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jueves, 6 de febrero de 2025

Alberto de la Fuente: «Secuestrado, 290 días en una ‘caja’ llena de cámaras, hice un pacto con Dios allí dentro. Rezaba 500 oraciones diarias aferrado a mi medalla de San Benito»


"En ese momento hice un pacto con Dios, no le endosé la responsabilidad de que me sacara sino que fue hacer un trabajo en conjunto. Ese día se gestó una comunión increíble", relata Alberto de la Fuente

* «Durante mi cautiverio, los primeros días, sí que estaba enfadado y decepcionado con Dios, no entendía por qué me sucedía a mí, cuando yo no era una persona que se metiera con nadie. No entendía bien si era un castigo. Pero, en un momento de lucidez, dentro de todo ese ruido que había en 'la caja', porque estaba intoxicado de cortisol, en continuo estrés, comencé a hablar con Dios y le dije: 'tengo claro que Tú no me pusiste aquí, que esto no es un castigo, que no me quieres dar ninguna lección, pero juntos vamos a salir de esta prueba, Tú vas hacer tu parte fuera de los cuatro muros de esta caja y yo haré la mía dentro. Él cumplió con su parte, y yo también. Ese día se gestó una comunión increíble, que nunca se había dado, ni en mi bautizo ni en mi confirmación. Fue un diálogo de tú a Tú, y, desde entonces, durante nueve meses, tuve diálogos y diálogos con Dios» 

 Vídeo de Mater Mundi en el que Alberto de la Fuente cuenta su testimonio

Camino Católico.-  Alberto de la Fuente y de la Concha es un empresario mexicano, tiene 45 años, es padre de dos niños, está casado y el 29 de noviembre del año 2016, a punto de cumplir los 38, fue secuestrado a plena luz del día cerca de Puebla (México). Durante 290 días vivió aislado del mundo exterior, sin ver la luz del sol, rodeado de cámaras, con música y ruido de fondo constante. Ni siquiera pudo sufrir el síndrome de Estocolmo, porque nunca pudo ver ni oír a las personas que lo mantenían retenido.

Cuando se cumplen justo ocho años del terrible suceso, Juan Cadarso en Religión en Libertad  ha charlado con este sobreviviente que logró mantenerse con vida en "una caja" de 1,5 m de ancho por 2 m de largo. Gracias a un pacto con Dios, y a una "visión" que tuvo de su hijo pequeño, este empresario, que compagina su trabajo con ser escritor y conferenciante, se autoimpuso reencontrarse un día sano y salvo con sus seres queridos.

Lo que van a leer a continuación es la increíble historia de un hombre "común y corriente" que luchó cada día por no resignarse a morir sepultado en lo que llamaría "aquel contenedor de almas". 

Hace un año, Alberto de la Fuente contó su testimonio en La caja. Crónica de un secuestro de 290 días. Puedes comprarlo en este enlace.

-¿Quién es Alberto de la Fuente?

-Soy un sobreviviente de un secuestro que duró 290 días. A pesar de ello, he tratado de reconstruir mi vida como si no hubiera sucedido, lo que me convierte en una persona común y corriente. Soy padre de familia, empresario y, ahora, escritor y conferenciante.

Mi único propósito es ayudar con mi testimonio a personas que están viviendo una situación difícil, que están desesperanzados, que no encuentren la manera de salir de sus problemas. Me gusta compartir mi historia, por si puedo guiarlos en esa oscuridad. Es una historia que le puede ayudar a cualquier persona.

-¿Nos puedes describir cómo era "la caja"?

-Desde que me secuestraron, desde el minuto uno, me cubrieron los ojos, me esposaron y me pusieron una especie de antifaz con el que no podía ver nada. Cuando logré ver otra vez me encontraba en un lugar de dimensiones ridículas. Yo a 'la caja' la llamo 'el contenedor de almas'. Era un espacio de 1,5 m de ancho por 2 m de largo, si estiraba mis brazos tocaba las paredes, y si caminaba tres o cuatro pasos me encontraba con otro de los muros.

Este lugar estaba cubierto por entero de gris. Cada pared tenía una mirilla desde donde me observaban los secuestradores. En el techo, que tendría una altura de 2,10 cm había dos lámparas led, donde ponían siempre la luz a una baja intensidad. En medio había un detector de movimiento, por si en algún momento se me ocurría patear la caja o tirar la puerta. En dos de las esquinas había dos cámaras de videovigilancia infrarroja, y, en las otras dos esquinas, había dos bocinas forradas de gris por donde me martirizaban con música a todo volumen las 24 horas.

El mobiliario era muy precario, al no ser un cuarto corriente, no tenía instalaciones de ningún tipo: no tenía baño, no tenía lavabo, no tenía ducha. Básicamente tenía un colchón muy pequeño, que era casi como dormir en el suelo. Esto me causó muchos dolores de cervicales y de espalda durante semanas.

Recreación de 'la caja' en la que estuvo encerrado Alberto. 

También había ciertos artículos de necesidad básica, como un cepillo de dientes, papel higiénico, un pequeño banco para sentarme, y el lugar donde hacía mis necesidades, que era una especie de nevera naranja portátil, que, afortunadamente, tenía una tapa. En una de las paredes había dos extractores de aire, por supuesto, no había ventanas. No tuve contacto con la luz del sol durante nueve meses y medio. Había, además, una puerta pequeña, por donde me introdujeron, que no tenía bisagras ni cerradura. Tenía su mirilla y una trampilla, como en las cárceles, por la que me metían la comida y los libros. 

-El 29 de noviembre se cumplieron ocho años del día en el que fue secuestrado...

-Ese día era, también, el aniversario de boda de mis padres, que acaban de cumplir ahora 50 años de casados. Los primeros aniversarios fueron más difíciles, eran días que no me apetecía salir a la calle o intentaba irme de viaje. No es una fecha que me encante ni me emocione, a mí me gusta más celebrar el 14 de septiembre, que fue la fecha de mi liberación.

Le he ido restando peso y nostalgia a la situación, porque si algo me impuse desde que salí fue intentar recuperar mi vida con la mayor normalidad posible. No me quiero estancar en un hecho que ya pasó, aún hay secuelas y llevo cicatrices, más del alma que físicas. En ese encierro hubo más violencia psicológica que física, aunque también me pegaron.

-¿Y, cómo fue ese 14 de septiembre?

-El anhelo de cualquier persona que esté privada de libertad es volverse a reencontrar con los suyos, con su familia. En el encierro uno se da cuenta de que lo verdaderamente importante, y por lo que vale la pena luchar, es por la familia. En ese tiempo tenía una niña de un año, y un niño de tres años y medio. Siempre digo que mis hijos fueron mi mayor dolor pero, también, mi mayor motor. Fueron los motivos por los que traté de no romperme dentro de 'la caja', todos los días pensaba y rezaba por volverlos a ver.

En un secuestro tan largo, la única manera de sobrevivir es encapsulando o anestesiando tu lado más humano. Tienes que volverte un hombre de piedra para poder soportar lo insoportable. Durante los primeros meses lloraba cinco o seis horas seguidas, pero los últimos meses ya ni siquiera podía llorar.

Cuando me notifican, mediante un comunicado, que se había llegado a una negociación, estaba tan muerto en vida que ni siquiera sentí nada. No fue el sentimiento que hubiera esperado, apenas se me escapó una o dos lágrimas, además, no sabía si era verdad o estos personajes estaban jugando con mi psicología.

Cuando me reencontré con mi familia pudo parecer un encuentro más bien frío, como si hubiera estado de vacaciones. Más allá de que volví con 25 kilos menos y totalmente blanco por no haber visto el sol. Pero, no me desmoroné, no me desarmé, por esa coraza que se había creado durante mi cautiverio. Para volver a recuperar los sentimientos tuvieron que pasar todavía un par de meses.

-¿Qué le dijeron sus hijos al verlo?

-Mis hijos eran muy pequeños. La niña fue la que menos se resintió de mi desaparición. Lo que sí fue duro fue cuando me vio al llegar a casa, que ni siquiera me reconoció. De las cosas que más sufrí fue que tardara mucho en reconocerme y en cogerme cariño.

El niño, como manteníamos una relación muy cercana, a pesar de que tenía tres años y medio, preguntaba por mí prácticamente todos los días. Mi familia optó por mentirle, y decirle que, por un tema de trabajo, tuve que irme a vivir a España. El niño siempre me tuvo en su corazón, y, desde que me vio, corrió hacia a mí, me abrazó. Durante muchos meses, cada vez que iba al baño, se quedaba en la puerta, cuidándome, como para que papá no se volviera a escapar. 

El empresario Alberto de la Fuente en una peregrinación a Santiago de Compostela con su libro "La caja" en el que cuenta su testimonio

 -¿Y su mujer?

-Siempre supe que corría un riesgo muy alto de ser asesinado, porque en mi país muchas veces los secuestradores no cumplen con el trato. Pero pensaba en ese reencuentro con mi mujer y me preparé por si ese día llegaba. Fueron tantos meses que, muchas veces, lo dudé. Así que decidí que en vez de desarmarme o llorar era bueno hacerle una broma.

Nosotros, antes del secuestro, teníamos una boda a la que no queríamos ir, y estábamos buscando una excusa. Se me ocurrió decirle eso a mi mujer. Al verme, nos dimos un abrazo y le dije que había encontrado una buena excusa para no ir a la boda. Se me quedó mirando como si me hubiera vuelto loco, luego entendió la importancia de romper el hielo con una broma.

-Se acerca la Navidad... ¿cómo fueron esos días lejos de los suyos?

-Fue terrible, nunca había valorado tanto una fecha tan significativa. Mi secuestro tuvo la particularidad de que nunca tuve contacto con mis secuestradores, no podía hablar con ellos ni ellos conmigo. Todo era por carta redactada por ordenador. Dentro de 'la caja' los vi tres veces y no los vi, porque entraban disfrazados con monos blancos, como si fueran trajes bacteriológicos.

Fue un cautiverio de completa soledad, una soledad muy dura pero que también me permitió muchísima introspección y conexión espiritual. Esa Navidad, que yo no sabía si era 25 de diciembre o no, porque no tenía forma de constatar el paso del tiempo, fue terrible. Ahí entendí que la verdadera importancia de esas fechas es estar con la gente que amas, que los regalos y los brindis son lo de menos.

-Habla de conexión espiritual... ¿cómo era su relación con Dios antes del secuestro?

-Yo era un católico por imposición geográfica. No era un gran practicante, pero siempre he creído en Dios, nunca me fue ajeno. Siempre supe que había algo más allá de lo entendible, una fuerza que nos cuida y que nos protege.

Durante mi cautiverio, los primeros días, sí que estaba enfadado y decepcionado con Dios, no entendía por qué me sucedía a mí, cuando yo no era una persona que se metiera con nadie. No entendía bien si era un castigo.

Pero, en un momento de lucidez, dentro de todo ese ruido que había en 'la caja', porque estaba intoxicado de cortisol, en continuo estrés, comencé a hablar con Dios y le dije: 'tengo claro que Tú no me pusiste aquí, que esto no es un castigo, que no me quieres dar ninguna lección, pero juntos vamos a salir de esta prueba, Tú vas hacer tu parte fuera de los cuatro muros de esta caja y yo haré la mía dentro. Él cumplió con su parte, y yo también.

Para la persona que está en libertad puede parecer algo muy simple, pero me propuse levantarme con la mejor actitud, empecé a rezar muchísimo, a comer todos los alimentos que me daban, me gustaran o no, comencé a hacer ejercicio, para producir endorfinas, y que no muriera de tristeza, a leer todos los libros que me dieran, aunque la literatura era horrible, todo eran libros de zombis.

En ese momento hice un pacto con Dios, no le endosé la responsabilidad de que me sacara sino que hiciéramos un trabajo en conjunto. Ese día se gestó una comunión increíble, que nunca se había dado, ni en mi bautizo ni en mi confirmación. Fue un diálogo de tú a Tú, y, desde entonces, durante nueve meses, tuve diálogos y diálogos con Dios.  

-¿Se encomendaba a algún santo o a la Virgen?

-Cuando me metieron en 'la caja' me quitaron la ropa, me desnudaron al 100% y me dieron un uniforme carcelario, que también era gris. Lo único que me dejaron fue una medalla de San Benito, que me regaló mi esposa cuando éramos novios, era como una conexión directa con mi mujer y con Dios. La apretaba con fuerza cuando rezaba, desde entonces nunca me la he quitado, ni para lavarla.

A San Benito le recé muchísimo, en ese momento no tenía ni idea de quién era ni por qué era famoso, luego ya me enteré de que la gente le reza para mantener al mal fuera. También me encomendé mucho a la Virgen de Guadalupe. Hacía más de 500 oraciones cada día. Eran avemarías y padrenuestros, que eran casi las únicas que conocía. Llevaba tanto tiempo sin decirlas que, al principio, me costaba recordarlas. Cuando no rezaba estaba hablando con Dios.

A los cuatro meses hubo un momento muy especial. Después de luchar mucho y echarle ganas, al no tener noticias del mundo exterior, me vino un bajón emocional muy fuerte. Empecé a coquetear con una depresión. Hubo dos días en los que dejé de hacer mi rutina, mis ejercicios, dejé de comer y, simplemente, estaba tumbado todo el día. Siempre he pensado que fue Dios el que me mandó esa señal.

Entonces, pude ver la imagen de mi hijo pequeño, a unos pocos centímetros de mí. Él no me dijo nada, simplemente nos miramos, y, en ese momento, comprendí que era una señal de Dios. Que no dependía de mí que estos tipos entraran y me pegaran un tiro en la cabeza, pero sí de la actitud con la que enfrentara al encierro. Lo tenía que hacer de la mejor manera, porque, si se daba el milagro de mi liberación, quería que mi familia me viera fuerte, no a una persona que se había vuelto loca, o a alguien débil. Gracias a esa 'aparición' se renovó toda mi actitud.

Alberto junto a su familia tras terminar el Camino de Santiago

-¿Qué sentimientos tiene hacia sus captores?

-En su momento, antes de mi encierro, tuve la suerte de oír un testimonio de una persona que estuvo 257 días secuestrada en condiciones muy similares a las mías, en los años noventa. Cuando estaba intentado adaptarme a 'la caja' buscaba información en mi cabeza  que me pudiera ayudar a sobrevivir, y me acordé de la charla de este personaje.

Sus puntos eran: encomendarse a Dios, que era algo que ya había aceptado; hacer ejercicio, llegué a hacer nueve horas de ejercicio diario, y, la tercera, era 'no canalices tu energía odiando a las personas que te tienen cautiva, si haces eso te vas a enfermar, canalízala mejor en las razones por las que quieres salir de ahí'.

Es muy difícil odiar a quien nunca viste, a quien nunca oíste, con los que no tuve ni siquiera el síndrome de Estocolmo, porque no hubo nunca esa relación. Al principio buscas a quien echarle la culpa, con quién estar enfadado, pero, con el paso del tiempo, entendí que si seguía cargando con esa bola de odios y resentimientos lo único que iba a pasar es que no iba a disfrutar de mi anhelada libertad.

Llegué a la conclusión de que yo ya había sufrido demasiado en la vida, y que, ahora, tocaba mirar para adelante. Que si no sanaba emocionalmente iba a terminar salpicando a la gente que mas quería.

-¿Sirvió para algo todo este sufrimiento?

-Fue una experiencia que me habría ahorrado si hubiera podido. A mí el secuestro me sigue doliendo mucho, pero, dentro de todo, me permitió conocer lo fuerte que soy. Me descubrió muchas características que no sabía que tenía.

Gracias a esta experiencia he priorizado lo que realmente es importante en la vida. Me dio una mirada que me permite ver la vida de manera distinta, vivir una situación límite te da una sensibilidad muy especial. 

-¿Y, ahora, cómo se lleva con Dios?

-Ya no tengo la misma conexión que en 'la caja', no porque crea menos sino porque estoy en mi día a día cotidiano. Siempre le voy a estar agradecido y no hay día que no amanezca y le de gracias por estos tiempos extras que me ha regalado. Yo ya soy más de los que agradecen que de los que piden.

»He hecho tres caminos de Santiago. Al primero llevé a mi mujer. Al segundo invité a mi padre, porque fue el negociador directo y tuvo que cargar con una piedra muy pesada. De sus decisiones dependía mi vida. Y hace un año hice el tercero con mi mujer y mis hijos. De las mejores experiencias de mi vida. Los niños no saben la historia completa, pero se la vamos dosificando. Siempre agradezco por la vida y es lo que le trasmito a mis hijos.

-¿Qué busca contando su testimonio en un libro?

-El libro encierra muchos mensajes, pero me gusta sintetizarlo en que las personas no le den el poder a ninguna circunstancia, que cada uno es el capitán de su navío y el guionista de su vida. Aunque la situación sea difícil, si se tiene actitud y fe, se puede salir adelante. 

»A los que están sufriendo, que crean en sí mismos y en Dios, y le echen ganas, porque siempre hay motivos para salir, yo soy un ejemplo viviente. Soy un sobreviviente de una situación extrema y he podido recuperar la felicidad.

»Como escribí en una libreta dentro de 'la caja': el tiempo que me robaron lo voy a triplicar. Mi secuestro fue un viaje a los confines de la propia oscuridad, donde yo era el único pasajero y Dios, mi piloto. 

Puedes comprar 'La caja. Crónica de un secuestro de 290 días' en este enlace.  

viernes, 27 de diciembre de 2024

Antonio Pampliega, periodista 299 días secuestrado en Siria por Al-Qaeda: «Rezaba en voz alta para que Dios me escuchara»

Antonio Pampliega, en Herrera en COPE

* «Me obligaron a leer el Corán horas cada día. Creían que me estaba convirtiendo, pero yo les dije: soy cristiano y no voy a cambiar» 

Vídeo de 13 TV en el que Antonio Pampliega cuenta en Herrera en COPE su testimonio

Camino Católico.-   Antonio Pampliega, periodista y reportero de guerra, ha compartido en el programa de Carlos Herrera en COPE su desgarrador relato sobre los 299 días de cautiverio que sufrió a manos del Frente al-Nusra, filial de Al-Qaeda en Siria. Entre reflexiones conmovedoras y detalles estremecedores, Pampliega ofreció una visión única de sus vivencias, marcadas por el miedo, la resistencia y la esperanza. El programa 'Ecclesia en Salida' de 13 TV ha emitido una pequeña síntesis en la que habla como su diaria oración a Dios le sostuvo en ese periodo lleno de sufrimiento.

 El secuestro ocurrió mientras Pampliega y otros dos periodistas trabajaban en un reportaje sobre los Cascos Blancos. Fue traicionado por su fixer, Usama, quien supuestamente lo entregó a los yihadistas por dinero. “Entre salvar a sus padres y nosotros, los tres pringados españoles, era obvio a quién escogería”, reflexionó.

La descripción del momento en que fue secuestrado es estremecedora. “El coche que nos transportaba fue interceptado por una furgoneta. Salieron hombres armados con kalashnikovs y pasamontañas. En ese instante pensé: la hemos cagado hasta el fondo.”

Pampliega detalló cómo, durante los primeros meses, sus captores intentaron convertirlo al islam y lo sometieron a presión psicológica. “Me obligaron a leer el Corán horas cada día. Creían que me estaba convirtiendo, pero yo les dije: soy cristiano y no voy a cambiar.”

Cuando los yihadistas sospecharon que Pampliega era un espía, las condiciones empeoraron drásticamente. “Físicamente me golpeaban a diario, y psicológicamente me aterrorizaban con simulacros de decapitación. Llegué a pensar: si van a matarme, que sea rápido, que no me duela.”

Antonio Pampliega, junto a Alberto Herrera

El periodista encontró refugio en la oración, aunque esto también provocaba tensiones con sus captores. “Rezaba en voz alta para que Dios me escuchara. Ellos, molestos, subían el volumen de su música religiosa. Entonces, aprovechaba los cortes de luz para rezar más fuerte.”

En medio de la desesperación, intentó quitarse la vida. “Me corté la muñeca con una cuchilla que escondí durante días. Lloraba pensando en mi familia. Pero no sé por qué, no lo logré. Quizá no era mi momento.”

Pampliega fue obligado a grabar vídeos de prueba de vida bajo amenazas. “Me decían que, si no lo hacía, empezarían a traerme los dedos de mis amigos.”

Diez meses después del secuestro, el Frente al-Nusra decidió liberarlo. Sin embargo, hasta el último instante lo mantuvieron bajo una atmósfera de terror. “Nos dijeron: ahí está Turquía. Aquí no volváis nunca más. Pensé que nos iban a fusilar por la espalda.”

jueves, 14 de abril de 2022

Hna. Gloria Cecilia Narváez afrontó con la fe su secuestro de casi 5 años: «Cristo lo era todo para mí y jamás renunciaría a Él. Me agarré fuertemente a Dios para sobrevivir»

 


* «Solía dibujar un cáliz en la arena y adornaba mi sagrario con las flores que vivían en lo más árido del desierto, esto encendía en mí una llama de esperanza. Mis captores se enfurecían y borraban el cáliz con una pala de arena o con los pies. Recitaba los salmos, invocaba al ángel de mi guarda, doblaba mis rodillas juntando mis manos al cielo nombrando con mucho amor el dulce nombre de María…Rezaba todas las mañanas para que Dios convirtiera los corazones de los secuestradores, para que se dieran cuenta del mal que estaban haciendo, no solo a mi sino a muchas personas que tenían secuestradas»

Camino Católico.-  La Hermana Gloria Cecilia Narváez de las Franciscanas de María Inmaculada, secuestrada por yihadistas en Mali durante casi 5 años ha explicado su experiencia vital, el miércoles 23 de marzo de 2022, en la VI Noche de los Testigos en la catedral de la Almudena, de Madrid, organizada por la fundación pontificia  Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).

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jueves, 29 de julio de 2021

Charles Mbikoyo fue secuestrado, con 13 años, con 39 niños, para convertirlos en niños soldado y es sacerdote: «Rezaba mucho. Dios existe y la prueba es que escapamos todos»

 


*  «Íbamos a la iglesia con mis padres y cuando veía al sacerdote celebrando Misa, solo quería ser como él. Le imitaba dando galletas a mis hermanos como si fuera la comunión…  He perdonado a quienes nos capturaron. Cuando estaba secuestrado solía pensar que ellos también habían sido niños. Niños a los que habían secuestrado a su vez, y a los que habían convertido en robots de la violencia. Han crecido combatiendo, en medio de la guerra y no conocen otra cosa»

El vídeo-testimonio del padre Charles Mbikoyo puede verse con los subtítulos en español entrando en subtítulos C, acto seguido en la ruedecita de la derecha de configuración, luego en subtítulos, después en traducir automáticamente y eligiendo el español

*  «Cuando me convertí en sacerdote, dije: ‘Ésta es una verdadera vocación’, porque, con todo este sufrimiento, tal vez me hubiera ido del seminario pensando que ese no era mi llamado. ¿Por qué debería tener todo este tipo de sufrimiento en mi vida? Me di cuenta de que no, esa es mi vocación… Mi país está en problemas y todo el mundo está traumatizado. Entonces, como sacerdote, cuando regrese, mi papel es dar esperanza a aquellos que han perdido la esperanza . Me gustaría ayudar a los niños soldado a salir y recuperar su vida. Creo que soy un ejemplo de que otra vida es posible»

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viernes, 28 de julio de 2017

José Rodrigo Jaramillo secuestrado por guerrilla colombiana fue liberado tras rezar el rosario y Dios cambió su vida: «Dije: ‘¡Dios mío me pongo en tus manos haz lo que quieras de mí!’»


* "Fue un rosario larguísimo porque medité todas las frases de las 50 Ave Marías… Cuando terminé escuché a los secuestradores decirme: «Rodrigo perdónenos, no le vamos a hacer nada, lo vamos a llevar a su casa»; y así fue, me pusieron una ropa de ellos, me montaron en el carro y me dejaron al frente de la iglesia de mi casa, Nuestra Señora  de los Dolores en el barrio robledo de Medellín”

domingo, 25 de junio de 2017

El padre Samuel Okwuidegbe fue secuestrado y lo ataron para quemarlo: la oración fue lo que le hizo sobrevivir

* “En todo esto Dios me reveló que nunca me abandonó en la selva,  incluso cuando estaba fuera de todo alcance. Dios oyó mis oraciones y estaba conmigo… A veces lloro, y recibo consuelo cada vez que recuerdo las duras condiciones, después de haber tenido tanto miedo a las serpientes y escorpiones; sin embargo, Dios me dio la paz para dormir durante esas tres noches sin pensamientos de miedo…¡un milagro para mí!... Yo estaba en el valle de la muerte y Dios intervino con todas las oraciones de gente de todo el mundo. Si no fuera por todas esas oraciones, yo no habría sobrevivido a esta terrible experiencia”

jueves, 16 de abril de 2015

Hajara, adolescente cristiana nigeriana secuestrada por Boko Haram, cuenta cómo salvó la vida: «Mejor morir que abandonar mi fe»


«Le dije a mi mejor amiga que rezáramos, y empezamos a rezar y rezar. De pronto, sentí una fuerza en mi interior que me decía que tenía que escapar. Mi mejor amiga me contestó que si yo saltaba, ella me seguiría. Dudaba qué hacer, pero seguía esa fuerza en mi interior. Llegado un momento, mi amiga y yo, rezamos y saltamos. Estuvimos seis horas caminando. Sentía dolor, pero sólo pensaba: Aleluya, Dios me ha salvado de mis captores»

sábado, 14 de febrero de 2015

Kayla Mueller, joven americana secuestrada por el ISIS y muerta, hizo llegar una carta manuscrita a su familia: “Me he entregado a Dios”


“Por Dios, más por vuestras oraciones me he sentido tiernamente recogida cuando caía, se me ha mostrado la luz en la oscuridad. He aprendido que incluso en la prisión, uno puede ser libre…. . Rezo cada día que por lo menos, hayáis sentido una cierta cercanía, más entrega a Dios también, hayáis formado un lazo de amor y apoyo entre unos y otros... Por favor tened paciencia, dad vuestro dolor a Dios"

martes, 20 de mayo de 2014

Clotilde Silva perdonó e intentó llevar a la fe en Cristo a quien secuestró, abusó y asesinó a su pequeña hija Sofía de 6 años


“Dios ha creado en mí un corazón sin rencor, sin odio hacia las personas. Yo soy una hija de Dios y debo actuar conforme al Señor, no como actúan los hombres. Él nos dice que tenemos que ser como niños y recibirlo. Cuando uno ama de verdad con el corazón, cuando tú abres tu corazón a Cristo, Dios te abre las puertas, tus ojos brillan de otra manera, pero cuando estás ciego, aunque tengas a tu lado la flor más linda no la vas a ver”

viernes, 12 de julio de 2013

José Antonio Ortega Lara, secuestrado por ETA: “Dios está a tu lado como un amigo que comparte contigo tu desdicha, reza contigo y no hurga en tu herida”

“La oración va evolucionando; se vuelve más dinámica y fluida, desinteresada, se va despojando de trabas y reproches, y te hace sentir libre para decirle a la otra parte lo que sientes o piensas con absoluta sinceridad y sin contrapartidas…La oración no es ya una prueba de sumisión a Dios, sino que es una expresión de libertad que surge de lo más profundo de tu alma. Rezas de corazón, y el alma se va liberando poco a poco de la desesperación que la aterroriza y que te hace sentir despreciado, abandonado y desahuciado”
12 de julio de 2013.- (Javier Lozano / Religión en Libertad  / Camino Católico)  José Antonio Ortega Lara se convirtió con su ejemplo en una de las personas referentes y a seguir por la sociedad española. Su historia, marcada por el azote del terrorismo, no se ha dejado marcar por ETA sino que recobró su vida con normalidad. Y en todo esto tuvo que ver mucho la fe y sobre todo la oración. La propia y la ajena. 
El que fuera funcionario de prisiones vivió una de las peores experiencias imaginables al estar secuestrado en un diminuto zulo durante 532 días. Sin ventilación y en condiciones infrahumanas. Pero ni aún así pudieron con él. En su rutina del día a día tenía a Dios en un lugar principal, sabiendo que era el pilar en el que debía apoyarse para no sucumbir durante el cautiverio. Poco después  de su liberación afirmaba que durante el secuestro “procuraba hacer ejercicio todos los días, leer y rezar, rezaba hasta nueve rosarios al día”. Leer más...

jueves, 13 de diciembre de 2012

Giuseppe Lubrano, capitán de barco, 10 meses secuestrado en alta mar: “Dios estaba con nosotros”

“Los secuestradores eran de otra religión y me decían: “tú rezas al Dios equivocado”. Yo les decía que no, que Dios es uno solo, simplemente lo llamamos de manera distinta”
13 de diciembre de 2012.- (Romereports / Camino Católico) Es difícil pensar cómo es estar secuestrado durante 316 días, pero aún más difícil es pensar cómo pueden ser esos días de cautiverio en alta mar. Giuseppe Lubrano Lavadera, capitán del barco Savina Caylyn, explica que “nuestra nave transportaba petróleo crudo, una nave civil, sin ninguna particularidad. Nos vimos envueltos en una situación extrema. Esto te hace pensar que el mundo que hemos creado no es como debería ser: hay demasiadas diferencias entre ricos y pobres”. Esa fue la experiencia de Giuseppe Lubrano y del resto de la tripulación: 22 marineros que fueron secuestrados por 30 piratas somalíes. Leer más...

jueves, 6 de diciembre de 2012

Patrick Noonan, ex soldado británico secuestrado en Sudán al que le ofrecieron mujeres para convertirse al islam: "Mi fe me ayudó a salir adelante en aquel calvario"

Se declara católico devoto y no dejó de rezar hasta que lo liberaron
6 de diciembre de 2012.- (M.V. / Religión en Libertad / Camino Católico) Patrick Noonan, un ex soldado británico de 48 años, fue secuestrado el pasado mes de marzo por soldados rebeldes al Gobierno en el sur de Darfur (Sudán), mientras trabajaba para el Programa Mundial de Alimentos de la ONU. Su secuestro duró tres largos meses, un tiempo en el que fue probado en su fe cuando intentaron que se convirtiera al islam. Encadenado y desnudo, aislado en un zulo de aproximadamente dos metros por metro y medio, Patrick sobrevivió alimentándose de las naranjas y la leche de camello que le ofrecían.
Soy un devoto católico y antes de ser secuestrado solía rezar por las mañanas y por la noche. Me fui a Darfur con el objetivo de ayudar a los más vulnerables y cuando me secuestraron sólo pensaba en mi familia, no hacía más que rezar.Fue sin duda mi fe la que me ayudó a salir adelante”, asegura este norirlandés, casado y padre de dos niños pequeños. Leer más...