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miércoles, 20 de noviembre de 2024

Papa Francisco en la Audiencia, 20-11-2024: «Cada uno tiene su carisma, don del Espíritu Santo, para el ‘servicio’ de la comunidad; todos los carismas, son ‘míos’ al igual que ‘mis’ carismas son para el bien de todos»


* «Dos elementos ayudan a definir lo que es el carisma. En  primer lugar, el carisma es el don concedido “para el bien común" (1 Co 12:7). En otras palabras, no está  destinado principal y ordinariamente a la santificación de la persona, sino al “servicio" de la comunidad  (1 Pe 4:10). En segundo lugar, el carisma es el don concedido “a uno", o “a algunos" en particular, no a  todos del mismo modo, y esto es lo que lo distingue de la gracia santificante, de las virtudes teologales y de los sacramentos, que en cambio son iguales y comunes a todos. El carisma es a una persona o a una comunidad especial, es un don que Dios te da»

  

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

 * «Quiero decir que el año que viene, en el Día de los Adolescentes, canonizaré al beato Carlo Acutis (el domingo 27 de abril a las 10.30 horas en la Plaza de San Pedro). Y en el Día de los Jóvenes, el año entrante, canonizaré al beato Pier Giorgio Frassati»

 20 de noviembre de 2024.- (Camino Católico)  La acción carismática del Espíritu Santo ha sido el argumento de la catequesis del Papa Francisco pronunciada esta mañana durante su tradicional Audiencia General en la Plaza de San Pedro. Francisco, citando un famoso texto del Concilio Vaticano II, asegura que el Espíritu Santo no sólo santifica, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición y, por ende, “todos tenemos dones personales”: “Cada uno tiene su carisma, don del Espíritu Santo, para el ‘servicio’ de la comunidad; todos los carismas, son ‘míos’ al igual que ‘mis’ carismas son para el bien de todos”.

Al final de la audiencia general Francisco ha anunciado que Carlo Acutis será proclamado santo durante el Jubileo de los Adolescentes, que tendrá lugar en Roma del 25 al 27 de abril de 2025. En un comunicado posterior, el Arzobispo de la diócesis de Asís Mons. Domenico Sorrentino, especificó que la canonización de Acutis está prevista para el domingo 27 de abril a las 10.30 horas en la Plaza de San Pedro.

Asimismo, ha informado que Pier Giorgio Frassati será elevado a los altares durante el Jubileo de los Jóvenes, entre el 28 de julio y el 3 de agosto del año que viene.

Además el Santo Padre ha anunciado que el próximo 3 de febrero se celebrará en el Vaticano el Encuentro Mundial de los Derechos de los Niños titulado “Amémoslos y Protejámoslos”. En vista a esta jornada, el Santo Padre también ha instituido el Comité Pontificio para la Jornada Mundial de los Niños.

El Papa también ha recordado los mil días de conflicto en Ucrania y ha hecho un llamamiento para que la confrontación deje paso al encuentro. Después ha leído la carta de un universitario ucraniano que escribe: «Me hubiera gustado huir y volver a ser un niño abrazado a mi madre. Cuando recuerde nuestro país, recuerde no sólo el sufrimiento, sino también el amor». 

El Papa saluda a la primera dama ucraniana Olena Zelenska

El Papa ha recordado la solemnidad de Cristo Rey del Universo, que se celebrará el próximo domingo. «Invito a cada uno a reconocer la presencia del Señor en la propia vida - ha pedido Francisco- para participar en la construcción de su Reino de amor y de paz.» 

Mañana, con ocasión de la memoria litúrgica de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María, se celebrará la Jornada pro Orantibus. «A las hermanas de clausura llamadas por el Señor a la vida contemplativa, les aseguramos nuestra cercanía», dice el Papa, esperando «el necesario apoyo espiritual y material de la comunidad eclesial» a los monasterios de clausura. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:


PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro

Miércoles, 20 de noviembre de 2024


Catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza

14. Los dones de la Esposa. Los carismas, dones del Espíritu para el bien común.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En las últimas tres catequesis hemos hablado de la obra santificadora del Espíritu Santo, que se realiza en los sacramentos, en la oración y siguiendo el ejemplo de la Madre de Dios. Pero escuchemos lo que dice un famoso texto del Vaticano II: «Además, el Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12,11) sus dones» (Lumen gentium, 12).  También nosotros tenemos dones personales que el Espíritu nos da a cada uno.

 Ha llegado, entonces, el momento de hablar también de este segundo modo en que el Espíritu Santo obra, que es la acción carismática. Una palabra algo difícil, la voy a explicar. Dos elementos ayudan a definir lo que es el carisma. En primer lugar, el carisma es el don concedido «para el bien común» (1 Co 12:7), para que sea útil a todos. En otras palabras, no está destinado principal y ordinariamente a la santificación de la persona, sino al servicio de la comunidad (cfr.1 Pe 4:10). Este es el primer aspecto. En segundo lugar, el carisma es el don concedido «a uno», o «a algunos» en particular, no a todos del mismo modo, y esto es lo que lo distingue de la gracia santificante, de las virtudes teologales y de los sacramentos, que, en cambio, son iguales y comunes para todos. El carisma se concede a una persona o a una comunidad específica. Es un don que Dios te da.

El Concilio también nos explica esto. El Espíritu Santo -dice- «también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: «A cada uno... se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Co 12,7). 

Los carismas son las «joyas», u ornamentos, que el Espíritu Santo distribuye para embellecer a la Esposa de Cristo. Se comprende así por qué el texto conciliar termina con la siguiente exhortación: «Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia.» (Lumen gentium, 12).

Benedicto XVI afirmó: «Mirando la historia de la época post-conciliar, se puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha adquirido formas inesperadas en movimientos llenos de vida y que hace casi tangible la inagotable vivacidad de la Iglesia». Y este es el carisma dado a un grupo, a través de una persona.

Debemos redescubrir los carismas, porque esto hace que la promoción del laicado y, especialmente, de las mujeres, se entienda no sólo como un hecho institucional y sociológico, sino en su dimensión bíblica y espiritual. Los laicos no son los últimos, no, los laicos no son una especie de colaboradores externos o “tropas auxiliares” del clero, ¡no! Tienen sus propios carismas y dones con los que contribuir a la misión de la Iglesia.

Añadamos una cosa más: al hablar de carismas, hay que disipar de inmediato un malentendido: el de identificarlos con dones y capacidades espectaculares y extraordinarios; se trata, en cambio, de dones ordinarios – cada uno de nosotros tiene su propio carisma – que adquieren un valor extraordinario cuando son inspirados por el Espíritu Santo y encarnados en las situaciones de la vida con amor. Esta interpretación del carisma es importante, porque muchos cristianos, al oír hablar de carismas, experimentan tristeza o desilusión, ya que están convencidos de no poseer ninguno y se sienten excluidos o cristianos de segunda clase. No, no hay cristianos de “segunda clase”, no, cada uno tiene su carisma personal y también comunitario. A ellos ya les respondió San Agustín en su época con una comparación muy elocuente: «Si amas aquello que posees, no es poco – decía a su pueblo–. Si amas la unidad, todo lo que en ella es poseído por alguien, ¡lo posees tú también!… En el cuerpo ve el ojo solo; pero ¿acaso el ojo ve solamente para sí mismo? No, ve también para la mano, para el pie y para los demás miembros» [1].

Aquí se desvela el secreto por el que la caridad es definida por el Apóstol como «el camino más excelente» (1 Cor 12, 31): ella me hace amar la Iglesia, o la comunidad en la que vivo y, en la unidad, todos los carismas, no sólo algunos, son «míos» al igual que «mis» carismas, aunque parezcan poca cosa, son de todos y para el bien de todos. La caridad multiplica los carismas: hace que el carisma de uno, de una sola persona, sea el carisma de todos. ¡Gracias!

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Continuando nuestras catequesis sobre el Espíritu Santo, hoy quisiera que meditáramos sobre uno de sus modos de obrar dentro de la Iglesia, me refiero a su acción carismática. En efecto, los carismas son dones que el Espíritu concede a quien quiere y que siempre cuentan con dos elementos. Primero, el carisma es un don concedido para el bien común —para el bien de la Iglesia—, más que para la propia santificación; y segundo, el carisma es un don concedido “a uno”, o “a algunos” en particular, no a todos del mismo modo, y esto es lo que lo distingue de la gracia santificante, de las virtudes teologales y de los sacramentos, que son idénticos y comunes a todos.   

Entender la riqueza de los carismas ayuda a valorar el papel del laicado en la Iglesia, ya que los laicos poseen carismas y dones propios con los que contribuyen de una manera especial a su misión en el mundo. No se trata de capacidades espectaculares, no, sino de dones ordinarios que adquieren un valor extraordinario por ser inspiración del Espíritu Santo.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Espíritu Santo que nos conceda crecer en la virtud de la caridad, para que descubramos y pongamos nuestros carismas al servicio de la Iglesia y agradezcamos los carismas de los demás, reconociendo que contribuyen al bien de todos. Que el Señor los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho: 

Con ocasión del Día Internacional de los Derechos del Niño y del Adolescente, que se celebra hoy, deseo anunciar que el próximo 3 de febrero se celebrará aquí, en el Vaticano, elEncuentro Mundial sobre los Derechos del Niño bajo el título «Amémoslos y protejámoslos», con la participación de expertos y personalidades de distintos países. Será una oportunidad para identificar nuevas formas de ayudar y proteger a millones de niños que siguen sin derechos, que viven en condiciones precarias, son explotados y abusados, y sufren las dramáticas consecuencias de las guerras.

Hay un grupo de niños que están preparando este Día, gracias a todos ustedes que lo están haciendo. Y aquí viene una niña valiente..., ¡ahora vienen todos! Así son los niños, ¡uno empieza y luego vienen todos! ¡Saludemos a los niños! ¡Gracias a ustedes! ¡Buenos días!

Quiero decir que el año que viene, en el Día de los Adolescentes, canonizaré al beato Carlo Acutis, y que, en el Día de los Jóvenes, el año entrante, canonizaré al beato Pier Giorgio Frassati.

Ayer se cumplieron mil días de la invasión de Ucrania. Un aniversario trágico por las víctimas y la destrucción que ha causado, y al mismo tiempo una desgracia vergonzosa para toda la humanidad. Sin embargo, esto no debe disuadirnos de permanecer al lado del atormentado pueblo ucraniano, ni de implorar la paz y trabajar para que las armas dejen paso al diálogo y el enfrentamiento al encuentro.

Anteayer recibí una carta de un joven universitario ucraniano. Dice así: «Padre, cuando el miércoles recuerde mi país y tenga la oportunidad de hablar al mundo entero en el milésimo día de esta terrible guerra, le ruego que no hable sólo de nuestro sufrimiento, sino que sea también testigo de nuestra fe: aunque imperfecta, su valor no disminuye, pinta con pinceladas dolorosas el cuadro de Cristo resucitado. Estos días ha habido demasiados muertos en mi vida. Vivir en una ciudad donde un misil mata y hiere a decenas de civiles, ser testigo de tantas lágrimas, es difícil. Hubiera querido huir, hubiera querido volver a ser un niño abrazado a mi mamá, honestamente, hubiera querido estar en el silencio y el amor, pero doy gracias a Dios porque a través de este dolor aprendo a amar más. El dolor no es sólo un camino hacia la ira y la desesperación; si está basado en la fe, es un buen maestro de amor. Padre, si el dolor hace daño, significa que amas; por eso, cuando hable de nuestro dolor, cuando recuerde los mil días de sufrimiento, recuerde también los mil días de amor, porque sólo el amor, la fe y la esperanza dan verdadero sentido a las heridas». Así escribió este joven universitario ucraniano.

Por último, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados. El próximo domingo, último del tiempo ordinario, celebraremos la solemnidad de Cristo, rey del Universo. Invito a todos a reconocer la presencia del Señor en sus vidas, para participar en la construcción de su Reino de amor y de paz.

Mañana se celebrará la conmemoración litúrgica de la Presentación de la Santísima Virgen María en el Templo, la Jornada Pro Orantibus. A las hermanas de clausura llamadas por el Señor a la vida contemplativa, les aseguramos nuestra cercanía. Que los monasterios de clausura no carezcan del necesario apoyo espiritual y material por parte de la comunidad eclesial. 

¡Mi bendición para todos!

Francisco

[1] S. Agustín, Tratados sobre el evangelio de San Juan, 32,8.


Fotos: Vatican Media, 20-11-2024

miércoles, 13 de noviembre de 2024

Papa Francisco en la Audiencia, 13-11-2024: «La Virgen María dijo ‘sí’ al Señor y su ejemplo e intercesión nos anima a decirle nuestro ‘sí’ cada vez ante una obediencia o una prueba que superar»

 

* «La Virgen María es la esposa, pero es, antes que eso, la discípula del Espíritu Santo. Esposa y discípula. Aprendamos de ella a ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu, sobre todo cuando nos sugiere que «nos levantemos con prontitud» y vayamos a ayudar a alguien que nos necesita, como hizo ella inmediatamente después de que el ángel la dejara»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

 * «Y no olvidemos a los países en guerra. ¡Hermanos y hermanas, la atormentada Ucrania sufre! No olvidemos a Ucrania; No olvidemos a Palestina, Israel, Myanmar y muchas naciones en guerra. No olvidemos a ese grupo de palestinos inocentes ametrallados... Oremos por la paz. ¡Necesitamos tanta paz!»

13 de noviembre de 2024.- (Camino Católico)   “La Virgen María es la que dijo «sí» al Señor, y con su ejemplo y su intercesión nos anima a decirle también nuestro «sí» cada vez que nos encontremos ante una obediencia que actuar o una prueba que superar” ha afirmado el Papa Francisco en su catequesis al reflexionar sobre la piedad mariana y el vínculo "único y eternamente indestructible" entre la Virgen María y el Espíritu Santo.

Al concluir la audiencia general, Francisco ha vuelto a pedir el fin de los conflictos en el mundo, pidiendo no olvidar a la «atormentada Ucrania», pero también a Palestina, Israel, Myanmar y otras zonas del mundo afectadas por conflictos. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro

Miércoles, 13 de noviembre de 2024


Catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza

13. «Una carta escrita con el Espíritu del Dios vivo: María y el Espíritu Santo»

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Entre los diversos medios con los que el Espíritu Santo lleva a cabo su obra de santificación en la Iglesia - Palabra de Dios, Sacramentos, oración - hay uno especial, y es la piedad mariana. En la tradición católica existe este lema, este dicho: «Ad Iesum per Mariam», es decir, «a Jesús por María». La Virgen nos muestra a Jesús. Ella nos abre las puertas, ¡siempre! La Virgen es la madre que nos lleva de la mano a Jesús. La Virgen nunca se señala a sí misma, la Virgen señala a Jesús. Y esto es la piedad mariana: a Jesús a través de las manos de la Virgen.

San Pablo define la comunidad cristiana como una «carta de Cristo redactada por nuestro ministerio, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne» (2 Cor 3,3). María, como primera discípula y figura de la Iglesia, es igualmente una carta escrita con el Espíritu del Dios vivo. Precisamente por eso, ella puede ser «conocida y leída por todos los seres humanos» (2Cor 3,2), incluso por aquellos que no saben leer libros de teología, por esos «pequeños» a los que Jesús dice que se les revelan los misterios del Reino, ocultos a los sabios (cf. Mt 11,25).

Al decir su « sí» - cuando María acepta y dice al ángel: «sí, hágase la voluntad del Señor» y acepta ser la madre de Jesús – es como si María dijera a Dios: «Aquí estoy, soy una tablilla para escribir: que el Escritor escriba lo que quiera, que haga lo que quiera conmigo el Señor de todas las cosas» [1]. En aquella época, la gente solía escribir en tablillas enceradas; hoy diríamos que María se ofrece como una página en blanco en la que el Señor puede escribir lo que quiera. El «sí» de María al ángel -como escribió un conocido exégeta- representa «el ápice de todo comportamiento religioso ante Dios, ya que ella expresa, de la manera más elevada, la disponibilidad pasiva combinada con la disponibilidad activa, el vacío más profundo que acompaña a la mayor plenitud» [2].

He aquí, pues, cómo la Madre de Dios es un instrumento del Espíritu Santo en su obra de santificación. En medio de la interminable profusión de palabras dichas y escritas sobre Dios, la Iglesia y la santidad (que muy pocos o nadie son capaces de leer y comprender en su totalidad), ella sugiere sólo dos palabras que todos, incluso los más sencillos, pueden pronunciar en cualquier ocasión: «Aquí estoy» y «fiat». María es la que dijo «sí» al Señor, y con su ejemplo y su intercesión nos anima a decirle también nuestro «sí» cada vez que nos encontremos ante una obediencia que actuar o una prueba que superar.

En todas las épocas de su historia, pero especialmente en este momento, la Iglesia se encuentra en la misma situación en la que estaba la comunidad cristiana tras la Ascensión de Jesús a los cielos. Tiene que predicar el Evangelio a todas las naciones, pero está esperando la «potencia de lo alto» para poder hacerlo. Y no olvidemos que, en aquel momento, como leemos en los Hechos de los Apóstoles, los discípulos estaban reunidos en torno a «María, la madre de Jesús» (Hechos 1,14).

Es cierto que también había otras mujeres con ella en el cenáculo, pero su presencia es diferente y única entre todas. Entre ella y el Espíritu Santo existe un vínculo único y eternamente indestructible, que es la persona misma de Cristo, «concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de Santa María Virgen», como recitamos en el Credo. El evangelista Lucas subraya intencionadamente la correspondencia entre la venida del Espíritu Santo sobre María en la Anunciación y su venida sobre los discípulos en Pentecostés, utilizando algunas expresiones idénticas en ambos casos.

San Francisco de Asís, en una de sus oraciones, saluda a la Virgen como «hija y sierva del altísimo Rey y Padre celestial, madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo» [3]. ¡Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo! No se podía ilustrar con palabras más sencillas la relación única de María con la Trinidad.

Como todas las imágenes, también ésta de “esposa del Espíritu Santo” no debe absolutizarse, sino tomarse por la parte de verdad que contiene, y es una verdad muy hermosa. Ella es la esposa, pero es, antes que eso, la discípula del Espíritu Santo. Esposa y discípula. Aprendamos de ella a ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu, sobre todo cuando nos sugiere que «nos levantemos con prontitud» y vayamos a ayudar a alguien que nos necesita, como hizo ella inmediatamente después de que el ángel la dejara (cf. Lc 1,39). ¡Gracias!

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

En estas catequesis anteriores vimos cómo el Espíritu Santo obra en la Iglesia a través de la Palabra, a través de los sacramentos y a través de la oración. En esta ocasión, reflexionemos sobre la Virgen María y el Espíritu Santo, destacando la “piedad mariana” como modelo de santificación.

La Madre de Dios es un instrumento del Espíritu Santo para llevarnos a su Hijo, por eso decimos tradicionalmente: “A Jesús por María”. Su vida es un ejemplo para nosotros, para que sepamos decir “sí” a Dios como ella, con confianza y generosidad. Pensemos, por ejemplo, en sus palabras ante el anuncio del ángel Gabriel: ¿Qué dice la Virgen? “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según lo que has dicho”.  

María tiene una relación única con la Santísima Trinidad: es hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo y esposa del Espíritu Santo. Como en el día de Pentecostés, ella acompaña a la Iglesia —María acompaña a la Iglesia— y le muestra el camino hacia su Hijo.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a María, templo y sagrario del Espíritu Santo, que nos enseñe a ser dóciles a las inspiraciones de Dios, sobre todo cuando su Espíritu de amor nos urge a hacer el bien a los hermanos y hermanas que más lo necesitan. Que el Señor los bendiga y la Virgen los cuide. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho: 

Por último, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados. Animo a todos a encontrar cada día en Dios fuerza y ​​valentía para vivir plenamente su vocación humana y cristiana.

Y no olvidemos a los países en guerra. ¡Hermanos y hermanas, la atormentada Ucrania sufre! No olvidemos a Ucrania; No olvidemos a Palestina, Israel, Myanmar y muchas naciones en guerra. No olvidemos a ese grupo de palestinos inocentes ametrallados... Oremos por la paz. ¡Necesitamos tanta paz!

¡Mi bendición para todos!


Francisco

[1] Comentario al Evangelio de Lucas, fragm. 18 (GCS 49, p. 227).

[2] H. Schürmann, Das Lukasevangelium, Friburgo en Br. 1968: trad. ital. Brescia 1983, 154.

[3] Fonti Francescane, Asís 1986, n. 281.

Fotos: Vatican Media, 13-11-2024

miércoles, 6 de noviembre de 2024

Papa Francisco en la Audiencia, 6-11-2024: «El Espíritu Santo nos enseña a interceder por los hermanos y esta oración agrada a Dios; al rezar por los demás y los demás por nosotros, la oración se multiplica»

 * «El Espíritu Santo viene, sí, en auxilio de nuestra debilidad, pero hace algo aún más importante: nos confirma que somos hijos de Dios y pone en nuestros labios el grito: ‘¡Padre!’ (Rm 8,15; Gal 4,6). Nosotros no podemos decir “Padre, Abba” sin la fuerza del Espíritu Santo. La oración cristiana no es el ser humano que, a un lado del teléfono, habla con Dios que está al otro lado, no, ¡es Dios que reza en nosotros! Rezamos a Dios a través de Dios. Rezar es ponernos dentro de Dios y que Dios entre en nosotros. Recen con el corazón y no con los labios»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma

 * «He querido saludar a la Virgen de los Desamparados, la Virgen que cuida de los pobres, la patrona de Valencia, que sufre tanto, y también otros lugares de España, pero sobre todo Valencia, que está bajo el agua y sufre. Hoy, de manera especial, rezamos por Valencia y por otras zonas de España que están sufriendo a causa del agua.  Y oramos por la paz. No olvidemos a la martirizada Ucrania, que tanto sufre; No olvidemos a Gaza e Israel. El otro día, 153 civiles que caminaban por la calle fueron ametrallados. Es muy triste. No olvidemos a Myanmar»

 6 de noviembre de 2024.- (Camino Católico)  Durante la Audiencia General de este miércoles 6 de noviembre, el Papa Francisco continuó el ciclo de catequesis sobre el Espíritu Santo, destacando el aspecto santificador del Espíritu a través de la oración. El Pontífice subrayó que el Espíritu Santo es a la vez “sujeto y objeto” de la oración cristiana, indicando que es Aquel que reza en nosotros y Aquel que es recibido a través de la oración y ha subrayado la importancia de la oración de intercesión:

“El Espíritu Santo intercede por nosotros, y también nos enseña a interceder, a nuestra vez, por nuestros hermanos y hermanas; nos enseña la oración de intercesión: rezar por esta persona, rezar por aquel enfermo, por el que está en la cárcel, rezar...; rezar también por la suegra, y rezar siempre, siempre. Esta oración es especialmente agradable a Dios, porque es la más gratuita y desinteresada. Cuando cada uno reza por todos los demás, sucede – lo decía san Ambrosio – que todos los demás rezan por cada uno y la oración se multiplica”.


Las víctimas de la Dana en Valencia siguen inquietando el corazón del Papa, quien hoy, antes de dar inicio a su Audiencia General, ha pedido oración por los damnificados españoles que han perdido todo tras las fuertes inundaciones que han azotado varias zonas del país. Francisco ha depositado una flor ante la imagen de la «Virgen de los Desamparados», patrona de Valencia. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:



PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro

Miércoles, 6 de noviembre de 2024


Palabras pronunciadas espontáneamente antes del inicio de la audiencia general:

 


Video de la transmisión en directo realizada por Vatican News con las palabras del Papa en que pide oración por los afectados de la DANA

He querido saludar a la Virgen de los Desamparados, la Virgen que cuida de los pobres, la patrona de Valencia, que sufre tanto, y también otros lugares de España, pero sobre todo Valencia, que está bajo el agua y sufre. He querido que esté aquí la patrona de Valencia, esta pequeña imagen que me regalaron los propios valencianos. Hoy, de manera especial, rezamos por Valencia y por otras zonas de España que están sufriendo a causa del agua.



Catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza

12. «El Espíritu intercede por nosotros». El Espíritu Santo y la oración cristiana


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


La acción santificadora del Espíritu Santo, además de en la Palabra de Dios y en los Sacramentos, se expresa en la oración, y es a ella a la que queremos dedicar la reflexión de hoy: la oración.  El Espíritu Santo es, al mismo tiempo, sujeto y objeto de la oración cristiana. Es decir, Él es el que dona la oración y Él es el que se nos dona mediante la oración. Nosotros oramos para recibir al Espíritu Santo, y recibimos al Espíritu Santo para poder orar verdaderamente, es decir, como hijos de Dios, no como esclavos.


Pensemos un poco en esto: rezar como hijos de Dios, no como esclavos. Hay que rezar siempre con libertad. «Hoy debo rezar esto, esto, esto, porque he prometido esto, esto, esto... ¡De lo contrario iré al infierno!». No, esto no es rezar. La oración es libre. Se reza cuando el Espíritu ayuda a rezar. Se ora cuando se siente en el corazón la necesidad de orar; y cuando no se siente nada, hay que detenerse y preguntarse: ¿por qué no siento el deseo de orar? ¿Qué está pasando en mi vida? La espontaneidad en la oración es siempre lo que más nos ayuda. Esto es lo que significa rezar como hijos, no como esclavos.


En primer lugar, debemos rezar para recibir el Espíritu Santo. A este respecto, hay unas palabras muy precisas de Jesús en el Evangelio: «Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc 11,13). Todos nosotros sabemos darles cosas buenas a los pequeños, ya sean hijos, nietos, sobrinos o amigos. Los pequeños siempre reciben cosas buenas de nosotros. ¿Y cómo no nos va a dar el Padre el Espíritu? Esto nos anima y podemos seguir adelante.


En el Nuevo Testamento, vemos que el Espíritu Santo desciende siempre durante la oración. Desciende sobre Jesús tras el bautismo en el Jordán, mientras «estaba en oración» (Lc 3,21); y desciende sobre los discípulos en Pentecostés, mientras «todos ellos perseveraban juntos en la oración» (Hechos 1,14).


Es el único «poder» que tenemos sobre el Espíritu de Dios. El «poder» de la oración: Él no resiste a la oración. Rezamos y llega. En el monte Carmelo, los falsos profetas de Baal - recuerden ese paso de la Biblia - se agitaban para invocar fuego del cielo sobre su sacrificio, pero no ocurrió nada, porque eran idólatras, adoraban a un dios que no existe; Elías se puso a orar y el fuego descendió y consumió el holocausto (cfr. 1 Re 18,20-38). La Iglesia sigue fielmente este ejemplo: siempre tiene en los labios la invocación «¡Ven! ¡Ven!» cuando se dirige al Espíritu Santo. Y lo hace sobre todo en la Misa, para que descienda como rocío y santifique el pan y el vino para el sacrificio eucarístico.


Pero también existe el otro aspecto, que es el más importante y alentador para nosotros: el Espíritu Santo es el que nos dona la verdadera oración. San Pablo dice: «El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables; y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios.» (Rm 8,26-27).


Es cierto, no sabemos rezar, no sabemos. Tenemos que aprender cada día. La razón de esta debilidad en nuestra oración se expresaba en el pasado en una sola palabra, utilizada de tres formas distintas: como adjetivo, como sustantivo y como adverbio. Es fácil de recordar, incluso para los que no saben latín, y merece la pena tenerla presente, porque ella sola encierra todo un tratado. Nosotros, los seres humanos, decía aquel dicho, “mali, mala, male petimus”, que significa: siendo malos (mali), pedimos cosas equivocadas (mala) y de la manera equivocada (male). Jesús dice: «Busquen primero el Reino y la Justicia de Dios, y se les darán también todas esas cosas por añadidura» (Mt 6,33); en cambio, nosotros buscamos en primer lugar “las añadiduras”, es decir, nuestros intereses - ¡muchas veces! -  y nos olvidamos totalmente de pedir el Reino de Dios. Pidamos al Señor el Reino, y todo vendrá con él.


El Espíritu Santo viene, sí, en auxilio de nuestra debilidad, pero hace algo aún más importante: nos confirma que somos hijos de Dios y pone en nuestros labios el grito: «¡Padre!» (Rm 8,15; Gal 4,6). Nosotros no podemos decir “Padre, Abba” sin la fuerza del Espíritu Santo. La oración cristiana no es el ser humano que, a un lado del teléfono, habla con Dios que está al otro lado, no, ¡es Dios que reza en nosotros! Rezamos a Dios a través de Dios. Rezar es ponernos dentro de Dios y que Dios entre en nosotros.


Es precisamente en la oración cuando el Espíritu Santo se revela como «Paráclito», es decir, abogado y defensor. No nos acusa ante el Padre, sino que nos defiende. Sí, nos defiende, nos convence del hecho de que somos pecadores (cfr. Jn 16,8), pero lo hace para hacernos experimentar la alegría de la misericordia del Padre, no para destruirnos con estériles sentimientos de culpa. Incluso cuando nuestro corazón nos reprocha algo, Él nos recuerda que «Dios es mayor que nuestro corazón» (1 Jn 3,20).


Dios es más grande que nuestro pecado. Todos somos pecadores... Pensemos: quizá algunos de ustedes -no lo sé- tienen mucho miedo por las cosas que han hecho, tienen miedo de ser reprendidos por Dios, tienen miedo de muchas cosas y no encuentran la paz. Pónganse en oración, invoquen al Espíritu Santo y Él les enseñará a pedir perdón. ¿Y saben qué? Dios no sabe mucha gramática y cuando pedimos perdón, ¡no nos deja terminar! «Perd...» y ahí, Él no nos deja terminar la palabra perdón. Él nos perdona primero, siempre está ahí para perdonarnos, antes de que terminemos la palabra perdón. Decimos «Perd...» y el Padre siempre nos perdona.


El Espíritu Santo intercede por nosotros, y también nos enseña a interceder, a nuestra vez, por nuestros hermanos y hermanas; nos enseña la oración de intercesión: rezar por esta persona, rezar por aquel enfermo, por el que está en la cárcel, rezar...; rezar también por la suegra, y rezar siempre, siempre. Esta oración es especialmente agradable a Dios, porque es la más gratuita y desinteresada. Cuando cada uno reza por todos los demás, sucede – lo decía san Ambrosio – que todos los demás rezan por cada uno y la oración se multiplica [1]. La oración es así. He aquí una tarea muy valiosa y necesaria en la Iglesia, especialmente en este tiempo de preparación al Jubileo: unirnos al Paráclito, cuya “intercesión a favor de todos nosotros es según Dios”.


Pero no recen como los loros, ¡por favor! No digan: «bla, bla, bla...». No. Digan «Señor», pero díganlo de corazón. «Ayúdame, Señor», «Te quiero, Señor». Y cuando recen el Padre Nuestro, recen «Padre, Tú eres mi Padre». Recen con el corazón y no con los labios, no sean como los loros.


Que el Espíritu nos ayude en la oración, ¡porque la necesitamos tanto! Gracias.



Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:


Queridos hermanos y hermanas:


Hoy reflexionamos sobre el Espíritu Santo y la oración cristiana. El Espíritu de Dios es, al mismo tiempo, objeto y sujeto de la oración. Es objeto cuando rezamos para recibirlo; lo pedimos, lo invocamos —por ejemplo, la Iglesia lo implora en la Santa Misa, para que descienda y santifique el pan y el vino—. Y es sujeto cuando es Él mismo el que reza en nosotros, ayudándonos en nuestra debilidad, porque —como dice san Pablo— no sabemos orar como conviene.  


De ese modo, el Espíritu Santo se revela en la oración como “Paráclito”, es decir, abogado y defensor, que intercede ante el Padre para que podamos gustar la alegría de su misericordia. Pero, además de interceder por nosotros, el Espíritu Santo nos enseña a interceder por los hermanos. Esta oración de intercesión agrada a Dios, porque es gratuita y desinteresada. Cuando rezamos por los demás y los demás rezan por nosotros, la oración se multiplica.


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. En este tiempo de preparación al Jubileo, pidamos al Espíritu Santo que interceda por nosotros, para que seamos peregrinos de esperanza dispuestos a seguir siempre a Jesús, que es camino, verdad y vida. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.



Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho: 


Por último, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados. Animo a todos a vivir su vida cotidiana con fidelidad al Evangelio, sostenidos por la fe y la esperanza.


Y oramos por la paz. No olvidemos a la martirizada Ucrania, que tanto sufre; No olvidemos a Gaza e Israel. El otro día, 153 civiles que caminaban por la calle fueron ametrallados. Es muy triste. No olvidemos a Myanmar. Y no nos olvidemos de Valencia o España. Por ello, como decía, hoy preside la Virgen de los Desamparados, que es la patrona de Valencia. Os invito a rezarle un Avemaría por Valencia.


Y rogamos al Señor para vivir siempre con esperanza. ¡Mi bendición para todos!


Francisco

[1] De Cain et Abel, I, 39.

Fotos: Vatican Media, 6-11-2024