar una nueva creación hecha de corazones perdonados. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho: 

Queridos hermanos y hermanas, el mes de octubre, ya cercano, en la Iglesia está dedicado particularmente al santo Rosario

Por eso invito a todos, cada día del próximo mes, a rezar el Rosario por la paz, personalmente, en familia y en comunidad.

Además invito a quienes prestan servicio en el Vaticano a vivir esta oración en la Basílica de San Pedro, cada día, a las 19.00.

En particular, la tarde del sábado 11 de octubre, a las 18.00, lo haremos juntos en la plaza de San Pedro, en la Vigilia del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, recordando también el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II.

Finalmente, pienso en los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Que su amistad con Jesús sea fuente de alegría, inspiración para cada decisión y consuelo en momentos de sufrimiento y prueba. 

¡Mi bendición para todos!

Papa León XIV


Fotos: Vatican Media, 24-9-2025

sábado, 20 de septiembre de 2025

Papa León XIV en la Audiencia Jubilar, 20-9-2025: «La virtud de la justicia consiste en la voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido; la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno»

* «Son muchos los episodios evangélicos en los que la acción humana es evaluada desde una justicia capaz de derrotar el mal del abuso, como recuerda la insistencia de la viuda que logra que el juez recupere el sentido de lo justo (cf. Lc 18,1-8). Pero también una justicia superior que paga al trabajador de la última hora igual que al que trabajó todo el día (cf. Mt 20,1-16); o aquella que hace de la misericordia la clave de interpretación de la relación y lleva a perdonar acogiendo al hijo que estaba perdido y fue encontrado (cf. Lc 15,11-32), o aún más, a perdonar no siete veces, sino setenta veces siete (cf. Mt 18,21-35). Es la fuerza del perdón, propia del mandamiento del amor, la que aparece como elemento constitutivo de una justicia capaz de unir lo sobrenatural con lo humano. La justicia evangélica, entonces, no aparta de la justicia humana, sino que la interroga y transforma: la impulsa a ir siempre más allá, porque la orienta hacia la búsqueda de la reconciliación. El mal no sólo debe sancionarse, sino también repararse, y para ello es necesaria una mirada profunda hacia el bien de las personas y el bien común»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «El Jubileo también invita a reflexionar sobre un aspecto de la justicia que muchas veces no se aborda lo suficiente: la realidad de tantos países y pueblos que tienen “hambre y sed de justicia”, porque sus condiciones de vida son tan injustas e inhumanas que resultan inaceptables. Al panorama internacional actual deberían aplicarse estas afirmaciones siempre válidas: ‘No puede gobernarse un estado sin justicia. Porque donde no hay justicia no puede haber tampoco un Derecho. Lo que se hace según Derecho se hace con justicia. Pero lo que se hace injustamente es imposible que sea según Derecho. […] Donde no hay justicia no hay Estado. La justicia, por otra parte, es la virtud que da a cada uno lo suyo. Ahora bien, ¿qué justicia humana es aquella que arranca al hombre del Dios verdadero?’. Las exigentes palabras de san Agustín nos inspiran a todos a dar siempre lo mejor en el ejercicio de la justicia al servicio del pueblo, con la mirada puesta en Dios, para respetar plenamente la justicia, el derecho y la dignidad de las personas»

20 de septiembre de 2025.- (Camino Católico).- “La virtud de la justicia, en particular, consiste en la voluntad constante y firme de dar a Dios y al prójimo lo que les corresponde. Desde esta perspectiva, para el creyente, la justicia dispone a respetar los derechos de cada persona y establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad hacia las personas y el bien común” ha dicho el Papa León XIV a los trabajadores de justicia con ocasión del jubileo dedicado a ellos, hoy, 20 de septiembre, en la plaza de San Pedro, en la audiencia jubilar a la que han asistido decenas de miles de fieles, 12.000 de ellos del ámbito judicial, según el Vaticano.

El acto comienza con un breve saludo del arzobispo Rino Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, y el Papa es saludado por los miles de fieles, entre los que hay magistrados, abogados, representantes de asociaciones y universidades y muchos otros procedentes de todo el mundo que trabajan en el "vasto campo de la justicia".

A continuación, el Pontífice dirige su discurso a todos los presentes y deseó que las "desafiantes" palabras del santo inspirador de la familia religiosa a la que pertenece, escritas en la obra De civitate Dei, puedan ser una guía para crear sociedades más equitativas: "Sin justicia no se puede administrar el Estado; es imposible tener derecho en un Estado donde no hay verdadera justicia" y "la justicia es, en efecto, la virtud que distribuye a cada uno lo suyo. Ahora bien, ¿qué justicia humana es aquella que arranca al hombre del Dios verdadero?”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

JUBILEO DE LOS TRABAJADORES POR LA JUSTICIA

DISCURSO DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

Sábado, 20 de septiembre de 2025

¡Muy buenos días a todos! Good morning and welcome!

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra recibirlos con ocasión del Jubileo dedicado a quienes, de distintas maneras, trabajan en el amplio campo de la justicia. Saludo a las distinguidas autoridades presentes, venidas de muchos países en representación de diferentes cortes, y a todos ustedes que cada día realizan un servicio necesario para la relación ordenada entre las personas, las comunidades y los estados. Saludo también a los demás peregrinos que se han unido a este Jubileo. El Jubileo nos convierte a todos en peregrinos que, al redescubrir los signos de la esperanza que no defrauda, desean «recuperar la confianza necesaria —tanto en la Iglesia como en la sociedad— en los vínculos interpersonales, en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona y en el respeto de la creación» (Bula de convocación del Jubileo, 25).

Qué mejor ocasión para reflexionar más de cerca sobre la justicia y su función, que sabemos es indispensable tanto para el desarrollo ordenado de la sociedad como virtud cardinal que inspira y orienta la conciencia de cada hombre y mujer. La justicia, en efecto, está llamada a cumplir una función superior en la convivencia humana, que no puede reducirse a la simple aplicación de la ley o al trabajo de los jueces, ni limitarse a los aspectos procedimentales.

«Tú amas la justicia y odias la iniquidad» (Sal 45,8), nos recuerda la expresión bíblica, exhortando a cada uno de nosotros a hacer el bien y evitar el mal. O también, ¡cuánta sabiduría contiene la máxima “Dar a cada uno lo que es suyo”! Y, sin embargo, todo esto no agota el deseo profundo de lo justo que está en cada uno de nosotros, esa sed de justicia que es el instrumento clave para construir el bien común en toda sociedad humana. En la justicia se unen la dignidad de la persona, su relación con el otro y la dimensión de la comunidad hecha de convivencia, estructuras y reglas comunes. Una circularidad de la relación social que pone en el centro el valor de cada ser humano, que debe protegerse mediante la justicia frente a los diferentes conflictos que pueden surgir en la acción individual, o en la pérdida de sentido común que incluso puede afectar a instituciones y estructuras.

La tradición nos enseña que la justicia es, ante todo, una virtud, es decir, una disposición firme y estable que orienta nuestra conducta según la razón y la fe [1]. La virtud de la justicia, en particular, consiste en la «constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido» [2]. En esta perspectiva, para el creyente, la justicia dispone «a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común» [3], objetivo que garantiza un orden en defensa del débil, de aquel que pide justicia porque es víctima de opresión, exclusión o indiferencia.

Son muchos los episodios evangélicos en los que la acción humana es evaluada desde una justicia capaz de derrotar el mal del abuso, como recuerda la insistencia de la viuda que logra que el juez recupere el sentido de lo justo (cf. Lc 18,1-8). Pero también una justicia superior que paga al trabajador de la última hora igual que al que trabajó todo el día (cf. Mt 20,1-16); o aquella que hace de la misericordia la clave de interpretación de la relación y lleva a perdonar acogiendo al hijo que estaba perdido y fue encontrado (cf. Lc 15,11-32), o aún más, a perdonar no siete veces, sino setenta veces siete (cf. Mt 18,21-35). Es la fuerza del perdón, propia del mandamiento del amor, la que aparece como elemento constitutivo de una justicia capaz de unir lo sobrenatural con lo humano.

La justicia evangélica, entonces, no aparta de la justicia humana, sino que la interroga y transforma: la impulsa a ir siempre más allá, porque la orienta hacia la búsqueda de la reconciliación. El mal no sólo debe sancionarse, sino también repararse, y para ello es necesaria una mirada profunda hacia el bien de las personas y el bien común. Es una tarea difícil, pero no imposible para quien, consciente de desempeñar un servicio más exigente que otros, se compromete a mantener una vida intachable.

Como sabemos, la justicia se hace concreta cuando se orienta hacia los demás, cuando a cada uno se le da lo que le corresponde, hasta alcanzar la igualdad en la dignidad y en las oportunidades entre los seres humanos. Somos conscientes, sin embargo, de que la igualdad real no es la meramente formal ante la ley. Esta igualdad, aunque indispensable para el correcto ejercicio de la justicia, no elimina el hecho de que existen crecientes discriminaciones cuyo primer efecto es precisamente la falta de acceso a la justicia. La verdadera igualdad, en cambio, es la posibilidad de que todos puedan realizar sus aspiraciones y ver garantizados los derechos inherentes a su dignidad, respaldados por un sistema de valores comunes y compartidos, capaces de inspirar normas y leyes que sostengan el funcionamiento de las instituciones.

Hoy, lo que interpela a los operadores de justicia es precisamente la búsqueda o la recuperación de los valores olvidados en la convivencia, su cuidado y su respeto. Se trata de un proceso necesario, frente a la expansión de conductas y estrategias que muestran desprecio por la vida humana desde su inicio, que niegan derechos fundamentales para la existencia personal y no respetan la conciencia de la que nacen las libertades. Precisamente mediante los valores que están en la base de la vida social, la justicia asume su papel central en la convivencia de las personas y de las comunidades humanas. Como escribía san Agustín: «la justicia no puede ser sino prudente, fuerte y templada» [4]. Esto requiere la capacidad de pensar siempre a la luz de la verdad y de la sabiduría, de interpretar la ley yendo más allá de lo puramente formal, para captar el sentido profundo de la verdad a la que servimos. Tender hacia la justicia, entonces, requiere amarla como una realidad a la que sólo se llega si se unen la atención constante, el desinterés radical y un discernimiento perseverante. Quien ejerce la justicia se pone al servicio de las personas, del pueblo y del estado, con plena y constante dedicación. La grandeza de la justicia no disminuye cuando se aplica en lo pequeño, sino que siempre resalta cuando se ejerce con fidelidad al derecho y respeto a la persona, en cualquier parte del mundo [5].

«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados» (Mt 5,6). Con esta bienaventuranza, el Señor Jesús quiso expresar la tensión espiritual a la que es necesario estar abiertos, no sólo para alcanzar una verdadera justicia, sino sobre todo para buscarla, en particular, aquellos que deben aplicarla en las diferentes situaciones históricas. Tener “hambre y sed” de justicia significa ser conscientes de que exige el esfuerzo personal de interpretar la ley de la manera más humana posible, pero también pide aspirar a una “saciedad” que solo puede cumplirse en una justicia mayor, que trasciende las situaciones particulares.

Queridos amigos, el Jubileo también invita a reflexionar sobre un aspecto de la justicia que muchas veces no se aborda lo suficiente: la realidad de tantos países y pueblos que tienen “hambre y sed de justicia”, porque sus condiciones de vida son tan injustas e inhumanas que resultan inaceptables. Al panorama internacional actual deberían aplicarse estas afirmaciones siempre válidas: «No puede gobernarse un estado sin justicia. Porque donde no hay justicia no puede haber tampoco un Derecho. Lo que se hace según Derecho se hace con justicia. Pero lo que se hace injustamente es imposible que sea según Derecho. […] Donde no hay justicia no hay Estado. La justicia, por otra parte, es la virtud que da a cada uno lo suyo. Ahora bien, ¿qué justicia humana es aquella que arranca al hombre del Dios verdadero?» [6]. Las exigentes palabras de san Agustín nos inspiran a todos a dar siempre lo mejor en el ejercicio de la justicia al servicio del pueblo, con la mirada puesta en Dios, para respetar plenamente la justicia, el derecho y la dignidad de las personas.

Con este deseo, les agradezco y bendigo de corazón a cada uno de ustedes, a sus familias y a su trabajo. 

Papa León XIV

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[1] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1804.

[2]  Ibíd, n. 1807.

[3]  Ibíd.

[4] S. Agustín, Cartas 167, 2, 5.

[5]Cf. Íd., De doctrina christiana IV, 18, 35.

[6] Íd., De civitate Dei, XIX, 21, 1.






Fotos: Vatican Media, 20-9-2025