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sábado, 22 de febrero de 2025

Osmanys: «Mi familia era atea y cuando de niño iba a misa me daban una paliza; robé, fui encarcelado, tengo cáncer, pero me he bautizado católico: Tenemos siempre al Señor, en los malos y en los buenos momentos»


«Cuantos más golpes me daban, más fuerza cogía para volver a la iglesia», asegura Osmanys

* «Recibir el Bautismo, con la absolución sacramental, la Confirmación y la Eucaristía fue algo único; más para uno de fuera que ha sufrido tanto para llegar a esto. Cuando añoras algo desde pequeño y has pasado dificultades, esto es un regalo de Dios»

Camino Católico.- «Siempre hay que mirar los buenos momentos y asumir los errores, bastante complicados, las cosas de las que tal vez no nos sintamos orgullosos». En la vida de Osmanys, como le sucedía a san Pablo, hay un aguijón que le atormenta. Y a él se refiere de forma recurrente en nuestra larga conversación.

Su gran buen momento, sin duda el mejor, llegó el pasado sábado, 1 de febrero, cuando recibió de manos del obispo auxiliar de Madrid José Antonio Álvarez los sacramentos de la iniciación cristiana. Su tormento, cuando se dedicó a robar, hechos por los que ha pasado poco más de un año en la cárcel.

Entremedias, una historia de anhelo profundo del Señor desde que era un niño; una infancia «que en realidad no tuve» porque enseguida tuvo que trabajar en su Cuba natal, y unos años de dedicación profesional a personas mayores en residencias de ancianos como auxiliar de enfermería, ya en España.

«Se tuerce todo cuando cometí errores» asegura a B. Aragoneses en Infomadrid. Cuando por los problemas económicos y los amigos inadecuados «me metí a robar en casas de gente pudiente». En la cárcel «reflexioné todo esto; ni me lo podía creer de mí mismo, una persona que lo ha tenido todo…». «Y es doloroso, porque estás haciendo daño a otras personas; me arrepiento mucho, me gustaría dar marcha atrás, pero…». Pidió perdón, aunque hubo quienes no se lo aceptaron.

Las manos  de Osmanys durante la entrevista

Apaleado por ir a la iglesia

Osmanys es el pequeño de seis hermanos, nacido en un pueblecito pequeño cercano al municipio cubano de Haiti. El nombre le viene de la cantidad de haitianos que recalaban allí como emigrados. Se trajeron, entre otras cosas, las prácticas de la santería, un mundo al que se acercó su familia, por otro lado radicalmente atea militante. «Pero yo me decanté por la Iglesia, desde pequeño».

No fue fácil esta opción suya, «lo pasaba mal» porque sus hermanos, que eran unos «lengüinos», cada vez que iba a la iglesia se lo decían a sus padres. «Y al volver, la "golpiza"». Que en ocasiones eran verdaderos martirios, como cuando le obligaban a ponerse de rodillas encima de latas de cerveza hasta que las arandelas le hacían sangre. «Pero cuantos más golpes me daban, más fuerza cogía para volver a la iglesia».

Osmanys pasó directamente de niño a hombre «porque no tuve infancia», se puso enseguida a trabajar sembrando arroz, y cuánta caña de azúcar no habrá comido como único alimento para poderse pagar sus estudios. «Yo he pasado hambre».

Osmanys ante una imagen de la Virgen de la Almudena

Licenciado en Economía por su país, siempre había sentido una especial predilección por el mundo sanitario. Por eso al llegar a España, hace ya 20 años, se sacó el título de auxiliar de enfermería.

Toda la vida estuvo bien de salud Osmanys hasta que «de pronto un dolor, una inflamación en el abdomen» y le diagnostican cirrosis hepática y tumor en el hígado para el que está en espera de tratamiento experimental, no quimio. Un cáncer «y es como si se te viniera todo abajo». Por eso, la trabajadora social del centro penitenciario le puso en contacto con las Misioneras de la Caridad del Paseo de la Ermita del Santo. «Aquí llevo un mes y dos días».

«El primer día me costó mucho, lo veía todo fatal». Pero ahora «me siento como en casa». El bloqueo inicial no le impidió pedir nada más llegar el Bautismo. Osmanys es un hombre acostumbrado a ir a Misa los domingos «porque ese deseo yo siempre lo he tenido; cuando tienes hambre de algo, tratas de llenarte». Y por eso, también en España, como cuando era un niño en Cuba, seguía yendo a la iglesia, «mi momento, mi paz; te llenan las palabras del padre, estar con personas que sabes que creen, que sabemos que tenemos siempre al Señor, en los malos y en los buenos momentos».

Osmanys al ser diagnosticado de cáncer pidió ser bautizado 

Vuelve el aguijón: «He estudiado y he trabajado, pero mira la tentación por dónde me ha llevado; cuando a veces nos alejamos del Señor, el diablo está acechando». Para ayudar a sus hermanos, dice, cometió «el error». Ahora, «échate la película, ellos, gente estudiada pero como el ganado cuando come hierba, tozudos». Tanto, que «les hablas del Señor y es como si te colgaran el teléfono».

De nuevo el suplicio: «Me pregunto cómo caí en ese error. Es muy duro. Porque cuando entras en una casa, no sabes quién hay dentro. Puedes irte tú o te puedes llevar a alguien por delante». Y se asoma el dolor a sus ojos en forma de lágrimas: «O puede haber niños». El gran aguijón. El miedo a qué hubiera pasado en alguna de esas si hubiera habido críos; «no por mí, pero los que andaban conmigo…».

Osmanys está ahora en la casa de las Misioneras de la Caridad

Día de fiesta

Pero la historia de Osmanys es de resurrección. Noche oscura y tres sacramentos de golpe. Ir hablando con el sacerdote que lo ha acompañado en este camino, Pedro José Lamata, fue lo más consolador. «Te estás liberando de un gran peso; cuando vas liberado de toda carga, lo demás te entra como un chute». Después, el Bautismo (con la absolución sacramental), la Confirmación y la Eucaristía. «Para mí, algo único; más para uno de fuera que ha sufrido tanto para llegar a esto». Y añade: «Cuando añoras algo desde pequeño y has pasado dificultades, esto es un regalo de Dios».

Lo vivió Osmanys ese día con auténtica emoción. Vestía traje de fiesta, también por fuera, que nunca se había puesto tan elegante —con ropa prestada—. «Me vestí, me iba al espejo, volvía a la habitación, de nuevo al espejo, nervioso». Allí estaban sus padrinos, Helena y Juan, y el obispo auxiliar de Madrid José Antonio Álvarez, «tan cercano, una persona impresionante».

En lo que lleva de nuevo cristiano, Osmanys ha comulgado todos. Nunca lo había hecho, claro, y sentía curiosidad. Resume conciso, contundente y sin rodeos: «Es fenomenal».

Reconocer la presencia de Dios en su vida

Osmanys es ahora Osmanys de la Caridad, su nombre bautismal. Lo resalta especialmente el obispo auxiliar: «La caridad de Cristo en su Iglesia a través de diferentes personas y acontecimientos, y al fin con las Misioneras, le han hecho reconocer la presencia de Dios». A José Antonio Álvarez le llamó especialmente la atención la «admiración, ilusión, la novedad con la que vivió la celebración». Osmanys «tenía los ojos radiantes» —él mismo confiesa que lloró un montón— y el corazón «bien dispuesto» para vivir el encuentro con el Señor.

Hizo especial énfasis el obispo auxiliar en el salmo proclamado ese día, «bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha visitado a su pueblo» y se refirió a cómo Dios ha ido acompañando a Osmanys, «su vida y su historia, aun cuando no era consciente, y le hace reconocer que Dios es bendito porque visita y acompaña; la bendición plena llega por la participación de su misma Vida».

Por último, afirma que la acogida de un nuevo miembro en la Iglesia es un signo de que esta es Madre, que reconoce a un hijo después de «tantos sufrimientos, soledades y abandono». «Esto es manifestación de lo que estamos llamados a vivir: anunciar el Evangelio y acoger a todos; ser Buena Noticia para el mundo». Y así, «una persona muy sufriente recobra el gozo de vivir».

jueves, 30 de enero de 2025

Li Yanl, exiliada en España por haber sido perseguida por su fe en China: «Cuando recibí el Evangelio comprendí que mi existencia y la de todos están en las manos de Dios»


Li Yanli permaneció retenida un mes nada más llegar a España procedente de su país, China, por ser perseguida por su fe

* «Solo acercándome a Dios pude experimentar una plenitud verdadera, acompañada de paz y alegría que el régimen nunca podría ofrecer. Sin embargo, esta fe que transformó mi vida me convirtió también en blanco de persecución. El Partido Comunista Chino (PCCh), ve a los cristianos como una amenaza y los persigue despiadadamente. Fui arrestada en varias ocasiones por practicar mi fe y constantemente vivía bajo vigilancia. Creer en Dios en China significa estar bajo sospecha permanente, con el miedo constante de ser denunciada, arrestada, torturada o incluso asesinada»

 Camino Católico.- Li Yanli, la cristiana de origen chino que pidió asilo en España tras sufrir persecución por sus creencias, comparte con Sayde Chaling-Chong García en  El Debate su historia de fe. Un año después de llegar a España en busca de libertad y dignidad, Li nos recibe en Madrid para relatarnos su conmovedora experiencia.

– ¿Podría hablar sobre su experiencia en China y cómo la fe cristiana ha influido en su carrera y vida personal?

– China es un país dominado por la tiranía del comunismo, una ideología que se convierte en una especie de idolatría impuesta. Aunque en apariencia parece una nación estable y próspera, la realidad es que la libertad y la dignidad humana están severamente restringidas. En mi caso, trabajé como bailarina profesional en China, una carrera que, a pesar de su belleza, no llenaba el vacío que sentía en mi vida. Como muchos, estaba atrapada en un sistema que no da espacio para encontrar un propósito real.

Cuando recibí el Evangelio, mi perspectiva cambió completamente. Comprendí que mi existencia y la de todos están en las manos de Dios. Solo acercándome a Él pude experimentar una plenitud verdadera, acompañada de paz y alegría que el régimen nunca podría ofrecer. Sin embargo, esta fe que transformó mi vida me convirtió también en blanco de persecución. El Partido Comunista Chino (PCCh), ve a los cristianos como una amenaza y los persigue despiadadamente. Fui arrestada en varias ocasiones por practicar mi fe y constantemente vivía bajo vigilancia. Creer en Dios en China significa estar bajo sospecha permanente, con el miedo constante de ser denunciada, arrestada, torturada o incluso asesinada.

Finalmente, para poder vivir y practicar mi fe con libertad, tomé la difícil decisión de huir de mi país. Llegar a España fue un acto de desesperación y esperanza, buscando un lugar donde los derechos fundamentales sean respetados.

– ¿Cuál fue la parte más difícil del proceso de solicitud de asilo en España?

– Enfrentarme al rechazo inicial de las autoridades. No nos permitieron siquiera explicar nuestra situación ni presentar nuestras solicitudes como establece la ley. Ver a 13 de mis hermanos y hermanas en la fe ser deportados fue devastador. No sé si están vivos o muertos. La incertidumbre y el dolor de no poder ayudarlos fueron desgarradores.

Li Yanli durante la entrevista

– ¿Cómo fue su experiencia al ser detenida en el aeropuerto de Barajas?

– Fui retenida durante un mes, no podía comer ni dormir bien por el miedo constante a ser deportada. Sabía que, si regresaba a China, me esperaban torturas o incluso la muerte debido a mi activismo cristiano. En un momento de desesperación, durante un intento de deportación, decidí autoinfligirme daño y me corté las muñecas. Es algo de lo que me arrepiento profundamente, porque mi vida pertenece a Dios. Sin embargo, sentí que no tenía otra opción. Era preferible enfrentar el sufrimiento en España que regresar a un país donde no hay esperanza.

Mientras me recuperaba, reflexioné mucho y pedí perdón a Dios. Decidí poner mi destino en Sus manos, confiando completamente en Su voluntad. En un giro inesperado, justo cuando ya estaba en el avión, fui retirada de él gracias a la intervención de personas justas y a los medios de comunicación. Para mí, esto fue un milagro, una prueba de que Dios obra a través de aquellos que defienden la justicia y la dignidad humana.

– ¿Qué ha aprendido de la solidaridad y el apoyo internacional durante este tiempo?

– Que frente a la opresión y las fuerzas malignas como el PCCh, es fundamental que las personas y organizaciones justas se levanten para defender los derechos humanos. En mi caso, el apoyo de medios de comunicación, personas que firmaron peticiones por mí y cadenas de oración en España e Hispanoamérica fueron fundamentales. Estoy convencida de que tantas plegarias movieron la misericordia de Dios.

Los medios de comunicación tienen un papel crucial al revelar las violaciones de derechos humanos y las persecuciones religiosas. Su trabajo no solo da visibilidad a las víctimas, sino que también genera una presión internacional que puede salvar vidas.

– ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a aquellos que aún enfrentan persecución religiosa en China y otros países?

– Les diría que no pierdan la fe. La Palabra de Dios es nuestra mayor fortaleza. Aunque las dificultades sean inmensas y el dolor parezca insuperable, la historia demuestra que la fe nos ayuda a superar el miedo y las adversidades. La persecución no durará para siempre; la luz siempre llega.

– Ahora que su solicitud de asilo ha sido aceptada, ¿cómo imagina su futuro en España?

– Estoy enfocada en fortalecer mi fe y transmitir el amor y la salvación de Dios a través de mi danza. También estoy dedicando tiempo a mejorar mi español para integrarme plenamente en la sociedad española. Agradezco profundamente el refugio y el apoyo que he recibido aquí, y estoy dispuesta a contribuir con todo lo que esté a mi alcance. España me ha dado una segunda oportunidad, y quiero retribuir ese apoyo.

– ¿Cómo ve la situación de los cristianos perseguidos como usted en todo el mundo?

– Creo que no se limita a encarcelamientos y torturas. En muchos países, los gobiernos emplean métodos más sutiles, como la vigilancia masiva, las denuncias recompensadas y la difamación. Estas políticas no solo afectan a los creyentes, sino también a sus familias, que enfrentan discriminación en la educación, el empleo y la atención médica. Esta realidad es difícil de imaginar para quienes viven en países libres.

– ¿Qué papel debe desempeñar la comunidad internacional en la protección de los derechos de las personas perseguidas por su fe?

– Tiene el deber de brindar refugio y protección a quienes huyen de la persecución. Además, deben imponerse sanciones contundentes a regímenes como el PCCh, que violan sistemáticamente los derechos humanos. La tolerancia hacia dictaduras es una receta para el desastre. Las democracias no deben colaborar con países que no respetan las libertades fundamentales.

Los medios de comunicación también tienen un rol crucial. Deben investigar a fondo y exponer las atrocidades que se cometen contra los cristianos y otros grupos perseguidos. La presión internacional debe ser constante y efectiva, vinculando los derechos humanos a las relaciones comerciales y diplomáticas.

– ¿Se siente bienvenida en España? ¿Cómo es su interacción con este mundo libre, sabiendo que aquí no será perseguida por su fe?

–España me ha ofrecido un refugio seguro, y estoy profundamente agradecida por ello. Sin embargo, no puedo bajar la guardia. Sé que el PCCh realiza represión transnacional y que ha establecido estaciones secretas de policía en el extranjero, incluidas algunas en España. A pesar de estos temores, disfruto la libertad de practicar mi fe sin miedo, algo que valoro profundamente después de haber vivido bajo opresión.

viernes, 24 de enero de 2025

Weng Yirui, pianista atea china, llegó a la fe preguntándose por ese «Dios que muere» interpretando el ‘Gloria’ de Vivaldi: «El encuentro con Dios y la oración cambió mi vida, porque ahora ya no tengo miedo»


Weng Yirui, pianista atea china, que inició su camino de conversión interpretando el ‘Gloria’ de Vivaldi, pero fijándose en la letra y preguntando: “¿Qué historia es ésta? ¿Cómo puede Dios morir?”

* «Me encontré con muchas dificultades y sufría mucho estrés antes de los conciertos. Me aterrorizaba la idea de cometer errores y llegó un momento en que no pude soportarlo más. Un día, antes de un concierto, probé a rezar, recité un Ave María y dije: 'Tocaré este concierto por ti, protégeme'. Para mi asombro, toqué mejor y no me equivoqué en nada. A partir de ese día, empecé a rezar más a menudo. El padre Francesco me empujó a dejarme guiar por Dios y a seguir el camino trazado para mí. También me explicó que no todo es sencillo y que cada uno debe llevar su propia cruz a cuestas y seguir a Jesús»

Camino Católico.- "¿Cómo puede Dios morir?". Ésta es la historia de una pianista atea que empezó a hacerse preguntas por el Gloria de Vivaldi. Y de cómo, gracias a su amistad con un sacerdote, se convirtió y aprendió a perdonar. "Rezo para que los jóvenes de China puedan ver y seguir la verdad, y no a la sociedad", dice.

Leone Grotti ha hablado con Weng Yirui en el número de enero de 2025 de Tempi y lo traduce Verbum Caro en  Religión en Libertad:

La partitura y la cruz

"¿Qué historia es ésta?". La pregunta que Weng Yirui hizo a su profesor de música sacra en 2018, interrumpiendo de repente la interpretación al piano del Gloria de Antonio Vivaldi, no es exactamente el tipo de pregunta que se suele escuchar en el Conservatorio de Milán. Los alumnos suelen omitir el texto y centrarse en la partitura o en la técnica. Pero Yirui no sabía lo que era una misa y mucho menos un "cordero de Dios" y, cuanto más intentaba el profesor, asombrado, resumir con pocas palabras la historia de Jesús, la más conocida del mundo, que hoy en Occidente casi damos por sentada, más insistía la joven china con sus preguntas.

El 'Gloria' de Vivaldi, con su mención al 'Agnus Dei, Filius Patri [Cordero de Dios, Hijo del Padre]', despertó la inquietud de Yirui.

"¿Cómo puede Dios morir?", preguntaba sorprendida sin prestar atención a la incredulidad de su interlocutor. "¿Y por qué deberíamos celebrar su muerte?". Yirui se había trasladado a Italia, patria de la ópera, desde la lejana Hangzhou, a más de 9.000 kilómetros hacia el este, en China, por amor a la música. Y no podía imaginar que el origen de aquellas melodías que tanto la habían fascinado era mucho más profundo que la mera creatividad del artista.

"Antes de llegar a Italia en 2016, con 22 años, nunca había visto una iglesia", cuenta Yirui a Tempi, recibiéndonos en el estudio de su casa de Milán, mientras desde la habitación contigua un majestuoso gato de suave pelaje gris produce una sinfonía de fondo paseando perezosamente sobre el teclado del piano.

Weng Yirui, al piano: descubrió la fe haciéndose preguntas sobre la música sacra que tocaba / Foto: Tempi

Bautizarse en Milán

Todo en casa de Yirui habla de música: los libros de texto del Conservatorio ordenados en las estanterías de la librería, las partituras sobre las mesas y las sillas, los carteles de La Traviata de Giuseppe Verdi o Las bodas de Fígaro de Wolfgang Amadeus Mozart colgados de las paredes.

Y entre ellos, destacan una copia del icono ortodoxo más famoso del mundo, la Theotokos de Vladimir, una de la Virgen de Sheshan, la más conocida de toda China y una del Crucifijo de San Damián, el que según la tradición, en 1205 habló así al poverello de Asís: "Francisco, ve y repara mi casa, que, como ves, está toda en ruinas".

La Virgen de Vladimir, la Virgen de Sheshan y el Crucifijo de San Damiano

Hay una iglesia en su ciudad natal, pero Yirui, nacida el 8 de agosto de 1994 en Hangzhou y "renacida" con el nombre de Eleonora el día de su bautismo en Milán, el 8 de abril de 2023, nunca había reparado en ella. Sus padres, ateos, siempre le habían enseñado a creer sólo en sí misma y en el trabajo duro. La madre es profesora de Física en un instituto, su padre de Psicología; la única filosofía permitida en casa siempre ha sido la utilitarista. "Ellos nunca han creído en nada. Mi padre, además, es miembro del Partido Comunista chino": por tanto, seguía el ateísmo también por contrato. Sólo en Nochevieja la familia Weng iba al templo budista a "quemar unas velas de incienso", más por tradición que por otra cosa.

"No hagas preguntas inútiles"

En realidad, Yirui tenía muchas preguntas, pero su madre siempre las cortaba de raíz. "Un día llegué de la escuela y le pregunté de dónde venimos y adónde vamos después de la muerte", cuenta la pianista. "Mi madre se sentó a la mesa, abrió su libro de física y me explicó el origen científico-material del mundo. Luego lo cerró y me dijo: 'No hagas más preguntas inútiles'".

No pudiendo expresarse con palabras ("en China no hay mucha libertad entre padres e hijos"), Yirui aprendió a hablar a través de la música. La chispa de la pasión prendió en ella a una edad muy temprana. "En Hangzhou, vivíamos en el campus de la escuela donde mis padres enseñaban. Después de las clases, a menudo me dejaban tocar en las aulas. Un día vi un piano y empecé a tocar las teclas por diversión. Me gustaba el sonido. Mi padre me vio y me preguntó si quería aprender. Le dije que sí y desde entonces no he parado".

A través de la música, Yirui pudo expresar esas emociones que siempre había tenido que reprimir en casa. Sentada frente al piano, le resultaba fácil hacer lo que parecía imposible en su escritorio: concentrarse. "Cuando toco, el tiempo parece detenerse y es cuando me siento realmente cómoda. Para mí la música es muy importante, es el instrumento para hablar de mí misma. Por eso también me he acostumbrado a captar todos sus matices".

Como la belleza de la armonía en Johann Sebastian Bach, algo "increíble que nunca había percibido en otras composiciones". Su profesor en China "se centraba sólo en la técnica, para él era suficiente que yo supiera interpretarlo perfectamente de principio a fin. Pero parecía haber algo más en aquella música, aunque yo no entendiera el qué. Hoy sé que sin Dios esos motivos nunca habrían existido, pero en China ni siquiera se mencionaba el tema".

El 'Gloria' de la 'Misa en Si menor' de Juan Sebastián Bach

A veces alegre, a veces triste

Yirui conoció el cristianismo en 2016, cuando decidió trasladarse a Italia. Graduada por la Universidad Normal de Hangzhou, se especializó en didáctica, piano y canto. "No me gusta ser solista, me gusta colaborar con los demás", continúa, ajustándose un mechón de su larga melena castaña. "Por eso decidí ejercer de acompañante de coro, para ayudar a los cantantes". La patria de Giuseppe Verdi era el lugar ideal para cultivar su pasión y convertirla en profesión y justo buscando información en internet sobre el Belpaese, Yirou se topó por primera vez con un término desconocido: "Italia es un país 'católico'".

Tras trasladarse a Milán para estudiar el idioma, pronto se dio cuenta de lo que significaba el término. "Uno de los primeros lugares que nuestro profesor de italiano nos llevó a visitar fue el Duomo y me quedé boquiabierta: nunca había visto nada tan bonito e inmediatamente me pregunté por qué se había construido un edificio tan magnífico". Luego, paseando por el centro, se dio cuenta de que "había una iglesia casi en cada esquina" y una vez entró en una: "Me sorprendió el silencio. Vi a esa gente, sentada en los bancos, o de pie, sin hablar. Me pregunté qué estarían haciendo. Luego me di cuenta de que todos miraban el crucifijo y no comprendía por qué".

Esas preguntas latían en su interior como brasas humeantes bajo las cenizas y se despertaron en 2018, en su segundo año en el Conservatorio de Música de Milán, cuando empezó un curso de música sacra. El profesor, ateo, no podía responder a sus preguntas y ella se dio cuenta de que si quería entender esa música "espléndida, a veces alegre y a veces triste", tenía que comprender la cultura italiana y "profundizar en la religión católica". La oportunidad llegó en 2020. "Después de graduarme, empecé a trabajar en el Conservatorio de Novara. Un compañero me llevaba a la ciudad piamontesa. Era católico e iba a misa todas las mañanas. Yo le esperaba en la puerta de la iglesia y después me subía al coche con él".

La desventaja de ser bueno

Durante el trayecto, Yirui encontró respuestas a muchas de las preguntas que se planteaba, pero no a todas, principalmente por la barrera del idioma. Así que su compañero buscó un sacerdote chino que pudiera ayudarla a entender y la confió al padre Francesco Zhao, responsable de la comunidad católica china de Milán. "Me preguntó si creía en algo y le dije que sí, aunque no sabía en qué. Don Francesco nunca intentó convertirme y al principio no tenía intención de hacerlo. Sin embargo, empecé a ir a verle una vez a la semana: el primer año estudié con él el Antiguo Testamento y el segundo, el Evangelio".

Yendo a ver al padre Francesco, Yirui también conoció a la comunidad católica china de Milán y quedó profundamente impresionada. "Aquellas personas ni siquiera me conocían, y sin embargo me querían como si fueran mi familia. Les miraba y no dejaba de preguntarme por qué". Durante un viaje a Asís en 2021 con el padre Francesco, intrigada, pidió al sacerdote por primera vez que le enseñara a rezar. "Quería comprender lo que la gente hacía en la iglesia. Me habían dicho que se podía hablar con Dios y tenía muchas preguntas que hacerle. La oración cambió literalmente mi vida".

Empezando por el trabajo. "Empecé a trabajar muy pronto como profesora de canto y acompañante de piano", explica Yirui. "Me encontré con muchas dificultades y sufría mucho estrés antes de los conciertos. Me aterrorizaba la idea de cometer errores y llegó un momento en que no pude soportarlo más. Un día, antes de un concierto, probé a rezar, recité un Ave María y dije: 'Tocaré este concierto por ti, protégeme'. Para mi asombro, toqué mejor y no me equivoqué en nada. A partir de ese día, empecé a rezar más a menudo".

A finales de 2022, Yirui se dio cuenta de que quería ser parte de la Iglesia católica y empezó el catecismo con el padre Francesco. Fue un viaje apasionante y a la vez agotador: "No fue fácil entender por qué Jesús enseña a perdonar, no es lo que aprendí en China. Si alguien me hace daño, pensaba, ¿por qué debería perdonarle? Si hago el mal, ¿cómo puedo perdonarme a mí mismo? Mis padres me educaron a protegerme, defenderme y a no ser demasiado buena porque la gente se aprovecha de los buenos. En cambio, la Iglesia considera que el que perdona es fuerte y valiente. Mi madre siempre me decía que no podía permitirme cometer errores, que tenía que ser perfecta y siempre tenía miedo a fracasar. El encuentro con Dios cambió realmente mi vida, porque ahora ya no tengo miedo".

La misa en Hangzhou

Es como si Yirui hubiese tenido que empezar de cero: "En China, a los niños se les enseña a tomar las riendas de sus propias vidas y a controlar su propio futuro. El padre Francesco, en cambio, me empujó a dejarme guiar por Dios y a seguir el camino trazado para mí. También me explicó que no todo es sencillo y que cada uno debe llevar su propia cruz a cuestas y seguir a Jesús".

Yirui pensó que era una metáfora, que el bautismo borraría el mal de su vida, que Dios la protegería y que todo sería de color de rosa a partir de entonces. Evidentemente, no fue así. De hecho, después del bautismo, el compañero que había desempeñado un papel tan importante en su descubrimiento de la fe y que se había convertido en su jefe "empezó a comportarse de forma extraña, utilizaba su influencia sobre mí de forma equivocada, me controlaba". Yirui, para quien en aquel momento el trabajo lo representaba "todo", se vio obligada a renunciar a su empleo para escapar de su influencia, a pesar de que acababa de obtener un contrato indefinido.

A partir de febrero, durante tres meses, estuvo en casa sin trabajo, y atravesó una época de crisis, "no quería ver a nadie". No entendía cómo el hombre que le había ayudado a descubrir a Dios podía comportarse así. Entonces un periodista del Opus Dei le pidió una entrevista para contar su historia "y me vi obligada a mirar atrás y reconsiderar todo lo que me había pasado desde el principio. Me sentí conmovida por todo el bien que había recibido y fui capaz de perdonar". "Me di cuenta", continúa la pianista, "de que Dios no borra el mal, sino que te da la fuerza para afrontarlo".

La catedral de la Inmaculada Concepción de Hangzhou, la única iglesia católica abierta en una ciudad de once millones de habitantes situada al suroeste de Shanghai, donde el número de católicos puede estar en torno a 65.000 / Foto: Wikipedia

Ahora, cuando vuelve a casa, Yirui visita la iglesia de Hangzhou, que, sin embargo, "siempre está cerrada, excepto para la misa de las 6 de la mañana entre semana y algunos servicios los domingos". También habla con los jóvenes que acuden a la parroquia. El edificio está bien conservado, pero la frase pronunciada por el Crucifijo de San Damián a San Francisco bien podría referirse a la Iglesia de China. "Los chicos me preguntaron qué hacen los católicos en Italia, se ve que les gustaría tener una relación, pero no es posible", reflexiona la pianista. También necesitarían un padre Francesco Zhao, pero no lo tienen, están solos. Cambiar las cosas sin un guía es difícil: "En China impera el materialismo, pero hay un gran deseo espiritual. Los jóvenes se dan cuenta de que los valores que propone la sociedad no son los reales, pero no saben dónde encontrar el coraje para cambiar las cosas. Realmente rezo para que puedan ver y seguir la verdad, no a la sociedad. Pero para transmitir algo a los demás, primero hay que vivirlo".

Hablar de religión en China

Se aplica en China, como en Italia. "Hablé de la fe a mis padres y ellos, al verme feliz, me apoyaron, como hicieron con la música", concluye Yirui, reclamada ahora por los alumnos chinos a los que enseña canto y que la esperan a la puerta del estudio. "Después de mi bautismo, vinieron a visitarme a Italia y quedaron muy impresionados por la comunidad católica. Mi padre incluso empezó a santiguarse". Cada cosa, sin embargo, a su tiempo. "Mis padres aún trabajan en la escuela pública, en China, así que no es prudente hablar demasiado de religión en WeChat, los teléfonos podrían estar pinchados", reconoce. "El año que viene, sin embargo, se jubilarán y les invitaré a volver a Italia".

Quién sabe, quizá también surja una pregunta en sus corazones, como una melodía irresistible.

Traducido por Verbum Caro