Thomas ha superado muchas pruebas en la vida pensando en Dios, pese a no estar natutizado y en Pascua va a recibir el sacramento de la iniciación cristiana / Foto: Thomas
* «Cuando mi madre se quitó la vida, una de las primeras cosas que hice fue hablar con el Dios que llevaba tiempo siguiéndome en mis pensamientos. Poco a poco empecé a rezar, pero en secreto, sin decírselo a nadie»
Camino Católico.- "Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Miles de catecúmenos de todo el mundo se preparan para escuchar estas palabras la noche de Pascua, cuando reciban el bautismo. Thomas vive en Allègre (Francia), confiesa que pidió ser bautizado "por gratitud". "En todas las pruebas de mi vida, Jesús ha estado ahí, nunca me ha defraudado", asegura sin rodeos a Agnès Pinard Legry en Aleteia.
La fe era casi una mala palabra en la familia de Thomas. "Dios no existía a los ojos de mis padres", recuerda este marsellés que nunca fue bautizado durante su infancia. "Lo descubrí cuando tenía unos 11 o 12 años, creo, cuando un amigo me dijo: 'Dios no quiere que hagamos eso'. Nunca había oído esa palabra, pero era como si fuera consciente de ella sin saber exactamente lo que era". De niño, adolescente y joven adulto, Thomas no rezaba ni iba a la iglesia, pero pensaba en Dios de vez en cuando. Luego, cada vez más a menudo, sobre todo durante las pruebas a las que se enfrentó.
"Cuando mi madre se quitó la vida, una de las primeras cosas que hice fue hablar con el Dios que llevaba tiempo siguiéndome en mis pensamientos. Poco a poco empecé a rezar, pero en secreto, sin decírselo a nadie", recuerda.
Aunque vive en la tranquila comuna de Allègre desde hace tres años y medio, admite que su vida ha sido una "montaña rusa". "Fui un poco vagabundo durante unos diez años, incapaz de asentarme en un lugar por mucho tiempo", dice el hombre que ahora trabaja como desarrollador de software. Sin embargo, cada vez que viaja o se traslada, se lleva a Dios consigo. En la isla de Mayotte volvió a experimentar a Dios durante un violento altercado. "Fue entonces cuando me dije a mí mismo que algo estaba pasando". A su regreso, decidió cambiar de vida e instalarse en el Alto Loira.
"Conocí a una mujer brillante e inteligente", resume Thomas con dificultad. "Un día me dijo que estaba embarazada, me alegré muchísimo y… tres semanas después, no tenía noticias suyas. Hoy nuestro hijo tiene seis meses y estoy en pleno proceso judicial para tener derecho a verlo". Un calvario del que nunca pensó recuperarse. "Una noche, la víspera de una vista, me entró el pánico. Me sentí como en un vacio de ansiedad y estrés, aunque soy optimista por naturaleza", continúa. "Y entonces me pareció tan obvio, que recurrí a la Virgen María. Conocía su nombre, pero eso era todo. Aquella noche hablé con ella por primera vez y sentí un alivio físico y espiritual inmediato. Cada vez que recuerdo aquella noche, me quedo asombrado".
Rezar es una cosa. ¿Pero entrar en una iglesia y pedir el bautismo? No. Aún quedaban algunos pasos por dar, y fueron sus vecinos quienes le ayudaron. "Cuando llegué aquí, mis vecinos me dieron una calurosa bienvenida. Y una cosa llevó a la otra y me encontré asistiendo a una Misa y ellos estaban allí. Y me sentí tan bien en esa Misa y en las siguientes…". Por último, lo obvio. "Recibí ayuda de Dios y de María. Cristo nunca me abandonó. Pedí el bautismo por gratitud a Dios, pero también para demostrarle que me tocaba dar un paso hacia Él después de todos los que Él había dado hacia mí".
Cuando se le pregunta qué significa estar bautizado, Thomas no responde inmediatamente. Desarmado y desconcertado, el descarado marsellés da paso al silencio. Hasta que su voz, atenazada por la emoción, responde casi tímidamente: "Significa ser hijo de Dios. Incluso sin el bautismo me sentía amado por Él, pero ahora…". Y Thomas prosigue con confianza: "Entro en una nueva vida”.
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