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domingo, 9 de marzo de 2025

Kenza, 19 años: «Crecí en la fe musulmana, pero una amiga me orientó+ hacia la religión católica y me voy a bautizar; Quiero seguir adelante con Cristo, que está ahí conmigo todo el tiempo, y lo pienso cuando lo paso mal»


Kenza fue llevada al catolicismo por una amiga de la escuela secundaria hasta que optó por pedir el bautismo  / Foto: Kenza

* «Fui paso a paso, a mi ritmo. Es muy bueno bautizarse muy joven, porque te nutres de tu fe desde muy pronto, pero recordaré mi bautismo el resto de mi vida. Estoy orgullosa de ello. No nací en esta fe, pero es la que eligió mi corazón»

Camino Católico.- "Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Miles de catecúmenos de todo el mundo se preparan para escuchar estas palabras la noche de Pascua, cuando reciban el bautismo. Kenza, quiere que su bautismo sea una prueba de su amor a Cristo.

En los albores de su vida adulta, Kenza, de 19 años, ya sabe lo que quiere. Hace dos años, esta joven de fuerte carácter empezó a prepararse para el mayor salto de su vida: el bautismo, que recibirá la noche de Pascua. "Llevo dos años preparándome", dice. "Tenía miedo de no estar preparada, porque dos años pasan muy deprisa. Pero me siento preparada, no tengo dudas ni miedos", asegura a Anne-Sophie Retailleau en Aleteia.

Kenza ha forjado esta voluntad de hierro a través de las pruebas de la vida con su familia. "Crecí en la fe musulmana", explica. "Mi padre era violento y tuvimos que huir. Eso me alejó de la religión cuando era adolescente". Pero la joven no ha renunciado a su convicción de que Dios existe y de que debe encontrar el camino hacia Él.

Fue el encuentro con una amiga de la escuela secundaria lo que llevó a la joven a orientarse hacia la fe cristiana. "Era muy religiosa", dice, "me contaba, los fines de semana, que iba a la iglesia; y como hablábamos de ello juntas, poco a poco me fue orientando hacia la religión católica". Kenza alimentó su incipiente fe leyendo la Biblia y rezando. Visitar iglesias valencianas con su amiga también era importante para ella, pero una mala experiencia la mantuvo alejada de la Misa durante unos meses. "Sentía que era demasiado, y cuando eres adolescente no tienes mucha confianza en ti misma y te desestabilizas fácilmente", dice. "Fui paso a paso, a mi ritmo".

Una elección de corazón

Fue en Menton, donde se había trasladado para estudiar, donde Kenza encontró una comunidad parroquial que la acogió y donde se sintió como en casa. Entonces solicitó el bautismo, que quería que fuera una prueba de amor a Cristo.

"Sé que está ahí conmigo todo el tiempo, y es lo primero en lo que pienso cuando lo paso mal", dice. Es una relación de compartir. Siempre está ahí para mí, y yo para Él: también me bautizo para demostrarle que tengo fe", insiste. Incluso insistió en dar el paso después de cumplir la mayoría de edad.

"Es muy bueno bautizarse muy joven, porque te nutres de tu fe desde muy pronto", prosigue. "Pero recordaré mi bautismo el resto de mi vida. Estoy orgullosa de ello. No nací en esta fe, pero es la que eligió mi corazón".

Kenza explica que "la oración de María es la que aprendí primero" / Foto: Kenza

En Pont-Saint-Esprit, en la región de Gard (Francia), donde se ha instalado, completa su preparación con una decena de catecúmenos. “Quiero seguir adelante con Cristo y con toda la comunidad cristiana", dice la joven. "La parroquia me hace mucho bien; voy a Misa todos los domingos y nos reunimos, siempre de buen humor". Junto a ella, en el grupo de catecúmenos, hay otra joven que pertenece al mismo club de baloncesto. Todo el equipo estará presente para apoyarlas en el gran día. Kenza también estará acompañada por su madre y sus hermanas, que la han acogido y apoyado.

María, una mujer inspiradora

Cuando se le pregunta a la joven qué oración le gusta más, responde: "La oración de María, es la que aprendí primero". Su voz cambia cuando habla de la Virgen María, y se puede oír toda la alegría, mezclada con mucha admiración.

"¡Me parecen increíblemente hermosas la oración y la Virgen María! Es una historia magnífica. Mucha gente debió de mirarla con ojos extraños, porque su historia es atípica, pero ella luchó y dio la vida a Cristo. Es una mujer muy inspiradora".

Luchar por Cristo, ¿hay mayor promesa en vísperas de su 20º cumpleaños?

Thomas se va a bautizar en Pascua «por gratitud a Dios»: «En todas las pruebas de mi vida, Jesús ha estado ahí, nunca me ha defraudado»

Thomas ha superado muchas pruebas en la vida pensando en Dios, pese a no estar natutizado y en Pascua va a recibir el sacramento de la iniciación cristiana / Foto: Thomas

* «Cuando mi madre se quitó la vida, una de las primeras cosas que hice fue hablar con el Dios que llevaba tiempo siguiéndome en mis pensamientos. Poco a poco empecé a rezar, pero en secreto, sin decírselo a nadie»

Camino Católico.- "Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Miles de catecúmenos de todo el mundo se preparan para escuchar estas palabras la noche de Pascua, cuando reciban el bautismo. Thomas vive en Allègre (Francia), confiesa que pidió ser bautizado "por gratitud". "En todas las pruebas de mi vida, Jesús ha estado ahí, nunca me ha defraudado", asegura sin rodeos a Agnès Pinard Legry en Aleteia.

La fe era casi una mala palabra en la familia de Thomas. "Dios no existía a los ojos de mis padres", recuerda este marsellés que nunca fue bautizado durante su infancia. "Lo descubrí cuando tenía unos 11 o 12 años, creo, cuando un amigo me dijo: 'Dios no quiere que hagamos eso'. Nunca había oído esa palabra, pero era como si fuera consciente de ella sin saber exactamente lo que era". De niño, adolescente y joven adulto, Thomas no rezaba ni iba a la iglesia, pero pensaba en Dios de vez en cuando. Luego, cada vez más a menudo, sobre todo durante las pruebas a las que se enfrentó.

"Cuando mi madre se quitó la vida, una de las primeras cosas que hice fue hablar con el Dios que llevaba tiempo siguiéndome en mis pensamientos. Poco a poco empecé a rezar, pero en secreto, sin decírselo a nadie", recuerda.

Aunque vive en la tranquila comuna de Allègre desde hace tres años y medio, admite que su vida ha sido una "montaña rusa". "Fui un poco vagabundo durante unos diez años, incapaz de asentarme en un lugar por mucho tiempo", dice el hombre que ahora trabaja como desarrollador de software. Sin embargo, cada vez que viaja o se traslada, se lleva a Dios consigo. En la isla de Mayotte volvió a experimentar a Dios durante un violento altercado. "Fue entonces cuando me dije a mí mismo que algo estaba pasando". A su regreso, decidió cambiar de vida e instalarse en el Alto Loira.

"Conocí a una mujer brillante e inteligente", resume Thomas con dificultad. "Un día me dijo que estaba embarazada, me alegré muchísimo y… tres semanas después, no tenía noticias suyas. Hoy nuestro hijo tiene seis meses y estoy en pleno proceso judicial para tener derecho a verlo". Un calvario del que nunca pensó recuperarse. "Una noche, la víspera de una vista, me entró el pánico. Me sentí como en un vacio de ansiedad y estrés, aunque soy optimista por naturaleza", continúa. "Y entonces me pareció tan obvio, que recurrí a la Virgen María. Conocía su nombre, pero eso era todo. Aquella noche hablé con ella por primera vez y sentí un alivio físico y espiritual inmediato. Cada vez que recuerdo aquella noche, me quedo asombrado".

Rezar es una cosa. ¿Pero entrar en una iglesia y pedir el bautismo? No. Aún quedaban algunos pasos por dar, y fueron sus vecinos quienes le ayudaron. "Cuando llegué aquí, mis vecinos me dieron una calurosa bienvenida. Y una cosa llevó a la otra y me encontré asistiendo a una Misa y ellos estaban allí. Y me sentí tan bien en esa Misa y en las siguientes…". Por último, lo obvio. "Recibí ayuda de Dios y de María. Cristo nunca me abandonó. Pedí el bautismo por gratitud a Dios, pero también para demostrarle que me tocaba dar un paso hacia Él después de todos los que Él había dado hacia mí".

Cuando se le pregunta qué significa estar bautizado, Thomas no responde inmediatamente. Desarmado y desconcertado, el descarado marsellés da paso al silencio. Hasta que su voz, atenazada por la emoción, responde casi tímidamente: "Significa ser hijo de Dios. Incluso sin el bautismo me sentía amado por Él, pero ahora…". Y Thomas prosigue con confianza: "Entro en una nueva vida”.

martes, 4 de marzo de 2025

Manuel, de 24 años, de familia no creyente, quería demostrar que Dios no existía y un amigo lo llevó a la parroquia: «Me he bautizado; primero se convirtió la razón y luego el corazón; te das cuenta que estás en las manos de Dios»


Manuel se ha bautizado después de plantearse todas las dudas sobre la existencia de Dios

Camino Católico.- El día que Manuel, «24 años para 25», se presentó por primera vez en la catequesis, estaba «asustadísimo: pensaba que me iba a encontrar a gente que me juzgaría», dice a B. Aragoneses en Infomadrid. Él, que venía de un padre ateo convencido, una madre agnóstica, y una hermana de 16 años que todavía no tiene criterios claros en este sentido. Porque en la familia ha entrado un elemento más de la ecuación de la mano de Manuel, el cuarto integrante, que ha entrado en la Iglesia católica mediante el Bautismo el sábado, 1 de marzo, en la basílica parroquia Asunción de Nuestra Señora de Colmenar Viejo, en una celebración presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid.

Todo empezó en las aulas de Filosofía, carrera que ha estudiado y en la que surge de manera inevitable la cuestión de Dios. «Cualquier estudiante tiene que transitar por ella». Esos primeros años, Manuel se empeñó «en demostrar que no existía». Lo discutía mucho, en concreto con unas amigas salesianas, y tanto ir y venir, tanto leer a filósofos de aquí y de allá, que le empezaron a surgir las dudas.

«Lo llevé individualmente», sin saber muy bien dónde buscar respuestas, hasta que al final, de tanto preguntar y unos y otros, un amigo suyo de Colmenar Viejo, donde vive, le dijo: «Mira, estoy cansado, si quieres te acompaño a la parroquia». Y así es como se presentó en la Asunción de Nuestra Señora y en aquel primer día de catequesis.

Razón y corazón

«Primero se convirtió la razón y luego el corazón», asegura, hablando de su camino de fe. Porque «al final me di cuenta de que no tenía ni idea» de nada. Le ha ayudado este sentirse necesitado, y también la paciencia que toda esta gente que se ha ido encontrando en la Iglesia han tenido con él. Y eso que «yo he pasado del Partido Comunista —literal— a la Iglesia católica».

Ahora, a Manuel no le da miedo rezar el avemaría, que acaba de aprenderse, aunque él a quien admira más profundamente es a Jesús. «Su entrega absoluta, con el camino tan difícil; me sigue estremeciendo mucho Cristo en la cruz». Y de ahí, «llegas inevitablemente a María». En casa, su deseo de ser cristiano no le sentó nada bien a su padre. De hecho, ha tenido algún que otro encontronazo con él. Su madre, en su agnosticismo, no ha tenido tantos prejuicios. Y «mis amigos han flipado». Manuel ha descubierto, y eso es lo que trata de transmitir, que «cuando uno simplemente tiene valores que se ha construido él mismo, es más egoísta y no alcanza algo tan grande».

Al vivir la fe, «te das cuenta de todo lo que tienes a tu alrededor es un regalo y estás en Sus manos», y que todo te lleva a la grandeza, y que aunque haya cosas que no estén bien, no estás solo. «Pasas por las dudas de forma distinta; solo, todo son tinieblas, y cuando no estás solo, sigues caminando».

Año de la esperanza

En este año jubilar, el Bautismo de Manuel es signo de esperanza. Algo que a él le viene al pelo justo ahora que está opositando a Justicia (hizo Derecho también). Para el joven, «la esperanza implica cierto salto de fe, que te da serenidad y tranquilidad al alma, vivida en comunidad». Manuel, que llega a la Iglesia de muy lejos, sabe que «en el fondo, si uno se sienta a hablar con un joven despistado, ve que está deseando ser cristiano». El problema, muchas veces, es el lenguaje. Mejor decirle «hay algo grande que puedes vivir» a hablarle con terminología cristiana; «hacer que se fijen más en el mensaje y no en la forma».

El sábado de su bautismo, en la basílica, Manuel ha estado acompañado de sus padres. Su madre, sin tantos prejuicios, «está orgullosa de mí». A su padre le ha costado más dar el paso, pero «dice que ha estado allí por mí». Quién sabe, deja Manuel abierta la puerta, «poco a poco todo va calando; el sacramento en sí ya es evangelización».