Jennifer S. Bryson era agnóstica y estaba estudiando comunismo en la Alemania comunista, cuando Dios le salió al encuentro de golpe / Foto: Catholic information center
* «Fue una experiencia de Dios como mi Creador, de que Dios es Creador, que nos ha creado. Y tuve una sensación de paz y tranquilidad, de total y completo y radical sobrecogimiento. Miraba a mi alrededor a los otros estudiantes y quería hablarles, sacudirles, gritarles y decirles ‘¡no tenéis por qué ser infelices! ¡Dios existe!’ Pero no lo hice. Yo era norteamericana y la experiencia era un poco abrumadora. Desde las ventanas veía el cielo, los árboles... y volviendo a casa, esas cosas simples las veía de forma completamente nueva. ¡Dios creó el cielo, el árbol, Dios me creó a mí!. Un par de meses después, en pleno invierno, se me ocurrió que podía hablar con Dios. Intenté hacerlo... y descubrí la oración. Y no sólo oración. Me impactó porque descubrí ¡libertad! Me di cuenta de que 'esta es la única cosa que el gobierno de Alemania Oriental no puede quitarme'. En Dios, en la fe, soy libre… Dejad a Dios trabajar en vuestras vidas, cuando intenté luchar contra eso no funcionó bien. Abríos al amor de Dios. Dios quiere compartirse. Dios no es abstracto, nos guía con su Iglesia, con semillas, y con esa alegría que yo veía en aquellos jóvenes polacos»
Camino Católico.- Jennifer S. Bryson es una mujer interesante por multitud de razones: ha sido interrogadora de yihadistas en Guantánamo (y activista contra la tortura), ha estudiado árabe y griego, ha sido activista contra la ideología de género en el deporte y ahora traduce y difunde a autoras cristianas de lengua alemana el siglo XX, Ida Friederike Görres y Oda Scheneider.
Pero en su infancia y juventud estaba convencida de que la religión era una tontería, algo para gente tonta. Hasta que tuvo una experiencia mística en el lugar más inesperado: la sala de estudios de la Universidad Karl Marx, en la Alemania comunista, leyendo a Lenin, mientras estudiaba un curso de comunismo y filosofía marxista. Lo ha contado con detalle en inglés en Coming Home Network, el programa de entrevistas a conversos católicos y lo sintetiza y traduce P.J. Ginés en Religión en Libertad.
Familia de origen luterano, poco devota
Jennifer S. Bryson nació en Estados Unidos, en una familia de cultura luterana y orígenes finlandeses. Para sus padres, lo más importante era que estudiara e hiciera carrera. Sólo la madre iba a la iglesia y llevaba a sus hijos. Iban a una iglesia luterana en parte por costumbre y convención social, en parte por mantener contactos. En su casa no se hablaba de Dios, aunque se bendecía la mesa.
Un día, cuando tenía unos diez años, en la escuela dominical (la catequesis que se da los domingos a los niños, antes o después de los servicios religiosos), hizo una pregunta incómoda. A ella le gustaba aprender cosas de ciencia, y en un reportaje en televisión había aprendido que en Mesopotamia no había manzanas. Así que, respecto a la historia de Adán y Eva y la manzana, levantó la mano y planteó que la fruta podría haber sido una granada. "Para mí, era una pregunta sincera, yo estaba interesada en el mundo. Pero la catequista dijo: 'Simplemente, deja de preguntar". Jennifer sacó una conclusión: la religión era una cosa tonta para gente tonta. Gente que temía las preguntas. Sus hermanos mayores también le decían eso. "Es un tema estúpido, no nos interesa para nada", le decían.
Ya en la adolescencia, tocaba hacer la Confirmación, un rito importante en los luteranos de países escandinavos. Ella ya no creía en lo que enseñaban en la Iglesia. Su madre le dijo que, por favor, siguiera la corriente, lo justo para hacer la ceremonia. "Me sentí como si me pidieran mentir, pero era importante para ella", recuerda. En la ceremonia, cuando todos recitaban el Credo, ella se saltaba algunas partes, como el "nació de María Virgen".
De su formación en la adolescencia, recuerda a un buen pastor de jóvenes, que recomendaba leer a CS Lewis (a ella le gustaron Las Crónicas de Narnia) y con el que se podía hablar. Transmitía "algo pacífico, gozoso y sólido en su vida, y con su esposa tenían un buen matrimonio, mientras ya veía yo divorciarse a los padres de mis amigas. Pensé: 'algún día tengo que averiguar qué hay en su vida'". ¡No lo asociaba con su fe!
En Austria con Juan Pablo II
Poco antes de los 15 años llegó a Austria para estar un año de estudiante de intercambio y mejorar su alemán. Era 1983. "Yo ya era bastante anticatólica, no sé bien por qué. Pero ahora estaba en una zona rural de Austria y todo era católico". Nada más llegar, la familia que la acogía la invitó a la misa al aire libre, en Viena, con Juan Pablo II. No recuerda mucho de esa misa. No le gustaron nada los crucifijos metálicos (con el Crucificado), similares a los del Papa, aunque no lo comentó con nadie. La misa no le pareció muy distinta al servicio luterano, pero no le causó una gran impresión.
Jennifer no acompañaba a misa dominical a su familia de acogida ese año. Sí fue a la misa de medianoche de Navidad, que le pareció "oscura, como un funeral".
Ese mismo año, acompañó a su hermano mayor (casi 20 años mayor que ella) a un viaje a Roma. En San Pedro del Vaticano vio a una mujer besar los pies de una estatua. "¿Ves? Ya lo decía yo, los católicos son paganos", se dijo.
Sin religión, a la Alemania comunista
Empezó la universidad convencida de que la religión no era para personas inteligentes como ella. En 1987, como sabía alemán, buscando viajar y aventura, se apuntó a un programa especial becado por el gobierno de la RDA, la Alemania comunista, para poder estudiar un año en la Universidad Karl Marx (desde 1991 se llama, simplemente, la Universidad de Leipzig).
Frontispicio marxista que en los años 70 y 80 recibía a los estudiantes en la Universidad Karl Marx de LeipzigBundesarchiv / Foto: CC BY-SA 3.0
Allí había estudiantes de varios países comunistas y de movimientos comunistas (sandinistas de Nicaragua, sudafricanos del ANC, etc...). "¿Eres marxista?", le preguntó un alumno. "Pues, no lo sé", dijo ella. Como el marxismo parecía importante allí, se apuntó a un curso especial que intentaba resumir en un año 3 cursos de marxismo obligatorio para los universitarios alemanes.
La primera parte era la Filosofía. De los griegos materialistas como Demócrito y Anaximandro (siglo IV a.C) pasaban directamente a Feuerbach (s.XIX) con su crítica a la religión. No existían Platón, ni Aristóteles, ni Agustín, ni Tomás de Aquino, ni Descartes, ni Leibniz...
"Mi profesor era fantástico, un auténtico creyente en el marxismo-leninismo, magnífico enseñante. En su primer día de clase nos dijo que el objetivo del curso era averiguar lo que es verdadero en la existencia". Le fascinó porque nunca antes le habían planteado la pregunta acerca de la verdad. En Stanford leían "grandes libros" de autores en desacuerdos, pero nunca le plantearon si lo que decían era verdad o no. Pensó: "Esto importa".
El curso filosófico no mencionaba el ateísmo durante los primeros meses de clase, era algo que se daba por supuesto. Ella estudiaba muy duro, se preparaba bien las clases, pensando que esa filosofía lo explicaba todo. Era nueva y fascinante.
Experiencia mística en la sala de lectura
"Nos encargaron leer un ensayo de Lenin que íbamos a debatir sobre por qué no puede haber marxismo-leninismo sin ateísmo. Y allí estaba yo, en la sala de lectura de la Universidad Karl Marx, con filas de mesas y estudiantes, rodeada de las obras completas en muchos volúmenes de Marx, Engels y Lenin, con muchas copias. Yo leía ese ensayo. No me hacía la pregunta de "ateísmo o Dios". Dios no estaba ni siquiera en mi radar".
Ella leía a Lenin con atención, y veía que era como ir hacia un precipicio, que iba a tener que decidir en algún momento sobre si lo que leía era verdadero.
"De repente, tuve una experiencia de Dios. Todo lo que puedo decir es que Dios irrumpió en mi vida. Tengo escalofríos al recordarlo", explica hablando en CHNetwork.
"Yo no estaba pensando en Él. Yo leía lo que Lenin decía, que el ateísmo es un sine qua non, que has de seguirlo. Y en ese momento... No fue un proceso de pensamiento racional, no fue el final de un silogismo. Fue una experiencia de Dios como mi Creador, de que Dios es Creador, que nos ha creado. Y tuve una sensación de paz y tranquilidad, de total y completo y radical sobrecogimiento [awe]".
"Miraba a mi alrededor a los otros estudiantes y quería hablarles, sacudirles, gritarles y decirles ‘¡no tenéis por qué ser infelices! ¡Dios existe!’ Pero no lo hice. Yo era norteamericana y la experiencia era un poco abrumadora. Desde las ventanas veía el cielo, los árboles... y volviendo a casa, esas cosas simples las veía de forma completamente nueva. ¡Dios creó el cielo, el árbol, Dios me creó a mí! Ese fue el punto que cambió mi vida, y nunca miré ya atrás".
Con la oración, ¡libertad!
Los meses que le quedaban en la Alemania comunista podrían haber sido muy duros, si no fuera por los estudiantes polacos del lugar. Eran los más amigables, "un poco locos", los más alegres... y católicos. Ellos mismos buscaban hablar con Jennifer. "La mayoría eran creyentes devotos, sin miedo, hablaban de su fe, iban a actividades de iglesia, y estaban llenos de gozo. ¡No había mucho gozo en la Alemania Oriental! Eran una chispa de luz brillante. Eran inteligentes y agudos".
Un par de meses después, en pleno invierno, "se me ocurrió que podía hablar con Dios. Intenté hacerlo... y descubrí la oración. Y no sólo oración. Me impactó porque descubrí ¡libertad! Me di cuenta de que 'esta es la única cosa que el gobierno de Alemania Oriental no puede quitarme'", detalla. Como extranjera, podían quitarle papeles, permisos, y se encontraba con controles, alambradas, soldados, el Muro de Berlín... "En Dios, en la fe, soy libre", descubrió.
Estudiantes en la Karl Marx University en noviembre de 1989, cuando cayó el Muro de Berlín, apenas 2 años después del paso de Jennifer
En "una esquina oscura de una habitación oscura de una librería oscura" en la Alemania comunista, encontró un libro inesperado. ¡Estaba en inglés! Era Mero Cristianismo, de CS Lewis. Aún lo guarda. "Debía haber llegado allí de contrabando", considera. Ella conocía a Lewis por Crónicas de Narnia y por recomendaciones de su antiguo pastor de jóvenes,
Leyó la primera parte: Dios existe. "Sí, sí, sí, es lo que yo había experimentado". Segunda parte: ¿existe el bien y el mal, lo correcto y lo inmoral? "Oh, rayos, sí, sí". Tercera parte: Jesús. Ahí ella se bloqueó y dejó de leer: no le interesaba Jesús.
Buscando creyentes en EEUU
De vuelta en EEUU, en la descreída Universidad de Stanford, buscaba creyentes, y no los encontraba. Fue a la iglesia de su madre, habló con un clérigo luterano de su experiencia mística. Fue una decepción: él no pudo mostrar menos interés.
Después, en Domingo de Pascua, fue a una iglesia luterana del campus universitario. "¡Yo tenía hambre de Dios! Y allí nos hablaron de los sandinistas de Nicaragua y de ayudar a los sandinistas. ¡Pero si yo venía de estudiar con sandinistas en Alemania Oriental!" Eran ateos, materialistas y su sistema cerrado no valoraba a la persona humana, y justificaba la violencia y la revolución para expulsar gobiernos e instaurar el comunismo. Eso lo había estudiado ella con ellos.
Decidió que tenía que acercarse a conservadores interesados en política, y así encontró jóvenes cristianos del apostolado cristiano InterVarsity. Lloró de ilusión. Eran unos "evangélicos maravillosos" y le recordaban a los católicos polacos. Amaban a Dios y la Biblia, y la creían. Perseveró en ir a la iglesia con ellos.
Jesús y el aborto
Dos temas le resultaban difíciles. Por un lado, Jesús, Dios hecho hombre, que hacía milagros. Por otro, la oposición al aborto. Ella, educada para "triunfar", veía el embarazo como un obstáculo, y no había pensado en la verdad de la causa provida. Estaba saliendo con un chico evangélico, y para él ambos temas eran innegociables.
Pasó el verano como becaria en la embajada norteamericana en Bonn, en Alemania. Allí contactó con un grupo llamado Navigators, que eran evangelizadores en círculos de diplomáticos y sus familias. Juntaban a bastantes adultos jóvenes y estudiaban la Biblia. Ella se sentía a gusto con ellos. Ese verano abrió gradualmente su corazón a entender que Jesús era el centro de todo eso, de la conexión entre Dios y los que se trataban con Dios. También quedó asombrada por la catedral de Colonia y su belleza.
Ella, tan impactada por Dios como Creador, se dio cuenta también de que cada ser humano es creado por Dios en el seno materno, meses antes de ser visto. Dios creaba a cada uno, y cada uno es valioso para Él. Así dio el paso a la cultura provida.
Jóvenes equilibrados, bebían sin emborracharse
En su último año en la universidad, ella ya era firmemente provida. Y en actividades provida encontró católicos. Ahora era una becaria-ayudante en el Senado de EEUU, con su título en Ciencias Políticas y su dominio de idiomas. En Washington encontró jóvenes católicos activos. "Eran, de nuevo, muy majos. Equilibrados. Chicos y chicas se trataban bien. Ni tenían miedo unos de otros, ni hacían nada inapropiado. Bebían alcohol, pero no se emborrachaban. Era un ambiente magnífico".
Algunos la invitaron a ir con ellos a las 8 de la mañana a un abortorio, a ofrecer alternativas a chicas tentadas de abortar. No le apetecía mucho, pero sabía que era importante. Allí no sólo repartían folletos con alternativas: un compañero permanecía cerca rezando. A veces eran dos, y rezaban el Rosario. A ella le parecía "esa cosa mariana rara". Pero también comentaban los misterios bíblicos.
Uno de aquellos chicos era del Opus Dei y estaba muy bien formado, conocía y amaba la Biblia y le gustaba responder a sus preguntas. Y él le preguntó: "Jennifer, ¿de dónde salió la Biblia?" Y también comentó con ella Juan 6, el discurso del Pan de Vida: ¡comer Su carne, beber su Sangre! De eso hablaban junto a la clínica abortista. Y ella pensó: "Estoy en apuros, si de verdad quiero seguir la Biblia... tendré que hacerme católica".
"Léete Las Confesiones de San Agustín y luego hablamos"
Era septiembre de 1989. En Europa caían los regímenes comunistas en Polonia y Hungría y temblaban en sus países vecinos. Ella empezaba a estudiar Historia de la Diplomacia, y le hablaban de Santo Tomás de Aquino. También conoció a un profesor anciano, "fabuloso", que enseñaba sobre intelectuales medievales. Era el historiador Jaroslav Pelikan. Su abuelo había sido obispo luterano en Eslovaquia. Él fue luterano hasta 1998, cuando se hizo ortodoxo. Falleció en 2006.
Durante un año Jennifer estudió con él a Agustín, Tomás de Aquino y todo lo que había entre ellos. Pelikan le dijo: "Léete las Confesiones de San Agustín y vuelve cuando hayas terminado". Lo mismo con La Ciudad de Dios. También empezó a estudiar latín: su profesor era un judío ruso converso al catolicismo.
Rodeada de católicos interesantes, empezó a ir a la misa diaria. Descubrió que en ella había mucha Biblia y que se aprendía mucho, también sobre los santos, que eran intercesores que oran a Dios por nosotros, como hacen los amigos en la tierra.
Una mujer paciente y generosa, del Opus Dei, se dedicó a prepararla a ella, y a otra estudiante, para la Vigilia Pascual y su entrada plena en la Iglesia. Recordó que Jesús no fundó un libro, sino una comunidad. Y entendió que, en esta confirmación, católica, podía rezar todo el Credo. Esa Vigilia Pascual de 1990, hundido ya el comunismo en Europa Oriental a lo largo de unos pocos meses, ella se hizo católica.
Más lenguas, más culturas, interrogar en Guantánamo
Estudiar a Tomás de Aquino le llevó a Aristóteles y la lengua griega, y también al árabe. Vivió un tiempo en países árabe-hablantes. Se doctoró en estudios Greco-Árabes en Yale, se graduó en diciembre del 2000, y diez meses después el atentado de las Torres Gemelas del 11-S hizo que todo el mundo se planteara qué pasaba en Oriente y con el Islam.
Trabajó con el ejército de EEUU. Durante dos años fue interrogadora en la base norteamericana de Guantánamo, donde se concentraban los presos yihadistas. Escribió sobre eso en varias ocasiones, a favor de interrogar, y claramente en contra de las torturas, incluso contra el terrorismo.
Jennifer Bryson, en 2025, en una ponencia sobre Ida Friederike Görres
Después ha colaborado en varios think-tanks conservadores (como el Ethics and Public Policy Institute en Washington) y asociaciones en defensa de las libertades, por ejemplo, contra el wokismo y la ideología de género en el deporte. En los últimos años, traduce a autoras cristianas alemanas del siglo XX, como Ida Friederike Görres, fallecida en 1971, que veían venir algunos desastres del cristianismo "liberal".
A las personas con preguntas sobre Dios, les da un consejo: "Dejad a Dios trabajar en vuestras vidas, cuando intenté luchar contra eso no funcionó bien. Abríos al amor de Dios. Dios quiere compartirse. Dios no es abstracto, nos guía con su Iglesia, con semillas, y con esa alegría que yo veía en aquellos jóvenes polacos".
Más sobre ella en JenniferBryson.net




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