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jueves, 30 de enero de 2025

Patras Paul, imán que se convirtió al cristianismo y luego lo hicieron su esposa y sus 6 hijos: «En un sueño oí una voz: 'Yo soy el camino, la verdad y la vida' y me entregaron el símbolo de una cruz»


Un cristiano perseguido orando en Pakistán sin mostrar su rostro como Patras Paul

* «Terminé en la cárcel donde tuve que cumplir un año de reclusión. En la cárcel  viví otro milagro: me sentí muy fuerte por dentro; yo estaba firme en mi fe en Cristo. En mi primer día en prisión me dieron la comida de la cárcel, pero la rechacé. Ese mismo día se me acercó una persona de la prisión y me preguntó mi nombre. Le dije que mi nombre era Patras Paul. Él me dijo que no me preocupara, y empezó a traerme comida fresca todos los días durante un año, y recogía mi ropa sucia y me la devolvía al día siguiente limpia y planchada. En mi barracón también había presos peligrosos, pero yo no tenía miedo de nadie, porque Jesús estaba siempre conmigo. Después de un año, fue mi esposa quien apeló ante el juez, defendiendo mi inocencia. El acusador no compareció y por fin, en 2006, el juez ordenó mi libertad. Después de la absolución, mi esposa y mis seis hijos también aceptaron a Cristo; todavía no han recibido el bautismo, pero llevan una vida cristiana. Los cristianos tienen miedo de bautizar a los ex musulmanes porque no quieren arriesgar sus vidas. Amo a Jesús, creo que la salvación sólo viene a través de Él»

Camino Católico.-  De imán a discípulo de Jesús, en un camino de fe, persecución y resiliencia. El extraordinario testimonio de Patras Paul (Pedro Pablo), el nombre cristiano de esta persona que AsiaNews encontró en una localidad de Pakistán que no se especifica por obvias razones de seguridad. «Nací en 1968 en un barrio muy pobre y pertenezco a una familia sunita de firmes convicciones. En el año 2000 me convertí en Qari Imam y luego fui designado Masjid y me destinaron a diferentes ciudades del país para llevar a cabo mi servicio. Hasta 2003, cuando por primera vez tuve dudas sobre mis conocimientos y mi religión», ha explicado Patras a la agencia vaticana.

«Era la semana de Eid-ul-Adha y estaba leyendo la historia del sacrificio. Estaban Abraham e Ismael (en el Corán, el episodio se refiere a Ismael y no a Isaac), Abraham tenía los ojos cerrados y degolló a Ismael, pero cuando abrió los ojos, había un cordero sacrificado, y no Ismael. Yo pensé: ¿De dónde salió este cordero? Este cordero es más grande que Ismael, que sacrificó su vida por él», refiere el paquistaní. «Mi búsqueda de respuestas me llevó al Evangelio (que me había regalado un amigo), donde encontré las palabras del evangelista Juan: Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito (Jn 3,16) y Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn 1,29). Entonces, en secreto, abracé a Jesús como mi Salvador. Comencé a leer la Biblia con gran interés y dedicaba la mayor parte de mi tiempo a esta lectura. Y comencé a rezar solo delante de Jesús», refiere.

Un día de 2005, de pronto, los demás se enteraron de su nueva fe. «Yo era imán en una mezquita de Cachemira. Seguía en mi corazón dos religiones diferentes y le pedí a Dios que me mostrara el camino correcto de la salvación. Una noche, en un sueño, escuché una voz: Yo soy el camino, la verdad y la vida y me entregaron el símbolo de una cruz», añade. «Ese día, en la mañana, me levanté temprano para recitar el Adhan en la mezquita. Pensé que lo estaba recitando, pero por el altavoz salió el nombre de Jesús. Uno de mis alumnos de la mezquita, que me estaba escuchando, me sacudió el hombro con fuerza y me preguntó: ¿Qué estás haciendo, maestro? Le respondí: Estoy recitando el Adhan. Pero él me dijo que no, que estaba diciendo algo diferente», me replicó.

Un año de cárcel

Mientras tanto, algunas personas de la ciudad que estaban escuchando la oración por el altavoz corrieron a la mezquita. «Escuché una voz que me decía tres veces: Corre, Pedro, y salí corriendo de la mezquita. Pero me atraparon, eran cerca de veinte personas, me pegaron patadas, puñetazos y con palos. Todavía tengo las marcas de esas heridas en mi cara», añade el converso. «Me gritaron que me había convertido en un kafir (incrédulo). Desde Cachemira me enviaron de vuelta a la madrasa de donde venía; allí, mis familiares y los clérigos me llevaron a la comisaría acusándome de blasfemia. Terminé en la cárcel donde tuve que cumplir un año de reclusión», reconoce.

«En la cárcel –continúa el imán que se convirtió al cristianismo– viví otro milagro: me sentí muy fuerte por dentro; yo estaba firme en mi fe en Cristo. En mi primer día en prisión me dieron la comida de la cárcel, pero la rechacé. Ese mismo día se me acercó una persona de la prisión y me preguntó mi nombre. Le dije que mi nombre era Patras Paul. Él me dijo que no me preocupara, y empezó a traerme comida fresca todos los días durante un año, y recogía mi ropa sucia y me la devolvía al día siguiente limpia y planchada. En mi barracón también había presos peligrosos, pero yo no tenía miedo de nadie, porque Jesús estaba siempre conmigo».

Un nutrido grupo de cristianas protesta en Pakistán contra las leyes anti conversión

Conversión de su esposa e hijos

«Después de un año, fue mi esposa quien apeló ante el juez, defendiendo mi inocencia. El acusador no compareció y por fin, en 2006, el juez ordenó mi libertad. Después de la absolución, mi esposa y mis seis hijos también aceptaron a Cristo; todavía no han recibido el bautismo, pero llevan una vida cristiana. Los cristianos tienen miedo de bautizar a los ex musulmanes porque no quieren arriesgar sus vidas. Después de abrazar a Cristo, tuvimos que abandonar nuestra aldea, nuestros padres, amigos y familiares, porque todos se convirtieron en enemigos», lamenta.

«Fui a muchas aldeas y barrios cristianos para pedir ayuda, comida y refugio –recuerda Patras– pero se negaron a ayudarnos porque temían que los musulmanes los atacaran. No puedo olvidar una fría noche de diciembre de esos años. Todos nosotros, mi esposa, yo y mis seis hijos pequeños no teníamos dónde cobijarnos y hacía mucho frío. No teníamos ropa adecuada para el invierno y mis hijos enfermaron de hambre y de frío. Éramos como mendigos. Pero nosotros permanecimos firmes en nuestra fe, sabíamos que Jesús nos ayudaría. Entonces llegué a este distrito, donde nos dieron una casita en un pequeño espacio de un barrio marginal; y todavía vivimos aquí».

Vivir en una cuadra

En realidad, Patras vive en condiciones inimaginables, en un espacio destinado a los animales que cuida, a cambio de ese refugio. En esta aldea la mayoría de las personas piensan que son musulmanes. Su mayor temor es por sus tres hijas, que están creciendo y son vulnerables a conversiones forzadas y otros abusos. «Lo único que quiero es que caminen con Jesús y lleven su mensaje a los demás», subraya.

Patras se desplaza en bicicleta a otras aldeas alejadas del lugar donde vive y predica el Evangelio de Cristo. Las familias cristianas le dan un poco de comida y una pequeña suma de dinero en agradecimiento. Cuenta que hay otras familias musulmanas que han abrazado a Cristo en secreto, pero no pueden decirlo públicamente. En 2020 fue atacado por un grupo de musulmanes que descubrieron una Biblia y un libro de oraciones cristianas en urdu en su bolso. Pero él permaneció firme en su fe. «Amo a Jesús, creo que la salvación sólo viene a través de Él», sentencia.

Un musulmán no puede dejar el islam

Ahora quiere cambiar su documento de identidad para que este refleje su identidad cristiana, para asegurarse un lugar seguro donde vivir y para asegurarse de que sus hijos tengan una educación y libertad de culto. Joseph Janssen, activista por los derechos de las minorías del Jubileo, está trabajando para ofrecerle ayuda. «La Constitución de Pakistán garantiza la libertad de religión», explica Janssen a AsiaNews, «pero la realidad es muy diferente. El departamento gubernamental NADRA (National Database and Registration Authority) aplica una política oficial que niega a los musulmanes la posibilidad de cambiar su estatus religioso. En el exterior de cada oficina de NADRA hay un cartel con las leyes que aseguran que un musulmán nunca puede abandonar el islam. Esta política contradice directamente la esencia de la libertad religiosa y los derechos humanos fundamentales».

«Aunque Pakistán no penaliza oficialmente el abandono del islam, los apóstatas corren un gran peligro», añadió Jannsen. Están sujetos a ostracismo, amenazas, violencia y crímenes de honor. Además, las leyes sobre la blasfemia, que conllevan la pena de muerte, se utilizan como arma contra aquellos que abandonan abiertamente el islam. «La libertad religiosa es un derecho humano. Es hora de tomar posición a favor de aquellos que se ven obligados a practicar su fe en secreto. Pakistán debe honrar sus compromisos constitucionales y obligaciones internacionales en este tema», concluye Jannsen.

Li Yanl, exiliada en España por haber sido perseguida por su fe en China: «Cuando recibí el Evangelio comprendí que mi existencia y la de todos están en las manos de Dios»


Li Yanli permaneció retenida un mes nada más llegar a España procedente de su país, China, por ser perseguida por su fe

* «Solo acercándome a Dios pude experimentar una plenitud verdadera, acompañada de paz y alegría que el régimen nunca podría ofrecer. Sin embargo, esta fe que transformó mi vida me convirtió también en blanco de persecución. El Partido Comunista Chino (PCCh), ve a los cristianos como una amenaza y los persigue despiadadamente. Fui arrestada en varias ocasiones por practicar mi fe y constantemente vivía bajo vigilancia. Creer en Dios en China significa estar bajo sospecha permanente, con el miedo constante de ser denunciada, arrestada, torturada o incluso asesinada»

 Camino Católico.- Li Yanli, la cristiana de origen chino que pidió asilo en España tras sufrir persecución por sus creencias, comparte con Sayde Chaling-Chong García en  El Debate su historia de fe. Un año después de llegar a España en busca de libertad y dignidad, Li nos recibe en Madrid para relatarnos su conmovedora experiencia.

– ¿Podría hablar sobre su experiencia en China y cómo la fe cristiana ha influido en su carrera y vida personal?

– China es un país dominado por la tiranía del comunismo, una ideología que se convierte en una especie de idolatría impuesta. Aunque en apariencia parece una nación estable y próspera, la realidad es que la libertad y la dignidad humana están severamente restringidas. En mi caso, trabajé como bailarina profesional en China, una carrera que, a pesar de su belleza, no llenaba el vacío que sentía en mi vida. Como muchos, estaba atrapada en un sistema que no da espacio para encontrar un propósito real.

Cuando recibí el Evangelio, mi perspectiva cambió completamente. Comprendí que mi existencia y la de todos están en las manos de Dios. Solo acercándome a Él pude experimentar una plenitud verdadera, acompañada de paz y alegría que el régimen nunca podría ofrecer. Sin embargo, esta fe que transformó mi vida me convirtió también en blanco de persecución. El Partido Comunista Chino (PCCh), ve a los cristianos como una amenaza y los persigue despiadadamente. Fui arrestada en varias ocasiones por practicar mi fe y constantemente vivía bajo vigilancia. Creer en Dios en China significa estar bajo sospecha permanente, con el miedo constante de ser denunciada, arrestada, torturada o incluso asesinada.

Finalmente, para poder vivir y practicar mi fe con libertad, tomé la difícil decisión de huir de mi país. Llegar a España fue un acto de desesperación y esperanza, buscando un lugar donde los derechos fundamentales sean respetados.

– ¿Cuál fue la parte más difícil del proceso de solicitud de asilo en España?

– Enfrentarme al rechazo inicial de las autoridades. No nos permitieron siquiera explicar nuestra situación ni presentar nuestras solicitudes como establece la ley. Ver a 13 de mis hermanos y hermanas en la fe ser deportados fue devastador. No sé si están vivos o muertos. La incertidumbre y el dolor de no poder ayudarlos fueron desgarradores.

Li Yanli durante la entrevista

– ¿Cómo fue su experiencia al ser detenida en el aeropuerto de Barajas?

– Fui retenida durante un mes, no podía comer ni dormir bien por el miedo constante a ser deportada. Sabía que, si regresaba a China, me esperaban torturas o incluso la muerte debido a mi activismo cristiano. En un momento de desesperación, durante un intento de deportación, decidí autoinfligirme daño y me corté las muñecas. Es algo de lo que me arrepiento profundamente, porque mi vida pertenece a Dios. Sin embargo, sentí que no tenía otra opción. Era preferible enfrentar el sufrimiento en España que regresar a un país donde no hay esperanza.

Mientras me recuperaba, reflexioné mucho y pedí perdón a Dios. Decidí poner mi destino en Sus manos, confiando completamente en Su voluntad. En un giro inesperado, justo cuando ya estaba en el avión, fui retirada de él gracias a la intervención de personas justas y a los medios de comunicación. Para mí, esto fue un milagro, una prueba de que Dios obra a través de aquellos que defienden la justicia y la dignidad humana.

– ¿Qué ha aprendido de la solidaridad y el apoyo internacional durante este tiempo?

– Que frente a la opresión y las fuerzas malignas como el PCCh, es fundamental que las personas y organizaciones justas se levanten para defender los derechos humanos. En mi caso, el apoyo de medios de comunicación, personas que firmaron peticiones por mí y cadenas de oración en España e Hispanoamérica fueron fundamentales. Estoy convencida de que tantas plegarias movieron la misericordia de Dios.

Los medios de comunicación tienen un papel crucial al revelar las violaciones de derechos humanos y las persecuciones religiosas. Su trabajo no solo da visibilidad a las víctimas, sino que también genera una presión internacional que puede salvar vidas.

– ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a aquellos que aún enfrentan persecución religiosa en China y otros países?

– Les diría que no pierdan la fe. La Palabra de Dios es nuestra mayor fortaleza. Aunque las dificultades sean inmensas y el dolor parezca insuperable, la historia demuestra que la fe nos ayuda a superar el miedo y las adversidades. La persecución no durará para siempre; la luz siempre llega.

– Ahora que su solicitud de asilo ha sido aceptada, ¿cómo imagina su futuro en España?

– Estoy enfocada en fortalecer mi fe y transmitir el amor y la salvación de Dios a través de mi danza. También estoy dedicando tiempo a mejorar mi español para integrarme plenamente en la sociedad española. Agradezco profundamente el refugio y el apoyo que he recibido aquí, y estoy dispuesta a contribuir con todo lo que esté a mi alcance. España me ha dado una segunda oportunidad, y quiero retribuir ese apoyo.

– ¿Cómo ve la situación de los cristianos perseguidos como usted en todo el mundo?

– Creo que no se limita a encarcelamientos y torturas. En muchos países, los gobiernos emplean métodos más sutiles, como la vigilancia masiva, las denuncias recompensadas y la difamación. Estas políticas no solo afectan a los creyentes, sino también a sus familias, que enfrentan discriminación en la educación, el empleo y la atención médica. Esta realidad es difícil de imaginar para quienes viven en países libres.

– ¿Qué papel debe desempeñar la comunidad internacional en la protección de los derechos de las personas perseguidas por su fe?

– Tiene el deber de brindar refugio y protección a quienes huyen de la persecución. Además, deben imponerse sanciones contundentes a regímenes como el PCCh, que violan sistemáticamente los derechos humanos. La tolerancia hacia dictaduras es una receta para el desastre. Las democracias no deben colaborar con países que no respetan las libertades fundamentales.

Los medios de comunicación también tienen un rol crucial. Deben investigar a fondo y exponer las atrocidades que se cometen contra los cristianos y otros grupos perseguidos. La presión internacional debe ser constante y efectiva, vinculando los derechos humanos a las relaciones comerciales y diplomáticas.

– ¿Se siente bienvenida en España? ¿Cómo es su interacción con este mundo libre, sabiendo que aquí no será perseguida por su fe?

–España me ha ofrecido un refugio seguro, y estoy profundamente agradecida por ello. Sin embargo, no puedo bajar la guardia. Sé que el PCCh realiza represión transnacional y que ha establecido estaciones secretas de policía en el extranjero, incluidas algunas en España. A pesar de estos temores, disfruto la libertad de practicar mi fe sin miedo, algo que valoro profundamente después de haber vivido bajo opresión.