* «Santo padre Pío, que crucificado en vida, te inmolaste en la cruz del controvertido siglo XX con las llagas sangrantes como otro Cristo sufriente…. Mírame humillado y afligido en tu presencia… Yo sé que desde el cielo sabes cuánto necesito y desde ahora me abandono a la providencia de Dios que traspasada por tu intercesión alcanzará para mi vida todas las bendiciones que necesito»
P. Carlos García Malo / Camino Católico.- “Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un sacerdote santo y una víctima perfecta”, escribió una vez San Pío de Pietrelcina, cuya fiesta se celebra cada 23 de septiembre. Su oración fue escuchada y se le concedió el don de los estigmas.
Durante su vida, Dios lo dotó de muchos dones, como el discernimiento extraordinario que le permitió leer los corazones y las conciencias. Por ello muchos fieles acudían a confesarse con él.
El Padre Pío nació en Pietrelcina (Italia) el 25 de mayo de 1887. Su nombre era Francisco Forgione y tomó el nombre de Fray Pío de Pietrelcina en honor a San Pío V, cuando recibió el hábito de Franciscano capuchino.
A los cinco años se le apareció el Sagrado Corazón de Jesús, quien posó su mano sobre la cabeza del niño. El pequeño, a su vez, prometió a San Francisco que sería un fiel seguidor suyo. Desde entonces su vida quedó marcada y empezó a tener apariciones de la Santísima Virgen.
A los 15 años decide ingresar a la Orden Franciscana de Morcone y tuvo visiones del Señor en la que se le mostró las luchas que tendría que pasar contra el demonio.
El 10 de agosto de 1910 es ordenado sacerdote. Poco tiempo después le volvieron las fiebres y los dolores que lo aquejaban, entonces fue enviado a Pietrelcina para que restablezca su salud.
En 1916 visita el Monasterio de San Giovanni Rotondo. El Padre Provincial, al ver que su salud había mejorado, le manda que retorne a ese convento en donde recibió la gracia de los estigmas.
“Era la mañana del 20 de septiembre de 1918. Yo estaba en el coro haciendo la oración de acción de gracias de la Misa… se me apareció Cristo que sangraba por todas partes. De su cuerpo llagado salían rayos de luz que más bien parecían flechas que me herían los pies, las manos y el costado”,describió San Pío a su director.
“Cuando volví en mí, me encontré en el suelo y llagado. Las manos, los pies y el costado me sangraban y me dolían hasta hacerme perder todas las fuerzas para levantarme. Me sentía morir, y hubiera muerto si el Señor no hubiera venido a sostenerme el corazón que sentía palpitar fuertemente en mi pecho. A gatas me arrastré hasta la celda. Me recosté y recé, miré otra vez mis llagas y lloré, elevando himnos de agradecimiento a Dios”, añadió.
El 9 de enero de 1940 animó a sus grandes amigos espirituales a fundar un hospital que se llamaría “Casa Alivio del Sufrimiento”. La cual se inauguró el 5 de mayo de 1956 con la finalidad de curar al enfermo en lo físico y espiritual.
El Padre Pío partió a la Casa del Padre un 23 de septiembre de 1968 después de murmurar por largas horas “¡Jesús, María!”.
San Juan Pablo II, durante su canonización el 16 de junio del 2002, dijo de él: “Oración y caridad, esta es una síntesis sumamente concreta de la enseñanza del padre Pío, que hoy vuelve a proponerse a todos”. Oremos al Padre Pio para que interceda ante el Señor y se nos concedan las gracias que nuestras almas necesitan para progresar espiritualmente:
Tú, que aceptaste vivir la pasión durante tu paso terrenal por la conversión de los pecadores y, así, arrancarle al buen Dios innumerables gracias y milagros en beneficio de todos cuantos se acercaban a ti.
Mírame humillado y afligido en tu presencia suplicándote un favor más para este alma que tanto espera y confía en ti.
Yo sé que desde el cielo sabes cuánto necesito y desde ahora me abandono a la providencia de Dios que traspasada por tu intercesión alcanzará para mi vida todas las bendiciones que necesito.
Amén.
San Pío de Pietrelcina. Ruega por nosotros.
P. Carlos García Malo
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