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viernes, 24 de enero de 2025

Armin, musulmán iraní, bautizado católico al ver la fe coherente de personas de la Iglesia que rezó: «Dios, si existes, quiero saber de ti y oírte directamente porque lo he escuchado en otros pero lo quiero experimentar yo»


Armin celebra que hace ocho meses recibió el bautismo y fue acogido como católico

* «Sabiendo que Dios me perdona y que siempre me espera para que me acerque más, soy otra persona totalmente en contra de lo que fui. Agradezco mucho a la Iglesia el haberme enseñado la humildad, la paz y el amor a servir en lugar de ser servido. Es mucho mejor siempre tener la bendición de Dios que algo del mundo, porque lo que te da Dios, la paz, la alegría y la satisfacción, se queda y manifiesta para siempre»

Vídeo de H.M. Televisión en el que Armin cuenta su testimonio

* «El bautismo fue lo mejor que experimenté, nunca había estado tan feliz. Ese día fui convertido de siervo de Dios en hijo de Dios, pasé de querer conocerle a ser parte de su pueblo y su familia. En vida, tenía un Padre que ama sin esperar nada en respuesta, para avanzar y acercarme a él. Es lo máximo que alguien puede pedir en su vida» 

Camino Católico.-  Hasta 2018, Armin, un joven iraní, sólo concebía la vida desde la religión musulmana, “la única opción” en su país. Armin procede de una familia iraní de religión musulmana. Desde pequeño siente la necesidad de buscar la verdad, de buscar a Dios, pero nada le convence. Con una personalidad violenta y egoísta, Armin se meterá en el ejército y acabará en Canadá. Finalmente, por razones políticas, acabará en España. Será ahí donde verá en las personas que le rodean una vida coherente con su fe, el catolicismo, y esto le llevará a hacer un ruego a Dios: «Dios, si existes, quiero saber de ti, quiero oírte directamente a ti porque lo he escuchado en otros pero lo quiero experimentar yo», dice entrevistado en el programa Cambio de Agujas de H.M. Televisión. Dios no tardará en responder a su ruego, y a partir de ahí Armin cambiará su vida completamente dejando el islam y bautizándose, pasando a formar parte de la Iglesia católica.

Armin cuando era pequeño

“Desde los 18 y hasta mis 20 años fui militar y la personalidad que tenía no es algo que quiera recordar, pero es parte de la realidad. Era una persona violenta, poco moral y solo me importaba yo mismo, nadie más”, comenta.

En julio de 2018, año de las protestas de la disidencia y la represión del régimen iraní, Armin llegó a España. Recuerda que desde los seis años siempre había tenido una “necesidad de búsqueda de Dios”, porque “sabía que había uno, pero no quién era”.

Ya en su nuevo destino, tomó la resolución de buscar a ese Dios que no conocía a través de la vivencia de la gente, ya que en Irán, “si la gente dice o hace algo bueno es por un beneficio personal”.

Lo que vio en la Iglesia que le acogió en España era “totalmente lo contrario” de lo que había visto en su país.

Armin de militar

“Empecé a observar y lo que encontré aquí fueron personas que decían que eran de Dios, pero que también lo vivían sin decirlo. Eso empezó a tocarme el corazón, saber que es la fe en lo que viven. Porque si es lo que viven naturalmente, eso es lo que acerca a Dios”; comenta.

Admite que siempre recordará a sus catequistas y a su párroco, por su ayuda y especialmente por su evangelización desde el ejemplo, “que vivían la fe sin decirlo, sin reclamar ningún crédito para ellos. Siempre vi en ellos esa profundidad en el amor, en la humildad, la confianza y la vivencia de la fe. Me tocó mucho. Para mí, es casi imposible creer que alguien en Irán pueda vivir la ley de Dios sin ningún crédito sobre ellos, pero en ellos tres lo que vi es dar siempre todo el crédito a Dios, el amor a la gente y el resto de lo que les queda a Dios y a su pueblo”, relata.

Preguntado por cómo la fe ha cambiado su vida, admite que la relación que tenía antes con su dios era “el temor, no hacer las cosas mal y hacer el bien para no ser castigado”, pero ahora observa “un cambio total de perspectiva”.

Armin trabajando en la residencia de ancianos

“Sabiendo que Dios me perdona y que siempre me espera para que me acerque más, soy otra persona totalmente en contra de lo que fui. Agradezco mucho a la Iglesia el haberme enseñado la humildad, la paz y el amor a servir en lugar de ser servido. Es mucho mejor siempre tener la bendición de Dios que algo del mundo, porque lo que te da Dios, la paz, la alegría y la satisfacción, se queda y manifiesta para siempre”, detalla.

Preguntado por sus primeras catequesis, recuerda un momento de oración en el que se dirigió a Dios: “Estoy cansado de oír de ti, háblame tú mismo, quiero oírte a ti”.

La respuesta no tardó en llegar y fue a través de su párroco, aún un desconocido, cuando le escuchó decir que Dios habló a los hombres con su palabra, pero que en esta época habla a través de su hijo. Aquella fue la respuesta que Armin esperaba y necesitaba para empezar las catequesis.

Comenzó así un largo periodo junto con Carmen, su catequista, a quien recuerda “por su servicio a Dios sin esperar recibir nada, porque todo lo que hacía era por su amor a Dios, y porque en lugar de solo explicarme, trató de enseñarme cómo vive la fe un cristiano en cada situación, cómo decidir o cómo un hijo de Dios puede pensar y saber qué es lo que Él puede querer. Me ayudó mucho a formar mi mente y salir del ojo por ojo al amor y al perdón”, explica.

Así pasaron los días hasta que llegó el momento de su bautismo, que aún hoy define como el mejor día de su vida.

Armin el día de su bautismo hace ocho meses

“Fue lo mejor que experimenté, nunca había estado tan feliz. Ese día fui convertido de siervo de Dios en hijo de Dios, pasé de querer conocerle a ser parte de su pueblo y su familia. En vida, tenía un Padre que ama sin esperar nada en respuesta, para avanzar y acercarme a él. Es lo máximo que alguien puede pedir en su vida”, relata.

Mirando hacia atrás, recuerda una vida plagada de violencia y carente de paz. Por eso celebra que hoy es una persona renovada, repleta de una “paz verdadera, de una felicidad y un gozo que no importa en qué situación esté”, pues confía en que “si Dios está conmigo, todo va a salir bien”.

Entre otras piezas claves de su nueva vida menciona a la Virgen María, a la que valora no solo como la “roca y refugio” que le ha “protegido y consolado” en la adversidad, sino también en quien la ha enseñado a entender el concepto de amor de madre a un hijo.

“Esa ha sido mi experiencia con María, el amor y la compañía en la vida. No importa si estoy feliz o en cualquier situación que esté, siempre le pido que esté conmigo. No me hace falta pedir siempre algo, estar con ella es todo lo que puedo pedir y me basta”, confiesa.

 Armin es feliz con su nueva vida como católico e intenta evangelizar incluso a sus amigos en Irán  

Armin recuerda a sus amigos iraníes de la infancia. Contactó con ellos, pero le reprochan su conversión y le tratan como un desconocido. "No te conozco", le dicen. 

Pero el joven les dijo que había encontrado a Dios, "que conocerle y tener relación con Él y saber cuánto te ama es diferente a solo saber que existe”. Sus amigos entonces le pidieron que les contase algo más. Armin entonces les envió fichas y documentos de su catequesis. Pasado un tiempo, Armin celebra que ahora también ellos se han convertido y asistido hace poco a su primera misa presencial en Turquía.

Aquella experiencia, asegura, “me ha dado el sentido de que si hoy día me muero ya no estoy preocupado por nada. En Irán hay mucha gente que tiene el hambre de conocer a Dios y amarle, ya que siempre han vivido con el temor y no tenían la oportunidad de conocerle. Espero que llegue el día en que podamos celebrar a nuestro Rey, Jesucristo, en todo el mundo y también en que unidos bendigamos a María, nuestra madre”, concluye.

lunes, 26 de agosto de 2024

Belkız era musulmana, a los 15 años se hizo atea hasta que Cristo la convirtió al catolicismo: «No elegí a Dios, Él me eligió a mí. Lo que más me impresiona es el amor infinito del Señor Jesús por nosotros»


* «He ganado mucho en mi camino de fe a través de la Biblia: ‘Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza’ (Gal 5,22-23). ‘Dios nos ofrece a todos un tesoro. Todo lo que tenemos que hacer es aceptarlo. Y Dios demuestra su amor por nosotros en esto: mientras aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros’ (Rom 5,8)»

Camino Católico.-  Nacida hace 61 años en una familia musulmana en Turquía, Belkız fue la primera hija después de dos hijos varones. De niña, iba a la mezquita y leía el Corán en árabe, pero dice que no lo entendía. Después de leer libros de filosofía materialista en su juventud, se volvió atea a los 15 años.

Belkız (cuyo apellido se omite por razones de privacidad) le explica a ACI Mena —agencia de noticias en árabe de EWTN News—, que después de graduarse de la universidad se convirtió en profesora de literatura y leía libros constantemente. A los 28 años, leyó el libro de Turan Dursun Esto es religión. (Dursun, un ex musulmán chiíta y erudito que se convirtió en ateo, fue asesinado debido a lo que escribió sobre el islam y la religión. Su libro critica los libros religiosos, principalmente el Corán).

Belkız no podía creer lo que leía, así que compró un Corán en turco y lo leyó. Luego, con la Biblia sucedió lo siguiente: compró una en la Feria del Libro de Esmirna y fue invitada a ver una película en una iglesia protestante sobre la vida de Jesús basada en el Evangelio de Lucas.

Ver la película cambió por completo su forma de pensar sobre Dios. La historia bíblica que más la conmovió fue la oración del publicano y el fariseo en el Templo. Aquí vio su propio pecado. Porque, al igual que el fariseo, estaba tan segura de su propia rectitud que experimentó su primera vergüenza ante Dios. “Ama a tus enemigos” se convirtió en su guía. Al final de la película, Belkız oró con todo su corazón: "Señor, por favor entra en mi vida, dejo mi vida en tus manos, haz conmigo lo que quieras".

Después de eso, fue a la iglesia protestante todos los domingos, leía la Biblia regularmente y siempre asistía a las reuniones de oración. Fue bautizada y vivió feliz en una relación viva con Dios.

Luego, un domingo durante un servicio en la iglesia en 2005, una persona joven que estaba tomando pan y vino en la mesa del Señor tomó el pan, puso la corteza en su boca y apretó el interior del pan en la palma de su mano. Cuando Belkız vio esto, se sintió incómoda porque sintió como si el cuerpo del Señor hubiera sido herido. Habló con un amigo protestante al respecto. Este último le indicó que estaba bien porque “realmente no es el cuerpo del Señor, lo hacemos en memoria; los católicos realmente creen que es el cuerpo de Cristo”.

Después de eso, buscó la Iglesia Católica y ha sido católica desde entonces.


Después de tomar clases de Catecismo, fue confirmada como católica el 25 de abril de 2011 y cambió la religión en su certificado de nacimiento de musulmana a cristiana.

“No elegí a Dios, Él me eligió a mí. Lo que más me impresiona del cristianismo es el amor infinito del Señor Jesús por nosotros. He encontrado a mi mejor amigo y a mi amante más hermoso”, contó Belkız.  

Cuando se le preguntó si tenía miedo de la persecución como cristiana, sonrió: “Cuando Jesús fue traicionado, su discípulo Pedro negó a Jesús tres veces. Porque tenía miedo. Pero el mismo Pedro, después de recibir el Espíritu Santo, difundió el Evangelio desde Jerusalén hasta Italia y cuando iba a ser crucificado, dijo: ‘No soy digno de morir, Señor’, y fue crucificado [al revés]”.

Belkız también asegura que “he ganado mucho en mi camino de fe a través de la Biblia: ‘Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza’ (Gal 5,22-23). ‘Dios nos ofrece a todos un tesoro. Todo lo que tenemos que hacer es aceptarlo. Y Dios demuestra su amor por nosotros en esto: mientras aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros’ (Rom 5,8)”, agrega Belkız.

viernes, 23 de agosto de 2024

La madre de Dimas Kusuma era musulmana y al casarse con su padre se hizo católica: «Su vida y el ejemplo en cómo profesaba su fe mi mamá encendió mi vocación al sacerdocio»


* «Oí una voz que me decía: Dimas, mira que hay gente que te necesita, y va a haber más gente que te necesitará. A partir de aquel momento de oración y de sentir que podía ayudar a los demás, quise ser sacerdote. Quiero estar con Dios y quiero ayudar a la gente necesitada en todos sus anhelos. Un joven sacerdote es como un bebé que acaba de nacer. Tiene que aprender mucho en su vocación sacerdotal. Tiene que saber escuchar a los demás y sobre todo escuchar a Dios. Con la humildad, uno puede tener una buena vida, porque su ego y su ambición no van a dirigirle, sino que será Dios mismo quién dirigirá y acompañará en su vida»

Camino Católico.- Dimas Kusuma Wijaya es un joven seminarista de Indonesia, de la diócesis de Surabaya, que se presenta de esta manera: «Me llamo Dimas, como el buen ladrón», dice con esa sonrisa que caracteriza a muchos asiáticos. Cuenta en CARF su llamada a la vocación sacerdotal y cómo su madre, musulmana, se convirtió al catolicismo. Dimas se encuentra en Pamplona estudiando en la Universidad de Navarra y reside y se forma en el Seminario Internacional de Bidasoa. 

«Indonesia es uno de los países del mundo con mayor número de musulmanes. Mi madre viene de una gran familia musulmana, sus padres y trece hermanos. Cuando conoció a mi padre, sintió una llamada para convertirse al cristianismo», cuenta Dimas. 

Durante el noviazgo, su padre le fue explicando cómo viven los cristianos la fe católica. «Mi mamá claramente tenía mucha ilusión. Por otro lado, cuando mi madre habló con su padre, mi abuelo, le dijo algo muy bonito: "si has conocido otra religión que es buena, tienes que profundizar en ella". Mi abuelo apoyó y respetó a mi mamá», dice este seminarista indonesio.


En 2000, ocho años después de casarse con su padre, su madre se convirtió al cristianismo. «Fue un gran momento, un gran impacto en su vida, porque a partir de aquel instante, ya católica, se esforzó por vivir como una buena cristiana. Estaba muy contenta y feliz. Y sentía verdaderamente que esta religión es la verdadera. Porque al final, el encuentro con Jesús, el Hijo de Dios, fue cambiando su vida y su manera de ver la vida y la familia», relata Dimas. 

Explica también que tardó ochos años en convertirse porque sus padres trabajaban de un lugar a otro, y no tuvieron un hogar fijo. Esto fue una dificultad para asentarse en una parroquia y que su madre pudiera recibir las clases de catecismo y la formación doctrinal.

Emocionado, Dimas cuenta que la fe de su mamá le enseñó todo. «Su modo de vida en un país como Indonesia, y su ejemplo en cómo profesaba su fe, fueron la semilla que encendió mi vocación al sacerdocio. Ella me enseñó a rezar cada mañana y cada noche. Me llevaba a la Iglesia, y siempre me ha mostrado cómo debe vivir un cristiano y cómo enfrentarse a los desafíos. La fe de mi mamá ha sido todo para mí. Una fe tan viva y real que me ha enseñado todo». 

Ahora, su madre está muy contenta por tener un hijo en el camino al sacerdocio. Además, toda la familia de su madre, que es musulmana, con gran respeto entre unos y otros, le apoyan en su vocación como sacerdote católico.

En la preadolescencia quiso cambiar su vida

Pero también pasó por una preadolescencia algo rebelde. «En la adolescencia tuve deseos de cambiar mi vida. No tenía ganas de estudiar, solo divertirme. En definitiva, hice todo lo que me dio la gana. Y para cambiar todo eso, pensé que el mejor camino era entrar en el seminario menor, un lugar donde me ayudarían a ser mejor. Pero, claro, al final Dios no solo cambió mi vida sino también mi vocación», dice impresionado.

Recuerda el momento más intenso de su llamado, un día que delante del Santísimo Sacramentado sintió una paz enorme, una alegría muy grande al experimentar que Dios le pedía darse a los demás. Al final, escuchó cómo Dios le llamó. 

«Oí una voz que me decía: Dimas, mira que hay gente que te necesita, y va a haber más gente que te necesitará. A partir de aquel momento de oración y de sentir que podía ayudar a los demás, quise ser sacerdote. Quiero estar con Dios y quiero ayudar a la gente necesitada en todos sus anhelos».


Su hermano menor es dominico

Así, a la edad de 15 años, Dimas entró en el seminario menor. A los 18 años, en el seminario propedéutico. Y, cuando tenía 20 años, su obispo le mandó a España, al Seminario Internacional Bidasoa para formarme bien para ser sacerdote en las facultades eclesiásticas de la Universidad de Navarra. 

«Acabo de terminar mi primer curso de formación. Lo que quiere mi obispo es levantar la facultad de teología en Surabaya, mi diócesis, y por eso cada dos años intenta enviar seminaristas para estudiar en Bidasoa», explica. 

Dimas tiene otro hermano pequeño que es seminarista de Ordo Predicatorum de los dominicos, que estudia Filosofía en Manila, Filipinas. También tiene dos hermanas mayores: una casada que vive en Tokio y la segunda hermana que es profesora de Psicología en una universidad en Yakarta.

¿Cómo viven los católicos en Indonesia, un país con gran cantidad de musulmanes? ¿Hay respeto entre las confesiones? Dimas nos responde: «Tengo que decir que ahora mismo existe más tolerancia entre nosotros, pero depende del lugar donde vivan los cristianos. Hay ciudades donde resulta muy difícil levantar una parroquia o una iglesia. Hay que tener en cuenta también que Indonesia es muy plural. Hay musulmanes, católicos, budistas, hinduistas, seguidores del confucionismo y cristianos protestantes. Seis grandes religiones que conviven en Indonesia». 

Es consciente de que, cuando regrese a su país, uno de los retos a los que debe enfrentarse será la tolerancia y el respeto entre las religiones. Y en este camino que acaba de comenzar hacia al sacerdocio, considera que una de las características principales que debe reunir un joven sacerdote es la humildad. 

«Un joven sacerdote es como un bebé que acaba de nacer. Tiene que aprender mucho en su vocación sacerdotal. Tiene que saber escuchar a los demás y sobre todo escuchar a Dios. Con la humildad, uno puede tener una buena vida, porque su ego y su ambición no van a dirigirle, sino que será Dios mismo quién dirigirá y acompañará en su vida. Solo con humildad, un sacerdote puede vivir su vocación sacerdotal muy bien porque luego uno va a experimentar que en realidad la fuerza de Dios le acompañará en toda su labor pastoral», concluye este joven seminarista de Indonesia.