* «Escuché una voz que resonó en todo mi cuerpo y supe al instante que era Dios. Lo oí tan claramente en mi ser, que sentí como si hubiera sido audible en toda la iglesia. Llena de misericordia, amor y ternura, decía: ‘Este es tu hogar, Robyne, este es tu lugar. Vuelve a casa’. Al mismo tiempo tuve la sensación de algo parecido a una cascada de misericordia y amor brotando sobre mí desde lo alto de mi cabeza hasta la planta de mis pies. Volví a oír la voz decir las mismas palabras y supe que yo no merecía ese amor incondicional, pero que se me estaba ofreciendo absolutamente»