Este domingo, 16 de marzo, niños han ido a rezar por la salud del Papa Francisco al Hospital Gemelli de roma donde está ingresado / Foto: Vatican Media
* «Os agradezco a todos por vuestras oraciones y agradezco a quienes me asisten con tanta dedicación. Sé que rezan por mí muchos niños; algunos de ellos han venido hoy aquí al “Gemelli” en señal de cercanía. ¡Gracias, queridos niños! El Papa os quiere y espera siempre encontraros»
Este domingo, 16 de marzo, niños rezando por la salud del Papa Francisco en el Hospital Gemelli de roma donde está ingresado / Foto: Vatican Media
* «Sigamos rezando por la paz, especialmente en los países heridos por la guerra: en la martirizada Ucrania, en Palestina, Israel, Líbano, Myanmar, Sudán, República Democrática del Congo»
16 de marzo de 2025.- (Camino Católico) Es la luz que transforma, que deslumbra, que se hace caricia en el dolor la que guía el pensamiento del Papa en el Ángelus que él preparó, en este segundo domingo de Cuaresma. Es la luz de la Transfiguración de Jesús que hace visible una de las verdades más grandes a los discípulos que le siguen en el monte: «detrás de los gestos -destaca Francisco- que Él realiza en medio de ellos», está «la luz de su amor infinito».
Un amor que el Papa siente «mientras afronto -escribe- un tiempo de prueba, y me uno a tantos hermanos y hermanas enfermos: frágiles, en este momento, como yo. Nuestro físico es débil pero, aun así, nada puede impedirnos amar, rezar, donarnos, ser los unos para los otros en la fe, signos luminosos de esperanza». El texto completo del mensaje escrito por el Papa Francisco es el siguiente:
Este domingo, 16 de marzo, tres niños rezan por la salud del Papa Francisco ante la estatua de Juan Pablo II en el Hospital Gemelli de roma donde está ingresado / Foto: Vatican Media
PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Texto preparado por el Santo Padre en el hospital Gemelli
II Domingo de Cuaresma, 16 de marzo de 2025
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Hoy, segundo domingo de Cuaresma, el Evangelio nos habla de la Transfiguración de Jesús (Lc 9,28-36). Después de subir a la cima de un monte con Pedro, Santiago y Juan, Jesús se sumerge en la oración y se vuelve radiante de luz. Así muestra a los discípulos lo que se oculta tras los gestos que Él hace en medio de ellos: la luz de su amor infinito.
Comparto con vosotros estos pensamientos mientras estoy atravesando un momento de prueba, y me uno a los tantos hermanos y hermanas enfermos: frágiles, en este momento, como yo. Nuestro físico está débil, pero, incluso así, nada puede impedirnos amar, rezar, entregarnos, estar los unos para los otros, en la fe, señales luminosas de esperanza. ¡Cuánta luz brilla, en este sentido, en los hospitales y en los centros de asistencia! ¡Cuánta atención amorosa ilumina las habitaciones, los pasillos, los ambulatorios, los lugares donde se prestan los servicios más humildes! Por eso, quisiera invitaros hoy a uniros a mí en las alabanzas al Señor, que nunca nos abandona y que en los momentos de dolor nos pone al lado a personas que reflejan un rayo de su amor.
Os agradezco a todos por vuestras oraciones y agradezco a quienes me asisten con tanta dedicación. Sé que rezan por mí muchos niños; algunos de ellos han venido hoy aquí al “Gemelli” en señal de cercanía. ¡Gracias, queridos niños! El Papa os quiere y espera siempre encontraros.
Sigamos rezando por la paz, especialmente en los países heridos por la guerra: en la martirizada Ucrania, en Palestina, Israel, Líbano, Myanmar, Sudán, República Democrática del Congo.
Y recemos por la Iglesia, llamada a traducir en decisiones concretas el discernimiento que se ha hecho en la reciente Asamblea Sinodal. Agradezco a la Secretaría General del Sínodo, que en los próximos tres años acompañará a las Iglesias locales en este compromiso.
Que la Virgen María nos guarde y nos ayude a ser, como Ella, portadores de la luz y de la paz de Cristo.
Francisco
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