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miércoles, 18 de junio de 2025

José Eduardo, guerrillero ateo converso en el Camino Neocatecumenal: «Iba a misa con pistola, granadas y la Biblia; vi el amor de mis hermanos de comunidad, pero ese día escuché que Dios me quería como era»


Con solo 14 años, José Eduardo pasó a integrar las filas del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en la guerrilla de El Salvador, pero Dios le salvó la vida y le llevó a encontrar su lugar en el Camino Neocatecumenal

* «El milagro moral es que ahí había una comunidad queriéndote permanentemente, y tú a ellos. No me sentí juzgado y todos sabían dónde estaba. Ahí empezó otra etapa. El Señor me había acogido. Para mí, todo ha sido un regalo y una bendición. Mis hijos, mi matrimonio, mi comunidad, estar en la Iglesia… Sin la Iglesia no estaría vivo y sin ella no puedo vivir.  Si soy feliz, no es por haber pasado del tercer al primer mundo o por estar ahora relativamente bien, sino porque me he encontrado con Jesucristo»

Vídeo de  Gospa Arts en el que José Eduardo cuenta su testimonio

Camino Católico.- José Eduardo, salvadoreño de 60 años, está casado desde hace 31, tiene dos hijos y desde que tiene 14 pertenece al Camino Neocatecumenal. Pero su involucración en el movimiento no fue nada convencional. Como ha relatado recientemente en el podcast No tengo ni idea, del canal Gospa Arts, los únicos recuerdos que tiene de su infancia y primera adolescencia son los más crudos de una Guerra Fría que, en cierta forma, protagonizó como guerrillero revolucionario. La Iglesia y la comunidad, dice, "me salvaron la vida".

La guerra, que dejó como cómputo unos 75.000 muertos entre 1979 y 1991 estaba cerca de estallar cuando José Eduardo, con solo 13 años, asistió a los primeros conatos del conflicto. Como hijo de un acérrimo militante comunista, acostumbraba a acompañar a su padre a las reuniones del partido. No tardó en quedar fascinado por los llamados "campamentos de concienciación", donde miles de jóvenes empezaban a recibir el adiestramiento doctrinal, físico y militar para la revolución.

En la revolución: "Creía que estaba haciendo justicia"

Testigo de la pobreza generalizada y tras haber visto morir a niños y vecinos por la escasez, admite que nadie tenía que convencerle de nada. Inscrito en los "campamentos", fue formado para integrar la guerrilla contra el gobierno y pronto comenzó a participar en escaramuzas y sabotajes, o como lo llamaban, "los preparativos para la guerra popular". "Estaba convencido de estar haciendo justicia", remarca. 

Tendría 14 años cuando recibió su primera herida de guerra, cuando vio morir a su novia de un tiro en sus brazos y cuando, al fin, participó en la guerra contra el gobierno, muy diferente a las escaramuzas que conocía.

"Recuerdo el miedo, toda la noche cayendo las ramas por donde pasaban las balas como luces, pasar toda una noche bajo la raíz de un árbol y las balas y los tiros por todos lados", relata. En los campamentos había recibido instrucción para controlar el pánico, pero mirar la muerte a la cara era diferente.

Finalmente, la ayuda militar proveniente de Estados Unidos llevó al ejército gubernamental a imponerse sobre los primeros sofocos. El campamento del joven salvadoreño quedó destruido, los guerrilleros quedaron dispersos y sin darse cuenta, cruzó la frontera a Honduras huyendo de la muerte.


Milicias del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, a las que pertenecía José Eduardo con solo 14 años 

"Totalmente ateo", salvado por un sacerdote

"Llegamos a una parroquia y el cura nos acogió. Nos metió en unos camiones y gracias a él volvimos a San Salvador. Lo primero que hice fue ponerme en contacto con el Partido y me mandaron con una familia, cerca de la parroquia salesiana María Auxiliadora, sin poder salir de la casa", relata.

Pasaban los días y José Eduardo y sus dos compañeros tan solo salían a hacer algo de gimnasia de madrugada, cuando nadie podía preguntarse quienes eran. Su tiempo de ejercicio terminaba con el comienzo de las clases en el colegio más cercano, pero también con la primera misa de la parroquia, que captó su atención.

Criado sin más formación religiosa que la impartida por su abuela a cambio de alguna paga, admite que "no tenía ningún deseo de trascendencia" y que era "totalmente ateo". Pero el tedio de las largas horas encerrados en el "piso franco" del partido acabó pesando más y preguntó a Antonio, el hombre del Partido que custodiaba la casa, si podían aceptar la invitación del párroco e ir a misa como lectores.

En misa con la "uzi", granadas y pistolas

"Haced lo que queráis, pero id armados", les dijo. La orden del Partido era "morir matando", y debían estar preparados para cualquier cosa. Así que el guerrillero empezó a ir a misa cada domingo, acompañado siempre de una mochila con una magnum, un par de granadas, cargadores y el icónico subfusil uzi.

A las misas pronto se sumó su asistencia a catequesis, justo en el momento en que se fundaba precisamente en su parroquia la primera comunidad del Camino Neocatecumenal. "Id donde queráis siempre que vayáis armados y no salgáis de la zona", le respondieron de nuevo. Lo mismo ocurrió con la primera convivencia a la que le invitaron, de tres días de duración.

El guerrillero fue testigo directo de un suceso que marcó la historia del país. Quedaba solo un día para concluir la catequesis y dar paso a la "entrega de la Palabra", una ceremonia en la que el obispo de la diócesis entrega una Biblia a los catecúmenos. Era un 24 de marzo de 1980, y estaba previsto que presidiese la ceremonia el obispo Óscar Arnulfo Romero, cuando llegó el sacristán entre lágrimas. "Lo han matado", anunció.

Aquel día es por muchos considerado como el inicio formal de la guerra civil en El Salvador.

Conociendo el Camino: "El amor fue lo que me atrajo"

Rememorando su primera convivencia en el Camino, recuerda que, como en misa, también llevó todo su arsenal. Tenía 15 años y seguía "sin creer en nada" pero, sin darse cuenta, empezaba a ser considerado un miembro de pleno derecho en la comunidad cristiana.

"Algo empezó a entrar en mi corazón, sin darme cuenta. Fue el amor entre los hermanos. No tenía amigos, mi familia era muy desestructurada y no tenía una figura materna, solo a los compañeros de la guerrilla. Por eso, al no conocer el calor de la familia o de la madre, ahí sentí un cariño especial", relata.

Recuerda una imagen, cuando en plena misa se le cayó la pistola, como ejemplo del "milagro moral" que protagonizó. "Mis hermanos lo veían y no me decían nada. Me querían tal y como era. El amor fue lo que me atrajo. El milagro moral es que ahí había una comunidad queriéndote permanentemente, y tú a ellos. No me sentí juzgado y todos sabían donde estaba. Ahí empezó otra etapa. El Señor me había acogido", comenta.

Tras un complejo proceso de "desintoxicación" ideológica, el guerrillero volvió a ser llamado al combate. Recuerda un profundo conflicto interior, "no porque me hubiese convertido, sino por el sentimiento, por haber tenido una relación con ellos, un cariño especial".

Pero volvió a la guerra, y en esta ocasión fue más cruda que nunca. Ahora los guerrilleros tenían nuevos y mejores armamentos, la M16 o tanques entre otros, pero el gobierno también contaba con ayuda.

"Una bestia" rescatada: entre balazos, cadáveres y tripas

Recuerda aquella nueva guerra como el momento que más miedo pasó. Ahora el conflicto era "una guerra convencional", viendo caer a guerrilleros a su lado o a los enemigos a los que disparaba, empezando a ser consciente de "hasta qué punto se pierde el concepto de persona" en la guerra.

"Ya no tienes ni miedo, y mucho menos escrúpulos. Te daba igual. Perdía hasta los sentimientos al recoger a mis compañeros, a veces las tripas o trozos colgando de las bombas. Si sales de ahí sin nada que te ablande, eres una bestia", explica.

Pero a él le esperaban. Gracias a Dios, dice, "el Señor me rescató y ablandó el corazón". Tras cuatro meses en la guerrilla, derrotados pero vivo de nuevo, José Eduardo volvió a su comunidad. Sintiéndose parte de ella, recuerda que continuaba sin creer tras su regreso. Hasta que un día, en una catequesis, y aún sin poder explicarlo por completo, experimentó un torrente de fe que compara al fluir del agua en una presa totalmente abierta.

"Sin la Iglesia no estaría vivo"

"Entendí sin entender. Se me abrió un panorama en el que no podía unir el puzle, pero lo entendí. Experimenté la conversión a través de una palabra. Había visto los signos, el amor entre hermanos, la forma en que me acogió la Iglesia, pero ese día fue mi conversión. Escuché que Dios me quería como era", explica.

El momento decisivo fue la primera confesión en su vida, sin saber acusarse de mucho más que de haber acudido a la guerra de forma voluntaria o haberse dejado llevar por el "odio y ansia de matar". Aún recuerda entre lágrimas la respuesta del sacerdote: "Tú no tienes ningún pecado, porque eras un niño. Has sido víctima de la historia y tú eres de los inocentes. No ha sido tu culpa".

Aquella confesión sería el cambio definitivo en una vida que continuó primero en el exilio en Panamá y después al casarse, hace ya 31 años, y tener sus dos hijos.

"Para mí, todo ha sido un regalo y una bendición. Mis hijos, mi matrimonio, mi comunidad, estar en la Iglesia… Sin la Iglesia no estaría vivo y sin ella no puedo vivir.  Si soy feliz, no es por haber pasado del tercer al primer mundo o por estar ahora relativamente bien, sino porque me he encontrado con Jesucristo", concluye.

viernes, 14 de marzo de 2025

Kenza, 19 años: «Crecí en la fe musulmana, pero una amiga me orientó+ hacia la religión católica y me voy a bautizar; Quiero seguir adelante con Cristo, que está ahí conmigo todo el tiempo, y lo pienso cuando lo paso mal»


Kenza fue llevada al catolicismo por una amiga de la escuela secundaria hasta que optó por pedir el bautismo  / Foto: Kenza

* «Fui paso a paso, a mi ritmo. Es muy bueno bautizarse muy joven, porque te nutres de tu fe desde muy pronto, pero recordaré mi bautismo el resto de mi vida. Estoy orgullosa de ello. No nací en esta fe, pero es la que eligió mi corazón»

Camino Católico.- "Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Miles de catecúmenos de todo el mundo se preparan para escuchar estas palabras la noche de Pascua, cuando reciban el bautismo. Kenza, quiere que su bautismo sea una prueba de su amor a Cristo.

En los albores de su vida adulta, Kenza, de 19 años, ya sabe lo que quiere. Hace dos años, esta joven de fuerte carácter empezó a prepararse para el mayor salto de su vida: el bautismo, que recibirá la noche de Pascua. "Llevo dos años preparándome", dice. "Tenía miedo de no estar preparada, porque dos años pasan muy deprisa. Pero me siento preparada, no tengo dudas ni miedos", asegura a Anne-Sophie Retailleau en Aleteia.

Kenza ha forjado esta voluntad de hierro a través de las pruebas de la vida con su familia. "Crecí en la fe musulmana", explica. "Mi padre era violento y tuvimos que huir. Eso me alejó de la religión cuando era adolescente". Pero la joven no ha renunciado a su convicción de que Dios existe y de que debe encontrar el camino hacia Él.

Fue el encuentro con una amiga de la escuela secundaria lo que llevó a la joven a orientarse hacia la fe cristiana. "Era muy religiosa", dice, "me contaba, los fines de semana, que iba a la iglesia; y como hablábamos de ello juntas, poco a poco me fue orientando hacia la religión católica". Kenza alimentó su incipiente fe leyendo la Biblia y rezando. Visitar iglesias valencianas con su amiga también era importante para ella, pero una mala experiencia la mantuvo alejada de la Misa durante unos meses. "Sentía que era demasiado, y cuando eres adolescente no tienes mucha confianza en ti misma y te desestabilizas fácilmente", dice. "Fui paso a paso, a mi ritmo".

Una elección de corazón

Fue en Menton, donde se había trasladado para estudiar, donde Kenza encontró una comunidad parroquial que la acogió y donde se sintió como en casa. Entonces solicitó el bautismo, que quería que fuera una prueba de amor a Cristo.

"Sé que está ahí conmigo todo el tiempo, y es lo primero en lo que pienso cuando lo paso mal", dice. Es una relación de compartir. Siempre está ahí para mí, y yo para Él: también me bautizo para demostrarle que tengo fe", insiste. Incluso insistió en dar el paso después de cumplir la mayoría de edad.

"Es muy bueno bautizarse muy joven, porque te nutres de tu fe desde muy pronto", prosigue. "Pero recordaré mi bautismo el resto de mi vida. Estoy orgullosa de ello. No nací en esta fe, pero es la que eligió mi corazón".

Kenza explica que "la oración de María es la que aprendí primero" / Foto: Kenza

En Pont-Saint-Esprit, en la región de Gard (Francia), donde se ha instalado, completa su preparación con una decena de catecúmenos. “Quiero seguir adelante con Cristo y con toda la comunidad cristiana", dice la joven. "La parroquia me hace mucho bien; voy a Misa todos los domingos y nos reunimos, siempre de buen humor". Junto a ella, en el grupo de catecúmenos, hay otra joven que pertenece al mismo club de baloncesto. Todo el equipo estará presente para apoyarlas en el gran día. Kenza también estará acompañada por su madre y sus hermanas, que la han acogido y apoyado.

María, una mujer inspiradora

Cuando se le pregunta a la joven qué oración le gusta más, responde: "La oración de María, es la que aprendí primero". Su voz cambia cuando habla de la Virgen María, y se puede oír toda la alegría, mezclada con mucha admiración.

"¡Me parecen increíblemente hermosas la oración y la Virgen María! Es una historia magnífica. Mucha gente debió de mirarla con ojos extraños, porque su historia es atípica, pero ella luchó y dio la vida a Cristo. Es una mujer muy inspiradora".

Luchar por Cristo, ¿hay mayor promesa en vísperas de su 20º cumpleaños?

miércoles, 12 de marzo de 2025

Thomas se va a bautizar en Pascua «por gratitud a Dios»: «En todas las pruebas de mi vida, Jesús ha estado ahí, nunca me ha defraudado»

Thomas ha superado muchas pruebas en la vida pensando en Dios, pese a no estar natutizado y en Pascua va a recibir el sacramento de la iniciación cristiana / Foto: Thomas

* «Cuando mi madre se quitó la vida, una de las primeras cosas que hice fue hablar con el Dios que llevaba tiempo siguiéndome en mis pensamientos. Poco a poco empecé a rezar, pero en secreto, sin decírselo a nadie»

Camino Católico.- "Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Miles de catecúmenos de todo el mundo se preparan para escuchar estas palabras la noche de Pascua, cuando reciban el bautismo. Thomas vive en Allègre (Francia), confiesa que pidió ser bautizado "por gratitud". "En todas las pruebas de mi vida, Jesús ha estado ahí, nunca me ha defraudado", asegura sin rodeos a Agnès Pinard Legry en Aleteia.

La fe era casi una mala palabra en la familia de Thomas. "Dios no existía a los ojos de mis padres", recuerda este marsellés que nunca fue bautizado durante su infancia. "Lo descubrí cuando tenía unos 11 o 12 años, creo, cuando un amigo me dijo: 'Dios no quiere que hagamos eso'. Nunca había oído esa palabra, pero era como si fuera consciente de ella sin saber exactamente lo que era". De niño, adolescente y joven adulto, Thomas no rezaba ni iba a la iglesia, pero pensaba en Dios de vez en cuando. Luego, cada vez más a menudo, sobre todo durante las pruebas a las que se enfrentó.

"Cuando mi madre se quitó la vida, una de las primeras cosas que hice fue hablar con el Dios que llevaba tiempo siguiéndome en mis pensamientos. Poco a poco empecé a rezar, pero en secreto, sin decírselo a nadie", recuerda.

Aunque vive en la tranquila comuna de Allègre desde hace tres años y medio, admite que su vida ha sido una "montaña rusa". "Fui un poco vagabundo durante unos diez años, incapaz de asentarme en un lugar por mucho tiempo", dice el hombre que ahora trabaja como desarrollador de software. Sin embargo, cada vez que viaja o se traslada, se lleva a Dios consigo. En la isla de Mayotte volvió a experimentar a Dios durante un violento altercado. "Fue entonces cuando me dije a mí mismo que algo estaba pasando". A su regreso, decidió cambiar de vida e instalarse en el Alto Loira.

"Conocí a una mujer brillante e inteligente", resume Thomas con dificultad. "Un día me dijo que estaba embarazada, me alegré muchísimo y… tres semanas después, no tenía noticias suyas. Hoy nuestro hijo tiene seis meses y estoy en pleno proceso judicial para tener derecho a verlo". Un calvario del que nunca pensó recuperarse. "Una noche, la víspera de una vista, me entró el pánico. Me sentí como en un vacio de ansiedad y estrés, aunque soy optimista por naturaleza", continúa. "Y entonces me pareció tan obvio, que recurrí a la Virgen María. Conocía su nombre, pero eso era todo. Aquella noche hablé con ella por primera vez y sentí un alivio físico y espiritual inmediato. Cada vez que recuerdo aquella noche, me quedo asombrado".

Rezar es una cosa. ¿Pero entrar en una iglesia y pedir el bautismo? No. Aún quedaban algunos pasos por dar, y fueron sus vecinos quienes le ayudaron. "Cuando llegué aquí, mis vecinos me dieron una calurosa bienvenida. Y una cosa llevó a la otra y me encontré asistiendo a una Misa y ellos estaban allí. Y me sentí tan bien en esa Misa y en las siguientes…". Por último, lo obvio. "Recibí ayuda de Dios y de María. Cristo nunca me abandonó. Pedí el bautismo por gratitud a Dios, pero también para demostrarle que me tocaba dar un paso hacia Él después de todos los que Él había dado hacia mí".

Cuando se le pregunta qué significa estar bautizado, Thomas no responde inmediatamente. Desarmado y desconcertado, el descarado marsellés da paso al silencio. Hasta que su voz, atenazada por la emoción, responde casi tímidamente: "Significa ser hijo de Dios. Incluso sin el bautismo me sentía amado por Él, pero ahora…". Y Thomas prosigue con confianza: "Entro en una nueva vida”.

martes, 25 de febrero de 2025

Gregory Czerwicki: «En la cárcel, un ateo me recomendó leer la Sagrada Escritura y empezó mi camino de conversión, descubrí la vida de Jesús de Nazaret, quien me mostró que yo valía algo»


Gregory Czerwicki inició su relación con Dios en una celda de la cárcel con 17 compañeros. Actualmente visita los centros penitenciarios para ayudar a los detenidos y a la vez persevera en la fe e invita a los otros a leer la Palabra de Dios

* «A menudo me cuestionaba varias cosas sobre las que había leído en las Escrituras. Además, mis 17 compañeros de celda no ayudaban. Al contrario, refutaban todo esto, decían que era un mito. Este proceso duró cuatro años. Más tarde me armé de valor para arrodillarme junto a la cama y orar. El proceso de conversión me mostró que puedo ser más valiente, porque alguien me acompaña en todo esto, no estoy solo. Ese alguien era, por supuesto, Jesús… Soy un exconvicto que cambió completamente su vida gracias a su conversión y hoy viajo a penitenciarías y centros de detención juvenil para compartir mi testimonio y dar esperanza a quienes se sienten derrotados»

Camino Católico.- Gregory Czerwicki pasó 12 años en prisión. Sin embargo, decidió cambiar su vida y ayudar a los demás. Hoy, este feliz esposo y padre se reúne con presos y jóvenes escolares, dando testimonio de que se puede cambiar de vida, mostrando como ejemplo sus propias experiencias muy difíciles. 

Gregory Czerwicki es autor del libro "No estás condenado", que, como él mismo dice, es "la historia de un ex presidiario que primero lo perdió todo: su familia, su libertad, casi pierde la vida, fue puesto tras las rejas durante 12 años, y luego, después de salir de la cárcel… lo ganó todo”. Entrevistado en el portal polaco Misyjne, habla de cuán importante ha sido encontrar a Cristo en la Sagrada Escritura para su resurrección personal. 

Gregory Czerwicki y su libro "No estás condenado"

- Su historia es una prueba de que la conversión es un proceso que puede tener éxito incluso cuando requiere mucho esfuerzo y tiempo. ¿Pero es la conversión un proceso que termina algún día?

– La conversión es un proceso, un camino que dura hasta la muerte. En mi caso, este proceso lleva 14 años y ahí. El proceso de conversión ocurre todos los días, tiene lugar en mi corazón, en mi cabeza, pero en realidad todo se basa en construir relaciones. Mi conversión comenzó por un impulso, este impulso fue la Sagrada Escritura. El proceso de conversión tampoco es uniforme. Hay momentos mejores y a veces más difíciles, pero cada día es un proceso de transformación.

- ¿Así que no puedes señalar un momento en el que entraste en el camino de la conversión?

– Es difícil señalar un momento concreto, pero entrar conscientemente en el proceso de conversión estuvo ciertamente relacionado con la lectura de la Sagrada Escritura, descubrir la vida de Jesús de Nazaret, quien me mostró que yo valía algo. Me mostró el camino que poco a poco empezaba a recorrer y que empezaba a conocer.

- ¿Había más alegría y fascinación por esta nueva etapa de la vida o más miedos y ansiedades?

- A veces pensaba que era imposible, que no funcionaría. En esos momentos me gustaba volver al fragmento del Evangelio donde el paralítico es llevado a Jesús por sus amigos. Su conversión comenzó gracias a otro hombre, gracias a la ayuda de sus amigos. Fueron ellos quienes lo llevaron a Jesús y allí comenzó su relación con Cristo. Gracias a esto, llegó la curación. Pero antes de que llegara la curación, primero estaba el perdón de los pecados. A mí me pasó lo mismo. Conocí a un amigo, un ateo, que me recomendó las Sagradas Escrituras.

Gregory Czerwicki en prisión y después de salir de ella

- ¿Un ateo que recomienda las Sagradas Escrituras?

- Así fue. Estando en una celda con diecisiete personas él sabía que yo buscaba esperanza, amistad y amor en la vida. Un día, me recomendó un libro que pensó hablaba de lo que yo estaba buscando. Resultó que era la Sagrada Escritura. Fue él quien puso en marcha todo el proceso que condujo a la conversión.

A menudo me cuestionaba varias cosas sobre las que había leído en las Escrituras. Además, mis compañeros de celda no ayudaban. Al contrario, refutaban todo esto, decían que era un mito. Este proceso duró cuatro años. Más tarde me armé de valor para arrodillarme junto a la cama y orar. El proceso de conversión me mostró que puedo ser más valiente, porque alguien me acompaña en todo esto, no estoy solo. Ese alguien era, por supuesto, Jesús.

- ¿Era usted creyente antes de estar en la cárcel?

– No. Fui bautizado, hice mi Primera Comunión, pero recibí el sacramento de la confirmación sólo después de salir de prisión, sólo cuando conocí a Jesús.

Grzegory Czerwicki con su familia

- Hoy, que está libre y ha formado una familia, sigue acudiendo a las prisiones para acompañar a reclusos al encuentro con Dios. 

- Soy un exconvicto que cambió completamente su vida gracias a su conversión y hoy viajo a penitenciarías y centros de detención juvenil para compartir mi testimonio y dar esperanza a quienes se sienten derrotados.

- Respecto a perseverar en la lectura de la Sagrada Escritura siempre dice: 

- Si te acercas a la Biblia como un libro, la dejarás como un libro. Si te acercas a la Biblia como una Palabra Viva y construyes una relación con ella, existe la posibilidad de que tengas una relación con esta Palabra más a menudo. Sí, porque una persona puede llegar a la conclusión de que "Dios ya me está guiando", que "ya conozco el camino correcto" y entonces dejará de lado la Sagrada Escritura. Este es un desafío común para las personas que viven en la comunidad de la Iglesia desde hace mucho tiempo, que han entrado en una rutina y ya no sienten el impulso de su corazón al escuchar la Palabra de Dios.

Encuentro de Gregory con detenidos en una cárcel

Es como el matrimonio. Cuando la rutina entra en vigor, esa relación puede desmoronarse. Lo más importante es cuidar la relación, encontrar una relación viva en la Palabra de Dios. Dios te invita. Entonces el contacto con la Palabra de Dios será algo vivo, algo que querremos cultivar y cuidar. Jesús me invitó a la conversión a través de la Sagrada Escritura, pero luego esta Palabra me llevó al sacramento de la penitencia y la Eucaristía.

Y abrir la Sagrada Escritura significa construir relaciones. Gracias a la lectura conocemos a un hombre vivo: Jesús. Y Jesús nos muestra cómo vivir.

La resocialización funcionó para mí gracias a Dios, gracias a Su Palabra. Jesús, mi amigo, me dijo: "Gregory, nos prepararemos para salir". Y duró cuatro años la preparación. De la misma manera, ahora, cuando un preso empieza a trabajar conmigo porque quiere prepararse para su liberación, suelo decir que se necesita al menos un año para prepararse bien. 

sábado, 22 de febrero de 2025

Osmanys: «Mi familia era atea y cuando de niño iba a misa me daban una paliza; robé, fui encarcelado, tengo cáncer, pero me he bautizado católico: Tenemos siempre al Señor, en los malos y en los buenos momentos»


«Cuantos más golpes me daban, más fuerza cogía para volver a la iglesia», asegura Osmanys

* «Recibir el Bautismo, con la absolución sacramental, la Confirmación y la Eucaristía fue algo único; más para uno de fuera que ha sufrido tanto para llegar a esto. Cuando añoras algo desde pequeño y has pasado dificultades, esto es un regalo de Dios»

Camino Católico.- «Siempre hay que mirar los buenos momentos y asumir los errores, bastante complicados, las cosas de las que tal vez no nos sintamos orgullosos». En la vida de Osmanys, como le sucedía a san Pablo, hay un aguijón que le atormenta. Y a él se refiere de forma recurrente en nuestra larga conversación.

Su gran buen momento, sin duda el mejor, llegó el pasado sábado, 1 de febrero, cuando recibió de manos del obispo auxiliar de Madrid José Antonio Álvarez los sacramentos de la iniciación cristiana. Su tormento, cuando se dedicó a robar, hechos por los que ha pasado poco más de un año en la cárcel.

Entremedias, una historia de anhelo profundo del Señor desde que era un niño; una infancia «que en realidad no tuve» porque enseguida tuvo que trabajar en su Cuba natal, y unos años de dedicación profesional a personas mayores en residencias de ancianos como auxiliar de enfermería, ya en España.

«Se tuerce todo cuando cometí errores» asegura a B. Aragoneses en Infomadrid. Cuando por los problemas económicos y los amigos inadecuados «me metí a robar en casas de gente pudiente». En la cárcel «reflexioné todo esto; ni me lo podía creer de mí mismo, una persona que lo ha tenido todo…». «Y es doloroso, porque estás haciendo daño a otras personas; me arrepiento mucho, me gustaría dar marcha atrás, pero…». Pidió perdón, aunque hubo quienes no se lo aceptaron.

Las manos  de Osmanys durante la entrevista

Apaleado por ir a la iglesia

Osmanys es el pequeño de seis hermanos, nacido en un pueblecito pequeño cercano al municipio cubano de Haiti. El nombre le viene de la cantidad de haitianos que recalaban allí como emigrados. Se trajeron, entre otras cosas, las prácticas de la santería, un mundo al que se acercó su familia, por otro lado radicalmente atea militante. «Pero yo me decanté por la Iglesia, desde pequeño».

No fue fácil esta opción suya, «lo pasaba mal» porque sus hermanos, que eran unos «lengüinos», cada vez que iba a la iglesia se lo decían a sus padres. «Y al volver, la "golpiza"». Que en ocasiones eran verdaderos martirios, como cuando le obligaban a ponerse de rodillas encima de latas de cerveza hasta que las arandelas le hacían sangre. «Pero cuantos más golpes me daban, más fuerza cogía para volver a la iglesia».

Osmanys pasó directamente de niño a hombre «porque no tuve infancia», se puso enseguida a trabajar sembrando arroz, y cuánta caña de azúcar no habrá comido como único alimento para poderse pagar sus estudios. «Yo he pasado hambre».

Osmanys ante una imagen de la Virgen de la Almudena

Licenciado en Economía por su país, siempre había sentido una especial predilección por el mundo sanitario. Por eso al llegar a España, hace ya 20 años, se sacó el título de auxiliar de enfermería.

Toda la vida estuvo bien de salud Osmanys hasta que «de pronto un dolor, una inflamación en el abdomen» y le diagnostican cirrosis hepática y tumor en el hígado para el que está en espera de tratamiento experimental, no quimio. Un cáncer «y es como si se te viniera todo abajo». Por eso, la trabajadora social del centro penitenciario le puso en contacto con las Misioneras de la Caridad del Paseo de la Ermita del Santo. «Aquí llevo un mes y dos días».

«El primer día me costó mucho, lo veía todo fatal». Pero ahora «me siento como en casa». El bloqueo inicial no le impidió pedir nada más llegar el Bautismo. Osmanys es un hombre acostumbrado a ir a Misa los domingos «porque ese deseo yo siempre lo he tenido; cuando tienes hambre de algo, tratas de llenarte». Y por eso, también en España, como cuando era un niño en Cuba, seguía yendo a la iglesia, «mi momento, mi paz; te llenan las palabras del padre, estar con personas que sabes que creen, que sabemos que tenemos siempre al Señor, en los malos y en los buenos momentos».

Osmanys al ser diagnosticado de cáncer pidió ser bautizado 

Vuelve el aguijón: «He estudiado y he trabajado, pero mira la tentación por dónde me ha llevado; cuando a veces nos alejamos del Señor, el diablo está acechando». Para ayudar a sus hermanos, dice, cometió «el error». Ahora, «échate la película, ellos, gente estudiada pero como el ganado cuando come hierba, tozudos». Tanto, que «les hablas del Señor y es como si te colgaran el teléfono».

De nuevo el suplicio: «Me pregunto cómo caí en ese error. Es muy duro. Porque cuando entras en una casa, no sabes quién hay dentro. Puedes irte tú o te puedes llevar a alguien por delante». Y se asoma el dolor a sus ojos en forma de lágrimas: «O puede haber niños». El gran aguijón. El miedo a qué hubiera pasado en alguna de esas si hubiera habido críos; «no por mí, pero los que andaban conmigo…».

Osmanys está ahora en la casa de las Misioneras de la Caridad

Día de fiesta

Pero la historia de Osmanys es de resurrección. Noche oscura y tres sacramentos de golpe. Ir hablando con el sacerdote que lo ha acompañado en este camino, Pedro José Lamata, fue lo más consolador. «Te estás liberando de un gran peso; cuando vas liberado de toda carga, lo demás te entra como un chute». Después, el Bautismo (con la absolución sacramental), la Confirmación y la Eucaristía. «Para mí, algo único; más para uno de fuera que ha sufrido tanto para llegar a esto». Y añade: «Cuando añoras algo desde pequeño y has pasado dificultades, esto es un regalo de Dios».

Lo vivió Osmanys ese día con auténtica emoción. Vestía traje de fiesta, también por fuera, que nunca se había puesto tan elegante —con ropa prestada—. «Me vestí, me iba al espejo, volvía a la habitación, de nuevo al espejo, nervioso». Allí estaban sus padrinos, Helena y Juan, y el obispo auxiliar de Madrid José Antonio Álvarez, «tan cercano, una persona impresionante».

En lo que lleva de nuevo cristiano, Osmanys ha comulgado todos. Nunca lo había hecho, claro, y sentía curiosidad. Resume conciso, contundente y sin rodeos: «Es fenomenal».

Reconocer la presencia de Dios en su vida

Osmanys es ahora Osmanys de la Caridad, su nombre bautismal. Lo resalta especialmente el obispo auxiliar: «La caridad de Cristo en su Iglesia a través de diferentes personas y acontecimientos, y al fin con las Misioneras, le han hecho reconocer la presencia de Dios». A José Antonio Álvarez le llamó especialmente la atención la «admiración, ilusión, la novedad con la que vivió la celebración». Osmanys «tenía los ojos radiantes» —él mismo confiesa que lloró un montón— y el corazón «bien dispuesto» para vivir el encuentro con el Señor.

Hizo especial énfasis el obispo auxiliar en el salmo proclamado ese día, «bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha visitado a su pueblo» y se refirió a cómo Dios ha ido acompañando a Osmanys, «su vida y su historia, aun cuando no era consciente, y le hace reconocer que Dios es bendito porque visita y acompaña; la bendición plena llega por la participación de su misma Vida».

Por último, afirma que la acogida de un nuevo miembro en la Iglesia es un signo de que esta es Madre, que reconoce a un hijo después de «tantos sufrimientos, soledades y abandono». «Esto es manifestación de lo que estamos llamados a vivir: anunciar el Evangelio y acoger a todos; ser Buena Noticia para el mundo». Y así, «una persona muy sufriente recobra el gozo de vivir».