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martes, 14 de octubre de 2025

Beata Anna Sperczyńska, la niñera que guio a Carlo Acutis en el camino de la fe: «Desde pequeño, le enseñé a vivir cerca de Jesús; para él, esta relación era natural, amistosa, como si se conocieran de toda la vida»


San Carlo Acutis y su niñera Beata Anna Sperczyńska, que le empezó a hablar de Dios cuando era pequeño  / Foto: Semanario Niedziela

* «La primera oración que Carlo aprendió muy rápido —y en polaco, nada menos— fue la oración «Ángel de la guarda». Memorizó las palabras, sin saber su significado en aquel momento. Sólo más tarde empezó a cuestionarlo, cuando la oración se convirtió en un ritual vespertino habitual. Incluso yo tenía una cinta de casete con la grabación de Carlo, pero, por desgracia, después de varias mudanzas, estos preciados recuerdos desaparecieron. Carlo nunca pasaba indiferente ante una iglesia. Se detenía, miraba dentro, saludaba, como si entrara en la casa de un ser querido. Aunque solo fuera por un instante. Simplemente se sentía como en casa» 

Camino Católico.- Como muchos italianos, los padres de San Carlo Acutis eran católicos de cultura, pero no muy practicantes. Su madre, Antonia Salzano, ha contado que, antes de tener a su hijo, solo había ido a la iglesia tres veces: "Mi primera Misa fue mi Primera Comunión, la segunda mi Confirmación y la tercera mi boda". En casa, nunca se hablaba de fe.

Aun así, desde pequeño, Carlo mostró un profundo interés por las cosas de Dios. Demostró una gran piedad y un amor especial por Jesús y María. Con tan solo tres años, no podía pasar por delante de una iglesia sin detenerse a saludar a Jesús presente en el sagrario. Durante sus paseos por los parques de Milán, recogía flores para colocarlas a los pies de las imágenes de la Virgen María. Aunque Carlo tenía una inclinación natural hacia lo sagrado, su madre reconoce que la influencia de su niñera fue decisiva.

Esa niñera era Beata Anna Sperczyńska, una joven polaca que trabajó como au pair en casa de los Acutis durante varios años. Antonia recuerda: "Beata fue una de las primeras personas en hablar con Carlo sobre Dios". Fue ella quien despertó en él el amor hacia Jesús presente en la Eucaristía, llevándolo regularmente a Misa. También le enseñó los fundamentos de la fe, la práctica de la misericordia hacia los pobres y sus primeras oraciones. Hoy, Beata Anna Sperczyńska es directora general de una empresa internacional dedicada a la publicidad y promoción de marcas conocidas y en una entrevista con el Semanario Niedziela de Polonia cuenta su relación con San Carlo Acutis y como empezó a compartir con él la fe. 

- ¿Cuándo conociste a San Carlo Acutis y cómo fue vuestro primer encuentro?

- Conocí a Carlo en Centoli, un pequeño pueblo del sur de Italia, cerca de Palinuro. Carlo pasaba los veranos allí con sus abuelos, Luana y Antonio (los padres de su madre). Yo estaba allí de vacaciones, buscando trabajo para ganar algo de dinero extra. Los abuelos de Carlo ya tenían dos candidatas —chicas de Polonia— y yo era la tercera. Carlo y yo fuimos amor a primera vista. Dormimos en la misma habitación, y tras nuestra primera mañana juntos, supe que conseguiría el trabajo. Nos comunicábamos sin palabras, imitando sonidos de animales, lo que nos acercó de forma natural. Esa primera mañana, llena de calidez y luz, permanecerá en mi memoria para siempre.

- La madre de Carlo Acutis suele enfatizar que Carlo debe su educación católica a la familia de su padre y a su niñera polaca, usted ¿Le enseñó a rezar? ¿Le habló de Dios?

- Es cierto. La primera oración que Carlo aprendió muy rápido —y en polaco, nada menos— fue la oración «Ángel de la guarda». Memorizó las palabras, sin saber su significado en aquel momento. Sólo más tarde empezó a cuestionarlo, cuando la oración se convirtió en un ritual vespertino habitual. Incluso yo tenía una cinta de casete con la grabación de Carlo, pero, por desgracia, después de varias mudanzas, estos preciados recuerdos desaparecieron.

Yo era la niñera de Carlo. Intenté participar activamente en su crianza, con ternura y atención. Desde pequeño, le enseñé a vivir cerca de Jesús. Para él, esta relación era completamente natural, casi amistosa, como si se conocieran de toda la vida. Para mí, también era obvio: crecí en un pueblo pequeño, en una familia católica, donde la misa dominical era el evento más importante de la semana. Durante mi infancia y juventud, la iglesia era prácticamente la única fuente de cultura del pueblo.

Carlo nunca pasaba indiferente ante una iglesia. Se detenía, miraba dentro, saludaba, como si entrara en la casa de un ser querido. Aunque solo fuera por un instante. Simplemente se sentía como en casa.

- Además de la oración del Ángel de la guarda, ¿sabía otras oraciones en polaco? ¿Hablaba nuestro idioma?

- Carlo no hablaba polaco, pero sabía algunas palabras. Cuando saludaba a mis padres por teléfono, siempre empezaba en polaco: "¡Buenos días, hola!". Y, como ya mencioné, rezaba el Ángel de la guarda en nuestro idioma por las noches.

San Carlo Acutis y su niñera Beata Anna Sperczyńska, que le regaló la primera imagen de la Virgen cuando era pequeño

- La madre de Carlo Acutis, la Sra. Antonia, recordó que durante su primer encuentro en su casa, usted tenía una bolsa llena de imágenes de Nuestra Señora de Częstochowa. ¿Fue la imagen que le dio a Carlo la primera imagen de Nuestra Señora que vio en su vida?

- Sí, es cierto. Esta fue su primera imagen que vio en su vida, la de Nuestra Señora de Częstochowa, la Virgen Negra de Jasna Góra.

Esta imagen era especialmente cercana a mí, pues me había acompañado casi a diario desde la infancia. Siempre la llevaba conmigo, guardada en el libro de oraciones "El Camino al Cielo", que recibí en mi Primera Comunión. Las peregrinaciones a Jasna Góra eran más que un simple viaje de vacaciones para mí: eran una experiencia espiritual importante. Momentos de agotamiento, pero también de alegría, de oración compartida y silencio. Era un viaje del corazón que dejó una huella imborrable. Esta imagen de Nuestra Señora era como un signo de presencia: de cuidado, esperanza y compañía constante. La llevaba conmigo no solo por cariño, sino también por la sensación de que estaba realmente cerca. Más adelante en la vida de Carlo, se hizo prensente la Virgen Negra de Pompeya (Nuestra Señora del Rosario), pero esa es otra historia .

- ¿Qué clase de niño era Carlo Acutis en la vida cotidiana? ¿Qué lo hacía destacar?

- Carlo era un niño alegre. Durante mucho tiempo, fue el único nieto, lo que significaba que estaba rodeado del amor y la atención de su familia. Su vida estaba llena de felicidad e irradiaba una energía extraordinaria. En el día a día, se distinguía por su paciencia; nunca se quejaba. Era capaz de esperar y aceptar con humildad lo que el día le deparara.

- ¿Tenía algún defecto?

- Carlo ciertamente no era perfecto, pero era excepcional. Tenía sus defectos, como cualquier niño, como cualquier ser humano, pero, sinceramente, me cuesta recordarlos ahora. Ciertamente no era engreído, codicioso ni perezoso, por ejemplo. Sí recuerdo que a veces cotilleábamos sobre sus amigos o los míos, pero esa era más mi debilidad, no la de Carlo. Sin embargo, esos momentos no disminuyeron su singularidad; al contrario, decían mucho de su naturaleza humana.

- Si tuvieras que elegir uno o dos momentos específicos de la vida de Carl que digan mucho sobre él, ¿cuáles serían?

- Era el cumpleaños de Giacomo, su amigo del jardín de infancia. Todavía lo recuerdo. Yo tenía un rosario de madera colgado al cuello, que siempre llevaba. Hoy podría parecer genial, pero en aquel entonces era bastante extraño. Alguien lo comentó y, para evitar más comentarios, lo escondí debajo de la camisa. Quería que fuera menos visible. Carlo se dio cuenta y dijo: «Bea, no lo escondas, ¡son las cuentas más bonitas del mundo!». Este acontecimiento me impresionó muchísimo porque Carlo no solo vio que el rosario era una fuente de paz para mí (en cierto modo, me defendió), sino que también comprendió su profundo valor. Lo veía como algo más que un simple objeto decorativo; conocía su significado más profundo. Sus palabras estaban llenas de calidez. Podía ver la belleza en cosas que podrían ser invisibles para otros.

- ¿Qué te sorprendió de este niño a medida que crecía? Aprendió cada vez más sobre el mundo y tuvo cada vez más experiencias...

- Fue sorprendente la rapidez con la que su perspectiva del mundo empezó a cambiar. Día a día, empezó a ver la complejidad de cosas que antes parecían simples. Aunque madurar implica descubrir que el mundo no es blanco o negro, Carlo comprendió rápidamente que conceptos como la verdad, la justicia y la amistad tenían significados más profundos y complejos. Esta comprensión no siempre le resultó fácil, pies le costó comprenderla y encontrar su lugar en este mundo complejo.

Lo que siempre me sorprendió de él fue su extraordinaria capacidad para hacer preguntas con sentido. Al formularlas, podía ver cosas que otros pasaban por alto o preferían no ver. Parecía más atento y sensible a lo que yacía bajo la superficie. Esto hacía que su percepción fuera única.

- ¿A Carlo le gustaban las historias de santos?

El primer santo que estudiamos juntos fue San Carlos. No conocía su historia, pero alguien le dio a Carlo una versión infantil de la historia del santo, y así empezó todo. Aprendí la historia del santo, y Carlo comprendió que su nombre no era casualidad: era el nombre que recibió en su bautismo, no sólo de su abuelo. Las historias de los santos son un caleidoscopio de actitudes, defectos, virtudes y obras humanas. Es una lectura excelente. Estas personas eran como nosotros: se equivocaron, pecaron, se convirtieron y oraron. Le hablé del heroísmo de Santa Juana de Arco, su valentía y fe. Con el tiempo, Carlo se interesó por San Francisco, y se convirtió en una verdadera pasión para él.

- ¿Qué ha significado para usted la canonización de Carlo Acutis?

- Para mí, su canonización ha sido un signo de que la santidad es posible aquí y ahora. No hace falta vivir siglos atrás, ni ser monje ni místico. Puedes ser un adolescente común y corriente en vaqueros que va a misa todos los días, navega por memes y programa páginas web. La canonización ha traído una inmensa esperanza para todos nosotros: que la santidad no es algo lejano, sino un camino que podemos recorrer a diario.

domingo, 21 de septiembre de 2025

Rajesh Mohur era hindú y cuidó a San Carlos Acutis desde los 4 años hasta su muerte: «Carlo me cautivó con su fe, caridad y pureza. Yo y mi mamá nos bautizamos católicos»

Rajesh Mohur y San Carlo Acutis

* «Carlo Acutis me dijo que sería más feliz si me acercaba a Jesús. Decía que la felicidad no se encuentra ni en el dinero, ni en las drogas, ni en las cosas materiales, sino en la Eucaristía. En la Eucaristía están todas las respuestas. Me decía que nuestra generación tiene suerte, porque ahora basta entrar en la iglesia más cercana para encontrarse con Dios; me explicaba la importancia de la Eucaristía y cómo nos guía hacia el Paraíso y que cuando participamos en misa y hacemos la primera comunión, nuestra vida cambia. Cada mañana cuando íbamos a la Iglesia me quedaba detrás observando sus reacciones. Se acercaba al tabernáculo como si alguien le estuviera esperando allí, como si hubiera una presencia. Permanecía en silencio, como en una conversación muda. Casi todos los días era así. Me intrigaba. Entonces me explicó que Dios está presente en el tabernáculo porque allí se encuentra su cuerpo, su sangre, su alma. Él sabía el Catecismo de la Iglesia Católica casi de memoria y me lo explicó tan brillantemente que logró emocionarme sobre la importancia de los sacramentos. Entonces, despacio, despacio… me explicaba la importancia del Bautismo y tantas otras cosas también. Todas esas experiencias cambiaron mi vida. Y pude ver al Dios vivo. Cuando vi los actos de Carlo, ya sabes, de un niño tan pequeño, me convertí» 

Camino Católico.- Carlo Acutis es uno de los jóvenes santos más inspiradores de su generación, y su testimonio de vida, como su intercesión, sin duda dio lugar a muchas conversiones. Rajesh Mohur es uno de los que tuvo el privilegio de conocerle durante su vida. 

Nacido en Mauricio, Rajesh era de religión hindú. Procedía de una familia de la casta Brahman, la casta más alta entre los hindúes. Su padre era sacerdote y presidente de la Asociación Hindú de Mauricio. Le enseñó a su hijo todas las oraciones hindúes y le inculcó la cultura religiosa y la historia. 

Cuando tenía 16 años, Rajesh fue enviado a la India, concretamente a Guyarat, la ciudad donde nació Gandhi, para continuar allí sus estudios.

"Estuve en muchos templos, conocí a muchos gurús. Todo era muy tranquilo", recuerda en el libro Beato Carlo Acutis: un santo en zapatillas de Courtney Mares. "Pero mi vida no estaba cambiando. Yo estaba buscando a un Dios vivo".

Después de ser admitido a una universidad en Rajasthan, el joven estudiante se licenció en Física. 

Mientras planea inscribirse en una maestría en Inglaterra, se enteró de la repentina muerte de su padre y rápidamente se vio obligado a regresar a Mauricio para ayudar a su familia, que enfrentaba problemas financieros.

Lleno de ira y amargura por la pérdida de su padre, Rajesh se refugió en la oración hindú, pero no lograba encontrar la paz.

Luchando por encontrar un trabajo estable, emigró a Italia a mediados de la década de 1980 y permaneció allí durante diez años.

Y en 1995, una familia lo contrató para ayudar a educar a un niño pequeño con cabello negro y rizado, llamado Carlo. 

«Cuando llegué a su casa, fue Carlo quien me abrió la puerta. Inmediatamente me tomó de la mano y me acompañó con sus padres».

Lo que debía ser una breve entrevista se convirtió en horas de juegos y conversación. «Me llevó al salón y sacó todos sus juguetes para mostrármelos. Luego pidió a su mamá si podía invitarme a cenar. Me dijo que yo era su 'zucchero' (azúcar) y que lo acompañaría todos los días a la escuela. Eso me conmovió enormemente. Al mirarlo, era como un pequeño ángel. Así comenzó nuestra historia en común», cuenta Rajesh a leexpress.mu.

San Carlo Acutis y Rajesh Mohur, que lo cuidó hasta su muerte y que por su testimonio se convirtió al catolicismo

El segundo día, Rajesh vio a este querubín de cabeza morena corriendo hacia él, con una gran sonrisa en los labios y una palma extendida hacia su nuevo amigo para ofrecerle un chicle.

Carlo impresionaba no solo por su amabilidad, sino también por su sentido de la generosidad. «Era un niño de un entorno privilegiado, pero no llevaba una vida lujosa y no se dejaba tentar por las cosas materiales. Tenía una vida sencilla y cuando encontraba a personas pobres, cogía sus ahorros y los compartía con ellos», recuerda Rajesh. Cada fin de semana visitaban la ciudad y, antes de ir a la escuela, Carlo no olvidaba adorar la Eucaristía diariamente.

Durante su infancia, Carlo leyó las vidas de los santos y vio dibujos animados basados ​​en la Biblia. 

Rajesh lo acompañaba en todas sus actividades, incluyendo la catequesis y la iglesia, a donde a Carlo le gustaba ir regularmente a orar antes o después de la escuela. 

Es allí donde vio florecer la fe en el alma del joven Carlo como florecen las rosas en primavera.

"Me llamaba la atención su comportamiento cuando estaba en la iglesia, era muy respetuoso. Él sabía que Jesús vivía allí… Me tocó el corazón", recuerda Rajesh, asombrado de ver la generosidad del joven con los demás y la forma como hablaba de su fe. 

El testimonio de Rajesh revela cómo el pequeño Carlo se convirtió en su maestro de fe desde la infancia. «Cada mañana cuando íbamos a la Iglesia me quedaba detrás observando sus reacciones. Se acercaba al tabernáculo como si alguien le estuviera esperando allí, como si hubiera una presencia. Permanecía en silencio, como en una conversación muda. Casi todos los días era así. Me intrigaba. Entonces me explicó que Dios está presente en el tabernáculo porque allí se encuentra su cuerpo, su sangre, su alma», recuerda.

Más allá de la adoración, Carlo compartía pequeñas lecciones de vida con su niñero: «Me decía que nuestra generación tiene suerte, porque ahora basta entrar en la iglesia más cercana para encontrarse con Dios; me explicaba la importancia de la Eucaristía y cómo nos guía hacia el Paraíso[...] y que cuando participamos en misa y hacemos la primera comunión, nuestra vida cambia».

Su devoción no era solo teórica. El amor a Dios que sentía Carlo también se canalizaba en un amor concreto por los más vulnerables. Rajesh cuenta: «Un día vimos a un vagabundo durmiendo sobre un cartón. Carlo le dio el dinero que había recibido por su cumpleaños para comprar un saco de dormir y pidió a su madre que le diera comida todos los días. Yo se la preparaba y la entregábamos juntos». Y fue precisamente la coherencia y sencillez de este joven italiano lo que transformó la vida de Rajesh. «Me di cuenta de que el vacío que sentía en el fondo de mi corazón comenzaba a llenarse, y eso me impulsó a pedir el bautismo. Sus explicaciones y acciones me llevaron a mi conversión», recuerda.

"Carlo había tomado la costumbre (…) de rezar el Santo Rosario todas las noches antes de acostarse". Al crecer, Carlo le enseñó a Rajesh a rezar el rosario.

San Carlo Acutis y Rajesh Mohur, iban a misa juntos todos los días

Carlo siguió siendo un ejemplo en el camino de fe que inició Rajesh. Le pedía a su madre que le comprara DVDs sobre la vida de Cristo, la Virgen y los santos y le explicaba la Biblia de manera extraordinaria. Durante más de dos años y medio, Rajesh tomó clases de catecismo:"Él sabía el Catecismo de la Iglesia Católica casi de memoria y me lo explicó tan brillantemente que logró emocionarme sobre la importancia de los sacramentos. Entonces, despacio, despacio… me explicaba la importancia del Bautismo y tantas otras cosas también. Todas esas experiencias cambiaron mi vida. Y pude ver al Dios vivo. Cuando vi los actos de Carlo, ya sabes, de un niño tan pequeño, me convertí. Carlo me cautivó con su fe, caridad y pureza”, dice Rajesh.

Al final Rajesh pidió el bautismo y recibió su Primera Comunión y Confirmación al mismo tiempo, en 1999. Rajesh iba a misa todos los días con Carlo, y también podía finalmente comulgar.

Sus padrinos en el bautismo fueron los propios padres de Carlo. El joven italiano le aseguró que aquel momento sería un punto de inflexión en su vida. «Me dijo que el día de mi bautismo sería un gran día, porque estaría en contacto permanente con el Señor, Él actuaría en mi vida y todo cambiaría. Y así fue», recuerda Rajesh.

Tras la muerte de Carlo, el dolor fue profundo. «Estaba muy desanimado, no quería vivir en la casa familiar llena de recuerdos de él», confiesa. Sin embargo, encontró consuelo en un sueño donde Carlo se le apareció y le aseguró que no lo había dejado y que siempre velaría por él. Le dijo que no temiera a la muerte, porque después de ella está la eternidad en el Cielo, y que «si seguía todos los mandamientos de Dios y ponía a Dios en primer lugar en mi vida, iría al Paraíso».

Con su ejemplo y sus palabras, Carlo transformó la vida de Rajesh y tocó a quienes lo rodeaban. Para él, la esencia del joven santo se resume en una lección que resume en la entrevista: «Carlo me dijo que sería más feliz si me acercaba a Jesús. Decía que la felicidad no se encuentra ni en el dinero, ni en las drogas, ni en las cosas materiales, sino en la Eucaristía. En la Eucaristía están todas las respuestas».

El día del bautizo de Rajesh, al salir de la iglesia, los padres de Carlo quisieron celebrarlo en uno de los restaurantes más prestigiosos de Milán. «Le dije a Carlo que era un gran regalo tanto para mí como para él», recuerda. Pero el joven recién canonizado le respondió que «el mejor regalo que había recibido era el bautismo».

Varios años después, la madre de Rajesh voló desde Mauricio para visitar a su hijo. Y Carlo la llevó a misa.

No entendía mucho al respecto: no conocía ni el catolicismo ni el idioma italiano. Pero el joven Carlo Acutis le habla pacientemente en inglés sobre Jesús y Nuestra Señora de Lourdes. 

Con la ayuda de la familia Acutis, la madre de Rajesh visitó este santuario francés y, una vez que regresó a su hogar en Mauricio, a su vez pidió ser bautizada. "Él logró convertirnos, a mi madre ya mí, concluye Rajesh. Fue la gracia de Carlo".

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Liliana Valverde, fue a la tumba de Acutis a pedir que sanara a su hija, que podía morir, y obrara el milagro que le ha hecho santo: «Oré: ‘Carlo, quiero que me devuelvan a mi hija tal como me la dio Dios, sana y salva’»



Valeria Vargas Valverde, la joven protagonista del milagro de Carlo Acutis, junto a su madre Liliana Valverde, quien cuenta cómo sucedió el milagro / Foto: Cedida por Liliana Valverde 

* «La enfermera me sentó, me tomó las manos y me dijo: ‘La lesión que tiene es mortal’... Los médicos italianos explicaron la situación a mi hermano, que es doctor y que estaba en Costa Rica. Él me dijo: ‘Liliana, tenemos que rezar y agradecerle a Dios los 21 años que nos ha dado con ella’. Me explicó que la lesión era letal, que no creía que fuera a sobrevivir…Unos cinco días después de mi visita a Asís, llegué al hospital a la una de la tarde y escuché mucho alboroto. Los doctores y enfermeras lloraban. No podían creerlo. Decían: ‘Esto es un milagro’. Yo la abracé. Los médicos no daban crédito. Yo sí porque estaba segura de que se iba a sanar» 

 Vídeo del programa 'Ecclesia' de 13 TV en el que Liliana Valverde cuenta su testimonio

Camino Católico.- «Cuando conocí a la mamá de Carlo Acutis, la abracé y la abracé», relata Liliana Valverde. La curación completa en menos de diez días de su hija Valeria, a la que tras un accidente solo pronosticaban la muerte o graves secuelas, hizo posible la canonización del primer santo milenial el pasado domingo, 7 de septiembre. «Ahora para mí, Carlo es como un tercer hijo»

El 2 de julio de 2022 Valeria Vargas Valverde, estudiante costarricense de 21 años, sufrió un accidente en bicicleta que le provocó un daño cerebral irreversible. En aquel entonces estudiaba en Florencia (Italia). Tres días antes había llegado a la ciudad su madre, Liliana, con la idea de emprender juntas un viaje por Europa. «Gracias a Dios yo estaba allí en ese momento, porque si no… no sé qué habría pasado». En conversación con Alfa y Omega, explica cómo esta trágica historia dio lugar al milagro que ha permitido la canonización de Carlo Acutis. 

—¿Cómo ocurrió el accidente?

—Fue el 2 de julio, a las tres de la madrugada. Mi hija había quedado con una amiga que aún no se había ido de vacaciones. Se despidieron y Valeria siguió con la bicicleta eléctrica. Cayó y quedó inconsciente. Sufrió un trauma craneoencefálico.

Pasaban las horas y me extrañaba que no llegara, porque al día siguiente teníamos que ir a Milán, era nuestro primer destino. Entonces me llamó una mujer: «Soy de la Policía». Me explicó que mi hija había sufrido un accidente y respondí: «No estoy para bromas, es muy tarde, ponme a mi hija». Y ella insistió: «Tu hija no puede atenderte, está inconsciente. La están llevando a emergencias». Me preguntó dónde estaba y la Policía vino al apartamento para llevarme al hospital. 

—¿Qué pasó allí?

—Estuve unas dos o tres horas sin saber de qué emergencia se trataba. Pensaba que se había lastimado una mano o un pie, jamás imaginé que fuera algo tan grave. La agente con la que había hablado por teléfono llegó al hospital y me entregó sus pertenencias. Le pregunté qué había pasado y me advirtió: «No serán buenas noticias». Dijo que, por protocolo, no podía decirme nada; que pronto vendría la enfermera y me explicaría la situación.

—Y llegó la enfermera.

—Me sentó, me tomó las manos y me dijo: «La lesión que tiene es mortal». «¡Dios mío!», pensé… Me dijo que había sufrido un trauma craneoencefálico, que estaba muy mal. Estaban llamando al neurocirujano, pero que no sabían si iba a sobrevivir. En ese momento le estaban colocando un drenaje en el cráneo, porque tenía presión cerebral incompatible con la vida. Me dijeron que había ingresado en estado de premuerte, prácticamente ya sin signos vitales. Entró en coma y tuvieron que inducírselo nuevamente. No podía respirar por sí misma.

—¿Se consultó con otros doctores?

—Sí. Los médicos italianos explicaron la situación a mi hermano, que es doctor y que estaba en Costa Rica. Él me dijo: «Liliana, tenemos que rezar y agradecerle a Dios los 21 años que nos ha dado con ella». Me explicó que la lesión era letal, que no creía que fuera a sobrevivir. Otro médico me advirtió de que, si sobrevivía, tendría secuelas: lesiones físicas permanentes o semipermanentes, y probablemente cognitivas.

—¿Cómo entra Carlo Acutis en esta historia?

—Unos días después del accidente, me llamó mi asistente y mientras hablábamos de cosas de la oficina me preguntó si recordaba a Carlo Acutis. Le respondí que sí. Cuando lo beatificaron vimos la ceremonia por televisión. Nos llamó la atención que fuera tan joven, tan lindo, de clase alta y que hubiera hecho tanto por los pobres. Nos conmovió su historia. «¿Sabe que su cuerpo está en Asís?», me dijo. «Voy a ir a verlo», respondí. 

Fui el 8 o 9 de julio de 2022, justo una semana después del accidente. Salí temprano del hospital, tomé el último tren de Florencia a Asís y fui a un hotel cerca del santuario. Por la mañana pregunté por la iglesia donde está enterrado Carlo y el recepcionista me dijo que estaba muy cerca, pero me recomendó visitar primero la tumba de san Francisco y de santa Clara. Le respondí: «No. Yo vengo única y exclusivamente para ver a Carlo Acutis». Se quedó sorprendido y dijo que era raro ver turistas levantarse tan temprano. Pero yo lo tenía claro.

—¿Qué pasó cuando llegó a la tumba?

—Desde que entré en esa iglesia sentí una paz inmensa; que se me quitaba un peso enorme de encima. Y ese fue el primer milagro de Carlo: devolverme la fe. Yo era una católica de nombre. Mi hija estaba bautizada, confirmada. Yo también. Íbamos a Misa cuando tocaba, pero nada más. Ese día fui al santuario y llegué directamente a la tumba de Carlo. No había nadie. Estuve ahí desde las ocho de la mañana hasta el mediodía. 

—¿Qué milagro pidió?

—Me habían dicho que uno debía pedirle a Dios tal como un niño le pide a sus padres, describiendo con detalle lo que desea. Y eso hice. Le dije: «Carlo, quiero que intercedas para que me devuelvan a mi hija tal como me la dio Dios hace 21 años. Sana, salva, bien física y mentalmente. Totalmente intacta». Escribí la primera de muchas cartas a Carlo, que se dejan en el santuario. Estuve ahí, llorando, pidiendo, contemplando. Al salir de la iglesia mandé un WhatsApp a una amiga: «No me vas a creer, pero estoy saliendo de la iglesia donde está el cuerpo de Carlo. Estoy completamente segura de que Dios y Carlo van a hacer el milagro. Valeria se va a sanar completamente». Ese mensaje está ahí, con fecha y hora. Yo lo sentía con total certeza.

—¿Qué pasó cuando regresó a Florencia?

—Cuando volví, Valeria ya había superado el momento más crítico. Se movía mucho y como estaba estable, decidieron retirarle algunas máquinas y hacerle una traqueotomía. Nos explicaron que necesitaría terapia física, cognitiva, de lenguaje… todo. Tendría que volver a aprender a caminar, a hablar, hacer todo desde cero. A la vez, empecé a ver cosas sorprendentes. Yo le preguntaba al doctor: «¿Es posible que esté deglutiendo por sí misma? ¿Que esté aspirando sus secreciones?». Y me decía: «Pues sí, señora. Lo que observa es cierto». 

—La oración ya daba frutos.

—Unos cinco días después de mi visita a Asís, llegué al hospital a la una de la tarde y escuché mucho alboroto y también una voz que gritaba: «¡Mami! ¡Mami!». Era Valeria. Le habían quitado la traqueotomía, estaba en silla de ruedas, amarrada porque quería salir corriendo. Los doctores y enfermeras lloraban. No podían creerlo. Decían: «Esto es un milagro». Yo la abracé. «¡Mami, te amo! ¡Sácame de aquí!», me dijo. Los médicos no daban crédito. Yo sí porque estaba segura de que se iba a sanar.

—¿Cómo reaccionaron los doctores?

—Habían dicho que necesitaría entre nueve meses y un año para que desapareciera la inflamación del cerebro, pero en un TAC del 18 de julio vieron que estaba completamente desinflamado. Fue una noticia maravillosa. 

—¿Pudo retormar los estudios?

—Los retomó desde que comenzó el curso, a distancia desde Costa Roca. Y regresó a Florencia para terminar su carrera. No le dio miedo. Fue impresionante.

—¿Le impresionó que el Vaticano haya aprobado el milagro para la canonización?

—Cuando conocí a la mamá de Carlo, la abracé y la abracé. Ahora para mí, Carlo es como un tercer hijo. Tengo un sobrino que es como mi hijo, y Carlo… Carlo está en mi corazón. Lo más cercano que tengo a él es su madre. Y poder decirle «gracias» fue muy profundo.

—¿Qué ha cambiado en su vida?

—Bueno… Ahora voy cada 8 y 9 de julio a Asís, a dar las gracias a Carlo por el milagro. Para mí, es un día de celebración.

Rubin, 16 años:: «Mi amiga Rosie O’Connor se ha curado de una enfermedad degenerativa gracias a San Carlo Acutis al rezar un sacerdote por ella con una reliquia; le dijeron que nunca se pondría bien»


Rubin, de 16 años, en la cola para acceder a la plaza de San Pedro / Foto: Victoria Cardiel-EWTN News

Camino Católico.- A las 6:30 de la mañana se han abierto las barreras de la plaza de San Pedro para permitir la entrada de peregrinos a la canonización de Carlo Acutis y de Pier Giorgio Frassati. En medio de las colas interminables, estaba Rubin, de 16 años, para quien poder vivir el momento en el que el Papa León XIV ha pronunciado la fórmula solemne de canonización es un “sueño hecho realidad”.

Ha venido a Roma desde Dublin (Irlanda) en peregrinación con un grupo de chicas de su colegio donde el joven italiano, fallecido en Monza en 2006 a los 15 años, es muy querido. Y es que asegura que la intercesión del primer santo del siglo XXI fue crucial en la curación de una de sus mejores amigas.

“En nuestra escuela aprendemos mucho sobre Carlo Acutis. Para nosotras estar aquí es muy importante porque una amiga nuestra estaba muy enferma de pequeña y le dijeron que nunca se pondría bien”, explica a  ACI Prensa, acompañada por su madre, Catherine, y su hermana pequeña, Eme.

Rubin, de 16 años, junto a su hermana y su madre en la cola para acceder a la plaza de San Pedro / Foto: Victoria Cardiel-EWTN News

La amiga de la que habla se llama Rosie O’Connor. Según relata, llegó un momento en el que ni si quiera podía comer de forma autónoma y “tenía una sonda de alimentación”.

“Era una gran deportista, jugaba al fútbol, pero no podía hacer nada de eso. Tuvo que estar postrada en la cama muchos meses. Fue muy duro para todas”, detalla.

Un día un sacerdote la bendijo con unas reliquias dealgunos cabellos del joven y a los pocos meses su situación mejoró inexplicablemente: “Después de ser bendecida con las reliquias de Carlo, volvió a jugar y ahora está completamente recuperada. Incluso le ha ido muy bien en los exámenes y regresó con normalidad a la escuela”, subraya con emoción.

“Mi amiga se curó de una enfermedad degenerativa gracias a él”, declara sin ambages.

La chica beneficiada por el milagro, que aunque no ha sido catalogado como tal por el Vaticano ha marcado para siempre a esta comunidad escolar, también viajó a Roma para la canonización. De hecho, el Papa pudo saludar este sábado tras la audiencia jubilar a su padre y a su abuela tal y como demuestra con una fotografía que enseña con su teléfono.

Para su hermana pequeña, Eme, la canonización de Acutis tiene además un significado personal: en su confirmación eligió al primer santo millenial. “Es mi santo de confirmación”, cuenta con una sonrisa tímida.

Detalle del colgante con la imagen de Acutis que acompaña a esta niña irlandesa / Foto: Victoria Cardiel - EWTN News

La familia había planeado venir a la canonización prevista inicialmente en abril, pero las fechas coincidieron con los exámenes escolares. “Cuando anunciaron la nueva fecha, no lo dudamos y compramos los billetes”, relata a su lado, su madre, Catherine.

El testimonio de esta pequeña peregrina irlandesa refleja cómo la figura de Carlo Acutis, el “ciberapóstol de la Eucaristía”, inspira ya a nuevas generaciones de jóvenes y familias de todo el mundo, convirtiendo la canonización en un acontecimiento de fe viva que trasciende fronteras.