Queremos que conozcas el Amor de Dios y para ello te proponemos enseñanzas, testimonios, videos, oraciones y todo lo necesario para vivir tu vida dejando a Jesucristo ser quien ocupe el lugar central.
Elige tu idioma
Síguenos en el canal de Camino Católico en WhatsApp para no perderte nada pinchando en la imagen:
Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de13 TVdel 21 de noviembre de 2024, jueves de la 33ª semana del Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.
Evangelio: San Lucas 19, 41-44:
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:
«¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».
Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de13 TVdel 20 de noviembre de 2024, miércoles de la 33ª semana del Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.
Evangelio: San Lucas 19, 11-28:
En aquel tiempo, Jesús dijo una parábola, porque estaba él cerca de Jerusalén y pensaban que el reino de Dios iba a manifestarse enseguida.
Dijo, pues:
«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después.
Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles:
“Negociad mientras vuelvo”.
Pero sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo:
“No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros”.
Cuando regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos a quien había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y dijo:
“Señor, tu mina ha producido diez”.
Él le dijo:
“Muy bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de diez ciudades”.
El segundo llegó y dijo:
“Tu mina, señor, ha rendido cinco”.
A ese le dijo también:
“Pues toma tú el mando de cinco ciudades”.
El otro llegó y dijo:
“Señor, aquí está tu mina; la he tenido guardada en un pañuelo, porque tenía miedo, pues eres un hombre exigente, que retiras lo que no has depositado y siegas lo que no has sembrado”.
Él le dijo:
“Por tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses”.
Entonces dijo a los presentes:
“Quitadle a éste la mina y dádsela al que tiene diez minas”.
Le dijeron:
“Señor, si ya tiene diez minas”.
“Os digo: al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y en cuanto a esos enemigos míos, que no me querían que llegase a reinar sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia”».
Dicho esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.
Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de13 TVdel 19 de noviembre de 2024, martes de la 33ª semana del Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.
Evangelio: San Lucas 19, 1-10:
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, y dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de13 TVdel 18 de noviembre de 2024, lunes de la 33ª semana del Tiempo Ordinario, Dedicación de la Basílica de los Santos Pedro y Pablo, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.
Evangelio: San Mateo 14, 22-33:
Inmediatamente obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.
La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar.
Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar.
Pero al instante les habló Jesús diciendo:
«¡Animo!, que soy yo; no temáis.»
Pedro le respondió:
«Señor, si eres tú, mándame ir ir a ti sobre el agua.»
«¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús.
Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!»
Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»
Subieron a la barca y amainó el viento.
Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo:
* «Nosotros estamos llamados a leer las situaciones de nuestra vida terrena: ahí donde parece haber solo injusticia, dolor y pobreza, justamente en ese momento dramático, el Señor se acerca para liberarnos de la esclavitud y hacer que la vida resplandezca. Y se hace cercano con nuestra proximidad cristiana, con nuestra fraternidad cristiana. No se trata de arrojar una moneda en las manos de un necesitado. A quien da limosna yo le pregunto dos cosas: Tú ¿tocas las manos de las personas o les arrojas la moneda sin tocarlas? ¿Ves a los ojos a la persona que ayudas o miras hacia otro lado?»
Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa
* «Nos volvemos Iglesia de Jesús en la medida en la cual servimos a los pobres, porque solo así “la Iglesia ‘se vuelve’ ella misma, es decir, la Iglesia se vuelve casa abierta para todos, lugar de la compasión de Dios para la vida de cada hombre”. Y lo digo a la Iglesia, lo digo a los Gobiernos, lo digo a las Organizaciones internacionales, lo digo a cada uno y a todos: por favor, no nos olvidemos de los pobres»
17 de noviembre de 2024.- (Camino Católico) “Es nuestra vida impregnada de compasión y de caridad la que se vuelve un signo de la presencia del Señor, siempre cercano al sufrimiento de los pobres, para sanar sus heridas y cambiar su suerte”. Esto ha subrayado el Papa Francisco en su homilía de la Santa Misa, que ha presidido esta mañana en la Basílica de San Pedro, ante cinco mil fieles, con ocasión de la VIII Jornada Mundial de los pobres.
Francisco ha hecho un llamamiento a toda la Iglesia, a los gobiernos de los Estados y a las Organizaciones internacionales: “por favor, no se olviden de los pobres”. Además, el Papa ha invitado a mirar a los ojos y tocar las manos de aquellos a quien damos limosna, recordando que la caridad debe ser un acto de encuentro y no de indiferencia. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:
Santa Misa con ocasión de la Jornada Mundial de los Pobres
Las palabras que acabamos de escuchar podrían suscitarnos sentimientos de angustia; en realidad, son un gran anuncio de esperanza. En efecto, si Jesús por una parte pareciera describir el estado de ánimo de quien ha visto la destrucción de Jerusalén y piensa que haya llegado el final, al mismo tiempo Él anuncia algo extraordinario: en la hora de la oscuridad y la desolación, justo en el momento en que todo parece derrumbarse, Dios viene, Dios se hace cercano, Dios nos reúne para salvarnos.
Jesús nos invita a tener una mirada más aguda, a tener ojos capaces de “leer desde adentro” los acontecimientos de la historia, para descubrir que, incluso en las angustias de nuestro corazón y de nuestro tiempo, hay una esperanza inquebrantable que brilla. Por eso, en esta Jornada Mundial de los Pobres, detengámonos precisamente en estas dos realidades: angustia y esperanza. Realidades que siempre están combatiendo dentro de nuestro corazón.
Primero la angustia. Es un sentimiento extendido en nuestra época, donde la comunicación social amplifica los problemas y las heridas, haciendo que el mundo sea más inseguro y el futuro más incierto. Asimismo, el Evangelio de hoy se abre con un escenario que proyecta en el cosmos la tribulación del pueblo, y lo hace utilizando un lenguaje apocalíptico: «El sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán» (Mc 13,24-25).
Si nuestra mirada se limita solo a la narración de los hechos, prevalecerá en nosotros la angustia. De hecho, también hoy vemos el sol oscurecerse y la luna apagarse, vemos el hambre y la carestía que oprimen a muchos hermanos y hermanas que no tienen qué comer, vemos los horrores de la guerra, vemos las muertes inocentes. Frente a esta realidad, corremos el riesgo de hundirnos en el desánimo y dejar pasar inadvertida la presencia de Dios dentro del drama de la historia. De este modo, nos condenamos a la impotencia; vemos como a nuestro alrededor crece la injusticia que provoca el dolor de los pobres, sin embargo, nos dejamos llevar por la inercia de aquellos que, por comodidad o por pereza, piensan que “el mundo es así” y “no hay nada que yo pueda hacer”. Así, incluso la fe cristiana se reduce a una devoción pasiva, que no incomoda a los poderes de este mundo y no produce ningún compromiso concreto en la caridad. Y mientras una parte del mundo está condenada a vivir en los sectores marginales de la historia, al tiempo que crecen las desigualdades y la economía castiga a los más débiles, mientras la sociedad se consagra a la idolatría del dinero, sucede que los pobres y los excluidos no pueden hacer otra cosa que continuar esperando (cf. Ex ap. Evangelii gaudium, 54).
Pero Jesús, en medio de ese cuadro apocalíptico enciende la esperanza. Nos abre completamente el horizonte, alargando nuestra mirada para que aprendamos a acoger, incluso en la precariedad y en el dolor del mundo, la presencia del amor de Dios que se hace cercano, que no nos abandona, que actúa para nuestra salvación. Precisamente cuando el sol se oscurece y la luna deja de brillar y las estrellas caen del cielo, dice el Evangelio, «se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte» (vv. 26-27).
Con estas palabras, Jesús está indicando principalmente su muerte que acontecerá pronto. Sobre el Calvario, de hecho, el sol se oscurecerá y las tinieblas descenderán al mundo; pero precisamente en ese momento el Hijo del hombre vendrá sobre las nubes, porque el poder de su resurrección destrozará las cadenas de la muerte, la vida eterna de Dios surgirá desde la oscuridad del sepulcro y un mundo nuevo nacerá de los escombros de una historia herida por el mal.
Hermanos y hermanas, esta es la esperanza que Jesús nos quiere brindar. Y lo hace incluso a través de una bella imagen: observen a la higuera —dice—, porque «cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano» (v. 28). Del mismo modo, también nosotros estamos llamados a leer las situaciones de nuestra vida terrena: ahí donde parece haber solo injusticia, dolor y pobreza, justamente en ese momento dramático, el Señor se acerca para liberarnos de la esclavitud y hacer que la vida resplandezca (cf. v. 29). Y se hace cercano con nuestra proximidad cristiana, con nuestra fraternidad cristiana. No se trata de arrojar una moneda en las manos de un necesitado. A quien da limosna yo le pregunto dos cosas: Tú ¿tocas las manos de las personas o les arrojas la moneda sin tocarlas? ¿Ves a los ojos a la persona que ayudas o miras hacia otro lado?
Somos nosotros, sus discípulos, quienes gracias al Espíritu Santo podemos sembrar esta esperanza en el mundo. Somos nosotros los que podemos y debemos encender luces de justicia y de solidaridad mientras se expanden las sombras de un mundo cerrado (cf. Enc. Fratelli tutti, 9-55). Es a nosotros a los que su gracia nos hace brillar, es nuestra vida impregnada de compasión y de caridad la que se vuelve un signo de la presencia del Señor, siempre cercano al sufrimiento de los pobres, para sanar sus heridas y cambiar su suerte.
Hermanos y hermanas, no lo olvidemos, la esperanza cristiana que ha llegado a su plenitud en Jesús y se realiza en su Reino, necesita de nuestro compromiso, necesita de una fe que opere en la caridad, necesita de cristianos que no se hagan los desentendidos. Veía yo una fotografía de un fotógrafo romano: retrataba a una pareja adulta, casi ancianos, que salía de un restaurante, en invierno. La señora iba bien cubierta con un abrigo de piel y también el hombre. En la puerta estaba una señora pobre, sentada en suelo, que pedía limosna, y ambos miraban para otro lado. Esto pasa cada día. Preguntémonos a nosotros mismos: ¿me hago el desentendido cuando veo la pobreza, la necesidad, el dolor de los demás? Un teólogo del siglo veinte decía que la fe cristiana debe suscitar en nosotros una “mística de ojos abiertos”: no una espiritualidad que huye del mundo, sino, por el contrario, una fe que abre los ojos frente al sufrimiento del mundo y frente a la infelicidad de los pobres, para ejercitar la misma compasión de Cristo. ¿Tengo yo la misma compasión del Señor hacia los pobres, hacia los que no tienen trabajo, no tienen qué comer, están marginados por la sociedad? Y no debemos fijarnos sólo en los grandes problemas de la pobreza global, sino en lo poco que todos podemos hacer en lo cotidiano: con nuestro estilo de vida, con la atención y el cuidado del ambiente en el que vivimos, con la búsqueda constante de la justicia, compartiendo nuestros bienes con los más pobres, comprometiéndonos social y políticamente para mejorar la realidad que nos rodea. Podría parecernos poca cosa, pero nuestro poco será como las primeras hojas que brotan de la higuera, una anticipación del verano que se acerca.
Estimados hermanos, en esta Jornada Mundial de los Pobres me gustaría recordar una advertencia del Cardenal Martini. Él dijo que debemos cuidarnos de pensar que primero está la Iglesia, ya consolidada en sí misma, y luego los pobres de los que elegimos ocuparnos. En realidad, nos volvemos Iglesia de Jesús en la medida en la cual servimos a los pobres, porque solo así “la Iglesia ‘se vuelve’ ella misma, es decir, la Iglesia se vuelve casa abierta para todos, lugar de la compasión de Dios para la vida de cada hombre” (cf. C.M. Martini, Città senza mura. Lettere e discorsi alla diocesi 1984, Bologna 1985, 350).
Y lo digo a la Iglesia, lo digo a los Gobiernos, lo digo a las Organizaciones internacionales, lo digo a cada uno y a todos: por favor, no nos olvidemos de los pobres.
* «En Él, en Cristo, volveremos a encontrar un día las cosas y las personas que han pasado y que nos han acompañado en nuestra existencia terrenal. A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el comienzo de una nueva vida»
Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican Newstraducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus
* «Hago una pregunta, cada uno puede hacerse a sí mismo esta pregunta: ¿me privo de algo para dárselo a los pobres? Cuando doy la limosna, ¿toco la mano del pobre y le miro a los ojos? Hermanos y hermanas, ¡no olvidemos que los pobres no pueden esperar!... Me uno a la Iglesia en Italia que celebra mañana una Jornada de Oración por las víctimas y los sobrevivientes de abusos. Cada abuso es una traición a la confianza, ¡es una traición a la vida! La oración es indispensable para ‘reconstruir la confianza’»
17 de noviembre de 2024.- (Camino Católico) “Jesús habla de lo que permanece. Todo pasa, pero sus palabras no pasarán: las palabras de Jesús permanecen por siempre. Así nos invita a confiar en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y eternidad, y a dejar de vivir bajo la angustia de la muerte. Porque mientras todo pasa, Cristo permanece”, ha afirmado el Papa Francisco antes de rezar el Ángelus, desde el balcón del Palacio Apostólico en la Plaza de San Pedro.
Francisco ha invitado a dar a las cosas “su justo peso” y a reflexionar sobre “lo que pasa y lo que permanece en nuestras vidas”, recordando que no tenemos que estar apegados a las cosas de la tierra sino a las palabras de Jesús que nos guían hacia la vida eterna.
Tras el rezo del Ángelus, Francisco ha recordado a los países que sufren conflictos, desde Ucrania a Sudán, subrayando que “la guerra hace inhumanos a los pueblos, los induce a tolerar crímenes inaceptables”. Se unió a la oración por las víctimas de los abusos de la Iglesia italiana, “indispensable” para retejer la confianza traicionada. Y recordó el testimonio de los dos mártires albaneses Palić y Gazulli Palic y del alemán Metzger, beatificados ayer y hoy. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:
PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
XXXIII domingo del Tiempo Ordinario
Plaza de San Pedro
17 de noviembre de 2024
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!
En el Evangelio de la liturgia de hoy, Jesús describe una gran tribulación: «el sol se oscurecerá, la luna ya no dará su resplandor» (Mc 13,24). Ante este sufrimiento, muchos podrían pensar en el fin del mundo, pero el Señor aprovecha la ocasión para ofrecernos una interpretación diferente, diciendo: «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mc 13,31).
Podemos detenernos en esta expresión: lo que pasa y lo que permanece.
En primer lugar, lo que pasa. En algunas circunstancias de nuestra vida, cuando atravesamos una crisis o experimentamos algún fracaso, así como cuando vemos a nuestro alrededor el dolor causado por las guerras, las violencias, las catástrofes naturales, tenemos la sensación de que todo llega a su fin, y sentimos que incluso las cosas más bellas pasan. Sin embargo, las crisis y los fracasos, aunque dolorosos, son importantes, porque nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso, a no atar nuestro corazón a las realidades de este mundo, porque pasarán: están destinadas a pasar.
Al mismo tiempo, Jesús habla de lo que permanece. Todo pasa, pero sus palabras no pasarán: las palabras de Jesús permanecen por siempre. Así nos invita a confiar en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y eternidad, y a dejar de vivir bajo la angustia de la muerte. Porque mientras todo pasa, Cristo permanece. En Él, en Cristo, volveremos a encontrar un día las cosas y las personas que han pasado y que nos han acompañado en nuestra existencia terrenal. A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el comienzo de una nueva vida.
Hermanos y hermanas, incluso en las tribulaciones, en las crisis, en los fracasos, el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin tener miedo de perder lo que acaba, sino con alegría por lo que queda. No olvidemos que Dios nos prepara un futuro de vida y alegría.
Así pues, preguntémonos: ¿estamos apegados a las cosas de la tierra, que pasan, que pasan rápidamente, o a las palabras del Señor, que permanecen y nos guían hacia la eternidad? Por favor, hagámonos esta pregunta. Nos va a ayudar.
Y oremos a la Santísima Virgen, que se ha confiado totalmente a la Palabra de Dios, para que ella interceda por nosotros.
Oración del Ángelus:
Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.
Et concépit de Spíritu Sancto.
Ave Maria…
Ecce ancílla Dómini.
Fiat mihi secúndum verbum tuum.
Ave Maria…
Et Verbum caro factum est.
Et habitávit in nobis.
Ave Maria…
Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.
Orémus.
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,
méntibus nostris infunde;
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.
Amen.
Gloria Patri… (ter)
Requiem aeternam…
Benedictio Apostolica seu Papalis
Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,
Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.
Amen.
Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:
Queridos hermanos y hermanas,
ayer en Escútari fueron beatificados dos mártires: Louis Palić, sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores, y Gjon Gazulli, sacerdote diocesano, víctimas de la persecución religiosa en el siglo XX. Y hoy ha sido beatificado en Friburgo de Brisgovia otro mártir, el sacerdote Max Josef Metzger, fundador del Instituto Secular de Cristo Rey, a quien se opuso el nazismo por su compromiso religioso en favor de la paz. Que el ejemplo de estos mártires reconforte a tantos cristianos discriminados por su fe en nuestro tiempo. ¡Un aplauso para los nuevos beatos!
Hoy celebramos la Jornada Mundial de los Pobres, cuyo tema es «La oración de los pobres sube hasta Dios» (Sir 21,5). Doy las gracias a todos aquellos que en las diócesis y parroquias han promovido iniciativas de solidaridad con los más desfavorecidos. Y en este día recordemos también a todas las víctimas de la carretera: recemos por ellas, por sus familias, y comprometámonos a prevenir los accidentes.
Hago una pregunta, cada uno puede hacerse a sí mismo esta pregunta: ¿me privo de algo para dárselo a los pobres? Cuando doy la limosna, ¿toco la mano del pobre y le miro a los ojos? Hermanos y hermanas, ¡no olvidemos que los pobres no pueden esperar!
Me uno a la Iglesia en Italia que celebra mañana una Jornada de Oración por las víctimas y los sobrevivientes de abusos. Cada abuso es una traición a la confianza, ¡es una traición a la vida! La oración es indispensable para «reconstruir la confianza».
También deseo recordar a todos los pescadores, con ocasión del Día Mundial de la Pesca, que se celebrará el próximo jueves: ¡Que María Estrella del Mar proteja a los pescadores y a sus familias!
Y saludo con afecto a todos ustedes, romanos y peregrinos. En particular, a los fieles de Ponta Delgada y Zagreb; a la Escolanía del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y a la comunidad ecuatoriana de Roma, que celebra la Virgen del Quinche. Saludo a los grupos de Chioggia y Caorle; a los bomberos de Romeno (Trento) y al coro parroquial de Nesso (Como).
Hermanos y hermanas, recemos por la paz: en la atormentada Ucrania, en Palestina, Israel, Líbano, en Myanmar, en Sudán. La guerra hace inhumanos e induce a los pueblos a tolerar crímenes inaceptables. Que los gobernantes escuchen el clamor de los pueblos que piden la paz.
Un saludo a los chicos de la Inmaculada. Les deseo a todos un buen domingo. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!