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miércoles, 6 de agosto de 2025

Papa León XIV en la Audiencia General, 6-8-2025: «La Eucaristía no se celebra solo sobre el altar, sino en la vida cotidiana: estamos llamados a hacer de cada acontecimiento una ofrenda y una acción de gracias al Señor»

* «Cada gesto de disponibilidad, cada acto gratuito, cada perdón ofrecido por adelantado, cada esfuerzo aceptado con paciencia es una forma de preparar un lugar donde Dios puede habitar. Podemos entonces preguntarnos: ¿qué espacios de mi vida necesito reordenar para que estén listos para acoger al Señor? ¿Qué significa para mí hoy «preparar»? Quizás renunciar a una pretensión, dejar de esperar que el otro cambie, dar el primer paso. Quizás escuchar más, obrar menos o aprender a confiar en lo que ya está dispuesto»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «Hoy se cumple el 80.º aniversario del bombardeo atómico de la ciudad japonesa de Hiroshima, y dentro de tres días recordaremos el de Nagasaki. Deseo asegurar mis oraciones por todos aquellos que sufrieron sus efectos físicos, psicológicos y sociales… Espero que en el mundo contemporáneo, marcado por fuertes tensiones y conflictos sangrientos, la seguridad ilusoria basada en la amenaza de la destrucción mutua dé paso a los instrumentos de la justicia, a la práctica del diálogo y a la confianza en la fraternidad»

6 de agosto de 2025.- (Camino Católico).- «La Eucaristía no se celebra solamente sobre el altar, sino en la vida cotidiana, donde estamos llamados a hacer de cada acontecimiento una ofrenda y una acción de gracias al Señor», ha dicho el Papa León XIV en su catequesis de la audiencia general, en la plaza de san Pedro, este primer miércoles de agosto.

El Santo Padre ha reflexionado sobre el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Para comenzar, ha invitado a todos a meditar sobre la palabra «preparar», que «parece sencilla, pero encierra un precioso secreto de la vida cristiana».


En el Evangelio de Marcos, en preparación para la Pascua, los doce apóstoles le hacen a Jesús una pregunta muy práctica: «¿Dónde quieres que vayamos a preparar la Pascua?». El Papa León señala que ellos eran conscientes de que algo importante iba a suceder y, a su vez, recibieron una respuesta muy simbólica de Jesús: «Id a la ciudad y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un jarro de agua».

Al final de la audiencia general, el Papa ha recordado el 80 aniversario de los bombardeos atómicos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, "acontecimientos trágicos" que siguen siendo "una advertencia universal" contra "las devastaciones" causadas por los conflictos y las armas nucleares: que en un mundo marcado por tensiones y guerras, se pueda redescubrir la justicia y se renueve la "confianza en la fraternidad". En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

AUDIENCIA GENERAL

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

Miércoles, 6 de agosto de 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. III. La Pascua de Jesús. 1. La preparación de la cena. «Prepárennos allí lo necesario» (Mc 14,15)

Queridos hermanos y hermanas,

seguimos nuestro camino jubilar al descubrimiento del rostro de Cristo, en el que nuestra esperanza toma forma y consistencia. Hoy comenzamos a reflexionar sobre el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Iniciemos meditando una palabra que parece sencilla, pero que custodia un secreto precioso de la vida cristiana: preparar.

En el Evangelio de Marcos se cuenta que «el primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?”». (Mc 14,12). Es una pregunta práctica, pero también cargada de expectación. Los discípulos intuyen que algo importante está a punto de suceder, pero no conocen los detalles. La respuesta de Jesús parece casi un enigma: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua.» (v. 13). Los detalles se vuelven simbólicos: un hombre que lleva un cántaro —gesto habitualmente femenino en aquella época—, una sala en el piso superior ya preparada, un dueño de la casa desconocido. Es como si todas las cosas hubieran sido preparadas de antemano. De hecho, así es. En este episodio, el Evangelio nos revela que el amor no es fruto del azar, sino de una elección consciente. No se trata de una simple reacción, sino de una decisión que requiere preparación. Jesús no afronta su pasión por fatalidad, sino por fidelidad a un camino acogido y recorrido con libertad y cuidado. Esto es lo que nos consuela: saber que el don de su vida nace de una intención profunda, no de un impulso repentino.

Esa «sala en el piso superior ya preparada» nos dice que Dios siempre nos precede. Incluso antes de que nos demos cuenta de que necesitamos acogida, el Señor ya ha preparado para nosotros un espacio donde reconocernos y sentirnos sus amigos. Este lugar es, en el fondo, nuestro corazón: una “sala” que puede parecer vacía, pero que solo espera ser reconocida, llenada y custodiada. La Pascua, que los discípulos deben preparar, está en realidad ya preparada en el corazón de Jesús. Es Él quien lo ha pensado todo, dispuesto todo, decidido todo. Sin embargo, pide a sus amigos que hagan su parte. Esto nos enseña algo esencial para nuestra vida espiritual: la gracia no elimina nuestra libertad, sino que la despierta. El don de Dios no anula nuestra responsabilidad, sino que la hace fecunda.

Hoy, como entonces, hay una cena que preparar. No se trata solo de la liturgia, sino de nuestra disponibilidad a entrar en un gesto que nos supera. La Eucaristía no se celebra solo en el altar, sino también en la vida cotidiana, donde es posible vivir todo como ofrenda y acción de gracias. Prepararse para celebrar esta acción de gracias no significa hacer más, sino dejar espacio. Significa quitar lo que estorba, rebajar las pretensiones, dejar de cultivar expectativas irreales. Con demasiada frecuencia, de hecho, confundimos los preparativos con las ilusiones. Las ilusiones nos distraen, los preparativos nos orientan. Las ilusiones buscan un resultado, los preparativos hacen posible un encuentro. El amor verdadero —nos recuerda el Evangelio— se da incluso antes de ser correspondido. Es un don anticipado. No se basa en lo que recibe, sino en lo que desea ofrecer. Es lo que Jesús vivió con los suyos: mientras ellos aún no entendían, mientras uno estaba a punto de traicionarlo y otro de renegar de él, Él preparaba una cena de comunión para todos.

Queridos hermanos y hermanas, también nosotros estamos invitados a «preparar la Pascua» del Señor. No solo la litúrgica, sino también la de nuestra vida. Cada gesto de disponibilidad, cada acto gratuito, cada perdón ofrecido por adelantado, cada esfuerzo aceptado con paciencia es una forma de preparar un lugar donde Dios puede habitar. Podemos entonces preguntarnos: ¿qué espacios de mi vida necesito reordenar para que estén listos para acoger al Señor? ¿Qué significa para mí hoy «preparar»? Quizás renunciar a una pretensión, dejar de esperar que el otro cambie, dar el primer paso. Quizás escuchar más, obrar menos o aprender a confiar en lo que ya está dispuesto.

Si acogemos la invitación a preparar el lugar de la comunión con Dios y entre nosotros, descubrimos que estamos rodeados de signos, encuentros, palabras que nos orientan hacia esa sala, espaciosa y ya preparada, en la que se celebra incesantemente el misterio de un amor infinito, que nos sostiene y siempre nos precede. Que el Señor nos conceda ser humildes preparadores de su presencia. Y, en esta disponibilidad cotidiana, crezca también en nosotros esa confianza serena que nos permite afrontar todo con el corazón libre. Porque donde se ha preparado el amor, la vida puede realmente florecer.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas: 

En el ciclo de catequesis jubilares dedicado a Cristo, nuestra esperanza, hoy comenzamos a reflexionar sobre el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Iniciamos meditando sobre un verbo muy valioso en la vida cristiana, que es “preparar”.

Jesús les pide a sus discípulos que “preparen” la sala donde celebrarían la Pascua. En este gesto, vemos la importancia de prepararnos y de hacer espacio para recibir al Señor en nuestra vida. Otra enseñanza es que Jesús no lo hace todo solo, sino que solicita la ayuda de sus amigos. Esto significa que el don de Dios no anula nuestra responsabilidad ni nuestra libertad, sino que las reaviva y las hace fecundas.

También hoy, como entonces, los discípulos de Jesús tenemos que preparar una cena. Se trata de la Eucaristía, que no se celebra solamente sobre el altar, sino en la vida cotidiana, donde estamos llamados a hacer de cada acontecimiento una ofrenda y una acción de gracias al Señor.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Jesús, el Pan vivo bajado del cielo, que nos conceda saber preparar con humildad y vivir con buena disposición la celebración de la Santa Misa, así como hacer de toda nuestra vida una continua Eucaristía. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho: 

Hoy se cumple el 80.º aniversario del bombardeo atómico de la ciudad japonesa de Hiroshima, y dentro de tres días recordaremos el de Nagasaki. Deseo asegurar mis oraciones por todos aquellos que sufrieron sus efectos físicos, psicológicos y sociales. A pesar del paso de los años, aquellos trágicos acontecimientos constituyen una advertencia universal contra la devastación causada por las guerras y, en particular, por las armas nucleares. Espero que en el mundo contemporáneo, marcado por fuertes tensiones y conflictos sangrientos, la seguridad ilusoria basada en la amenaza de la destrucción mutua dé paso a los instrumentos de la justicia, a la práctica del diálogo y a la confianza en la fraternidad.

Finalmente, pienso en los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Hoy celebramos la fiesta de la Transfiguración de Cristo: que el rostro luminoso del Señor sea para ustedes fuente de esperanza y consuelo.

¡Mi bendición para todos!

Papa León XIV






Fotos: Vatican Media, 6-8-2025

sábado, 2 de agosto de 2025

Papa León XIV a los jóvenes en la vigilia de oración del Jubileo: 2-8-2025: «Quiéranse bien en Cristo, sepan ver a Jesús en los demás; la amistad puede realmente cambiar el mundo, es un camino para la paz»

* «La valentía de elegir surge del amor que Dios nos manifiesta en Cristo. Él es quien nos ha amado con todo su ser salvando el mundo y mostrándonos así que el camino para realizarnos como personas es dar la vida. Por eso, el encuentro con Jesús corresponde a las esperanzas más profundas de nuestro corazón, porque Él es el Amor de Dios hecho hombre»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de las palabras del Papa León XIV en la  vigilia de oración del Jubileo de los Jóvenes en Tor Vergata

* «Jesús es el amigo que siempre nos acompaña en la formación de nuestra conciencia. Si realmente quieren encontrar al Señor resucitado, escuchen su palabra, que es el Evangelio de la salvación. Reflexionen sobre su forma de vivir y busquen la justicia para construir un mundo más humano. Sirvan a los pobres y den testimonio así del bien que siempre nos gustaría recibir de nuestros vecinos. Adoren a Cristo en el Santísimo Sacramento, fuente de vida eterna. Estudien, trabajen y amen siguiendo el ejemplo de Jesús, el buen Maestro que siempre camina a nuestro lado»

2 de agosto de 2025.- (Camino Católico).- “Queridos jóvenes: quiéranse bien entre ustedes, quiéranse bien en Cristo, sepan ver a Jesús en los demás. La amistad puede realmente cambiar el mundo, la amistad es un camino para la paz”. Ese ha sido  el aliento del Papa León XIV ante el millón de jóvenes peregrinos, según el Vaticano, que se han congregado en Tor Vergata para la Vigilia de oración del Jubileo de los Jóvenes,en la tarde de este sábado 2 de agosto.

Un diálogo cercano y paterno ha tenido el Papa León XIV con los jóvenes en la Vigilia. “La juventud del Papa” le ha preguntado sobre la amistad, el valor de decidir, y la llamada al bien.  El Santo Padre también ha tenido un recuerdo especial por dos jóvenes fallecidas durante los días del jubileo.

La oración de la Vigilia del Jubileo de los Jóvenes, el Pontífice la ha introducido con la invocación al Espíritu Santo, acompañado por la sinfonía de oraciones en el corazón de los centenares de jóvenes que se preparaban para la meditación del Evangelio de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35) y la adoración Eucarística. En el vídeo de Vatican News se visualizan y escuchan las palabras del Papa León XIV a los jóvenes en la vigilia de oración, cuyo texto completo es el siguiente:


 VIGILIA CON LOS JÓVENES

DIÁLOGO DEL SANTO PADRE CON LOS JÓVENES EN LA VIGILIA DEL JUBILEO

Tor Vergata

Sábado, 2 de agosto de 2025

Pregunta 1 – Amistad

Santo Padre, somos hijos de nuestro tiempo. Vivimos en una cultura que nos pertenece y que, sin darnos cuenta, nos va moldeando; está marcada por la tecnología, especialmente en el ámbito de las redes sociales. Frecuentemente nos ilusionamos de tener muchos amigos y de crear relaciones cercanas, mientras que cada vez más seguido experimentamos diversas formas de soledad. Estamos cerca y conectados con tantas personas y, sin embargo, no son relaciones verdaderas y duraderas, sino efímeras y comúnmente ilusorias.

Santo Padre, mi pregunta es: ¿cómo podemos encontrar una amistad sincera y un amor genuino que nos lleven a la verdadera esperanza? ¿Cómo la fe puede ayudarnos a construir nuestro futuro?

Respuesta del Papa León XIV:

Queridos jóvenes, las relaciones humanas, nuestras relaciones con otras personas son indispensables para cada uno de nosotros, empezando por el hecho de que todos los hombres y mujeres del mundo nacen como hijos de alguien. Nuestra vida comienza con un vínculo y es a través de los vínculos que crecemos. En este proceso, la cultura juega un papel fundamental: es el código con el que nos entendemos a nosotros mismos e interpretamos el mundo. Como un diccionario, cada cultura contiene tanto palabras nobles como palabras vulgares, valores y errores que hay que aprender a reconocer. Buscando con pasión la verdad, no sólo recibimos una cultura, sino que la transformamos a través de elecciones de vida. La verdad, en efecto, es un vínculo que une las palabras a las cosas, los nombres a los rostros. La mentira, en cambio, separa estos aspectos, generando confusión y malentendidos.

Entre las muchas conexiones culturales que caracterizan nuestra vida, internet y las redes sociales se han convertido en «una extraordinaria oportunidad de diálogo, encuentro e intercambio entre personas, así como de acceso a la información y al conocimiento» (Papa Francisco, Christus vivit, 87). Sin embargo, estos instrumentos resultan ambiguos cuando están dominados por lógicas comerciales e intereses que rompen nuestras relaciones en mil intermitencias. A este respecto, el Papa Francisco recordaba que a veces los «mecanismos de la comunicación, de la publicidad y de las redes sociales pueden ser utilizados para volvernos seres adormecidos, dependientes del consumo» (Christus vivit, 105). Además, como saben hoy en día hay algoritmos que nos dicen lo que tenemos que ver, lo que tenemos que pensar y quienes deberían ser nuestros amigos. Entonces nuestras relaciones se vuelven confusas, ansiosas o inestables. Cuando el instrumento domina al hombre, el hombre se convierte en un instrumento: sí, un instrumento de mercado y a su vez en mercancía. Sólo relaciones sinceras y lazos estables hacen crecer historias de vida buena.

Queridos jóvenes, toda persona desea naturalmente esta vida buena, como los pulmones tienden al aire, ¡pero cuán difícil es encontrarla! cuán difícil es encontrar una amistad auténtica. Hace siglos, san Agustín captó el profundo deseo de nuestro corazón, ese deseo de todo corazón humano, aun sin conocer el desarrollo tecnológico de hoy. También él pasó por una juventud tempestuosa; pero no se conformó, no silenció el clamor de su corazón. Agustín buscaba la verdad que no defrauda, la belleza que no pasa. ¿Cómo la encontró? ¿Cómo encontró una amistad sincera, un amor capaz de dar esperanza? Encontrando a quien ya lo estaba buscando, encontrando a Jesucristo. ¿Cómo construyó su futuro? Siguiéndolo a Él, Jesús, su amigo desde siempre. En palabras suyas: “Ninguna amistad es fiel sino en Cristo. Y sólo en Él puede ser feliz y eterna” (cf. Réplica a las dos cartas de los pelagianos, I, I, 1); «Ama verdaderamente al amigo quien ama a Dios en el amigo» (Sermón 336, 2). La amistad con Cristo, que está en la base de la fe, no es sólo una ayuda entre muchas otras para construir el futuro, es nuestra estrella polar. Como escribía el beato Pier Giorgio Frassati, «vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin sostener una lucha por la Verdad no es vivir, sino ir tirando» (Cartas, 27 de febrero de 1925). Cuando nuestras amistades reflejan este intenso vínculo con Jesús, ciertamente se vuelven sinceras, generosas y verdaderas. Queridos jóvenes quieranse bien entre ustedes, quieranse bien en Cristo. Sepan ver a Jesús en los demás. La amistad puede realmente cambiar el mundo, la amistad es un camino para la paz.

Pregunta 2 – El valor de decidir

Santo Padre, nuestros años están marcados por las decisiones importantes que estamos llamados a tomar para orientar nuestra vida futura. Sin embargo, por el clima de incertidumbre que nos circunda, la tentación de ir posponiendo tales decisiones y el miedo a un futuro desconocido nos paraliza. Sabemos que optar equivale a renunciar a algo y esto nos bloquea, a pesar de ello percibimos que la esperanza nos muestra objetivos alcanzables por más que estén marcados por la precariedad del tiempo actual.

Santo Padre, le preguntamos: ¿dónde podemos encontrar el valor para decidir? ¿Cómo podemos ser valientes y vivir la aventura de la libertad auténtica, tomando decisiones radicales y cargadas de significado?

Respuesta del Papa León XIV:

Gracias por esta pregunta. ¿Cómo encontrar la valentía para escoger? La decisión es un acto humano fundamental. Observándolo con atención, entendemos que no se trata sólo de elegir algo, sino de optar por alguien. Cuando elegimos, en sentido profundo, decidimos qué queremos llegar a ser. La opción por excelencia, en efecto, es la decisión sobre nuestra vida: ¿qué tipo de hombre quieres ser?, ¿qué clase de mujer quieres ser? Queridos jóvenes, se aprende a elegir a través de las pruebas de la vida, y en primer lugar recordando que nosotros hemos sido elegidos. Este recuerdo debe explorarse y educarse. Hemos recibido la vida gratis, sin elegirla. No somos fruto de nuestra decisión, sino de un amor que nos ha querido. En el curso de la existencia, se demuestra verdaderamente amigo quien nos ayuda a reconocer y renovar esta gracia en las decisiones que estamos llamados a tomar.


Queridos jóvenes, es cierto lo que han dicho: “optar equivale también a renunciar a algo y esto a veces nos bloquea”. Para ser libres, es necesario partir de un fundamento estable, de la roca que sostiene nuestros pasos. Esta roca es un amor que nos precede, nos sorprende y nos supera infinitamente: el amor de Dios. Por eso, ante Él la decisión es un juicio que no nos quita ningún bien, sino que siempre nos lleva a lo mejor.

La valentía de elegir surge del amor que Dios nos manifiesta en Cristo. Él es quien nos ha amado con todo su ser salvando el mundo y mostrándonos así que el camino para realizarnos como personas es dar la vida. Por eso, el encuentro con Jesús corresponde a las esperanzas más profundas de nuestro corazón, porque Él es el Amor de Dios hecho hombre. A este respecto, hace veinticinco años, precisamente en el lugar donde nos encontramos, san Juan Pablo II dijo: «es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os espera cuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae; es Él quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os permite dejaros llevar del conformismo; es Él quien os empuja a dejar las máscaras que falsean la vida; es Él quien os lee en el corazón las decisiones más auténticas que otros querrían sofocar» (Vigilia de oración en la XV Jornada Mundial de la Juventud, 19 agosto 2000). El miedo deja entonces espacio a la esperanza, porque estamos seguros de que Dios lleva a término lo que comienza. Reconozcamos su fidelidad en las palabras de quien ama de verdad, porque ha sido realmente amado. “Tú eres mi vida, Señor”, es lo que un sacerdote o una consagrada pronuncian llenos de alegría y de libertad. “Te recibo como mi esposa y como mi esposo” es la frase que transforma el amor del hombre y de la mujer en un signo eficaz del amor de Dios, en el matrimonio. Estas opciones radicales y llenas de significado: el matrimonio, el orden sagrado y la consagración religiosa, expresan el don de uno mismo, libre y liberador, que nos hace auténticamente felices.Y allí encontramos la felicidad cuando aprendemos a donarnos a nosotros mismos, donar la vida por los demás. Estas decisiones dan sentido a nuestra vida, transformándola según la imagen del Amor perfecto, que la ha creado y redimido de todo mal, incluso de la muerte. Lo digo esta tarde pensando en dos chicas, María de 20 años, española, y Pasquale de 18, egipcia. Ambas decidieron venir a Roma para el Jubileo de los Jóvenes, y la muerte las ha alcanzado en estos días. Recemos juntos por ellas. Recemos también por sus familias, por sus amigos, por sus comunidades; que Jesús Resucitado las reciba en la paz y la alegría de su Reino. Y también quisiera pedir sus oraciones por otro amigo, un joven español Ignacio Gonsalves, que ha sido ingresado en el Hospital Bambino Gesú. Recemos por él, por su salud. Encontrar la valentía de tomar opciones difíciles y decirle: Jesús, Tú eres mi vida Señor. Señor, Tú eres mi vida.

Pregunta 3 – Llamada al bien

Santo Padre, nos sentimos atraídos por la vida interior, aunque a primera vista se nos juzgue como una generación superficial e irreflexiva. En lo más profundo de nuestro ser, nos sentimos atraídos por lo bello y lo bueno como fuentes de verdad. El valor del silencio, como en esta Vigilia, nos fascina, aunque a veces nos infunda temor por la sensación de vacío. Santo Padre, me gustaría preguntarle: ¿cómo podemos encontrar verdaderamente al Señor Resucitado en nuestras vidas y estar seguros de su presencia incluso en medio de las pruebas y las incertidumbres?

Respuesta del Papa León XIV:

Para dar inicio a este Año Jubilar, el Papa Francisco publicó un documento titulado Spes non confundit, que significa «la esperanza no defrauda». En ese documento, escribió: «En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien» (Spes non confundit, 1). En la Biblia, la palabra “corazón” suele referirse al ser más íntimo de una persona, que incluye nuestra conciencia. Nuestra comprensión de lo que es bueno, entonces, refleja cómo nuestra conciencia ha sido moldeada por las personas que forman parte de nuestra vida; aquellas que fueron amables con nosotros, que nos escucharon con amor y que nos ayudaron. Esas personas contribuyeron a modelarte en la bondad y, por lo tanto, a formar tu conciencia para buscar el bien en tus decisiones de cada día.

Queridos jóvenes, Jesús es el amigo que siempre nos acompaña en la formación de nuestra conciencia. Si realmente quieren encontrar al Señor resucitado, escuchen su palabra, que es el Evangelio de la salvación. Reflexionen sobre su forma de vivir y busquen la justicia para construir un mundo más humano. Sirvan a los pobres y den testimonio así del bien que siempre nos gustaría recibir de nuestros vecinos. Adoren a Cristo en el Santísimo Sacramento, fuente de vida eterna.

Estudien, trabajen y amen siguiendo el ejemplo de Jesús, el buen Maestro que siempre camina a nuestro lado.

En cada paso, mientras buscamos lo que es bueno, pidámosle: quédate con nosotros, Señor (cf. Lc 24,29). Quédate con nosotros, porque sin ti no podemos hacer el bien que deseamos. Tú quieres nuestro bien; de hecho, tú eres nuestro bien. Quienes te encuentran también quieren que otros te encuentren, porque tu palabra es una luz más brillante que cualquier estrella, que ilumina incluso la noche más oscura. Al Papa Benedicto XVI le gustaba decir que quienes creen nunca están solos. En otras palabras, encontramos a Cristo en la Iglesia, es decir, en la comunión de quienes lo buscan sinceramente. El Señor mismo nos reúne para formar una comunidad, no solamente cualquier comunidad, sino una comunidad de creyentes que se apoyan mutuamente. ¡Cuánto necesita el mundo misioneros del Evangelio que sean testigos de justicia y paz! ¡Cuánto necesita el futuro hombres y mujeres que sean testigos de esperanza! Queridos jóvenes, ¡esta es la tarea que el Señor resucitado nos confía a cada uno de nosotros! San Agustín escribió: «Tú mismo lo mueves a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti. [...] Que yo, Señor, te busque invocándote y te invoque creyendo en ti» (Confesiones, I, 1).

Siguiendo esas palabras de Agustín, y en respuesta a sus preguntas, me gustaría invitar a cada uno de ustedes, queridos jóvenes, a decirle al Señor: “Gracias, Jesús, por llamarme. Mi deseo es seguir siendo uno de tus amigos, para que, abrazándote, yo también pueda ser un compañero de todos los que encuentre en el camino. Concédeme, Señor, que aquellos que me encuentren puedan encontrarte a ti, incluso a través de mis limitaciones y debilidades”. Al rezar con estas palabras, nuestro diálogo continuará cada vez que miremos al Señor crucificado, porque nuestros corazones estarán unidos en Él. Por último, mi oración por ustedes es que perseveren en la fe, con gozo y valentía. Y podemos decirle gracias Jesús por amarnos, gracias Jesús por habernos amado, gracias Jesús por habernos llamado. Quédate con nosotros, Señor.

Saludo al final de la celebración:

Quisiera agradecer al coro, la música. Gracias por acompañarnos. Gracias a todos ustedes. Gracias. Por favor, descansen un poco. Nos rencontraremos aquí mañana por la mañana para la celebración de la Santa Misa. Felicidades a todos. Buenas noches.

Papa León XIV





Fotos: Vatican Media, 2-8-2025

miércoles, 30 de julio de 2025

Papa León XIV en la Audiencia General, 30-7-2025: «Necesitamos pedirle al Señor que sane nuestra forma de comunicarnos, no solo para ser más eficaces, sino para evitar herir a los demás con nuestras palabras»

* «Para conocer verdaderamente a Jesús hay que recorrer un camino, hay que estar con Él y atravesar también su Pasión. Cuando lo hayamos visto humillado y sufriendo, cuando experimentemos el poder salvífico de su Cruz, entonces podremos decir que lo hemos conocido verdaderamente. No hay atajos para convertirse en discípulos de Jesús»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «Renuevo mi profundo dolor por el brutal ataque terrorista perpetrado en la noche del 26 al 27 de julio pasado en Komanda, en la parte oriental de la República Democrática del Congo, donde más de cuarenta cristianos fueron asesinados en una iglesia durante una vigilia de oración y en sus propias casas. Mientras encomiendo a las víctimas a la amorosa misericordia de Dios, rezo por los heridos y por los cristianos que en todo el mundo siguen sufriendo violencia y persecución, y exhorto a quienes tienen responsabilidad a nivel local e internacional a que colaboren para prevenir similares tragedias»


 30 de julio de 2025.- (Camino Católico).- En la audiencia general en la Plaza de San Pedro, reanudada tras la pausa veraniega, León XIV concluye el «recorrido por la vida pública de Jesús» con una última catequesis sobre las curaciones, proponiendo la del hombre que no hablaba ni oía y deteniéndose en el tema de la falta de comunicación y el exceso de información e imágenes que a menudo recibimos «falsas o distorsionadas». El Pontífice pide rezar para evitar hacer daño a los demás con nuestras palabras: “Todos necesitamos pedirle al Señor que sane nuestra forma de comunicarnos, no solo para ser más eficaces, sino también para evitar herir a los demás con nuestras palabras”.

Al final de la audiencia general, el Papa reitera su profundo pesar por el atentado terrorista en una parroquia de Komanda, República Democrática del Congo e insta a los responsables a colaborar para prevenir la violencia y la persecución contra los creyentes. El Pontífice recuerda a continuación el 50.º aniversario de la firma del Acta Final de Helsinki, de la que, afirma, es esencial preservar el Espíritu. También exhorta a la perseverancia en el diálogo y a fortalecer la cooperación. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

AUDIENCIA GENERAL

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

Miércoles, 30 de julio de 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. II. La vida de Jesús. Las curaciones. 12. El sordomudo. «Y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos» (Mc 7,32-37)

Queridos hermanos y hermanas:

Con esta catequesis terminamos nuestro recorrido por la vida pública de Jesús, hecha de encuentros, parábolas y curaciones.

También este tiempo que estamos viviendo necesita curación. Nuestro mundo está atravesado por un clima de violencia y odio que mortifica la dignidad humana. Vivimos en una sociedad que se está enfermando a causa de una «bulimia» de conexiones en las redes sociales: estamos hiperconectados, bombardeados por imágenes, a veces incluso falsas o distorsionadas. Somos arrollados por múltiples mensajes que suscitan en nosotros una tormenta de emociones contradictorias.

En este escenario, es posible que surja en nosotros el deseo de apagar todo. Podemos llegar a preferir no sentir nada. Nuestras palabras también corren el riesgo de ser malinterpretadas, y podemos sentir la tentación de encerrarnos en el silencio, en una incomunicación en la que, por muy cercanos que estemos, ya no somos capaces de decirnos las cosas más simples y profundas.

A este respecto, me gustaría detenerme hoy en un texto del Evangelio de Marcos que nos presenta a un hombre que no habla ni oye (cf. Mc 7, 31-37). Precisamente como nos podría pasar a nosotros hoy, este hombre quizá decidió no hablar más porque no se sentía comprendido, y apagar toda voz porque se sentía decepcionado y herido por lo que había oído. De hecho, no es él quien acude a Jesús para ser sanado, sino que lo llevan otras personas. Se podría pensar que quienes lo conducen al Maestro son los que están preocupados por su aislamiento. Sin embargo, la comunidad cristiana ha visto en estas personas también la imagen de la Iglesia, que acompaña a cada ser humano hasta Jesús para que escuche su palabra. El episodio tiene lugar en un territorio pagano, por lo que nos encontramos en un contexto en el que otras voces tienden a cubrir la voz de Dios.

El comportamiento de Jesús puede parecer extraño al principio, porque toma consigo a esta persona y la lleva aparte (v. 33a). Parece así acentuar su aislamiento; pero, mirándolo bien, este gesto nos ayuda a comprender lo que se esconde detrás del silencio y la cerrazón de este hombre, como si hubiera captado su necesidad de intimidad y cercanía.

Jesús le ofrece ante todo una proximidad silenciosa, a través de gestos que hablan de un encuentro profundo: toca los oídos y la lengua de este hombre (cf. v. 33b). Jesús no usa muchas palabras, dice lo único que es necesario en este momento: «¡Ábrete!» (v. 34). Marcos reproduce la palabra en arameo, “efatà”, casi para hacernos sentir «en vivo» el sonido y el soplo. Esta palabra, sencilla y hermosa, contiene la invitación que Jesús dirige a este hombre que ha dejado de escuchar y de hablar. Es como si Jesús le dijera: «¡Ábrete a este mundo que te asusta! ¡Ábrete a las relaciones que te han decepcionado! ¡Ábrete a la vida que has renunciado a afrontar!». Cerrarse, de hecho, nunca es una solución.

Después del encuentro con Jesús, esa persona no solo vuelve a hablar, sino que lo hace «normalmente» (v. 35). Este adverbio insertado por el evangelista parece querer decirnos algo más sobre los motivos de su silencio. Quizás este hombre dejó de hablar porque le parecía que decía las cosas mal, quizás no se sentía adecuado. Todos experimentamos que se nos malinterpreta y que no nos sentimos comprendidos. Todos necesitamos pedirle al Señor que sane nuestra forma de comunicarnos, no solo para ser más eficaces, sino también para evitar herir a los demás con nuestras palabras.

Volver a hablar “normalmente” es el comienzo de un camino, no es todavía el punto de llegada. De hecho, Jesús prohíbe a ese hombre contar lo que le ha sucedido (cf. v. 36). Para conocer verdaderamente a Jesús hay que recorrer un camino, hay que estar con Él y atravesar también su Pasión. Cuando lo hayamos visto humillado y sufriendo, cuando experimentemos el poder salvífico de su Cruz, entonces podremos decir que lo hemos conocido verdaderamente. No hay atajos para convertirse en discípulos de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, pidamos al Señor que podamos aprender a comunicarnos con honestidad y prudencia. Oremos por todos aquellos que han sido heridos por las palabras de los demás. Oremos por la Iglesia, para que nunca falte en su tarea de llevar a las personas a Jesús, para que puedan escuchar

su Palabra, ser sanadas por ella y convertirse, a su vez, en portadoras de su anuncio de salvación.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

En esta última catequesis dedicada a la vida pública de Jesús, reflexionamos sobre el texto evangélico de la curación del sordomudo. Aquella persona enferma, que no podía hablar ni oír, fue llevada por otros a la presencia de Jesús. En este gesto de fraternidad podemos ver la imagen de la Iglesia, que acompaña a todos al encuentro del Señor.   

Vemos en este relato que Jesús le ofrece al sordomudo una proximidad silenciosa, realiza gestos significativos y pronuncia una sola palabra: “Efatá”, que significa “Ábrete”. Esta palabra es una invitación a no encerrarse ni aislarse, sino a comunicarse y relacionarse con los demás de un modo nuevo.

En el mundo de hoy, donde estamos “hiperconectados”, tantas veces bombardeados de imágenes y mensajes que nos provocan emociones contradictorias, y podemos tener la tentación de cerrarnos en nosotros mismos, el Evangelio nos invita a una comunicación profunda con Dios y con los hermanos.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los numerosos grupos de jóvenes aquí reunidos para el Jubileo de los Jóvenes. Pidamos hoy de manera especial por la Iglesia, para que nunca deje de llevar a las personas al encuentro con el Señor, para que escuchen su Palabra, curen sus heridas y sean asimismo mensajeras de la Buena Noticia. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho: 

Renuevo mi profundo dolor por el brutal ataque terrorista perpetrado en la noche del 26 al 27 de julio pasado en Komanda, en la parte oriental de la República Democrática del Congo, donde más de cuarenta cristianos fueron asesinados en una iglesia durante una vigilia de oración y en sus propias casas. Mientras encomiendo a las víctimas a la amorosa misericordia de Dios, rezo por los heridos y por los cristianos que en todo el mundo siguen sufriendo violencia y persecución, y exhorto a quienes tienen responsabilidad a nivel local e internacional a que colaboren para prevenir similares tragedias.

El 1 de agosto se cumplirá el 50.º aniversario de la firma del Acta Final de Helsinki. Animados por el deseo de garantizar la seguridad en el contexto de la Guerra Fría, 35 países inauguraron una nueva etapa geopolítica, favoreciendo un acercamiento entre Oriente y Occidente. Ese acontecimiento marcó también un renovado interés por los derechos humanos, con especial atención a la libertad religiosa, considerada uno de los fundamentos de la entonces naciente arquitectura de cooperación «de Vancouver a Vladivostok». La participación activa de la Santa Sede en la Conferencia de Helsinki, representada por el arzobispo Agostino Casaroli, contribuyó a fomentar el compromiso político y moral por la paz. Hoy, más que nunca, es indispensable custodiar el espíritu de Helsinki: perseverar en el diálogo, reforzar la cooperación y hacer de la diplomacia la vía privilegiada para prevenir y resolver los conflictos.

Queridos jóvenes, los invito a orar para que estos días de fe, reflexión y amistad den fruto.

Finalmente, mi pensamiento se dirige a los enfermos y a los recién casados, a quienes animo a confiar plenamente en la benevolencia de Dios, fuente de consuelo.

¡Mi bendición para todos!

Papa León XIV



 









Fotos: Vatican Media, 30-7-2025