Algunos fragmentos de la Cruz de Cristo conservados en una "stauroteca" en la Capilla de las Reliquias de la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén de Roma
Exaltación de la Santa Cruz
Números 21, 4b-9 / Salmo 77 / Filipenses 2, 6-11 / San Juan 3, 13-17
P. José María Prats / Camino Católico.- A diferencia del Viernes Santo, que contempla la Cruz sobre todo como ara del sacrificio de Cristo, la fiesta de hoy la contempla como signo victorioso y glorioso de salvación.
A continuación, os voy a contar la historia que dio origen a esta fiesta, pues es muy edificante.
En el año 326, santa Elena, madre del emperador Constantino, con 78 años de edad, decidió hacer una peregrinación penitencial a Palestina para visitar y honrar los Santos Lugares. La ciudad, en tiempos del emperador Adriano (117-138) había sido convertida en una colonia romana en la que se habían construido varios templos dedicados a dioses paganos que Constantino ya había ordenado destruir. En el Calvario, entre las ruinas del templo de Venus, santa Elena, con la ayuda de Macario, patriarca de Jerusalén, decidió emprender la búsqueda de la Cruz del Señor. Las excavaciones tuvieron fruto cuando, al remover un terreno cercano al Gólgota, se encontraron tres cruces y la tabla sobre la que se había escrito en hebreo, griego y latín “Jesús Nazareno Rey de los Judíos”. Santa Elena dejó la mayor parte de las reliquias en Jerusalén, pero llevó consigo a Roma tres fragmentos de la Vera Cruz, el título de la condena, uno de los clavos y algunas espinas de la corona. Otro trozo de la Cruz se redujo a astillas que fueron distribuidas por varias iglesias del mundo y que reciben el nombre de reliquias de la Vera Cruz.
Para honrar el lugar de la muerte y sepultura del Señor y custodiar las reliquias de la Cruz, el emperador Constantino mandó construir la Basílica del Santo Sepulcro, que fue consagrada el 13 de septiembre del 335. Al día siguiente, se mostró públicamente la reliquia de la Cruz y esta costumbre se continuó cada año en este día dando origen a la fiesta que hoy celebramos.
En el año 614, el rey persa Cosroes II conquistó Jerusalén, se llevó la Vera Cruz y la puso bajo los pies de su trono, como símbolo de su desprecio por la religión cristiana. Catorce años después, el emperador bizantino Heraclio la recuperó y la retornó a Jerusalén justamente el 14 de septiembre. Dice la leyenda que quiso llevarla solemnemente hasta el Calvario atravesando la ciudad a imitación de Cristo pero que al cargar la reliquia quedó paralizado. Entonces el patriarca Zacarías que estaba a su lado, le explicó que el esplendor imperial iba en contra de la humildad y pobreza que caracterizó a Jesús. Heraclio se descalzó y se puso ropas sencillas y pudo llevar la Cruz hasta su destino. Desde entonces, la antigua fiesta del 14 de septiembre recibió el nombre de Exaltación de la santa Cruz con una clara connotación de triunfo y de victoria.
Nuestra parroquia San Juan de Horta (Barcelona) está muy vinculada con esta historia, pues custodia una pretendida reliquia de la Vera Cruz que hoy exponemos sobre el altar. Probablemente si se juntaran todas las pretendidas reliquias de la Cruz distribuidas por el mundo formarían varias cruces, pero la nuestra tiene bastante solvencia, pues era la reliquia más importante del Monasterio de San Jerónimo del Valle Hebrón, fundado por los reyes de Aragón en 1393 y que llegó a tener una gran influencia en la zona. En 1822 sus bienes fueron desamortizados y su principal tesoro pasó a ser custodiado por nuestra parroquia.
P. José María Prats
Cartel que se colocó en el patíbulo con la inscripción "Jesús de Nazareth, rey de los judíos". Varios estudiosos han centrado sus investigaciones considerando que la tablilla de madera conservada en la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén de Roma es la auténtica realizada por Pilatos hace dos mil años
Evangelio:
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».
San Juan 3, 13-17