18 de mayo de 2011.- Damien ha sido ordenado el 15 de mayo de 2011 sacerdote. "Mi Dios está vivo", le dijo una compañera en el colegio hace ya muchos años a un hermano suyo. Damien era pagano y aquella frase le impulsó a buscar a Dios. Toda su familia se ha ido convirtiendo al catolicismo después de adorar desde siempre a dioses chinos paganos. lo cuenta en este vídeo.
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miércoles, 18 de mayo de 2011
lunes, 26 de julio de 2010
Adivinación, magia y brujería / Por Martha Morales
* Todas las formas de adivinación deben rechazarse (...) La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a "mediums" encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de conciliarse los poderes ocultos
26 de julio de 2010.- La brujería está al orden del día. En París hay más brujos que sacerdotes católicos. En México está de moda el culto a la Santa Muerte porque, dicen, la muerte fue la única que “venció” a Jesucristo. En realidad no es así; Jesús venció a la muerte con la resurrección, y con ella nos ganó la vida eterna. Se lee en la Escritura: “El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte” (1 Cor 15, 28). El ser humano está creado para la inmortalidad, para vivir después de la muerte, para vencer a la muerte por obra del Dios verdadero. Leer más...
26 de julio de 2010.- La brujería está al orden del día. En París hay más brujos que sacerdotes católicos. En México está de moda el culto a la Santa Muerte porque, dicen, la muerte fue la única que “venció” a Jesucristo. En realidad no es así; Jesús venció a la muerte con la resurrección, y con ella nos ganó la vida eterna. Se lee en la Escritura: “El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte” (1 Cor 15, 28). El ser humano está creado para la inmortalidad, para vivir después de la muerte, para vencer a la muerte por obra del Dios verdadero. Leer más...
lunes, 19 de julio de 2010
Tatuajes y perforaciones / Por Martha Morales
19 de julio de 2010.- Los tatuajes y el piercing (perforaciones) son “ritos de iniciación” para invitar a pertenecer a un culto tribal. Son los nuevos “bautismos” de la anticultura esotérica de hoy. A través de la “modificación” del cuerpo, las personas se adhieren a la nueva era pagana donde no hay sentido de pecado.
Al ver los catálogos de tatuajes se encuentra que en ellos se incluyen imágenes blasfemas, eróticas, monstruosas e incluso satánicas. En revistas sobre tatuajes se invita a tatuarse como parte de una filosofía de vida. Ese catálogo explica: “En casi todos los pueblos primitivos, el tatuaje era asociado al culto de los dioses demonios y era practicado durante ritos”. (cfr.Luis Eduardo López Padilla, Las profundidades de Satanás, México 2006, p. 184-185). Leer más...
sábado, 21 de junio de 2008
viernes, 13 de junio de 2008
El espíritu del mundo / Autor: Maximiliano Calvo, fundador de la Comunidad de Jesuralén
LA ENGAÑOSA AMISTAD DEL MUNDO
¿Una epidemia espiritual?
Cuando las personas nos relacionamos unos con otros, más pronto o más tarde, cada uno deja ver, aunque no lo intente, sus debilidades, sus puntos flacos, su forma de opinar, de ser, de reaccionar ... Entre las distintas opciones que tenemos para relacionarnos unos con otros, creo que hay una muy generalizada entre los cristianos, que a su vez es una peligrosa trampa con la que el enemigo tiene atrapados a muchos: es la que adoptan aquellas personas que quieren estar a bien con todo el mundo y a toda costa. Por ser una actitud fácil de detectar, podemos decir que es una constante entre los cristianos y que afecta a la mayoría de ellos. Casi podríamos decir que tiene marcados a todos aquellos cristianos que no están radicalmente comprometidos con el Maestro de Nazaret y su palabra.
En el fondo, esta actitud se caracteriza por el esfuerzo que muchos cristianos hacen día tras día para mantener buenas relaciones con todo el mundo. A primera vista es un esfuerzo encomiable, pero no se ve precisamente así cuando se analiza el cómo y el porqué de esa relación.
Poniendo un poco de atención, observamos que son personas que casi siempre claudican de algún modo ante la gente que vive según el mundo. Unas veces son sus criterios cristianos —los pocos que suelen tener— los que quedan aparcados; otras, ceden para que los demás no se enfaden y los rechacen; de vez en cuando son víctimas de bromas pesadas, que toleran para no sentirse excluidos; en ocasiones no se dan por enterados para evitar fricciones, etc. Los demás suelen aprovecharse de ellos porque conocen su poca resistencia y su falta de reacción ante las presiones.
Parece que sólo les preocupa no tener fallos graves ante Dios. ¿No nos recuerdan a los que viven su cristianismo bajo el lema de "yo no robo, ni mato, ni hago mal a nadie"? Con este estilo de vida y relación, a estas personas no suelen faltarles "los amigos", porque todos aquellos que se ven beneficiados de su relación, están siempre a su lado y dispuestos a beneficiarse de lo que en términos oficiales se llamaría "bondad", pero que en términos de evangelio se llama ‘cobardía’.
Es posible que no sean conscientes de lo que hacen, porque ni su formación da para más, ni la verdadera conversión se ha encontrado aún con ellos. Su relación, fundamentada en su egoísmo, suele ser una aceptación de mal menor para evitar mal mayor, entendiendo por bien y mal el beneficio o el perjuicio personal. En definitiva, no está dispuestos a decir como Pablo: "Nosotros, necios por seguir a Cristo; vosotros, sabios en Cristo. Débiles nosotros; mas vosotros, fuertes. Vosotros llenos de gloria; mas nosotros, despreciados" (1 Co 4,10),
Creo que esta posición nos autoriza a catalogar a muchos cristianos como amigos del mundo. No me refiero a quienes se llaman cristianos y son en todo esclavos del espíritu del mundo, sino a aquellos que, presentándose como cristianos o esforzándose hasta cierto punto por vivir como cristianos, tienen una buena relación con el mundo, sus criterios, sus formas de relacionarse y sus valores. ¿Qué sucede? O no saben lo que la palabra de Dios dice acerca de la amistad con el mundo, o lo saben, pero no son capaces de hacer frente al mundo cuando ataca lo que de cristiano tienen sus criterios, su estilo de vida o sus palabras y sus obras. No están dispuestos a que los demás los tachen de carcas, beatos, meapilas, retrógrados, etc. Prefieren reír sus "gracias" que caer en desgracia ante ellos. Eso es amistad con el mundo. Y de esa amistad dice la palabra revelada: "¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios" (St 4,4).
Estas palabras ponen de manifiesto contada claridad que ser amigo del mundo —seguir la corriente del mundo— es igual a ser enemigo de Dios. Para ser conscientes de las peligrosas consecuencias que pueden derivar de semejante situación, sería suficiente recordar el significado de la palabra enemistad y después aplicarlo a la relación con Dios. Enemistad significa carencia de relación a causa de enfrentamiento y/o ruptura; y que cuando esa actitud se mantiene en relación a Dios, el nombre con que se conoce es el de "pecado". Podríamos reinterpretar la frase de Santiago y decir: La amistad con el mundo es pecado ante Dios.
Puede parecer que esta situación no es especialmente importante; yo creo que, desde cierto punto de vista, es más grave que el amor al mundo, porque éste se ve y se entiende bien, de modo que uno puede decidir seguir en él o salir de él; pero la amistad con el mundo es una situación de engaño y ceguera espiritual, en la que uno se siente cómodo y de la que no intentará salir a no ser que antes se haga la luz sobre él y esté dispuesto a pagar el precio de ser y vivir como verdadero cristiano. Una forma de ver nuestra posición ante el mundo sería preguntarnos hasta qué punto podemos decir como Pablo: "Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo" (Flp 3,8).
Consecuencias del amor al mundo
El desconocimiento se puede relacionar con la ceguera. Ignorar las consecuencias de la amistad con el mundo y el amor hacia él conduce a no ver lo que nos espera al final del camino y lo que realmente estamos viviendo en el presente. Necesitamos saber qué ocurre cuando hay amor o amistad con el mundo para evitarlos y no ser sus víctimas.
Pablo advierte a los cristianos de Éfeso acerca del destino preparado para quienes viven bajo el espíritu del mundo: "Vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el Príncipe del imperio del aire, el espíritu que actúa en los rebeldes... entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a la Cólera" (Ef 2,2-3).
La parábola del sembrador pone énfasis en la carencia de fruto en el cristiano seducido por el mundo: "El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto" (Mt 13,22). ¿No es el retrato vivo de muchos cristianos de nuestros días?
La amistad con el mundo trae ruptura en la comunión con la Trinidad: "Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él" (1 Jn 2,15). La primera consecuencia clara es la incompatibilidad de amores: donde está uno de ellos no cabe el otro. La expresión "el amor del Padre" puede interpretarse en dos sentidos: el amor de Dios al hombre y el amor del hombre a Dios. Desde luego, si el amor del Padre no está en el hombre, difícilmente podrá el hombre amar a Dios. Y por supuesto donde no está el amor del Padre tampoco estará el amor del Hijo ni el del Espíritu Santo. La ruptura con una persona de la Trinidad es ruptura con todas ellas.
Desde su capacidad para discernirlo todo con exactitud, Jesús vio la carencia del amor del Padre en los judíos que le rechazaban: "Jesús les decía a los judíos, que le buscaban para matarle: ‘Yo os conozco; no tenéis en vosotros el amor de Dios’" (Jn 5,41).
El cristiano nunca debe claudicar ante los medios y satisfacciones que el mundo ofrece, sino usarlos en la medida en que los necesita y para fines superiores: "Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa" (1 Co 7,31).
San Pablo sufre la misma tentación que los demás discípulos, pero no claudica ante ella y se mantiene con los ojos fijos en el Señor: "¿Busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo" (Ga 1,10). ¿No es cierto que son muchos los cristianos que tratan hoy de agradar a los hombres y, por lo mismo, dejan de ser siervos de Cristo?
La amistad con el mundo y la claudicación ante sus atractivos es demasiado fuerte y nadie hay que pueda sentirse libre de ella. Pablo ve cómo alguno de sus más directos colaboradores es víctima de esa amistad y le abandona. En una de sus cartas le abría el corazón a Timoteo de esta manera: "Apresúrate a venir a mí cuanto antes, porque me ha abandonado Demas por amor a este mundo y se ha marchado a Tesalónica" (2 Tm 4,10).
Lo mejor que podemos hacer para no dejarnos seducir por el espíritu del mundo ni ser sus amigos es esforzarnos por vivir como verdaderos discípulos. Lo mismo que una botella que está llena de líquido debe quedar vacía cuando queremos llenarla de otro, y éste no puede alojarse en ella mientras no llevamos a cabo esa operación, así es el cristiano lleno de Dios porque, al vivir de acuerdo con su palabra y ser morada de la Trinidad, está automáticamente cerrado a la amistad con el mundo.
Hay que ponerse del lado del Maestro y permanecer en él, aceptando el riesgo de ser odiados por el mundo a causa de nuestra falta de amistad con él, porque el Maestro nos ha sacado del mundo y nos ha hecho suyos y partícipes de su misión: "Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo" (Jn 15,19).
La cruz —precisamente la cruz, que es objeto del más absoluto rechazo por parte del mundo— debe interponerse entre el mundo y el cristiano, de modo que éste se vea a sí mismo unido a Cristo crucificado y viviendo en él, y contemple al mundo vencido por la obra de Cristo en la cruz: "Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo! (Ga 6,14).
El cristiano debe tener presente siempre su verdadera ciudadanía. Ya no pertenece a la tierra ni las cosas de abajo son su prioridad, Su permanencia en Cristo debe caracterizar su vida, sus obras y sus relaciones: "Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios" (Col 3,1-3).
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Texto extraido apartado 13 del libro
EL ESPÍRITU DEL MUNDO
La visión cristiana del espíritu del mundo como enemigo de Reino de Dios, exige al cristiano una toma de postura arriesgada, definida y permanente, porque se enfrenta a un enemigo refinado, omnipresente, siempre activo y que goza de buena salud.
Ed Grafité ediciones
Autor: Maximiliano Calvo.
Primera Edición 2006.
Fuente: Comunidad de Jerusalén
¿Una epidemia espiritual?
Cuando las personas nos relacionamos unos con otros, más pronto o más tarde, cada uno deja ver, aunque no lo intente, sus debilidades, sus puntos flacos, su forma de opinar, de ser, de reaccionar ... Entre las distintas opciones que tenemos para relacionarnos unos con otros, creo que hay una muy generalizada entre los cristianos, que a su vez es una peligrosa trampa con la que el enemigo tiene atrapados a muchos: es la que adoptan aquellas personas que quieren estar a bien con todo el mundo y a toda costa. Por ser una actitud fácil de detectar, podemos decir que es una constante entre los cristianos y que afecta a la mayoría de ellos. Casi podríamos decir que tiene marcados a todos aquellos cristianos que no están radicalmente comprometidos con el Maestro de Nazaret y su palabra.
En el fondo, esta actitud se caracteriza por el esfuerzo que muchos cristianos hacen día tras día para mantener buenas relaciones con todo el mundo. A primera vista es un esfuerzo encomiable, pero no se ve precisamente así cuando se analiza el cómo y el porqué de esa relación.
Poniendo un poco de atención, observamos que son personas que casi siempre claudican de algún modo ante la gente que vive según el mundo. Unas veces son sus criterios cristianos —los pocos que suelen tener— los que quedan aparcados; otras, ceden para que los demás no se enfaden y los rechacen; de vez en cuando son víctimas de bromas pesadas, que toleran para no sentirse excluidos; en ocasiones no se dan por enterados para evitar fricciones, etc. Los demás suelen aprovecharse de ellos porque conocen su poca resistencia y su falta de reacción ante las presiones.
Parece que sólo les preocupa no tener fallos graves ante Dios. ¿No nos recuerdan a los que viven su cristianismo bajo el lema de "yo no robo, ni mato, ni hago mal a nadie"? Con este estilo de vida y relación, a estas personas no suelen faltarles "los amigos", porque todos aquellos que se ven beneficiados de su relación, están siempre a su lado y dispuestos a beneficiarse de lo que en términos oficiales se llamaría "bondad", pero que en términos de evangelio se llama ‘cobardía’.
Es posible que no sean conscientes de lo que hacen, porque ni su formación da para más, ni la verdadera conversión se ha encontrado aún con ellos. Su relación, fundamentada en su egoísmo, suele ser una aceptación de mal menor para evitar mal mayor, entendiendo por bien y mal el beneficio o el perjuicio personal. En definitiva, no está dispuestos a decir como Pablo: "Nosotros, necios por seguir a Cristo; vosotros, sabios en Cristo. Débiles nosotros; mas vosotros, fuertes. Vosotros llenos de gloria; mas nosotros, despreciados" (1 Co 4,10),
Creo que esta posición nos autoriza a catalogar a muchos cristianos como amigos del mundo. No me refiero a quienes se llaman cristianos y son en todo esclavos del espíritu del mundo, sino a aquellos que, presentándose como cristianos o esforzándose hasta cierto punto por vivir como cristianos, tienen una buena relación con el mundo, sus criterios, sus formas de relacionarse y sus valores. ¿Qué sucede? O no saben lo que la palabra de Dios dice acerca de la amistad con el mundo, o lo saben, pero no son capaces de hacer frente al mundo cuando ataca lo que de cristiano tienen sus criterios, su estilo de vida o sus palabras y sus obras. No están dispuestos a que los demás los tachen de carcas, beatos, meapilas, retrógrados, etc. Prefieren reír sus "gracias" que caer en desgracia ante ellos. Eso es amistad con el mundo. Y de esa amistad dice la palabra revelada: "¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios" (St 4,4).
Estas palabras ponen de manifiesto contada claridad que ser amigo del mundo —seguir la corriente del mundo— es igual a ser enemigo de Dios. Para ser conscientes de las peligrosas consecuencias que pueden derivar de semejante situación, sería suficiente recordar el significado de la palabra enemistad y después aplicarlo a la relación con Dios. Enemistad significa carencia de relación a causa de enfrentamiento y/o ruptura; y que cuando esa actitud se mantiene en relación a Dios, el nombre con que se conoce es el de "pecado". Podríamos reinterpretar la frase de Santiago y decir: La amistad con el mundo es pecado ante Dios.
Puede parecer que esta situación no es especialmente importante; yo creo que, desde cierto punto de vista, es más grave que el amor al mundo, porque éste se ve y se entiende bien, de modo que uno puede decidir seguir en él o salir de él; pero la amistad con el mundo es una situación de engaño y ceguera espiritual, en la que uno se siente cómodo y de la que no intentará salir a no ser que antes se haga la luz sobre él y esté dispuesto a pagar el precio de ser y vivir como verdadero cristiano. Una forma de ver nuestra posición ante el mundo sería preguntarnos hasta qué punto podemos decir como Pablo: "Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo" (Flp 3,8).
Consecuencias del amor al mundo
El desconocimiento se puede relacionar con la ceguera. Ignorar las consecuencias de la amistad con el mundo y el amor hacia él conduce a no ver lo que nos espera al final del camino y lo que realmente estamos viviendo en el presente. Necesitamos saber qué ocurre cuando hay amor o amistad con el mundo para evitarlos y no ser sus víctimas.
Pablo advierte a los cristianos de Éfeso acerca del destino preparado para quienes viven bajo el espíritu del mundo: "Vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el Príncipe del imperio del aire, el espíritu que actúa en los rebeldes... entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a la Cólera" (Ef 2,2-3).
La parábola del sembrador pone énfasis en la carencia de fruto en el cristiano seducido por el mundo: "El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto" (Mt 13,22). ¿No es el retrato vivo de muchos cristianos de nuestros días?
La amistad con el mundo trae ruptura en la comunión con la Trinidad: "Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él" (1 Jn 2,15). La primera consecuencia clara es la incompatibilidad de amores: donde está uno de ellos no cabe el otro. La expresión "el amor del Padre" puede interpretarse en dos sentidos: el amor de Dios al hombre y el amor del hombre a Dios. Desde luego, si el amor del Padre no está en el hombre, difícilmente podrá el hombre amar a Dios. Y por supuesto donde no está el amor del Padre tampoco estará el amor del Hijo ni el del Espíritu Santo. La ruptura con una persona de la Trinidad es ruptura con todas ellas.
Desde su capacidad para discernirlo todo con exactitud, Jesús vio la carencia del amor del Padre en los judíos que le rechazaban: "Jesús les decía a los judíos, que le buscaban para matarle: ‘Yo os conozco; no tenéis en vosotros el amor de Dios’" (Jn 5,41).
El cristiano nunca debe claudicar ante los medios y satisfacciones que el mundo ofrece, sino usarlos en la medida en que los necesita y para fines superiores: "Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa" (1 Co 7,31).
San Pablo sufre la misma tentación que los demás discípulos, pero no claudica ante ella y se mantiene con los ojos fijos en el Señor: "¿Busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo" (Ga 1,10). ¿No es cierto que son muchos los cristianos que tratan hoy de agradar a los hombres y, por lo mismo, dejan de ser siervos de Cristo?
La amistad con el mundo y la claudicación ante sus atractivos es demasiado fuerte y nadie hay que pueda sentirse libre de ella. Pablo ve cómo alguno de sus más directos colaboradores es víctima de esa amistad y le abandona. En una de sus cartas le abría el corazón a Timoteo de esta manera: "Apresúrate a venir a mí cuanto antes, porque me ha abandonado Demas por amor a este mundo y se ha marchado a Tesalónica" (2 Tm 4,10).
Lo mejor que podemos hacer para no dejarnos seducir por el espíritu del mundo ni ser sus amigos es esforzarnos por vivir como verdaderos discípulos. Lo mismo que una botella que está llena de líquido debe quedar vacía cuando queremos llenarla de otro, y éste no puede alojarse en ella mientras no llevamos a cabo esa operación, así es el cristiano lleno de Dios porque, al vivir de acuerdo con su palabra y ser morada de la Trinidad, está automáticamente cerrado a la amistad con el mundo.
Hay que ponerse del lado del Maestro y permanecer en él, aceptando el riesgo de ser odiados por el mundo a causa de nuestra falta de amistad con él, porque el Maestro nos ha sacado del mundo y nos ha hecho suyos y partícipes de su misión: "Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo" (Jn 15,19).
La cruz —precisamente la cruz, que es objeto del más absoluto rechazo por parte del mundo— debe interponerse entre el mundo y el cristiano, de modo que éste se vea a sí mismo unido a Cristo crucificado y viviendo en él, y contemple al mundo vencido por la obra de Cristo en la cruz: "Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo! (Ga 6,14).
El cristiano debe tener presente siempre su verdadera ciudadanía. Ya no pertenece a la tierra ni las cosas de abajo son su prioridad, Su permanencia en Cristo debe caracterizar su vida, sus obras y sus relaciones: "Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios" (Col 3,1-3).
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Texto extraido apartado 13 del libro
EL ESPÍRITU DEL MUNDO
La visión cristiana del espíritu del mundo como enemigo de Reino de Dios, exige al cristiano una toma de postura arriesgada, definida y permanente, porque se enfrenta a un enemigo refinado, omnipresente, siempre activo y que goza de buena salud.
Ed Grafité ediciones
Autor: Maximiliano Calvo.
Primera Edición 2006.
Fuente: Comunidad de Jerusalén
¿Puede existir una bioética válida para toda la humanidad? / Autora: Inmaculada Álvarez
Los derechos humanos necesitan un fundamento superior, según el presidente de los médicos católicos
ROMA, (ZENIT.org) ¿Es posible establecer unos principios universales, aceptados por gran parte de la humanidad, que rijan la actividad científica y médica? Es el reto que plantea el presidente de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas (FIAMC), el doctor José María Simón Castellví.
En un artículo enviado a Zenit, el presidente de la FIAMC afirma que "la inspiración que empuja a la ciencia, las metas que se prefija, los medios que escoge, etc. están fuera de la propia ciencia", y que por tanto es necesario establecer unos principios bioéticos universales para evitar que la ciencia se convierta en un instrumento de destrucción.
"A veces nos encontramos a casos límite en los que una argumentación seductora puede conducir a decisiones inmorales por parte de los científicos, a quienes a pesar de su buena voluntad, les falta reflexión ética", afirma Simón Castellví, quien compara la situación actual con la de los experimentos científicos aberrantes realizados bajo el régimen nacional-socialista. "Los fines para los alemanes era plausible: una mayor felicidad para el pueblo alemán, donde se insinúa una ideología que corrompe muchas decisiones, tanto políticas como científicas, porque se reduce al fin que justifica los medios. Dame un buen fin y justificaré cualquier medio, aunque en una primera lectura este medio sea reconocido como claramente criminal".
La negación de las creencias tradicionales ha venido acompañada, no de ausencia de religiosidad, explica el presidente de la FIAMC, sino por una serie de creencias "míticas", como la de la sociedad del bienestar, o la máxima felicidad, o la eliminación del dolor.
"Todos estos fines son aparentemente buenos, pero muchas veces vienen minados por la perversa ideología del fin que justifica los medios. Hoy, esta ideología abominable pervive gracias a formas más sofisticadas: bendiciendo la eutanasia, promoviendo la esterilización obligatoria en ciertos países, imponiendo el aborto selectivo en los fetos femeninos, etc."
"Nunca se puede hacer un mal para llegar al bien. Y tampoco se puede hacer un mal menor para llegar al bien. Llegado el caso, se puede tolerar un mal menor, pero nunca cometerlo", afirma.
Dios es necesario
Según el doctor Simón Castellví, muchos "han hecho un esfuerzo para dar un código de bioética válido para toda la humanidad", y la expresión más importante de la búsqueda de unos principios universales es la codificación de los Derechos Humanos en 1948.
Sin embargo, aunque se trata de "un texto bien redactado y útil como referencia para que las diversas culturas colaboren entre ellas", sin embargo si no se admite un principio anterior que los sustente, se reducen a un texto legal interpretable desde cualquier punto de vista.
"Los Derechos Humanos no se crearon ex novo, sino que responden a una tradición secular que se adentra en la profundidad de los tiempos", en la ley natural. "La ley natural moral existe: es la capacidad de la razón humana de conocer y adherirse a la verdad. Para mí, ningún profesional toca con la mano como un médico la existencia de esta ley".
La cuestión, explica el presidente de la FIAMC, es si esta ley natural "existe por casualidad, por caos o por la voluntad de ciertos dioses caprichosos como los de los antiguos griegos, o quizás por la voluntad de Dios".
Sin embargo, la libertad del hombre y el problema del mal hacen que "no baste dejar la conducta humana sólo en manos de las bellas palabras, las declaraciones o la conciencia. Hace falta una justicia humana. Es muy ingenuo pensar que la sola protección bioética sea suficiente para que los seres humanos actúen correctamente".
"A mi juicio, y al de millones de personas, no sólo debemos buscar el bien de los hombres, sino que debemos dejar espacio a Dios. No diré nada de Dios. Sólo lo cito, como hace el astrofísico Stephen Hawking en su libro 'Brevísima historia del tiempo'".
"Si el hombre abdica de creer en un solo Dios justo y bueno, adorará ídolos, que en nuestra época racional no serán de piedra, sino un ideal mistificado, el ego, la propia inteligencia, etc.", añade.
"Si solamente nos preocupamos de que las consecuencias sean suficientemente buenas para justificar un acto, si no se admite que existen valores anclados en la naturaleza humana y en la existencia de Dios (sin renunciar a la razón y con una fe purificada del fanatismo) demasiado fácilmente caeremos en algo que termina siempre con sangre", advierte.
ROMA, (ZENIT.org) ¿Es posible establecer unos principios universales, aceptados por gran parte de la humanidad, que rijan la actividad científica y médica? Es el reto que plantea el presidente de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas (FIAMC), el doctor José María Simón Castellví.
En un artículo enviado a Zenit, el presidente de la FIAMC afirma que "la inspiración que empuja a la ciencia, las metas que se prefija, los medios que escoge, etc. están fuera de la propia ciencia", y que por tanto es necesario establecer unos principios bioéticos universales para evitar que la ciencia se convierta en un instrumento de destrucción.
"A veces nos encontramos a casos límite en los que una argumentación seductora puede conducir a decisiones inmorales por parte de los científicos, a quienes a pesar de su buena voluntad, les falta reflexión ética", afirma Simón Castellví, quien compara la situación actual con la de los experimentos científicos aberrantes realizados bajo el régimen nacional-socialista. "Los fines para los alemanes era plausible: una mayor felicidad para el pueblo alemán, donde se insinúa una ideología que corrompe muchas decisiones, tanto políticas como científicas, porque se reduce al fin que justifica los medios. Dame un buen fin y justificaré cualquier medio, aunque en una primera lectura este medio sea reconocido como claramente criminal".
La negación de las creencias tradicionales ha venido acompañada, no de ausencia de religiosidad, explica el presidente de la FIAMC, sino por una serie de creencias "míticas", como la de la sociedad del bienestar, o la máxima felicidad, o la eliminación del dolor.
"Todos estos fines son aparentemente buenos, pero muchas veces vienen minados por la perversa ideología del fin que justifica los medios. Hoy, esta ideología abominable pervive gracias a formas más sofisticadas: bendiciendo la eutanasia, promoviendo la esterilización obligatoria en ciertos países, imponiendo el aborto selectivo en los fetos femeninos, etc."
"Nunca se puede hacer un mal para llegar al bien. Y tampoco se puede hacer un mal menor para llegar al bien. Llegado el caso, se puede tolerar un mal menor, pero nunca cometerlo", afirma.
Dios es necesario
Según el doctor Simón Castellví, muchos "han hecho un esfuerzo para dar un código de bioética válido para toda la humanidad", y la expresión más importante de la búsqueda de unos principios universales es la codificación de los Derechos Humanos en 1948.
Sin embargo, aunque se trata de "un texto bien redactado y útil como referencia para que las diversas culturas colaboren entre ellas", sin embargo si no se admite un principio anterior que los sustente, se reducen a un texto legal interpretable desde cualquier punto de vista.
"Los Derechos Humanos no se crearon ex novo, sino que responden a una tradición secular que se adentra en la profundidad de los tiempos", en la ley natural. "La ley natural moral existe: es la capacidad de la razón humana de conocer y adherirse a la verdad. Para mí, ningún profesional toca con la mano como un médico la existencia de esta ley".
La cuestión, explica el presidente de la FIAMC, es si esta ley natural "existe por casualidad, por caos o por la voluntad de ciertos dioses caprichosos como los de los antiguos griegos, o quizás por la voluntad de Dios".
Sin embargo, la libertad del hombre y el problema del mal hacen que "no baste dejar la conducta humana sólo en manos de las bellas palabras, las declaraciones o la conciencia. Hace falta una justicia humana. Es muy ingenuo pensar que la sola protección bioética sea suficiente para que los seres humanos actúen correctamente".
"A mi juicio, y al de millones de personas, no sólo debemos buscar el bien de los hombres, sino que debemos dejar espacio a Dios. No diré nada de Dios. Sólo lo cito, como hace el astrofísico Stephen Hawking en su libro 'Brevísima historia del tiempo'".
"Si el hombre abdica de creer en un solo Dios justo y bueno, adorará ídolos, que en nuestra época racional no serán de piedra, sino un ideal mistificado, el ego, la propia inteligencia, etc.", añade.
"Si solamente nos preocupamos de que las consecuencias sean suficientemente buenas para justificar un acto, si no se admite que existen valores anclados en la naturaleza humana y en la existencia de Dios (sin renunciar a la razón y con una fe purificada del fanatismo) demasiado fácilmente caeremos en algo que termina siempre con sangre", advierte.
lunes, 2 de junio de 2008
No temas al futuro / Autor: P. Eusebio Gómez Navarro
El Dr. Robert White, catedrático en la Universidad de Cleveland y director de su hospital, era un gran cirujano y creyente. Una vez dijo: “Para mí la práctica de la medicina y la fe religiosa están indisolublemente ligadas. Oro mucho, sobre todo antesde efectuar una operación y después de terminarla”.
Dios tiene que estar muy vivo en la vida de los creyentes. Está muy presente en la mente y el corazón de muchos pueblos.Algunos de éstos tienen como primer principio creer en Dios.
A pesar de que Dios es lo más importante para muchas personas, otros no confían en Él, sino en los ídolos. En momentos como los actuales viene bien recordar lo que dice Pablo: “Sobre la venida de nuestro Señor Jesucristo y el momento de nuestra reunión con Él, les rogamos, hermanos, que no se alarmen por revelaciones, rumores o supuestas cartas nuestras en las que se diga que el día del Señor es inminente”. (2 Ts 2,1-2)
Es inútil perder el tiempo adivinando fechas del fin del mundo. “En cuanto al día y la hora nadie lo sabe”. (Mt 24,36) Existen demasiados adivinos que, con sus sueños vanos, sólo logran despertar temores. De cara al futuro se dan distintas respuestas; pero parece que pululan los profetas de calamidades que, refugiándose en el pasado, anuncian un futuro trágico. Así surge un clima donde abundan los miedos irracionales y los cataclismos. En todo ven el final de los tiempos.
Haremos de la historia lo que decidamos que sea. Nos damos cuenta de que somos capaces de las mejores empresas, pero al mismo tiempo sentimos que somos “marionetas” a las que el viento mueve a su antojo. Dios nos ha creado libres, y podemos elegir la vida o la muerte. Cada día los pájaros se despertarán en la copa de los árboles a la misma hora, cantarán de la misma manera y apenas hayan terminado de cantar, irán en busca de alimento.
En cambio, para los seres humanos todo será diferente. Tal vez se apliquen con buena voluntad a la construcción de un mundo mejor. ¿Ocurrirá eso? Tal vez, pero acaso no. Nosotros tenemos que creer en el Dios de la vida, ese que quiere la salvación de todos, el que nos ilumina en nuestro caminar.
“El Dios que dijo: Brille la luz en las tinieblas, es el que ha encendido esa luz en nuestros corazones, para hacer brillar el conocimiento de la gloria de Dios, que está reflejada en el rostro de Cristo”. (2 Co 4,6) “Dios nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva, basada no en la letra de la ley sino en la fuerza del Espíritu”. (2 Co 3,6) Y esta fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros. “Nos acosan por todas partes, pero no estamos abatidos; somos perseguidos, pero no quedamos a merced del peligro; nos derriban, pero no llegan a rematarnos”. (2 Co 4,7ss)
Es necesario, pues, confiar en Dios, orar en todo momento. Esta confianza nos ayuda a ver sin miedo el futuro, a vivir el presente con la completa seguridad de que Dios nos cuida y nos ama.
Dios tiene que estar muy vivo en la vida de los creyentes. Está muy presente en la mente y el corazón de muchos pueblos.Algunos de éstos tienen como primer principio creer en Dios.
A pesar de que Dios es lo más importante para muchas personas, otros no confían en Él, sino en los ídolos. En momentos como los actuales viene bien recordar lo que dice Pablo: “Sobre la venida de nuestro Señor Jesucristo y el momento de nuestra reunión con Él, les rogamos, hermanos, que no se alarmen por revelaciones, rumores o supuestas cartas nuestras en las que se diga que el día del Señor es inminente”. (2 Ts 2,1-2)
Es inútil perder el tiempo adivinando fechas del fin del mundo. “En cuanto al día y la hora nadie lo sabe”. (Mt 24,36) Existen demasiados adivinos que, con sus sueños vanos, sólo logran despertar temores. De cara al futuro se dan distintas respuestas; pero parece que pululan los profetas de calamidades que, refugiándose en el pasado, anuncian un futuro trágico. Así surge un clima donde abundan los miedos irracionales y los cataclismos. En todo ven el final de los tiempos.
Haremos de la historia lo que decidamos que sea. Nos damos cuenta de que somos capaces de las mejores empresas, pero al mismo tiempo sentimos que somos “marionetas” a las que el viento mueve a su antojo. Dios nos ha creado libres, y podemos elegir la vida o la muerte. Cada día los pájaros se despertarán en la copa de los árboles a la misma hora, cantarán de la misma manera y apenas hayan terminado de cantar, irán en busca de alimento.
En cambio, para los seres humanos todo será diferente. Tal vez se apliquen con buena voluntad a la construcción de un mundo mejor. ¿Ocurrirá eso? Tal vez, pero acaso no. Nosotros tenemos que creer en el Dios de la vida, ese que quiere la salvación de todos, el que nos ilumina en nuestro caminar.
“El Dios que dijo: Brille la luz en las tinieblas, es el que ha encendido esa luz en nuestros corazones, para hacer brillar el conocimiento de la gloria de Dios, que está reflejada en el rostro de Cristo”. (2 Co 4,6) “Dios nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva, basada no en la letra de la ley sino en la fuerza del Espíritu”. (2 Co 3,6) Y esta fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros. “Nos acosan por todas partes, pero no estamos abatidos; somos perseguidos, pero no quedamos a merced del peligro; nos derriban, pero no llegan a rematarnos”. (2 Co 4,7ss)
Es necesario, pues, confiar en Dios, orar en todo momento. Esta confianza nos ayuda a ver sin miedo el futuro, a vivir el presente con la completa seguridad de que Dios nos cuida y nos ama.
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