* «Dios que te conoce te ha encomendado tu vocación no porque tú seas maravilloso y no vayas a cometer ningún fallo, sino porque Él está detrás. La relación profunda con Dios es el oxígeno diario que necesitas para vivir tu vocación»
María José Arranz / Camino Católico.- María José Arranz, 48 años, 24 de casada, madre de familia y licenciada en derecho, cuenta el descubrimiento de su vocación al matrimonio y a la maternidad en el programa “En portada” de H.M. Televisión. Ella y Juanjo, su marido, son padres de siete hijos. Desde las primeras luchas por abrirse a la voluntad de Dios hasta llegar a conocer el plan que el Señor tiene para que seas feliz, hay un camino. María José nos habla de este proceso y de qué cosas le ayudan a ser fiel a su vocación:
Nací en una familia en la que mi madre tenía mucha fe. Tenía cerca de dieciocho años cuando ya me había vuelto más consciente a Jesucristo e hice ejercicios espirituales pero yo nunca me había planteado seriamente mi vocación. Daba por supuesto que era el matrimonio como lo más normal. A los dieciocho años repetí los ejercicios espirituales y en ellos estaba meditando sobre la cruz de Cristo y tuve una llamada interior en la que el Señor me preguntaba: ¿Y si yo te llamo a la vida consagrada?
Tenía muy claro que cuando Dios te da la vocación te da las fuerzas, la luz necesaria para saber que ese es tu camino y llevarlo a cabo. A mí se me mezclaron muchísimas angustias y no tenía paz. Estuve dando vueltas casi un año al tema. Hablé con una chica, con la que tenía amistad y me fiaba de su criterio, que iba a entrar de religiosa y me dio una luz clarísima. Me dijo: “La vocación es el camino que Dios ha elegido para que tú seas feliz. Dios te llama en tu vocación a unirte con Él. Y es la clave de tu felicidad. Acertar con tu vocación es acertar con tu camino para ser feliz”.
Y progresivamente, como en una semana o quince días, ya vi clarísimo que no era la consagración lo que Dios quería para mí. Entendí que todo aquello había sido una prueba para que realmente me fiara de Él, para que estuviera disponible, para que no eligiera yo mi vocación sino que me diera cuenta que era algo que venía de Dios. Entonces, los acontecimientos se precipitaron, vi clarísimo que mi vocación era el matrimonio y al cabo del tiempo conocí a mi marido en otros ejercicios espirituales.
La vocación al matrimonio también es vocación a la maternidad. Ambas son un todo, configuran una misión global. Lo propio del matrimonio es ser fecundo y tener hijos. Eso era una ilusión grandísima y no había nada más que discernir. Es mi vocación con toda la riqueza de esta palabra: es la misión para la que Dios me llama y sobre todo para la que me ha diseñado. Cuando te entran las dudas en el trasiego y ante los problemas de la vida, a mí me da alegría saber que Dios ya me conocía y me ha encomendado esta misión sabiendo quien soy y como soy.
Dios no me ha elegido porque yo sea genial. Él ya sabe de todas mis limitaciones, cuanto me angustió, lo que grito, mi impaciencia. Y sin embargo, Dios está ahí, no le pilla de sorpresa y Él va a proveer como quiera, cuando quiera y donde quiera. Dios que te conoce te ha encomendado tu vocación no porque tú seas maravilloso y no vayas a cometer ningún fallo, sino porque Él está detrás.La relación profunda con Dios es el oxígeno diario que necesitas para vivir tu vocación. Ser fiel en tu vocación matrimonial y en ese camino de santidad crecer es un milagro que obra Dios y que obra la gracia. Nadie por sus propias fuerzas lo puede recorrer solo y por tanto es vital mantener la relación con Dios lo más viva posible.
María José Arranz