domingo, 18 de diciembre de 2022
“No temas María” / Por Conchi Vaquero
sábado, 26 de junio de 2021
Véronique llevaba una vida extrema en la cantidad de alcohol que bebía y conquistas amorosas, clamó al Señor y fue escuchada: «Dios me dio a mi esposo y a mi hija»
* «Muy pronto, el miedo a ser madre me invadió. Era incontenible. Habiendo aprendido de mi experiencia, empecé a confiarle a Dios esta dificultad todos los días en la oración. Poco a poco, semana a semana, eso me fue quitando poco a poco el miedo. Tuvimos una hija y me di cuenta de que yo estaba hecha para ser madre. Comprendí que yo siempre tenía miedo de cualquier cosa que pudiese hacerme realmente feliz. Es como si Dios me diese unos faros delanteros que me permiten ver unos pocos pasos por delante, para que pueda avanzar. No sé muy bien adónde voy, pero sí sé dónde dar mis próximos pasos. Y así avanzo diez metros, poco a poco. Y cuando, al cabo de un tiempo, miro atrás y hago balance, me doy cuenta de que he avanzado kilómetros»
miércoles, 10 de febrero de 2016
Marco Rubio, un católico hacia la Casa Blanca: "Una emoción misteriosa y profunda me trajo de vuelta a la Iglesia…. Dios es real"
lunes, 8 de febrero de 2016
Obama en el Desayuno de Oración Nacional: “Jesús es la gran cura para el miedo"
martes, 16 de abril de 2013
Dios quiere hacer crecer a cada persona en el amor / Por Arturo López
16 de abril de 2013.- (Camino Católico) La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta duodécima charla sobre las virtudes se profundiza en la virtud teologal de la caridad. La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Es expresión del amor sublime. La máxima expresión de amor. Dios desea hacer crecer a cada persona en el amor por eso la oración constante debe suscitar el encuentro con Dios para dejarnos transformar en aquellas áreas que nos impiden amar como Dios nos amas. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 8 de abril de 2013.
domingo, 7 de abril de 2013
“Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” / Por Arturo López
Camino Católico.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta undécima charla sobre las virtudes se profundiza en la virtud teologal de la caridad. La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Es expresión del amor sublime. La máxima expresión de amor.
La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios. Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo. Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15, 9-10).
Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 25 de marzo de 2013.
miércoles, 27 de marzo de 2013
Ser sembradores de esperanza amando como Dios nos ama / Por Arturo López
27 de marzo de 2013.- (Camino Católico) La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta décima charla sobre las virtudes se profundiza en la virtud teologal de la esperanza. La mejor forma de acrecentar en nosotros la esperanza es hacernos como niños y dependiendo y confiar en Dios. Sólo dejándonos amar por el Señor podremos crecer en esperanza. Así podremos responder a la llamada de ser sembradores de esperanza amando a los demás como Dios nos ama. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 18 de marzo de 2013.
miércoles, 2 de mayo de 2012
Perdona y serás sanado por el amor de Dios / Por Arturo López
Meditación-oración de sanación interior en vídeo grabada en directo 2 de mayo de 2012.- La meditación-oración la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. Las heridas emocionales de nuestra vida son las que nos impiden acoger el amor incondicional de Dios. Tomar conciencia ante el Señor de nuestras heridas y dejarnos sanar por su mirada es el objetivo de esta serie de enseñanzas-oraciones. En esta quinta se profundiza en el perdón como un paso esencial para que el amor de Dios sane de raíz los recuerdos dolorosos y cierre nuestras heridas. Si optamos por perdonar todos los días elegimos el camino de la conversión y amar y acoger la misericordia de Dios que nos transforma y cura. Se reza durante la meditación para que seamos capaces de realizar el acto de la voluntad necesario para perdonar a cada persona que nos ha ofendido. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 23 de abril de 2012. | |
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jueves, 5 de abril de 2012
Señor ilumina mis recuerdos, para mi sanación / Por Arturo López
5 de abril de 2012.- La meditación-oración la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. Las heridas emocionales de nuestra vida son las que nos impiden acoger el amor incondicional de Dios. Tomar conciencia ante el Señor de nuestras heridas y dejarnos sanar por su mirada es el objetivo de esta serie de enseñanzas-oraciones. En esta segunda se reza para que Cristo nos revele las situaciones de la vida que nos han herido y han levantado en nosotros mecanismos de defensa que nos impiden dejarnos amar y poder amar. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 26 de marzo de 2012. Ver vídeo...
martes, 21 de febrero de 2012
Mírame con tu amor Señor y sáname en cada negación / Por Arturo López
21 de febrero de 2012.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. Esta charla es la sexta de una serie de meditaciones en las que se profundiza como interiorizar la mirada de Dios en el corazón, por el don del Espíritu Santo siguiendo las enseñanzas de Cristo. Jesús actuó ante las traiciones, infidelidades y dificultades con una mirada llena de misericordia, amor, humildad, verdad, justicia, dolor y sabiduría. Para aprender a afrontar las contrariedades debemos dejarnos mirar por el Señor para ser transformados por Él. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 13 de febrero de 2012. Ver vídeo...
sábado, 4 de febrero de 2012
Una mirada humilde es fruto de un corazón convertido / Por Arturo López
4 de febrero de 2012.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. Esta charla es la cuarta de una serie de meditaciones en las que se profundiza como interiorizar la mirada de Dios en el corazón, por el don del Espíritu Santo siguiendo las enseñanzas de Cristo. La mirada humilde de Jesucristo ante el joven rico y el acaudalado Zaqueo centran esta enseñanza para interiorizar en el corazón que nada es imposible para Dios y que nosotros somos meros servidores y testigos ante los demás de su amor. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 30 de enero de 2012. Ver vídeo...
martes, 31 de enero de 2012
Jesucristo enséñanos a ver la vida con tu mirada / Por Arturo López
31 de enero de 2012.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. Dios no sólo ha hablado al mundo y al hombre, también los ha mirado, y Jesús es esa mirada plena, definitiva y exhaustiva de Dios. Cristo no es sólo la Palabra de Dios encarnada; encarna también su mirada: entrañable, benevolente, misericordiosa, paterna. A Jesús, en cuanto encarnación de la mirada de Dios, hemos de contemplarle con atención para poder interiorizar su mirada ante la vida. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 23 de enero de 2012. Ver vídeo...
domingo, 22 de enero de 2012
Mirar con la mirada de Amor de Dios Padre / Por Arturo López
22 de enero de 2012.- La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. Tener la mirada de Dios sobre cada acto y acontecimiento de la vida y en nuestras relaciones con los demás es lo que nos hará vivir una vida acorde con el evangelio y dará credibilidad a nuestro testimonio cristiano. Esta charla es la segunda de una serie de meditaciones en las que se profundiza como interiorizar la mirada de Dios en el corazón, por el don del Espíritu Santo siguiendo las enseñanzas de Cristo. Es a partir de la Parábola del Hijo Pródigo como en esta meditación se escudriña que actitudes pueden hacernos mirar a las personas y a los acontecimientos con la mirada de amor de Dios Padre. Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 16 de enero de 2012. Ver vídeo...
domingo, 9 de agosto de 2009
Palabras de sabiduria para hacer frente al miedo en la familia y en la vida del P. Zlatko Sudac
sábado, 4 de julio de 2009
Jesús repitió muchas veces estas palabras: "No tengan miedo". Las reiteraciones de Cristo en esta afirmación nos dan un claro discernimiento: El miedo jamás proviene de Dios. Debemos interiorizar y hacer vida en nuestro corazón estas tres palabras del Hijo de Dios: "No tengáis miedo".
Humanamente lo opuesto al miedo sería la valentía. No obstante, cuando Jesús dice "no tengáis miedo" nos revela la razón principal para no permitir que se apodere de nuestro corazón: "Yo he vencido al mundo". El miedo sólo irá disminuyendo en nosotros cuando la presencia de Cristo vaya tomando posesión de todas las áreas de nuestra vida y de nuestro corazón como autentico Señor.
La Paz de Cristo reposará en nosotros cuando vivamos deseando ardientemente como Juan el Bautista que Él crezca y nuestro ego disminuya. A más miedos menos fundamentada tenemos nuestra vida en Aquél que tiene poder para dar y quitar la vida que perdura para siempre.
En realidad hay miedos de los cuales tenemos constancia y conciencia. Otros miedos dominan nuestro subconsciente y no somos capaces de reconocer que se han asentado en nosotros. Estos que no aceptamos como tales nos hacen actuar en todas las áreas de nuestra vida defendiéndonos y no dando Amor como es la Voluntad de Dios.
Todos los miedos son consecuencia de las decenas de heridas emocionales, espirituales y vitales que hemos recibido desde el momento de nuestra gestación. Sólo Dios puede restaurar esas heridas si acudimos a Él con humildad, tal y como estamos, pidiéndole que las llagas de nuestro corazón sean convertidas en heridas luminosas de Resurrección por el poder de la Cruz de Jesús.
Tenemos miedo a hacer el ridículo, a perder el trabajo, a quedarnos sólos sin nuestros seres queridos, al silencio, a la oscuridad, a ser rechazados, a fracasar en nuestras relaciones humanas y sociales, a enfermar...y a morir. Inmediatamente todos reconocemos que eso nos sucede a todos, creyentes y laicistas, pero nos apresuramos a autojustificarnos interior y exteriormente con la frase: "Claro que nos pasa a todos. Es humano".
Confundimos nuestro concepto de humanidad (imperfección) con aquél con que Dios Padre creó el mundo. La voluntad de Dios era desde el principio que la humanidad durara eternamente sin el tránsito de la muerte. Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios: creados esencial y únicamente para Amar. El pecado introdujo el mal, la enfermadad y la muerte. El Padre del Cielo nos amó tanto que entregó a su Hijo Jesucristo por nuestra salvación. De esta manera instauraba la humanidad que Él había pensado si nos acogemos al seguimiento de Cristo: "Sed Santos como Yo soy Santo". "Sed perfectos como mi Padre es perfecto".
Todos los miedos provienen del miedo a morirnos que habita en nosotros. Si Cristo no es el Señor de nuestra vida y hay áreas que deseamos controlar nosotros mismos estamos mostrando la debilidad vital del miedo a la muerte que nos acompaña, porque en realidad sólo depositamos una parte de nuestro corazón en las manos de Dios. Deseamos vivir según nos place y no siguiendo la voluntad del Padre Celestial.
En la 1ª de Juan 4, 8-19 leemos:
"Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie le ha visto nunca.Si nos amamos unos a otros,Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo, como Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios,Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en Él.Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del Juicio, pues como Él es, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.Nosotros amemos, porque él nos amó primero".
Cuando no hacemos la voluntad de Dios, nuestra codicia y egoísmo hacen penetrar el miedo en la herida humanidad que vivimos, nos dañamos profundamente nosotros y a aquellos con quienes nos relacionamos. El miedo se expande socialmente como una mancha de aceite fruto del pecado, nos paraliza, mina nuestra fe y nos deja como ovejas sin Pastor. Jesús es el Buen Pastor y no quiere que tengamos miedo. En la carta a los Hebreos 13, 5-6 se nos exhorta: "Sea vuestra conducta sin avaricia; contentos con lo que tenéis, pues él ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré; de modo que podamos decir confiados: El Señor es mi ayuda; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?".
Conocemos decenas de personas que para defender su lugar de trabajo han hablado mal de los compañeros ante el jefe, han hecho trabajos gratuitos y han querido ganarse la confianza de la empresa dañando a los demás por sí en alguna ocasión se debía despedir a alguien no fueran ellas las perjudicadas. Todos los que actúan así tienen miedo porque su autoestima está destruida y creen que los demás harán con ellos lo mismo. Este daño es múltiple: espiritual, emocional y síquico. Sólo Dios puede hacernos comprender que todos merecemos un trabajo por nuestra dignidad de Hijos de Dios. Nadie tiene un trabajo por sus propios méritos, aunque muchas veces lo pensamos. ¿Por qué millones de personas no pueden trabajar y subsitir y viven esclavizados en el mundo?. Por el egoísmo social del hombre. Dios es totalmente contrario a eso y nos pide que testimoniemos en su nombre en situaciones como esta.
Hemos orado varias veces por un hombre que mantiene una profunda relación con Dios y que desea seguir al Señor cada día. Él a visto la Gloria de Dios en su vida y en la de muchas personas. El Señor lo ha hecho crecer en su Amor, pero las heridas de relación con su padre en la infancia le asentaron una gran inseguridad en si mismo. Su padre ya murió hace años. Él actúa siguiendo al Señor como si su padre le estuviera observando y debiera agradarle a él y no a Dios. Eso es inconsciente, pero cada pasó que Dios le pide que dé se ve atormentando por las dudas. Quisiera que antes de caminar sobre las aguas como Pedro, Dios le extendiera un certificado de idoneidad donde constará que si da el paso todo saldrá bien y su prestigio social y su autoestima no serán dañadas. Con el tiempo Cristo Resucitado ha fortalecido y curado heridas que le hacen menos vulnerable.
También hemos orado por una mujer que tiene una gran fe, pero que por las relaciones con personas del entorno y de su familia la han marcado profundamente. Tiene miedo a la oscuridad, a oír hablar del diablo, a que a sus familiares les pasé algo grave cuando van a cualquier lugar tanto en coche, en transporte público como a pie. Tiene miedo a que sus familiares enfermen. Ella ha sufrido a su alrededor con hermanos que la han rechazado, familiares alcohólicos, ha pasado por malos tratos síquicos...Pero debemos subrayar que es una persona generosa y llena del Amor de Dios, como la viuda del Evangelio que dio en el templo todo lo que tenía. No tenemos ninguna duda que Dios está obrando en ella cada instante en cada herida de su vida para que la Paz se vaya apoderando de todo su ser. Su combate siempre es: "Dios ha hecho maravillas en mi vida pero tengo miedo que Él no me responda en situaciones difíciles".
Debemos interiorizar las palabras de la carta a los Romanos, 8, 35-39: "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro".
Oremos con el Salmo 91:
Tú que vives al amparo del Altísimo
y resides a la sombra del Todopoderoso,
di al Señor: "Mi refugio y mi baluarte,
mi Dios, en quien confío".
Él te librará de la red del cazador
y de la peste perniciosa;
te cubrirá con sus plumas,
y hallarás un refugio bajo sus alas.
No temerás los terrores de la noche,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que acecha en las tinieblas,
ni la plaga que devasta a pleno sol.
Aunque caigan mil a tu izquierda
y diez mil a tu derecha,
tú no serás alcanzado:
su brazo es escudo y coraza.
Con sólo dirigir una mirada,
verás el castigo de los malos,
porque hiciste del Señor tu refugio
y pusiste como defensa al Altísimo.
No te alcanzará ningún mal,
ninguna plaga se acercará a tu carpa,
porque él te encomendó a sus ángeles
para que te cuiden en todos tus caminos.
Ellos te llevarán en sus manos
para que no tropieces contra ninguna piedra;
caminarás sobre leones y víboras,
pisotearás cachorros de león y serpientes.
"Él se entregó a mí,
por eso, yo lo libraré;
lo protegeré, porque conoce mi Nombre;
me invocará, y yo le responderé.
Estaré con él en el peligro,
lo defenderé y lo glorificaré;
le haré gozar de una larga vida
y le haré ver mi salvación".
sábado, 11 de abril de 2009
/ Autores: Conchi Vaquero y Arturo López
"El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:
–¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se agachó a mirar y vio allí las vendas, pero no entró. Detrás de él llegó Simón Pedro, que entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas, y vio además que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado y creyó. Y es que todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que él tenía que resucitar".
(Juan 20, 1-9).
Jesús resucitó hace casi dos mil años. Los cristianos, que se supone intentamos seguirle, poniendo en práctica el mensaje del evangelio, que nos revela toda la historia de la salvación contenida en la Biblia, con asiduidad repetimos la escena de María Magdalena en muchas ocasiones y exclamamos:
–¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!
Eso sucede en nuestras vidas cuando vivimos momentos de dificultad ante los cuales no podemos hacer nada, sólo estar quietos esperando la resurección, la solución al problema que nos provoca desaliento, desesperanza, depresión, angustia y miedo. Estamos como Jesús en el sepulcro: con una gran losa, una piedra muy pesada, atados e inmóviles. Sólo el Amor de Dios Padre puede apartar esas dificultades de nuestra vida y restablecernos de manera providencial. Pese a que, en decenas de ocasiones, hemos vivido como de repente toda losa era quitada, todo camino allanado, no nos acabamos de creer la promesa de Jesús resucitado que prometió acompañarnos siempre.
Y hemos constatado todos lo que nos sucede: el problema ya no existe, ha desaparecido. Pero, la oscuridad, el miedo, la angustía y la depresión persisten. Nos preguntamos: ¿Es verdad o es un espejismo de mi mente? Cuando María Magdalena fue al sepulcro era oscuro y vió con sus propios ojos que Jesús no estaba. Entonces, no recuerda la promesa del Señor que resucitaría, el miedo le hace pensar que se han llavado el cuerpo. Hemos escuchado tantas veces estas Palabras de Vida del evangelio de Juan y en cambio no las sabemos vivir al mínimo tropiezo.
Pero eso no es todo, el discípulo amado se va con Simón Pedro al Sepulcro, ve las vendas desde fuera y no se atreve a entrar: el miedo le paraliza. Es como si pensará: "Bastante hemos sufrido ya, sólo falta que nos suceda algo más". Esto también lo vivimos nosotros cuando acompañamos a alguien en el dolor y sufrimiento: "A ver si no voy saber estar a la altura de las circunstancias".
Én todas las variantes en que la resurrección de Cristo no es actualizada en nuestras vidas seguramente es que necesitamos crecer dejándonos guiar por el auténtico resucitado: Jesús el Señor. Para ver la luz de Cristo sólo hace falta que nos acerquemos a Él con confianza, en todo el estado deplorable en que nos encontremos y reconozcamos que sólo Él tiene Palabras de Vida.
Como los apóstoles, muchas veces vivimos en la dispersión -ellos la experimentaron con la muerte de Jesús- y no entendemos las Escrituras porque no escuchamos la voz suave del Salvador que clama continuamente: "no tengaís miedo. Soy yo el que os hace caminar pese a vuestra debilidad". A cada uno de nosotros como toda respuesta sólo se nos ocurre gritar como Pedro cuando debía andar sobre las aguas: "Señor que me hundo!!!." Hasta ese grito es humano y positivo hacerlo porque nos muestra nuestra debilidad y el tener que depender de la providencia del Altísimo.
Claro que, a veces o casi siempre, y ese es el mayor de los problemas, los cristianos no comprendemos las Escrituras porque nos fabricamos una interpretación a nuestra medida de la Palabra de Dios. Realmente Cristo ha Resucitado!!! Aleluya!!! ¿Pero, donde está escrito que se nos quitarían las dificultades y los problemas que tenemos como consecuencia del pecado y del espiritu del mundo por la resurrección de Jesús? El oró al Padre para que fueramos preservados del maligno en medio del mundo y nos aseguró acompañarnos en todo momento hasta el fin del mundo por el don del Espíritu Santo. El Espíritu de la verdad es quien debe enseñarnos todo, entre otras cosas como afrontar el mal cogidos de la mano de Jesús resucitado.
Como el discípulo amado corrió delante de Simón Pedro, nosotros nos soltamos de la mano de Jesús para ver y discernir con ojos humanos lo que nos está pasando hasta quedar paralizados por el miedo. Dejemos que el Señor nos indique el camino y aunque sea angosto a primera vista oremos para poder saber a que ritmo debemos andar, para poder escuchar paso a paso la voz de Cristo que nos habla al corazón: "Soy yo. La paz este contigo."
Uno de los ejemplos contemporáneos de cuanto hemos explicado es la Madre Teresa de Calcuta. De la obra realizada por ella no dudan ni los cristianos, ni los creyentes de otras religiones, ni los mismos ateos o laicistas. Actualmente conocemos que Teresa de Calcuta vivió momentos de gran sequedad y oscuridad. Ninguna explicación intelectual, ni sicológica puede justificar que una mujer sóla iniciara a contracorriente y sin posibilidad de volver atrás la atención a tantos moribundos, pobres, enfermos y desesperados. Si a los problemas que supone atender humanamente con pocos medios a los más desprotegidos sumamos la sequedad espiritual y la oscuridad, sería imposible la consolidación de las Misioneras de la Caridad si no es porque la obra estuvo cimentada fuertemente en la creencia que Cristo estaba resucitado, a su lado, enseñándole el camino para construir sobre roca una obra que da gloria a Dios porque sólo Él la ha podido realizar.
Aclamemos la resurección de Cristo con el salmo 118 (117):
"Dad gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
Digan los israelitas:
“El amor del Señor es eterno.”
Digan los sacerdotes:
"El amor del Señor es eterno.”
Digan los que honran al Señor:
“El amor del Señor es eterno.”
En mi angustia llamé al Señor;
él me escuchó y me dio libertad.
El Señor está conmigo; no tengo miedo.
¿Qué me puede hacer el hombre?
El Señor está conmigo; él me ayuda.
¡He de ver derrotados a los que me odian!
Es mejor confiar en el Señor
que confiar en el hombre.
Es mejor confiar en el Señor
que confiar en grandes hombres.
Todas las naciones me rodearon,
pero en el nombre del Señor las derroté.
Me rodearon por todas partes,
pero en el nombre del Señor las derroté.
Me rodearon como avispas,
pero su furia se apagó como fuego de espinos;
¡en el nombre del Señor las derroté!
Me empujaron con violencia, para que cayera,
pero el Señor vino en mi ayuda.
Yo canto al Señor, que me da fuerzas.
¡Él es mi salvador!
En las casas de los hombres fieles
hay alegres cantos victoriosos:
“¡El poder del Señor alcanzó la victoria!
¡El poder del Señor es extraordinario!
¡El poder del Señor alcanzó la victoria!”
¡No moriré, sino que he de vivir
para contar lo que el Señor ha hecho!
El Señor me ha castigado con dureza,
pero no me ha dejado morir.
¡Abrid las puertas del templo,
que quiero entrar a dar gracias al Señor!
Esta es la puerta del Señor,
y por ella entrarán los que le son fieles".
Te doy gracias, Señor, porque me has respondido
y porque eres mi salvador.
La piedra que los constructores despreciaron
se ha convertido en la piedra principal.
Esto lo ha hecho el Señor,
y estamos maravillados.
Este es el día en que el Señor ha actuado:
¡estemos hoy contentos y felices!
Por favor, Señor, ¡sálvanos!
Por favor, Señor, ¡haz que nos vaya bien!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Os bendecimos desde el templo del Señor.
El Señor es Dios; ¡él nos alumbra!
Comentad la fiesta y llevad ramas
hasta los cuernos del altar.
Te doy gracias y alabo tu grandeza,
porque tú eres mi Dios.
Dad gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
Feliz Pascua de Resurrección!
Que la Luz de Cristo os llene de su Paz!
Alegraos con este vídeo
miércoles, 19 de noviembre de 2008
La brújula de la esperanza / Autores: Conchi Vaquero y Arturo López
Alrededor, en una mirada general, palpamos dolor y sufrimiento en nuestra vida, en gente con la que convivimos, en noticias lejanas que leemos, escuchamos y vemos. Son inmensos colectivos de personas los que sufren por la enfermedad, por el hambre, por la injusticia de no tener trabajo o de tener uno en el que está explotado y mal pagado. También seres maltratado física, psíquica y emocionalmente en la familia o en otros ámbitos. Multitud de hombres, mujeres y niños atrapados en el alcohol, las drogas y en tantos infiernos de los que no se sabe como salir. El gran grito interior: ¿si Dios existe, como permite éste dolor generalizado?. Leer más...
sábado, 12 de julio de 2008
domingo, 22 de junio de 2008
Hay que tener temor, pero no miedo / Autor: Raniero Cantalamessa, OFM Cap.
* * *
XII Domingo del tiempo ordinario
Jeremías 20, 10-13; Romanos 5, 12-15; Mateo 10, 26-33
¡Tened temor, pero no tengáis miedo!
El Evangelio de este domingo ofrece varias sugerencias, pero todas se pueden resumir en esta frase aparentemente contradictoria: "¡Tened temor, pero no tengáis miedo!". Jesús dice: "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna". No debemos tener temor ni miedo de los hombres; de Dios debemos tener temor, pero no miedo.
Por tanto hay una diferencia entre miedo y temor; tratemos de comprender por qué y en qué consiste. El miedo es una manifestación de nuestro instinto fundamental de conservación. Es la reacción a una amenaza para nuestra vida, la respuesta a un verdadero o presunto peligro: desde el peligro más grande, que es el de la muerte, a los peligros particulares que amenazan la tranquilidad o la incolumidad física, o nuestro mundo afectivo.
Según se trate de peligros reales o imaginarios, se habla de miedos justificados y de miedos injustificados o patológicos. Como las enfermedades, los miedos pueden ser agudos o crónicos. Los miedos agudos han sido determinados por una situación de peligro extraordinario. Si estoy a punto de ser atropellado por un coche, o comienzo a sentir que la tierra tiembla bajo mis pies a causa de un terremoto, entonces estoy ante miedos agudos. Estos sustos surgen improvisadamente, sin avisar, y así desaparecen al terminar el peligro, dejando quizá un mal recuerdo. Los miedos crónicos son los que conviven con nosotros, se convierten en parte de nuestro ser, e incluso acabamos encariñándonos de ellos. Los llamamos complejos o fobias: claustrofobia, agorafobia, etc.
El evangelio nos ayuda a liberarnos de todos estos miedos, revelando el carácter relativo, no absoluto, de los peligros que los provocan. Hay algo de nosotros que nadie ni nada en el mundo puede quitarnos o dañar: para los creyentes se trata del alma inmortal, para todos el testimonio de la propia conciencia.
Algo muy diferente del miedo es el temor de Dios. El temor de Dios se aprende: "Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor" (Salmo 33,12); por el contrario, el miedo, no tiene necesidad de ser aprendido en el colegio; la naturaleza se encarga de infundirnos miedo.
El mismo sentido del temor de Dios es diferente al miedo. Es un elemento de fe: nace de la conciencia de quién es Dios. Es el mismo sentimiento que se apodera de nosotros ante un espectáculo grandioso y solemne de la naturaleza. Es el sentimiento de sentirnos pequeños ante algo que es inmensamente más grande que nosotros; es sorpresa, maravilla, mezcladas con admiración. Ante el milagro del paralítico que se alza en pie y camina, puede leerse en evangelio, "El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: 'hoy hemos visto cosas increíbles'" (Lucas 5, 26). El temor, en este caso, es otro nombre de la maravilla, de la alabanza.
Este tipo de temor es compañero y aliado del amor: es el miedo de disgustar al amado que se puede ver en todo verdadero enamorado, también en la experiencia humana. Con frecuencia es llamado "principio de la sabiduría", pues lleva a tomar decisiones justas en la vida. ¡Es nada más y nada menos que uno de los siete dones del Espíritu Santo (cf. Isaías 11, 2)!
Como siempre, el evangelio no sólo ilumina nuestra fe, sino que nos ayuda además a comprender nuestra realidad cotidiana. Nuestra época ha sido definida como una época de angustia (W. H. Auden). El ansia, hija del miedo, se ha convertido en la enfermedad del siglo y es, dicen, una de las causas principales de la multiplicación de los infartos. ¿Cómo explicar este hecho si hoy tenemos muchas más seguridades económicas, seguros de vida, medios para afrontar las enfermedades y atrasar la muerte?
El motivo es que ha disminuido, o totalmente desaparecido, en nuestra sociedad el santo temor de Dios. "¡Ya no hay temor de Dios!", repetimos a veces como una expresión chistosa, pero que contiene una trágica verdad. ¡Cuanto más disminuye el temor de Dios, más crece el miedo de los hombres! Es fácil comprender el motivo. Al olvidar a Dios, ponemos toda nuestra confianza en las cosas de aquí abajo, es decir, en esas cosas que según Cristo, el ladrón puede robar y la polilla carcomer (Cf. Lucas 12, 33). Cosas aleatorias que nos pueden faltar en cualquier momento, que el tiempo (¡la polilla!) carcome inexorablemente. Cosas que todos queremos y que por este motivo desencadenan competición y rivalidad. (el famoso "deseo mimético" del que habla René Girard), cosas que hay que defender con los dientes y a veces con las armas en la mano.
La caída del temor de Dios, en vez de liberarnos de los miedos, nos ha impregnado de ellos. Basta ver lo que sucede en la relación entre los padres y los hijos en nuestra sociedad. ¡Los padres han abandonado el temor de Dios y los hijos han abandonado el temor de los padres! El temor de Dios tiene su reflejo y su equivalente en la tierra en el temor reverencial de los hijos por los padres. La Biblia asocia continuamente estos dos elementos. Pero el hecho de no tener temor alguno o respeto por los padres, ¿hace que sean más libres o seguros de sí los muchachos de hoy? Sabemos que no es así.
El camino para salir de la crisis es redescubrir la necesidad y la belleza del santo temor de Dios. Jesús nos explica precisamente en el evangelio que la confianza en Dios es una compañera inseparable del temor. "¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos".
Dios no quiere provocarnos temor sino confianza. Justamente lo contrario de aquel emperador que decía: "Oderint dum metuant" (¡que me odien con tal de que me teman!). Es lo que deberían hacer también los padres terrenos: no infundir temor, sino confianza. De este modo se alimenta el respeto, la admiración, la confianza, todo lo que implica el nombre de "sano temor".
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[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina]
El Evangelio del domingo 22 de junio en video:
Mateo 10, 26-33
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"No tengáis miedo a los que matan el cuerpo" /
Video-reflexión: P. Jesús Higueras
lunes, 2 de junio de 2008
No temas al futuro / Autor: P. Eusebio Gómez Navarro
Dios tiene que estar muy vivo en la vida de los creyentes. Está muy presente en la mente y el corazón de muchos pueblos.Algunos de éstos tienen como primer principio creer en Dios.
A pesar de que Dios es lo más importante para muchas personas, otros no confían en Él, sino en los ídolos. En momentos como los actuales viene bien recordar lo que dice Pablo: “Sobre la venida de nuestro Señor Jesucristo y el momento de nuestra reunión con Él, les rogamos, hermanos, que no se alarmen por revelaciones, rumores o supuestas cartas nuestras en las que se diga que el día del Señor es inminente”. (2 Ts 2,1-2)
Es inútil perder el tiempo adivinando fechas del fin del mundo. “En cuanto al día y la hora nadie lo sabe”. (Mt 24,36) Existen demasiados adivinos que, con sus sueños vanos, sólo logran despertar temores. De cara al futuro se dan distintas respuestas; pero parece que pululan los profetas de calamidades que, refugiándose en el pasado, anuncian un futuro trágico. Así surge un clima donde abundan los miedos irracionales y los cataclismos. En todo ven el final de los tiempos.
Haremos de la historia lo que decidamos que sea. Nos damos cuenta de que somos capaces de las mejores empresas, pero al mismo tiempo sentimos que somos “marionetas” a las que el viento mueve a su antojo. Dios nos ha creado libres, y podemos elegir la vida o la muerte. Cada día los pájaros se despertarán en la copa de los árboles a la misma hora, cantarán de la misma manera y apenas hayan terminado de cantar, irán en busca de alimento.
En cambio, para los seres humanos todo será diferente. Tal vez se apliquen con buena voluntad a la construcción de un mundo mejor. ¿Ocurrirá eso? Tal vez, pero acaso no. Nosotros tenemos que creer en el Dios de la vida, ese que quiere la salvación de todos, el que nos ilumina en nuestro caminar.
“El Dios que dijo: Brille la luz en las tinieblas, es el que ha encendido esa luz en nuestros corazones, para hacer brillar el conocimiento de la gloria de Dios, que está reflejada en el rostro de Cristo”. (2 Co 4,6) “Dios nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva, basada no en la letra de la ley sino en la fuerza del Espíritu”. (2 Co 3,6) Y esta fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros. “Nos acosan por todas partes, pero no estamos abatidos; somos perseguidos, pero no quedamos a merced del peligro; nos derriban, pero no llegan a rematarnos”. (2 Co 4,7ss)
Es necesario, pues, confiar en Dios, orar en todo momento. Esta confianza nos ayuda a ver sin miedo el futuro, a vivir el presente con la completa seguridad de que Dios nos cuida y nos ama.