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sábado, 20 de septiembre de 2025

Homilía del evangelio del domingo: La ruptura de la comunión con Dios conlleva poner el fundamento en ídolos, como el dinero, que tiene mucha capacidad de seducción / Por P. José María Prats

 


* «La sociedad actual es comparable al administrador del que nos habla el Evangelio. Con su sistema económico contrario al designio divino está derrochando los bienes que Dios le da. ¿Qué podemos hacer para evitarlo? Imitar la sagacidad de aquel administrador que usó el dinero de su señor para ganarse amigos que luego le recibieran en su casa. Es decir, cuando el dinero que actualmente se derrocha al servicio de la especulación, la codicia y el lujo desmesurado se utilice para devolver la dignidad a aquellos que han sido injustamente postergados, entonces el Señor nos felicitará por la astucia con que hemos obrado y bendecirá nuestra sociedad, haciéndola próspera y armónica»

Domingo XXV del tiempo ordinario - C

Amos 8, 4-7 / Salmo 112 / 1 Timoteo 2, 1-8 / San Lucas 16, 1-13


P. José María Prats / Camino Católico.-  

La profecía de Amós que hemos escuchado en la primera lectura fue anunciada en el reino del Norte –con capital en Samaria– a mediados del siglo VIII a. C. en un contexto de intensa actividad comercial y de acentuación de las diferencias sociales.

Amós denuncia la codicia de los ricos, que desean que pasen las fiestas para seguir enriqueciéndose, que disminuyen la medida, aumentan los precios, usan balanzas con trampa y exprimen y despojan a los pobres.

Es importante notar que esta época coincide con una gran crisis religiosa: por una parte, proliferan los cultos idolátricos cananeos y, por otra, la religión israelita se vive por muchos como una seguridad mágica por el mero hecho de pertenecer al pueblo elegido, desde la que se practica impunemente la injusticia.

La conexión entre ambas cosas es fácil de entender: la ruptura de la comunión con el Dios vivo que da sentido, orientación y motivación para una vida virtuosa, conlleva poner el fundamento de la existencia y las aspiraciones humanas en otras realidades, que se convierten en ídolos. Y de entre estos ídolos, el dinero es el que tiene mayor capacidad de seducción.

La sociedad de hoy tiene bastantes paralelismos con la Samaria de los tiempos de Amós. Por una parte estamos viviendo una crisis religiosa sin precedentes y, por otra, vemos agudizarse día a día la codicia y las diferencias sociales. El fin último de la economía, que debería ser el bien común, ha sido sustituido por lo que debería ser simplemente un medio: el dinero. Basta constatar, por ejemplo, que el volumen de la economía financiera especulativa es muchas veces superior a la economía real y que intentos de control de la especulación financiera como la tasa Tobin, que podrían erradicar el hambre en el mundo, han sido sistemáticamente vetados por los gobiernos debido a la presión ejercida por los especuladores.

La sociedad actual es comparable al administrador del que nos habla el Evangelio. Con su sistema económico contrario al designio divino está derrochando los bienes que Dios le da y está condenada a desaparecer –a «ser despedida»– como Samaria, que fue destruida por los asirios en el año 722 a. C., muy poco tiempo después de la profecía de Amós. ¿Qué podemos hacer para evitarlo? Imitar la sagacidad de aquel administrador que usó el dinero de su señor para ganarse amigos que luego le recibieran en su casa. Es decir, cuando el dinero que actualmente se derrocha al servicio de la especulación, la codicia y el lujo desmesurado se utilice para devolver la dignidad a aquellos que han sido injustamente postergados, entonces el Señor nos felicitará por la astucia con que hemos obrado y bendecirá nuestra sociedad, haciéndola próspera y armónica.

P. José María Prats

Evangelio:

En aquel tiempo, Jesús decía también a sus discípulos: 

«Había un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: 

‘¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando’. 

Se dijo a sí mismo el administrador: 

‘¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas’.

Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero:

‘¿Cuánto debes a mi señor?’. 

Respondió: 

‘Cien medidas de aceite’. 

El le dijo: 

‘Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta’. 

Después dijo a otro: 

‘Tú, ¿cuánto debes?’. 

Contestó: 

‘Cien cargas de trigo’. 

Dícele: ‘Toma tu recibo y escribe ochenta’.

El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz. 

Yo os digo: Haceos amigos con el dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas. El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en el dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro? Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero».

San Lucas 16, 1-13

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