Martina Sua con una imagen de la Virgen María, con la afrontó la batalla espiritual para vencer su pecado de lujuria y optar por la castidad
* «Se volvió una batalla espiritual. Un día, antes de que sucediera, escuché una voz que me invitaba a rezar el rosario, a sobreponerme y salir adelante, a dar la batalla. Y al hacerlo empecé a notar que la situación mejoraba, no solo en el plano de la castidad sino en otros muchos aspectos… Ese día, mi madre me dijo que se arrodilló y empezó a clamar a Dios, convencida de que no había nada que hacer por mí, que ya había elegido mi vida. Pero para ti no hay nada imposible, y te pido que la saques. No sé como lo vas a hacer, pero te pido que me ayudes con mi hija. Que pase algo»
Vídeo de El Rosario de las 11 PM en el que Martina Sua cuenta su testimonio
Camino Católico.- A sus 32 años, Martina Sua, colombiana radicada en Bogotá, conoce bien el poder que puede llegar a tener la oración de una madre al pedir por sus hijos, puesto que fue rescatada por Cristo fruto de las plegarias de su progenitora, después de vivir en promiscuidad continuada, en relaciones distintas, algunas tóxicas, depresión y pensamientos suicidas. Hoy, se ha confirmado, vive en castidad y ha concluido su consagración a Jesús por la Virgen María. Cuenta su testimonio en el canal El Rosario de las 11 PM.
Criada por una madre católica y un padre agnóstico unidos en matrimonio civil, explica que tenía solo dos años cuando sufrió la traumática separación de sus padres. Aunque fue bautizada y recibió la comunión, recuerda que su formación espiritual provino especialmente de su familia materna y de su colegio llevado por religiosas.
Aunque sus padres retomaron la relación una década después, Martina nunca pudo tener una estabilidad emocional total. Sus padres volvieron a entrar en una fuerte crisis de la que no pudieron recuperarse.
Acogida junto a su madre por su abuela en Bogotá, volvió a acusar la falta de un padre en su vida, al que veía dos veces al año. Aquella ausencia le provocó unas heridas de afecto, seguridad y autoestima que comenzaron a aflorar a los 15 años, agravadas por un acoso escolar que la joven no parecía poder enfrentar.
Buscando tapar los vacíos
Una vez graduada, Martina pareció encontrar en sus nuevas amistades la seguridad que le faltó durante años.
“En cierta manera me incitaban a tener novio. No haber tenido relaciones en ese momento, a los 16 o 17 años, estaba mal visto, así que empecé a abrirme a esa mentalidad”, recuerda.
Paralelamente, Martina decidió dar rienda suelta a su incipiente sueño de viajar y se matriculó en los estudios de Auxiliar de vuelo en la Escuela de Aviación de Bogotá, donde el ambiente de fiesta, beber y las relaciones era sensiblemente “más pesado”.
“Así empecé a buscar novio y estar con un hombre, con otro… Desafortunadamente no se me daba una relación tampoco a nivel estable”, lamenta.
Concluidos sus estudios, comenzó a trabajar en una aerolínea colombiana en el aeropuerto El Dorado, acuciada por la necesidad de colaborar económicamente con el hogar, a lo que una relación estable también contribuiría.
“Lo que veía era algo muy superficial, muchas cirugías estéticas, homosexualismo y lujuria, adulterio y fornicación. Eso es lo que se veía en el ambiente de la aviación. Mientras, sentía que me volvía muy superficial, mi objetivo ya no era solo trabajar en una de las mejores aerolíneas, sino tener cosas materiales, llegar a ser una auxiliar de vuelo exitosa y estar con un hombre u otro”, admite.
"Escuché una voz que me invitaba a rezar el rosario, a sobreponerme y salir adelante, a dar la batalla", cuenta Martina Sua, confirmándose en la imagen
Sin Dios y apegada al dolor: "No pudiera soltarlo"
Recuerda que entonces ya estaba “totalmente alejada de Dios” y, aunque podía comprarlo todo y tenerlo todo, se sorprendía cuando de repente empezaba a llorar, invadida por el vacío, sin saber qué le faltaba a su vida.
Finalmente cumplió su sueño cuando fue seleccionada entre 40 tripulantes de cabina, azafatas y auxiliares en una gran aerolínea internacional. Durante el proceso se sometió a largas jornadas de preparación física durante meses. También comenzó una relación con uno de sus compañeros. Parecía tener todo lo que siempre había soñado, pero pronto vio que no era como esperaba.
“La relación empezó a ser cada vez más tóxica, con muchos tintes de posesividad. Empecé a sufrir maltrato psicológico, quería que fuese como él, empecé a recibir comentarios respecto a mi cuerpo que impactaron en mi autoestima y se convirtió en una relación muy tóxica”, recuerda Martina. Especialmente en lo referido a la lujuria. “El problema que tienes cuando empiezas a explorar ese tipo de cosas es que cierto tipo de práctica ya no es suficiente, sino que buscas otra y otra y otra, y eso también hacía que yo me apegara mucho a él, que no pudiera soltarlo”.
Martina Sua tuvo un encuentro con Cristo en un retiro
Abriendo su mentalidad a la píldora: "Era inofensiva"
Superados todos los filtros, Martina y su novio fueron definitivamente seleccionados para comenzar los viajes como miembros de la tripulación.
Sin que ella lo supiese, su madre rezaba cada día por el regreso a la fe de su hija, mientras ella rechazaba todas sus advertencias sobre una relación, a sus ojos, cada vez más preocupante.
Pronto llegó lo que Martina llamaba “planificación” de los embarazos con la píldora del día después, convencida entonces de que esta era “inofensiva” y de que un embarazo suponía “tener un cuerpo extraño en tu cuerpo”, lo que “impedía el proceso normal que tienen todas las mujeres”.
Los consejos de su madre no eran para ella más que palabras “pasadas de moda”, desvinculadas por completo de su vida. Especialmente desde que le fue comunicada la selección y su destino en Turquía.
"Tocando el cielo"
Entonces, dice, “fue como tocar el cielo con las manos, lo que tanto quería y para lo que tanto había estudiado, trabajar en el exterior, conocer nuevas culturas y vestir a la moda y con las mejores marcas, con el novio que también había querido. Cuarenta colombianos fuimos seleccionados, fue todo un acontecimiento, con cobertura en medios de comunicación que me entrevistaban”.
Su vida aparentemente perfecta no tardó en tambalearse cuando sin motivo aparente empezaron a devolver a Colombia a algunos de los seleccionados. “No pasaron el examen médico”, se escuchaba. Finalmente recibió una llamada comunicándole que tenía que volver a su país natal. “No has superado el examen”, le dijeron.
No podía entenderlo, especialmente cuando ella tenía licencia de vuelo y en ningún momento le habían comunicado que fuese un impedimento para su labor. Resignada, la joven regresó de inmediato a su país, dejando en Turquía toda la vida que había construido: su novio, su experiencia, el trabajo de sus sueños y un alto ritmo y nivel de vida.
Martina Sua, en uno de sus viajes al Vaticano
Con pensamientos suicidas, fue a un retiro
“Entré en depresión. Me atormentaba pensar lo mucho que había estudiado y trabajado para ser auxiliar de vuelo y que justo cuando se me da, me hacen volver. Llegué a tener pensamientos suicidas, no quería vivir más si no era para estar en la aerolínea”, recuerda.
Con una fe abandonada desde hacía años, entonces reclamó a Dios una respuesta. Pero poco después, durante la pandemia, consiguió un trabajo en una agencia de estudios, distinto al que siempre había soñado y que, sin saber cómo, le abrió los ojos a la fe. Hasta el punto de que su jefa le invitó a un retiro espiritual de Lazos de Amor Mariano.
“Tuve un encuentro con Dios maravilloso. Pude hacer una confesión de vida. Era tan bonito que quería estar en gracia para siempre, pero para eso tenía que hacer unas renuncias, especialmente a la lujuria, el pecado predominante en mi vida. Si quiero tener esta vida contigo, tengo que renunciar a la que he tenido durante diez años”, pensaba. Sin saber cómo hacerlo, la respuesta llegó a través de una misionera ese mismo día.
“¿Por qué no haces un voto de castidad?”, le propuso.
Martina aceptó el reto, saliendo del retiro con un compromiso que mantiene tres años después y que no ha estado exento de dificultades.
“Se volvió una batalla espiritual. Un día, antes de que sucediera, escuché una voz que me invitaba a rezar el rosario, a sobreponerme y salir adelante, a dar la batalla. Y al hacerlo empecé a notar que la situación mejoraba, no solo en el plano de la castidad sino en otros muchos aspectos”, remarca.
Martina Sua, en Medjugorje
Su mensaje a las madres: la suya lo cambió todo
Pero pasados los años, Martina seguía sin comprender cómo su vida terminó tan lejos de la carrera a la que se había consagrado. Hasta que un día, habiendo retomado la práctica de los sacramentos, su madre reconoció haber estado rezando durante años por que terminase aquella vida. Especialmente el día antes de que volviese a Colombia.
“Ese día, mi madre me dijo que se arrodilló y empezó a clamar a Dios, convencida de que no había nada que hacer por mí, que ya había elegido mi vida. Pero para ti no hay nada imposible, y te pido que la saques. No sé como lo vas a hacer, pero te pido que me ayudes con mi hija. Que pase algo”: esa fue la oración de su madre el día antes de que la empresa le comunicase a Martina su regreso a Colombia. Prácticamente en el mismo momento, Martina llamó a su madre, confesando que no podía mantener por más tiempo aquella relación tóxica con su novio.
“La oración de las madres es muy muy poderosa. Seguid rezando mucho por vuestros hijos, estén en proceso o no de conversión, rezad siempre por ellos. El Señor es maravilloso”, concluye. Hoy, Martina ha concluido su consagración a Jesús por María, se ha confirmado y comparte el poder de la oración a través de su propia vida.
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