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domingo, 9 de febrero de 2025

Martina Sua, azafata, rescatada por las oraciones de su madre de relaciones tóxicas, pensamientos suicidas y de la lujuria: «Tuve un encuentro con Dios en un retiro, hice una confesión de vida y opté por la castidad»


Martina Sua con una imagen de la Virgen María, con la afrontó la batalla espiritual para vencer su pecado de lujuria  y optar por la castidad

* «Se volvió una batalla espiritual. Un día, antes de que sucediera, escuché una voz que me invitaba a rezar el rosario, a sobreponerme y salir adelante, a dar la batalla. Y al hacerlo empecé a notar que la situación mejoraba, no solo en el plano de la castidad sino en otros muchos aspectos… Ese día, mi madre me dijo que se arrodilló y empezó a clamar a Dios, convencida de que no había nada que hacer por mí, que ya había elegido mi vida. Pero para ti no hay nada imposible, y te pido que la saques. No sé como lo vas a hacer, pero te pido que me ayudes con mi hija. Que pase algo»

Vídeo de El Rosario de las 11 PM en el que Martina Sua cuenta su testimonio

Camino Católico.-   A sus 32 años, Martina Sua, colombiana radicada en Bogotá, conoce bien el poder que puede llegar a tener la oración de una madre al pedir por sus hijos, puesto que fue rescatada por Cristo fruto de las plegarias de su progenitora, después de vivir en promiscuidad continuada, en relaciones distintas, algunas tóxicas, depresión y pensamientos suicidas. Hoy, se ha confirmado, vive en castidad y ha concluido su consagración a  Jesús por la Virgen María. Cuenta su testimonio en el canal  El Rosario de las 11 PM.

Criada por una madre católica y un padre agnóstico unidos en matrimonio civil, explica que tenía solo dos años cuando sufrió la traumática separación de sus padres. Aunque fue bautizada y recibió la comunión, recuerda que su formación espiritual provino especialmente de su familia materna y de su colegio llevado por religiosas.


Aunque sus padres retomaron la relación una década después, Martina nunca pudo tener una estabilidad emocional total. Sus padres volvieron a entrar en una fuerte crisis de la que no pudieron recuperarse.


Acogida junto a su madre por su abuela en Bogotá, volvió a acusar la falta de un padre en su vida, al que veía dos veces al año. Aquella ausencia le provocó unas heridas de afecto, seguridad y autoestima que comenzaron a aflorar a los 15 años, agravadas por un acoso escolar que la joven no parecía poder enfrentar.


Buscando tapar los vacíos


Una vez graduada, Martina pareció encontrar en sus nuevas amistades la seguridad que le faltó durante años.

“En cierta manera me incitaban a tener novio. No haber tenido relaciones en ese momento, a los 16 o 17 años, estaba mal visto, así que empecé a abrirme a esa mentalidad”, recuerda.


Paralelamente, Martina decidió dar rienda suelta a su incipiente sueño de viajar y se matriculó en los estudios de Auxiliar de vuelo en la Escuela de Aviación de Bogotá, donde el ambiente de fiesta, beber y las relaciones era sensiblemente “más pesado”.


“Así empecé a buscar novio y estar con un hombre, con otro… Desafortunadamente no se me daba una relación tampoco a nivel estable”, lamenta.


Concluidos sus estudios, comenzó a trabajar en una aerolínea colombiana en el aeropuerto El Dorado, acuciada por la necesidad de colaborar económicamente con el hogar, a lo que una relación estable también contribuiría.


“Lo que veía era algo muy superficial, muchas cirugías estéticas, homosexualismo y lujuria, adulterio y fornicación. Eso es lo que se veía en el ambiente de la aviación. Mientras, sentía que me volvía muy superficial, mi objetivo ya no era solo trabajar en una de las mejores aerolíneas, sino tener cosas materiales, llegar a ser una auxiliar de vuelo exitosa y estar con un hombre u otro”, admite.



"Escuché una voz que me invitaba a rezar el rosario, a sobreponerme y salir adelante, a dar la batalla", cuenta Martina Sua, confirmándose en la imagen


Sin Dios y apegada al dolor: "No pudiera soltarlo"


Recuerda que entonces ya estaba “totalmente alejada de Dios” y, aunque podía comprarlo todo y tenerlo todo, se sorprendía cuando de repente empezaba a llorar, invadida por el vacío, sin saber qué le faltaba a su vida.


Finalmente cumplió su sueño cuando fue seleccionada entre 40 tripulantes de cabina, azafatas y auxiliares en una gran aerolínea internacional. Durante el proceso se sometió a largas jornadas de preparación física durante meses. También comenzó una relación con uno de sus compañeros. Parecía tener todo lo que siempre había soñado, pero pronto vio que no era como esperaba.


“La relación empezó a ser cada vez más tóxica, con muchos tintes de posesividad. Empecé a sufrir maltrato psicológico, quería que fuese como él, empecé a recibir comentarios respecto a mi cuerpo que impactaron en mi autoestima y se convirtió en una relación muy tóxica”, recuerda Martina. Especialmente en lo referido a la lujuria. “El problema que tienes cuando empiezas a explorar ese tipo de cosas es que cierto tipo de práctica ya no es suficiente, sino que buscas otra y otra y otra, y eso también hacía que yo me apegara mucho a él, que no pudiera soltarlo”.



Martina Sua tuvo un encuentro con Cristo en un retiro


Abriendo su mentalidad a la píldora: "Era inofensiva"


Superados todos los filtros, Martina y su novio fueron definitivamente seleccionados para comenzar los viajes como miembros de la tripulación.


Sin que ella lo supiese, su madre rezaba cada día por el regreso a la fe de su hija, mientras ella rechazaba todas sus advertencias sobre una relación, a sus ojos, cada vez más preocupante.


Pronto llegó lo que Martina llamaba “planificación” de los embarazos con la píldora del día después, convencida entonces de que esta era “inofensiva” y de que un embarazo suponía “tener un cuerpo extraño en tu cuerpo”, lo que “impedía el proceso normal que tienen todas las mujeres”.


Los consejos de su madre no eran para ella más que palabras “pasadas de moda”, desvinculadas por completo de su vida. Especialmente desde que le fue comunicada la selección y su destino en Turquía.



"Tocando el cielo"


Entonces, dice, “fue como tocar el cielo con las manos, lo que tanto quería y para lo que tanto había estudiado, trabajar en el exterior, conocer nuevas culturas y vestir a la moda y con las mejores marcas, con el novio que también había querido. Cuarenta colombianos fuimos seleccionados, fue todo un acontecimiento, con cobertura en medios de comunicación que me entrevistaban”.


Su vida aparentemente perfecta no tardó en tambalearse cuando sin motivo aparente empezaron a devolver a Colombia a algunos de los seleccionados. “No pasaron el examen médico”, se escuchaba. Finalmente recibió una llamada comunicándole que tenía que volver a su país natal. “No has superado el examen”, le dijeron.


No podía entenderlo, especialmente cuando ella tenía licencia de vuelo y en ningún momento le habían comunicado que fuese un impedimento para su labor. Resignada, la joven regresó de inmediato a su país, dejando en Turquía toda la vida que había construido: su novio, su experiencia, el trabajo de sus sueños y un alto ritmo y nivel de vida.



Martina Sua, en uno de sus viajes al Vaticano


Con pensamientos suicidas, fue a un retiro


“Entré en depresión. Me atormentaba pensar lo mucho que había estudiado y trabajado para ser auxiliar de vuelo y que justo cuando se me da, me hacen volver. Llegué a tener pensamientos suicidas, no quería vivir más si no era para estar en la aerolínea”, recuerda.


Con una fe abandonada desde hacía años, entonces reclamó a Dios una respuesta. Pero poco después, durante la pandemia, consiguió un trabajo en una agencia de estudios, distinto al que siempre había soñado y que, sin saber cómo, le abrió los ojos a la fe. Hasta el punto de que su jefa le invitó a un retiro espiritual de Lazos de Amor Mariano.


“Tuve un encuentro con Dios maravilloso. Pude hacer una confesión de vida. Era tan bonito que quería estar en gracia para siempre, pero para eso tenía que hacer unas renuncias, especialmente a la lujuria, el pecado predominante en mi vida. Si quiero tener esta vida contigo, tengo que renunciar a la que he tenido durante diez años”, pensaba. Sin saber cómo hacerlo, la respuesta llegó a través de una misionera ese mismo día. 


“¿Por qué no haces un voto de castidad?”, le propuso.

Martina aceptó el reto, saliendo del retiro con un compromiso que mantiene tres años después y que no ha estado exento de dificultades.


“Se volvió una batalla espiritual. Un día, antes de que sucediera, escuché una voz que me invitaba a rezar el rosario, a sobreponerme y salir adelante, a dar la batalla. Y al hacerlo empecé a notar que la situación mejoraba, no solo en el plano de la castidad sino en otros muchos aspectos”, remarca.




Martina Sua, en Medjugorje


Su mensaje a las madres: la suya lo cambió todo


Pero pasados los años, Martina seguía sin comprender cómo su vida terminó tan lejos de la carrera a la que se había consagrado. Hasta que un día, habiendo retomado la práctica de los sacramentos, su madre reconoció haber estado rezando durante años por que terminase aquella vida. Especialmente el día antes de que volviese a Colombia.


“Ese día, mi madre me dijo que se arrodilló y empezó a clamar a Dios, convencida de que no había nada que hacer por mí, que ya había elegido mi vida. Pero para ti no hay nada imposible, y te pido que la saques. No sé como lo vas a hacer, pero te pido que me ayudes con mi hija. Que pase algo”: esa fue la oración de su madre el día antes de que la empresa le comunicase a Martina su regreso a Colombia. Prácticamente en el mismo momento, Martina llamó a su madre, confesando que no podía mantener por más tiempo aquella relación tóxica con su novio.


“La oración de las madres es muy muy poderosa. Seguid rezando mucho por vuestros hijos, estén en proceso o no de conversión, rezad siempre por ellos. El Señor es maravilloso”, concluye. Hoy, Martina ha concluido su consagración a Jesús por María, se ha confirmado y comparte el poder de la oración a través de su propia vida.

martes, 17 de diciembre de 2024

Fede Carranza, cantante de Jésed: «era inseguro, me aboqué en la pornografía, la sexualidad y el alcohol hasta que dije: ‘Señor, ya no quiero estar lejos de ti. Extraño vivir en paz. Quiero corregir el rumbo’»


Fede Carranza, cantante del Ministerio de Música católico Jésed

* «Dios no es un padre de acuerdos. Dios sale a buscarte. Toma tu corazón y lo exprime, te convierte, te sostiene y te da vida. Recuerdo que Tomás mete su mano y toca el costado de Cristo y le dice “Señor mío y Dios mío…mi Dios”. Pensé: “Tengo que hablar con San Francisco de Asís”» 

Testimonio de Fede Carranza entrevistado en un vídeo por Veronica Brunkow 

Camino Católico.- Fede Carranza, cantante del Ministerio de Música católico Jésed, hasta poder testimoniar a Cristo ha tenido que recorrer un largo camino no exento de dificultades: “De adolescente andaba con inseguridades y las tapaba, no las sanaba; empiezo a incursionar en la pornografía y en la impureza”, dice entrevistado en un vídeo por Veronica Brunkow.  También la promiscuidad sexual y su embriaguez reiterada con alcohol le determinaron la vida. 

El inicio de su conversión se produjo cuando tocó fondo estudiando en la universidad y despertó después de una noche de alcohol. Se encontraba tan mal que fue a buscar silencio en la capilla y  “le dije al Señor: ‘Ya no quiero estar lejos de ti, Señor. Me hartan las cosas, extraño vivir en paz. Quiero corregir el rumbo’”. Así empezó su combate para descubrir el amor de Dios. Esta es una síntesis de su historía de vida que cuenta en el vídeo:    


Fede Carranza estuvo en Asís orando durante su camino de conversión

«Dios no quiere un contrato contigo, o tu servicio. Dios te quiere a ti. Dejé que el Señor me mostrara cómo manejar mi vida»       
   
 

Mi historia es la historia del hijo pródigo. Nací en Monterrey. De adolescente, quería explorar otras cosas y descubrir más sobre mí mismo. Yo tenía todo en la casa de mi padre. Tenía amigos a raíz de su interés por la música. Yo andaba con inseguridades y las tapaba, no las sanaba; así que empiezo a incursionar en la pornografía y en la impureza para tapar mi inseguridad. Si no ves la muerte como natural, todo se distorsiona y se contamina. Varias personas cercanas murieron. Termine la Preparatoria y me fui de casa, lleve una vida muy mundana. Ya no quería tapaderas para mi inseguridad. Empecé a andar con amigos que traían la misma crisis que yo.

Mi rompimiento con Dios fue lento, pero salir de casa de mi padre fue como un símbolo. Cuando me embriagaba en compañía de amigos, sacaba mis inseguridades y eso te acaba de romper porque nadie te arropa. Hacer confidencias en ese estado te lleva a caer en vacíos. Cuando tropiezas en vacío no ves el piso, es como tropezar en la noche: No sabes con qué te vas a golpear ni de dónde cogerte. Eso pasa en las relaciones sexuales fuera del matrimonio: crees que tienes todo bajo control y no es así, caes en el vacío. Vuelven a mi mente pensamientos deprimentes.

Estaba en segundo año de universidad, estaba reprobando. No me interesaba nada el estudio; no sabía cuánto gastaba mi papá en mí. Un día me dijo mi padre: ¿No te gustaría estudiar en Estados Unidos en Stubenville? Yo le dije que sí, me fui un verano, me encantó. En enero del 2008 me fui a estudiar la carrera de Comunicación. Allí toqué fondo. Desperté en la casa de un amigo, nos habíamos emborrachado, yo tenía la camisa sucia y me estallaba la cabeza. Me fui a mi habitación y no podía dormir. Pensé: “Me tengo que ir a un lugar silencioso”. Busqué la capilla, era domingo y había Misa. Me quedé y le dije al Señor: “Ya no quiero estar lejos de ti, Señor. Me hartan las cosas, extraño vivir en paz. Quiero corregir el rumbo”.


Fede Carranza, cantando con el Ministerio de Música católico Jésed

Me dije: “No tengo brújula. Estoy reventado. Ando en concupiscencias…”. Regresé a Monterrey y traté de portarme bien con algunas excepciones. Le dije al Señor: “Te sirvo pero te deshonro”. Me di cuenta de que me estaba dañando, había una rotura entre mi alma y mi cuerpo. Esto duró cuatro años, hasta que una amiga me dijo: “No te veo contento, andas deprimido y no eres de una pieza. Necesitas ayuda profesional”. Después de cuatro sesiones me dice la psicóloga: “El problema es que no te amas, no te has aceptado, rechazas tu infancia”. Había empezado a hablar con un sacerdote y le dije; “No quiero orar”. Me dijo: “Lo entiendo, porque no conoces a Dios”. Me hirió, y era verdad, me hirió Dios con la llama de amor viva. Sentí el amor paternal de Dios que exprimía mi corazón con amor, te quebranta y te cura.

Dios no es un padre de acuerdos. Dios sale a buscarte. Toma tu corazón y lo exprime, te convierte, te sostiene y te da vida. Recuerdo que Tomás mete su mano y toca el costado de Cristo y le dice “Señor mío y Dios mío…mi Dios”. Pensé: “Tengo que hablar con San Francisco de Asís”.

Decidí ir dos semanas a Europa y aprovechar para ver a mi hermana que vive en Holanda.

En el primer día del viaje fui a Segovia, donde está enterrado San Juan de la Cruz. En el altar hay una oración que dice: “No me quitarás Dios mío lo que una vez me diste en tu único Hijo Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero, por eso me holgaré que no tardarás si yo espero. Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos, y míos los pecadores; los ángeles son míos y la Madre de Dios y todas las cosas son mías y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Entonces ¿qué pides?, ¿qué buscas alma mía? Tuyo es todo esto y todo es para ti. No te pongas a menos ni repares en migajas que se caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera, gloríate en Su gloria, escóndete en ella y goza y alcanzarás las peticiones de tu corazón”.

Fede Carranza

Comprendí que, si alguien sabe historias de amor es Dios.

Decido pasar tres días en Asís, apagar teléfonos y guardar silencio. Llegué a Asís, a rezar ante la tumba de San Francisco. Me dije a mí mismo: “Dios no quiere un contrato contigo, o tu servicio. Dios te quiere a ti”.

Comprendí que la mística católica se ha perdido en estos tiempos. La vida mística va a salvar a la humanidad porque es la única manera en que vamos a amarnos a nosotros mismos y a los demás. Si supiéramos lo que valemos, amaríamos la vida… Los que abortan o matan es porque ellos mismos no saben lo que valen.


Fede Carranza

Cuando regresé dejé que el Señor me mostrara cómo manejar mi vida. Fui con la psicóloga y me dijo: “Ya dejaste de ser niño. Ahora hablas como hombre. Ya no necesitas mi ayuda”.

Volví con el sacerdote y le dije: “Descubrí que no sé nada”. El comentó: “Este es el mejor momento para conocer a Dios”.

Lo primero que descubres cuando Dios te quebranta es que Él siempre ha estado siempre allí, contigo. Ahora sirvo al Seños sin condiciones. Estoy feliz, estoy pleno en Él. Me agarro de tres cosas: de la lectura inteligente de los evangelios, que son un mapa para conocer a Jesucristo. Me apoyo en los santos, en sus escritos, y en los sacramentos.

 Fede Carranza

Ministerio de Música católico Jésed

viernes, 20 de septiembre de 2024

Mauricio Grisales, abusado en la infancia, adicto a las drogas, las fiestas y las mujeres, fue a un retiro por una chica y «experimenté el amor de Dios: Me hizo una criatura nueva»

 

Mauricio Grisales explicando su camino de conversión

* «En una adoración al Santísimo, cuando miraba al Sagrario, siempre había una chica que me cautivó por su recogimiento y piedad. Nos conocimos, compartimos el apostolado y la invité a salir. Ella estaba preparándose para ser carmelita descalza, pero antes de declararnos le preguntamos a Dios y el sentimiento permaneció. Tras tres años de noviazgo en castidad, basado en las virtudes, la oración y el apostolado, nos casamos. Dios fue el centro»

Vídeo de H.M. Televisión en el que Mauricio Grisales cuenta su testimonio

Camino Católico.- Un suceso traumático marcó la infancia de Mauricio Grisales, cuando sufrió abusos sexuales. Las heridas producidas en él le facilitarán la caída en pecados del ámbito sexual. Influenciado por una profesora, comenzó a moverse en el mundo del ateísmo, cada vez más lejos de Dios. Las mujeres y las drogas no le permitieron tener nunca una relación estable, hasta que conoció a una chica gracias a la cual conoció a Dios. Mauricio cuenta su testimonio de conversión,  desde Valencia,  en el programa “Cambio de Agujas” de H.M. Televisión.

Mauricio Grisales nació en una familia católica, pero sin apenas práctica religiosa por lo que no recuerda figuras en su familia que fuesen un referente de fe. Pese a eso, en su infancia, hasta que cumplió seis años,  coleccionaba estampas de santos y pedía a su madre, que de vez en cuando rezaba el rosario, que le comprase nuevas estampas para hacer un pequeño altar en su cuarto.

Pero luego, "ahí se quedó todo", asegura, porque vivió un "doloroso acontecimiento", cuando sufrió abusos sexuales: "Abrieron unas brechas muy grandes en mi vida sexual y camino a una serie de adicciones" que le determinarían su vida durante décadas.


Mauricio Grisales en su infancia

"Dar muerte a Dios", las fiestas electrónica y las adicciones

Durante  su adolescencia, en un momento dado, su profesora de filosofía alentó a los alumnos a "dar muerte a Dios" para alcanzar "la libertad del hombre", Mauricio no tenía argumentos para defenderse. Su introducción al  ateísmo empezó como "una atractiva provocación" en su vida pero  lo llevó a la lectura de grandes referentes ateos como Marx o Nietzsche.  “Entre los 12 y los 22 años hubo un vacío existencial muy fuerte en mi vida, prácticamente era indiferente y simpaticé mucho con el agnosticismo”.

Mauricio empezó a asistir a fiestas electrónicas de días de duración, donde probó entre otras drogas el éxtasis, el alcohol y comenzó a tener "una vida muy desenfrenada con mujeres". Sin embargo, "un vacío continuo" llamaba a su puerta cada noche al regresar a casa, rompiendo a llorar sin saber por qué.

Reconoce que la raíz de su vacío  "era la ausencia de Dios. Anhelaba con todo mi corazón que existiera y había algo que no me dejaba sucumbir del todo. Me sentía amado por un padre sacrificado que tanto trabajaba, una madre desvivida por sus hijos… algo tenía que haber si recibía amor por todos lados incluso sin buscarlo. Eso era lo que me mantenía".

Que Dios existiese llegó a ser para él "una necesidad". Así, empezó a buscarle, "sin saber dónde ni cómo", hasta que llegó "el momento crucial".


Dos imágenes de Mauricio Grisales antes de su conversión, cuando vivía adicto y en continuas fiestas

El crucial retiro al que fue por una chica

A sus 22 años, después de mucho tiempo de  relaciones tóxicas e inestables, "estaba cansado y quería a alguien con quien compartir" un proyecto de vida. Y esa chica llegó, pero no fue como esperaba: poco después, la relación terminó y ella se fue a un retiro espiritual. La joven se quedó con la cámara de fotos de Mauricio, y esta era la única excusa para que el joven hablase con ella.

"Cuando llegó del retiro, la llamé para pedirle la cámara y me dijo que había encontrado lo que llevaba buscando toda su vida: a Dios. Pensé que le habían comido la cabeza, pero acabé yendo a un retiro. No para buscar a Dios, sino para recuperarla.  En el retiro fui consciente de que había vivido sin tener noción de cómo el pecado me esclavizaba, de lo mal que había vivido los noviazgos y experimenté el amor de Dios", relata.

"Me daba cuenta de que también deseaba que Dios no existiese para poder hacer lo que me diese la gana", pero entonces recordó una "experiencia mariana impresionante" del retiro: "experimenté que tenía una madre que me amaba de una manera perfecta, que era un reflejo visible de Dios. Intelectualmente el Señor me sacudió, pero también penetró en mi corazón".

Desde entonces, tuvo un rechazo absoluto por todos los vicios de su antigua vida: el alcohol, la fiesta, las relaciones… "Todo sucumbió ese fin de semana y realidades que me acompañaron más de diez años de mi vida se destruyeron en un momento”.

Mauricio percibió que Dios le había socorrido en el apego que tenía "al mundo", pero quedaba un obstáculo que superar para su conversión definitiva: "Tuve una crisis muy fuerte por todo lo que había leído en la juventud, aquellas doctrinas aparecieron nuevamente y tuve que buscar razones para demostrarme la existencia de Dios. Profundizar en la fe me ayudó mucho en la lucha racional que tenía. Dios había vencido al mundo en mí y en esa lucha contra mí mismo, empezó a ayudarme con lecturas y formación", recuerda.

La larga confesión que le provocó "hambre de Dios" y la adoración en la conoció a su esposa

Se confesó largamente y acabó besando los pies al sacerdote. Tras la confesión, Mauricio desarrolló un "hambre voraz" de Dios, adquirió multitud de libros de oración y comenzó a incluir la Misa y la oración en su día a día, pese a las fuertes "persecuciones" a las que le sometía su familia, que buscaba que desistiera de su nuevo camino.



Mauricio Grisales con su esposa el día de su boda. Se conocieron en una adoración al Santísimo

Mauricio conoció así a la que sería su esposa: "En una adoración al Santísimo, cuando miraba al Sagrario, siempre había una chica que me cautivó por su recogimiento y piedad. Nos conocimos, compartimos apostolado y la invité a salir. Ella estaba preparándose para ser carmelita descalza, pero antes de declararnos le preguntamos a Dios y el sentimiento permaneció. Tras tres años de noviazgo en castidad, basado en las virtudes, la oración y el apostolado, nos casamos. Dios fue el centro".

Mauricio agradece como “Dios rompió una atadura fortísima en su vida" que él no pudo cortar: "Estuve muy  metido en el mundo.  Cuando puse en la balanza lo que Dios me estaba regalando y lo que el mundo me ofrecía,  lo que el mundo me daba era simplemente una máscara, un barniz de felicidad. La verdadera paz me la daba Dios. Él me hizo una criatura nueva".