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viernes, 26 de septiembre de 2025

Beata Anna Sperczyńska, la niñera que guio a Carlo Acutis en el camino de la fe: «Desde pequeño, le enseñé a vivir cerca de Jesús; para él, esta relación era natural, amistosa, como si se conocieran de toda la vida»


San Carlo Acutis y su niñera Beata Anna Sperczyńska, que le empezó a hablar de Dios cuando era pequeño  / Foto: Semanario Niedziela

* «La primera oración que Carlo aprendió muy rápido —y en polaco, nada menos— fue la oración «Ángel de la guarda». Memorizó las palabras, sin saber su significado en aquel momento. Sólo más tarde empezó a cuestionarlo, cuando la oración se convirtió en un ritual vespertino habitual. Incluso yo tenía una cinta de casete con la grabación de Carlo, pero, por desgracia, después de varias mudanzas, estos preciados recuerdos desaparecieron. Carlo nunca pasaba indiferente ante una iglesia. Se detenía, miraba dentro, saludaba, como si entrara en la casa de un ser querido. Aunque solo fuera por un instante. Simplemente se sentía como en casa» 

Camino Católico.- Como muchos italianos, los padres de San Carlo Acutis eran católicos de cultura, pero no muy practicantes. Su madre, Antonia Salzano, ha contado que, antes de tener a su hijo, solo había ido a la iglesia tres veces: "Mi primera Misa fue mi Primera Comunión, la segunda mi Confirmación y la tercera mi boda". En casa, nunca se hablaba de fe.

Aun así, desde pequeño, Carlo mostró un profundo interés por las cosas de Dios. Demostró una gran piedad y un amor especial por Jesús y María. Con tan solo tres años, no podía pasar por delante de una iglesia sin detenerse a saludar a Jesús presente en el sagrario. Durante sus paseos por los parques de Milán, recogía flores para colocarlas a los pies de las imágenes de la Virgen María. Aunque Carlo tenía una inclinación natural hacia lo sagrado, su madre reconoce que la influencia de su niñera fue decisiva.

Esa niñera era Beata Anna Sperczyńska, una joven polaca que trabajó como au pair en casa de los Acutis durante varios años. Antonia recuerda: "Beata fue una de las primeras personas en hablar con Carlo sobre Dios". Fue ella quien despertó en él el amor hacia Jesús presente en la Eucaristía, llevándolo regularmente a Misa. También le enseñó los fundamentos de la fe, la práctica de la misericordia hacia los pobres y sus primeras oraciones. Hoy, Beata Anna Sperczyńska es directora general de una empresa internacional dedicada a la publicidad y promoción de marcas conocidas y en una entrevista con el Semanario Niedziela de Polonia cuenta su relación con San Carlo Acutis y como empezó a compartir con él la fe. 

- ¿Cuándo conociste a San Carlo Acutis y cómo fue vuestro primer encuentro?

- Conocí a Carlo en Centoli, un pequeño pueblo del sur de Italia, cerca de Palinuro. Carlo pasaba los veranos allí con sus abuelos, Luana y Antonio (los padres de su madre). Yo estaba allí de vacaciones, buscando trabajo para ganar algo de dinero extra. Los abuelos de Carlo ya tenían dos candidatas —chicas de Polonia— y yo era la tercera. Carlo y yo fuimos amor a primera vista. Dormimos en la misma habitación, y tras nuestra primera mañana juntos, supe que conseguiría el trabajo. Nos comunicábamos sin palabras, imitando sonidos de animales, lo que nos acercó de forma natural. Esa primera mañana, llena de calidez y luz, permanecerá en mi memoria para siempre.

- La madre de Carlo Acutis suele enfatizar que Carlo debe su educación católica a la familia de su padre y a su niñera polaca, usted ¿Le enseñó a rezar? ¿Le habló de Dios?

- Es cierto. La primera oración que Carlo aprendió muy rápido —y en polaco, nada menos— fue la oración «Ángel de la guarda». Memorizó las palabras, sin saber su significado en aquel momento. Sólo más tarde empezó a cuestionarlo, cuando la oración se convirtió en un ritual vespertino habitual. Incluso yo tenía una cinta de casete con la grabación de Carlo, pero, por desgracia, después de varias mudanzas, estos preciados recuerdos desaparecieron.

Yo era la niñera de Carlo. Intenté participar activamente en su crianza, con ternura y atención. Desde pequeño, le enseñé a vivir cerca de Jesús. Para él, esta relación era completamente natural, casi amistosa, como si se conocieran de toda la vida. Para mí, también era obvio: crecí en un pueblo pequeño, en una familia católica, donde la misa dominical era el evento más importante de la semana. Durante mi infancia y juventud, la iglesia era prácticamente la única fuente de cultura del pueblo.

Carlo nunca pasaba indiferente ante una iglesia. Se detenía, miraba dentro, saludaba, como si entrara en la casa de un ser querido. Aunque solo fuera por un instante. Simplemente se sentía como en casa.

- Además de la oración del Ángel de la guarda, ¿sabía otras oraciones en polaco? ¿Hablaba nuestro idioma?

- Carlo no hablaba polaco, pero sabía algunas palabras. Cuando saludaba a mis padres por teléfono, siempre empezaba en polaco: "¡Buenos días, hola!". Y, como ya mencioné, rezaba el Ángel de la guarda en nuestro idioma por las noches.

San Carlo Acutis y su niñera Beata Anna Sperczyńska, que le regaló la primera imagen de la Virgen cuando era pequeño

- La madre de Carlo Acutis, la Sra. Antonia, recordó que durante su primer encuentro en su casa, usted tenía una bolsa llena de imágenes de Nuestra Señora de Częstochowa. ¿Fue la imagen que le dio a Carlo la primera imagen de Nuestra Señora que vio en su vida?

- Sí, es cierto. Esta fue su primera imagen que vio en su vida, la de Nuestra Señora de Częstochowa, la Virgen Negra de Jasna Góra.

Esta imagen era especialmente cercana a mí, pues me había acompañado casi a diario desde la infancia. Siempre la llevaba conmigo, guardada en el libro de oraciones "El Camino al Cielo", que recibí en mi Primera Comunión. Las peregrinaciones a Jasna Góra eran más que un simple viaje de vacaciones para mí: eran una experiencia espiritual importante. Momentos de agotamiento, pero también de alegría, de oración compartida y silencio. Era un viaje del corazón que dejó una huella imborrable. Esta imagen de Nuestra Señora era como un signo de presencia: de cuidado, esperanza y compañía constante. La llevaba conmigo no solo por cariño, sino también por la sensación de que estaba realmente cerca. Más adelante en la vida de Carlo, se hizo prensente la Virgen Negra de Pompeya (Nuestra Señora del Rosario), pero esa es otra historia .

- ¿Qué clase de niño era Carlo Acutis en la vida cotidiana? ¿Qué lo hacía destacar?

- Carlo era un niño alegre. Durante mucho tiempo, fue el único nieto, lo que significaba que estaba rodeado del amor y la atención de su familia. Su vida estaba llena de felicidad e irradiaba una energía extraordinaria. En el día a día, se distinguía por su paciencia; nunca se quejaba. Era capaz de esperar y aceptar con humildad lo que el día le deparara.

- ¿Tenía algún defecto?

- Carlo ciertamente no era perfecto, pero era excepcional. Tenía sus defectos, como cualquier niño, como cualquier ser humano, pero, sinceramente, me cuesta recordarlos ahora. Ciertamente no era engreído, codicioso ni perezoso, por ejemplo. Sí recuerdo que a veces cotilleábamos sobre sus amigos o los míos, pero esa era más mi debilidad, no la de Carlo. Sin embargo, esos momentos no disminuyeron su singularidad; al contrario, decían mucho de su naturaleza humana.

- Si tuvieras que elegir uno o dos momentos específicos de la vida de Carl que digan mucho sobre él, ¿cuáles serían?

- Era el cumpleaños de Giacomo, su amigo del jardín de infancia. Todavía lo recuerdo. Yo tenía un rosario de madera colgado al cuello, que siempre llevaba. Hoy podría parecer genial, pero en aquel entonces era bastante extraño. Alguien lo comentó y, para evitar más comentarios, lo escondí debajo de la camisa. Quería que fuera menos visible. Carlo se dio cuenta y dijo: «Bea, no lo escondas, ¡son las cuentas más bonitas del mundo!». Este acontecimiento me impresionó muchísimo porque Carlo no solo vio que el rosario era una fuente de paz para mí (en cierto modo, me defendió), sino que también comprendió su profundo valor. Lo veía como algo más que un simple objeto decorativo; conocía su significado más profundo. Sus palabras estaban llenas de calidez. Podía ver la belleza en cosas que podrían ser invisibles para otros.

- ¿Qué te sorprendió de este niño a medida que crecía? Aprendió cada vez más sobre el mundo y tuvo cada vez más experiencias...

- Fue sorprendente la rapidez con la que su perspectiva del mundo empezó a cambiar. Día a día, empezó a ver la complejidad de cosas que antes parecían simples. Aunque madurar implica descubrir que el mundo no es blanco o negro, Carlo comprendió rápidamente que conceptos como la verdad, la justicia y la amistad tenían significados más profundos y complejos. Esta comprensión no siempre le resultó fácil, pies le costó comprenderla y encontrar su lugar en este mundo complejo.

Lo que siempre me sorprendió de él fue su extraordinaria capacidad para hacer preguntas con sentido. Al formularlas, podía ver cosas que otros pasaban por alto o preferían no ver. Parecía más atento y sensible a lo que yacía bajo la superficie. Esto hacía que su percepción fuera única.

- ¿A Carlo le gustaban las historias de santos?

El primer santo que estudiamos juntos fue San Carlos. No conocía su historia, pero alguien le dio a Carlo una versión infantil de la historia del santo, y así empezó todo. Aprendí la historia del santo, y Carlo comprendió que su nombre no era casualidad: era el nombre que recibió en su bautismo, no sólo de su abuelo. Las historias de los santos son un caleidoscopio de actitudes, defectos, virtudes y obras humanas. Es una lectura excelente. Estas personas eran como nosotros: se equivocaron, pecaron, se convirtieron y oraron. Le hablé del heroísmo de Santa Juana de Arco, su valentía y fe. Con el tiempo, Carlo se interesó por San Francisco, y se convirtió en una verdadera pasión para él.

- ¿Qué ha significado para usted la canonización de Carlo Acutis?

- Para mí, su canonización ha sido un signo de que la santidad es posible aquí y ahora. No hace falta vivir siglos atrás, ni ser monje ni místico. Puedes ser un adolescente común y corriente en vaqueros que va a misa todos los días, navega por memes y programa páginas web. La canonización ha traído una inmensa esperanza para todos nosotros: que la santidad no es algo lejano, sino un camino que podemos recorrer a diario.

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