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martes, 4 de marzo de 2025

La conversión de John Pridmore, ex gánster: «Sentí que Jesús me decía: ‘John, te amo tanto que volvería a pasar por la cruz solo por ti’. Recé a la Virgen y sentí: ‘Ve a confesarte’»

 John Pridmore, ex gánster

* «En ese momento me sentí elevado, salí andando de mi piso y pronuncié la primera oración de mi vida. Dije, “Hasta ahora, todo lo que he hecho ha sido aprovecharme de lo que me has dado, Señor, ahora quiero ser yo el que da”. Mientras decía esa oración, el vacío que no podían llenar las drogas, el poder ni las relaciones, fue colmado por el amor de Dios»

Camino Católico.- Me llamo John Pridmore y esta es mi historia.

Nací en el barrio de East End de Londres, en el Hospital del Ejército de Salvación. Aunque fui bautizado en el catolicismo, nunca fui a una escuela católica ni a la iglesia. Con diez años, de vuelta a casa en una noche normal, mis padres me dijeron que tenía que elegir con quién de los dos quería vivir porque se iban a divorciar. Yo quería muchísimo a mis padres; no podía escoger entre esas dos personas a las que más quería pero que, paradójicamente, acababan de dejarme completamente por los suelos. Fue en ese momento cuando, en los más profundo de mi ser, tomé la decisión de no amar a nadie nunca más, porque pensaba que así no me volverían a hacer daño.

Después de que mis padres se separaran, empecé a robar. Creo que lo que quería era que alguien se diera cuenta de cuánto sufría, pero como mi padre era policía, aquello sólo era un aliciente más para las palizas. Con 15 años estuve en un centro de detención, que debió de haber sido una lección tajante, severa, definitiva, pero allí mi odio no hizo sino crecer más y continué metiéndome en peleas.

Con esa misma edad dejé la escuela y, como la única cualificación que tenía era en el robo, a eso me dediqué. Sin amor en la vida, me entregué a los analgésicos, a la bebida, a las drogas, a cualquier cosa que me sirviera para acallar el dolor en mi interior. Con 19 años ya estaba otra vez en prisión y la única forma que tenía de lidiar con toda la ira que guardaba dentro era a golpes, con más peleas. Me pusieron en régimen de aislamiento de 24 horas y fue en este periodo cuando consideré deshacerme del mayor regalo de Dios, mi propia vida. Pero Dios debió de estar allí conmigo, porque no me quité la vida, aunque sí salí de prisión más resentido y violento que nunca.

Pensaba que debía coger yo mismo lo que quisiera del mundo, porque nadie me iba a regalar nada. Empecé a trabajar de segurata en clubes del East-End y del West-End, en Londres; se me ocurrió que, ya que me gustaba pelear, mejor que me pagaran por hacerlo. En aquel ambiente conocí a algunos de los tipos que dirigen la mayor parte del crimen organizado de Londres, así que empecé a trabajar para ellos. No mucho más tarde, dejé de trabajar para ellos y comencé a trabajar con ellos. Mi estilo de vida era el de un gánster clásico, con dinero, drogas y mujeres a montones. Tenía un ático en St. John’s Wood (uno de los más ricos de Londres), un BMW Serie 7, un Mercedes deportivo convertible y no podía gastarme el dinero lo suficientemente rápido, porque los beneficios de los chantajes y del tráfico de drogas se seguían acumulando. Mi chaqueta de cuero de diseño tenía cosido un bolsillo interior donde guardaba un machete para cuando tenía que ir a recuperar algunas deudas y castigar a los que incumplían sus pagos.

De veras creía que lo que el mundo me contaba era verdad, que teniendo todas esas posesiones, relaciones y drogas sería feliz, pero por dentro me sentía enfermo porque esta vida me estaba destruyendo poco a poco. Nada me satisfacía, nada me llenaba. Mientras tanto, intentaba destrozar mi propia conciencia, porque con esta gente con la que trataba, cuanto más despiadado y brutal seas, más respeto recibes, y yo quería ese respeto. Quería que cuando la gente entrara en un club y me viera allí, supiera quién soy y qué es lo que hago.

Una noche que trabajaba en uno de esos clubes que dirigíamos en el West-End, le di un puñetazo con un puño de acero a un tipo, pero, tras el puñetazo, calló completamente de espaldas y se golpeó la cabeza contra el bordillo. Había sangre por todas partes y la gente alrededor empezó a gritar, así que me marché del lugar y recuerdo haber pensado camino de casa en mi coche: “Me podrían caer diez años por esto”. Lentamente, empecé a darme cuenta de que era posible que acabara de matar a alguien y ni siquiera me importaba. Antes las personas solían importarme y yo solía querer marcar la diferencia, pero ahí estaba, haciendo cumplir mi voluntad a golpes y destruyendo todo lo que me rodeaba. La única persona que me importaba era yo mismo y no pensaba que eso pudiera cambiar.

Llegué a casa y escuché una voz que me hablaba en mi corazón, es una voz que todos conocemos, nuestra conciencia, Dios dentro de nosotros. Hasta ese momento, yo creía que Dios era sólo una historieta bonita para evitar que fuéramos malos, pero entonces me topé de cara con el hecho de que Dios era real y no importaba en absoluto lo que yo pensara.

Aunque nunca había sido consciente del amor o de la presencia de Dios en mi vida hasta ese momento, en un instante sentí cómo Él se separaba a Sí mismo de mí. La gente dice que esa separación de Dios es el infierno; bueno, si el infierno es así, rezo porque nadie vaya nunca allí porque fue la experiencia más aterradora de mi vida. Me han puesto pistolas en la cabeza, me han apuñalado, pero este momento fue el más terrible de todos porque yo era plenamente consciente de las elecciones que había hecho. Clamé a Dios por otra oportunidad, no porque lamentara algo, sino porque no quería seguir experimentando aquella desolación. En ese momento me sentí elevado, salí andando de mi piso y pronuncié la primera oración de mi vida. Dije, “Hasta ahora, todo lo que he hecho ha sido aprovecharme de lo que me has dado, Señor, ahora quiero ser yo el que da”. Mientras decía esa oración, el vacío que no podían llenar las drogas, el poder ni las relaciones, fue colmado por el amor de Dios. No podía creer que Dios pudiera amar a alguien como yo, con todas las cosas horribles que había hecho, pero Él me siguió demostrando que me amaba y me aceptaba. Durante toda mi vida me he sentido inútil y no me importaba si vivía o moría, pero Dios me mostró que sí tenía importancia, porque Él me amaba y me había creado. 

 John Pridmore, ex gánster, miró un crucifijo y supo por primera vez que Cristo había muerto por él en la cruz

La única persona que conocía que tenía fe era mi madre y, aunque no la veía mucho por aquel entonces, fui a visitarla y le conté lo que había pasado. Me dijo que había rezado por mí todos los días de mi vida, pero que, dos semanas antes, había rezado por que Jesús me llevara. Si eso suponía dejarme morir, que así fuera, pero que no me permitiera seguir haciendo daño a los demás ni a mí mismo. Sé cuánto me quiere mi madre y sé que una oración como aquella debió romper su corazón, pero es que ella podía ver el monstruo en que me estaba convirtiendo. Nunca olvidaré las lágrimas cayendo por su rostro cuando le dije cómo había encontrado a Dios.

Probablemente esas lágrimas limpiaron todo el dolor y la miseria que le había causado durante su vida. Mi padrastro me dio mi primera Biblia; nunca había tenido ninguna y una de las primeras historias que leí fue la del Hijo Pródigo. Cómo un padre dio a sus dos hijos todo su sustento y sus propiedades y cómo uno de ellos se marchó a despilfarrar todo el dinero de su padre en una vida de pecado y libertinaje. Después de gastarlo todo y porque estaba hambriento, pensó: “Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre”. Decide volver a su padre para pedirle que le acoja como uno de sus esclavos pero, cuando va camino de la casa de su padre, él está fuera buscándole y, al ver a su hijo, corre hacia él para abrazarle, le pone un anillo en el dedo, sandalias en los pies, ropas de las mejores telas y organiza una fiesta para él y sus amigos. Siempre sería su hijo, que volvió a la familia donde siempre fue amado, incluso después de años de perdición.

En esa historia me di cuenta de que Dios siempre había estado buscándome y que nunca se cansaría de buscar ni de intentar arreglar mi corazón roto por mi estilo de vida. Como nunca había ido a la iglesia, empecé a buscar un lugar donde encontrar a Dios y conocí un viejo sacerdote que me habló de un retiro. Los únicos retiros de los que yo había oído hablar eran en los que uno se tumbaba en la playa con un cubata en una mano, un porro en la otra y una buena hembra al lado, así que dije “Me encantaría ir”. Cuando llegué, no era exactamente como había imaginado, pero lo cierto es que vi a cerca de 200 jóvenes que tenían una alegría que yo nunca había sentido. Algunos se acercaron a mí y me abrazaron. Bueno, no sé si conocéis algún ex-gánster, pero a nosotros no nos va mucho eso de los abrazos, a no ser que sea con chicas, pero ¿abrazar a chicos? Si abrazas a un tío delante de unos gánsteres te llevas una torta.

En este lugar asistí a una charla que tenía por título “Dame tu corazón herido” y mientras escuchaba al sacerdote hablando de cómo todos los pecados que cometemos son como una herida en nuestro corazón, miré a un crucifijo y por primera vez supe por qué Jesús había muerto en aquella cruz, para cargar, gracias a su amor, con todos los pecados tan oscuros como terribles que yo haya cometido en mi vida y llevarlos en su corazón hasta la crucifixión. Y entonces sentí una tristeza increíble por todo lo que había hecho, pero por encima de aquella pena estaba una dicha desconocida, sentí que Jesús me decía “John, te amo tantísimo que volvería a pasar por todo esto solamente por ti”. Me eché a llorar, lloré por primera vez desde que tenía diez años porque no podía creer que alguien pudiera amarme tanto como para morir por mí con semejante agonía. Al salir de aquella charla dije una oración a María, madre de Jesús, para decirle: “¿Qué es lo que tu Hijo quiere de mí?”. Y sentí un susurro en mi corazón: ve a confesarte. Nunca había ido antes a confesarme y, con 27 años, sabía que había cometido todos los pecados posibles y tenía miedo. Pero María me dio el valor. Y mientras confesaba todos aquellos pecados terribles, el sacerdote lloraba porque él era Jesús para mí. Me mostraba la misericordia de Dios, que ya podía sentir en mi corazón. Cuando recibí la absolución, supe que Jesús me perdonaba y me daba la libertad. Me había vaciado de todos mis pecados a los pies de la cruz y estaba vivo de nuevo, podía sentir el viento en mi cara, podía escuchar el canto de los pájaros. Mis pecados me habían matado, pero la confesión me había devuelto a la vida.

En aquel mismo retiro, además de reunirme con Jesús a través de la confesión, lo recibí en mi corazón durante la misa. Al avanzar y recibir la Divina Comunión, todos los buenos sentimientos que había tenido en mi vida, incluyendo aquel momento al salir de mi piso y la forma en que me sentí tras la confesión, fueron magnificados un millón de veces. Mi corazón se había abierto en la confesión para sentir y conocer Su presencia en la Eucaristía y Él llenó mi corazón por completo.

Cuando salí del retiro, decidí que quería servir a los demás, así que empecé a trabajar en Kingsmeade Estate en Londres intentando ayudar a los jóvenes a no entrar en la vida de crimen y sufrimiento que yo había elegido. Años más tarde, fui al Bronx y allí conocí a la Madre Teresa, que me enseñó a amar de nuevo, a amarme a mí mismo y a los demás. Me inspiró para dar a los demás y, desde entonces, he estado compartiendo mi historia en escuelas, parroquias y prisiones de todo Reino Unido e Irlanda. En 2007, en la Jornada Mundial de la Juventud en Sídney, tuve el privilegio de hablar para más de medio millón de jóvenes; el mayor regalo de mi vida es compartir con ellos que hay un Dios que les ama, que les cuida y que se regocija en ellos. Desde aquella charla en Sídney, mi ministerio se ha vuelto más internacional. He dirigido retiros, charlas y seminarios en Nueva Zelanda, Australia, Estados Unidos (Nueva York, Florida, Chicago, Phoenix y Los Ángeles), Alemania, Holanda, Hong Kong y por todo el mundo. El año pasado fui a Liberia a hablar sobre el perdón a antiguos niños soldado. Algunos de estos niños habían sido forzados a cometer atrocidades y a combatir, con sólo once años, en la sangrienta guerra civil que arrasó Liberia durante una década. Fue un honor y un privilegio estar entre ellos y ser testigo de la increíble resistencia que tienen para intentar adaptarse y elegir el bien en sus vidas, aun habiendo quedado cubiertas de oscuridad.

Durante los últimos 25 años he trabajado a tiempo completo para traer esperanza a los demás y mostrarles que si Dios puede amar a alguien como yo, puede amar a cualquiera. Que Dios os bendiga con su profundo amor,

John Pridmore
ex gángster convertido al cristianismo que ahora viaja a nivel internacional para hablar sobre cómo ha cambiado su vida. Si quieres saber más sobre John visita su página www.johnpridmore.com donde encontrarás sus tres libros incluida la historia de su vida From Gangland to Promised Land.
Artículo original whyimcatholic.com

sábado, 23 de noviembre de 2024

Gabriel Hernán, seminarista: «Crecí entre maras y pandillas, algunos de estos jóvenes me veían cercano a la Iglesia y se acercaban a conversar conmigo y Dios me pide ser sacerdote para acompañar a estos jóvenes»


Gabriel Hernán Méndez es seminarista de Honduras que quiere ayudar a los jóvenes de su país cuando sea sacerdote a salir de las pandillas y la violencia

* «Cuando un joven entra en una pandilla no le dejan salir. Por eso es importante la creación de estos centros donde acoger a niños antes de que entren en estas organizaciones, enseñarles oficios que ocupen su mente… Lo primero que debemos tener claro los sacerdotes es el mensaje del Evangelio y cómo transmitirlo, anunciando a Jesucristo sin dejarse influenciar por ideologías que atacan a la sociedad. Al contrario, debe actuar como un pastor y buscar a las ovejas perdidas, que muchas veces no tienen a alguien que les muestre el camino. Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro. Por ello, es fundamental que el sacerdote se prepare intelectualmente para dar razón de nuestra fe, no solo con oraciones, sino también con elocuencia en su enseñanza, tanto de palabra como de obra» 

Vídeo de la Fundación CARF en el que Gabriel Hernán Méndez cuenta sintetizado su testimonio

Camino Católico.-   Gabriel Hernán Méndez (Honduras, 1994) es un seminarista de 30 años, originario de san Pedro Sula, Honduras, que pertenece a la diócesis de Santa María de las Gracias y sueña con ayudar a los jóvenes de Honduras para que abandonen la violencia de las pandillas. Actualmente cursa el tercer año de Teología en la Universidad de Navarra y reside en el Seminario Internacional Bidasoa. Cuenta su testimonio de conversión y vocación en el portal de la Fundación CARF.

De la duda a la fe: el despertar espiritual

Aunque su familia no era religiosa, la influencia de su abuela, que le enseñó a rezar, fue decisiva. Sin embargo, en la adolescencia se alejó de la fe y dejó de asistir a la Misa, ya que los constantes cambios de domicilio y los intereses juveniles lo apartaron de la Iglesia. A pesar de ello, en su interior sentía una atracción por la fe que nunca llegó a desaparecer.

«En mi adolescencia, me alejé completamente de la Iglesia y de todo lo relacionado con la religión. Esto se debió fundamentalmente a los compromisos laborales de mis padres, que nos obligaban a mudarnos con frecuencia, lo que me impedía tener un lugar fijo donde asistir a Misa. Además, por mi edad, había otras cosas que captaban mi interés. Sin embargo, en el fondo, siempre me sentí atraído por las cosas de la Iglesia», cuenta Gabriel.

Años después, una religiosa lo invitó a una catequesis para recibir la Confirmación. Gabriel accedió, inicialmente motivado por la presencia de una compañera de clase que le gustaba, pero con el tiempo comenzó a involucrarse en actividades de la Iglesia. Al recibir el sacramento, el obispo le preguntó cómo iba a servir a una Iglesia pobre como la de Honduras, palabras que resonaron profundamente en él.


Gabriel Hernán Méndez entró en el seminario, luego salió, pero la llamada de Dios persistió y ahora desea ser ordenado presbitero

El proceso de discernimiento y de formación en el seminario de Honduras

Un seminarista, ahora sacerdote, lo invitó a encuentros de discernimiento vocacional dirigidos a jóvenes que graduados del Bachillerato y que desearan descubrir su vocación. A finales de 2013, Gabriel recibió la aceptación para ingresar en el seminario mayor Nuestra Señora de Suyapa en Tegucigalpa, donde inició su formación en 2014 con 19 años, aunque sin el apoyo de su familia.

«Fue una experiencia nueva para mí, ya que me fui sin el apoyo de mi familia, quienes, al no practicar la fe, no entendían mi decisión de ingresar en el seminario», señala. 

Una pausa en su formación presbiteral

Después de terminar Filosofía (2017) diversas circunstancias le llevaron a poner una pausa en su formación presbiteral y regresar a casa. Comenzó a trabajar en un grupo de empresas dedicadas al comercio, lo cual representó un nuevo reto para él, ya que tuvo que adaptarse a otro estilo de vida y al ambiente laboral. 

«Aquí debo mencionar a una persona que Dios puso en mi camino: Magdalena Méndez, la dueña del grupo de empresas. Ella confió en mí y me dio el empleo a pesar de no tener experiencia alguna», apunta Gabriel.

Una llamada a la vocación como sacerdote que persiste

Con el tiempo, fue ascendiendo en la empresa y un día le propusieron ser Gerente General y representante legal de la empresa. Laboral y financieramente le iba muy bien; había logrado muchas cosas que nunca imaginó. Sin embargo, a pesar de todo, siempre seguía resonando en su cabeza la idea de ser sacerdote: «había como un vacío en mi interior», confiesa este joven de Honduras. 

En todo este tiempo mantuvo comunicación con su director espiritual. Posteriormente, él fue nombrado obispo de una nueva diócesis en Honduras y le invitó a una experiencia en una parroquia de su diócesis para ayudarle en su proceso de discernimiento. 


«En enero de 2023, renuncié a mi trabajo y me trasladé al santuario san Matías Apóstol, en La Campa, Lempira (Honduras) -en la imagen superior- donde me acompañó el padre Rubén Gómez. Estando allí, surgió la oportunidad de venir a España a un seminario internacional, el de Bidasoa. El obispo me hizo la propuesta, la cual acepté, y en agosto de 2023 llegué a Pamplona, donde retomé mi formación y estudios con miras a la ordenación presbiteral».

Una misión: ayudar a los jóvenes atrapados en la violencia de pandillas

En todo este tiempo Gabriel no dejó nunca de rezar ni de pedir a Dios qué quería para su vida. «Yo crecí entre maras y pandillas. Honduras es un país con mucha violencia donde los chicos jóvenes se unen a pandillas violentas. Algunos de estos jóvenes me veían cercano a la Iglesia y se acercaban a conversar conmigo. Para acompañar a estos jóvenes pensé: creo que Dios me pide ser sacerdote. Desde mi ejemplo de vida quizás pueda arrastrar a estos jóvenes a otra forma de vida y que descubran que no solo la mara o la pandilla es la única salida», relata con emoción. 

Se entristece cuando piensa que algunos de sus compañeros no han finalizado el Bachillerato, porque se han introducido en el violento mundo de las pandillas. «Mi ciudad, san Pedro Sula, está marcada por las pandillas y las maras, y muchos jóvenes no ven otra salida que meterse allí porque ven el grupo como una familia, la que no han encontrado en sus casas. Sufren de carencias afectivas y vacíos familiares», se lamenta. 

Su deseo: ser un sacerdote que ayude a estos jóvenes 

Gabriel aspira a ser un sacerdote comprometido, en primer lugar, en el terreno espiritual, evangelizando, y transmitiendo el amor que Dios les tiene a todos estos jóvenes. Y, en segundo lugar, apoyando la creación de centros de rehabilitación: «Cuando un joven entra en una pandilla no le dejan salir. Por eso es importante la creación de estos centros donde acoger a niños antes de que entren en estas organizaciones, enseñarles oficios que ocupen su mente». 

En esta misión, Gabriel agradece la labor de la Iglesia que cuenta con centros y congregaciones religiosas dedicadas a trabajar con jóvenes en riesgo social. Sin embargo, el trabajo se complica porque, para muchos de estos jóvenes, las pandillas representan la única salida viable. Además, el Gobierno muestra un gran desinterés por abordar este problema. 


Gabriel Hernán Méndez tiene claro que el sacerdote debe predicar tanto de palabra como de obra para que su testimonio sea coherente

El problema de las sectas y la falta de sacerdotes 

Otro de los problemas que vive Honduras es la influencia de las sectas: «hoy en día los católicos ya no somos mayoría en un país que tradicionalmente ha sido católico. Los jóvenes se sienten más atraídos por estas sectas, ya que en los barrios hay una en cada calle, mientras que las iglesias católicas son escasas, con solo una por barrio. Además, el sacerdote muchas veces no puede llegar ni una vez al mes, ya que tiene que atender 50 templos más», se lamenta. 

Con este gran desafío que tiene Gabriel pide oraciones a todos para llegar a ser un buen sacerdote: «lo primero que debemos tener claro los sacerdotes es el mensaje del Evangelio y cómo transmitirlo, anunciando a Jesucristo sin dejarse influenciar por ideologías que atacan a la sociedad. Al contrario, debe actuar como un pastor y buscar a las ovejas perdidas, que muchas veces no tienen a alguien que les muestre el camino». 

«Se predica a Cristo, no a uno mismo» 

Además, para Gabriel, un sacerdote del siglo XXI debe recordar que se predica a Cristo y no a uno mismo. «Con el auge de las redes sociales, existe el riesgo de que Cristo quede relegado y el predicador se ponga en el centro. Por ello, es fundamental que el sacerdote se prepare intelectualmente para dar razón de nuestra fe, no solo con oraciones, sino también con elocuencia en su enseñanza, tanto de palabra como de obra». 

En toda esta tarea, agradece a la Fundación CARF el apoyo que recibe para formarse más y mejor. «Hacen falta sacerdotes bien formados porque en este mundo, con tanta ideología, tenemos que dar razones de nuestra fe, para asentar las bases de una nueva evangelización y así contribuir al nuevo resurgimiento de la Iglesia». 

lunes, 22 de enero de 2024

Priscille Roquebert odiaba desde niña a su padre alcohólico: «Sufría su cólera, me sentí abandonada por Dios, pero viendo ‘La Pasión’ me encontré con Jesús y el perdón»

 


* «Comprendí que Jesús, mi hermano, había muerto por la salvación del mundo, que había muerto por mí y para salvarme a mí. ‘Él conoce todas mis heridas. Jesús, el Hijo de Dios, las ha padecido mucho antes que yo’ pensé. El camino del perdón se abrió ante mí. Comprendí que el perdón no es una simple casilla que una marca para ser buena cristiana. Es un camino de paciencia, de sanación y de humildad. Comprendí que Dios quería mi bien y que necesitaba que yo le dejase hacer. Y que cuando se plantase el perdón, tendría que darlo gratuitamente.  El odio es  un veneno. Se apoderó de mi corazón y de todo mi ser. Si no le hubiese perdonado, no sé dónde estaría hoy. El perdón no lo borra todo, pero quienes no conocen el perdón deben ser muy desgraciados. El perdón es exigente, pero nos libera»

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sábado, 25 de noviembre de 2023

Eder Chávez, el rapero que pone su talento al servicio de Cristo: «Viví en ambiente de calle, violencia y vicios. Me confesé, volví a nacer, vivo con paz inmensa y Dios guía mis pasos»

 


* «En mi primer acercamiento con la iglesia surgió en mí la necesidad de hacer música para Dios, pero no me sentí digno de hacerlo. Al recuperarme de mis adicciones, esperé un año más para comenzar a rapear, pues quería prepararme, vivir mi fe como un buen católico y estar seguro que hablaría de Dios con todo mi corazón. No dejaba de sentir la inquietud por la música, así que una noche, al platicar con el Señor, le dije, ‘si Tú quieres que rapee para ti, pues ¡aquí estoy!’. Entiendo la misión que Dios puso en mi corazón, y si a través de estas canciones y de su ritmo un muchacho puede encontrar el camino a Dios, entonces quiere decir que estoy cumpliendo con mi encomienda»

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martes, 22 de noviembre de 2022

Gaby Soñer hoy es cantante cristiano, pero fue pandillero, drogadicto y ha pasado por prisión: el Soneto a Cristo Crucificado le transformó


* «No me mueve, mi Dios, para quererte / el cielo que me tienes prometido, / ni me mueve el infierno tan temido /para dejar por eso de ofenderte”. Durante varios días, Gaby le estuvo dando vueltas a estos versos. Su inquietud le llevó a buscar a alguien que le aconsejara, pues comenzó a tener sentimientos que él no conocía. En esa búsqueda topó con los hermanos capuchinos, en concreto con una fraternidad de inserción que hacía poco se había instalado en su barrio. El diálogo con los capuchinos y la convivencia diaria con ellos le llevaron a interesarse por Cristo

Vídeo del testimonio de Gabriel Soñer Ruiz

Camino Católico.- Gabriel Soñer Ruiz fue sin duda una de las estrellas del Festival de la Divina Misericordia organizado el pasado 7 de febrero en el Colegio Villa Pilar (Santo Ángel, Murcia) por el hermano Atanasio, fraile del eremitorio de Nuestra Señora de la Luz

sábado, 28 de mayo de 2022

David Bisono era traficante de drogas armado y transformado por Cristo es influencer católico: «Enamorado de Dios, quiero ayudar a las personas a que lo conozcan»

 


* «Yo andaba en las calles vendiendo drogas, usando drogas, totalmente alejado del Señor; no tenía ni idea de quién era Dios. No crecí en una familia en donde nos obligaban a ir a la iglesia, así que mi encuentro con Dios fue un encuentro muy personal y totalmente inesperado. Yo no estaba buscando al Señor, pero en ese momento entendí que el Señor tenía un propósito conmigo y, desde ese tiempo, me he dedicado a cumplir lo que Dios me ha encomendado… El único carisma que yo le he pedido al Señor, es el regalo y el don de amarle con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente y con todas mis fuerzas. Desde muy temprano entendí que si yo podía amar al Señor de esa manera, no había nada que Él no me fuera a conceder, porque Él sabía que lo que me concedía, yo lo iba a utilizar para el bien de las personas, para su gloria. Entonces, considero que Dios me ha dado y me sigue dando lo que necesito, cuando lo necesito, para el que lo necesite»

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jueves, 29 de julio de 2021

Charles Mbikoyo fue secuestrado, con 13 años, con 39 niños, para convertirlos en niños soldado y es sacerdote: «Rezaba mucho. Dios existe y la prueba es que escapamos todos»

 


*  «Íbamos a la iglesia con mis padres y cuando veía al sacerdote celebrando Misa, solo quería ser como él. Le imitaba dando galletas a mis hermanos como si fuera la comunión…  He perdonado a quienes nos capturaron. Cuando estaba secuestrado solía pensar que ellos también habían sido niños. Niños a los que habían secuestrado a su vez, y a los que habían convertido en robots de la violencia. Han crecido combatiendo, en medio de la guerra y no conocen otra cosa»

El vídeo-testimonio del padre Charles Mbikoyo puede verse con los subtítulos en español entrando en subtítulos C, acto seguido en la ruedecita de la derecha de configuración, luego en subtítulos, después en traducir automáticamente y eligiendo el español

*  «Cuando me convertí en sacerdote, dije: ‘Ésta es una verdadera vocación’, porque, con todo este sufrimiento, tal vez me hubiera ido del seminario pensando que ese no era mi llamado. ¿Por qué debería tener todo este tipo de sufrimiento en mi vida? Me di cuenta de que no, esa es mi vocación… Mi país está en problemas y todo el mundo está traumatizado. Entonces, como sacerdote, cuando regrese, mi papel es dar esperanza a aquellos que han perdido la esperanza . Me gustaría ayudar a los niños soldado a salir y recuperar su vida. Creo que soy un ejemplo de que otra vida es posible»

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miércoles, 28 de julio de 2021

Graciela Berdinelli, 71 años, maltratada por su esposo lo afrontó rezando, da gracias a Dios por curar milagrosamente de cáncer a su hijo y a ella y de neumonía bilateral de Covid

 


* «No te asustes -le dije yo a mi hijo-, creo que tengo cáncer, pero no te preocupes porque Dios me va a sanar… El médico le dijo a mi hijo: «le queda un mes de vida». Ya estaba toda tomada en los pulmones, los huesos desde la cabeza a los pies, había hecho metástasis. Yo tenía la  firme convicción de que Dios me iba a sanar y así se lo manifestaba a la doctora. Ella me dijo: «bueno, me encanta que tenga ese ánimo». En una misa yo, mirando al altar…vi al padre Pío. ¡Lo vi, fue algo maravilloso! Y cuando agaché la cabeza, no sentía el cuerpo, sino una tranquilidad inmensa. Era como si Jesús me hubiera tocado, como que el cuerpo no lo tenía -algo difícil de explicar-, como que flotaba, una alegría, una paz y bueno, no me quería ir… La primera estaba completamente llena de metástasis tenía la columna que eran solo agujeros negros y en esta última tomografía se ve todo restaurado, no tengo un agujero nuevo. Y no solamente eso, se me restauró la mama. Yo le pregunté a la oncóloga si estaba viendo bien o se me estaba restaurando la mama, ella dice: «se te está restaurando la mama». ¡A los 71 años se me está restaurando la mama!, es otro milagro»

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jueves, 28 de enero de 2021

Xavier Goulard, compositor y actor, maltratado de niño por sus padres, herido y enfermo llegó a la masonería, pero una unción y una oración le liberaron: «Jesús me sanó y salvó»

 


* «Desde un punto de vista humano, el perdón es un camino. Empieza cuando realmente te das cuenta del daño que te han hecho, a pesar de que desencadena el odio. El perdón debe ver el daño que se ha hecho. Entonces hay que cuidarse psíquica, física y espiritualmente para no sufrir las consecuencias de esta enfermedad. Una vez que se ha encontrado un poco de paz, es ir al otro para ofrecerle la oportunidad de pedir perdón. Finalmente, el perdón final es la misericordia recibida de Cristo. Y recibí esta gracia»

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sábado, 16 de enero de 2021

Renaildes de Chateauvieux vivía en una favela, pobre y sin fe, vio una biblia, leyó la Pasión de Cristo y experimentó que Dios la amaba


 * «Un día encontré una biblia. En mi familia nunca he recibido una educación religiosa. No sabía quién era Jesús, tampoco  nada de la fe ni de Dios. Abrí la biblia comencé a leer y me encontré con la Pasión de Jesús: cuando Jesús sufre, carga su cruz, le ponen la corona de espinas y muere en la cruz. Para mí fue un momento tan fuerte que fue la primera vez de mi vida que me di cuenta que Dios me amaba tanto, que había dado su vida por mí en la cruz. Y que había sufrido todo eso por mí, yo una niña de favela. Empecé a llorar y el primer reflejo de mi corazón fue decir que si Cristo había dado su vida por mí, yo quería dar mi vida por Él y hacer de mi vida un don de amor para Él. Tenía 17 años en aquel momento y decidí ir a la parroquia que había al lado de mi casa, me integré en el grupo de jóvenes que había y recibí todos los sacramentos”

Camino Católico.- Renaildes de Chateauvieux recuerda que tenía 17 años y estaba en su casa cuando vio La Biblia por primera vez. La tomó con curiosidad y comenzó a hojearla. Hasta ese momento sentía rabia de vivir en una casa de palafitos sobre un basural en una favela en Salvador de Bahía, donde día a día debía convivir con la delincuencia, las drogas y la prostitución. No fue educada en la fe porque su familia no la tenía. Ella vive actualmente con su marido Romain, con quien se casó hace catorce años, y 5 de sus hijos en La Pincoya, donde trabaja junto a él en la Fundación Misericordia, una institución que promueve el desarrollo integral de las personas, entregando un servicio tanto social como pastoral en esa población chilena a los más pobres. En el video se visualiza y escucha su testimonio de conversión que explica en una charla de “Razón en Cristo” – REC de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

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viernes, 6 de noviembre de 2020

Javier García Valcárcel era director de hotel y su encuentro con Dios lo llevó a optar con su familia por los «hermanos desechados» y sin hogar, a los que acoge y recupera

 


 «Hay corazones que no pueden soportar que los rechacen cuando fallan. Debe haber un lugar donde se permitan las caídas y trabajar con ellas. Y se ilumine el entendimiento con la Palabra del Señor. Necesitan una espalda a la que golpear para salvarse. La única forma de decir que Dios es amor es poniendo la espalda para que vean cómo se puede perdonar tanto. Hay vidas que necesitan gratuidad hasta el aburrimiento»

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