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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

escucharlavoz@yahoo.es

Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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lunes, 21 de marzo de 2022

Fiona, 20 años: «Descubrí a Dios a través del cariño de mis amigos. Recibí el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión»

 


Camino Católico.- Cuando Fiona nació, sus padres decidieron no bautizarla y que, cuando fuera mayor, decidiera ella para que la fe no fuera algo impuesto, sino querido y elegido por ella si era el caso. Fue a un colegio religioso, con el fin de que pudiera recibir formación cristiana y estar en condiciones de decidir después si seguirla, o vivir al margen de ella. Fiona tiene 20 años y en un vídeo testimonio del Opus Dei explica que “descubrí a Dios a través del cariño de mis amigos. Recibí el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión”.

Creció y se fue de Gandía a estudiar Enfermería a la Universidad de Navarra. Fue un momento muy difícil para Fiona, porque acababa de perder a una persona cercana a la que quería con locura.

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martes, 27 de abril de 2021

Pietro Ditano, , modelo, se aficionó al budismo y a la Nueva Era, convivió con su novia pero Dios ha ocupado el centro de su corazón y será confirmado

«Me convencí de que podía ser un top model… Se me cayó el mundo encima, no entendía nada. Me di cuenta de que había condenado toda mi vida por un sueño que era una mentira. En ese momento me acordé de Dios y gritaba al cielo que por qué me había dejado hacer eso»




«Al poco tiempo entendí que mi novia no era la mujer para mí. Entendí que Dios me estaba pidiendo que dejara a la persona que había puesto en el centro de mi corazón. Al quitarla a ella del centro de mi corazón, decidí que, a partir de entonces, ahí sólo podría estar Dios. Y empecé a reconstruir la relación con Él»

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martes, 16 de febrero de 2021

Dulce Murillo, confirmada a los 46 años: «El Espíritu Santo se quedó en mí, tuve un encuentro fuerte con el Señor, afronté un cáncer y descubrí que mi vida sin Dios no tenía sentido»

 


* «¿Quién me iba a decir que después de recibir este sacramento, que no lo había hecho con la edad que me correspondía, a los dos años iba a recibir otro sacramento, la unción de los enfermos? Me detectaron cáncer, y hoy puedo decir que dignamente viví esta enfermedad con paz y puedo decir que casi con alegría porque sentí la fuerza del Señor. Él me acompañó en todo momento. Cada uno tenemos la historia que Dios nos ha preparado muy bien, porque Él sabe cómo lo hace. Descubrí que toda esa trayectoria tenía un sentido y ese sentido era ver que con Él se puede todo. Nos hizo con muchas debilidades pero a la vez con mucha fortaleza, pero está en mi mano que esa fortaleza sea fuerte en la medida que me deje llevar por Él. La experiencia de caminar a su lado en medio de esta enfermedad fue una bendición, me hizo crecer más en la fe y saber que me quiere, que nunca me va a dejar y que pase lo que pase, con Él se puede todo. Yo sola no sería capaz de enfrentarme ni esta enfermedad ni a nada en la vida pero ahora sé que con Él lo puedo hacer todo»

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domingo, 11 de mayo de 2014

Xiaowei Li Pan, Jorge, recibió el Bautismo en la Vigilia Pascual: «Cristo es la encarnación del amor, el mayor amor que puedo recibir en la vida. Hoy, tengo a Dios»


* «Rezo, sobre todo, el Rosario. Para mí, es muy completo. Como vivo lejos, lo voy rezando en el tren, gracias a una aplicación del móvil. Como me mareo si leo en el tren, pues entonces rezo el Rosario. Es una oración que me acompaña hasta el trabajo. Es tan completo, terminando con el Credo, que te deja bien preparado para todo el día»

* «Si algún día soy padre, intentaré hacer ver a mis hijos lo bueno que es Dios, todo el bien que nos puede dar»

sábado, 22 de junio de 2013

Caroline Burt, educada sin religión, invocaba espíritus y hacía rituales de reiki y cristales... Algo la atraía a la iglesia y le cambió una misa de jueves

"Cada día empiezo la mañana con oración y doy gracias a Dios de que vio una oveja perdida y la trajo a su rebaño"
22 de junio de 2013.- (P. J. Ginés / Religión en Libertad / Camino Católico) "Hasta septiembre de 2011, yo no tenía ningún interés en la religión, en absoluto", explica la inglesa Caroline Burt en ChNetwork.org. Había estado implicadísima en la nueva era, el reiki y el espiritismo, pero Dios no le interesaba. ¿Qué le cambió y le llevó a un cristianismo alegre y gozoso?
Una misa de diario con la puerta abierta. Un convento con una librería bien atendida y el libro adecuado. Una señora que le invitó a rezar el Rosario.
Pero el camino hasta llegar allí fue largo y atravesó valles realmente tenebrosos.
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Gareth Leyshon, capellán de la Glamorgan University (Gales): «Personas sometidas al Reiki han mostrado síntomas de actividad demoníaca en grado de opresión»

22 de junio de 2013.- (P. J. Ginés / Religión en Libertad / Camino Católico) El padre Gareth Leyshon (www.drgareth.info) combina una amplitud de visión especial para examinar asuntos ligados al Reiki, “las energías espirituales” o la “Nueva Era”. Por un lado, es científico: doctor en Física. Por otro, es sacerdote católico de la diócesis de Cardiff, Gales. Como asesor espiritual de la Renovación Carismática Católica en la diócesis no es ajeno a la exploración de lo sobrenatural. Y como capellán de la Universidad de Glamorgan conoce las inquietudes de los jóvenes en búsqueda espiritual. Todo ello le ha llevado a analizar las terapias de sanación “Reiki” y a concluir que, independientemente de que parezcan sanar o no, son incompatibles con la fe cristiana. Leer más...

martes, 14 de junio de 2011

Sor Lucía, Monjas Mínimas de Daimiel: “Dios es capaz de llenar por completo el corazón…No he renunciado a nada”

* ”Estoy convencida de que mi vida es fruto de la misericordia de Dios”

* ”Antes de conocer a Jesús, durante mi adolescencia, solía tener siempre la experiencia de vacío, de sin sentido, no encontraba la razón de mi vida y siempre me decía a mi misma: “tiene que haber algo más””

* ”No he renunciado al amor como muchas veces escuché decir cuando iba a entrar al convento, si no que tengo la experiencia de haber encontrado el verdadero amor, un amor que llena y que me hace también vivir la experiencia de la belleza del amor fraterno”

14 de junio de 2011.- El primero de mayo, día en que fue beatificado el Papa Juan Pablo II, San José obrero, octava de Pascua, Domingo de la Divina Misericordia, la Hermana Sor Lucía de la Misericordia daba su Sí definitivo al emitir la profesión de votos solemnes en las Monjas Mínimas de Daimiel, Ciudad Real, España. Sor Lucía nos da testimonio de haber encontrado la felicidad porque ha sido atraída al amor de Cristo y ha sido liberada por su gracia y sólo así se puede donar libremente la vida. Descubrió que Dios la amaba profundamente a los 18 años, al ser invitada a un grupo de confirmación. Hasta entonces había vivido sin fe y en un vacio existencial profundo. Este es su testimonio escrito en primera persona por ella y también contado en un vídeo grabado la vigilia de su profesión. Leer más...

martes, 7 de diciembre de 2010

Djite: De la mezquita al cayuco, del cayuco a la cárcel donde se convierte y es bautizado

* Acaba de recibir los sacramentos del bautismo y la confirmación junto a Cristian, otro africano en la cárcel de Tenerife II después de haber vivido un proceso de transformación interior al participar en la catequesis de la iniciación cristiana

* "Era la primera vez que oía hablar de Jesús y me llamó la atención el amor, el perdón y la libertad en la religión católica" afirma Djite

* "Siempre me he sentido atraído por Dios y cuando me alejaba notaba que me faltaba algo" explica Cristian

7 de diciembre de 2010.- Djite (Guinea) y Cristian (Nigeria), internos en el centro penitenciario de Tenerife, acaban de recibir el bautismo y la confirmación, después de estar un año y medio asistiendo a la catequesis. Djite llegó en cayuco a El Hierro, con la intención de buscarse la vida en Europa, pero fue acusado de ser el patrón. Tiene 32 años es natural de Senegal, pero con nacionalidad de Guinea Bissau y musulmán de nacimiento. Cristian, de 31 años es, natural de Nigeria, muy cercano a la religión católica desde pequeño, pero no estaba bautizado.

Domingo Marrero, el capellán de la cárcel, explica que la Pastoral Penitenciaria en Tenerife "anuncia cada año catequesis para los reclusos que deseen recibir algún sacramento y manifestó que la mayoría se apunta con deseos de poder hacer la primera comunión y la confirmación, como fue el caso de estos dos africanos, que solicitaron formación cristiana, pero el caso singular es que ellos no estaban bautizados". El sacerdote tinerfeño aseguró que encontró en estas dos personas "una motivación muy sana de querer encontrar a Jesús". El día señalado para el bautismo fue muy especial en la cárcel. Leer más...

jueves, 17 de julio de 2008

Fortalecidos con los dones del Espíritu para dar testimonio / Autor: Benedicto XVI

Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI en la fiesta de acogida de las Jornadas Mundiales de la Juventud que se celebró en la tarde de este jueves en el muelle de Barangaroo:

Queridos jóvenes:


Es una alegría poderos saludar aquí, en Barangaroo, a orillas de la magnífica bahía de Sydney, con el famoso puente y la Opera House. Muchos sois de este País, del interior o de las dinámicas comunidades multiculturales de las ciudades australianas. Otros venís de las islas esparcidas por Oceanía, y otros de Asia, del Oriente Medio, de África y de América. En realidad, bastantes de vosotros viene de tan lejos como yo, de Europa. Cualquiera que sea el País del que venimos, por fin estamos aquí, en Sydney. Y estamos juntos en este mundo nuestro como familia de Dios, como discípulos de Cristo, alentados por su Espíritu para ser testigos de su amor y su verdad ante los demás.


Deseo agradecer a los Ancianos de los Aborígenes que me han dado la bienvenida antes de subir al barco en la Rose Bay. Estoy muy emocionado al encontrarme en vuestra tierra, conociendo los sufrimientos y las injusticias que ha padecido, pero consciente también de la reparación y de la esperanza que se están produciendo ahora, de lo cual pueden estar orgullosos todos los ciudadanos australianos. A los jóvenes indígenas -aborígenes y habitantes de las Islas del Estrecho de Torres- y tokelaués les doy las gracias por la conmovedora bienvenida. A través de vosotros envío un cordial saludo a vuestros pueblos.

Señor Cardenal Pell, Señor Arzobispo Mons. Wilson: os doy las gracias por vuestras calurosas expresiones de bienvenida. Sé que vuestros sentimientos resuenan también en el corazón de los jóvenes reunidos aquí esta tarde y, por tanto, doy las gracias a todos. Veo ante mí una imagen vibrante de la Iglesia universal. La variedad de Naciones y culturas de las que provenís demuestra que verdaderamente la Buena Nueva de Cristo es para todos y cada uno; ella ha llegado a los confines de la tierra. Sin embargo, también sé que muchos de vosotros estáis aún en busca de una patria espiritual. Algunos, siempre bienvenidos entre nosotros, no sois católicos o cristianos. Otros, tal vez, os movéis en los aledaños de la vida de la parroquia y de la Iglesia. A vosotros deseo ofrecer mi llamamiento: acercaos al abrazo amoroso de Cristo; reconoced a la Iglesia como vuestra casa. Nadie está obligado a quedarse fuera, puesto que desde el día de Pentecostés la Iglesia es una y universal.

Esta tarde deseo incluir también a los que no están aquí presentes. Pienso especialmente en los enfermos o los minusválidos psíquicos, a los jóvenes en prisión, a los que están marginados por nuestra sociedad y a los que por cualquier razón se sienten ajenos a la Iglesia. A ellos les digo: Jesús está cerca de ti. Siente su abrazo que cura, su compasión, su misericordia.

Hace casi dos mil años, los Apóstoles, reunidos en la sala superior de la casa, junto con María (cf. Hch 1,14) y algunas fieles mujeres, fueron llenos del Espíritu Santo (cf. Hch 2,4). En aquel momento extraordinario, que señaló el nacimiento de la Iglesia, la confusión y el miedo que habían agarrotado a los discípulos de Cristo, se transformaron en una vigorosa convicción y en la toma de conciencia de un objetivo. Se sintieron impulsados a hablar de su encuentro con Jesús resucitado, que ahora llamaban afectuosamente el Señor. Los Apóstoles eran en muchos aspectos personas ordinarias. Nadie podía decir de sí mismo que era el discípulo perfecto. No habían sido capaces de reconocer a Cristo (cf. Lc 24,13-32), tuvieron que avergonzarse de su propia ambición (cf. Lc 22,24-27) e incluso renegaron de él (cf. Lc 22,54-62). Sin embargo, cuando estuvieron llenos de Espíritu Santo, fueron traspasados por la verdad del Evangelio de Cristo e impulsados a proclamarlo sin temor. Reconfortados, gritaron: arrepentíos, bautizaos, recibid el Espíritu Santo (cf. Hch 2,37-38). Fundada sobre la enseñanza de los Apóstoles, en la adhesión a ellos, en la fracción del pan y la oración (cf. Hch 2,42), la joven comunidad cristiana dio un paso adelante para oponerse a la perversidad de la cultura que la circundaba (cf. Hch 2,40), para cuidar de sus propios miembros (cf. Hch 2,44-47), defender su fe en Jesús ante en medio hostil (cf. Hch 4,33) y curar a los enfermos (cf. Hch 5,12-16). Y, obedeciendo al mandato de Cristo mismo, partieron dando testimonio del acontecimiento más grande de todos los tiempos: que Dios se ha hecho uno de nosotros, que el divino ha entrado en la historia humana para poder transformarla, y que estamos llamados a empaparnos del amor salvador de Cristo que triunfa sobre el mal y la muerte. En su famoso discurso en el areópago, San Pablo presentó su mensaje de esta manera: «Dios da a cada uno todas las cosas, incluida la vida y el respiro, de manera que todos lo pueblos pudieran buscar a Dios, y siguiendo los propios caminos hacia Él, lograran encontrarlo. En efecto, no está lejos de ninguno de nosotros, pues en Él vivimos, nos movemos y existimos» (cf. Hch 17, 25-28).

Desde entonces, hombres y mujeres se han puesto en camino para proclamar el mismo hecho, testimoniando el amor y la verdad de Cristo, y contribuyendo a la misión de la Iglesia. Hoy recordamos a aquellos pioneros -sacerdotes, religiosas y religiosos- que llegaron a estas costas y a otras zonas del Océano Pacífico, desde Irlanda, Francia, Gran Bretaña y otras partes de Europa. La mayor parte de ellos eran jóvenes -algunos incluso con apenas veinte años- y, cuando saludaron para siempre a sus padres, hermanos, hermanas y amigos, sabían que sería difícil para ellos volver a casa. Sus vidas fueron un testimonio cristiano, sin intereses egoístas. Se convirtieron en humildes pero tenaces constructores de gran parte de la herencia social y espiritual que todavía hoy es portadora de bondad, compasión y orientación a estas Naciones. Y fueron capaces de inspirar a otra generación. Esto nos trae al recuerdo inmediatamente la fe que sostuvo a la beata Mary MacKillop en su neta determinación de educar especialmente los pobres, y al beato Peter To Rot en su firme convicción de que la guía de una comunidad ha de referirse siempre al Evangelio. Pensad también en vuestros abuelos y vuestros padres, vuestros primeros maestros en la fe. También ellos han hecho innumerables sacrificios, de tiempo y energía, movidos por el amor que os tienen. Ellos, con apoyo de los sacerdotes y los enseñantes de vuestra parroquia, tienen la tarea, no siempre fácil pero sumamente gratificante, de guiaros hacia todo lo que es bueno y verdadero, mediante su ejemplo personal y su modo de enseñar y vivir la fe cristiana.

Hoy me toca a mí. Para algunos puede parecer que, viniendo aquí, hemos llegado al fin del mundo. Ciertamente, para los de vuestra edad cualquier viaje en avión es una perspectiva excitante. Pero para mí, este vuelo ha sido en cierta medida motivo de aprensión. Sin embargo, la vista de nuestro planeta desde lo alto ha sido verdaderamente magnífica. El relampagueo del Mediterráneo, la magnificencia del desierto norteafricano, la exuberante selva de Asia, la inmensidad del océano Pacífico, el horizonte sobre el que surge y se pone el sol, el majestuoso esplendor de la belleza natural de Australia, todo eso que he podido disfrutar durante dos días, suscita un profundo sentido de temor reverencial. Es como si uno hojeara rápidamente imágenes de la historia de la creación narrada en el Génesis: la luz y las tinieblas, el sol y la luna, las aguas, la tierra y las criaturas vivientes. Todo eso es «bueno» a los ojos de Dios (cf. Gn 1, 1-2. 2,4). Inmersos en tanta belleza, ¿cómo no hacerse eco de las palabras del Salmista que alaba al Creador: «!Qué admirable es tu nombre en toda la tierra!» (Sal 8,2)?

Pero hay más, algo difícil de ver desde lo alto de los cielos: hombres y mujeres creados nada menos que a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26). En el centro de la maravilla de la creación estamos nosotros, vosotros y yo, la familia humana «coronada de gloria y majestad» (cf. Sal 8,6). ¡Qué asombroso! Con el Salmista, susurramos: «Qué es el hombre para que te acuerdes de él?» (cf. Sal 8,5). Nosotros, sumidos en el silencio, en un espíritu de gratitud, en el poder de la santidad, reflexionamos.

Y ¿qué descubrimos? Quizás con reluctancia llegamos a admitir que también hay heridas que marcan la superficie de la tierra: la erosión, la deforestación, el derroche de los recursos minerales y marinos para alimentar un consumismo insaciable. Algunos de vosotros provienen de islas-estado, cuya existencia misma está amenazada por el aumento del nivel de las aguas; otros de naciones que sufren los efectos de sequías desoladoras. La maravillosa creación de Dios es percibida a veces como algo casi hostil por parte de sus custodios, incluso como algo peligroso. ¿Cómo es posible que lo que es «bueno» pueda aparecer amenazador?
Pero hay más aún. ¿Qué decir del hombre, de la cumbre de la creación de Dios? Vemos cada día los logros del ingenio humano. La cualidad y la satisfacción de la vida de la gente crece constantemente de muchas maneras, tanto a causa del progreso de las ciencias médicas y de la aplicación hábil de la tecnología como de la creatividad plasmada en el arte. También entre vosotros hay una disponibilidad atenta para acoger las numerosas oportunidades que se os ofrecen. Algunos de vosotros destacan en los estudios, en el deporte, en la música, la danza o el teatro; otros tienen un agudo sentido de la justicia social y de la ética, y muchos asumen compromisos de servicio y voluntariado. Todos nosotros, jóvenes y ancianos, tenemos momentos en los que la bondad innata de la persona humana -perceptible tal vez en el gesto de un niño pequeño o en la disponibilidad de un adulto para perdonar- nos llena de profunda alegría y gratitud.

Sin embargo, estos momentos no duran mucho. Por eso, hemos de reflexionar algo más. Y así descubrimos que no sólo el entorno natural, sino también el social -el hábitat que nos creamos nosotros mismos- tiene sus cicatrices; heridas que indican que algo no está en su sitio. También en nuestra vida personal y en nuestras comunidades podemos encontrar hostilidades a veces peligrosas; un veneno que amenaza corroer lo que es bueno, modificar lo que somos y desviar el objetivo para el que hemos sido creados. Los ejemplos abundan, como bien sabéis. Entre los más evidentes están el abuso de alcohol y de drogas, la exaltación de la violencia y la degradación sexual, presentados a menudo en la televisión e internet como una diversión. Me pregunto cómo uno que estuviera cara a cara con personas que están sufriendo realmente violencia y explotación sexual podría explicar que estas tragedias, representadas de manera virtual, han de considerarse simplemente como «diversión».
Hay también algo siniestro que brota del hecho de que la libertad y la tolerancia están frecuentemente separadas de la verdad. Esto está fomentado por la idea, hoy muy difundida, de que no hay una verdad absoluta que guíe nuestras vidas. El relativismo, dando en la práctica valor a todo, indiscriminadamente, ha hecho que la «experiencia» sea lo más importante de todo. En realidad, las experiencias, separadas de cualquier consideración sobre lo que es bueno o verdadero, pueden llevar, no a una auténtica libertad, sino a una confusión moral o intelectual, a un debilitamiento de los principios, a la pérdida de la autoestima, e incluso a la desesperación.

Queridos amigos, la vida no está gobernada por el azar, no es casual. Vuestra existencia personal ha sido querida por Dios, bendecida por él y con un objetivo que se le ha dado (cf. Gn 1,28). La vida no es una simple sucesión de hechos y experiencias, por útiles que pudieran ser. Es una búsqueda de lo verdadero, bueno y hermoso. Precisamente para lograr esto hacemos nuestras opciones, ejercemos nuestra libertad y en esto, es decir, en la verdad, el bien y la belleza, encontramos felicidad y alegría. No os dejéis engañar por los que ven en vosotros simplemente consumidores en un mercado de posibilidades indiferenciadas, donde la elección en sí misma se convierte en bien, la novedad se hace pasar como belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad.

Cristo ofrece más. Es más, ofrece todo. Sólo él, que es la Verdad, puede ser la Vía y, por tanto, también la Vida. Así, la «vía» que los Apóstoles llevaron hasta los confines de la tierra es la vida en Cristo. Es la vida de la Iglesia. Y el ingreso en esta vida, en el camino cristiano, es el Bautismo.
Por tanto, esta tarde deseo recordar brevemente algo de nuestra comprensión del Bautismo, antes de que mañana consideremos el Espíritu Santo. El día del Bautismo, Dios os ha introducido en su santidad (cf. 2 P 1,4). Habéis sido adoptados como hijos e hijas del Padre y habéis sido incorporados a Cristo. Os habéis convertido en morada de su Espíritu (cf. 1 Co 6,19). Por eso, al final del rito del Bautismo el sacerdote se dirigió a vuestros padres y a los participantes y, llamándoos por vuestro nombre, dijo: «Ya eres nueva criatura» (Ritual del Bautismo, 99).

Queridos amigos, en casa, en la escuela, en la universidad, en los lugares de trabajo y diversión, recordad que sois criaturas nuevas. Cómo cristianos, estáis en este mundo sabiendo que Dios tiene un rostro humano, Jesucristo, el «camino» que colma todo anhelo humano y la «vida» de la que estamos llamados a dar testimonio, caminando siempre iluminados por su luz (cf. ibíd., 100).

La tarea del testigo no es fácil. Hoy muchos sostienen que a Dios se le debe "dejar en el banquillo", y que la religión y la fe, aunque convenientes para los individuos, han de ser excluidas de la vida pública, o consideradas sólo para obtener limitados objetivos pragmáticos. Esta visión secularizada intenta explicar la vida humana y plasmar la sociedad con pocas o ninguna referencia al Creador. Se presenta como una fuerza neutral, imparcial y respetuosa de cada uno. En realidad, como toda ideología, el laicismo impone una visión global. Si Dios es irrelevante en la vida pública, la sociedad podrá plasmarse según una perspectiva carente de Dios. Sin embargo, la experiencia enseña que el alejamiento del designio de Dios creador provoca un desorden que tiene repercusiones inevitables sobre el resto de la creación (cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1990, 5). Cuando Dios queda eclipsado, nuestra capacidad de reconocer el orden natural, la finalidad y el «bien», empieza a disiparse. Lo que se ha promovido ostentosamente como ingeniosidad humana se ha manifestado bien pronto como locura, avidez y explotación egoísta. Y así nos damos cuenta cada vez más de lo necesaria que es la humildad ante la delicada complejidad del mundo de Dios.

Y ¿que decir de nuestro entorno social? ¿Estamos suficientemente alerta ante los signos de que estamos dando la espalda a la estructura moral con la que Dios ha dotado a la humanidad (cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 2007, 8)? ¿Sabemos reconocer que la dignidad innata de toda persona se apoya en su identidad más profunda -como imagen del Creador- y que, por tanto, los derechos humanos son universales, basados en la ley natural, y no algo que depende de negociaciones o concesiones, fruto de un simple compromiso? Esto nos lleva reflexionar sobre el lugar que ocupan en nuestra sociedad los pobres, los ancianos, los emigrantes, los que no tienen voz. ¿Cómo es posible que la violencia doméstica atormente a tantas madres y niños? ¿Cómo es posible que el seno materno, el ámbito humano más admirable y sagrado, se haya convertido en lugar de indecible violencia?

Queridos amigos, la creación de Dios es única y es buena. La preocupación por la no violencia, el desarrollo sostenible, la justicia y la paz, el cuidado de nuestro entorno, son de vital importancia para la humanidad. Pero todo esto no se puede comprender prescindiendo de una profunda reflexión sobre la dignidad innata de toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, una dignidad otorgada por Dios mismo y, por tanto, inviolable. Nuestro mundo está cansado de la codicia, de la explotación y de la división, del tedio de falsos ídolos y respuestas parciales, y de la pesadumbre de falsas promesas. Nuestro corazón y nuestra mente anhelan una visión de la vida donde reine el amor, donde se compartan los dones, donde se construya la unidad, donde la libertad tenga su propio significado en la verdad, y donde la identidad se encuentre en una comunión respetuosa. Esta es obra del Espíritu Santo. Ésta es la esperanza que ofrece el Evangelio de Jesucristo. Habéis sido recreados en el Bautismo y fortalecidos con los dones del Espíritu en la Confirmación precisamente para dar testimonio de esta realidad. Que sea éste el mensaje que vosotros llevéis al mundo desde Sydney.

[A continuación, el Papa saludó a los peregrinos en italiano, francés, alemán, español, y portugués. En español, dijo:]

Queridos jóvenes de lengua española, la misión de ser testigos del Señor en todos los lugares de la tierra es una apasionante tarea, que exige acoger su Palabra e identificarse con Él, compartiendo con los demás la alegría de haber encontrado al verdadero amigo que nunca defrauda. Que este reto agrande vuestra generosidad. Un saludo muy cordial a todos.
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Traducción del original inglés distribuida por la Santa Sede

lunes, 7 de julio de 2008

Testimonio de la modelo brasileña Mariajosé Rossi, tras su Bautismo / Autor: José Antonio Méndez

«La felicidad de las discotecas se acaba; Cristo dura siempre»
(Alfa y Omega) Ha decidido bautizarse a los 22 años, después de encontrarse con Cristo en su Iglesia. Ahora, anuncia el Evangelio en el mundo de la moda, con la misma naturalidad con la que hizo su oración ante cientos de personas el día del Corpus Christi

Conoce de cerca el mundo de la diversión superflua, del alcohol, de las fiestas VIP. Su rutina se desenvuelve desde hace años entre top models, fotógrafos, maquilladores y modistos. Un ambiente que la envolvía ya en Brasil, país en el que nació y del que se vino a los 20 años para desarrollar su carrera como modelo de pasarela y publicidad.


Precisamente porque las luces de las discotecas y los focos de las cámaras no le son ajenos, Mariajosé Rossi de Queirós puede afirmar, a sus 22 años, que «el mundo de la belleza, de la fiesta constante, de las drogas, del sexo, es una mentira. La alegría y la libertad verdaderas están en la Iglesia, en Jesucristo. Escucharle es gratis, mientras que las discotecas, las pastillas o el alcohol no sólo cuestan muchísimo, sino que se pagan caras. La felicidad de discoteca se acaba al amanecer; Cristo dura siempre».

Pero Mariajosé no siempre ha tenido esta convicción. Antes de venir a España, la joven Areta -su nombre, antes de que fuese bautizada- ya trabajaba como modelo. Allí entró en contacto con el mundo de la moda, de la superficialidad, de la diversión al límite. «Algunos de mis amigos se han destruido por el alcohol y la droga», recuerda. Curiosamente, la lectura de un libro no cristiano hizo que se decidiese a emprender el viaje a nuestro país. «Me vine porque quería cambiar de vida, porque quería buscar un tesoro, como un protagonista de novela. No me podía imaginar que aquí iba a encontrar mucho más: a Jesucristo y a su Iglesia», asegura. Los primeros meses en España fueron duros: «No tenía papeles (y sigo sin tenerlos), y me sentía sola, porque no tenía amigos, ni familia. Algunas chicas de mi edad, como era modelo y brasileña, no me querían como amiga por miedo a que les quitase el novio, o cosas así. Entonces empecé a ir a la iglesia para pedir ayuda a Dios, aunque no estaba bautizada. A partir de ese momento, empecé a acercarme cada vez más a Dios y a conocerle más. Él fue mi único compañero aquí, me libró de no entrar en la droga y me alejó de lo malo». Aquel camino hacia Dios la llevó a recibir el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión en la pasada Vigilia Pascual, de manos del cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco, en la catedral de la Almudena.

Merece la pena aguantar las críticas

Esta conversión «me ha cambiado totalmente, y no me importa decírselo a todo el mundo. Algunos jóvenes se ríen, porque en mi mundo hay pocos que crean en Dios. En este ambiente hay mucha discoteca, mucha fiesta, drogas…» Pero ella no se arredra a la hora de dar testimonio: «Veo como una misión ser católica en mi ambiente, contar cuánto ha cambiado mi vida y lo feliz que soy. Es muy difícil, pero merece la pena para que mis compañeros encuentren la alegría de Dios». Y eso, por no hablar de otras dificultades: «Tengo que rechazar algunos trabajos, aunque paguen bien, porque, como católica, sé lo que debo y lo que no debo hacer. El otro día, por ejemplo, tuve que rechazar un trabajo en el que me pagaban muy bien por salir medio desnuda, y también en Antena 3 dije No a un trabajo en el que tenía que estar en bikini». Ésta es, según cuenta, su misión. «En realidad -aclara-, todos estamos llamados a hablar de Él y a tener una vida más religiosa para que las personas que nos rodean puedan creer. Si cada uno lo hace en su ambiente, será más fácil hacer presente a Cristo».

Y cuando llegan los momentos de debilidad, sabe dónde acudir: «Cuando miro una imagen de Jesucristo, y pienso en todo lo que pasó por mí, veo en Él la salvación, la esperanza que me falta. Me siento confortada sólo con decir su nombre».

A quienes no creen, esta joven modelo les muestra el motivo de su alegría con la misma soltura con la que posa ante las cámaras: «Jesucristo sólo pide que escuches su Palabra, no te obliga a nada. Si voy a la iglesia es porque quiero, porque me hace falta. Quienes no creen en Él no saben lo que se pierden. Ser hija de la Iglesia y tener cerca de Dios da más felicidad que cualquier fiesta del mundo».

Como para hablar de Dios hace falta primero hablar con Dios, ella lo hizo ante cientos de personas en la festividad del Corpus Christi, en la catedral de Madrid. Aquel día, puso su testimonio en clave de oración, y los allí presentes pudieron escuchar: «Yo trabajo como modelo, pero he descubierto que Tú, Jesús, eres el único Modelo, en todo y para todo. Tú eres la auténtica Belleza, Señor; el Amor siempre joven. La pasarela de un cristiano es la vida cotidiana, en la que podemos convertir todos los momentos y circunstancias en ocasión de amarte. Es curioso, Dios mío: sin dejar de ser una sinpapeles, he encontrado mi verdadera identidad: soy hija tuya, soy hija de Dios. ¡Gracias por la confesión que nos perdona los pecados! ¡Gracias, Jesús, por haberte quedado a nuestro lado en la Eucaristía! ¡Gracias por la Misión Joven! ¡Yo soy uno de sus frutos!»