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miércoles, 13 de noviembre de 2024

Quince hechos científicos que la Biblia recogió antes de ser probados por la ciencia


La Creación de Adán de Miguel Ángel

Camino Católico.- Pocas citas hay tan conocidas como la atribuida a Galileo, y que reza que «la Biblia no nos dice cómo van los cielos, sino cómo se va al Cielo». Pero no por manida es menos cierta. La Sagrada Escritura no pretende ser un tratado científico ni un manual empírico. Sus géneros literarios —hasta siete, a lo largo de los 73 libros que componen ambos Testamentos—, la multiplicidad de autores materiales —inspirados por el Espíritu Santo—, e incluso la gran distancia temporal que separa unos libros de otros demuestran hasta qué punto es improbable que pueda ser considerada una Espasa Calpe piadosa.

Sin embargo, el Magisterio de la Iglesia sí enseña que la Palabra de Dios no miente ni se contradice, y por ese motivo, es posible encontrar numerosas referencias científicas, cosmológicas y, por supuesto, históricas, a lo largo de la Biblia. Algunas, realmente sorprendentes, refieren hechos que no serían contrastados hasta miles de años después. Y para muestra, esta selección de pasajes, recogidos en el último número de La Antorcha, la revista gratuita que edita cada cuatro meses la ACdP.

La Creación y el Génesis

Uno de los aspectos más fascinantes de la Biblia es el relato de la creación en el Libro del Génesis. En esencia, narra que el Universo fue creado por Dios, por amor y con inteligencia. No porque un gigante salió de un huevo cósmico, como Pan Gu en la cultura china ancestral, ni de la lucha entre titanes, dioses y hombres, como en la mitología greco-romana; ni porque un dios se echó la siesta sobre un monte y se le escurrieron los dones, como el hinduismo explica a partir de su dios Brahma.

Con todo, lo más llamativo es que el orden de la creación descrito en Génesis, 1, coincide con la secuencia en la que la ciencia moderna cree que se desarrolló el universo. Con detalles que no se descubrirían hasta el siglo XX, en un texto que data del 1.400 antes de Cristo.

Dios creó Cielo y Tierra

«Al principio creó Dios el cielo y la tierra». Con estas palabras arranca el Poema de la Creación, y, por tanto, la Biblia. Lejos de ser una mera frase, la Palabra revela la secuencia de la Creación: primero el Universo, después, la Tierra. El autor —algunos apuntan a Moisés— podría haber puesto la tierra antes que el cielo, como en los relatos hindúes o en el Chilam Balam maya. Pero el orden bíblico es real.

La Luz antes que el Sol

El Génesis relata que Dios creó la luz en el primer día, mientras que el sol, la luna y las estrellas fueron creados el cuarto, para servir como medidores del tiempo, o lo que es lo mismo, que no eran el centro de la creación (como para los mayas, o en analogía con Ra, el dios Sol egipcio) sino que se ordenaban al servicio del fin mayor de la Creación: el ser humano. Y esto, que podría ser absurdo y contradictorio para el hombre antiguo, ya que la luz natural proviene del sol, ha sido ratificado por la cosmología física del siglo XXI. Gracias a potentes satélites sabemos que en el nacimiento del Universo hubo un periodo conocido como la Era de la Reionización, donde la luz apareció antes de que se formaran las estrellas y galaxias.

Separación de las aguas

En el segundo día, Dios separa las aguas superiores de las inferiores para crear el cielo (Génesis 1, 6-8). ¿También absurdo? En absoluto: es un proceso paralelo al desarrollo de la atmósfera terrestre. La ciencia nos dice que la Tierra primitiva estaba cubierta de vapor y gases, que se separaron para formar la atmósfera, esa capa gaseosa que no solo da el color celeste a nuestro cielo, sino que permitió la aparición de agua líquida en la superficie.

Creación de la vida vegetal

El tercer día, Dios crea la vegetación. Más allá de los detalles sobre semillas y flores, propios del lenguaje poético del texto, hoy la ciencia confirma que las primeras formas de vida fueron organismos fotosintéticos, similares a las plantas. Estos transformaron la atmósfera, rica en dióxido de carbono, para crear una con oxígeno que permitió el desarrollo de formas complejas de vida.

Los animales marinos y aves

En el quinto día, Dios crea los animales marinos y las aves. Este orden coincide con el registro fósil, que muestra que la vida comenzó en los océanos y que las primeras criaturas vertebradas en colonizar el aire fueron las aves, descendientes de los dinosaurios.

Animales terrestres y, por fin, el Hombre

En el sexto día, Dios crea a los animales terrestres y al hombre. También por ese orden. La biología ha ratificado que los animales terrestres aparecieron después de los marinos y las aves, y que los seres humanos son la forma de vida más reciente en la escala evolutiva.

El sentido de Adán y Eva

El relato continúa con la creación y «bautismo» de Adán y Eva. El texto se puso por escrito en torno al 1.300 o 1.400 a.C, pero recoge una tradición oral muy anterior del pueblo hebreo, que comprendía la etimología de los nombres mucho mejor de lo que podemos entender hoy: Adán viene de «adamah», que significa «tierra fértil» o «polvo de tierra fértil», y vendría a ser «el creado del polvo de la tierra», o «el creado con arcilla». Eva viene de «hawwah», que significa «vida», y por eso se la llama «madre de todos los vivientes».

Edén, de Lucas Cranach el Viejo (1530)

Adán cromosómico y Eva mitocondrial

El hebreo que escuchaba el relato entendía que Adán es el varón creado por Dios, y Eva, la mujer que surge para dar la vida. Ambos son el culmen de la creación. ¿Metáfora? Sí, pero no solo: hoy la ciencia acepta que, en el surgimiento de la especie humana, tuvo que haber un primer varón y una primera mujer Sapiens Sapiens, llamados «Adán cromosómico» y «Eva mitocondrial», diferentes de los demás «homo» que habían ido poblando el planeta. Dos especímenes cuyo surgimiento no parece estar sujeto a la mera evolución, sino que podrían ser fruto de una creación específica, por una mutación concreta y disruptiva, que se aviene a la teoría del diseño inteligente.

La Tierra esférica

A pesar de que hoy abunden los terraplanistas, la ciencia ha probado la esfericidad de la Tierra. Algo que no estaba tan claro hace miles de años. La mitología caldea, o filósofos griegos del siglo VII a.C. como Tales de Mileto o Anaximandro hablaban de la Tierra como un disco que flotaba sobre el mar. La cosmología bíblica, sin embargo, muestra una tierra esférica. El profeta Isaías (40,22) habla de cómo Dios «tiene su trono sobre el círculo de la tierra», con un término que significa «esfera» o «globo».

La Expansión del Universo

En 1929, Hubble y Lasell formularon la teoría de la expansión del Universo. En 1998 —hace solo 26 años— dos equipos internacionales estudiaron varias supernovas con potentes telescopios y métodos de medición, e identificaron la Expansión acelerada del Universo. Sus directores, Perlmutter, Riess y Schmidt recibieron por ello el Nobel de Física en 2011. Pero que Dios expande el cosmos ya estaba presente en la Biblia. Por ejemplo, desde el s. VI a.C. en el libro de Isaías: Dios «extiende el cielo como un toldo, como tienda habitable lo despliega». Y también en el de Job, del II a.C., donde se anticipa el milagro de Jesús andando sobre las aguas: «Él solo [Dios] expande los cielos, y camina sobre el dorso del Mar».

Hidrología bíblica

El Antiguo Testamento contiene sorprendentes conocimientos sobre el ciclo del agua, que no fueron entendidos hasta mucho después. Así, Eclesiastés 1,7 cita que «todos los ríos van al mar, y el mar no se llena; al lugar donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo», describiendo el ciclo del agua, en el que el agua de los ríos fluye hacia el mar, se evapora, forma nubes y regresa como lluvia para alimentar los ríos de nuevo. El libro del profeta Amós (9, 6) también incluye el proceso de evaporación y precipitación, aunque a él le interesaba otra enseñanza: «Es Dios quien convoca las aguas del mar y las derrama sobre la superficie de la tierra. Su nombre es el Señor».

Astronomía profética

«Él extiende el norte sobre el vacío, cuelga la tierra sobre nada», dice el libro de Job (26, 7). Una noción astronómica, la de la Tierra suspendida en el espacio, que no era aceptada en la época en que se escribió… aunque era cierta.

El diluvio universal de Miguel Ángel

El Diluvio

El sentido del Diluvio y el Arca de Noé que relata Génesis, 6, es profundo y de carácter teológico. Pero más allá de su aplicación a la fe, los testimonios de una gran inundación en Mesopotamia son numerosísimos, como la célebre Epopeya de Gigalmesh, de la civilización acadia (2.500 a.C.). También otras culturas, como el relato mapuche de Trentren Vilu y Caicai Vilu, en América, o la inundación de Gun-Yu en China, hablan de grandes inundaciones que arrasaron la vida terrestre. Tal vez fueron tsunamis que anegaron la tierra hace 10.000 años por el impacto de un meteorito contra los hielos de Canadá, como han especulado científicos de la Nasa, el recuerdo del deshielo de las glaciaciones, o una inundación masiva del Mar Negro por una crecida del Mediterráneo, como afirmaron los geofísicos Ryan y Pitman en 1998, en su libro El diluvio de Noé que hace también referencia a un oasis rodeado de desierto que identifican con el Edén. Fuese como fuese, esa tradición oral mantuvo el recuerdo de una gran inundación… que además está registrada en las capas geológicas.

La piedra que desecharon los arquitectos

Podríamos continuar con cientos y cientos de píldoras del Antiguo y del Nuevo Testamento, pero concluiremos con una que une ambos. En Mateo 21, Jesús cita el Salmo 117: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente». Él hablaba del Reino de Dios y de sí mismo. Pero es que, además, el Gólgota donde fue elevado el Crucificado era el resto de una antigua cantera empleada por los romanos para construir la cercana Fortaleza Antonia. Su piedra, demasiado quebradiza, fue desechada por los arquitectos. Y sobre ella, Dios erigió la piedra angular que da sentido, fortaleza y proyección a todo lo creado: la Cruz salvadora de Jesucristo, muerto y resucitado.

jueves, 10 de octubre de 2024

San Daniel Comboni - Película de su vida en dibujos animados

 


Camino Católico.-  Conoce la apasionante vida de San Daniel Comboni a través de dibujos animados. Descubre quién fue el fundador de los Misioneros Combonianos y por qué fue proclamado santo por el Papa Juan Pablo II.


jueves, 5 de septiembre de 2024

“Teresa de Calcuta”, película de 2003 de la vida de Santa Teresa de Calcuta, protagonizada por Olivia Hussey y dirigida por Fabrizio Costa

 


Camino Católico.-  “Teresa de Calcuta”, es una película de la vida de Santa Teresa de Calcuta del año 2003.

Título original: Madre Teresa   Año: 2003   País: Italia

Dirección: Fabrizio Costa

Guion: Massimo Cerofolini, Francesco Scardamaglia

Música:  Guy Farley

Fotografía: Giovanni Galasso

Reparto: Olivia Hussey, Laura Morante, Sebastiano Somma, Michael Mendl, Enzo de Caro, Ingrid Rubio, Neil Stuke, Valeria Cavalli, Philip Jackson, Guillermo Ayesa, Emily Hamilton, Nimmi Harasgama, Hannah McBride, Carlo Cartier, Azzurra Antonacci, Guido Roncalli, Tom Alter, Kenneth Desai, Antonia Frering, Franco Korosec

Productora: Blue Star Movies, Euro Ficción S.L, Lux Studios S.p.a, MediaTrade, LuxVide

Sinopsis:

La India a finales de los 40. El dominio británico llega a su fin, pero el nuevo país vive momentos de agitación. Los enfrentamientos y las matanzas se suceden en Calcuta al tiempo que crece la desesperación de los débiles, los enfermos y los desheredados. En medio de todo este sufrimiento surge una monja que se dedica en cuerpo y alma a ayudar a los pobres, a curar a los leprosos que mueren en las calles y a cuidar a los huérfanos y niños abandonados: es Teresa de Calcuta. Los problemas que su abnegación le acarrea la obligan a desafiar a las autoridades, incluyendo las de su propia iglesia.

“Madre Teresa”,  película de la vida de Santa Teresa de Calcuta - Dibujos animados

 


Camino Católico.  “Madre Teresa”, es una película de la vida de Santa Teresa de Calcuta contada para niños en un largometraje de dibujos animados.


viernes, 23 de agosto de 2024

Luciana Rogowicz, nacida y educada como judía, descubrió a Jesús en un audio y una comunión y se enamoró de la misa: «Mi corazón se tornó hacia Dios. Mi vida interior dio un giro inexplicable»


«Creí en todo en un solo instante. No entiendo bien cómo funcionó, pero es como si hubieran trasplantado en mi cerebro una parte nueva, llena de conocimiento y entendimiento. No sólo creí que Jesús era el Mesías, sino que la Iglesia era la verdadera transmisora de la verdad, la virginidad de María, la infalibilidad del Papa y todo lo que la doctrina enseña. En ese momento creí para siempre, y también tomé conciencia del rol de mi existencia»

Luciana Rogowicz / Judía y Católica / Camino Católico.- Nací en una familia judía, abuelos bisabuelos, todos judíos. Mi abuela paterna era polaca, y vino  antes de la guerra a Argentina por las malas condiciones que había allí en varios sentidos. Tuve una vida y una infancia siempre feliz. Llena de amor. Nunca me faltó nada ni material ni emocional.

Fui criada con valores tradicionales, familiares y en cuanto  a la religión era más que nada una cuestión de pertenencia y tradición. Fui siempre  a una escuela judía, primaria y secundaria. Todo mi entorno era judío, en el club, en la escuela, amistades. Creo que casi no conocía personas que no fueran judías.

Seguí siempre las tradiciones, festividades de año nuevo judío, Pesaj, Día del Perdón, cantaba las canciones judías,  y también hice  mi Bat Mitzvá (que es lo que las mujeres judías festejan a los 12 años, y la primera vez que leen la Toráh. Esto pasa en el judaísmo no ortodoxo, ya que en los más religiosos sólo los hombres pueden estudiar la Toráh)

Recién cuando comencé a salir de más grande empecé a conocer gente, chicos de otras religiones o sin religión en general. Siempre me interesaron mucho estos contactos, hablando de otros temas, chicos universitarios, que hablaban de cosas nuevas para mí que me encantaban: filosofía, psicología, religiones, etc…

Sentando algunas bases

A los 19 años, conocí a quien hoy es mi marido. Él de familia católica. Totalmente. Incluso su hermana es monja hoy en día. Sus padres iban a Misa todos los domingos, él también. Si faltaba era por una cuestión de “pereza de adolescente” pero era parte de su vida y sus costumbres.

Yo fui criada por mis padres siempre bajo la premisa tácita de que “mejor me casara con un chico judío”. Pero ellos nunca  fueron cerrados, y sabían que antes de eso lo principal era el amor y que quien fuera a ser mi esposo sea una buena persona.

Yo mantuve siempre  mi mente abierta en ese sentido, pero cuando pensaba a que podía llegar a estar con un chico que no sea judío, nunca me imaginé estar con  alguien católico, o sea, con una religión latente y tan presente.

La primera vez que fui a su casa me sorprendieron las imágenes que había. Siempre pienso que estaba tan enamorada que pude superar todos los “shocks culturales” que se me presentaban: cruces colgadas,  una foto del Papa, imágenes de la Virgen…  Era todo tan diferente a los lugares y hogares a los que siempre yo había estado.

A través de su familia conocí un excelente ejemplo de la religión Católica. No en sus formas y costumbres, sino en su práctica cotidiana. La mamá de mi marido es una mujer simple, buena, que vive la religión en su sentido real, un excelente ejemplo de un buen cristiano.

Más allá de esto, nunca me interesó la religión. Yo estaba de novia con este chico “a pesar” de su religión.

Siempre charlábamos de diferentes temas, de Dios, de su Verdad, etc. Pero yo no quería entrar en el tema de Jesús. Eso era algo que un judío ni debía mencionar. Lo “otro”, lo “fuera de límites”.  No me lo enseñaron explícitamente en mi educación judía, pero es algo que se transmite y no sé cómo. En realidad hoy sí entiendo que es una cuestión Divina, Dios no lo permite, Dios puso un velo sobre el pueblo judío, y sólo va permitiendo de a poco que a algunas personas se les “caiga” este velo y puedan ver la Verdad. Puedan leer las escrituras con un corazón abierto, sincero, y encontrar allí las respuestas que siempre buscaron.

Después de años  juntos, nos casamos y al tiempo tuvimos nuestra primer hija. Como ya habíamos hablado de novios, a nuestros hijos íbamos a criarlos en ambas religiones o tradiciones; íbamos a hacerles el bautismo y la circuncisión en el caso que sean varones.

Extraños caminos

Llegó la hora del bautismo de mi primera hija, y así lo hicimos. Fue un momento difícil para mí. Todo lo que siempre vi en otras personas, en la tele, como parte de otra cultura, lo estaba viviendo con mi propia familia. Mis padres presentes en todo momento, presenciando un momento también difícil para ellos (aunque ellos pidieron estar presentes porque ese momento iba a ser parte de la vida de su nieta y no querían perderse ninguna parte de su vida, aunque no tenga que ver con sus propios valores)

La alegría de la familia de mi esposo hizo que el día fuera un poco mejor, ya que me alegré por ellos que tanto los quiero.

Al día siguiente teníamos con mi esposo un largo viaje en auto y me insistió para escuchar un audio de un “judío católico”; (que si bien en un principio me pareció algo medio extraño e incompatible, y no me generaba ningún tipo de interés escucharlo, no quise parecer tan cerrada como para negarme, así que no me quedó otra opción que escucharlo).

En este audio esta persona contaba sobre una  experiencia “sobrenatural” que había tenido, una comunicación con Dios, y al cabo de un tiempo con la Virgen María. Es una historia muy interesante pero bastante larga para detallar aquí. (esta persona  tiene  hoy en día libros y muchos audios donde cuenta su historia: su nombre es Roy Schoeman). Este audio que escuché ese día era sólo su testimonio, no hablaba en ningún momento de argumentos sobre cuál es la verdad, sino sólo contaba la experiencia sobrenatural que él había tenido. Roy Schoeman era un judío ateo hasta que a los 30 años se convirtió a Jesús de una forma milagrosa.

Qué tiene que ver esto conmigo? Que en ese mismo instante, sólo por escuchar su testimonio, (donde no daba ningún tipo de argumento ni nada, sino que contaba lo que a él le pasó y cómo hoy vivía su vida como judío completo, judío que reconoce a Jesús como el Mesías y a la Iglesia como transmisora de sus ideas y doctrina), el velo “invisible” cayó de mis ojos, de mi corazón, y creí en todo en un solo instante. No entiendo bien cómo funcionó, pero es como si hubieran trasplantado en mi cerebro una parte nueva, llena de conocimiento y entendimiento. No sólo creí que Jesús era el Mesías, sino que la Iglesia era la verdadera transmisora de la verdad, la virginidad de María, la infalibilidad del Papa y todo lo que la doctrina enseña. En ese momento creí para siempre, y también tomé conciencia del rol de mi existencia.

Siempre supe que tenía una misión, como todo el mundo la tiene, pero no sabía aún en qué consistía era. Y en ese instante también comprendí que mi misión como judía, era “abrazar” esta fe y transmitirla a mi entorno y a otros.

Esto fue hace ya 8 años y medio. Y qué ocurrió desde ese momento? Si bien esa “conversión” fue instantánea en cuanto a mi vida interior, no fue tan rápido en cuanto a mi vida exterior.  Con mi esposo conversamos mucho sobre el tema y comencé a investigar. Me puse en contacto con esta persona del testimonio que escuché, Roy Shoeman y también comencé a investigar y leer argumentos racionales sobre el tema.

Dilemas, identidades y coherencia

Mientras tanto estaba mi dilema interior, si creo en esto debo ser coherente con eso – y Jesús no sólo dijo increíbles y sabias enseñanzas sino que también dijo las cosas que uno debe hacer: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”…El bautismo, la comunión… era demasiado todo eso para mí en ese momento. La cuestión familiar era muy difícil, ¿qué dirá mi familia? ¿Cómo le podrá doler esto a mis padres? Y no podía llevar a cabo todo este proceso en secreto. Si mi misión es transmitirles esto, ¿cómo iba a hacerlo en secreto? Si algún día les iba a tener que contar mejor hacerlo antes que después.

Esto es sólo un resumen de lo que fue pasando por mi mente en los  5 años y medio después de ese momento único. Por supuesto que también seguí con mi rutina, mi trabajo, mi hija, luego otra hija más a quien también bautizamos.

Este proceso mío fue interno, conocí historias de otros judíos católicos, y leí sobre las profecías.  Pero ahí quedó. No avancé sobre el tema, el temor me paralizaba. Y al mismo tiempo se comenzaba a enfriar todo esto dentro de mí.

Se me hizo “Visible lo Invisible”

5 años después de este hecho, ya hoy casi tres años atrás, pasó algo increíble  que transformó realmente mi vida y mi alma. Un domingo “cualquiera” acompañé a  mi esposo a Misa. No tenía muchas ganas de ir pero ese día realmente no tenía ninguna excusa para no acompañarlo y realmente era más práctico ir con él ya que luego teníamos que ir a otro lado, y de allí llegábamos directo.

Así que me senté junto a él, aguardando que termine la ceremonia, un poco distraída. Pero algo ocurrió. En el momento de la consagración y sobre todo cuando las personas se acercaban a tomar la Comunión, sentí en mí un amor profundo y una unión con todas las personas que estaban tomando la comunión.  Una trasformación interior que no podía comprender qué era.  En ese momento fue como si el imán más potente del mundo se hubiera instalado en mi alma, un imán que se siente atraído siempre, cada día, por la Eucaristía. Yo creo, y lo sé, que Dios se hace presente allí, está allí.

Desde ese día, no pasó ni un solo día, que no tenga ganas y necesidad de ir a Misa. Desde ese día mi corazón se tornó hacia Dios. Mi vida interior dio un giro inexplicable, un amor profundo diferente a todo lo que jamás sentí. (y estuve y estoy rodeada de amor toda mi vida).

Desde ese domingo tan especial, al otro día le pedí a mi esposo que me acompañe a Misa. Él me miraba raro… “un lunes? Si ya fui ayer, domingo”… pero no le quedó otra opción que acompañar a su judía esposa a Misa. Cómo decir no a semejante pedido?

El martes, lo mismo… “vamos a Misa” le dije. Y así todos los días de la semana. No podía pensar en otra cosa que no sea la hora que llegue de ir a Misa. De que el cura levante la hostia y diga esas palabras para la Consagración. Miraba las misas en EWTN de la tele y sentía envidia de las personas que estaban allí presenciándola.

A la segunda semana mi esposo me dijo “te amo pero si queres ir a Misa anda vos…” 

Pero jamás habría pensado ir sola… ¿Yo? ¿Judía? ¿En Misa sola? Una cosa era acompañar a mi esposo y otra muy diferente era ir por mi cuenta.. sin ninguna “excusa” si alguien me encontraba. Pero era tan fuerte lo que sentía que por supuesto comencé a ir todas las mañanas. Después de dejar a mis hijas en la escuela, allí iba yo, cada día.

En esa etapa también tuve otras sensaciones y una conexión tan fuerte a Dios en cada momento. Era como si estuviera a mi lado, “caminando junto a mí”. Por momentos sentía una energía tan fuerte que sólo podía llorar, llorar y llorar. No era de tristeza, ni tampoco de alegría; era como que mi alma se desbordaba de tal sensación de Dios. Sentir que todo lo que había escuchado alguna vez era verdad, que realmente Dios Existe, y no sólo eso, sino que se brindó por nosotros, en su totalidad. Y que está presente y nos conoce, me conoce y decidió no esperarme más y me sacudió, me llenó de su amor y me transformó. Un amor tan grande y tan diferente a lo que conocía.

Todo esto, en ese momento de mi vida, fue el impulso que necesitaba para poder llevar a cabo lo que sabía que tenía que hacer por años. Hablar con mi familia, bautizarme y tomar la comunión.

Es una larga historia cómo  cada cosa pasó, sus dificultades, nervios, pensamientos, tensiones. Pero en el transcurso de menos de 3 meses pude hacer todo eso que por 5 años no me animé: hablar con algunos integrantes de mi familia  y luego bautizarme, tomar la comunión y la confirmación.

Desde ese momento y hasta hoy (algunos días más otros menos), cada vez que voy a una Misa, al momento de la comunión,  mi corazón late, aunque esté algún día más desconectada por las ocupaciones diarias de la vida, en ese momento mi corazón late como si actuara en forma independiente del resto de mi cuerpo, como si viera lo que mis ojos no ven, como si percibiera lo que mis sentidos no pueden percibir.  Si no fuera por mis ocupaciones y responsabilidades, iría dos veces por día a Misa para sentir esta presencia tan profunda de Dios. Recibirlo es sentir un abrazo de Él que alimenta mi alma.

Cómo sigue este camino

Aun no todo mi entorno conoce sobre esta parte de mi vida. De a poco voy contando a ciertas personas.

Actualmente estoy comenzando a contar mi historia y estoy armando un blog personal con pensamientos y escritos para personas que les interese este tema y gente que quizás sienta dudas, miedos y necesite compartirlo con alguien.

De ningún modo diría que esta es una historia de conversión. La llamo una historia de “completud”, ya que no me convertí  a otra religión. Soy Judía y reconozco al verdadero Mesías del judaísmo que Dios envió, que es Jesús. Y Él, transmite sus ideas, sacramentos, doctrinas,  a través de la Iglesia. Por eso es que sigo al Catolicismo. Esta Iglesia tiene la Eucaristía, a Dios presente, realmente presente en cada Misa.

Asimismo, no pierdo mis raíces, ni dejé de tener mis tradiciones. Mis hijas son judías y católicas. Van a una escuela hebrea, y también van a hacer los rituales y tomar los sacramentos Católicos. Estas dos “religiones” son la perfecta comunión, la plenitud, la perfecta unión. Dos piezas de un rompecabezas que encajan perfectamente y ninguna, jamás, elimina a la otra. 

Luciana Rogowicz