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domingo, 30 de marzo de 2025

Karla Hernández le impactó tanto el testimonio de su novio católico que empezó a acompañarlo a horas eucarísticas y apostolados y a sus 30 años se ha bautizado para vivir como hija de Dios

Karla Hernández se acaba de bautizar este mes de marzo / Foto: Cortesía de Karla Hernández

* «El primer día después de que nos comprometimos fuimos a una hora santa. Oraron por nosotros, por nuestro matrimonio. Sentí tan bonito que empecé a llorar. Se me salían las lágrimas. Ese día le dije a mi novio que sentí el recibimiento. Yo ahora que lo veo, siento que me tardé. Digo: ¿cómo no lo hice antes?» 

Camino Católico.- “Si me hubiera bautizado desde el inicio, a lo mejor no estaría tan cerca de Dios como lo estoy ahora”, comenta Karla Hernández a Yohana Rodríguez en Aleteia, que en esta Cuaresma recibió el bautismo, después de mucho esperar. Ahora se prepara para vivir su primera Pascua como hija de Dios.

Karla Hernández vivió uno de los momentos más felices de su vida al haber aceptado a Jesús. A sus treinta años, pronunció las palabras “sí, renuncio a Satanás” un domingo de Cuaresma, frente a su familia y amigos.

Sus padres, a pesar de ser bautizados católicos, no llevaban una vida practicante, por lo que nunca le hablaron de religión.

En busca de Cristo

Karla siempre había sentido la necesidad de conectar espiritualmente. Se adentró en el mundo de la meditación y el yoga buscando encontrar esa conexión. 

Todo empezó a cambiar cuando, a los 28 años, conoció a su prometido, Omar. Él le platicó que anteriormente se había alejado de la Iglesia Católica, pero a raíz de una fuerte experiencia que vivió en Marruecos, en plena pandemia por Covid, tuvo que recurrir al Creador. “Me dijo que en ese momento se olvidó de todo: la espiritualidad, la meditación y todo. Volvió a hablar y a creer en Dios”. A ella le impactó tanto su testimonio y su vida como católico que empezó a acompañarlo a horas eucarísticas y apostolados.

Karla Hernández con su prometido que la animó a conocer al Señor / Foto: Cortesía de Karla Hernández

Cuando cumplieron dos años de noviazgo, Omar le propuso matrimonio, pero él le comentó que le gustaría casarse por la Iglesia Católica. Ella, sabiendo que no estaba bautizada, se comprometió a realizar los sacramentos, por lo que buscó a su amiga Iliana para que le ayudará a hacer el trámite.

“El primer día después de que nos comprometimos fuimos a una hora santa. Oraron por nosotros, por nuestro matrimonio. Sentí tan bonito que empecé a llorar. Se me salían las lágrimas. Ese día le dije a mi novio que sentí el recibimiento”.

No fue un proceso sencillo para Karla, aunque empezaba a sentir a Dios en su vida, también llegó un momento en donde no sabía si ella estaría haciendo lo correcto al abrazar la fe, siendo que aún no estaba completamente convencida de bautizarse. Su novio Omar la animó para que siguiera adelante y continuaron yendo a Misas, adoraciones y encuentros.

Poco a poco fue construyendo una vida de oración, motivada por los gestos espontáneos de su novio y las horas eucarísticas a las que asistía. Incluso, cuenta que vio la serie “Los Elegidos”, movida por la inquietud de saber más de Jesús.

Su amiga Iliana, ahora su madrina, la llevó a pláticas con distintos sacerdotes para prepararla para recibir los sacramentos, pero por causas ajenas a ella, la fecha de su bautismo tuvo que retrasarse. 

“Le dije a mi novio, ‘¿sabes qué? Ha habido muchas trabas porque se supone que yo me bautizaba desde el año pasado’. Me decía mi amiga: ‘Es el diablo que no quiere que te bautices y está poniendo trabas’. Para ese punto yo ya quería de verdad bautizarme”.

Tuvo que recorrer varias iglesias católicas hasta encontrar a un sacerdote que accediera a administrarle los sacramentos en marzo. Cuando por fin encontró uno y fijaron una fecha para la celebración, sintió gran alegría.

Karla Hernández en el momento de su bautismo esta Cuaresma / Foto: Cortesía de Karla Hernández

Karla describe con felicidad el día de su bautismo. Llegó al templo y, al percatarse de que iba a ser la única que se iba a bautizar, sintió un poco de pena, pero también de orgullo, al saber que lo hacía por amor. “En mi bautismo, sentí la misma emoción que cuando fui al Santísimo la primera vez, sentía que se me iban a salir las lágrimas”.

Después pronunció su renuncia a Satanás para darle la bienvenida a Dios en su corazón y, cuando se acercó a la pila bautismal, mientras caía el agua sobre su frente, le dio gracias al Señor por haberle dado la oportunidad de conocerlo. 

En esa celebración también hizo su Primera Comunión y Confirmación. Al recibir el cuerpo de Cristo, se llenó de alegría. Se sentía bienvenida, perteneciente a un hogar.

Al acabar la celebración, su madre le dijo lo orgullosa que estaba y lo sorprendida de ver el cambio en su vida y el compromiso con la iglesia; ahora podía abrazarla no solo como su hija, sino como hija de Dios. 

Su hermana, que tiene dos hijas pequeñas, sin bautizar, también se acercó y le dio una gran noticia: “Me dan ganas de bautizarlas y que tú seas su madrina”.

Una nueva vida como católica

Este gran amor que ahora conoce y recibe de Dios lo quiere llevar a su futuro matrimonio y sus hijos. Ahora vive en la verdad y le gustaría que los demás se animaran a hacerlo, como lo ha hecho ella.

“Yo ahora que lo veo, siento que me tardé. Digo: ¿cómo no lo hice antes?”

martes, 25 de marzo de 2025

Théo, 25 años, pronto se bautizará: «La Misa tocó algo dentro de mí y me di cuenta de lo que era y de quién era Cristo. Sacrificarse por nosotros, entregarse con tanto amor, eso me conmovió de verdad»


Théo va a recibir el bautismo la próxima noche de Pascua / Foto: Cortesía de Théo

* «Jesús murió como ser humano para poder dar la vida eterna a todos; soportó todo ese sufrimiento. Así que me digo que si él fue capaz de soportar todo eso, nosotros podemos soportar más de lo que pensamos, ya sea físico o moral. Incluso durante la Cuaresma, es un sufrimiento tan pequeño prescindir un poco»

Camino Católico.- Dios puede tocar los corazones de muchas maneras diferentes. Están las conversaciones repentinas, las grandes revelaciones, y luego están los viajes graduales, arraigados en la vida cotidiana. No cabe duda de que Théo, de 25 años, no habría seguido el mismo camino si no hubiera crecido en la Vendée. Muy apegado a su patria chica, es en parte gracias a su herencia que este joven alto y de amplia sonrisa encuentra el camino de la fe. Nacido en una familia de "cultura cristiana" pero nunca bautizado y sin afiliación religiosa, este obrero de la construcción intuyó sin embargo desde muy pequeño que existía algo más grande.

La enfermedad que le sobrevino a los 21 años aceleró los acontecimientos. "Fue el motor que me abrió a la fe. Cuando estás muy solo, en tu momento más bajo, cuando no te queda nada, te das cuenta de que hay cosas más esenciales" reflexiona a Anne-Sophie Retailleau en Aleteia.  Empezó a leer mucho y a conocer la fe católica. Pero seguía sin poder dar el paso. Fueron los calvarios de la Vendée los que le ayudaron a hacerlo.

"Cuando salí de mi enfermedad, tenía problemas con las multitudes y no me veía yendo a Misa. Así que me uní a SOS Calvaire, porque era un grupo más pequeño", explica Théo. "Todavía estaba descubriendo mi fe, y me gustó mucho el aspecto patrimonial. Y allí conocí a mi padrino". Fue durante una instalación del calvario cuando el joven conoció al padre Alexandre-Marie Robineau, párroco de La Roche-sur-Yon. El sacerdote le propuso ir a Misa. "Nunca me había atrevido a dar el paso, aún no me sentía preparado. Pero él insistió y fui en septiembre de 2024", cuenta el joven. "Entré en la iglesia y fue una revelación, la Misa tocó algo dentro de mí".

Théo y su padrino Romain, a quien conoció durante la restauración de un calvario en la Vendée con la asociación "SOS Calvaire" / Foto: Cortesía de Romain Darexy

En el momento de la comunión, una certeza se apoderó de él. "Me di cuenta realmente de lo que era una Misa y de quién era realmente Cristo. Sacrificarse por nosotros, entregarse con tanto amor, eso me conmovió de verdad". Théo pidió entonces ser bautizado. Habiendo progresado mucho en su camino de fe, le ofrecieron el bautismo solo unos meses después, en la Vigilia Pascual de 2025.

Mientras tanto, el joven intenta vivir plenamente el tiempo de Cuaresma, pensando en la Pasión de Jesús. "Murió como ser humano para poder dar la vida eterna a todos; soportó todo ese sufrimiento. Así que me digo que si él fue capaz de soportar todo eso, nosotros podemos soportar más de lo que pensamos, ya sea físico o moral. Incluso durante la Cuaresma, es un sufrimiento tan pequeño prescindir un poco".

Théo es muy trabajador y asiste a clases de catecismo dos veces por semana. Trabaja a veces hasta 55 horas a la semana, así que ha encontrado una forma de rezar más a menudo: "Siempre llevo una cruz conmigo, tengo varias, incluida una cerca del cuello para no hacerme daño en el trabajo, y rezo cada vez que me las cambio".

A medida que se acerca la fecha de su bautizo, el joven se muestra impaciente. "Estoy deseando que llegue, pero al mismo tiempo tengo aprensión", dice. "Siempre tengo miedo de no ser lo bastante bueno, siempre quiero intentarlo y hacerlo mejor". Pero no se desanima, y sabe que ha llegado el momento. "No es grave tropezar, lo grave es no volver a levantarse”.

Lena, 24 años, a punto de bautizarse: «Es la mejor revelación que he tenido en mi vida. Todo cambia cuando te das cuenta de que Jesús es la verdad. Es mucho mejor: nunca estás solo, siempre hay alguien contigo»

 


Lena va a bautizarse el próximo 19 abril / Foto: Cortesía de Lena

* «Antes teníamos una vida en la que no creíamos, en la que ni siquiera pensábamos en ello. Sigo cometiendo errores, no soy perfecta. Como voy retrasada, siento que tengo que trabajar el doble. Pero solo Dios es perfecto»

Camino Católico.- Le encanta el motociclismo y sueña con montar una Yamaha R1. Su primer objetivo: su primer paseo. El siguiente: la licencia de conducir. Lena tiene 24 años, le encanta ir al gimnasio, practica senderismo y tiene debilidad por el ganchillo. Habladora y curiosa, esta joven de Troyes (Francia) que estudia recursos humanos será bautizada el 19 de abril en la parroquia de Cristo salvador. Nacida en una familia totalmente atea, buscó a Dios desde niña, pero la religión estaba mal vista en casa. "Cuando era pequeña, creía en ella, pero mi padre me obligaba más o menos a no hacerlo", confiesa a Domitille Farret d'Astiès en Aleteia. "Eres demasiado inteligente para creer en eso", le decía. "Y cuando eres pequeña", continúa, "crees a tus padres".

Pasaron los años y, cuando era adolescente, conoció a Didominique, que se convirtió en su mejor amigo y, más tarde, en su padrino. Era creyente. "Sin él, no sé si habría dado el paso", continúa. A los 18 años, empezó a pensar en el bautismo. Didominique la puso en contacto con un sacerdote que conocía, el padre Laurent. Pero era demasiado pronto para dar el paso. "Desistí porque no quería ir al catecismo. No estaba segura de si creía en ello o no. Unos años más tarde, este deseo volvió a surgir, mucho más fuerte e incesante. Llena de preguntas, la joven buscó respuestas en Internet y encontró, según sus palabras, "todo y su contrario". "Cada vez que tenía una duda, buscaba la respuesta en la red, pero en realidad lo que me faltaba era un hilo conductor", dice.

"Y entonces, en un momento dado, me obsesioné completamente con ello. Pensaba sobre todo en Jesús. Tenía miedo: ¿por qué yo? No me sentía capaz". Sintiendo que necesitaba orientación, volvió a llamar al padre Laurent. "Sé que nunca contesta al teléfono, pero cuando le llamé, ¡contestó! La escuchó y la aconsejó. Lena empezó a recibir clases particulares de catecismo una vez a la semana.

"Fue enriquecedor. Empecé a entender y a ir a Misa. Las primeras veces, me sentaba al fondo de la iglesia. Como era un descubrimiento, no era muy audible para mí y me agobiaba un poco. Era difícil, me costaba levantarme para ir porque tenía aprensión. Pero luego me descargué AELF (Aplicación para consultar las lecturas del día) y poco a poco lo estoy disfrutando".

Cada día dedica tiempo a vivir su relación con Dios: "Rezo a mi manera, hablo con Él, confío en Él". Al mismo tiempo, su mejor amigo la apoya en su camino de fe. Siempre que me siento culpable, por ejemplo si he perdido los nervios, él está ahí". El grupo de catecúmenos también es un gran apoyo. "Te sientes un poco más comprendida. No es fácil sentirse legítimo. Antes me sentía un poco como un fraude", confiesa. "Antes teníamos una vida en la que no creíamos, en la que ni siquiera pensábamos en ello. Sigo cometiendo errores, no soy perfecta. Como voy retrasada, siento que tengo que trabajar el doble. Pero solo Dios es perfecto".

¿Qué cambiará para ella con el bautismo? "Lo sabré cuando me bautice. Ya intento llevar una vida cristiana todos los días", continúa. "Tengo la impresión de que estoy muy lejos de la meta, pero no es la meta, es solo el principio. Estoy tan contenta. Es la mejor revelación que he tenido en mi vida. Todo cambia cuando te das cuenta de que Jesús es la verdad. Es mucho mejor: nunca estás solo, siempre hay alguien contigo. Es mágico. Incluso divino.

lunes, 24 de marzo de 2025

Moisés, 24 años, próximo a bautizarse: «Dios esperó casi 25 años a que yo me animara; he sentido la presencia de Jesús y un bautismo es como renacer»


Moisés (izquierda) durante una peregrinación juvenil en honor a Cristo Rey / Foto: Cortesía de Moisés

* «Era un mar de lágrimas. Ahí, en la capilla, tenían una imagen de la Virgen. Fui y me hinqué. Le pedí un montón de cosas que, hasta la fecha, sigue cumpliendo. Ahí sentí todas las miradas de mis amigos; para todos fue impactante ver cómo le estaba pidiendo a alguien en quien yo no creía. A partir de ahí empecé a pedirle, a rezarle. Siempre que voy al Santísimo termino mi oración y oro también a la Virgen. Así es como he ido cultivando mi relación con ella»

Camino Católico.- Moisés, mexicano de 24 años, como arquitecto, sabe reconocer la belleza que encierra una construcción; sin embargo, la belleza más grande que ha encontrado dentro de un templo no tiene que ver con columnas, estilos o arquitectos afamados, sino con el llamado de un Dios paciente.

Mexicano, de la diócesis de Guadalajara, creció en un núcleo familiar cristiano; y aunque tuvo una infancia feliz, también recuerda haberse sentido diferente al resto. En México, y especialmente en Guadalajara, la religión católica es mayoritaria, por lo que creció viendo a sus compañeros de la escuela celebrar la Navidad o la Semana Santa, cosas que él y su familia no acostumbraban. Esto lo hacía sentir dividido. Sin embargo, desde pequeño se sintió bendecido por Dios. “Siempre he sentido su mano”, confiesa a Majo Frias en Aleteia

Al entrar a la Universidad comenzaron las dudas sobre la fe y se alejó. No supo nada de Dios. 

Estudiando Arquitectura, comenzó a visitar templos por recomendación de sus profesores. “Aquí en México es una arquitectura muy emblemática. Empecé a visitar varios, de manera respetuosa, pero separando la religión y la arquitectura”.

Sin embargo, al entrar a uno de ellos -el  Templo Expiatorio de Guadalajara-, la experiencia fue muy diferente, no solo por la belleza del lugar. “Ese fue mi primer acercamiento otra vez con algo referente a Dios”. Pero el camino de vuelta aún era largo.

Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento en Guadalajara 7 Foto: eskystudio | Shutterstock

Por invitación e insistencia de sus amigos, Moisés asistió a un retiro de jóvenes católicos. “Después de 5 o 6 años de no haber contactado a Dios, volví a sentir una paz que hace mucho tiempo no sentía”. La decisión fue muy sencilla: “Yo quiero esto en mi vida”, reconoció.

Esa sensación extraña que vivió en su infancia volvió a presentarse al surgir una pregunta clave: ¿en qué creer? Volvía a estar dividido.

Gracias a la dirección de un sacerdote que lo acompañó, llegó el alivio definitivo. El padre Sergio lo hizo ver que no se trataba de estar dividido o de sentirse entre la espada y la pared, entre la creencia que le inculcaron de niño y lo que ahora estaba viviendo. Le habló de san Agustín. “Yo me sentí totalmente identificado y fue un alivio para mí el dejar de sentirme así”.

Comenzó a ir a Misa regularmente y recibió mucho apoyo del sacerdote y de los papás de su mejor amigo, que estuvieron acompañando y animando sus primeros pasos en la fe católica, hasta que llegó el momento de dar el siguiente paso.

“Pensé: esta es la paz que quiero experimentar ahora y el resto de mi vida. Hablé con los papás de mi mejor amigo y les dije, ‘¿saben qué? me quiero bautizar; quiero recibir los sacramentos y quiero tener una familia e ir a iglesia con ellos’”.

Acudieron al párroco y él se encargó de organizar a los ministros extraordinarios para que Moisés recibiera las sesiones de catequesis. Reconoce, con mucha gratitud, que todos mostraron disposición para preparar las clases y enseñarlo. 

Aunque comenzar a usar cruces y a creer en los santos y en la Virgen María ha sido extraño, para este joven arquitecto, saber que cuenta con intercesores ha sido “increíble”.

Con María su primer acercamiento fue en la Basílica de Guadalupe, que visitó para acompañar a una de sus amigas. Ahí sintió una paz muy grande. Pero en el retiro que vivió fue en donde encontró ese gran amor de madre. 

“Era un mar de lágrimas. Ahí, en la capilla, tenían una imagen de la Virgen. Fui y me hinqué. Le pedí un montón de cosas que, hasta la fecha, sigue cumpliendo. Ahí sentí todas las miradas de mis amigos; para todos fue impactante ver cómo le estaba pidiendo a alguien en quien yo no creía. A partir de ahí empecé a pedirle, a rezarle. Siempre que voy al Santísimo termino mi oración y oro también a la Virgen. Así es como he ido cultivando mi relación con ella”.

Moisés catecúmeno que recibirá el bautismo en Pascua

A pocos días de recibir el bautismo, es consciente de lo mucho que Dios ha hecho en su vida. Por casualidad, regresó hace poco al Templo Expiatorio y entró, no solo para apreciar su belleza arquitectónica, sino con devoción. Ahí se dió cuenta de que Dios, desde la primera vez que estuvo ahí, comenzó a llamarlo y a encaminarlo poco a poco hacia Él.

Respecto al bautismo, comenta: “Esperó casi 25 años a que yo me animara y sé que hay gente con quien puede esperar muchísimo más tiempo. Incluso si algún día ellos deciden salir y luego regresar, estoy seguro de que Dios también los va a recibir con las puertas abiertas”.

Para él, estar bautizado significa poder ser llamado hijo de Dios. “Quién no quisiera llamarse hijo de Dios?”, dice emocionado. Pero también significa quitarse el pecado original y entregarse por completo. Reconoce que ir a Misa y al grupo de jóvenes no va a servir de nada si no avanza en su camino de fe. 

“Me acuerdo mucho de lo que decía Jesús, que le gusta alguien o frío o caliente, no le gustan los tibios; entonces, eso me hace sentir que estoy en el camino correcto. He sentido su presencia totalmente y un bautismo es como renacer”.

domingo, 23 de marzo de 2025

Vera, 26 años, se bautizará en Pascua: «Comprendí el poder del amor de Dios en la vida de las personas y sentí el deseo de abrirle mi corazón»


 Vera va a recibir el bautismo y entrará en la Iglesia Católica en la Vigilia Pascual de este año 2025

* «Me dije: 'Si todo el mundo tiene derecho a Él, ¿por qué yo no? Lo que echaba de menos de niña era saber que Dios velaba por nosotros y que no estaba sola. Tengo la imagen de Dios abriendo una puerta para cada uno de nosotros, y cada uno decide si quiere atravesarla o no»

 Camino Católico.- Descubrió a Dios… ¡en la escuela primaria! Vera, de 26 años, trabaja en recursos humanos y será bautizada el 19 de abril en la iglesia de Notre-Dame du Vœu. Criada por unos padres alejados de la religión, no descubrió a Dios a través de su familia, sino en la escuela católica a la que asistía. "Era una niña curiosa que escuchaba con atención y asistía a las clases de catecismo con mucha atención. Siempre estuve convencida de que había algo más grande que nosotros", dice a Domitille Farret d'Astiès en Aleteia. Cuando era adolescente, se le pasó por la cabeza la idea del bautismo, pero, como ella misma reconoce, "el tiempo pasó y las ganas también".

A los 21 años conoció a Romain, hoy su marido, de familia católica practicante. Al cabo de unos años, "me pidió que me casara con él y me expresó su deseo de que pudiera hacerse por la iglesia", confiesa la joven. "Yo estaba a favor, pero más por amor que por convicción". Sin embargo, a Vera le gusta llegar al fondo de las cosas y reflexiona con regularidad durante los meses siguientes, hasta que finalmente se dice a sí misma: "¡No hay manera de que me case por la iglesia sin entender el significado! Una cosa llevó a la otra y empezó a pensar más profundamente en ello. Conoció a un sacerdote que le propuso una reunión rápida y la invitó a participar en un curso Alpha que empezaba la semana siguiente. "Las estrellas se alinearon", sonríe.

Este viaje fue una auténtica revelación para la joven. Le sorprendió la variedad de personas presentes, lejos de los clichés. "Había gente muy diferente y eso creó una verdadera riqueza dentro de nuestro grupo. Me dieron la bienvenida y todos llegamos a conocernos. A lo largo del camino, sentí realmente que pertenecía al grupo. Era la primera vez que me pasaba. No me sentí juzgada: podíamos hablar libremente. Es extraño, porque en la vida cotidiana no me habría acercado necesariamente a estas personas".

Poco a poco, su actitud fue cambiando. "Aprendí a ser más bondadosa y a recurrir a personas de las que habría desconfiado por naturaleza. Fue una llamada de atención y me di cuenta de que tenía que dejar de juzgar a primera vista". Recuerda a una persona del grupo que parecía frágil y al margen de la sociedad. "Estábamos en la misma mesa y descubrí una personalidad que no había imaginado, alguien que no estaba tan solo como yo pensaba, y desde luego más rodeado que yo, al final. Me sentí muy extraña". Su mirada se suaviza, como ocurre con una antigua compañera de clase cuyas muchas idiosincrasias solían molestarla, y de la que hoy puede decir: "Es tan amada por Dios como yo, y estamos en pie de igualdad. Cada uno tiene su historia y cada uno tiene derecho a ser como es".

A medida que avanzaban las reuniones y los testimonios, nació en ella una nueva atracción por Dios. "Comprendí el poder del amor de Dios en la vida de las personas. Me dije: 'Si todo el mundo tiene derecho a Él, ¿por qué yo no? Lo que echaba de menos de niña era saber que Dios velaba por nosotros y que no estaba sola. Tengo la imagen de Dios abriendo una puerta para cada uno de nosotros, y cada uno decide si quiere atravesarla o no. Sentí el deseo de abrir mi corazón a Dios y me dije que, para poder sellar esta unión, tenía que recibir el bautismo. Tenía la impresión de que aún me faltaba algo, de que no estaba totalmente comprometida".

La boda de Vera y Romain

El final del curso Alpha coincidió con el inicio del periodo de preparación al matrimonio. "Fue entonces cuando me di cuenta de lo que significa elegir amar a alguien. Puedes enamorarte, pero elegir amar a alguien hasta el final es otra cosa", se maravilla. Este tiempo de preparación alimenta su relación con Dios: "Dios nos ama incondicionalmente y la Biblia nos pide que amemos a su vez. No siempre es fácil en la vida cotidiana", sonríe. "Pero tienes que confiar en él y es reconfortante saber que no estás sola en tu relación". Vera y Romain se casaron el 7 de septiembre de 2024 y hoy ella espera su primer hijo. "A mis suegros les gusta decir que será bautizado dos veces. Una vez en el vientre de su madre, y otra en su bautizo 'real'".

Tiene buenos recuerdos de su entrada en la Iglesia. "Toda la congregación estaba dentro mientras yo estaba fuera. Llamé a la puerta y entré con la procesión. Qué emoción ser llevada por toda esa multitud con el órgano detrás de mí: ¡era tan hermoso! El 19 de abril será la fecha de su bautismo, pero también el aniversario de la muerte de su suegra, fallecida hace varios años. Su marido le habló mucho de ello, y ella confiesa que siente como si la conociera. Ve esta coincidencia de fechas como una "señal de Dios" y una promesa de que esa mujer a la que nunca conoció velará por ellos desde arriba. De momento, Vera se prepara para recibir el tan esperado bautismo: "Esto sellará por fin este amor con Dios, ¡y no es poco!"

Aurélie, 21 años, se bautizará en Pascua: «Me encanta en lo que me he convertido desde que Jesús está en mi vida; he aprendido a dar las gracias por lo que tengo, por lo que he llegado a ser, y estoy decidida a seguir adelante»


 Aurélie recibirá el bautismo y entrará en la Iglesia Católica en la Vigilia Pascual de este año 2025

* «Sentí que apoyándome en Jesús, podía a su vez cambiar cosas en mi vida para ser más feliz y sobre todo compartir esta alegría con los que me rodea»

Camino Católico.- Si hay algo a lo que Aurélie está ferozmente apegada es a su independencia. Y su libertad. A sus 21 años, la joven ha elegido conducir un camión frigorífico en la región francesa de Aude. Al volante de su vehículo, está sola; pero no del todo, porque Dios está con ella. Mientras se prepara para ser bautizada durante la Vigilia Pascual, nos confía con toda modestia y sencillez al Jesús que conoció a través de Christophe y Catherine, una pareja de campesinos católicos que conoció mientras realizaba un curso de formación.

Todavía en el Liceo Agrícola, está comprometida al 100% con sus prácticas. Muy trabajadora, se gana rápidamente la confianza de Christophe y Catherine, y con el paso de los días se da cuenta de "pequeños detalles" que le llaman la atención, como "la oración en la mesa". "Ni siquiera sabía que todavía había gente que iba a Misa regularmente", dice a Agnès Pinard Legry en Aleteia. Pero, sobre todo, este hogar desprende una amabilidad y calidez que ella nunca había encontrado. "Perdí a mi padre y era alcohólico, así que fue un poco complicado a nivel familiar", resume con sobriedad. Con su madre, profundamente enemistada con la religión, la corriente es eléctrica. En cuanto a sus dos hermanas, ya no habla con ellas.

Así que, al lado de Christophe y Catherine, y su familia, se sintió un poco como en casa. "Me daba un poco de vergüenza porque no estaba acostumbrada a ver tanta amabilidad", intenta quitarle importancia, aunque la emoción se cuela en su voz. "Pero también me sorprendió, quería tener esto: amabilidad y no violencia".

Una amabilidad que también encontró en su formación: "Cuando hacía travesuras, nunca me gritaban ni me hacían sentir mal por haber hecho algo mal", asegura. "Siempre me explicaban lo que estaba mal para que no volviera a ocurrir y para que pudiera hacerlo la próxima vez", recuerda.

Misa "como una llamada"

El primer curso llevó a un segundo, en el que decidió preguntar directamente a Christophe por la fe que tanto brilla en su casa. "Le pregunté qué era la fe, por qué era creyente y qué era la Misa", cuenta Aurélie. "Y luego le pedí ir a Misa solo para ver, por curiosidad". Al cabo de unos domingos, sintió la necesidad de ir "como una llamada".

Cuanto más descubre a este Dios que ama y perdona, cuanto más tiempo pasa con Christophe y Catherine, más se da cuenta de lo que puede cambiar en su vida.

"Sentí que apoyándome en Jesús, podía a su vez cambiar cosas en mi vida para ser más feliz y sobre todo compartir esta alegría con los que me rodean",

La joven decidió dar un paso hacia su familia. "Esperé al cumpleaños de una de mis hermanas para retomar el contacto", recuerda. "Éramos vecinas y ya no nos hablábamos, así que ese día le hice un regalo y fui a dárselo. Nos llevamos 13 años de diferencia y tenemos caracteres muy distintos, pero el gesto la emocionó y desde entonces somos hermanas de verdad". Luego le tocó el turno a su madre. "Siempre me he precipitado con mi madre", confiesa. "Pero justo cuando la acusaba de todos los males, me di cuenta de que yo tampoco tenía un carácter fácil. Decidí hacer un esfuerzo, simplemente tener más cuidado". Y Aurélie prosigue: "No podía limitarme a recibir, también tenía que dar". Al cabo de uno o dos años, al darse cuenta de que "esta forma de ser, de pensar y de vivir no es tan mala", se lanzó al catecumenado y eligió a Christophe como padrino.

Aurélie acompañada de su padrino Christophe

A medida que se acerca el día de su bautizo, Aurélie se emociona. Pero no quiere exagerar. "Me encanta en lo que me he convertido desde que Jesús está en mi vida", resume. "He aprendido a dar las gracias por lo que tengo, por lo que he llegado a ser, y estoy decidida a seguir adelante". Un testimonio que ya ha dado sus frutos: su madre, que antes se negaba a ir a Misa, ha aceptado acompañarla en varias ocasiones. "¡Es como si hubiera redescubierto el gusto por la fe! ".