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sábado, 11 de octubre de 2025

Arianna Valarezo: «Me alejé de Dios, sufría por falta de amor, abusé del alcohol, hice terapias con ayahuasca, chakras, hasta que en coma en la UCI Dios me tomó en sus manos»

 Arianna Valarezo ha tenido que realizar un camino perseverante de conversión con la oración y los sacramentos / Foto: Cortesía de Arianna Valarezo

* «Creo que no intenté suicidarme solamente por la gracia de Dios… Entregué mi corazón al Señor y finalmente le entregué mi vida para su servicio. En esta liberación el Señor cortó las cadenas con el alcohol y la falta de amor que me esclavizó durante tantos años. Todo esto no fue inmediato, duró más o menos 3 años. Al día de hoy no puedo vivir sin rezar el Rosario diario y trato de recibir los sacramentos lo más seguido posible. Diariamente me comunico con Jesús y Él guía todas mis decisiones. Es increíble cómo la vida cambia. He sufrido la persecución de ciertas personas de mi entorno, pero Dios nos ha protegido y nos ha bendecido con todo lo que necesitamos para vivir tranquilas. Ahora le consulto cada vez que tomo una decisión importante. Es un Padre exigente pero a la vez amoroso y comprensivo, y sobre todo es un Dios VIVO. No es fácil seguir a Jesús, cada día es una lucha y sigo siendo una pecadora. Caigo siempre pero tengo la confianza de que Él me levantará y de que jamás me abandonará. La Virgen María ha sido y es mi gran intercesora. Ella rezó al pie de mi cama cuando estaba en coma para que Dios me diera una segunda oportunidad y sigue intercediendo por mí» 

Vídeo del testimonio de Arianna Valarezo publicado el 27 de abril de 2022 de Mater Mundi 

Camino Católico.- Arianna Valarezo nació en una familia católica en la que se rezaba, pero en la universidad «me alejé de Dios, sufría por falta de amor, abusé del alcohol, hice terapias con ayahuasca, imanes, chakras, hasta que en coma en la UCI Dios me tomó en sus manos», explica a Aleteia en un testimonio en primera persona. Así explica su conversión:

«No sentirme querida casi acaba conmigo»

Nací y crecí en una familia católica creyente. En mi casa siempre se rezaba y se iba a misa.

Mis padres y hermana siempre fueron devotos de la Virgen María y desde pequeña me recuerdo rezando con ellos el Rosario. Me acuerdo que mi Primera Comunión fue un momento muy bonito y emocionante.

Sin embargo, a partir de la adolescencia empecé a juntarme con amigas y amigos alejados de Dios, y empecé a tener problemas en la casa por mi rebeldía.

Esto trajo un fuerte alejamiento de mis padres, por lo cual desde muy joven me sentí muy sola, incomprendida, y con una gran falta de amor.

Cuando llegué a la universidad ya estaba bastante alejada de Dios. Mi grupo de amigos era totalmente indiferente a los temas religiosos y lógicamente empecé a llevar a una vida donde cada vez tenía menos noción de la existencia de Dios.

Una extraña voz

No recuerdo en qué momento fue, pero empecé a sentir que una voz me acompañaba muchas veces durante el día.

Era como una risa en mi oído que susurraba y se reía cuando iba a pecar o estaba ante una tentación. No le di importancia hasta hace un par de años.

Mi corazón se endureció cada vez más. Era incapaz de sentir pena o dolor ante el sufrimiento ajeno.

Tratando de huir

Mi único interés era pasarlo bien, olvidar el dolor que sentía por la falta de amor en mi corazón.

Y para eso me dediqué a salir de fiesta, salir con amigas, tener pretendientes, viajar y buscar las cosas del mundo, como un buen trabajo, verme bien físicamente, hacer ejercicio, etc.

El enemigo me encadenó a través del abuso de alcohol, y muchas veces caí en pecado mortal relacionado a esto.

Puedo decirles que cada vez me sentía más vacía, y a la vez perdí la noción del pecado.

Cuando cometes pecados graves y no estás en gracia, pierdes el temor y la pena de ofender a Dios.

Arianna Valarezo durante una fiesta / Foto: Cortesía de Arianna Valarezo

¿Nadie me amaría nunca?

Y por eso apenas salí de mi casa a los 23 años, empecé a convivir con mi pareja de ese entonces, y luego con 2 parejas más.

Cada relación era más tormentosa y dañina. Llegué a creer que jamás nadie me amaría y que estaba condenada a sufrir toda mi vida con personas que me hacían daño y me maltrataban.

En varios momentos, lo único que quería era terminar con ese dolor y la verdad creo que no intenté suicidarme solamente por la gracia de Dios.

Puertas abiertas al enemigo

Busqué varias formas de acabar con mi dolor: hice terapia con ayahuasca, imanes, chakras.

Y empecé a notar que sentía miedo durante las noches, como si algo estuviera conmigo.

No tenía idea de lo dañino que es hacer estas cosas y cómo abrimos puertas al enemigo.

También leí muchos libros de autoayuda: Louise Hay, Deepak Chopra, algunos psicólogos importantes.

Pero solo tocaban temas superficiales, me decían que yo sola podía ser feliz y lograr mis metas.

Y la verdad siempre sentí que algo faltaba en ese speech, que no era cierto y no me calmaba el vacío interior.

La consagración a María, punto de inflexión

Más o menos a los 30 años, mi papá me invitó a hacer la consagración al Inmaculado Corazón de María de san Luis Grignon de Monfort, y la hice con él solo para darle gusto en realidad.

Desde ese momento y sin que me diera cuenta, la Virgen María empezó a protegerme de una forma especial.

Arianna Valarezo tomando su Rosario en la mano, compartiendo como la Virgen María la ha protegido / Foto: Cortesía de Arianna Valarezo

A los 33 años salí embarazada de la pareja con quien vivía y me preparé para el parto natural.

Sin embargo al momento de dar a luz no pude dilatar y me hicieron una cesárea de emergencia. 

Regresé a mi casa y empecé a notar que me dolía el cuerpo, estaba hinchada y tenía mucha fiebre, así que regresé a la clínica.

Mi batalla espiritual en la UCI

Y después de unos análisis me dijeron que tenía una fuerte infección por una bacteria intrahospitalaria y que tenían que operarme de emergencia.

Hasta ese momento no tenía idea de la gravedad de mi infección, pero gracias a Dios y a una buena amiga de la familia, vino un sacerdote a la clínica y después de mucho tiempo, recibí la confesión, la comunión y hasta la unción de los enfermos.

Al abrirme descubrieron que tenía una sepsis y tuvieron que ponerme en coma inducido.

Es en ese coma de 2 días, Dios Nuestro Señor me regaló una visión. Salí de mi cuerpo y fui trasladada a un lugar que llamo mi infierno personal.

Era un lugar espantoso. Es difícil describirlo con palabras pero era como una explanada interminable donde pude ver muchas escenas a la vez.

En resumen vi los mayores pecados y tormentos de la humanidad y cómo las almas son engañadas por el enemigo.

Vi cosas que durante mi vida había pensado que eran lo más importante como la belleza, la riqueza, el culto al cuerpo, el poder, la sexualidad en sus peores formas.

Y vi cómo son engaños del maligno para perder a las almas y cómo una vez que las almas aceptan el engaño, no hay vuelta atrás.

Comprendí muchas cosas y también fui tentada personalmente por el enemigo, quien me prometió darme todo lo que quisiera a cambio de adorarlo.

Esa batalla espiritual, que para mí duró siglos, solo terminó cuando imploré a Dios que me sacara de ese lugar, que yo no pertenecía allí.

Ríos de amor infinito

La misericordia infinita de Dios y seguramente la gracia de los sacramentos que había recibido me levantaron como una gran mano.

Sentí que una mano gigante me sacaba de ese lugar espantoso y empecé a elevarme.

Empecé a escuchar una música, como coros de miles de niños cantando, vi una luz celeste mucho más brillante que el sol y supe que llegaría a la presencia de Dios.

Cuando finalmente llegué a Su presencia, se me permitió solamente levantar un poquito el velo y lo que sentí fue ríos y ríos y ríos de amor infinito que me llenaron por completo.

Es una experiencia impresionante, donde el alma siente que ha llegado a su casa y quiere seguir ahí eternamente gozando de la presencia de su creador.

Además, sentí mucha vergüenza y pena por tener las manos vacías ante Dios que solo me daba amor y misericordia. Nunca me juzgó.

Segunda oportunidad

Comprendí que mi vida había sido vacía y que recibiría una segunda oportunidad. Sentí las oraciones de muchas personas como pequeñas velas encendidas, oraciones vivas por mi salud.

Regresé a mi cuerpo y me desperté en la UCI sin entender nada. Estaba enchufada a 8 máquinas, entubada, me alimentaban por sonda.

Escribí todo lo que había visto pero todavía dudaba si era un sueño.

Por medio de distintos acontecimientos y de varias señales, Dios me fue indicando que esa visión me la había dado para compartirla y para salvar almas.

Me dijo: “quiero que te proclames una mujer sana y liberada por tu Padre Dios”. Salí de la clínica 28 días después, con el corazón lleno de amor y una paz nueva para mí.

La conversión de mi vida

A partir de ahí, empezó la aventura más importante de mi vida: seguir a Dios y aceptarlo en mi corazón.

Yo vivía con un hombre que odia a Dios y a la Virgen María. Tenía que esconderme para rezar.

Entonces le rogué a Dios: "Si Tú quieres, sácame de aquí". Y al poco tiempo me regaló un trabajo y un apartamento y pude separarme finalmente de ese hombre y mudarme sola con mi hija de 1 año.

A partir de ahí, Dios me tomó en sus manos como una arcilla y empezó a moldearme: viajé a Estados Unidos y a través de un grupo de oración en Baltimore y su ayuda, entregué mi corazón al Señor y finalmente le entregué mi vida para su servicio.

En esta liberación el Señor cortó las cadenas con el alcohol y la falta de amor que me esclavizó durante tantos años. Todo esto no fue inmediato, duró más o menos 3 años.

Dios Padre está vivo

Al día de hoy no puedo vivir sin rezar el Rosario diario y trato de recibir los sacramentos lo más seguido posible.

Diariamente me comunico con Jesús y Él guía todas mis decisiones. Es increíble cómo la vida cambia.

He sufrido la persecución de ciertas personas de mi entorno, pero Dios nos ha protegido y nos ha bendecido con todo lo que necesitamos para vivir tranquilas.

Ahora le consulto cada vez que tomo una decisión importante. También me jala las orejas cuando caigo y me levanta para comenzar de nuevo.

Es un Padre exigente pero a la vez amoroso y comprensivo, y sobre todo es un Dios VIVO.

No es fácil seguir a Jesús, cada día es una lucha y sigo siendo una pecadora. Caigo siempre pero tengo la confianza de que Él me levantará y de que jamás me abandonará.

Arianna Valarezo visitando la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, en Portugal  / Foto: Cortesía de Arianna Valarezo

La ayuda de la Virgen hasta el cielo

La Virgen María ha sido y es mi gran intercesora. Ella rezó al pie de mi cama cuando estaba en coma para que Dios me diera una segunda oportunidad y sigue intercediendo por mí.

Mi hija ya tiene casi 6 años y ama a María y a Dios con todo su corazón.

Sigo escuchando esos susurros que les conté de vez en cuando en mi oído, pero sé que es el enemigo molestándome e inmediatamente pido a María o a san Miguel Arcángel que me protejan, y el susurro se va (así que no se preocupen si alguno escucha algo parecido, solo invoquen a María).

Siempre vamos a caer, a tropezar, pero sabemos que estamos del lado correcto de la batalla con el más poderoso de todos, nuestro Dios.

Sigamos trabajando para su obra que hasta el Cielo no paramos como dice el sacerdote. ¡Gloria a Dios!

Arianna Valarezo

lunes, 6 de octubre de 2025

Confío en Ti. Diálogo de un alma con Jesús de la Misericordia según lo que dijo el Señor a Santa Faustina Kowalska


Camino Católico.- Para grabar en nuestros corazones las palabras del Salmo 136 que nos recuerdan “que es eterna la misericordia del Señor”, la Fundación Eukmamie – HM Televisión ofrece este programa especial titulado: “Confío en Ti. Diálogo de un alma con Jesús de la Misericordia”.

Este “Diálogo” audiovisual, entre Jesús y un alma, se ha escrito tomando como base las anotaciones del Diario de la Divina Misericordia de Sta. Faustina Kowalska. Si bien algunos de los comentarios del alma han sido inventados, las palabras que pronunciará el Señor han sido fielmente respetadas de entre las que dijo el mismo Señor a la Apóstol de su Misericordia.

Veinte minutos en diálogo con la Divina Misericordia. Con imágenes y músicas cuidadas y trabajadas con el fin de introducirnos en esta “divina conversación”, que puede ser realmente transcendental en nuestra vida.


jueves, 4 de septiembre de 2025

Elizabeth Stoker Bruenig, protestante, activista de izquierda, periodista, su vida cambió cuando lo leyó todo de San Agustín

 


* «Empecé a leer a Agustín compulsivamente. Devoré las Confesiones y la Ciudad de Dios, después sus cartas, sus sermones, sus Soliloquios, el Enquiridión y así. Han sobrevivido unos 5 millones de palabras de San Agustín y yo las quería leer todas. Amaba su claridad de mente, su intelecto increíble, su carisma deslumbrante. Amaba, como joven adulta, toda esa intensidad, la fuerza de sus sentimientos por Dios y el mundo, su pasión. Pero también apreciaba el servicio que daban sus textos para navegar por escrituras difíciles. Sin darme cuenta, ya estaba empezando a confiar en la tradición de la Iglesia Católica»

Camino Católico.- «Fui confirmada durante una Vigilia Pascual muy temprana, hacia las 4 de la mañana, en la capellanía católica de la Universidad de Cambridge. Llegué a la capilla cuando estaba oscuro, hacía frío, estaba húmedo y los clubes nocturnos aún soltaban juerguistas del sábado noche. Cuando llegué, estaba despierta de pura adrenalina, exhausta pero alerta. Durante la misa estaba como electrizada, suficientemente consciente como para entender la sorpresa, como de ensueño, de que una profesora mía sostenía el cáliz del que bebía por vez primera».

«Cuando volví a casa esa mañana ya era de día, muy brillante. […] Nunca había visto las calles tan plácidas y brillantes. […] Me sentí cambiada cuando volví a mi habitación, aunque todo parecía igual: una pila desesperada de libros junto a mi cama, fotocopias sobre mi escritorio y las ‘Confesiones’ en mi mesilla de noche. Quedé dormida contenta, repasando las letras de su lomo».

Así recuerda la joven periodista Elizabeth Stoker Bruenig (elizabethstokerbruenig.com) sus primeros momentos como católica en la Pascua de 2014, descritos en la revista norteamericana jesuita America Magazine.

Desde entonces, Elizabeth se ha casado, ha tenido un bebé, ha sufrido pérdidas duras en su familia, ha publicado en muchas revistas, ha vivido el desempleo de su marido, incertidumbres, cansancios… y ha constatado que la fe no es magia, no es «algo privado» para lograr efectos, sino una vivencia pública de confianza con Dios, en la Iglesia. 

Metodista en Estados Unidos

Elizabeth fue bautizada como presbiteriana en Estados Unidos, aunque luego su familia la educó como metodista. Tenía fe, sabía que la Biblia era la fuente de la enseñanza cristiana, sabía que no debía leerse literalmente como una fundamentalista y sabía que era importante ser amables y corteses y contar con la ayuda de los pastores, aunque al final cada uno estaba solo frente a Dios. 

En 2008, con la crisis económica, la joven Elizabeth, inspirada por el movimiento «Ocupar Wall Street», empezó a combinar su religiosidad sin complejos con una militancia de izquierda social.

En la universidad, ya en Inglaterra, conoció un capellán cuáquero y sus encuentros de oración silenciosa: sentarse humildemente en público, meditar sobre Dios y la palabra en silencio, esperar en silencio a Dios. 

En la universidad se volcó a leer compulsivamente los textos bíblicos, y la historia de cómo se crearon, y las críticas a esta historia. Entendió que había un problema no de interpretación, sino de autoridad. ¿Quién tiene autoridad para establecer qué quiere decir Dios con tal o cual texto? 

Incluso un cambio en un vocablo puede cambiar una visión política. Por ejemplo, San Pablo en 1 Corintios 13 dice: «Si doy todos mis bienes a los pobres pero no tengo agape, de nada me sirve». Pero «agape», en griego, fue traducido como «caridad» y de ahí saltó al lenguaje popular la idea de que caridad es -casi exclusivamente- dar cosas a los pobres. Pero lo que Pablo pide es ‘agape’. El mundo cambia, las palabras cambian, incluso la gente cambia en su vida. Con esa palabra (agape o caritas) unos piden más acción estatal y otros más solidaridad interpersonal.

«¿Cómo podía llegar a Dios a base de leer a la luz de mi propia conciencia si no estaba segura del todo ni siquiera de lo que leía, mucho menos de mi capacidad de leer de forma fiable?», se planteaba Elizabeth, lectora incansable e inquieta.

Un clásico vivo de 16 siglos

Pero entonces un profesor puso en la lista de lecturas recomendadas una autobiografía de un obispo y converso, escrita en el año 398, las «Confesiones» de San Agustín. Y eso cambió su vida. 

«Empecé a leer a Agustín compulsivamente. Devoré las Confesiones y la Ciudad de Dios, después sus cartas, sus sermones, sus Soliloquios, el Enquiridión y así. Han sobrevivido unos 5 millones de palabras de San Agustín y yo las quería leer todas»

«Amaba su claridad de mente, su intelecto increíble, su carisma deslumbrante. Amaba, como joven adulta, toda esa intensidad, la fuerza de sus sentimientos por Dios y el mundo, su pasión. Pero también apreciaba el servicio que daban sus textos para navegar por escrituras difíciles. Sin darme cuenta, ya estaba empezando a confiar en la tradición de la Iglesia Católica», comenta Elizabeth.

¿Qué es la tradición y para qué sirve?

¿Qué es la tradición? Es la posibilidad de enfrentarte a un texto, una enseñanza, con toda una cadena de correligionarios que se han enfrentado antes a ello. Aunque cada individuo sigue usando su conciencia, «el peso del tiempo y el ser expertos son instructivos, y susurran, a través del espacio y los siglos, que no estás sola»



Conoció también un rabino judío que abordaba los textos bíblicos, que a ella le sonaban, desde la perspectiva de varios cientos de intérpretes previos, «un pensamiento colectivo que aportaban peso y equilibrio a los prejuicios de los lectores modernos». 

Cuanto más leía y estudiaba, más se convencía de que la Tradición era necesaria. «Quería una guía, claridad, autoridad… Dios no dejó a Adán solo en el Edén, y eso que estaba más cercano a Dios de lo que estamos hoy. Necesitaba ayuda y Dios se la dio. Empecé a ver que Dios hacía lo mismo conmigo y sólo tenía que aceptarla». 

Una base cristiana contra los abusos de los fuertes

Elizabeth no era entonces, ni ahora, conservadora en política. Pero apreciaba que la cultura católica era capaz de plantear cuestiones a nuestra época que nadie más osa plantear. Por ejemplo, los límites de la propiedad privada. Cuando en el siglo XVI los protestantes anabaptistas lanzaron unas revoluciones sangrientas estableciendo la propiedad comunal radical, los luteranos y calvinistas se asustaron, y como reacción establecieron una serie de enseñanzas sacralizando la propiedad privada.

El catolicismo, en cambio, equilibra esta propiedad con el destino universal de los bienes. Como escribía San Agustín: «Dios hizo al pobre y al rico de la misma arcilla y la misma tierra sostiene al pobre y al rico».

«La Iglesia Católica siempre vigiló la tendencia de los ricos a acumular más de lo debido en detrimento de los pobres«, escribe Elizabeth.

«Cuando acababa mi tiempo en la universidad, estaba ya convencida de la visión católica era el único suelo firme desde el que un cristiano puede combatir la dominación de los ricos sobre los pobres, contra la pobreza, contra la destrucción de familias en manos de negocios y sus lacayos políticos, contra un mundo despojado de significado», escribe. 

Todo eso fue lo que en la Pascua de 2014 la llevó a su ingreso en la Iglesia Católica, con esa confirmación y ese cáliz que su mente conserva con vividez.