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viernes, 15 de noviembre de 2024

Andrés Carrión hundido en las drogas y la santería quería suicidarse y acabó en la cárcel: «La misericordia de Dios es infinita y su voz ha estado conmigo porque he tenido conciencia de pecado. El miedo al infierno me salvó»


Andrés Carrión dice que "en la cárcel descubrí que el regalo más grande que Dios nos ha dado es la libertad, no tiene precio. Por eso Dios nunca se mete en nuestra libertad"

* «Empecé a pegar puñetazos en el suelo de esa celda del aeropuerto en la que me retuvieron, y a decir, en adelante 'hazlo Tú, Señor, guíame, ayúdame'. Fui llevado a una prisión preventiva. Allí los lunes se juntaban para hacer una liturgia diaria de las lecturas de la misa, daban un pequeño eco, y también rezábamos el Rosario. Me agarré muy fuerte a esa liturgia, a esa pequeña celebración que hacíamos. Un día, me llaman, salgo y veo a un sacerdote que había preguntado por mí. Mi padre había entrado en contacto con catequistas del Camino Neocatecumenal en Brasil y empezaron a mover todo para que pudiese tener algún tipo de ayuda. Ese sacerdote me confesó, me dio una palabra. Allí descubrí que el regalo más grande que Dios nos ha dado es la libertad, no tiene precio. Por eso Dios nunca se mete en nuestra libertad. El sufrimiento era terrible, dormía con ratas»

Vídeo de El Rosario de las 11 PM en el que Andrés Carrión cuenta su testimonio

* «Mi fuerza residía en la Biblia y en el Rosario, rezaba, intentaba evangelizar a mis compañeros de celda, encima en un ambiente donde estaba lleno de protestantismo.Entonces, volví a salir de permiso y conocí a una chica de allí, del Camino. Esta chica se involucró mucho conmigo. A medida que pasaba el tiempo con esta chica, en mi corazón nacía un fuego cada vez más fuerte (...). Si algún día quiero algo con esta chica tengo que dejar la droga definitivamente. De un día para otro dejé la droga. Si no hace Dios esto es imposible, me quedaban tres meses para poder salir y, de repente,  me dieron la libertad (...). Yo le digo a la gente que si Dios no existe yo no tendría que estar aquí, es imposible humanamente, por todo lo que he pasado. (...). Soy muy feliz, tengo una familia maravillosa que no me merezco, que no me la he ganado y, por tanto, sé que viene de Dios»

Camino Católico.- Andrés Carrión es español, tiene 34 años, está casado y tiene cuatro hijos. Del Camino Neocatecumenal, su historia es realmente de película. De una dura infancia en una familia desestructurada, pasó a la cleptomanía, a consumir drogas, posteriormente al tráfico de drogas, a la santería... hasta que el encuentro con Dios en la cárcel le devolvió la paz, y a conocer a la que hoy es su mujer. Acaba de contar su testimonio en  El Rosario de las 11 PM. Esta es su historia contada en primera persona con los fragmentos esenciales que relata en el vídeo: 

Nací en una familia cristiana, al uso, pero un poco desestructurada. Mi madre me tuvo con 17 años. Fue por accidente, no digo que fuera un hijo 'no querido' pero sí 'no deseado'. Mi vida, desde los primeros días, no fue nada fácil. Mi madre tuvo anorexia de joven y estuvo a punto de morir. Fue un milagro que siguiera viva. Entonces, mis abuelos maternos fueron los que me sustentaron y me criaron.

Vivía en un barrio de la zona sur de Móstoles, en Madrid. Un barrio normal y corriente en el que se ven muchas cosas. Desde bien pequeñito empecé a jugar con ciertas cosas, empecé a robar en los bazares chinos (...). Eso, poco a poco, me llevó a dar más pasos. Con 8 años di mi primera calada a un cigarrillo (...). Yo tenía una carencia muy grande de madre y de padre, y la buscaba llenar en la calle. Lo que fueron hurtos pequeños sin importancia empezaron a ser un poquito más grandes.

Esto me creó una adicción que se llama cleptomanía. Todo lo que veía lo tenía que robar, sentía que lo necesitaba, tenía que robarlo, incluso hasta a mis amigos. Con nueve o diez años ya no era feliz, y no era feliz porque, en realidad, mi corazón ansiaba lo que veía en mis amigos, que tenían padre y madre en casa. Yo no sé lo que es llegar a mi casa y decir 'hola, mamá', y 'hola, papá'. Mi vida fue un ir y venir".

Me llevaron a un colegio que me generó mucha violencia. Tenía muchos problemas en la escuela. No sentía esa paz, esa felicidad, esa tranquilidad. Estaba harto de volver con mi madre, luego con mi padre, otra vez con mi abuela. Con doce o trece años empecé a tocar los porros y me generó una adicción desde bien joven, hasta el punto de que no podía vivir sin ello. Con trece o catorce años yo ya no podía vivir sin una piedra de hachís en el bolsillo.

Tenía la adicción al chocolate, al hachís... y, con esa edad, no tenía ingresos, con lo cual solo tenía una opción, que era gastar lo que me daban de paga. Pero, como mi consumo diario era muchísimo, eso me llevaba a robar constantemente, a robar a mi familia, a mi madre... a mi abuela le he robado muchísimo, no puedo decir la cantidad de cosas de casa que le quitaba para venderlas. El día que me levantaba y no tenía una piedra de hachís en el bolsillo del pantalón me generaba una ansiedad...

Andrés Carrión asegura que "a mí Dios nunca me ha dejado ni siquiera un segundo, siempre ha estado conmigo, a pesar de todo el sufrimiento que tenía desde pequeño"

Esto me llevó un punto de querer quitarme la vida, con 15 años ya no quería vivir más, era un completo infeliz. Pero mi padre había vuelto a retomar contacto conmigo, gracias a la Iglesia y en concreto al Camino Neocatecumenal, porque él también tuvo una juventud muy complicada por la droga. Sus catequistas le invitaron a recuperar esa paternidad que había perdido. Entonces me empezó a llevar a la Iglesia. Con nueve o diez años yo participaba de las eucaristías con la comunidad de mi padre, veía en la Iglesia algo que me llamaba mucho la atención, sentía, y vivía, una paz, y una felicidad.

A mí Dios nunca me ha dejado ni siquiera un segundo, siempre ha estado conmigo, a pesar de todo el sufrimiento que tenía desde pequeño. Yo tenía una doble vida, cuando iba con mi padre a la Iglesia me iba calando poco a poco, y, con 15 años, me invitaron a hacer las catequesis del Camino. Estaba feliz de estar ahí pero, al mismo tiempo, la calle, el mundo lo tenía tan dentro de mí que no podía soltarlo solo. Me acuerdo de que iba a las celebraciones con una piedra de hachís en el bolsillo, comulgaba con una piedra de chocolate en el bolsillo. Muchas veces he comulgado en pecado mortal. Estaba totalmente absorbido en el mundo de la delincuencia.

Empiezas por una cosa simple y luego pasas a otras drogas, a ver la cocaína, el cristal, drogas sintéticas... Me pasaba noches enteras en Madrid de fiesta drogándome. Hasta que un día, acabé tirado inconsciente en una calle. Había consumido tantos tipos de drogas que no sé por qué no me llegó a pasar algo más. Llegué a desarrollar un trastorno de doble personalidad, en la Iglesia era una persona y fuera otra totalmente diferente.

La droga te genera mucha violencia interna y mi abuela me amenazaba con no dejarme entrar en casa. Un día cumplió su promesa y, gracias a Dios, acabé en la calle. Con 20 años me ofrecieron ganar un dinero fácil, era para hacer un transporte de drogas. Estaba sumido en tantos problemas, y tenía tanta ansia de dinero, que lo acepté sin ningún problema. Era hacer un viaje a Venezuela con todos los gastos pagados, me montaron en un avión y me llevaron para allá. Aquí empieza a torcerse la cosa. Me acuerdo de que me recibió una chica, con la cual tuve una relación personal bastante fuerte.

Ella me dijo que no lo hiciera, porque me iban a meter en la cárcel 15 años. Vi un ángel de Dios que me avisaba, aunque tengo que decir que esta chica es un milagro, porque iba a ganar dinero conmigo, no es que fuese una persona de bien, formaba parte de este negocio. Le hice caso en todo momento, la voz de Dios siempre estuvo conmigo. Siempre he tenido esa conciencia de pecado. Decidí no hacerlo y eso generó un problema grande, estamos hablando de traficantes, de cosas muy serias, hay mucho dinero envuelto. Entonces tuvimos que inventar un accidente de tráfico, que me había roto el fémur y que no podía volar. Cogimos a un maquillador profesional que me maquilló, que me vendó la pierna. Pero el chico, desde España, estaba interesado en venir a ver mi estado.

El tiempo se iba alargando y el chico seguía insistiendo en que iba a venir. Entonces decidí quedarme durante un tiempo en Venezuela. Mis padres pusieron una denuncia por desaparición, y, a los dos meses, les llamé y les dije que estaba allí.


Andrés Carrión reflexiona que "volví a la iglesia, mi comunidad seguía rezando por mí, es muy importante tener una comunidad que rece por ti, porque la vida no sabe las vueltas que te puede dar"

Esta amiga, que en teoría era amiga, participaba de una cosa que se llama la santería. Yo he llegado a participar de un rito satánico, te hacen lavados con gallos, cortan la cabeza de los gallos y te limpian. He llegado a hablar incluso con demonios, he llegado a ver cómo mi propia amiga era poseída delante de mí. De la nada más absoluta era poseída por un espíritu que entre tres personas no éramos capaz de sostenerla. Luego me llevaron a hablar con un demonio, con una persona que había sido poseída por el demonio, que hablaba una lengua muy rara, era un lenguaje muy extraño, que yo no entendía, lógicamente.

Estuve nueve meses, hasta que llegó un punto en el que ya tenía que volver a España. La vuelta era muy complicada, me esperaba gente... Durante los primeros días me escondía entre los coches. No podía hacer vida normal, no podía salir a la calle, y una vez, por casualidad, uno de mis mejores amigos me vio y vino a mi casa, y, durante un tiempo, me mantuvo en secreto, me llevaba en coche a otro sitio donde seguía consumiendo droga. Seguía en esa vida de la drogadicción.

Un día me dijo que tenía que plantar cara y decir que estaba aquí, y quedamos con esa persona que llevaba el tema del narcotráfico. Fui pensando que iba a morir, literalmente, ellos no sabían que lo del accidente era un montaje. Yo pensaba que sí lo sabían y que querían cogerme para pagar las consecuencias. Para mi sorpresa, después de un rato largo hablando con esta persona, me dijo que a mí no me iba a pasar nada, pero que la otra chica iba a morir. Entonces la avisé, me dijeron que no lo hiciera, pero cómo iba a quedarme callado, si esta chica a mí me salvó de estar muerto. Ella cometió el error y habló con ellos, y entonces me tacharon de chivato. Me pusieron una cantidad económica que tenía que pagar, yo no tenía dinero y me obligaban a robar, me llevaban a centros comerciales y me obligaban a robar para ir pagando esa deuda. 

Entonces volví a la iglesia, mi comunidad seguía rezando por mí, es muy importante tener una comunidad que rece por ti, porque la vida no sabe las vueltas que te puede dar (...). Intenté hacer una nueva vida, pero la calle seguía tirándome. Hasta que con 22 años me volvieron a ofrecer otro transporte de droga, en ese momento estaba en la miseria más absoluta, vivía en la calle. Mi abuela ya no me abría las puertas de su casa. Ocupaba pisos de nueva construcción, para poder pasar la noche allí y, a la mañana siguiente, me iba a un hospital público, me aseaba, y volvía a la vida en el barrio a seguir fumando porros.

Había caído en la cocaína, había gastado mucho dinero. En dos meses, unos 6000 euros, que eran de mi abuelo, él me dejó un dinero para poder montar un pequeño negocio, pero lo acabé malgastando en droga. Me llegué a quedar en 50 kg, esquelético perdido, no comía, solo consumía, fue terrible. Intenté volver a la Iglesia. Dios siempre está abierto a la conversión de quien se arrepiente y soy testigo de ello.

Durante estos años tuve un intento de suicidio, cogí un cuchillo... como yo no sabía lo que era ser feliz, para mí quitarme la vida no era un problema. El problema era que tenía esa voz de Dios, y una vez  escuché que el que se suicida tiene unas papeletas muy grandes para ir al infierno. Está claro que la misericordia de Dios es infinita. Ese miedo a ir al infierno a mí me ha salvado.


Andrés Carrión al salir de permiso de la cárcel conoció a la que hoy es su esposa

Me llegaron a ofrecer este segundo viaje y no me lo pensé ni siquiera un minuto, mi vida estaba tan destruida, estaba en la calle, no tenía nada que perder. Partí para Perú y allí estuve un mes y medio, viviendo en un hotel, drogándome, esperando el momento para hacer el viaje y volver a mi casa. Con la buena intención de que con ese dinero iba a recomenzar una nueva vida, pero eso era mentira. Aquí empieza la verdadera historia de conversión.

En Brasil, en la fila del avión, sacaron la cocaína y un policía me dijo que la cárcel iba a ser mi casa durante los próximos 4 años. Fue un punto de inflexión muy grande, el mayor de mis problemas era que había vivido toda mi vida haciendo mi voluntad. Empecé a pegar puñetazos en el suelo de esa celda del aeropuerto en la que me retuvieron, y a decir, en adelante 'hazlo Tú, Señor, guíame, ayúdame'. Fui llevado a una prisión preventiva. Allí los lunes se juntaban para hacer una liturgia diaria de las lecturas de la misa, daban un pequeño eco, y también rezábamos el Rosario. Me agarré muy fuerte a esa liturgia, a esa pequeña celebración que hacíamos. 

Un día, me llaman, salgo y veo a un sacerdote que había preguntado por mí. Mi padre había entrado en contacto con catequistas del Camino Neocatecumenal en Brasil y empezaron a mover todo para que pudiese tener algún tipo de ayuda. Ese sacerdote me confesó, me dio una palabra y vino unas tres o cuatro veces a verme (...). Fui condenado a cinco años y medio, pero la condena se me redujo a un año y once meses (...). Allí descubrí que el regalo más grande que Dios nos ha dado es la libertad, no tiene precio. Por eso Dios nunca se mete en nuestra libertad. El sufrimiento era terrible, dormía con ratas.

Tuve un permiso en la cárcel de una semana, pero volver por tus propios pies a la cárcel no fue nada fácil, caí en una depresión (...). Mi fuerza residía en la Biblia y en el Rosario, rezaba, intentaba evangelizar a mis compañeros de celda, encima en un ambiente donde estaba lleno de protestantismo. Todas las semanas se hacía un culto obligatorio, tan obligatorio que si no asistía te pegaban una paliza. Cuando participaba de esos cultos lo que hacía era rezar el Rosario. Mi cuerpo estaba preso pero mi espíritu estaba libre. 

Entonces, volví a salir de permiso y conocí a una chica de allí, del Camino. Esta chica se involucró mucho conmigo y me llevaba a varios sitios, me invitó a su casa a comer. Intentó hacérmelo lo más agradable posible. A medida que pasaba el tiempo con esta chica, en mi corazón nacía un fuego cada vez más fuerte (...). Si algún día quiero algo con esta chica tengo que dejar la droga definitivamente. De un día para otro dejé la droga.

Si no hace Dios esto es imposible, me quedaban tres meses para poder salir y, de repente,  me dieron la libertad (...). Yo le digo a la gente que si Dios no existe yo no tendría que estar aquí, es imposible humanamente, por todo lo que he pasado. (...). Soy muy feliz, tengo una familia maravillosa que no me merezco, que no me la he ganado y, por tanto, sé que viene de Dios. Espero que pueda haber ayudado a alguien, la Iglesia está para ayuda.

Andrés Carrión

lunes, 11 de noviembre de 2024

Alexis Gámiz era punk, con 16 años se fue de casa, delinquió, traficó, se hizo adicto a las drogas e iba a suicidarse: «Dios me amó y transformó mi vida en la Comunidad Cenáculo»


Alexis Gámiz tuvo una experiencia profunda del amor de Dios cuando estaba hundido en la oscuridad

* «Me siento un pecador público, un desgraciado, pero amado por Dios. Experimento en mi vida diaria que Dios ayuda y no me da miedo decir que Dios existe y que ha cambiado mi vida y que puede cambiar la tuya también… Mi vida ha sido pasar de la muerte a la resurrección, de las tinieblas a la luz»

Camino Católico.- “Mi vida ha sido pasar de la muerte a la resurrección, de las tinieblas a la luz”, dice Alexis Gámiz, que era punk y alérgico a las normas. Con tan solo 16 años, se fue de casa, empezó a delinquir y a traficar con drogas. La adicción a la cocaína, la heroína y otras sustancias, le hicieron descender a los infiernos durante varios años, llegando a acumular 104 causas judiciales por todos los delitos que había cometido. Ver morir a algunos de los que se drogaban con él y acabar en prisión le hizo tocar fondo.hasta que un día no pudo más y, estando al borde del suicidio, pidió auxilio desesperado a sus padres.

Con la ayuda de su familia pudo conocer la Comunidad Cenáculo. Allí, encontró la medicina que necesitaba: el amor de Dios y de sus hermanos en la Comunidad.  Es una historia de redención total que recogió Juan Manuel Cotelo en un episodio de Contagiosos. Hoy, Alexis tiene 37 años, es padre de 5 hijos, está felizmente casado y es un maravilloso ejemplo de superación y de esperanza. Cuando se grabó el vídeo del testimonio tenía 4 años menos y todavía no habían nacido dos de sus hijos. Entonces vivía en Tarragona y ahora en Terrassa.

Dios entró como un vendaval en su vida, aunque tuvo que sufrir mucho para salir de los infiernos. Su cambio fue tan enorme gracias a la oración que sus padres, que se iban a separar y no eran creyentes, fueron alcanzados por esta gracia y decidieron casarse por la Iglesia. Todos los jóvenes de la comunidad de Alexis organizaron la boda.

Este joven que ahora vive en Terrassa con su mujer Ángela y sus hijos relata cómo desde el inicio de la adolescencia tuvo muchos problemas de comportamiento en casa. Tuvieron que cambiarle incluso de colegio y al llegar al instituto conoció a nuevos amigos con los que en vez de ir a clase se iba a fumar porros.

“La relación con mi familia se fue autodestruyendo. El conflicto con mis padres se fue agrandando”, cuenta Alexis. Así fue como finalmente a los 16 años decidió irse de casa. En aquel momento era punk. “Me fui a vivir a la calle, de ir de concierto en concierto, me metí poco a poco en este ambiente radical. Me dejé cresta, me tatué. No tenía normas… iba de tipo duro. Empecé a delinquir, traficando, robando comida…”, relata.


Alexis Gámiz cuando era punk

Al final acabó comiendo de la basura. Toda la felicidad que creía que viviría al hacer su vida no existía y con 19 años ya era adicto a la cocaína. Confiesa que sabía “en qué situación estaba, pero era orgulloso. Me era difícil pedir ayuda precisamente por ese orgullo”.

De la coca pasó a la heroína creyendo que así podría olvidar los problemas y vivir el resto de su vida en otra dimensión. Sin embargo, Alexis afirma que veía a la gente “morir a mi lado y eso me marcó así que necesitaba consumir el doble y pincharme más. Vi que la vida se me iba”.

No tenía ni 20 años y ya acumulaba 104 causas judiciales hasta que en una de ellas le arrestaron, le llevaron al calabozo y después a la cárcel. Pese a que en aquella vida que llevaba creía tener muchos amigos los únicos que fueron a visitarle fueron sus padres, a quienes tanto había hecho sufrir. “Me dejaron salir en libertad condicional y vi que tenía que haber un antes y un después así que por primera vez pedí ayuda a mi familia”, cuenta Alexis.

Sus padres lo acogieron en casa y con ellos pasó todo el síndrome de abstinencia, con todo lo que conllevaba. Pudo ver el tremendo amor de sus padres. Buscando una ayuda más específica les dieron el teléfono de un sacerdote que les informó sobre la Comunidad del Cenáculo. Y fueron a la casa que tienen en Lourdes.

“Llegamos a Lourdes. Mis padres no tenían nada de fe, no éramos creyentes. Pero entré allí y vi a madre que se sentó delante de la Virgen y se puso a llorar. Yo ya me volví loco”, recuerda de aquel momento.

El inicio en la comunidad no fue fácil. No podía fumar, no había teléfonos móviles, ni chicas... Le dijeron que allí rezaría. Además, le cortaron la cresta y sus padres volvieron a España. Alexis fue después a la casa que marcaría su vida, en el norte de Francia, y su existencia se fue transformando.

“A los 6 meses vino mi madre y me comentó que mis padres querían separarse y yo creía que era la mejor forma de salirme de la comunidad. Pero mi ángel de la guarda (persona encargada de velar por cada uno en la casa) me dijo que lo mejor que podía hacer era levantarme a las dos de la mañana e ir a la capilla rezar por ellos para que Dios les ayudara”, explica.


Alexis Gámiz orando en la capilla de la casa de la Comunidad Cenáculo de Tarragona

El tiempo pasó y tras un tiempo vio que sus padres estaban fenomenal, seguían juntos y hasta iban a misa. “Allí me asusté, no podía ser real, fue como un milagro”. Fue entonces cuando Alexis pidió perdón a sus padres por primera vez. “Fue como romper cadenas –agrega- como una liberación total, sobre todo para ellos. Se confesaron y les dio el deseo de casarse por la Iglesia. Nosotros fuimos los que preparamos todo, la celebración, la música, los cantos…”.

A los dos años de estar en la comunidad a los jóvenes se les envía a casa una semana para que puedan ver a su familia fuera de la casa comunitaria. Sin embargo, nada más llegar a Barcelona la Policía detuvo a Alexis por una de las causas pendientes que tenía de años atrás. Estuvo tres meses en la cárcel.

Pese a todo -explica- “pude ver en ese tiempo en la cárcel que el rosario me daba una fuerza tremenda para no caer en la tentación. Sentía la fuerza de esos amigos de verdad de la comunidad. Me venían a ver solo para 20 minutos de cristalera. Para decirme: ‘hermano estamos aquí’. La comunidad era una familia. Venían mis padres que me daban paz”.


Alexis Gámiz y su esposa Ángela el día de su boda

Al salir ya se incorporó a la comunidad del Cenáculo de Barcelona. Su encuentro con Dios era total y unos años después sintió el deseo de salir de la comunidad y empezar a rehacer su vida. Y así fue como en un retiro en Ávila conoció a la que hoy es su mujer, que al principio se quedó sorprendida al ver a un joven como él, con tantos tatuajes, en un encuentro católico.

Se casaron, y ambos ya tienen cinco hijos. Sin embargo, la Comunidad sigue ahí y visita a lo jóvenes siempre que puede con regularidad, colabora con ellos y atiende a quienes quieren entrar para recuperarse de adicciones o de cualquier problema incluso existencial. Y para muchos es ahora un espejo en el que mirarse. “Cada vez que veo a uno de estos chicos y tengo un cara a cara con él me veo reflejado. Con tanto mal que he hecho es una oportunidad de cubrirlo con el bien”, agrega.


Alexis Gámiz y su esposa Ángela con sus dos hijos mayores, Pablo y Sara, en una imagen de hace tres años

“Yo me siento un pecador público, un desgraciado, pero amado por Dios. ¿Por qué no vas a poder tú también? Yo desde que entré en comunidad he visto muchos casos y que ahora están fuera muy bien. Hay dificultades, momentos críticos, pero experimento en mi vida diaria que Dios ayuda. Él existe y ha cambiado mi vida. Y también puede transformar tu vida”, concluye.

sábado, 21 de septiembre de 2024

Catherine, atea, sin trabajo y dos hijos, abandonada por su esposo y tentada por el suicidio, clamó: «Dios, si existes, haz algo ¡ahora! Todo cambia cuando conoces a Cristo»


Catherine creció en un ambiente ateo y anticlerical, pero siempre conservó el deseo de Dios

* «Había una vela y una rosa, ¡lo recordaré toda mi vida! Me sentí como impulsada a arrodillarme, ¡yo, que era muy tímida! La imagen me dijo: 'Perdona a tu marido'. Yo comencé a excusarme: 'No puedo, sufro demasiado'... Pero luego comprendí que tenía que recorrer ese camino. Y Cristo me dijo: 'No te inquietes, yo te acompañaré'. Entonces ese camino de perdón con el Señor. Sentí realmente su presencia y la presencia de María. Fue algo increíble. Te sientes amada, profundamente amada»

Vídeo de Découvrir Dieu en el que Catherine cuenta su testimonio

Camino Católico.- Catherine creció en una familia "atea y anticlerical", que solo cumplió, quizá por razones sociales, con la costumbre de bautizarla. Pero ese don sobrenatural de la fe quedó en ella, aunque fuese dormido, a pesar de la educación recibida: "Siempre tuve sed de Dios y siempre le busqué, a pesar de la oposición de mi padre, que era muy violenta. Busqué en el budismo y en muchas otras cosas..."

La "gran prueba" para ella vino años después: "En 1989 mi marido me dejó. Yo tenía dos niños, de 8 y 10 años. Era justo antes de Navidad y yo me veía en Chartres, sola en aquella gran casa. Me tentó el suicidio. Yo no quería, porque tenía ganas de vivir, y no quería hacerle eso a mis hijos. Entonces dije, con todo mi corazón: 'Dios, si existes, haz algo ¡ahora!'".

Sucedió "algo increíble": "Me puse a llorar como un niño de cinco años, todas las lágrimas que podía dar mi cuerpo. Me sentí invadida inmediatamente de una gran paz. Me fui a dormir. La tentación había desaparecido por completo. Y al día siguiente, sentí como que alguien me empujaba a ir a la catedral de Chartres. Yo vivía muy cerca de ella. Me senté delante de la Santísima Virgen y le dije: 'Tú eres una mujer. Tú me comprenderás'. Y durante tres meses me iba delante de María y pasaba una hora o dos horas ante la Santísima Virgen, mientras esperaba a ir a buscar a los niños al colegio". Pasado ese tiempo, sucedió un nuevo hecho extraordinario, que relata en un video testimonial en Découvrir Dieu.

."Recibí una llamada, que ahora sé que fue una efusión del Espíritu", explica, pues entonces apenas conocía "cuatro cosas del catecismo". Se acercó hasta una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, al fondo de la cripta: "Había una vela y una rosa, ¡lo recordaré toda mi vida! Me sentí como impulsada a arrodillarme, ¡yo, que era muy tímida! La imagen me dijo: 'Perdona a tu marido'. Yo comencé a excusarme: 'No puedo, sufro demasiado'... Pero luego comprendí que tenía que recorrer ese camino. Y Cristo me dijo: 'No te inquietes, yo te acompañaré'”.

Catherine asegura que todo cambia conoces a Cristo

"Comencé entonces ese camino de perdón con el Señor. Sentí realmente su presencia y la presencia de María. Fue algo increíble", resume Catherine.


Increíble porque, a pesar de que su situación no había cambiado, la forma de verla era completamente distinta: "No sé cómo describirlo. Era como una luz que me iluminaba completamente a través de mi sufrimiento. Me sentía invadida de una gran alegría: no tenía marido, no tenía trabajo, tenía dos hijos a mi cargo... y, sin embargo, me sentía radiante. Porque todos los días -soy muy mariana- le rezaba a María: mañana, tarde, noche... Y la Santísima Virgen estaba a mi lado".

Para los escépticos, alegra: "Parece algo completamente loco, pero es realmente lo que viví durante dos años".

Y ésta es la razón: "Todo cambia cuando conoces a Cristo. Te sientes amada, profundamente amada".

jueves, 18 de julio de 2024

A Joe Kelly le diagnosticaron depresión con 13 años e intentó suicidarse: «Dije: `Jesús, muéstrame que tienes un plan para mi vida’. El encuentro con Dios me ha curado»

 


* «Supe que mi fe era muy importante, empecé a ir a misa y a hablar con un sacerdote y empecé a rezar. Aquello fue una gran diferencia, porque si pides a Jesús que entre en tu vida, Él lo hace. Rezar 5 minutos por la mañana da una gran paz, porque empiezas el día y es una casilla marcada, algo cumplido, un pequeño éxito. Empecé a ir a misa y comulgar. La confesión comenzó a ser muy importante, y ahí encontraba mucha paz conmigo mismo. Pude empezar a construir una nueva vida… Ayudo a la gente a salir de la depresión a partir de mi experiencia. Podría nombrar decenas de personas por las que rezo todos los días, y sé que con eso, mejorarán. Se trata de mostrarles que alguien les ama, que Jesús estará ahí y les cuidará, aunque no lo sientan»

Camino Católico.-  Al inicio de su adolescencia Joe Kelly percibió que algo no iba como debía. Padecía los típicos problemas familiares y en el colegio, pero quedaron eclipsados cuando le diagnosticaron problemas de depresión. Tras intentar suicidarse en varias ocasiones, ha contado en el programa Cambio de Agujas de H.M. Televisión cómo un misterioso desmayo cambió su vida por completo al producirse un encuentro con Cristo, a quien él había orado pidiéndole que le mostrara el plan para su vida.

miércoles, 17 de julio de 2024

Jesús en la Asamblea de la RCCE: «Me drogaba, e intente suicidarme; Estando en la cárcel me confesé y entendí que tenía que seguir a Cristo»

 


* «Ahora yo veía los pensamientos de Dios sobre mí: eran de paz y de futuro y me tomé en serio esa promesa. Yo tenía ya la alegría de Jesús y podía pararme a hablar con Él. Cada día fui más libre para decir sí a lo bueno y no a lo malo, según la voluntad de Dios. El 6 de octubre de 1991 salí de la cárcel y llevo 33 años libre para la gloria del Señor»

Camino Católico.- Del viernes 5 al domingo 7 de julio se ha celebrado en el Pabellón Amaya Valdemoro de Alcobendas (cerca de Madrid) la Asamblea Nacional de la Renovación Carismática Católica en España (RCCE). El lema de este año ha sido "Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos" (un mandato de Jesús en Hechos 1,8). En esta edición no han venido predicadores internacionales y las predicaciones y enseñanzas han sido impartidas por los distintos responsables de la RCC en España.

Vídeo del testimonio de Jesús, emitido en directo por la RCCE 

El viernes 5 de julio por la tarde, contó su testimonio Jesús, un hombre que pasó por la cárcel en su juventud pero hoy es un responsable regional de intercesión en la Renovación de Burgos. Jesús creció en Sevilla, acabó la EGB y luego no estudió más. En la calle se juntó con jóvenes que se metían en líos. Con 17 años tuvo un accidente con un coche robado. «Desperté esposado en la comisaría, y no era la primera vez que llegaba allí». Con 19 años estuvo un mes en el hospital por una dosis de droga que afectó a su sangre y una bacteria que dañó su pulmón. «Yo jugaba con fuego y me quemé», recuerda.

domingo, 16 de junio de 2024

«Quiero que vivas», documental sobre la realidad del suicidio desde la fe con testimonios de varias almas que han sido rescatadas y que cuentan lo que Dios ha obrado en sus vidas 

 


Camino Católico.- H.M. Televisión presenta «Quiero que vivas», un documental que quiere acercarse a la realidad vertiginosa del suicidio desde la fe. Entre los ataques que atentan contra la vida del hombre, el suicidio está liderando y arrebatando muchas vidas, tantas veces por razones que se podría evitar con un acercamiento a la fe, con una comprensión más profunda, con encontrar sentido al sufrimiento y sentido a la propia existencia. Mientras los enemigos del alma quieren empujar a tantos hacia un final prematuro, la voz de Dios resuena con más fuerza: «Yo quiero que vivas». Pero, ¿cómo escucharán esta voz si nadie les predica? Este documental quiere cantar las obras de Dios en la vida de varias almas que han sido rescatadas, y a la vez quiere dar luz y recordar que estamos llamados a ser luz en el camino, tantas veces nublado, de tantas personas que no ven otra salida. ¿Seremos esta luz? ¿Seremos esta campana que señale el camino? Quizá alguien está esperando un mensaje de esperanza y tú se lo puedes dar.

Intervienen en el documental con su testimonio personal: María del Himalaya, María Ferrando, Montserrat Ricote Martin, Gema Jara, Mark Keller y Javier Díaz Vega, que además de ser psicólogo es autor también del libro «Entre el puente y el rio». Además de ellos hablan: P. Luke Demasi, Siervo del Hogar de la Madre; Miguel Agulló Francés, psicólogo y fundador de psicologocatolico.es; D. Álvaro Aceituno, sacerdote diocesano de Getafe; María Solano, doctora en periodismo y profesora en la Facultad de Humanidades de la Universidad CEU San Pablo.