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miércoles, 12 de noviembre de 2025

Papa León XIV en la Audiencia General, 12-10-2025: «Gracias a Jesús, que nos amó y se entregó por nosotros, podemos, amarnos y dar la vida por los demás, como hijos del único Padre y hermanos en Jesucristo»

* «Jesús nos amó hasta el final, dice el Evangelio de Juan (cfr 13,1). Cuando se acerca la pasión, el Maestro sabe bien que su tiempo histórico está a punto de concluirse. Teme lo que está a punto de suceder, experimenta el suplicio más terrible y el abandono. Su Resurrección, al tercer día, es el inicio de una historia nueva. Y los discípulos se convierten plenamente en hermanos, después de tanto tiempo de vida en común, no solo cuando viven el dolor de la muerte de Jesús, sino, sobre todo, cuando lo reconocen como el Resucitado, reciben el don del Espíritu y se convierten en testigos»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «Saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. La liturgia de hoy conmemora al obispo San Josafat, mártir por su incansable celo por la unidad de la Iglesia. Animo a todos a ser conscientes de los dones de la gracia recibidos, para que puedan ponerse a disposición de la comunidad»

12 de noviembre de 2025.- (Camino Católico).- “Gracias a Jesúsl, que nos amó y se entregó por nosotros, nosotros podemos, a su vez, amarnos y dar la vida por los demás, como hijos del único Padre y verdaderos hermanos en Jesucristo”, ha dicho en su reflexión el Papa León XIV en la Audiencia general de este miércoles, 12 de noviembre, continuando con su ciclo de catequesis sobre la persona de “Jesucristo, nuestra esperanza”, en esta ocasión reflexionando sobre los desafíos del mundo actual a la luz de la Resurrección de Cristo, sobre todo, señalando que, “la espiritualidad pascual inspira la fraternidad”.


Naomi Campbell también ha estrechado la mano del Papa León XIV tras la audiencia general

El Pontífice evidencia que, “hoy la fraternidad no es algo ni inmediato ni que se pueda dar por descontado”. Es más, agrega, hoy muchos conflictos, tantas guerras esparcidas por el mundo, tensiones sociales y sentimientos de odio parecerían demostrar lo contrario: “Sin embargo, la fraternidad no es un hermoso sueño imposible, no es un deseo de unos pocos ilusos. Pero para superar las sombras que la amenazan hay que ir a las fuentes y, sobre todo, obtener luz y fuerza de Aquel que solo nos libra del veneno de la enemistad”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

LEÓN XIV

AUDIENCIA JUBILAR

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

Sábado, 8 de noviembre de 2025

Catequesis. 8. Esperar es dar testimonio. Isidoro Bakanja

LEÓN XIV

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro

Miércoles, 12 de noviembre de 2025


Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. IV. La resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual. 4. La espiritualidad pascual inspira la fraternidad. «Ámense los unos a los otros como yo los he amado» (cf. Jn 15,12)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Creer en la muerte y resurrección de Cristo y vivir la espiritualidad pascual infunde esperanza en la vida y anima a invertir en el bien. En particular, nos ayuda a amar y a alimentar la fraternidad, que es sin duda uno de los grandes desafíos para la humanidad contemporánea, como vio claramente el Papa Francisco.

La fraternidad nace de un dato profundamente humano. Somos capaces de relacionarnos y si queremos, sabemos construir vínculos auténticos entre nosotros. Sin relaciones, que nos sostienen y que nos enriquecen desde el inicio de nuestra vida, no podremos sobrevivir, crecer, aprender. Estas son múltiples, diferentes en cuanto a modalidad y profundidad. Pero es cierto que nuestra humanidad se realiza mejor cuando estamos y vivimos juntos, cuando somos capaces de experimentar vínculos auténticos, no formales, con las personas que tenemos al lado. Si nos encerramos en nosotros mismos, corremos el riesgo de enfermarnos de soledad e incluso de un narcisismo que se preocupa solo de los demás por interés. El otro se reduce, entonces, a alguien de quien tomar, sin que estemos nunca dispuestos verdaderamente a dar, a entregarnos.

Sabemos bien que tampoco hoy la fraternidad no es algo ni inmediato ni que se pueda dar por descontado. Es más, muchos conflictos, tantas guerras esparcidas por el mundo, tensiones sociales y sentimientos de odio parecerían demostrar lo contrario. Sin embargo, la fraternidad no es un hermoso sueño imposible, no es un deseo de unos pocos ilusos. Pero para superar las sombras que la amenazan hay que ir a las fuentes y, sobre todo, obtener luz y fuerza de Aquel que solo nos libra del veneno de la enemistad.

La palabra “hermano” deriva de una raíz muy antigua, que significa cuidar, preocuparse, apoyar y sustentar. Aplicada a cada persona humana se convierte en un llamamiento, una invitación. A menudo pensamos que el papel de hermano, de hermana, se refiera al parentesco, al hecho de ser consanguíneos, de pertenecer a la misma familia. En realidad, sabemos bien que los desacuerdos, las fracturas y a veces el odio pueden devastar también las relaciones entre parientes, no solo entre extraños.

Esto demuestra la necesidad, hoy más urgente que nunca, de volver a considerar el saludo con el que San Francisco de Asís se dirigía a todas y a todos, independientemente de su procedencia geográfica y cultural, religiosa o doctrinal: omnes fratres era el modo inclusivo con el que San Francisco ponía en el mismo plano a todos los seres humanos, precisamente porque les reconocía en el destino común de dignidad, de diálogo, de acogida y de salvación. El Papa Francisco retomó este enfoque del Poverello de Asís, dando valor a su actualidad después de 800 años, en la Encíclica Fratelli tutti.

Ese “tutti” (todos) que para San Francisco significaba la señal acogedora de una fraternidad universal expresa un rasgo esencial del cristianismo, que desde el inicio fue el anuncio de la Buena Noticia destinada a la salvación de todos, nunca de forma exclusiva o privada. Esta fraternidad se basa en el mandamiento de Jesús, que es de nuevo, en cuanto realizado por Él mismo, cumplimiento sobreabundante de la voluntad del Padre: gracias a Él, que nos amó y se entregó por nosotros, nosotros podemos, a su vez, amarnos y dar la vida por los demás, como hijos del único Padre y verdaderos hermanos en Jesucristo.

Jesús nos amó hasta el final, dice el Evangelio de Juan (cfr 13,1). Cuando se acerca la pasión, el Maestro sabe bien que su tiempo histórico está a punto de concluirse. Teme lo que está a punto de suceder, experimenta el suplicio más terrible y el abandono. Su Resurrección, al tercer día, es el inicio de una historia nueva. Y los discípulos se convierten plenamente en hermanos, después de tanto tiempo de vida en común, no solo cuando viven el dolor de la muerte de Jesús, sino, sobre todo, cuando lo reconocen como el Resucitado, reciben el don del Espíritu y se convierten en testigos.

Los hermanos y las hermanas que se apoyan mutuamente en las pruebas no dan la espalda a quienes están necesitados: lloran y se alegran juntos en la perspectiva laboriosa de la unidad, de la confianza, de la entrega mutua. La dinámica es la que el mismo Jesús nos entrega: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (cfr Jn 15,12). La fraternidad que nos brindó Cristo muerto y resucitado nos libra de las lógicas negativas de los egoísmos, de las divisiones, de las prepotencias, y nos devuelve a nuestra vocación original, en el nombre de un amor y de una esperanza que se renuevan cada día. El Resucitado nos indicó el camino a recorrer junto a Él, para sentirnos y para ser “fratelli tutti” (hermanos todos).

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Creer en la muerte y resurrección del Señor y vivir la espiritualidad pascual comunica esperanza a la vida y nos ayuda a amar y alimentar la fraternidad, que nace de una realidad de nuestro ser humanos: necesitamos relacionarnos con los demás para sobrevivir, crecer y aprender. No somos islas, necesitamos vínculos auténticos para protegernos de la soledad y el egoísmo.

En nuestro mundo de hoy, lleno de guerras y violencia, hay crisis de fraternidad. El Papa Francisco, en la Encíclica Fratelli tutti, propone de nuevo el mensaje de san Francisco de Asís, que nos recuerda cómo todos ―como hijos de un mismo Dios― estamos llamados a vivir una fraternidad universal que, basándose en el mandamiento del amor, manifiesta también un rasgo esencial del cristianismo. Gracias a Jesús, que nos amó y dio su vida por nosotros, podemos amarnos mutuamente, como hijos del Padre y verdaderos hermanos en Cristo.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor resucitado que nos conceda el don de la fraternidad y nos llene de su Espíritu Santo, para ser testigos generosos de su amor ante todos los hombres, liberándonos de la autosuficiencia, las divisiones y las prepotencias. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho: 

Saludo cordialmente al pueblo polaco. Ayer conmemoramos el fin de la «matanza sin sentido» de la Primera Guerra Mundial, tras la cual, para muchos pueblos, incluido el vuestro, amaneció la independencia. Damos gracias a Dios por el don de la paz, de la cual —como dijo San Agustín— «no hay nada absolutamente mejor». Conservémosla con corazones arraigados en el Evangelio, con espíritu de fraternidad y amor a nuestra patria.

El sábado pasado, en Kochi, en el estado indio de Kerala, fue beatificada la Madre Eliswa Vakayil, fundadora de la Tercera Orden de Carmelitas Teresianas Descalzas. Su valiente compromiso con la emancipación de las niñas más pobres es fuente de inspiración para todos los que trabajan, en la Iglesia y en la sociedad, por la dignidad de la mujer.

Finalmente, saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. La liturgia de hoy conmemora al obispo San Josafat, mártir por su incansable celo por la unidad de la Iglesia. Animo a todos a ser conscientes de los dones de la gracia recibidos, para que puedan ponerse a disposición de la comunidad.

¡Mis bendiciones para todos!

Papa León XIV


 









Fotos: Vatican Media, 12-11-2025

miércoles, 5 de noviembre de 2025

Papa León XIV en la Audiencia General, 5-10-2025: «La Resurrección de Cristo es el Acontecimento que fundamenta la fe y el Resucitado nos lo recuerda mediante el Espíritu Santo, para que podamos ser sus testigos»

* «Ante nuestra frágil humanidad, el anuncio pascual se convierte en cura y sanación, alimenta la esperanza frente a los desafíos alarmantes que la vida nos pone por delante cada día a nivel personal y planetario. Desde la perspectiva de la Pascua, la Via Crucis se transfigura en Via Lucis. Necesitamos saborear y meditar la alegría después del dolor, reatravesando con esta nueva luz todas las etapas que precedieron la Resurrección. La Pascua no elimina la cruz, sino que la vence en el duelo prodigioso que ha cambiado la historia humana. También nuestro tiempo, marcado por tantas cruces, invoca el alba de la esperanza pascua»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «Os invito a uniros a mi oración por todos aquellos que sufren a causa de los conflictos armados en diversas partes del mundo; pienso especialmente en Myanmar, y exhorto a la comunidad internacional a no olvidar al pueblo birmano y a proporcionar la necesaria ayuda humanitaria»

5 de noviembre de 2025.- (Camino Católico).- “La Resurrección de Cristo no es una idea, una teoría, sino el Acontecimento que fundamenta la fe. Él, el Resucitado, nos lo recuerda siempre mediante el Espíritu Santo, para que podamos ser sus testigos también allí donde la historia humana no ve luz en el horizonte”, reflexiona el Papa León XIV en la audiencia general de hoy, 5 de noviembre, en la plaza de San Pedro, ante más de 40.000 fieles y peregrinos.

El Pontífice centra su catequesis en el tema “La Pascua da esperanza a la vida cotidiana”, la tercera dedicada a “La Resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual”, en el marco del ciclo jubilar “Jesucristo esperanza nuestra”, y afirma que “el misterio pascual constituye el eje de la vida del cristiano en torno al cual giran todos los demás eventos”.

Al final de la audiencia, el Papa invita a los fieles a orar por la paz mundial, especialmente por Myanmar, sumido en una guerra civil y una grave crisis humanitaria. Finalmente, recordando la reciente fiesta de Todos los Santos, exhorta a todos a seguir su vocación a la santidad. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

LEÓN XIV

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro

Miércoles, 5 de noviembre de 2025


Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. IV. La resurrección de Cristo y los retos del mundo actual 3. La Pascua da esperanza a la vida cotidiana.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

La Pascua de Jesús es un evento que no pertenece a un pasado lejano, ya sedimentado en la tradición, como tantos otros episodios de la historia humana. La Iglesia nos enseña a hacer memoria actualizante de la Resurrección todos los años en el domingo de Pascua y todos los días en la celebración eucarística, durante la que se realiza de modo pleno la promesa del Señor resucitado: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20).

Por eso, el misterio pascual constituye el eje de la vida del cristiano en torno al cual giran todos los demás eventos. Podemos decir entonces, sin irenismo o sentimentalismo, que todos los días es Pascua. ¿De qué modo?

Vivimos cada hora muchas experiencias diversas: dolor, sufrimiento, tristeza, entrelazadas con alegría, estupor, serenidad. Pero, en cada situación, el corazón humano anhela la plenitud, una felicidad profunda. Una gran filósofa del s. XX, Santa Teresa Benedicta de la Cruz -cuyo nombre secular fue Edith Stein-, que tanto profundizó en el misterio de la persona humana, nos recuerda este dinamismo de búsqueda constante de la plenitud. «El ser humano -escribe- anhela siempre volver a recibir el don de la existencia, para poder alcanzar lo que el instante le da y, al mismo tiempo, le quita» (Ser infinito y ser eterno. Intento de un ascenso al sentido del ser). Estamos inmersos en el límite, pero también tendemos a superarlo.

El anuncio pascual es la noticia más hermosa, alegre y conmovedora que jamás ha resonado en el curso de la historia. Es el “Evangelio” por excelencia, que atestigua la victoria del amor sobre el pecado y de la vida sobre la muerte, y por eso es el único capaz de saciar la demanda de sentido que inquieta nuestra mente y nuestro corazón. El ser humano está animado por un movimiento interior, propende hacia un más allá que le atrae constantemente. Ninguna realidad contingente le satisface. Tendemos al infinito y a lo eterno. Esto contrasta con la experiencia de la muerte, anticipada por los sufrimientos, las pérdidas, los fracasos. De la muerte «nullu homo vivente po skampare» (ningún hombre viviente puede escapar), canta San Francisco de Asís (cfr. Cántico del hermano sol).

Todo cambia gracias a aquella mañana en la que las mujeres que habían ido al sepulcro para ungir el cuerpo del Señor lo encuentran vacío. La pregunta de los Magos de Oriente en Jerusalén («¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?», Mt 2,1-2) halla la respuesta definitiva en las palabras del misterioso joven vestido de blanco que habla a las mujeres en el alba pascual: «¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado» (Mc 16,6).

Desde esa mañana hasta hoy, cada día, Jesús posee también este título: el Viviente, como Él mismo se presenta en el Apocalipsis: «Yo soy el Primero y el Último, el Viviente; estuve muerto, pero ahora vivo para siempre» (Ap 1,17-18). Y en Él tenemos la seguridad de poder encontrar perennemente la estrella polar hacia la que dirigir nuestra vida de aparente caos, marcada por hechos que, a menudo, nos parecen confusos, inaceptables, incomprensibles: el mal, en sus múltiples facetas; el sufrimiento, la muerte: eventos que nos afectan a todos y cada uno. Meditando el misterio de la Resurrección, encontramos respuesta a nuestra sed de sentido.

Ante nuestra frágil humanidad, el anuncio pascual se convierte en cura y sanación, alimenta la esperanza frente a los desafíos alarmantes que la vida nos pone por delante cada día a nivel personal y planetario. Desde la perspectiva de la Pascua, la Via Crucis se transfigura en Via Lucis. Necesitamos saborear y meditar la alegría después del dolor, reatravesando con esta nueva luz todas las etapas que precedieron la Resurrección.

La Pascua no elimina la cruz, sino que la vence en el duelo prodigioso que ha cambiado la historia humana. También nuestro tiempo, marcado por tantas cruces, invoca el alba de la esperanza pascual.

La Resurrección de Cristo no es una idea, una teoría, sino el Acontecimento que fundamenta la fe. Él, el Resucitado, nos lo recuerda siempre mediante el Espíritu Santo, para que podamos ser sus testigos también allí donde la historia humana no ve luz en el horizonte. La esperanza pascual no defrauda. Creer verdaderamente en la Pascua en el camino cotidiano significa revolucionar nuestra vida, ser transformados para transformar el mundo con la fuerza suave y valiente de la esperanza cristiana.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis reflexionamos sobre la esperanza que representa la Pascua de Jesús en nuestra vida cotidiana. La resurrección de Cristo no es un acontecimiento del pasado, la Iglesia nos enseña a hacer memoria viva de este misterio en cada Celebración eucarística, en la que se realiza de manera plena la promesa del Señor resucitado, de permanecer con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

El anuncio pascual colma nuestra vida de alegría y de paz, sana nuestras heridas y alimenta nuestra esperanza. Meditando el misterio de la resurrección encontramos respuesta a nuestra sed de significado, a nuestra búsqueda del sentido de la vida. En Jesucristo encontramos con seguridad la estrella polar hacia la cual orientar nuestra existencia, superar los límites de nuestra frágil humanidad y afrontar los desafíos que se nos presentan cada día a nivel personal y comunitario, tendiendo hacia el infinito y hacia lo eterno.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor que envíe su Espíritu Santo sobre nosotros, para que seamos testigos de la esperanza pascual y llevemos la luz del Resucitado hasta los confines de la tierra. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho:     

Hermanos y hermanas, os invito a uniros a mi oración por todos aquellos que sufren a causa de los conflictos armados en diversas partes del mundo; pienso especialmente en Myanmar, y exhorto a la comunidad internacional a no olvidar al pueblo birmano y a proporcionar la necesaria ayuda humanitaria.

Finalmente, saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. La reciente fiesta de Todos los Santos nos invita a reflexionar sobre nuestra vocación común a la santidad. Todos estamos llamados a ser santos. Por eso, los invito a acercarse cada vez más a Cristo, siguiendo el ejemplo de autenticidad que nos dieron los santos.

¡Mi bendición para todos!

Papa León XIV






Fotos: Vatican Media, 5-11-2025

miércoles, 29 de octubre de 2025

Papa León XIV en la Audiencia General, 29-10-2025: «’Dios es espíritu, y los adoradores deben hacerlo en espíritu y verdad’; la oración tiene el poder de transformar las actitudes, pensamientos, palabras y acciones»

* «El Evangelio revela la esencia del auténtico diálogo religioso: un intercambio que se establece cuando las personas se abren unas a otras con sinceridad, escucha atenta y enriquecimiento mutuo. Es un diálogo nacido de la sed: la sed de Dios por el corazón humano y la sed humana de Dios. En el pozo de Sicar, Jesús supera las barreras de la cultura, el género y la religión. Invita a la mujer samaritana a una nueva comprensión del culto, que no se limita a un lugar concreto —«ni en este monte ni en Jerusalén»—, sino que se realiza en Espíritu y en verdad. Este momento capta la esencia misma del diálogo interreligioso: el descubrimiento de la presencia de Dios más allá de toda frontera y la invitación a buscarlo juntos con reverencia y humildad»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «En estos días, el huracán «Melissa», una tormenta de potencia catastrófica, ha azotado Jamaica, provocando violentas inundaciones y, en estas horas, con la misma fuerza devastadora, está atravesando Cuba. Hay miles de personas desplazadas, y se han dañado casas, infraestructuras y varios hospitales. Les aseguro a todos mi cercanía, rezando por quienes han perdido la vida, por quienes están huyendo y por aquellas poblaciones que, a la espera de la evolución de la tormenta, están viviendo horas de ansiedad y preocupación. Animo a las autoridades civiles a hacer todo lo posible y agradezco a las comunidades cristianas, junto con las organizaciones de voluntariado, la ayuda que están prestando»

29 de octubre de 2025.- (Camino Católico).- “‘Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad’; la oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones” ha reflexionado el Papa León XIV en la catequesis de la audiencia general de hoy, miércoles 29 de octubre, en la Plaza de San Pedro, repleta de decenas de miles de fieles, y dedicada -como él mismo ha anunciado- al "diálogo interreligioso". La ocasión es la celebración del 60 aniversario de la Declaración Nostra Aetate, aprobada por el Concilio Vaticano II el 28 de octubre de 1965. La audiencia ha esta precedida de un largo paseo en papamóvil durante el cual León XIV ha saludado a varios niños, matrimonios y a la multitud de fieles que llegaba hasta la plaza de Pío XII.

“Todos mis predecesores han condenado el antisemitismo con palabras claras. Y así también yo confirmo que la Iglesia no tolera el antisemitismo y lo combate, por el mismo Evangelio”, ha afirmado el Papa, reiterando la total incompatibilidad entre el Evangelio, el Magisterio de la Iglesia y el antisemitismo.

Recordando el diálogo entre Jesús y la Samaritana, nacido de la sed de Dios y superando las barreras de la cultura, el género y la religión, el Papa recuerda que este momento capta el núcleo mismo del diálogo interreligioso. En esta estela, recuerda que el documento conciliar redefinió las relaciones entre la Iglesia católica y las religiones no cristianas, en particular el judaísmo, y "abrió -subraya el Pontífice- un nuevo horizonte de encuentro, respeto y hospitalidad espiritual". 

El Santo Padre miró a los seguidores de otras religiones de un modo enriquecedor. “Como compañeros de viaje en el camino de la verdad; para honrar las diferencias afirmando nuestra común humanidad; y para discernir, en toda búsqueda religiosa sincera, un reflejo del único Misterio divino que abarca toda la creación”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

LEÓN XIV

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro

Miércoles, 29 de octubre de 2025

Catequesis con motivo del 60.º aniversario de la Declaración conciliar Nostra aetate



¡Queridos hermanos y hermanas, peregrinos en la fe y representantes de las diversas tradiciones religiosas! ¡Buenos días, bienvenidos!

En el centro de la reflexión de hoy, en esta Audiencia general dedicada al diálogo interreligioso, deseo colocar las palabras del Señor Jesús a la mujer samaritana: «Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). En el Evangelio, este encuentro revela la esencia del auténtico diálogo religioso: un intercambio que se establece cuando las personas se abren unas a otras con sinceridad, escucha atenta y enriquecimiento mutuo. Es un diálogo nacido de la sed: la sed de Dios por el corazón humano y la sed humana de Dios. En el pozo de Sicar, Jesús supera las barreras de la cultura, el género y la religión. Invita a la mujer samaritana a una nueva comprensión del culto, que no se limita a un lugar concreto —«ni en este monte ni en Jerusalén»—, sino que se realiza en Espíritu y en verdad. Este momento capta la esencia misma del diálogo interreligioso: el descubrimiento de la presencia de Dios más allá de toda frontera y la invitación a buscarlo juntos con reverencia y humildad.

Hace sesenta años, el 28 de octubre de 1965, el Concilio Vaticano II, con la promulgación de la Declaración Nostra aetate, abrió un nuevo horizonte de encuentro, respeto y hospitalidad espiritual. Este luminoso documento nos enseña a tratar a los seguidores de otras religiones no como extraños, sino como compañeros de viaje en el camino hacia la verdad; a honrar las diferencias afirmando nuestra humanidad común; y a discernir, en toda búsqueda religiosa sincera, un reflejo del único Misterio divino que abarca toda la creación.

No hay que olvidar que la primera orientación de Nostra aetate fue hacia el mundo judío, con el que San Juan XXIII quiso refundar la relación original. Por primera vez en la historia de la Iglesia, debía tomar forma un tratado doctrinal sobre las raíces judías del cristianismo, que representara un punto de no retorno en el plano bíblico y teológico. «El pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente vinculado con la estirpe de Abraham. La Iglesia de Cristo reconoce, en efecto, que los orígenes de su fe y de su elección se encuentran ya, según el misterio divino de la salvación, en los patriarcas, en Moisés y en los profetas» (NA, 4). Así, la Iglesia, «consciente del patrimonio que tiene en común con los judíos, y movida no por motivos políticos, sino por la caridad religiosa evangélica, deplora los odios, las persecuciones y todas las manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos» (ibíd.). Desde entonces, todos mis predecesores han condenado el antisemitismo con palabras claras. También yo confirmo que la Iglesia no tolera el antisemitismo y lo combate, en razón del Evangelio mismo.

Hoy podemos mirar con gratitud todo lo que se ha logrado en el diálogo judeo-católico en estas seis décadas. Esto no se debe solo al esfuerzo humano, sino a la asistencia de nuestro Dios que, según la convicción cristiana, es en sí mismo diálogo. No podemos negar que en este período también ha habido malentendidos, dificultades y conflictos, pero estos nunca han impedido la continuación del diálogo. Tampoco hoy debemos permitir que las circunstancias políticas y las injusticias de algunos nos alejen de la amistad, sobre todo porque hasta ahora hemos logrado mucho.

El espíritu de Nostra aetate sigue iluminando el camino de la Iglesia. Esta reconoce que todas las religiones pueden reflejar «un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres» (n. 2) y buscan respuestas a los grandes misterios de la existencia humana, por lo que el diálogo debe ser no solo intelectual, sino profundamente espiritual. La Declaración invita a todos los católicos —obispos, clero, personas consagradas y fieles laicos— a participar sinceramente en el diálogo y la colaboración con los seguidores de otras religiones, reconociendo y promoviendo todo lo que es bueno, verdadero y santo en sus tradiciones (cf. ibíd.). Esto es necesario hoy en día prácticamente en todas las ciudades del mundo donde, debido a la movilidad humana, nuestras diversidades espirituales y de pertenencia están llamadas a encontrarse y a convivir fraternalmente. Nostra aetate nos recuerda que el verdadero diálogo tiene sus raíces en el amor, único fundamento de la paz, la justicia y la reconciliación, al tiempo que rechaza con firmeza toda forma de discriminación o persecución, afirmando la igual dignidad de todo ser humano (cf. NA, 5).

Por lo tanto, queridos hermanos y hermanas, sesenta años después de Nostra Aetate, podemos preguntarnos: ¿qué podemos hacer juntos? La respuesta es sencilla: actuar juntos. Más que nunca, nuestro mundo necesita nuestra unidad, nuestra amistad y nuestra colaboración. Cada una de nuestras religiones puede contribuir a aliviar el sufrimiento humano y a cuidar de nuestra casa común, nuestro planeta Tierra. Nuestras respectivas tradiciones enseñan la verdad, la compasión, la reconciliación, la justicia y la paz. Deben reafirmar el servicio a la humanidad, en todo momento. Juntos, debemos estar atentos al abuso del nombre de Dios, de la religión y del diálogo mismo, así como a los peligros que representan el fundamentalismo religioso y el extremismo. También debemos abordar el desarrollo responsable de la inteligencia artificial, ya que, si se concibe como una alternativa al ser humano, puede violar gravemente su dignidad infinita y neutralizar sus responsabilidades fundamentales. Nuestras tradiciones tienen una inmensa contribución que aportar a la humanización de la tecnología y, por lo tanto, a inspirar su regulación, en defensa de los derechos humanos fundamentales.

Como todos sabemos, nuestras religiones enseñan que la paz comienza en el corazón del ser humano. En este sentido, la religión puede desempeñar un papel fundamental. Debemos devolver la esperanza a nuestras vidas personales, a nuestras familias, a nuestros barrios, a nuestras escuelas, a nuestros pueblos, a nuestros países y a nuestro mundo. Esta esperanza se basa en nuestras convicciones religiosas, en la convicción de que un mundo nuevo es posible.

Hace sesenta años, Nostra aetate trajo esperanza al mundo que salía de la Segunda Guerra Mundial. Hoy estamos llamados a refundar esa esperanza en nuestro mundo devastado por la guerra y en nuestro entorno natural degradado. Colaboremos, porque si estamos unidos todo es posible. Hagamos que nada nos divida. Y con este espíritu, deseo expresar una vez más mi gratitud por su presencia y su amistad. Transmitamos este espíritu de amistad y colaboración también a la generación futura, porque es el verdadero pilar del diálogo.

Y ahora, detengámonos un momento en oración silenciosa: la oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas, peregrinos en la fe y representantes de las diversas tradiciones religiosas:

Nuestra reflexión está dedicada al diálogo interreligioso cuyo centro es el diálogo del Señor Jesús con la mujer samaritana: «Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad».  

La esencia del auténtico diálogo interreligioso son las personas que se abren y escuchan recíprocamente con sinceridad. Este diálogo nace de la sed que tiene Dios del corazón humano y de la sed que la humanidad tiene de Dios. Es un diálogo no limitado a un lugar específico: «ni en esta montaña ni en Jerusalén» sino que se establece «en espíritu y en verdad».

La Declaración conciliar Nostra aetate ―de la cual celebramos el sesenta aniversario de su promulgación―, nos enseña a ver a los seguidores de otras religiones como compañeros en el camino hacia la verdad; a honrar las diferencias afirmando nuestra humanidad común.

Queridos hermanos y hermanas, sesenta años después de Nostra aetate, ¡actuémos juntos!. Transmitamos el espíritu de amistad y colaboración entre religiones a la generación futura, porque es el verdadero pilar del diálogo.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Roguemos al Señor para que todas las tradiciones religiosas puedan contribuir a aliviar el sufrimiento humano y a cuidar de la creación. Sabemos que la oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones. Que Dios los bendiga.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho:     

En los próximos días, la liturgia conmemorará a los fieles difuntos. La oración por nuestros seres queridos nos recuerda que nuestra patria está en el cielo. Que los esfuerzos por obtener los bienes temporales necesarios en la vida terrenal siempre broten del amor y la fidelidad a la verdad del Evangelio, que nunca perecen porque tienen su origen en Dios mismo.

En estos días, el huracán «Melissa», una tormenta de potencia catastrófica, ha azotado Jamaica, provocando violentas inundaciones y, en estas horas, con la misma fuerza devastadora, está atravesando Cuba. Hay miles de personas desplazadas, y se han dañado casas, infraestructuras y varios hospitales. Les aseguro a todos mi cercanía, rezando por quienes han perdido la vida, por quienes están huyendo y por aquellas poblaciones que, a la espera de la evolución de la tormenta, están viviendo horas de ansiedad y preocupación. Animo a las autoridades civiles a hacer todo lo posible y agradezco a las comunidades cristianas, junto con las organizaciones de voluntariado, la ayuda que están prestando.

Finalmente, saludo a los enfermos, a los recién casados ​​y a los jóvenes, en especial a los alumnos del Instituto Nostra Signora del Suffragio de Roma, del Colegio del Sagrado Corazón de Roma y del Colegio Santa Teresa del Niño Jesús de Santa Marinella. Ayer, la liturgia conmemoró a los santos apóstoles Simón y Judas Tadeo. Que su ejemplo os anime, enfermos, a seguir siempre a Jesús en el camino de la prueba; que os ayude, recién casados, a hacer de vuestra familia un lugar de encuentro con el amor de Dios y de vuestros hermanos; que os fortalezca, jóvenes, en vuestro compromiso de fidelidad a Cristo. ¡Mi bendición para todos!

Papa León XIV

















Fotos: Vatican Media, 29-10-2025